La Reserva Federal de Estados Unidos aumentó ayer por tercera vez en el año las tasas de interés apoyada. El organismo conducido por Jerome Powell justificó la decisión por el «vigoroso» crecimiento de la mayor economía mundial.
Las tasas subieron en un cuarto de punto porcentual a un rango de 2% a 2,25%, su mayor nivel en 10 años.
«El comité (el órgano de dirección de la Fed) espera que nuevos aumentos graduales … serán consistentes con la sostenida expansión de la actividad económica, las sólidas condiciones del mercado laboral y con la inflación cerca del objetivo simétrico de 2% (anual) en el mediano plazo», dice el comunicado.
La medida afecta a los países emergentes -entre ellos, la Argentina- ya que encarece la toma de deuda externa a futuro que realice en adelante el país. Varios analistas estiman que puede contribuir a mantener deprimido el precio de las materias primas, al dejar de ser, como sucedió en años pasados, objeto de inversiones especulativas.
Según el último informe de FIEL, la industria sigue en su senda negativa. Se registró un retroceso de 7,2% en agosto con respecto a igual mes de 2017, debido a los bajos números de ocho de las diez ramas productivas.
Según el Índice de Producción Industrial que releva la entidad, los sectores con mayores caídas fueron el procesamiento de petróleo (-7,2%), químicos y plásticos (-4,4%), cigarrillos (-1,8%) y producción de insumos textiles (-1%).
FIEL sólo registra un aumento apreciable en la producción siderúrgica y en sectores de la industria automotriz.
China habilitó 28 plantas argentinas para exportar carne. Fue durante la misión comercial que el secretario de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere, llevó adelante en ese país.
Las 28 plantas incluyen a 26 frigoríficos bovinos, una planta de almacenamiento en frío y una planta avícola.
La decisión es consecuencia de acuerdo que Argentina y China firmaron en mayo pasado, a partir del cual se rubricaron los protocolos de carne bovina para la inclusión de carne enfriada con y sin hueso y congelada con hueso, que se suman así a la carne congelada deshuesada que ya se exportaba.
El embajador argentino en China Diego Guelar afirmó que «en el primer semestre de 2018 las exportaciones de carne vacuna argentina a China han aumentado un 119% en comparación a igual período del año pasado. Argentina ya ocupa el 20% de las importaciones chinas de carne vacuna y China compra el 55% de las exportaciones de carne nacionales».
Confirman que la Argentina comenzará a exportar carne de cerdo a China
Según el informe periódico del Banco Central, en agosto siguieron las compras masivas y transferencias de dólares al exterior y fuera del sistema. También continuaron, en menor medida, los ingresos de capitales y préstamos del exterior.
Hubo un superávit, menor, en el movimiento de exportaciones e importaciones. Y un déficit, también menor, en viajes, pasajes y pagos con tarjeta de crédito.
Tomando en cuenta los pagos de intereses y giro de utilidades al exterior, el balance del mes concluyó con una caída de US$ 5.338 millones en las reservas internacionales del Banco Central.
En total sumaron US$ 4.019 millones las compras netas de moneda extranjera: U$S 2.790 millones fueron por egresos por la formación de activos externos de residentes (“salida de capitales), por ventas de títulos en el mercado secundario por US$ 1.192 millones y por repatriaciones de inversionistas del exterior por US$ 417 millones, de acuerdo al Balance Cambiario del Banco Central.
Unos U$S 2.000 millones fueron comprados por “inversores institucionales” y otros U$S 2.100 millones tanto por “personas”.
Con estos números, entre enero y agosto de este año, la salida de capitales ya suma US$ 22.817 millones.
La renuncia de Luis Caputo al Banco Central, que ocurrió en medio de la gira de Mauricio Macri a Nueva York figura en un lugar destacado de la tapa de la edición del Financial Times, uno de los medios más leídos en los círculos financieros de todo el mundo.
«La crisis argentina se profundiza con la renuncia de Luis Caputo al Banco Central después de haber estado tres meses en el puesto», tituló el prestigioso diario.
«El presidente del Banco Central argentino renunció después estar tres meses en el cargo, provocó la caída del peso en un 5% y perjudicó los intentos de Mauricio Macri de restaurar la confianza de los inversores en medio de la crisis cambiaria», dice el primer párrafo de la nota, que lleva las firmas de Benedict Mander, corresponsal en Buenos Aires, y Pan Kwan Yuk y Colby Smith, de Nueva York.
El diario señala que la salida de Caputo se registró en medio de 36 horas de un paro general contra el «nuevo presupuesto austero» de Macri y cuando el Gobierno estaba a punto de cerrar un acuerdo con el FMI.
Ayer, a la espera del nuevo acuerdo con el FMI, el dólar mantuvo su tendencia al alza este miércoles y trepó 54 centavos a $ 39,45 en bancos y agencias.
La mayor demanda por cobertura – propia de cada fin de mes obligó al BCRA a intervenir con la venta de futuros para intentar moderar la suba del billete.
El peso operó ayer a contramano de la tendencia de la región, donde la mayoría de las divisas se apreciaron frente al dólar: en Brasil, por ejemplo, el real subió 1,1%.
La primera parte de este artículo fue publicada aquí.
Se podrá decir que bajarse de Atucha III para ir sin etapas a la Hualong I fue una atención al país que nos compra la mayor parte de nuestras exportaciones primarias. Pero hasta 2018, ni los ejecutivos más optimistas de la CNNC podían imaginar semejante estupidez de parte de la Argentina, y mucho menos, exigirla.
Pero el PRO y el “quid pro quo” son cosas distintas. Nuestro sometimiento a un país que no nos compra ni limones, como subrayó con peculiar gracia ante cámaras el presidente Donald Trump al ser visitado por su no-tan-par Mauricio Macri, nos acaba de costar 740 megavatios cancelados y 270 despidos en NA-SA en su sede de Lima, provincia de Buenos Aires, más 650 inminentes en la PIAP (Planta Industrial de Agua Pesada en Arroyito), más la próxima ruina y chatarreo de esa unidad de U$ 900 millones, la mayor del mundo.
