Todo en Invap es raro. Desde su «doble» fundación -nació en 1972 pero formalmente comenzó a operar en 1976- hasta su presente al que llegó destruyendo preconceptos y ofreciendo respuestas originales.
¿Una empresa eficiente y flexible, capaz de adaptarse a entornos económicos cambiantes pero de propiedad estatal? Invap. ¿Que comenzó trabajando para la industria nacional y luego se dedicó a exportar? Invap. ¿Una plantilla integrada básicamente por recursos humanos calificados que se cuadruplicó, se achicó por tres y volvió a multiplicarse? Invap.
Es, además, una empresa nac&pop pero sus ofertas compiten habitualmente con los productos de compañías como General Electric, Lockheed Martin, Boeing, Airbus, Raytheon, Thales, Siemens, Mitshubishi, Rosatom y siguen las firmas, incluso chinas. Y, tal vez lo más extraño, es que mientras muchos ajustan sus negocios por el Covid, sus directivos imaginan una expansión a nuevos mercados, incluyendo soluciones para los años de transición energética, la industria del litio y del hidrógeno «verde». Todo eso mientras sigue ampliando su oferta en radares, satélites y negocios relacionados con la energía nuclear en reactores de investigación y de usos médicos.
El porqué esta compañía se ha convertido en una organización emblemática en la Argentina, y especialmente para las actuales autoridades nacionales, lo resume muy bien Diego Hurtado de Mendoza, actual Secretario de Planeamiento en Ciencia e Innovación del Ministerio respectivo y con una extensa trayectoria como investigador. historiador de la ciencia y la actividad nuclear: «Invap no solo es un ejemplo como compañía de tecnología sino también por su resiliencia a través de los años. En países con altísima inestabilidad como la Argentina, eso es algo que necesita ser destacado», dice.
Para este experto, la empresa es también un faro a seguir en materia de desarrollo organizacional. «Vale la pena destacar que es una empresa estatal, pero opera con las reglas del mundo privado: se autofinancia, compite y le facilita al Estado nacional una capacidad de liderazgo no menor frente a otros jugadores y grupos muy concentrados que apuestan a lo financiero en lugar de a lo productivo», agrega. Según este funcionario, Invap puede jugar un rol regulador y ayudar al país a establecer reglas de juego democráticas en la cultura empresarial que necesita la Argentina.
Algo parecido considera Fernando Peirano, economista, y actual presidente de la Agencia de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación: «La empresa posee un know-how exportador de soluciones de alta complejidad que logró con sus experiencias pasadas exportando soluciones nucleares, de salud y radares. Ese saber también es aprovechable en otros rubros y es un acervo importante a agrandar y compartir».
En números
- 1400 trabajadores tiene hoy
- 1976 año de nacimiento
- 8 satélites construidos
- 33 radares
- $ 2.451 millones fue la utilidad bruta del período 2020-2021.
PARTO SIN FECHA CIERTA
«Oficialmente nacimos en 1976, de la mano de un grupo de científicos del Centro Atómico Bariloche. Pero la verdad es que ya venían trabajando desde 1972, bajo el paraguas del «Programa de Investigación Aplicada» que lideraba el físico Conrado Varotto«, recordó Vicente Campenni, CEO de la empresa.
La lógica de la por entonces flamante «startup» seguía las ideas de otro físico legendario, Jorge Sabato, que en la década del ´60 postuló que el desarrollo tecnológico de un país «se alcanza por medio de la interacción conjunta y permanente entre el Estado, el Sistema de Ciencia y Tecnología y las empresas». El caldo de la época era propicio y eso explica que en la misma época FATE -sí, la empresa de neumáticos- abría una división de ¡microelectrónica! para fabricar calculadoras mientras Aluar inauguraba el mayor laboratorio de investigación y desarrollo del país.
Con lógica -casi todos los miembros de la flamante empresa provenían de la comunidad atómica y la administración estaba en una habitación de la residencia estudiantil del Balseiro- sus primeros proyectos se enfocaron en resolver necesidades de la entonces pujante industria del átomo. A pedido de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) desarrollaron desde cero una planta de fabricación de esponjas de circonio. Y lo hicieron en tiempo récord. Encadenando contratos se graduaron de confiables e innovadores con el diseño y fabricación del reactor de investigación y docencia RA-6 que le ahorró a la CNEA comprarlo afuera «llave en mano».
El siguiente salto dio pie a otra de sus actuales líneas de negocios: la medicina nuclear. En 1977 comenzaron a ofrecer un procesador de biopsias para anatomía patológica y desde entonces fueron complejizando la oferta y los dispositivos dedicados al diagnóstico y cura del cáncer.
El negocio del espacio, que hoy la encuentra con varios satélites operativos, comenzó a principios de los noventa, cuando –otra vez de la mano de Varotto que dirigía la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE)–, les encargaron la serie de satélites SAC. Esta se continuó con el Arsat y los Saocom y ahora tienen avanzado el SABIA-Mar, en conjunto con Brasil.
