GDM crecio con el cultivo en Brasil, que hoy es el mayor productor de la oleaginosa del mundo; los desafíos de la edición génica, donde tiene productos para lanzar también en la Argentina
A 12 kilómetros de Cambé, localidad brasileña del estado de Paraná la bandera argentina flamea en lo alto de un mástil. A la vera de la ruta, un cartel de GDM anuncia la llegada a dos laboratorios de esta compañía de genética que, desde la localidad bonaerense de Chacabuco, se convirtió en referente en soja y, en el caso de este país, que es el mayor productor del mundo en este cultivo, la firma tiene una marca única: su genética está en el 79% de las semillas de la oleaginosa que se comercializan aquí.
Las instalaciones en este lugar son un ejemplo de la continua expansión de la empresa fundada por cinco amigos que este año proyecta alcanzar una facturación de $850 millones. Una compañía presente en más de 15 países y que representa con su genética el 45% de la soja que se siembra en el mundo. Aquí vienen de invertir más de US$3 millones para duplicar su capacidad y concentrar el trabajo de edición génica, por ejemplo en soja, entre otras actividades.
Cabe mencionar que la empresa, recientemente, fue la responsable de crear la primera soja editada en el país vecino y en la Argentina con baja presencia en azúcares, además de haber desarrollado una segunda variedad más resistente a la sequía.
“Lo relevante es que los organismos reguladores [mencionó los casos de Brasil, Argentina y Colombia] evaluaron la soja y la clasificaron como equivalente a la soja convencional. Esto implica que no está sujeta a regulaciones como organismo genéticamente modificado [a diferencia de los OGM, que incorporan un gen externo, con la edición génica se trabaja sobre una parte de interés del ADN], lo que permite su siembra, manejo, consumo y comercialización en igualdad de condiciones que la soja convencional”, indicó André Beló, gerente de NBT’s (Nuevas Tecnologías de Mejoramiento) de la compañía. En ese sentido, destacó que esto evita tener que afrontar los costos adicionales asociados al proceso de producción de un producto transgénico que hacen al cultivo más costoso.
El desarrollo de la variedad reducida en azúcares, que aseguran podría llegar al mercado brasileño para la campaña 2025/2026 y al argentino el mismo año o el siguiente, tendría un impacto positivo para la producción de proteína animal.
En rigor, en la empresa explicaron que las semillas de soja contienen compuestos como la rafinosa y la estaquiosa que son azúcares solubles que no se digieren adecuadamente en animales monogástricos como vacunos, cerdos y humanos. Cuando se consumen a través de alimentos elaborados con harina de soja pueden causar problemas como la producción de gases, malestar intestinal, y reducción en la eficiencia energética del alimento, lo que resulta en un menor aumento de peso, es decir menor productividad.
A partir de ello, la compañía modificó un genoma de la soja obteniendo como resultado una nueva versión con reducción de estos azúcares.
En tanto, para la variedad que es tolerante a la sequía, según explicaron, identificaron un gen que puede detectar cuándo la planta está con algún estrés abiótico. En un caso específico sequía, inicia una cadena de efectos en la planta para protegerla de ese estrés.
“En esta primera etapa nosotros demostramos que éramos capaces de editar el genoma de soja del germoplasma de GDM, crear productos, y avanzar hasta la fase de validación, para después pasar a la comercialización. Con esto cumplido, evaluamos los proyectos en los que nosotros podíamos trabajar y vimos que teníamos que aumentar la disponibilidad de recursos”, dijo Beló.
Por esa razón, explicó que la marca decidió hacer una inversión en este laboratorio para ampliar su capacidad. “Con este laboratorio, más que doblamos la capacidad de hacer proyectos, más que podemos hacer el doble de plantas y podemos tener más proyectos para atacar distintas características de la soja”, comentó.
El complejo reúne dos conjuntos de laboratorios integrados entre sí que satisfacen las demandas de la empresa a nivel mundial. En el primero de ellos, “Edición Génica, donde se trabaja en el desarrollo de rasgos (semillas con una determinada característica), principalmente para la soja, que puedan traer mejoras a las plantas y aumentar el potencial productivo de los cultivos.
En el segundo, “Marcadores Moleculares y Secuenciación”, cuentan con una amplia capacidad para la extracción de ADN y genotipado a gran escala. Para ello utilizan plataformas automatizadas en toda la línea de producción, con capacidad para generar aproximadamente 250.000 datos por día, además de dos plataformas de secuenciación de ADN. Con esta expansión en el complejo de laboratorios, la empresa generará más de 500 millones de datos en el área de secuenciación por año.
