Crecen las quejas industriales por importaciones y competitividad
Sigue la tensión por la política comercial, la alta carga tributaria y el retraso en la agenda para bajar el llamado «costo argentino» entre las organizaciones industriales sectoriales y las autoridades.
Fabricantes de ropa, línea blanca, calzado y autopartes aseguran que la devaluación de los últimos meses quedó neutralizada por la suba de costos y que no funcionó como barrera para contener la competencia del exterior.
Productores de frutas y vinos, en tanto, no prevén un salto exportador.
La deuda pública ya alcanzó los U$S 320.934 millones
En 2017, la deuda pública interna y externa, en pesos y moneda extranjera, aumentó en US$ 45.488 millones: subió de US$ 275.446 millones a U$S 320.934 millones, incluyendo la deuda no presentada a los canjes, según informó el Ministerio de Finanzas.
Esta deuda pública nacional no incluye lo que adeudan las provincias. Tampoco la deuda del Banco Central en LEBAC y otros en pesos y moneda extranjera y lo que aún se adeuda del cupón PBI.
En 2016, la deuda pública aumentó en US$ 34.781 millones. Así en los dos últimos años la deuda pública aumentó en US$ 80.269 millones.
Aún así, debido al bajo endeudamiento externo del que se partía, el % de la deuda sobre el PBI no alcanza un nivel que provoque alarma. Es mucho mas bajo que el de Brasil, por ejemplo. La preocupación de los economistas se centra en que los ingresos en divisas del Estado argentino no alcanzan a cubrir sus egresos. Así, la deuda no para de crecer.
El campo francés «recuerda» su oposición al acuerdo UE-Mercosur
Tras una reunión parisina entre el canciller francés Jean Yves Le Drian y su par argentino, Jorge Faurie, desde Francia ratificaron el apoyo al futuro acuerdo con el Mercosur.
Pero las autoridades francesas aclararon que siguen manteniendo diferencias a la hora de resolver los detalles pendientes sobre los intercambios de producción agrícola, uno de los puntos más sensibles de la negociación.
«Francia está siempre muy atenta a los acuerdos que reglamentarán nuestros sectores sensibles, el sector agrícola en particular», precisó Le Drian durante una conferencia de prensa en la cual los periodistas no pudieron hacer preguntas.
La opinión de AGENDAR en el tema haciendo click aqui
Ver también: La Nación, Cancillería
¿Una central atómica en la Patagonia?
El año pasado el presidente Macri, el ministro Aranguren y el gobernador Weretilneck debieron retroceder en el proyecto de la 5ta. central nuclear argentina porque hubo puebladas en contra en las mayores ciudades de Río Negro.
Hace tres semanas, el Consejo Deliberante de una ciudad rionegrina, Sierra Grande, aprobó una medida que hace posible que se instale allí. Para no desaparecer.
Porque desde 1969 hasta 1991, cuando el presidente Carlos Menem ordenó su cierre, la actividad de la ciudad giraba alrededor de la explotación de su mina de hierro. A partir de ese momento, Sierra Grande se quedó sin fuentes de trabajo ni posibilidades de desarrollo. Ahora ven en una futura posible central, una posibilidad de revertir esta situación, una alternativa de desarrollo económico.
En AGENDAR creemos que una inyección atómica para un pueblo anémico puede tener contraindicaciones. Les proponemos leer la Nota de Opinión: Nuevas centrales nucleares ¿No pasarán?
Nuevas centrales nucleares ¿No pasarán?
Recientemente, AGENDAR registró una noticia… sorprendente, sobre el desarrollo de la industria atómica local. Una pequeña ciudad de Río Negro, Sierra Grande, daba la bienvenida a la radicación de la 5° central nuclear argentina en su distrito. Porque la ven como la única alternativa visible a su desaparición, condenados por el cierre de la mina de hierro en torno a la cual giraba toda su economía.
Es una excepción. La mayoría de los rionegrinos se opone, de acuerdo a los resultados de las elecciones del año pasado, y el presidente Macri y el gobernador Weretilneck tuvieron que abandonar el proyecto, por ahora.
Consideramos que ambos mandatarios cometieron un error fundamental: hoy es imposible que los habitantes de una región acepten una planta gigante (más de 1000 MW) de un proveedor (China) y una tecnología (PWR) desconocidos para la Argentina. A menos que la central sirva como eje de un paquete de industrias electrointensivas, que generen trabajo calificado y permanente a pie de planta: siderurgia, química, vidrio, aluminio, papel, etc.
