Cómo perdimos un portaaviones; dos astilleros y 2,6 millones de km2 de mar argentino

0

El 2 de mayo de 1982, tras cambiar por cuenta propia sus propias reglas de ataque, la Royal Navy hundió el viejo crucero ARA Belgrano, muy al sur y sl oeste de las islas demasiado famosas. El ataque se produjo casi a quemarropa, en términos del oficio, con tres torpedos MK4 de la Segunda Guerra Mundial, sin sistemas de teleguiado o de guiado autónomos. El equivalente naval de un hacha de piedra, vamos.

El capitán del submarino nuclear ingles HMS Conqueror atacó en las aguas someras del Banco Burwood, mientras la formación del Belgrano y sus dos destructores antisubmarinos acompañantes se iban alejando de regreso al continente. A velocidad muy lenta, porque esta nave, la segunda en tonelaje y capacidad de fuego de la Armada, tenía las calderas y las turbinas reventadas por la falta de mantenimiento.

La Armada Naval Argentina en 1982 literalmente cagaba plata, pero aparentemente destinaba enormes partidas para mantener su red de espionaje y asesinato de compatriotas civiles. Y el Mar Argentino les servía no tanto para navegar como para tirar los cadáveres.

Las consecuencias de que una Fuerza Armada se dedique a cuestiones policiales, o más bien parapoliciales, son su deterioro rápido como fuerza de combate contra estados extranjeros. Tal vez en ello hay cierto sentido de ahorro infuso. Como descubrieron El Tigre Acosta o el Capitán Astiz, arrojar monjas y chicas adolescentes desde helicópteros es menos complicado que enfrentar a los enemigos territoriales de la Nación.

Lo cierto es que el 2 de Mayo de 1982 el HMS Conqueror no tuvo maldito el problema en ubicar a la cómicamente llamada Fuerza de Tareas Sur, a saber, un viejo crucero que supo ser veloz hasta que lo compramos, lisiado de gravedad, y dos destructores presuntamente muy antisubmarinos: tres perfectos ejemplares de chatarra yanqui descartada por la US Navy después de la Segunda Guerra Mundial. 

Qué sordos de hidrofonía debían estar las tres naves argentinas para no detectar al Conqueror. Los submarinos nucleares rompen récords de días en inmersión, pero no son silenciosos en absoluto. Es historia que no escucharon siguiera las dos explosiones de dos torpedos que estallaron en el casco del Belgrano, ni el impacto del que rebotó sin detonar. 

Hay algún lector que logre no escuchar el estallido de 720 kg. de Tórpex en el agua, medio en el cual el sonido se propaga 750 veces mejor y más rápido que en el aire? Los escoltas debían estar distraídos o muy apurados por rajarse. Es fama que no se quedaron a sacar a sus compatriotas del agua y de las balsas, donde unos cuantos se murieron de frío o por las quemaduras, ipso facto o hasta dos días depués.

Faltó sólo que los náufragos fueran localizados por la Armada Chilena. Y es lo que sucedió. En la próxima guerra los contratamos. 

Pero lo mejor viene ahora. Damas y caballeros, vean como entre tres almirantes y un presidente de mierda nos hunden el principal barco de la flota, dos astilleros, cuatro submarinos y con ellos, el dominio de 2,6 millones de km2 de mar que supo ser argentino.

LOS INGLESES NO PUDIERON, PERO MENEM Y ALGUNOS ALMIRANTES SÍ

Dos días tras el hundimiento del ARA Belgrano, el portaaviones ARA 25 de Mayo en retirada venía atravesando el Golfo de San Jorge de sur a norte, rumbo a su apostadero en Bahía Blanca, con dos destructores clase 42 (bastante modernos) como escolta. Fueron el ARA Trinidad al frente y el ARA Hércules a popa, espaciados los tres buques a 5 km. uno de otro.

Los tres iban en fila india y navegación lenta. El portaaviones estaba muy mal de calderas y turbinas, probablemente peor que el Belgrano, ya hundido. Sabiamente, iban pegados a la costa y sobre fondos bajos para que no se les colara desde atrás y por abajo un submarino inglés entre la proa del Hércules y la popa del portaaviones.

Pero increíblemente, el HMS Onyx logró hacerlo con la intención de torpedear al 25 de Mayo por enfilada y desde popa. 

El Onyx era un submarino viejo, diésel-eléctrico, de un desplazamiento similar al de nuestros TR-1700 alemanes, esos mismos que no llegaron a tiempo para esta guerra. Lo dicho: los submarinos diésel-eléctricos pueden ser bastante más silenciosos que los nucleares, y por sus escuetas dimensiones operan mejor que un monstruo de 5000 toneladas de desplazamiento en aguas litorales.

Todo lo que sigue sucedió de noche. 

