La gran mayoría de los argentinos nos sorprendimos cuando la publicitada denuncia de Greta Thunberg en las Naciones Unidas incluyó a la Argentina. Nuestro país no está industrializado en exceso, por cierto; ni la imaginación más desbordada puede ubicarlo entre los grandes causantes del calentamiento global. Como AgendAR explicó aquí, las causas de nuestra exclusión son una vulnerabilidad legal. En realidad, como también publicamos, el agro argentino tiene un “superávit ecológico».
Pero siempre se puede encontrar un pretexto plausible. El sector agrícola ganadero emite alrededor del 40% de los gases de efecto invernadero (GEI) de la Argentina (muy pocos, comparada con China o EE.UU.). Pero dentro de este valor, uno de los GEIs más importantes es el metano. El 70% de sus emisiones proviene del sistema digestivo de los rumiantes, como los vacunos y ovinos.
Durante la digestión ruminal, una parte del alimento se asimila y otra se transforma en metano. Esto también implica una pérdida de energía para el animal. En este marco, en un estudio en laboratorio del INTA y de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) se consiguió reducir hasta el 30% del metano generado en pequeños rúmenes artificiales a través de extractos de especies vegetales de la provincia de Córdoba. Estos resultados permitirán buscar vías para disminuir el impacto de la ganadería sobre el calentamiento global y, a su vez, aumentar su productividad.
“A diferencia de la especie humana, los rumiantes pueden degradar fibras vegetales gracias a los microorganismos que poseen en su tracto digestivo. Como consecuencia de este proceso natural se produce metano, un gas que causa 21 veces más impacto en el calentamiento global que el dióxido de carbono. A su vez, por este proceso también se libera a la atmósfera una cantidad de energía que los animales no pueden aprovechar”, explicó María Carolina Scorcione, profesional del INTA Manfredi, becaria Conicet y estudiante de la Escuela para Graduados de la FAUBA.
Además, agregó: “Hasta hace un tiempo se estudiaron y aplicaron compuestos sintéticos para reducir la actividad de los microorganismos metanogénicos del rumen. Sin embargo, se encontraron efectos tóxicos para el animal y también residuos indeseables en los alimentos derivados de la producción. Por eso, en los últimos años se están investigando estrategias naturales para disminuir la emisión de metano y evitar las pérdidas de energía, que pueden ascender hasta el 12% de lo ingerido. Como las emisiones se relacionan íntimamente con la dieta del animal, analicé cómo los extractos de plantas que crecen en las sierras de Córdoba modificaron la liberación de metano y la digestión ruminal de nutrientes”.
La investigadora seleccionó plantas silvestres del monte cordobés en donde crecen diversas hierbas con larga tradición medicinal. Las elegidas fueron el poleo (Lippia turbinata) y la chinchilla o suico (Tagetes minuta). En experimentos previos, el equipo del INTA Manfredi que integra Scorcione consiguió buenos resultados con aceites esenciales de las mismas especies. Como obtener grandes cantidades de aceite es complejo, esta vez, María Carolina estudió el efecto de los extractos vegetales de las especies mencionadas.
“Pudimos verificar que al mezclar extractos de suico y poleo, y agregarlos a dietas animales que se usan frecuentemente en la zona, se redujeron hasta un 30% de las emisiones de metano del rumen. Observamos que los microbios metanogénicos disminuyeron en cantidad. Realizamos estos ensayos en rúmenes artificiales, es decir, colectamos microorganismos y líquido ruminal de tres animales, y los colocamos en recipientes de laboratorio”.
Asimismo, Scorcione señaló que también generó información alentadora en cuanto a la degradabilidad del alimento. “Con el suico y el poleo no se afectaría la forma en que el animal aprovecha los nutrientes de las dietas. Entonces, la energía que antes se perdía como metano ahora quedaría disponible para aumentar la productividad del animal”.
Metabolitos secundarios
Los resultados del trabajo de Scorcione abren una gran posibilidad, ya que contribuyeron a cuantificar las moléculas activas en las hierbas usadas. “Estos compuestos con actividad biológica son metabolitos secundarios que las plantas elaboran cuando sufren algún estrés. El poleo y el suico provenientes de las sierras poseen mayor contenido de compuestos activos ya que allí están expuestas a diversos estreses”.
La investigadora aclaró que una vez que identifiquen las moléculas activas intentarán sintetizarlas y, así, no dependerán de la cosecha de las especies vegetales. “Vamos a seguir analizando otras especies y sus biocompuestos con el fin de elaborar un insumo para mejorar la productividad de la cría de ganado y de los tambos, y a su vez, disminuir el impacto de la ganadería en el cambio climático”.