A eso, sumar la pérdida de 5000 puestos de trabajo previstos durante el pico de construcción de Atucha III por el centenar de empresas metalúrgicas, electromecánicas y de ingeniería que en 2014 terminaron Atucha II y acaban de retubar Embalse. Y la duda de a qué se dedicaran los 400 ingenieros que alcanzaron a retitularse como “nucleares” en esos dos trabajos. Todo eso se rifó en mayo de este año, amén de la viabilidad del Programa Nuclear Argentino de los próximos 15 años, que parecía casi blindada a prueba de idiotas. Pero no ha sido en absoluto el caso.
Volvamos a la historia del retubado de Embalse, esta obra que Rex Tillerson y Mike Pompeo, los dos sucesivos secretarios de estado de Mr. Trump, y el ing. Juan J. Aranguren, el mejor ex ministro de Energía de la Shell no trataron siquiera de parar, aunque le da mucha autonomía a la Argentina para seguir construyendo CANDU o similares, si consigue financiación.
Aunque ella era bonaerenses por origen, ambos Kirchner, a fuerza de gobernar en la intemperie primaria y extractiva de Santa Cruz llegaron a la Casa Rosada con una cabeza típicamente petrolera: la energía sale de hacer agujeros en el sitio adecuado. Pero ser presidente es más difícil, descubrieron, especialmente si uno heredó y logró aciertos: a partir de 2003, con la reactivación de la economía, faltó energía todo el tiempo hasta 2015. Hacia finales de su segunda presidencia, Cristina Fernández tenía que importar hasta U$ 5000 millones/año de gas y combustibles líquidos, para deleite de la entonces oposición. No por otra cosa los Kirchner resucitaron el Programa Nuclear. No se puede decir que lo hayan entendido del todo (no hay culpa en ello: no es fácil). Y no se puede negar que le pusieron voluntad y plata. Por parte de los nucleares, no hubo gruñidos. Quien acaba de volver de la tumba, no suele protestar por detalles.
La resucitación cardiopulmonar del programa nuclear ocurrió en un escenario nuevo: la CNEA había sido dividida en 1994 por un intento fallido del presidente Carlos Menem de privatizar las centrales nucleares. Los nuevos decisores emergentes eran NA-SA, que construye planta y la maneja, y la ARN (Autoridad Regulatoria Nuclear, que adjudica o niega licencias operativas. Ambas organizaciones y también la CNEA, que mantiene una capacidad de laboratorio inmensa, le aseguraron a CFK que Embalse estaba en buen estado y tal vez valiera la pena imitar a los canadienses y darle una segunda vida. Pero sin apuro. Corría 2006. Habría tiempo de sobra para observar las demoras y sobrecostos de aprendiz de CANDU Energy en este trabajo novísimo, y sacar conclusiones realistas.
La propia financiación fue mayormente argentina: fondos no reembolsables del Tesoro, un trust del Banco Nación a devolver en 2024 garantizado en un 80% por el producto eléctrico, y únicamente U$ 240 millones puestos por la Corporación Andina de Fomento (CAF) al 2,4% anual y con 4 años de gracia. En suma, tampoco se emitió deuda al cuete.
Y vamos a los fierros: como toda central de 2da. generación, Embalse fue diseñada en los ’60 para durar sólo 30 años. Si en 2011 no hubiera estado avanzada la fase 1 de retubado (diagnóstico del estado de la central, redacción de requisitos, firma de contratos, fabricación y acopio de componentes), en 2016 la actual conducción petrolera del país la habría cerrado sin dudar.
Y hoy estarían haciendo negocios de “fracking” en Vaca Muerta o importar gas para sustituir Embalse con 3 o 4 plantas de ciclos combinados clase H, que tampoco tendrían más remedio que importar “llave en mano” y sin un tornillo argentino, según sus usos y costumbres.
Pero Aranguren llegó tarde a este combate. Embalse fue la 3ra. CANDU 6 en “retubar”, y estaba empezando la fase 2 de “manos a la obra”. Con IMPSA, CONUAR (Pérez Compac), CANDU Energy, Mammoet y 100 PyMES argentinas con componentes fabricados y entregados, o ya trabajando en obra y con contratos válidos, quien tratara de frenar ese tren en 2016 sería atropellado. Se iba a comer juicios de parte de demasiada gente demasiado poderosa. De modo que la 2da. fase y 3ra. fases siguieron sin demoras u objeciones y por eso Embalse literalmente nació de nuevo.
Ahora se entiende por qué casi lo primero que hizo Aranguren al llegar al ex Ministerio de Energía en 2016, fue estorbar, objetar y retrasar el comienzo de obra de Atucha III aquí y en China, y lo último importante que hizo en 2018 antes de ceder su puesto al Ing. Javier Iguacel fue exterminar el proyecto.
Daniel E. Arias
Construcción de Embalse: el técnico coloca uno de los 380 tubos de presión dentro de su correspondiente caño de calandria. El lugar y los componentes aún están “fríos”.
La renuncia que se dio a conocer ayer de Luis «Toto» Caputo a la presidencia del Banco Central que había asumido hace poco más de tres meses, llenó el día de ayer de versiones y conjeturas.
El gobierno hizo un esfuerzo sobrehumano para tratar de mostrar calma, y hasta que la noticia no lo había sorprendido. Pero ni siquiera los medios más oficialistas se privaron de hablar de internas y de las «sugerencias» del F.M.I.
Hay un hecho evidente, que ya señalamos ayer mismo y que por supuesto los medios del exterior remarcaron: un presidente de un Banco Central no renuncia cuando el presidente de su país está en visita oficial a las Naciones Unidas, conversando con banqueros y periodistas económicos para decirles que está todo bien en su país.
