Con porciones de la selva aún ardiendo, los científicos ya empiezan a analizar cuales serán las posibles consecuencias de los incontables focos que ardieron en agosto en la Amazonia. En una conferencia realizada esta semana, se afirmó que «los efectos del fuego se van a sentir muy duros en la Argentina durante el verano. Van a generar sequía y calentamiento» y en consecuencia «el nivel de frecuencia probable de incidentes de fuego en la Patagonia va a ser mayor”. Esto había sido anticipado en AgendAR aquí.
Para el profesor de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) Carlos Di Bella, estos incendios generarán impactos directos, que se ven en forma inmediata, y también indirectos. «Lo que notaremos más rápidamente es la pérdida de especies y de biodiversidad, tanto de fauna como de flora de la selva y de su piso, que es un ambiente muy vulnerable». Y otro efecto directo que ya se contabiliza es la emisión de partículas y compuestos químicos a la atmósfera, como el CO2, que contribuyen al aumento del efecto invernadero».
El investigador del Conicet también repasó los impactos indirectos que se verificarán en el mediano y largo plazo. «Donde deja de haber bosque, el balance de agua se altera. Además, sin la vegetación que lo cubre, el suelo deja de estar protegido contra la erosión hídrica». Otras consecuencias son que el balance energético se verá alterado. «Al estar la tierra sin cobertura vegetal, aumenta el albedo, que es la la energía solar reflejada a la atmósfera. Y esto también realimenta el proceso de calentamiento global».
Con todos estos factores en juego, Di Bella comentó que «en algunos casos el bosque puede ser recuperado, sea por la acción de la naturaleza o por acciones humanas. Pero en otros ambientes esos cambios tan drásticos pueden volverse permanentes y el bosque quemado, simplemente, ya no podrá regenerarse y estaremos ante un cambio definitivo del tipo de ambiente».
Para la doctora Maria Vallejos, especialista en deforestación y profesora en la FAUBA, «la lluvia en Amazonia depende fuertemente de los bosques que «evapotranspiran» una gran cantidad de toneladas de vapor por año. Si esa cobertura boscosa desaparece -por el fuego o por el cambio en el uso del suelo para ganadería o agricultura, estamos alterando el ciclo hidrológico. Esa caída en la humedad y menores precipitaciones también afecta a los ciclos de los ríos y, en parte, colabora en la disminución de las lluvias regionales, algo que puede afectar también, por ejemplo, a los bosques del Chaco». Y esos cambios drásticos en el balance del agua, incluyendo una disminución en la cantidad de lluvia, realimenta el proceso de deterioro de la selva.
En otras palabras, el bosque que quede en pie se volverá menos denso y menos húmedo y -por lo tanto- más proclive y susceptible a incendiarse en el futuro. «Es posible pensar que en años próximos veamos una repetición de incendios», dijo Vallejos. Según la experta, un escenario posible si se sigue expandiendo así la frontera agropecuaria y se acelera la degradación y la deforestación «es que continuarán las grandes sequías, con estaciones más largas sin lluvias y mayor prevalencia de incendios regionales severos».
Para Rubén Quintana, investigador del Conicet y miembro del equipo de Investigación e Ingeniería Ambiental de la Universidad Nacional de San Martín, «se hace mucho énfasis en los efectos que tendrán los incendios en el cambio climático debido a la emisión de compuestos de carbono a la atmósfera. Pero lo que tenemos que ver es que esto es el reflejo de un problema mundial, relacionado con la transformación de grandes superficies de ecosistemas naturales gracias al avance de las frontera agrícola, ganadera y urbana». De acuerdo a Quintana, el fuego es muy impactante. Pero tenemos que entender que pasa, en parte, porque estamos asistiendo a una transformación muy fuerte en el uso de suelo y no tenemos todavía una noción cabal de los efectos que todo esto nos traerá en el futuro cercano».
Un camino de solución
¿Tienen solución estos problemas? Para el doctor Rubén Quintana, «básicamente tenemos que poder regular las formas de consumo global, porque el modelo actual de producción del agro no es sustentable ambientalmente».
Según este experto los cambios que se están dando en todo el mundo, incluyendo la Argentina, en el uso del suelo son los que están generando efectos ambientales muy profundos: «desde la aparición de nuevos ríos causado por la elevación de las capas freáticas al aumento sostenidos de inundaciones, algo que conocemos bien en diferentes regiones de Argentina».
Para Quintana lo que tenemos que hacer en toda la región y -por supuesto- también en Argentina, es «encarar un proceso de reordenamiento territorial general. No podemos dejar que cada persona decida, por sí misma, dónde y que usos le dará el suelo de las distintas regiones, sin tener antes un análisis objetivo hecho por el Estado, previendo lo que puede pasar con el ambiente y la ecología en cada zona geográfica».