Este intento fracasó porque los rionegrinos lo vieron como otro de tantos proyectos energéticos antifederales, calcados del modelo histórico del petróleo, el gas y la hidroelectricidad: el riesgo y los impactos ambientales quedan en la Patagonia, pero los puestos de trabajo, a miles de kilómetros de distancia, en Buenos Aires y el conurbano. Sólo el “combo” de la represa de Futaleufú como fuente electroquímica de la planta de aluminio de Aluar, en Puerto Madryn, Chubut, rompieron brevemente ese molde. Eso es algo que el estado y la industria privada hicieron bien en los ’70, pero el país no sacó la lección.
Actualmente, las industrias electrointensivas últimamente son el único modo de vender electricidad nuclear en Europa. En Francia, por ejemplo, las centrales atómicas son defendidas a capa y espada por Exeltium, una cámara de muy diferentes fabricantes cuya única necesidad común es electricidad “de base” barata, libre de la intermitencia inevitable del viento o del sol, así como de impuestos presentes y/o futuros a la emisión de carbono. Eso da nuclear o nuclear. Por ahora no aparecen mejores opciones.
‘It’s the economy, stupid!’, como decía el ex presidente Bill Clinton cuando era candidato. La propia Sierra Grande yerra en su pedido. Durante décadas, el hierro de la vieja mina de HIPASAM se exportó como “pellets” de bajo precio por estar contaminado de fósforo, que el alto horno no elimina y fragiliza el acero que se obtenga de tales fundiciones. Pero con electricidad nuclear, Río Negro podría hasta reabrir la mina en Sierra Grande, si en lugar de alimentar una exportación de baja calidad, nutriera dos industrias en la provincia: una de fosfatos extraídos químicamente del mineral para su uso en agricultura, y otra de fundición/laminación de aceros libres de fósforo, todo exportable. Los fosfatos hoy el agro argentino los importa en su totalidad. Son carísimos.
Una de esas industrias podría estar en Viedma, la ciudad más antinuclear de la provincia, y otra en San Antonio Oeste, con puerto de ultramar. Esa montaña de empleo y valor agregado provinciales multiplicaría mucho el atractivo de la oferta china ante los rionegrinos.
AGENDAR no objeta la central nuclear china. Pero ofrecida sin industrias al pie es invendible, no pasa, y empujada por la fuerza, sólo genera antinuclearismo.
Daniel Arias
En marzo el déficit comercial con Brasil creció 19%
Según datos oficiales el mes pasado las exportaciones argentinas al mercado brasileño alcanzaron US$ 878 millones mientras que las brasileñas al mercado local fueron por US$ 1706 millones.
El industrial argentino y el TLC con la unión europea
Los Tratados de Libre Comercio o TLCs suelen ser ilegibles por estar redactados en una jerga diplomática más abrumadora que la de los abogados, amén de ser larguísimos y abundantes en “letra chica”, el escondite de lo letal en cualquier contrato. Pero en América del Sur los TLC son ilegibles por secreto diplomático. En la región, los ciudadanos de a pie están autorizados sólo a cumplir los TLC, no a leerlos. Es lo primero a decir sobre este TLC en particular, el que quiere vincular en términos casi maritales las economías de los 22 países de la Unión Europea (UE) y los 5 socios y 5 asociados del Mercosur.
Un TLC suele apoyarse en el consenso de un grupo de cancillerías, formadas en general por funcionarios de carrera bien pagos, sumamente estables y a salvo de la economía real, un poco como los jueces en Argentina. No son personas que paguen consecuencias por lo que suscriben, pero ponen la firma en nombre de todos sus ciudadanos. En este caso, de Ud., compatriota industrial. En AGENDAR creemos que no debe darles su autorización.
Personas importantes, como los presidentes de cámaras de comercio o industria, logran hacer leer los TLCs a sus abogados y economistas. La información es poder, y éste da acceso a la información. En el caso de las planas mayores de la Unión Industrial Argentina (UIA) o de la FAPESP, la central de los poderosos industriales de Sao Paulo, hay que decir que parecen nerviosas con este TLC en particular. Hay premios para algunos y castigos para muchos más.
El diario La Nación, muy pro-acuerdo, explica por qué en un reciente artículo: Quiénes ganan y quiénes pierden con un acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea “En el primer grupo («los que ganan») se ubicarían, en principio, alimentos, carnes sin procesar, productos químicos y minerales; mientras que en el segundo («los que pierden») se encolumnarían bienes de capital, insumos para la producción (como plásticos), metales y metalmecánica y textiles, calzados y marroquinería. En una posición intermedia aparecerían la industria automotriz y servicios profesionales”. Lo principal queda dicho. En esos rubros se genera casi todo el empleo industrial formal argentino.
La UIA suele estar dirigida por agroindustriales, y este TLC en particular no parece premiarlos lo suficiente como para que enfrenten una rebelión de empresarios PyME, los que forman el 94% de la industria argentina. 100.000 toneladas de carne (y no 300.000 como se prometía) ¿valen otra fractura, rancho aparte y vereda de enfrente en la agitada historia de la central empresaria?
