En AgendAR celebramos este avance de la vacuna de Pfizer-Biontech hacia la autorización de su despliegue masivo. En la Unión Europea eso ya lo tiene la fórmula de AstraZeneca, llamada «ChAdOx», también llamada «la vacuna de Oxford». En serio que celebramos. La primera que esté disponible, ponemos el brazo sin chistar. Pero lo que nos preocupa seriamente es que en el «pipeline» mundial de finalistas haya un predominio absoluto de vacunas apuntadas contra un único antígeno viral, el Spike.
Que casi todo el mundo esté haciendo lo mismo es un contrasentido: desperdicia todo el resto de los antígenos que forman el virus como posibles blancos. Y esto significa exponerse a que una mutación genómica del Spike vuelva parcial o totalmente inefectiva toda una campaña de vacunación, un año de trabajo farmacológico intenso y billones de dólares (en el sentido latino, millones de millones) invertidos en un «sprint» de investigación y desarrollo biotecnológico como no recordamos otro. Un cambio morfológico en el antígeno Spike, y todo eso queda en la nada. Lo que está sucediendo hoy es una apuesta reduccionista. Es jugarse por un equipo de fútbol hecho todo de centrodelanteros, y los once jugadores calzados con dos botines derechos.
La atracción que tuvo el antígeno Spike para la Big Pharma, las grandes empresas farmacéuticas, tiene su lógica: es la glicoproteína superficial que eriza la cápside del virus SARS CoV-19. Su función es crítica: hace de garfio de abordaje para que el virus se acople a la célula epitelial respiratoria que debe invadir, antes de inyectarle el ARN que compone su genoma. Si se discapacita el garfio de abordaje, chau invasión.
El cómo discapacitar mejor el antígeno Spike transitó distintas vías tecnológicas: la de Pfizer-Biontech es audacísima. Usa una secuencia de mRNA, o ARN mensajero, que entra en las células de los tejidos respiratorios y fabrica antígeno Spike.
Una vez cumplido este paso, la vacuna funciona como cualquier otra: los linfocitos B del sistema inmune reaccionan ante la presencia de antígenos Spike fabricando anticuerpos anti-Spike. Estos bloquean el perfecto encaje molecular tipo «llave-cerradura» entre el Spike y su punto de anclaje, una proteína superficial de las células respiratorias humanas, llamada ACE2. En suma, le bloquean la cerradura.
Una vez movilizados los linfocitos B, se espera que a la lucha contra se añadan también los linfocitos T8 citotóxicos, que reconocen el antígeno Spike en la superficie de las células invadidas por el virus y les inyectan chorros de óxido nitroso que destruyen sus membranas: política de tierra arrasada, «no pasarán».
Esta reacción inflamatoria es la que puede generar efectos gripales post-vacuna, pero estornudos, lagrimeos, mocos y/o febrícula indican que probablemente el virus se quedó «homeless», imposibilitado de vivir adentro de las células, lo que se dice «en situación de calle». Y expuesto, en la circulación sanguínea, a un pegoteo de anticuerpos sobre su superficie.
Un virus así discapacitado y marcado atrae a la larga la atención del «ejército basurero» del sistema inmune, los macrófagos: literalmente se lo comen y disuelven, adiós. Entre tanto, los linfocitos T «helper», que hacen de archivos criminológicos del sistema inmune, almacenan la información sobre el Spike. Si hay una segunda o tercera ola de contagios, garantizan que la reacción inmunológica total se desencadene de modo brutal y rápido. Una buena vacuna (como la Sabin contra la poliomielitis, o «la triple viral» contra el sarampión) genera estos «linfocitos de memoria», que son unos pocos pero duran casi toda la vida. Otras vacunas generan una memoria de menor duración, pero en el corto plazo, que es cuando uno se muere, te salvan en una epidemia.
La vacuna de Pfizer-Biontech es una de las primeras dos en la historia farmacológica que inician esta cadena de eventos inmunitarios usando una fracción de ARN mensajero: la otra con la misma base es la de Moderna. El mARN es muy termolábil, de modo que ambas son fórmulas que requieren cadenas de frío intenso: entre 70 y 20 grados Celsius bajo cero. 20 bajo cero es el frío de un freezer comercial, pero 70 bajo cero es una pesadilla logística.
Sin embargo, hay otros problemas. Si se mira el conjunto de vacunas hoy en fase 3 a espera de licenciamiento, la mayor parte la forman vacunas que usan virus del resfrío como vectores de genes codificantes del antígeno Spike. Son menos termolábiles, aunque también requieren de una modesta cadena de frío. Pero el verdadero problema es la obsesión con el Spike.
- La vacuna rusa Sputnik V, ya en despliegue masivo en Rusia, usa DOS adenovirus del resfrío humano, por si uno es bloqueado por el sistema inmune: seguro y reaseguro.
- La vacuna ChAdOx de AstraZeneca usa como «carrier» un virus de resfrío del chimpancé. ¿Por qué? Porque el vector suscita menos resistencia inmunológica que un virus del resfrío humano, y en teoría eso mejora las probabilidades de que entregue su mensaje, y éste desate la cadena de reacciones antivirales dirigidas contra el antígeno Spike.
- La vacuna de Johnson y Johnson usa otro adenovirus del resfrío humano, desarrollado por Janssen como «carrier» de genes para atacar a otro virus, el del Ebola. Se aprovechó esta plataforma génica y se le cambió el mensaje… para atacar el antígeno Spike.