Finalmente, la cuarta área en la que se especializa son los radares. Nacida como lógica expansión de su know-how en equipamiento satelital, a partir de 2003 comenzaron a colaborar con la Fuerza Aérea en el programa de radarización nacional. Eso la obligó a desarrollar equipos para uso militar pero también tecnologías de radarización civil.
EL PRESENTE
Vicente Campenni es actualmente gerente general de INVAP. Doctor en física de la Universidad de Córdoba, especializado en ciencia de materiales, ingresó en 1988. En la década del noventa pasó al área de ensayos mecánicos y trabajó en control de calidad satelital. Y desde 2017 es su máximo directivo.
Según nos explica: «En los últimos dos años atravesamos un cambio organizacional importante, en parte porque se registró un giro político que reactivó varios proyectos de inversión tecnológica nacional de gran envergadura», dice. Sin embargo, ese cambio se vio atemperado por la pandemia. «Impactó en nuestro trabajo con clientes locales y generó dificultades extra en los proyectos de clientes del exterior», reseña.
¿En qué estado está hoy la compañía? «Volvimos a crecer y nuestro staff suma ya 1.400 personas. Con eso nos estamos adaptando para afrontar, en tiempo y forma, una mayor carga de trabajo que la que teníamos hasta 2019», desarrolla.
Obviamente la pandemia los obligó a repensar las operaciones y la ejecución de proyectos, tanto los locales como en el resto del mundo. «Te doy un ejemplo: al comenzar la pandemia trabajábamos para la India, Holanda, Turquía, Arabia y Bolivia. Muchos de nuestros profesionales estaban en esas locaciones y debieron volver. Ahora, cuando nuestros expertos regresaron a esos países se toparon con nuevas olas de Covid.»
Claro que eso complejiza la planificación de tareas «algo esencial para nuestra performance como compañía: tuvimos que pasar de pensar en términos de ‘meses’ a planificar en el lapso de ‘semanas’, porque el contexto dinámico condiciona todo y nos sumó una nueva capa de complejidad». Tampoco ayuda que cada proyecto se apoya en una cantidad de proveedores, nacionales e internacionales, muchos de los cuales son pymes, por lo que sus entregas también se ven afectadas por aislamientos y contagios. «Tradicionalmente los directivos nos preocupábamos por conseguir nuevos negocios. Bueno, en los últimos 18 meses tuvimos que enfocarnos en cómo hacer para cumplir los contratos de manera eficiente.»
LO QUE VIENE
Hoy Invap domina cuatro áreas de negocios que comparten ejes: comenzaron siendo ejecuciones de proyectos tecnológicos complejos, hechos para clientes nacionales. Y, tras lograr hacerlos en forma competitiva, salieron a ofrecer esas soluciones al exterior Según Campenni, ya están consolidados en el desarrollo de reactores de investigación y en otro nicho íntimamente asociado: las plantas de radioisótopos para tratamiento medicinal. En esta línea sus caballitos de batalla actuales son el RA10, que construyen en el Centro Atómico Bariloche y tiene asociado un gran centro médico. «Por otra parte, estamos construyendo el reactor Pallas en Holanda. Y tenemos proyectos, en distintos grados de avance, en India, Argelia y Arabia.»
Este segmento es muy particular y cualquier negocio del rubro se incuba muy lentamente. «Pero la Argentina ya tiene una posición global ganada y sabemos que hay oportunidades para seguir creciendo. De hecho varios países están evaluando ahora inversiones para reemplazar sus reactores de investigación y generadores de radioisótopos, desde China y Japón a algunas naciones europeas. En muchos casos Invap podría presentarse, sola o asociada a proveedores locales», dice.
En la línea de negocios de medicina nuclear, soluciones que literalmente pueden entregar «llave en mano», tienen en carpeta varios proyectos. Uno en Buenos Aires, encargado por la CNEA y la UBA: el Centro de Proton-Terapia que será la primera unidad de este tipo en toda América latina. «Y estamos en Bolivia con tres centros. También ahí pensamos expandirnos porque en varias regiones del mundo la medicina nuclear recién se inicia».
NEGOCIOS ESPACIALES
Por encargo de Arsat actualmente retomaron el desarrollo del tercer satélite de comunicaciones, el «SG1». «Para el SG1 nos asociamos con una empresa de Turquía, lo que también nos abre más puertas para ofrecer soluciones en el mercado satelital internacional». A éste se se suma el avance de otros satélites orientados a la observación de la Tierra. Tras los exitosos Saocom, la Conae está diseñando nuevos aparatos «y es muy posible que nosotros ganemos la licitación para fabricarlos. Son satélites que recopilan datos que le servirán a la Argentina pero también a otros países». Y tienen profesionales trabajando, aseguran que a buen ritmo, en el satélite Sabia-Mar, cuya fecha de lanzamiento prevista es 2024.