Para el caso, ¿no es mejor negociar caso por caso –sin TLCs ni otros megacontratos- con los chinos? Son un poco como los ingleses allá por los ’30: dañinos para nuestras PyMES, y peores que aquellos británicos porque las manufacturas chinas vienen de un “dumping” social del que preferimos abstenernos, por cuestiones de gobernabilidad. Agravado, además, porque en estos días entran sin gravámenes. Pero los chinos acaban de avisar que nos compran toda la carne que logremos venderles.
Como además no hemos firmado (aún) ningún TLC tóxico con China, no es imposible que los próximos gobiernos en la región, o los que sigan a los próximos, intenten resucitar las viejas aduanas del Mercosur. No será fácil. Tienen cómo castigarnos. Pero los chinos están tan sobrepoblados que no les queda territorio fértil: por ahora no nos ponen techo a los sudamericanos para casi nada que sea comestible. En cambio los europeos más que proteger, miman a sus 10 millones de “farmers”.
Con este TLC se juegan la vida los que se dedican a maquinaria industrial y agrícola, metalurgia, mecánica, electromecánica, y mucho más aún en textiles y calzados. Para el Ministro de Producción de la Argentina, Francisco Cabrera, tales industriales son llorones crónicos que deberían aceptar su suerte inevitable: ser barridos. Para la sociedad argentina, en cambio, han sido más bien los sobrevivientes darwinianos de varias mega-extinciones, esos inacabables, recurrentes experimentos de “libre comercio”.
Los industriales PyME argentinos son los que lograron que entre los ’40 y los ’70, sin otro capital social que la educación pública, nos volviéramos el país más industrial de América del Sur, y dueño de la fuerza de trabajo más calificada en la región. Tienen algunas cosas qué enseñar. Y como se demostró entre 2002 y 2011, aún sin acceso alguno a crédito blando y sin más protección que la de un dólar a precio lógico, nuestros industriales PyME son capaces de crecer con el resto del país y de sus regiones, en lugar de contra los mismos. Y también de exportar agresivamente. Y de crear producción de calidad y empleo digno. ¿Llorones?
Los argumentos a favor de este TLC son rarísimos. “Estamos comprando reglas de juego europeas”. Eso las hace buenas para los europeos, sin duda, ¿pero para los argentinos? “Las PyMES manufactureras tendrán que agruparse en ‘clusters’”. Sí, claro, cuando funcionan. ¿Y cuando no? ¿Y si no logran funcionar y antes los entierra un dumping de artículos con marca europea fabricados en Turquía? “Se abren oportunidades para exportar servicios financieros y legales”. Poco entusiasmo en las metalmecánicas de Ferreira, Córdoba Capital, o el cinturón textil de San Martín o en el sector calzado de La Matanza, provincia de Buenos Aires.
Y los argumentos siguen. “Tendremos acceso a un mercado rico de 500 millones de habitantes”. Por ahora, parece más bien que los 500 millones de europeos necesitan de nuestros 290 millones de sudacas, porque fuera de Alemania y sus BMWs, Audis y Mercedes, con China suelta por el mundo, hace rato que no le venden zapatos belgas o camisas españolas a casi nadie. “Nos lloverán capitales”. Eso suena desde que empezó la recesión. No existen inversores, ni en la Unión Europea ni en Mongolia, que vayan a poner plata en una recesión. “Hasta podrían venir firmas italianas a instalar sus fábricas de pastas aquí para vender el producto a Europa”. Cierra más defender lo nuestro y existente que lo ajeno e imaginario. Y mucho más si pensamos en patentes medicinales: las farmacológicas argentinas dominan obstinadamente el 60% del mercado interno desde hace décadas, y muchas exportan genéricos recombinantes. Con este TLC, pierden.
Por último, La Nación insiste en que la firma del TLC con Europa es inminente. La cancillería brasileña, Itamaraty, dice lo mismo. Desde 2014. El ALCA también fue inminente entre 2001 y 2004. Hoy no lo quiere ni Donald Trump.
