Reflexionando sobre las restricciones inevitables

En varias ocasiones de este segundo año de pandemia y a lo largo del 2020, Daniel Feierstein, sociólogo y doctor en Ciencias Sociales, investigador del CONICET y profesor en la UBA y en UNTREF, subió a las redes sociales sus reflexiones y consejos sobre las mejores medidas para disminuir los contagios y las muertes. Algunas pueden ser leídas aquí. y en otras notas de AgendAR (pongan su nombre en el Buscador).

Pocas veces las autoridades siguieron o adaptaron sus consejos y reflexiones sobre este tema, pero eso no disminuye a priori su valor. Las decisiones finales de un gobierno son condicionadas por demasiados factores. En el mundo real, rara vez se elige la que teóricamente es la mejor. Y no puede decirse que, a la luz de los resultados, el manejo ha sido óptimo.

Si en AgendAR hacemos una observación a estos análisis de Feierstein, es que vemos una cierta ingenuidad conceptual, compartida por no pocos de los que discuten públicamente: pensar que los límites a las restricciones que pueda dictar el gobierno parten de quienes las cuestionan abiertamente (los «sectores medio altos y altos que están acostumbrados a no aceptar límites«).

Recorriendo, a pie o en auto, cualquier ciudad importante -en 1° lugar C.A.B.A. y el Gran Buenos Aires- se puede ver que el desafío a las precauciones es policlasista. Muchos, muchísimos que quizás estén de acuerdo en teoría con las restricciones, en la práctica las ignoran. Por necesidad, inconciencia o, simplemente, aceptación del riesgo propio y ajeno.

Pero esta observación que nos sentimos obligados a hacer, no disminuye en nada el valor de estas observaciones. En particular, donde señala algunos lugares de peligro que no son los que aparecen en los medios.

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«En la idea de que se trata de una carrera entre el contagio versus la vacuna, hay tres planes posibles de acción para ganar tiempo:

A) impedir la circulación comunitaria,
B) cierres estrictos y cortos (15-20 días)
C) restricciones selectivas apuntando al eje de contagios.

La opción D (no hacer nada y apostar por la inmunidad de rebaño, opción preferida de los economistas del establishment) ya mostró su fracaso en todo el mundo, algo que sabíamos desde la gripe española hace 100 años. Solo vale mencionarla p/recordar a sus responsables en los años por venir.

La opción A es la menos costosa y la más efectiva. Requería enviar de modo obligatorio a hoteles x 5 días a todo ingresante al país y solo permitir su salida con PCR negativo. Se perdió la oportunidad en marzo 2020 y, aunque muchos científicos lo reclamamos, otra vez en 2021.

El sacrosanto derecho humano a las vacaciones en el extranjero y a no aceptar pagar ningún costo por ello fue más importante que la vida de miles de argentinos. Triste resultado de la inacción estatal al respecto. La chance del plan A está perdida a nivel nacional pero todavía sería posible preservar/demorar a provincias o ciudades de las nuevas variantes si se implementaran estos controles al ingreso en toda localidad sin circulación comunitaria o con muy bajo índice de contagios y sin presencia de las variantes más peligrosas.

Por otra parte, aun estableciendo tarde esos controles nacionales, se lograría cuanto menos dilatar el crecimiento de las nuevas variantes, con lo cual aunque tardía de todos modos la medida tendría su nivel de aporte sanitario en la carrera mientras vacunamos.

El plan B es el más costoso. Por un lado resulta difícil imaginar un cierre total sin un apoyo económico mayor al otorgado en 2020, que debiera llegar a otros sectores (comerciantes, cuentapropistas, monotributistas) y con montos claramente superiores a los de 2020.

Eso no sería imposible, pero implicaría tocar la distribución de la riqueza, algo que no parece estar en el horizonte gubernamental, aunque debiera estarlo dado el brutal crecimiento de la desigualdad en el último lustro y el motivo por el que fue votado, que es exactamente ese.