En AgendAR creemos que, más que prestar atención a los rumores de pasillo, o a las teorías conspirativas que circulan por WhatsApp, vale mirar los hechos. La economía argentina afronta una crisis financiera, y las decisiones que hay que tomar día tras día, tienen ganadores y perdedores.
(Estamos hablando de quienes manejan capitales gigantescos. Los argentinos de a pie ya perdieron y seguirán perdiendo por la recesión, pero esa política no está en discusión dentro del gobierno, ni dentro del F.M.I.).
La trayectoria y «expertise» de Luis Caputo ha sido la de un «trader» exitoso. Un «mesadinerista», lo llamó con cierta crueldad un dirigente de la oposición. Un «trader» se dedica a hacer ganar dinero a los inversores (y de paso a sí mismo, por supuesto). Seguramente su figura y sus contactos sirvieron para que fondos de inversión y de riesgo decidieran aprovechar las muy jugosas tasas, por encima del 40%, que ofrece Argentina.
Pero para obtener beneficios de esas inversiones, es imprescindible que la moneda en que se hacen -el peso argentino, en este caso- no se devalúe tanto o más que el interés que se gana.
Más allá de la legitimidad de estas inversiones -no las analizamos, no tenemos los elementos para hacerlo, al no ser auditores del Central- hay un choque implícito con la política tradicional del Fondo, que -no sólo en Argentina, en todos los países- se niega a que se usen las reservas para frenar las corridas cambiarias.
En general, apoya que las devaluaciones sigan su curso, sin importar hasta donde llegan. Esa fue su conducta en Argentina, a fines del 2001 y comienzos del 2002.
No estamos diciendo que la historia se va a repetir. No, al menos, por ahora. Los países desarrollados prefieren que Macri continue, en ausencia de alternativas confiables, y una devaluación salvaje probablemente destruiría su gobierno.
Pero esto no significa que el Fondo aceptará cualquier política, ni está dispuesto a salvar todas las inversiones especulativas. Ya Alemania y Francia expresan en su Directorio sus dudas con los créditos a la Argentina (y la renuncia del presidente del Central seguramente no los tranquilizó).
El F.M.I. exigirá prudencia en las decisiones, que en sus términos significa ajuste. En todo, menos en los intereses de la deuda. Los empresarios rurales ya recibieron el mensaje: no importan las promesas previas de Macri (y éstas seguramente quería cumplirlas), si el Fondo exige retenciones, habrá retenciones.
Un gobierno que vive de prestado, no puede desafiar a su único prestamista.
Según las filtraciones que generosamente distribuyen los funcionarios, el acuerdo con el FMI (II versión) que está previsto anunciar hoy implica establecer bandas de flotación para el dólar. Guido Sandleris, el flamante presidente del BCRA, fue parte de la negociación para ese punto. Y es el Central quien se encargará de ejecutarlo.
En la práctica, será implementado por la mesa de operaciones de la entidad con el trader Gustavo Cañonero, el vicepresidente del banco, a la cabeza. Siempre según esas filtraciones, el dólar tendrá un techo que va de los 40 a los 44 pesos y un piso de entre 32 y 36 pesos. Si se escapara, intervendría el Central.
En la interna del gobierno, la llegada del ex secretario de Política Económica al BCRA, Guido Sandleris, implica un crecimiento del poder del ministro de Hacienda Nicolas Dujovne en el gabinete económico del Gobierno luego de que Caputo quedara relegado en las negociaciones con el organismo que preside Christine Lagarde. Pero en las decisiones sobre política cambiaria, el factor decisivo será lo opinión del Fondo. Porque es su préstamo el que, se espera, permitirá controlar un aumento desenfrenado del dólar.
Sobre el sistema de bandas de flotación, y, en general, sobre el «control» del precio del dólar, AgendAR expuso su opinión aquí.
En febrero de 2018, Guido Sandleris, el nuevo presidente del Banco Central le dio una entrevista a PERFIL. En aquel momento, el economista se desempeñaba como jefe de asesores del Ministerio de Hacienda. Ayer las redes sociales circulaban sus ideas con memes irónicos «Un gran visionario»…
A nosotros nos parece que, más que pronósticos equivocados (el que esté libre de culpa…) estas declaraciones reflejan lo que el gobierno del PRO pensaba, y quería que los argentinos pensaran, hace sólo medio año. La realidad actual casi permite hablar de otro gobierno. Sin duda, de otra actitud. Leamos:
“Soy el que les explica la macro y lo fiscal a los inversores”, aseguraba en aquel entonces. En dicha entrevista, Sandleris se mostraba optimista en que Argentina despegara, apalancado por «motores invisibles de la economía».
Se refería al despegue de Vaca Muerta, el crecimiento de la aeronáutica (por las low cost), el despliegue de las energías renovables y de la industria del litio. “No hay que preocuparse en lo que tiene que ver con actividad económica. Estamos muy bien. El año 2018 va a ser mejor que 2017, que a su vez fue mejor que 2016”, afirmaba previo a las devaluaciones que golpearon a la economía doméstica y que hicieron recalcular las previsiones.
Asimismo, auguraba que los años de mayor vulnerabilidad «ya habían pasado». “El mandato que dio el Poder Ejecutivo al BCRA es que cumpla la meta de 15%. Se cambió para que sea creíble y sea accesible. La inflación va a seguir bajando, no tengo dudas”, confiaba Guido Sandleris.
Incluso, cuando todavía existía optimismo respecto de cuál sería el devenir de la economía Argentina, el economista estimaba que la inflación iba a seguir bajando: “El mandato que dio el Poder Ejecutivo al BCRA es que cumpla la meta de 15%. Se cambió para que sea creíble y sea accesible. La inflación va a seguir bajando, no tengo dudas”.
