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- El “Diéselgate” y otros casos similares
Ya cansa repetirnos con las bondades para el usuario y el medio ambiente de la cantidad de computadoras en un auto. También con recordar el riesgo de que alguien tome control de esas computadoras para hacer de su auto un misil antipeatón, o de Ud. una tapa sangrienta del diario “Crónica” (firme junto al pueblo).
¿Pero qué pasa si esa toma de control de las computadoras se hace rutinariamente para mentir, por ejemplo, sobre las emisiones del caño de escape?
Bienvenido al «Diéselgate». En septiembre de 2015, la Agencia de Protección Ambiental de los EEUU (EPA) descubrió que muchos autos VW vendidos en EEUU tenían un «dispositivo de desactivación», un combo de sensores, software y actuadores capaz de detectar el momento en que alguien estaba testeando las emisiones de gases del auto. Ante ello, el soft actuaba para mejorar los resultados, es decir truchaba la conducta del motor para hacerlo pasar sin problemas las topes de máxima fijados por la EPA para los óxidos de nitrógeno, de azufre y de partículas menores a 2,5 micrones.
Desde entonces, VW admitió haber hecho trampa a lo grande. Los destapes de la EPA cubren 482.000 autos solo en los EE. UU. Incluyendo el Audi A3 fabricado por VW y los modelos VW Jetta, Beetle, Golf y Passat, según sus nombres allá. VW admitió que alrededor de 11 millones de sus autos en todo el mundo están equipados con ese “piripipí”.
La compañía también ha sido acusada por la EPA de ponerle ese dispositivo a los motores diésel de 3 y 2 litros instalados de sus Porsche y Audi.
Los detalles completos de cómo funciona la trampa son vagos. Según la EPA, los motores truchados detectan escenarios de prueba cuando hay un combo de motor en ralenti prolongado, picos de RPMs, oscilaciones de presión barométrica en neumáticos y ciertas posiciones de volante. ¿Son datos esotéricos? Parecería que la EPA macanea para no suscitar imitadores por cuenta propia, dueños que tunean sus autos para el pique o la velocidad a expensas de la limpieza de sus emisiones: sería darles claves para burlar las revisiones técnicas municipales imitando una combustión normal.
¿En qué consiste el disfraz? Al detectar un VW que está en un banco de pruebas estacionario, el “piripipí” seteaba el motor para que funcionara por debajo de su potencia y rendimiento de fabricación.
Ya de regreso a un patrón de circulación callejero o rutero, los motores recuperaban su funcionamiento estándar: se volvían más vivaces, pero emitiendo 40 veces más óxidos de nitrógeno que el máximo fijado por la EPA. Con los diésel de VW era una de dos: o picaban nada, contaminaban poco y gastaban mucho, o gastaban poco, picaban mucho y contaminaban a lo bestia. Las pruebas de la EPA no miden consumo ni potencia.
¿Cuántas marcas adoptaron esta cuchipanda y con cuántos modelos? Según las autoridades de la UE, VW con 5 millones, Audi, con 2,1 millones, Skoda con 1,2 millones, Seat con 700 mil. En su defensa, las estructuras corporativas de las empresas cargaron las culpas sobre tales o cuales ingenieros jefes y arguyeron su total desconocimiento de esas malas prácticas. Cada familia carga con alguna oveja descarriada, ¿no?
Historia de 2015 que aun reverbera, que le salió a VW cantidades de plata (termina de pagar multas recién este año), que exterminó en la UE la entonces creciente adopción de los gasoleros, al parecer tan ahorrativos y limpitos, y que aceleró la adopción de los autos full-electric. Y ésta fue fatal también para los nafteros, en el mediano plazo.
A VW el chiste le salió entre USD 20 y 30.000 millones, y la caída en un 40% del valor de sus acciones al toque de estallado el escándalo. Entre otras penalizaciones, la firma tuvo que pagar la tremenda infraestructura de recarga de autos eléctricos en California, es decir que le regaló unos U$ 2000 millones a Tesla y también a Nissan (cuyo modelo eléctrico Leaf se vende muy bien). VW dice que esta red de recarga le salió U$ 31.000 millones. Ud. es libre de creerles.
El lado malo para los dueños en EEUU y la UE fue que VW tuvo que hacer “recall” de millones de autos para eliminar el “piripipí” y dejar el motor reconfigurado para emisión limpia. Lo que recibieron los dueños al regreso de las concesionarias fue autos achanchados, sin pique ni potencia y con un pésimo kilometraje.
(Concluirá mañana)
Daniel E. Arias
Jorge A. T. Casanova