La compañía, por otro lado, empezó a explorar el negocio de la radarización en 2004, con un equipo «secundario» para las Fuerzas Armadas. «También desarrollamos radares primarios que permiten dar seguridad a la aeronavegación. Ya tenemos firmado un contrato para encargarnos de la actualización de «media vida» de todo el sistema de radarización argentino de control de tránsito aéreo»
Según Campenni, disponer de estas tecnologías no solo otorga independencia sino también baja de costos: «son sistemas que tienen una vida útil de 20 a 30 años y su mantenimiento supera varias veces la inversión inicial. Tener la tecnología y el know-how para hacerlo nosotros permite ahorrar muchos dólares». Apalancado en este desarrollo, y cumpliendo con el «paradigma» Invap, a fines de 2021 lograron hacer pie en el exterior y vendieron dos radares de control de tránsito aéreo para sendos aeropuertos de Nigeria.
En qué otras áreas podrían involucrase en los próximos años, es la pregunta obligada. «Creo que varias. Una está asociada a la transición energética, donde el cambio climático y la sostenibilidad ambiental nos obliga a cambiar. En ese sentido, las energías alternativas -como la nuclear y la eólica- deberán cumplir nuevos roles. De hecho hoy la nuclear está siendo revalorizada en términos ‘ecológicos’ por no emitir gases de efecto invernadero. Además es clave en una matriz energética porque es una gran opción para generación eléctrica de ‘base’ y combinarla con la eólica y la solar. En esta misma línea tenemos pensado que podríamos sumarnos a la obtención de hidrógeno verde que tiene proyectos recién presentados en la Argentina, especialmente en lo relacionado con transporte y almacenamiento», desarrolla Campenni.
Algo parecido considera Hurtado: «Tal vez especulando un poco podría imaginar a Invap jugando un rol importante en el terreno de semiconductores y en soluciones aeronáuticas». Y agrega: «Pienso también en una posible potenciación de colaboraciones con otras empresas ‘pares’ como VENG (dedicada a cohetería espacial) o la aeronáutica FAdeA». De acuerdo con este experto, «en materia de semiconductores hay muchas necesidades y es clave para un país ser autónomos en ese rubro, especialmente en micro y nanoelectrónica aplicada a sectores en los que el autoabastecimiento y la capacidad de exportar es estratégica. Pienso en los chips que se necesitan para armar la computadora de vuelo de un avión de combate o en drones de uso militar o de vigilancia. También para los radares».
Otro punto que Hurtado propone como negocio posible es el de soluciones para la transición energética. «Ya sea incursionando en energía eólica y en el desarrollo y producción de componentes complejos para aerogeneradores. Obviamente podría participar de proyectos para la producción de hidrógeno verde», detalla.
Por su parte Peirano, de la Agencia de Promoción de la Ciencia, suma su visión a este punto: «Creo que un nicho importante donde Invap podría aportar soluciones es en el área los vehículos no tripulados. Es algo tangible y bastante inmediato y, de hecho ya tienen proyectos en ese rubro. Se trata, además, de una tecnología que -como los radares- es de uso dual, con aplicaciones tanto militares como civiles». El funcionario considera que los drones militares podrían usarse en varias temáticas. «Imagino, por ejemplo, equipos autónomos colaborando en la logística de zonas patagónicas o de la Antártida. Podría ser un vehículo del tipo helicóptero capaz de operar sin piloto en zonas complejas. También servirían para misiones de control de fronteras o para hacer rastrillajes y seguimientos mucho más eficientes y con mejor aprovechamiento de los recursos humanos de seguridad».
Según el funcionario esos vehículos autónomos no solo podrían servir para el aire. «También hay un nicho para desarrollar drones anfibios o minisubmarinos que puedan estudiar, tomar muestras y ayudar a controlar nuestros grandes espacios marinos».
Finalmente, también imagina aportes para la industria eólica. «No digo que Invap juegue un rol en todo el segmento, sino sumando soluciones de valor agregado a determinados componentes de los equipos eólicos. Por ejemplo, colaborar con IMPSA en el diseño de nuevas palas, o en piezas del aerogenerador que requieren materiales compuestos y diseños muy complejos».
Más allá de las tecnologías en sí, el funcionario de la agencia encargada de otorgar fondos para el desarrollo científico también considera clave el aporte que esta empresa puede hacer al paradigma del desarrollo nacional: «La empresa tiene un know-how exportador de soluciones de alta complejidad que acumuló a lo largo de décadas. Ese ‘saber’ también es aprovechable en otros rubros. Y eso es clave porque sin tecnología no tenemos ciencia con impacto y sin hacer ciencia básica tampoco tendremos tecnología propia». Y concluye: «Invap puede ser el modelo para superar esas contradicciones y facilitar nuestro desarrollo como país».
ENRIQUE GARABETYAN