Por otra parte, en aquella nota, Sandleris se refería al endeudamiento, como una forma de sostener el gradualismo que venía llevando a cabo el Gobierno en materia de ajuste del gasto: “La forma de financiar el déficit es con deuda. Pero está totalmente controlado y pensado el sendero de endeudamiento que vamos teniendo, de forma tal que en ningún momento eso nos lleve a una crisis. Si cumplimos las metas fiscales, la deuda con acreedores privados nunca va a pasar de ser 36% del PBI. Eso es bajo comparado con la región y con la historia argentina”.
En materia monetaria, que es lo que ahora le tocará administrar, Sandleris explicaba: “Hoy tenemos tipo de cambio flotante y la paridad peso dólar cambia todos los días y el Gobierno prácticamente no se mete. Yo no tengo recuerdo de dos años con la Argentina con tipo de cambio flotante. Es un sistema distinto del que estamos acostumbrados”.
La crisis cambiaria, el proceso recesivo y la inflación impactaron con fuerza en las ventas de shoppings y supermercados durante julio de este 2018, con caídas cercanas al 4 por ciento en las ventas interanuales, informó el INDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos).
El organismo indicó que las ventas por cantidades en los supermercados cayó 3,7 por ciento durante julio, comparado con el mismo mes del 2017, mientras que en los centros de compras, la contracción del consumo llegó al 3,8 por ciento.
Para estos establecimientos comerciales, julio fue el mes en que más se reflejó la preocupante situación económica y financiera que atraviesa el país, ya que en meses anteriores el entusiasmo por el Mundial motorizó las ventas de televisores y con eso se equilibró en parte el nivel del consumo.
Las bajas de las ventas en los supermercados durante julio es la cuarta baja mensual en el año y se produjo después de un bimestre de variaciones interanuales positivas.
La crisis está impulsando los negocios de Uber en Argentina, que ya es el mercado con mayor crecimiento a nivel mundial de la empresa pese a que el servicio es ilegal en la Ciudad, informó la agencia Reuters.
«En medio de una fuerte caída en sus ingresos muchos argentinos se han volcado en busca de trabajo a la aplicación, que si bien tiene un volumen de negocios bajo en comparación con otros países está creciendo exponencialmente tanto en cantidad de conductores como de usuarios a nivel local», explicaron ejecutivos de la compañía a Reuters.
En el mercado argentino, Uber registra semanalmente entre 2.500 y 3.000 conductores nuevos y alrededor de 45.000 nuevos usuarios, afirmó Felipe Fernández Aramburu, responsable de desarrollo de negocios local de la compañía.
“Lo que suma al crecimiento es la situación macroeconómica del país. Seguramente ha ayudado que mucha gente encuentre como alternativa de ingresos el uso de la plataforma”, explicó.
Según Reuters, los conductores de Uber pueden obtener ingresos promedio de entre $ 25.000 y $ 30.000 por mes si trabajan 8 horas por día, sumado a que por ahora no se está cobrando la totalidad de las comisiones porque la empresa tiene limitado el pago por medios digitales.
Una encuesta hecha por Uber aseguró que para el 40% de sus conductores la aplicación es su única fuente de ingresos, mientras que un 20% de los choferes activos antes de dedicarse a esto estaba desempleado.
Mientras las ventas de autos siguen retrocediendo, hay algo que crece en el sector: la participación de los 0 km importados. Pese al fuerte aumento del dólar, los vehículos que llegan del exterior están alcanzando un pico histórico ya que representan el 75% del total de las operaciones contra el 71% que registraron en 2017.
Entre enero y agosto, tres de cada cuatro vehículos que se comercializaron se producen en otros países, especialmente en Brasil, dejando a los de fabricación nacional con sólo 25% de penetración.
Es cierto que ese récord se registra medido en porcentaje ya que en unidades, por la caída del mercado que se espera para este año, durante 2018 se venderán menos autos importados que en 2017 pero lo mismo sucederá con los 0km «made in Argentina».
Para este año se estima un mercado de unas 800.000 unidades mientras que en 2017 se patentaron 900.000. Hasta agosto, se habían patentado 609.523 autos o vehículos comerciales livianos de los cuales sólo 151.026 son de producción nacional.
Hasta los ’90 un auto argentino lo era en el 98% de su valor en mano de obra y en componentes. El mercado funcionaba así. En estos días, por causas que exceden este informe, se considera argentino a un auto con un 30% de componentes «Made in Argentina».
Bueno, de esos estamos comprando sólo el 35% de lo que se vende. Cada vez más un lugar que un país.
Un informe del BID, Banco Interamericano de Desarrollo funciona como una denuncia cruel pero certera del estado ruinoso de la infraestructura en la región. La Argentina, Brasil, Paraguay y Venezuela son los más afectados:
«Desde caminos plagados de pozos y puentes deteriorados hasta aeropuertos y puertos marítimos por debajo de los estándares, la infraestructura inadecuada menoscaba el crecimiento de la región. Si bien el ladrillo y el cemento por sí solos no pueden asegurar la prosperidad, sin servicios de infraestructura aceptables es difícil que un país pueda competir en el mundo moderno».
El problema principal, dice el informe, es que los países de la región no invierten lo suficiente en infraestructura.
Entre 1992 y 2015 la inversión pública y privada alcanzó un promedio de 2,75% del PBI, y entre 2008 y 2015 el promedio ascendió al 3,8%.
Este nivel de gasto es bajo en comparación con China (8,5%) Japón y la India (5%), y el promedio de los países desarrollados (4%).
Además, las cifras de inversión actuales están por debajo de las de los años 80. «No es sorprendente que la baja inversión en infraestructura haya generado servicios deficientes, particularmente en la Argentina, Brasil, Paraguay y Venezuela, que es considerablemente inferior a lo que debería ser por sus niveles de ingreso», enfatiza el informe.