La firma, que está a cargo de Ignacio Bartolomé, hijo de Gerardo, uno de los fundadores, comenzó con su proyecto en Brasil en 2003, pero no fue sino hasta 2008 que lanzaron su primer producto al mercado con la marca Brasmax. Sorprendentemente, en su primer año, este producto logró capturar el 6% de participación en el mercado. Cuatro años después, introdujeron la tecnología Intacta, de tolerancia a plagas, junto con la marca Don Mario, y para entonces ya habían alcanzado una participación del 26%. En 2013 lanzaron el negocio de licencias de GDM.
En 2018 se consolidaron como líderes del mercado de genética con una participación del 41%. Al año siguiente lanzaron Neogen cuando ya tenían una participación del 48%. Para 2021, con el producto Dagma, llegaron a una participación del 64%.
En Brasil se comercializan al año cerca de 50 millones de bolsas y se siembran cerca de 43 millones de hectáreas de soja, de esto un 80% es con semillas compradas y el restante de uso propio.
Actualmente, en Brasil la empresa tiene en estudio unas 150.000 nuevas variedades que están en 827.000 parcelas distribuidas en 150 puntos geográficos diferentes. Posee más de 800 empleados, un 50% dedicados a la investigación.
En el país vecino también están buscando expandirse en el mercado del maíz, al igual que en la Argentina, que actualmente representa una facturación de US$162 millones. Según detallaron, tienen una participación del 0,5% en este mercado. “Para lograr un crecimiento significativo, hemos puesto en marcha un programa de mejora genética y tenemos como objetivo estar entre los cinco principales competidores del mercado de maíz para 2030″, dijeron.
Desafíos a futuro
Nizio Giasson, manager en investigación de soja de GDM, indicó que actualmente el principal desafío reside en la transformación de los métodos tradicionales de mejora genética en un enfoque más predictivo. Este enfoque, explicó, implica la utilización de herramientas de inteligencia artificial, genotipado automatizado y técnicas moleculares biotecnológicas para prever el comportamiento genético de una variedad.
“El desafío es incorporar todas esas tecnologías para que el mejoramiento se torne más eficiente, que no requiera de tanto trabajo de experimentación a campo. También que nos permita una reducción de tiempo en el proceso de selección de variedades”, dijo.
El proceso desde que se hace un cruzamiento hasta que se lanza una nueva variedad ya tuvo una reducción importante. De 11 a seis años. Todos los años la empresa hace 3000 cruzamientos y se lanzan 30 a 35 variedades.
A nivel global, la firma, que este año va a invertir US$150 millones en Investigación y Desarrollo (I+D), trabajará en consolidar y mantener su posición en el competitivo mercado de la soja, algo que, como se subraya, “no es fácil” debido a que “es un sector altamente competitivo que demanda mucha inversión”. Por otro lado, en Estados Unidos la empresa tiene como objetivo alcanzar una participación del 8% en el mercado para 2025, siendo que actualmente posee solo el 1,7%.
Por su parte, en la Unión Europea GDM se encuentra enfocada en actuar en el mercado del girasol, lo cual representa una oportunidad de negocio nueva para la compañía que tradicionalmente se enfocó en soja, maíz y trigo. Además, la empresa tiene planes de expandir su presencia en el mercado del maíz en América del Sur. También continuar ampliando las actividades de Traytology, su división dedicada al descubrimiento de nuevos genes.
Correcciones de AgendAR:
La nota no aclara la diferencia entre lo que hace GDM (intervención génica sin cruzar la barrera de las especies) y lo que hace Bioceres (cruzando la barrera de las especies).
En términos de resultado agronómico y comercial, es imposible decir cuál enfoque es mejor. El limitarse a editar el genoma propio de cada especie te facilita el licenciamiento, especialmente en soja.
Pero también lo haría en la Unión Europea, que tiene una legislación específica anti OGM (organismos geneticamente modificados). Es que por alguna operación mágica de la política ecologista, este tipo de edición génica intra-especie no se considera generadora de OGMs.
En cambio meterle genes de girasol al maíz (que es forraje y también alimento humano) como hace Bioceres es un problemón de licenciamiento en la UE, y ni hablemos del trigo, que no es un forraje.
Lo que hace GDM es el equivalente de la artillería ligera: no es ni superior ni inferior a la artillería pesada de Bioceres: es complementaria. Es bueno tener ambas. La diferencia de éxito comercial de una u otra tecnología no es biológica: la pone la política nacional o regional a través de la legislación regulatoria.
Ah, y los vacunos son poligástricos. ¿La Nación conoce la palabra «rumiar»? Los humanos y los chanchos, no, monogástricos irremediables, propensos por ello a indigestiones cuando ingerimos porotos de soja sin un termoprocesado que les destruya la rafiosa y la estaquiosa. Y la culpa entonces no es del chancho…
Daniel E. Arias