Bioceres, Monsanto y un cambio en el agro argentino
Por Daniel Arias
La multinacional Monsanto -cuya compra por el aún más gigantesco grupo Bayer ha sido aprobada hace pocos días- adquirió el 5% de las acciones de la rosarina Bioceres, al capitalizar un préstamo por u$s 8,1 millones. Una ganga, si consideramos que la jugada le acerca la copopriedad de las semillas de soja y trigo HB4, las 2 patentes de tecnología más valiosas de la historia argentina. Lo son porque su valorización financiera estará fogoneada por el cambio climático. Bioceres se define como un «proveedor integrado de soluciones de productividad de cultivos, que incluyen el desarrollo de semillas genéticamente modificadas, rasgos de semillas, tratamientos de semillas, productos biológicos, adyuvantes de alto valor y fertilizantes«. Es propietaria o tiene licencias de uso de 303 productos registrados, y suma 217 patentes y solicitudes. Pero, como le sucede a menudo a las empresas argentinas, ha tenido problemas de financiamiento. Y este febrero tuvo que postergar una oferta pública de acciones (IPO) que iba a hacer en la Bolsa de Nueva York. Los mercados financieros ven a la Argentina como un país que produce soja pero no patentes genómicas. Están equivocados, pero no será fácil convencerlos. No se trata sólo de la dificultad de ser profeta en la propia tierra. En febrero, tanto los expertos del Dow-Jones como del NASDAQ tomaron nota del endeudamiento de Bioceres pero evaluaron mal lo que significan sus dos patentes de licenciamiento más inminente: una tecnología recombinante que «transfectó» los genes de resistencia a extremos hídricos (sequía, encharcamiento y salinidad) naturales del girasol a dos especies totalmente diferentes: la soja y trigo. Son 2 de los 5 cultivos más importantes del mundo. Pero Bioceres también transfectó el maíz y el arroz, todavía a medio trámite, con lo que tiene 4 de 5. Las 4 nuevas especies fueron denominadas HB4 por su desarrolladora, la doctora Raquel Chan, investigadora superior del CONICET en el Instituto de Agrobiotecnología del Litoral. La soja recombinante HB4 otorga una productividad de un 1% a un 25% mayor que las de otras variedades transgénicas y/o híbridas en sequía y/o anegamiento, sin perder esa ventaja en los años «normales», cada vez menos frecuentes. Las tres instancias de licenciamiento que deben atravesar los «eventos genéticos» en el Ministerio de Agroindustria hasta obtener la autorización para uso a campo han sido lentas, costosas y burocráticas, dice Chan. Se estima que esta llegará recién en 2018 y sólo para la soja y trigo HB4, pero todavía no para maíz o el arroz. El despliegue masivo de la tecnología HB4 en la Argentina probablemente habría salvado a los productores y al país de una parte inmedible de los U$ 3500 millones ya perdidos por esta sequía. Monsanto, la firma de biociencias más valorizada del mundo, fue adquirida por la farmacológica Bayer en diciembre de 2017, a cambio de U$ 66.000 millones. La fusión fue autorizada en marzo de 2018. Monsanto era dueña desde hace décadas de las patentes transgénicas de mayor valor: sus cultivos RR y Bt, resistentes a malezas e insectos respectivamente. Sin embargo, para para los cada vez más frecuentes y profundos ciclos mundiales de sequía e inundación, consecuencias del cambio climático, no tenía nada. Y en vistas de que a principios de 2018 la sequía ya le había costado U$ 29.000 millones a la agricultura mundial, según ha estimado la FAO, la resistencia a extremos hídricos puede ser el mayor mercado futuro de las semillas transgénicas. Tengamos en cuenta que, como una de las consecuencias de la reciente sequía ¡Argentina tuvo que importar poroto de soja! para cumplir compromisos previos. El mundo al revés, según las reglas hídricas del pasado, pero un anticipo probable del futuro. Esta compra probablemente valorice tanto las acciones de Bioceres como las de Bayer Monsanto, pero tiene un significado más estratégico. La imprevisibilidad climática es inherente al campo en todo el mundo, pero se sufre más con las reglas de juego de la Argentina, en las que todos los niveles del estado se limitan a mirar y recaudar: si hay poco riego privado de tranqueras para adentro, es escasa la inversión federal o provincial en regadíos o escurrimiento, y los municipios no mejoran los caminos vecinales. No existe la idea, propuesta por Estanislao Zeballos en 1876, y en 1884 por Florentino Ameghino, de almacenar excesos en los años húmedos o planificar el uso de suelos. La agricultura «Fórmula Uno» Argentina es muy competitiva porque absorbe en forma instantánea toda mejora tecnológica, se trate de «fierros» o de semillas. Sin embargo, tiene una retaguardia frágil ante el clima en su infraestructura privada y pública. Si esto se paga caro en la normalmente permisiva Pampa Húmeda, los costos son peores en el Chaco Húmedo, el Semiárido y el ecotono de la Pampa Seca, con peores suelos y estación seca. Los extremos hídricos son la nueva realidad para los productores, especialmente en zonas difíciles donde la agricultura reemplazó hace poco a la ganadería. Las semillas HB4 pueden representar una diferencia decisiva para los productores y el país… cuando las aprueben. Con Monsanto-Bayer ahora como parte interesada, es difícil que se atrasen.Raúl Martínez será el nuevo director de Arsat
Trascendió el nombre del futuro director de la compañía estatal.