El BID señala además un estudio del McKinsey Global Institute que llega a la conclusión de que esos países podrían satisfacer la demanda de servicios de infraestructura, invirtiendo solo el 60% de los costos históricos si las inversiones fueran eficientes.
Esto no se puede disimular por temor a parecerse a los comunicadores que promueven los males que advierten. O a la acusación política de formar parte del «club del helicóptero». Un presidente del Banco Central no renuncia cuando el presidente de su país está en visita oficial a las Naciones Unidas, conversando con banqueros y periodistas económicos para decirles que está todo bien en su país.
En todo caso, Luis «Toto» Caputo o quienes forzaron su renuncia en este momento se han sumado al «club de helicóptero».
AgendAR analizó la coyuntura con que comenzaba esta semana aquí, horas antes de conocerse esta renuncia. Y sólo cabe reiterar ese diagnóstico.
Como corresponde al periodismo, copiamos abajo el CV del economista Guido Sandleris que será el nuevo presidente del BCRA. Vicepresidente continuará siendo Gustavo Cañonero, que entró con Caputo. Pero en estas circunstancias, por la política futura del Banco Central argentino se aconseja preguntarle a los técnicos del Fondo. Que tradicionalmente no aprueban de usar reservas en un fútil intento de contener devaluaciones.
Sandleris recibió su Doctorado en Economía de Columbia University en 2005; su maestría, también en Economía, de la London School of Economics y su Licenciatura en Economía de la Universidad de Buenos Aires.
Desde 2007 es Profesor en la Universidad Torcuato Di Tella, donde entre 2007 y 2015 dirigió el Centro de Investigación en Finanzas y fue Decano de la Escuela de Negocios entre 2014 y 2015.
Previamente, fue Profesor en Johns Hopkins University y profesor visitante en la London School of Economics y la Universidad de Los Andes.
Fue investigador visitante en la Reserva Federal de Minneapolis, el Banco Central de Chile, la PUC-Rio de Janeiro, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Fondo Monetario Internacional.
Desde mediados de 2018 es Secretario de Política Económica del Ministerio de Hacienda.
En 2016 se desempeñó como Subsecretario de Finanzas de la Provincia de Buenos Aires y en 2017 se sumó al gobierno nacional como Jefe de Asesores del Ministerio de Hacienda.
Se especializa en economía internacional, finanzas y macroeconomía, pero no tiene antecedentes en política monetaria. Entre otros temas, sus estudios analizan el efecto de las crisis financieras y los costos de los defaults soberanos.
Sus trabajos han sido publicados en el Journal of International Economics, Journal of Monetary Economics, Journal of Money, Credit and Banking y Oxford University Press, entre otros.
Ha recibido becas y subsidios de investigación de la Comisión Fulbright, el BCRA, el Banco Mundial, Columbia University y LACEA.
Realizó trabajos de consultoría e investigación para el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Procuración General del Tesoro y varios bancos de inversión y gobiernos de América Latina.
Dos noticias muy importantes para Argentina y su futuro en estos días. De signo opuesto. Una negativa: la compra «llave en mano» de una central nuclear de tecnología no probada -de eso AgendAR dio su opinión aquí. Otra positiva: la recuperación de la planta nucleoeléctrica cordobesa de Embalse por técnicos argentinos.Publicamos la 1° parte de este artículo de Daniel Arias que echa luz sobre ambas.
30 AÑOS MÁS PARA LA CENTRAL NUCLEAR DE EMBALSE
En un país donde sólo la recesión impide los apagones masivos, ésta es una noticia MUY buena: como antes lo hicieron otras dos centrales CANDU en Canadá y Corea la planta nucleoeléctrica cordobesa de Embalse fue laboriosamente “retubada” desde diciembre de 2015 hasta el 7 de septiembre pasado. Ahora empiezan, minuciosos, los testeos escalonados de la puesta en marcha. Embalse vuelve.
Estará entregando electricidad a la red en la 2da. semana de noviembre, licenciada para hacerlo 25 años más a su nueva potencia nominal: 686 MW eléctricos netos. Es un 6% más que la que tenía cuando nueva, y alcanza para dar servicio a 3 millones de habitantes con un factor de disponibilidad anual previsto del 93%. Cuando se necesita, está ahí. Como debe ser la potencia “de base”.
En términos comparativos, la “utility” eléctrica cordobesa EPEC tiene 1853 MW instalados en 7 centrales hidráulicas y 8 térmicas, que están lejos de empardar la disponibilidad de la nucleoeléctrica a orillas del lago artificial de Río Tercero. ¿Funciona Córdoba sin Embalse? Desde los ’90, el cordobés de a pie pagó siempre caro el kw/h, pero desde que Embalse paró para “retubar” (fines de 2015), la vida es tarifazos y caídas de tensión. Eso sucede pese al cierre de muchas fábricas y el bajo factor de ocupación de las que resisten, en mínimos como no se los ve desde 2001. Si no hay apagón puro y duro, en horas veraniegas pico, el aire acondicionado ventila más de lo que refrigera.
En sus primeros 30 años de vida Embalse figuró entre las 10 centrales nucleoeléctricas con mayor “uptime” del mundo: un 87,6% de factor de disponibilidad desde 1984 hasta 2015. Casi no tuvo paradas inesperadas por desperfectos y las programadas de mantenimiento se cumplieron en tiempo y forma.
El aumento de 6 puntos en disponibilidad no emerge de conjeturas matemáticas sino de la performance de Point Leprau, New Brunswick, Canadá, y de Wolsong, Corea, otras CANDU 6 ya “retubadas”. 25 “años/reactor” de licenciamiento equivalen a 30 años de calendario, porque se suman paradas que inevitablemente serán más frecuentes y largas hacia finales de su segunda vida. Funcionará hasta 2048.
