El dólar «blue», que se compra y se vende en transacciones en efectivo, no registradas, es sobre todo un termómetro del clima social argentino: pesimismo acerca del valor del peso, y temores varios, fundados o no.
Pero el «dólar CCL», que hoy viernes alcanzó a $ 223, refleja el precio que están dispuestos a pagar empresas e inversores para «salir» de sus tenencias en moneda argentina.
Puede decirse que al fin de la semana se dio una «tormenta perfecta», como se llama con algo de exageración cuando se suman dos o más factores:
Uno, local: el dinero que se volcó a la población en diciembre, a través del aguinaldo y de otros estímulos, ahora se «va al dólar», a través de quienes lo recibieron o de quienes les vendieron productos o servicios, da igual. El dólar estadounidense es el tradicional refugio del argentino que puede ahorrar, aunque sea poco.
El otro factor es internacional, y hoy mismo lo expresó alguien que debería saber del tema: Kristalina Georgieva, directora gerenta del FMI, advirtió a los países endeudados en dólares, “Actúen ya. Si pueden extender la duración de su deuda, por favor háganlo”, en un llamado en el Foro de Davos. (Un detalle irónico es que el ministro de Economía argentino está discutiendo con Kristalina justamente cómo se extenderá la deuda en dólares con el Fondo).
Su advertencia no era necesaria, en realidad: todos los que mueven fondos de alguna significación saben que la Reserva Federal estadounidense había avisado que endurecerá su política monetaria, con subas de tasas de interés.
Esta suba afectará directamente a todos los países con alto nivel de endeudamiento en dólares, como Argentina. Hay otro efecto indirecto: los capitales se irán al mercado yanqui, al beneficio seguro de sus bonos. Y habrá menos fondos para inversiones en los mercados «emergentes». Eso incluye a la «standalone» Argentina y a sus empresas.
Repetimos algo que dijimos en AgendAR en abril de 2020, y en un blog personal, cuando en otra «disparada» el dólar «blue» llegó a $ 120: “El factor central de esta «tormenta cambiaria» -más allá de previsibles operaciones- es la huida del peso; la decisión de los que tienen fondos, grandes o pequeños, de cambiarlos por dólares, hasta arriesgando sanciones legales».
Insistimos en que este es el factor clave. Sin minimizar, por supuesto, el contexto internacional. Porque éste parece asegurar que 2022 será un mal año en lo financiero, a pesar de la recuperación en la actividad. Será necesario, aunque les incomode a nuestros amigos del Norte, recurrir a la financiación de China (Rusia no será un proveedor significativo de fondos, salvo para algunos proyectos puntuales).
Pero, insistimos, el problema es nuestro: que Argentina no tiene una moneda que pueda servir como reserva de valor. Esta crisis financiera puede tener algo bueno: convencer al gobierno que debe encarar seriamente a la inflación.
Por todo lo que dijimos, 2022 no será un buen año para hacerlo. Pero, por razones obvias, electorales, 2023 sería peor.
A. B. F.