Científicos de la UBA y el CONICET le ponen el mate al mate

Un grupo de científicos argentinos logró obtener un extracto que conserva las mejores virtudes de la tradicional infusión, incluyendo las conocidas propiedades antirreumáticas, antie-estresantes y antimicrobianas, entre otras. Otro equipo está tratando de medir los efectos neuroconservadores del consumo de mate en enfermedades degenerativas como el Párkinson, y ponerle números a algo que hace décadas es «vox populi» entre biólogos: el mate mejora «el mate».

Son dos noticias en una: los concentrados de mate se combinarán con jugos naturales para potenciar sus características saludables, y obtener productos probióticos “premium”. La noticia tras la noticia es que la yerba, nuestro familiar Illex paraguaensis, se está usando en investigación básica en neurociencias en la Argentina.

Era hora. En rueda de amigos, con familiares o solos, el argentino toma cien litros de mate al año, según promedió en su momento el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM). Pero, ahora, científicos de Exactas UBA obtuvieron un extracto de esta planta adorada por los guaraníes en Sudamérica, y conserva sus propiedades saludables.

El mate es saludable por su elevada concentración de antioxidantes. Pero también tiene otras sustancias, como las saponinas (las que forman las burbujas al cebar) que rompen las membranas de las bacterias. Dice la Dra. Sandra Guerrero, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEyN-UBA): “Nos llevó tiempo lograr un extracto de yerba mate que mantenga la mayor cantidad posible de estos compuestos beneficiosos».

Los procesos térmicos o químicos de extracción a veces suelen deteriorar químicamente los principios que se trata de aislar y concentrar. Guerrero y su equipo efectuaron cientos de pruebas comparativas con distintas técnicas en su laboratorio en el Departamento de Industrias de la porteña Ciudad Universitaria, y lograron un extracto soluble en agua obtenido a bajas temperaturas, sin uso de solventes agresivos o pérdida de propiedades bioactivas y sensoriales. El proceso es incluso «ambientalmente amigable», indica Guerrero, que también es investigadora del CONICET.

El equipo de Guerrero recibe el apoyo financiero de la UBA y del Instituto Nacional de la Yerba Mate, la colaboración de Miguel Schmalko de la Universidad Nacional de Misiones y de una yerbatera de local. Ésta aporta la materia prima en distintos estadíos de procesamiento industrial para alcanzar la mejor y mayor concentración posible.

Una de las propuestas en estudio es aplicar estos extractos a otras bebidas naturales para transferirles las propiedades antimicrobianas y antioxidantes del Illex paraguaensis. Guerrero destaca que los productos pueden ser novedosos, y de implementación fácil y económica para la industria alimenticia.

Al Illex paraguaensis, aunque es un cultivo precolombino, costó décadas clonarlo como para tener cultivares de características agronómicas predecibles, y quien lo hizo fue otra bióloga de la UBA, la lic. Bettina Panick. Los guaraníes no plantaban el Illex, cosechaban las hojas del que crecía naturalmente, consociado con centenares de otras especies, en el bosque chaqueño y la selva paranaense.

Con no más de un siglo y medio de plantación sistemática, fue a partir de la clonación que la planta empezó a perder su genética de gran variabilidad, típica de las especies salvajes, y empezó a generar variedades homogéneas, verdaderos «cultivares». Panick agregó tecnología a una agroindustria hasta aquel momento muy conservadora.

En los ’90 pasaron más cosas. La costumbre del mate era exclusiva de Paraguay, Argentina, Uruguay y el sur «gaúcho» de Brasil. En este cuadro, no parecía que este cultivo fuera a generar exportaciones, hasta que sucedió sin que nadie se lo propusiera: en los ’90, con la emigración masiva de técnicos y profesionales argentinos a Europa en busca de trabajo, se generaron nichos de mercado en sus lugares de llegada: Alemania, Francia, España e Italia: hoy ya hay nativos de esos 4 países que saben cebarse un amargo porque lo aprendieron de sus padres. Pero fue la aristocracia económica de Siria, que por esos años visitaba seguido el país, la que llevó más lejos la costumbre de matear. Hoy ese país es el principal destino de exportación de yerba argentina. Nada esto era imaginable en los ’80.

Sin embargo, exportar yerba, con apenas el proceso de secado y maduración, sigue siendo casi vender naturaleza. Lo que está haciendo la UBA es añadir valor tecnológico e industrial a una planta que hasta el ’92 podía calificarse de semisalvaje. Eso es seguirle poniendo mate al mate.

Y a tiempo. El incremento de turismo receptivo que sucede toda vez que el peso argentino se hunde en este caso podría ayudar a imponer nuevas tendencias y productos en el Hemisferio Norte, y la situación económica podría provocar un segundo «pulso» de emigración calificada. Lo que hace Sandra Guerrero es desarrollar procesos y productos y patentarlos antes de que lo terminen haciendo los europeos. O los chinos. Y que nos canten: «Tomá mate».

LO QUE VIENE. Con este desarrollo en mano, el próximo paso es sacarlo del laboratorio e incorporarlo una bebida probiótica de venta masiva que mantenga las propiedades antimicrobianas y el gusto y el aroma originales del Illex. Para eso, hay que pasar antes por un procesamiento a escala de planta piloto, equipo existente en el Departamento de Industrias.

Mientras tanto, bajo una mirada multidisciplinaria, otra línea de trabajo ya está en marcha en el área de la salud. Más precisamente, se trata de un estudio complementario a cargo del Instituto de Investigaciones Farmacológicas del CONICET, bajo la dirección de Juan Ferrario, investigador del CONICET y docente de Exactas UBA. Estos científicos prueban, a nivel celular, cuáles son los efectos de este extracto de yerba mate. Específicamente, Ferrario realiza sus investigaciones en neurociencias, focalizado en la enfermedad de Parkinson. Su equipo estudia el posible rol de la yerba mate como factor neuroprotector de las neuronas afectadas por esta dolencia degenerativa.

Precisa Guerrero, marcando diferencias con el equipo de Ferrario: “Por el lado de ellos, la idea es evaluar el efecto sobre la maduración y crecimiento de la neuronas. En este sentido, ya hemos visto resultados iniciales muy promisorios y efectivos sobre la capacidad neuroprotectora del extracto de mate”.

Aún queda un largo camino por andar, pero la dirección es ponerle varios pisos de valor agregado industrial, patentamiento e incluso ciencia básica a un cultivo que hemos terminado exportando sin siquiera tratar.

VIAFCEN-UBA