Cada año en línea Embalse ahorrará emisiones de dióxido de carbono equivalentes a las emitidas por 900.000 automóviles (toda Córdoba tiene 1,2 millones). En la Argentina el 64% de la electricidad es térmica, ergo contaminante doble y problema triple: por un lado disminuye la expectativa promedio de vida en las ciudades por EPOC, cáncer, trastornos inmunes y cardiovasculares. Por otro lado, contribuye al recalentamiento global. Y de yapa, nos endeuda en importaciones de gas y combustibles líquidos.
La electricidad en Córdoba seguirá siendo cara: NA-SA genera a U$ 47,5 el MW/h, bien por debajo de las nuevas eólicas, que tienen asegurados U$ 105 el MW/h por contrato y prioridad de despacho. En La Docta la incidencia de sequía del verano 2017/18 en los lagos hidroeléctricos se sumó a la ausencia de la nuclear, el pilar energético de la región Centro. Quizás este verano de 2018/19 las heladeras se quemen menos y los equipos de aire acondicionado logren enfriar. Hasta en Greenpeace deben rogar que Embalse vuelva al ruedo, aunque jamás lo confiesen: sería pésimo para el negocio.
Las CANDU 6 son buenas centrales, fabricamos su combustible desde 1984 y podríamos hacer cuantas querramos con el porcentaje de componentes locales que logremos negociar… pero despídase de ellas. Este año el gobierno descartó la oferta de una Enhanced CANDU de 750 MW financiada al 75% a construir en Lima, al lado de las Atuchas I y II, por lo que ya se la llamaba Atucha III. China nos venía tentando con esta unidad a cambio de que le compráramos “llave en mano” una Hualong I de 1180 MW de uranio enriquecido. Esto dividió aguas en el ambiente nuclear. Unos decían: “Agarrá la CANDU, que va a tardar 5 años en entrar en línea, y después vemos”. Otros, en cambio, objetaban:
¿Uranio enriquecido? No producimos ese combustible. Si llegamos a tener algún lío diplomático serio por pesca, infraestructura, deuda o lo que sea con China… es apagón.
No hay experiencia con las Hualong I ni en China, donde se está terminando el primer prototipo. Tal vez sea excelente pero antes debería mostrarlo en origen. Es una compra a ciegas.
De todos modos, a fines de 2015 era lo que estaba pactado con el gobierno chino y la CNNC (Chinese National Nuclear Corporation), que se compró prácticamente el “franchising” de CANDU. Pero desde que asumió el presidente Mauricio Macri, su ex ministro de Energía y sus sucesivos cancilleres frenaron con distintos argumentos el arranque de obra de Atucha III, hasta que en mayo de 2018 finalmente la descartaron. Basta de CANDU.
Van “de cabeza” por la Hualong I, con una compra “llave en mano” que habría sido vergonzosa en los ’60, cuando no teníamos ninguna experiencia en centrales nucleoléctricas, pero 60 años más tarde es inadmisible. Piensan dejar todo firmado con Xi-Jinping el 2 de diciembre, cuando haya terminado la Cumbre del G20 en Buenos Aires. El próximo gobierno, acogotado en deudas, difícilmente tenga margen para renegociar esta agachada. Sobre esto, AgendAR fijó posición aquí. Y la expresidente de la CNEA, Norma Boero, opinó lo siguiente.
CANDU Energy pierde, pero la CNNC exulta: les faltaba ver un pescado que escupa la carnada para tragarse directamente el anzuelo.
2. ¿Por qué la extensión de vida útil de Embalse?Embalse con nuevo look: construcción anexa y 6 generadores diésel para refrigerar el núcleo.
La pregunta ya quedó muy contestada: “descarboniza” un poco nuestra matriz energética y la emisión de gases invernadero del país y de Córdoba, además de dar estabilidad eléctrica al centro del país. Pero hay otras respuestas.
¿Cuánto pagó China a fines de milenio por 2 CANDU 6, Qinshan 4 y 5? Son versiones modernizadas de Embalse previstas para durar 60 años. Las compró CNNC (China National Nuclear Company) con el cambio de milenio y le costaron unos U$ 4000 millones por pieza. Con la inflación del dólar da U$ 5600 millones de hoy, sin contar costos futuros de retubamiento.
Hechas las cuentas, los U$ 2150 millones pagados por el retubado y repotenciación de Embalse son razonables. Lo que alivianó la factura es que casi toda la obra se hizo con empresas, componentes y personal argentinos, en pesos y sin exportar dólares, salvo casos inevitables. La lógica era fortalecer la industria local y los recursos humanos de NA-SA para luego derivarla a Atucha III.
En ocasión del retubamiento, los contratos de Embalse se limitaron a CANDU Energy por asesorías, y Mammoet (holandesa) por mover componentes gigantes, como los generadores de vapor. Las piezas de reposición se hicieron íntegramente en el país (CONUAR hizo los tubos un “U” de incoloy, IMPSA los cartuchos). Y Mammoet, que en holandés significa muy adecuadamente “Mamut”, coreografió el intrincado ballet de 2500 toneladas de máquinas y componentes en el interior del edificio de contención. Vale la pena ver un video de esa paquidérmica danza de fierros gigantes y humanos diminutos:
Pero a la hora de pagarle a los humanos diminutos, el 97% de ellos eran compatriotas. ¿Se entiende de qué iba la cosa? La plata del retubado quedó mayormente en casa.
Todo iba de acuerdo a planes cuando nos cayó la “inexplicable” decisión presidencial de cajonear Atucha III, un clon muy modernizado de Embalse como toda Enhanced CANDU. NA-SA con su experiencia y la heredada de la vieja Dirección de Centrales Nucleares de la CNEA la podría diseñar, fabricar y montar a ojos cerrados. Lo inexplicable se explica así: el State Department no ve con alegría que Argentina sea cabecera de desembarco en Sudamérica de China como oferente nuclear. Ni siquiera en un aséptico plan inicial de financista.
