Una polémica, parcial, sobre la central nuclear que nos venden

Gabriel Barceló, un histórico de la Comisión Nacional de Energía Atómica y ex Gerente de Relaciones Institucionales de la entidad, miembro del Instituto de Energía Scalabrini Ortiz, de quien ya publicamos El enriquecimiento de uranio y la Argentina, tiene que algunas observaciones que hacer sobre una nota publicada en nuestro portal. Las publicamos y agrego una respuesta, también parcial y además «de afuera».

«LO QUE FALTA DECIR SOBRE LA CENTRAL NUCLEAR QUE ESTÁ COMPRANDO MACRI

En su edición del 20/4 pasado, AgendAr publicó una nota del inefable Daniel Arias donde ejerce una crítica difícilmente mejorable al negocio pampa que nos está por endilgar al pueblo argentino el gobierno de Cambiemos.

Sin embargo, creo que a esa nota habría que agregarle un par de argumentos, a mi juicio lapidarios, para mostrar lo extraordinariamente dañina que resulta para el futuro independiente del desarrollo argentino, la compra de esta copia de la Hwalong china.

Disiento con Daniel en un par de cosas: Para empezar no creo en absoluto que no nos interese el combustible que usará la central china. Nos interesa, y mucho, porque no lo podemos fabricar completamente. Podemos, en efecto, fabricar las partes metálicas e incluso las pastillas cerámicas que constituyen el material propiamente “combustible”, pero lo que no podemos hacer es enriquecer el uranio incluido en ese material, no a nivel industrial e incluso, posiblemente, tampoco hoy en día ni siquiera en la pequeña cantidad que se podría obtener de la planta piloto de Pilcaniyeu, que está parada desde 2016.

Sin capacidad de enriquecer uranio estaremos obligados a proveernos del uranio enriquecido, o del servicio de enriquecimiento, comprándoselo a alguno de los proveedores de ese servicio que son, no casualmente, los 6 o 7 países del mundo que cortan el bacalao económico y político del planeta. Y estos ponen condiciones no solo económicas para vender esas cosas.

Este es uno de los motivos principales por los cuales la Argentina eligió la línea de uranio natural. Y el abandono de esa línea nos condena a depender de los países centrales para obtener el combustible para hacer funcionar a las nuevas centrales (la cuarta y las que vendrán después).  Salvo, claro está, que tengamos una planta de enriquecimiento de escala industrial con tecnología propia que cubra una porción, al menos mínima, del consumo nacional y que pueda “escalearse” en caso de hacerse necesario. Cosa que de ninguna manera parece tener que ver con la realidad que estamos viviendo.

Y así llegamos al segundo punto en que disiento con Daniel: El rol de la Embajada. Personalmente no noté ninguna crítica ni oposición de la Sede Diplomática contra el proyecto. Si bien es cierto, claro, que yo estoy menos informado que Daniel. Pero el gobierno de Cambiemos, ha puesto a un sociólogo como Subsecretario de Energía Nuclear, y como Director Nacional de Evaluación y Supervisión de Proyectos Nucleares (dependiente de esa Subsecretaría) a un abogado egresado de Yale y de la Universidad de la Florida, y miembro de los colegios de abogados de Nueva York y Miami. Creo que debiera sorprendernos que un gobierno que hace esto tome decisiones, justamente en el campo nuclear, que generen descontento en La Embajada.

Es razonable pensar que a La Embajada le molesta menos que le compremos una central nuclear a China que vernos consolidar una independencia nacional en el rubro. Y como ellos, de todos modos, no tienen mucha presencia en ese mercado, es muy probable que miren el negocio con no poca simpatía».

Gabriel Barceló

Vacilo antes de opinar en este asunto, donde se explayan dos conocedores de los temas nucleares como Daniel y Barceló. Mis conocimientos sobre esa materia son muy inferiores a los de ellos.

Pero… el último punto toca a la política internacional, y ahí me animo. A pesar de las responsabilidades en el área que ha cumplido Barceló.

No. No creo que sea «razonable pensar que a La Embajada le molesta menos que le compremos una central nuclear a China que vernos consolidar una independencia nacional en el rubro». Comparto, y aliento en lo posible, la autoestima argentina, hoy tan sacudida. Pero me parece imposible que al embajador, y a sus superiores en Washington, les preocupe más nuestra autonomía en el área nuclear que la presencia en esa misma área, en una función clave y prolongada, de la República Popular China en la América del Sur. A.B.F.