Otro problema del plan B es q la minoría que está dispuesta a desafiarlo (que no pasa de un 10 a un 15%) es muy intensa y estaría dispuesta a boicotear cada medida, como se ha visto en el arranque del «yo-n-oacato» la semana pasada y en el comportamiento de esos grupos en 2020.

Ello requeriría imponer la autoridad gubernamental a sectores que nunca la han aceptado (medio altos y altos) y debe llevar a revisar cómo es posible que una minoría intensa acostumbrada a violar cualquier lazo social puede imponerle su política a las grandes mayorías.

Nos queda entonces el plan C (restricciones selectivas) para el cual hemos presentado distintos proyectos en su momento con @RodrigoD_Castro y Ernesto Kofman vinculados al aporte de las simulaciones computacionales. Pero aquí me voy a centrar en algunos datos sociológicos.

En este estudio de la UNQ donde preguntamos sobre las restricciones, otras de las preguntas buscaron comprender donde se llevan a cabo los encuentros que facilitan los contagios y cómo era allí la ventilación y el uso de barbijos.

La mayor parte de los encuentros en espacios cerrados por más de 20 minutos se da en consultorios médicos o trámites (24%), trabajo presencial (16%), reuniones con familiares (12%), reuniones sociales (6%) y bares (5%). La escuela no pudo ser medida porque recién comenzaba.

Lo que responden los encuestados es que los lugares de mayor descuido son los consultorios y trámites (en el 21% de los casos no había ningún ingreso de aire) y en las reuniones (tanto familiares como sociales) en donde el 50% reconoce que «nadie utilizó barbijo».

Si se quiere pensar en medidas selectivas (el peor plan pero hoy quizás el único viable), los ejes principales pasarían por evitar las reuniones sociales (para ello ayuda restringir la circulación nocturna) pero también evitar trámites q pueden digitalizarse.

Pero lo q no estaba claro hasta el estudio es la centralidad de revisar y cambiar los protocolos de los consultorios médicos, evitando a toda costa mantener a personas esperando en lugares cerrados sin ventilación, algo que los encuestados describen como peligrosamente común.

Por último resultaría imprescindible limitar la presencialidad escolar, apostando a q por uno o dos meses sea una alfabetización digital (p. ej. con un encuentro semanal presencial) y acompañamiento de frecuencia menor que se articule con clases virtuales allí donde se pueda.

El otro dato interesante es que un 34% de los encuestados afirma no haber tenido ningún encuentro con más de 2 personas no convivientes en un lugar cerrado por más de 20 minutos, lo cual muestra q un porcentaje significativo de la población entiende la importancia del cuidado.

Y ese porcentaje sube al 39% en la población mayor de 65 años, lo cual explica que los niveles de letalidad no hayan subido en los últimos meses, más allá de los descuidos del 15% de boicoteadores. El responsable cuida al irresponsable y el irresponsable nos jode a todes

Resumen:

El plan A (evitar el ingreso del virus o variante) es menos costoso y más efectivo pero otra vez perdimos la oportunidad a escala nacional aunque existe a escala provincial o municipal si pudiéramos aprender de lo que hicieron algunas provincias en vez de atacarlas.

El plan B (cierre corto estricto de 14-20 días por jurisdicción) permitiría controlar la situación pero requiere decisiones económicas importantes (no de maquillaje) y consenso político p/ponerle límites al 10-15% intenso que buscará boicotear su eficacia de infinitas maneras.

El plan C (restricciones selectivas e intermitentes) es limitado (difícil reducir la circulación con ello en más de un 25%) y requiere análisis de simulación, elaboración permanente de data sociológica y epidemiológica y ataque focalizado a los puntos de mayor propagación.

La vacunación ya demostró su éxito en lugares como Israel o el Reino Unido. A diferencia de 2020, hay un horizonte y el desafío es llegar al mismo con la menor mortalidad y sufrimiento posibles.