En su rivalidad por controlar políticamente la región, EEUU y China tienen un interés común negociable: ninguno de ambos países tiene interés en que la Argentina tenga diseño propio en centrales medianas del rango 700 MW. Desde que INVAP hizo autónoma a Argentina en reactores de investigación, EEUU perdió en todas las licitaciones en que se presentó contra la firma barilochense, salvo una (Tailandia).
Y no es que en materia de centrales nucleoeléctricas, animales muy distintos de los reactores de investigación, los EEUU tengan fierros competitivos: arriman por tecnología, pero lo que es por costos, se cayeron del ring en los ’80 y lo saben.
En este nuevo milenio, las divisiones nucleares de las dos mayores empresas eléctricas estadounidenses fueron de aquí para allá como valija de loco. Westinghouse, la inventora en los ‘50 del reactor presurizado con uranio enriquecido (PWR, Pressured Water Reactor), con más de 260 unidades propias o copiadas bajo licencia en mundo, en 2006 fue comprada por Toshiba en apenas U$ 5400 millones, precio menor al de una unidad PWR típica. Parece como canjear un “feedlot” por un asado, pero este año la firma japonesa declaró quiebra y revendió Westinghouse a Brookfield, una ignota propietaria canadiense de edificios y shoppings con una división de ingeniería, por U$ 3680 millones: media parrillada.
General Electric, otro ícono nucleoeléctrico, tras pagar buena plata por la compra de su competidora francesa Alstom, tuvo que hacer joint-venture con Hitachi. Parecía que se comían el mundo, pero empezaron a acumular balances en rojo y ahora ambas acaban de revender GE-H a la BWXT, la vieja Babcock & Wilcox nuclear más un astillero canadiense.
Mientras China, Rusia y Corea se vuelven los nuevos grandes jugadores globales, el átomo yanqui es un Lázaro que NO resucita ni en su casa. Pero hay guerra comercial y Washington tiene que marcarle a Beijing la cancha sudaca, y de paso también aclararle a Ottawa y a Buenos Aires que aunque el Tío Sam ya no tenga grandes figuras y cero “jogo bonito” en cancha argentina, todavía dirige la FIFA. Bueno, eso cree. (Continuará)
La semana pasada hubo un tiempo de calma en la tormenta cambiaria que empezó en abril/mayo de este año. El precio del dólar paró de subir -para ser más precisos: el valor del peso argentino dejó de desplomarse, y hasta subió un par de puntos, sin que el Banco Central tuviera que vender divisas.
Como cuando el sol sale después de una lluvia, la naturaleza (financiera) empezó a dar señales positivas: el índice que refleja a la Bolsa argentina, el Merval, recuperó pérdidas y avanzó, las acciones en Nueva York de empresas locales, los ADR, también mejoraron su cotización, el riesgo país bajó…
Pero… apareció la posibilidad de un pequeño malentendido. Durante esa semana anterior, los medios afines a la política del gobierno actual hablaron y escribieron sobre un nuevo aporte del F.M.I., por sobre los 50 mil millones de dólares que se acordaron en mayo. Las cifras que se mencionaban insistentemente eran 15 o 20 mil millones de dólares mas.
Y en este fin de semana, mientras Mauricio Macri viajaba a Nueva York para reunirse con fondos de inversión, recibir premios y sacarse una foto con Christine Lagarde, la directora del F.M.I., el gobierno dejó trascender que el refuerzo sería solo de entre 3 y 5 mil millones de dólares. Bajón.
Ayer lunes el dólar volvió a subir (moderadamente), y el Central tuvo que vender U$ 120 millones para contenerlo; el Merval y los ADR cayeron, y el riesgo país volvió a subir por encima de los 600 puntos.
En AgendAR sostenemos que el problema argentino no pasa por si este malestar es pasajero, o no. Y menos aún por el monto del eventual auxilio del Fondo.
Lo grave es que la reacción de inversores y especuladores, de los capitales que el gobierno trata de seducir, parece depender exclusivamente de si el gobierno recibe o no fondos suficientes para pagar los vencimientos de sus deudas.
Porque si se le presta dinero, es obvio que en algún momento tendrá que devolverlo. ¿Qué hará entonces? ¿Buscar endeudarse aún más, porque los intereses aumentan la carga?
El Estado argentino debe recaudar más de lo que gasta, para no tener que endeudarse. Y la Argentina debe producir con sus exportaciones más divisas que las que necesita para pagar sus importaciones. Es muy simple, e inescapable.
El gobierno, en lugar de esforzarse para «generar confianza», para que le presten plata, debe ofrecer un plan para lograr esos dos objetivos. Vale lo mismo para cualquier gobierno que lo suceda. Todo lo demás es ilusión.
La Argentina y China acordaron una ampliación del intercambio de monedas (swap) por hasta USD 9.000 millones, con el cual el intercambio de divisas con el gigante asiático alcanzará los USD 20.000 millones.
Se trata de una extensión del acuerdo firmado en octubre de 2014, cuando se negoció un intercambio equivalente a 11.000 millones de dólares.
Las negociaciones con el gigante asiático fueron llevadas adelante en paralelo a la búsqueda de un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para la ampliación del crédito de USD 50.000 millones pactado en junio.
El gobierno de Mauricio Macri viene intentando abrir negociaciones con China desde principios junio pasado, aunque esto quedó en suspenso durante tres meses por la salida de Federico Sturzenegger de la autoridad monetaria.
Como explica el economista Martín Kalos, un swap es un acuerdo entre Bancos Centrales. En este caso, el de China le intercambia yuanes al argentino por pesos. Esos yuanes no tienen por qué entrar físicamente al país, pueden quedar en una cuenta en el Banco Central de China a nombre del BCRA.