Y así se podría seguir y seguir, Spike, Spike, Spike. Sucede que muchas empresas tenían adenovirus recombinantes para usar como plataformas contra otros patógenos. Pero apareció el Covid-19, aprovecharon los fusiles que habían desarrollado para cazar otras cosas, y los adaptaron a nuevas municiones. El nuevo enemigo son los vampiros, por lo tanto pusieron balas de plata.
Un único blanco… Los pilotos de caza llaman «target fascination» a esa forma de hiperconcentración de la atención sobre un objetivo específico, y en su oficio puede tener consecuencias trágicas: se pierde conciencia situacional del entorno. Es el momento perfecto para que el cazador termine siendo cazado por un enemigo inadvertido que se le cuela por laterales, o por detrás. Algo de esto puede suceder con el antígeno Spíke y la industria farmacéutica.
Pero también sucedió -era inevitable- algo con el SARS CoV-2, muy mutagénico, como todo virus a ARN. En las granjas de cría intensiva de visones de Dinamarca, inmunodeprimidos por el hacinamiento, estos predadores feroces e incapaces de soportar el cautiverio se contagiaron de Covid-19, y el virus dentro de los visones hizo una mutación: desarrolló una fórmula distinta de antígeno Spike, que -según las autoridades sanitarias danesas- acaso no logre ser reconocida por las vacunas mencionadas. Y luego, en un perfecto «tomala vos, dámela a mí» futbolero, este nuevo virus mutado contagió a parte de los trabajadores de esta industria del lujo en los criaderos de la península de Jutlandia.
Dijo el premier danés, Mette Frederiksen, que la situación generada es «muy, muy seria». Dijo el State Serum Institute, organismo nacional de infectología de Dinamarca, que la difusión de este nuevo virus puede tener «serias consecuencias» (textual) para las vacunas.
En estos momentos el gobierno danés está tratando de matar a 17 millones de visones (3 veces el número de humanos que pueblan Dinamarca), mientras el Partido Liberal (para sorpresa de nadie) trata de defender a los peleteros. Los humanos contagiados por la nueva cepa viral son 12, detectados e identificados, repartidos entre los 7 y los 70 años del rango etario. Se descuenta que hay casos no detectados, probables contagiadores asintomáticos, el «caballito de batalla» del SARS CoV2 en su fulgurante expansión. Entre tanto, si el virus recombinado de visón logra salir de esa zona nórdica y pobre del Norte de Dinamarca… bienvenido al Covid-20, Planeta Tierra. Como si con el 19 no hubiera sido suficiente.
El rol tan principal y prominente del antígeno Spike en la infección desató una verdadera cacería del zorro en todo el mundo farmacológico: decenas de jinetes, caballos y perros corriendo todos tras el mismo animal. Un lujo de escena. ¿Pero que pasa si el zorro de pronto cambia de color, olor y forma? Estamos por averiguarlo. Si el zorro sigue suelto y a sus anchas, los jinetes, perros y caballos se transforman en un bonito cuadro victoriano para colgar de la pared. «E niente piú».
En AgendAR nos parece que en las fórmulas que está comprando (y a lo grande) el Ministerio de Salud de la Nación debería haber alguna apuntada contra otros antígenos virales, además del Spike. Pueden ser vacunas menos avanzadas, en lo tecnológico, pero factibles de atajar este tipo de escapes evolutivos -e inevitables- del SARS CoV2. En suma, más aptas para una lucha prolongada, capaz de seguir funcionando pese a varias mutaciones, hasta que por fin podamos expulsar a este virus del planeta.
No es aventurado proponerse esta tarea de máxima. Con el SARS CoV2 probablemente no pueda haber coexistencia pacífica. En 1977 pudimos erradicar el mundo el virus de la viruela, que ya llevaba matados a 300 millones de humanos sólo en el siglo XX. Desde hace 5 años, parecemos siempre a punto de lograr lo mismo con el virus de la poliomielitis. Pero no por nada, este último virus, casi indestructible en la intemperie, tuvo que ser puesto en peligro de extinción no con una vacuna, sino con dos, y bien distintas entre sí: la Sabin a virus atenuado, pero vivo, para acorralarlo geográficamente, y la vieja Salk, a virus entero pero génicamente inactivado, para rematarlo.
Aquí en Argentina tenemos al menos una vacuna apuntada simultáneamente contra varios antígenos del SARS CoV2. Es absolutamente convencional, y eso nos encanta. No usa ningún virus recombinante como «carrier». Se desarrolló únicamente para esta emergencia, a diferencia de otras plataformas adaptadas de apuro, alguna de ellas todavía muy «floja de papeles», como la vacuna Sputnik. Nos referimos a la fórmula que desarrolló el grupo de investigación de la doctora Juliana Cassataro en la Universidad de San Martín (UNSAM), con un aporte de U$ 100.000 del Ministerio de Ciencia de la Nación. Está desde hace demasiados meses en estudios preclínicos (en los que anduvo bien), porque para cruzar las fases 1, 2 y 3 se necesita mucha más plata.
Ojalá alguien se dé cuenta en el Ministerio de Salud, porque (aquí y en el mundo) no va a estar mal tener una fórmula muy polivalente como la de la UNSAM, como «back up» ante un posible o inevitable Covid-20 o 21.
Pero además de esta gota de sensatez infectológica, (que todavía no parece haber salpicado a nadie que decida compras), queridos lectores, somos AgendAR: estamos previsiblemente a favor de la investigación propia, la industria argentina y el «compre nacional».
Daniel E. Arias