Es por un plazo determinado. Cuando vence, el Central debe «re comprar» sus pesos, al tipo de cambio vigente del día del vencimiento y pagando una tasa de interés por el período en que tuvo ese préstamo de yuanes.
Cuentan como Reservas Internacionales disponibles para el BCRA. Hay muchos otros mecanismos de préstamos financieros a Bancos Centrales que también permiten incrementar reservas temporalmente, como los créditos del BIS, FMI u otros.
Las primeras exportaciones de gas natural a Chile luego de 11 años no se realizarán desde Vaca Muerta con la producción de shale gas, sino que comenzarán por proyectos radicados en la provincia de Tierra del Fuego.
Las primeras empresas serán la francesa Total y Pan American Sur (PAE).
El Gobierno nacional autorizó la exportación de gas natural a Chile de estas dos empresas en acuerdo con la canadiense Methanex, uno de los mayores productores de metano del planeta.
En total, las compañías acordaron que el envío sea de 1.500.000 de metros cúbicos por día hasta el 1ro de junio de 2020, desde el Área Cuenca Marina Austral–1 (jurisdicciones de la provincia de Tierra del Fuego y del estado nacional). Por ahora, Tierra del Fuego y Sana Cruz tienen el gas natural más barato de la Argentina, tal vez el último «gas fácil» mientras no se descubra más. El gas comparativamente más caro de la cuenca de San Jorge se destina por ahora a consumo argentino.
Como buena parte de la población pobre de Argentina está desabastecida de gas de red y viviendo de garrafas o quemando carbón y leña, incluso en las grandes urbes, la Secretaría de Energía esta vez salta con paracaídas. Sus resoluciones dicen que “los suministros previstos podrán ser interrumpidos a los fines de garantizar la seguridad de abastecimiento del mercado interno” y que “la autorización de exportación caducará automáticamente si transcurrido el plazo de noventa días computados a partir de la fecha de su publicación, no se efectivizare la primera exportación comercial de gas natural”.
Desde la secretaría también informaron que hay otros ocho pedidos de autorización de exportación de gas natural, uno correspondiente a la empresa alemana Wintershall. El volumen total de exportaciones autorizadas por el gobierno es de 479.250.000 m3, bajo condición interrumpible en todos los casos, y por el período que va desde la autorización hasta el 1° de junio de 2020.
Argentina no es un país gasífero sino con gas, pero cuando su política energética la fijan los petroleros empieza a exportar como si fuera un emirato. Y geológicamente, no lo es. La exportación a Chile en épocas de Carlos Menem fue una de las dos causas por las que el yacimiento convencional de Loma de la Lata, cuya duración a principios de la presidencia de Raúl Alfonsín se había estimado correctamente en 60 años incluso con una expansión sostenida del mercado interno, quedó despresurizada a principios de 2000.
Mientras duró, no fue un gran negocio. Al menos, para nuestro país. Chile compraba el gas argentino a U$ 2 el BTU y lo revendía 9 veces más caro. Entre tanto, quien quisiera fabricar electricidad a gas en Argentina con una central de ciclos combinados, compraba el fluido a U$ 0,80 el BTU. Tal vez sí éramos un emirato, pero geológicamente, nunca nos dio para tanto. Como consecuencia, cuando su reactivación económica de 2002 a 2014, la Argentina tuvo que empezar a importar gas, y llegó a hacerlo por U$ 5000 millones/año.
Es que para ser un emirato no alcanza ni vaca ni camello ni niño muerto: hay que tener mucho gas, y del que dura, como era el caso de Loma de la Lata. No es la situación actual. El «fracking» puede lograr cifras apabullantes de producción, pero ¿cuánto aguanta? Las formaciones difíciles suelen ser de corta vida: 20 años, tal vez.
Hoy importamos gas desde Bolivia, producimos cada vez más gas «difícil» en Vaca Muerta (con un impacto hídrico 100 veces mayor que en la vieja Loma de la Lata), regasificamos GNL importado desde los emiratos, importamos gas desde Chile en invierno (los vecinos lo compran líquido, lo regasifican y mandan para quí) y ahora que pasó el frío lo exportamos por los mismos ductos. No tenemos pero exportamos. Un panorama energético clarísimo.
¿Y el autoabastecimiento? Antes de irse, el mejor exministro de Energía de la Shell, el ingeniero Juan José Aranguren, autor de la aparente confusión actual, aclaró en numerosas ocasiones que eso no era un asunto de peso.
De dólares, tal vez: la Shell está en ambos lados de la cordillera, y es el principal operador mundial de GNL. Plinc, caja, toda vez que se mueve gas por mar o a través la cordillera, sin importar si va o viene.
El dato puede servir para entender por qué Aranguren impidió la construcción de la central nucleoeléctrica Atucha III desde 2015 hasta mayo de 2018, cuando la cajoneó definitivamente, y por qué su sucesor Javier Iguacel habla de empezar otra nuclear enteramente distinta… en 2022. Sin apuro.
La entidad Industriales Pymes Argentinos (IPA) pidió la pesificación del valor de la energía y el congelamiento de los aumentos de tarifas por 180 días para dar previsibilidad al sector, entre otras medidas orientadas a contener los gastos totales de las fábricas.
Señalaron que el costo de la energía que pesa sobre las empresas fabriles representan un 24% de los gastos totales de las fábricas, y que su traslado a los precios de las góndolas explica el 30% de la inflación.
De esta forma, IPA le presentó al gobierno nacional una iniciativa que, entre otros puntos salientes, reclama retrotraer el aumento de tarifas a marzo pasado y congelarlas por seis meses.
El presidente del IPA, Daniel Rosato, y otro directivos dialogaron con el secretario Pyme, Mariano Mayer, a quien le señalaron que los aumentos en los costos energéticos para el sector manufacturero se multiplicaron por 20 desde el 2015.