Sin usar siquiera su periscopio ni su sonar, el Onyx parece haber estado en preparativos para torpedear por hidrofonía. Tenía tres tipos de torpedo para «atender» al 25 de Mayo, y dos -como lo explica el colega Chaluleu- eran filoguiados y autoguiados por sonido respectivamente. Una salva de tres de enfilada por el lugar más ruidoso de cualquier barco, las hélices, y hasta la vista, baby.

El 25 de Mayo, aún a bajísima velocidad, tenía los motores típicamente reventados y era cualquier cosa menos silencioso. En esos aprontes de fusilamiento, bajando su velocidad para no ligarse las ondas de choque que iban a generar los torpedos en el portaaviones, estaba el submarino británico cuando fue embestido desde popa por el Hércules.

La gente del Hércules, dicho en su total defensa, iba muy sobre alerta: estaban a espera de que sucediera exactamente lo que sucedió, que se les colara un submarino inglés por proa para unirse, silbando bajito, a la caravana y reventar al 25 de Mayo por popa.

Observación tecnopolítica de AgendAR: confiá en los sonares y los hidrófonos ingleses para detectar submarinos ingleses. Total, como decía en su lujoso despacho de Florida y Córdoba, un tanto alejado del mar, el Almirante Popeye, la Rubia Albión nunca va a ser hipótesis de conflicto.

Dos detalles importantes: el encontronazo se produjo al azar. 

El destructor argentino, con su sonar en modo pasivo, no había siquiera detectado al cuarto submarino inglés, más discreto y compacto que los 3 submarinos nucleares de su Graciosa Majestad. Esos seguían rastreando al 25 de Mayo, pero mar afuera. Meterse con un titánico submarino nuclear de caza en los bajíos del interior del Golfo de San Jorge es colisión segura contra la primera roca que te salga al paso.

Mi admiración por el coraje de la gente del Onyx. Hizo exactamente eso. Aún si lograba su objetivo, le iba a ser bastante difícil escapar de la venganza de al menos uno de los destructores argentinos clase 42, incluso si uno se quedaba in situ para sacar del agua a los náufragos que quedaran vivos.

Que no iban a ser muchos. Entre el combustible de los aviones hangarados, los en cubierta, el de los helicópteros y las bombas y cargas explosivas de todos ellos, no hay sitio más peligroso en el mundo que un portaaviones en guerra. Y máxime si está severamente rengo.

El otro detalle es que el Hércules no estaba como plato principal en aquella cena. El Ónyx, de la clase Óberon, tenía seis tubos lanzatorpedos en proa, pero dos más en popa, apuntados perfectamente hacia la proa de nuestro destructor. Esos dos tubos nunca fueron usados. Al parecer la intención y la atención a bordo y en aquel momento se centraban en nuestro único portaaviones.

En guerra eso se llama fascinación por el blanco.

Tras el impacto contra el Onyx, en el Hércules sonaron alarmas, pararon máquinas y lanzaron buzos, pensando que se habían llevado puesta algún peñasco no cartografiado, que algunos hay, pese a un siglo entero de espléndido trabajo del Servicio de Cartografía Naval. 

Los buzos subieron a bordo absolutamente desconcertados. Había encontrado que el bulbo de proa que aloja al sonar principal estaba destruido, y que las palas de las hélices estaban melladas y abolladas. 

El destructor ya no estaba en condiciones de navegar. Su lugar en la caravana de escolta del 25 de Mayo fue tomado rápidamente por otro destructor más viejo, y al Hércules se lo tuvieron que llevar a a puerto a la sirga.

Ni rastros de peñasco alguno.

Pero no hace falta que lo busque mucho, chamigo lector.

El misterio se develó 30 años después de la guerra y en un encuentro amistoso entre marinos veteranos de ambas partes, organizado por la Royal Navy. En ese evento, un suboficial argentino, que había servido a bordo del Hércules supo, en charla informal, que la Royal Navy había casi perdido al Onyx, por el arrasamiento de su vela, palabra que en navalés significa la torre vertical que sale de la línea del casco, y que suele llevar el periscopio, el lo los radares y el snórkel. 

En esa vela quedaron encerrados y aplastados dos tripulantes ingleses.

El casco de presión del submarino quedó intacto, para alivio de los británicos. Pese a la escasa profundidad, el Onyx logró abrirse hacia el este y fugarse del Golfo de San Jorge sin ser detectado, con ese sigilo exclusivo de la vieja propulsión diésel-eléctrica.

Es como meterse en el circo con un rifle de caza, intentar matar al elefante y fugarse por boletería sin que nadie te señale. ¿Se da cuenta, lector, lectora, porque creo que hay que sembrar el fondo del Mar Argentino de una red pasiva de detectores móviles, es decir de drones autónomos de vigilancia, merodeo, seguimiento y ataque? 

¿No es más barato que patinarse 3 o 4 mil millones de dólares en tres submarinos franceses que no van a llegar nunca porque no los vamos a poder pagar nunca?

Respecto de lo casi sucedido la noche del 4 al 5 de abril de 1982 el norte del enorme Golfo de San Jorge, ambas marinas y ambos gobiernos, cada cual por sus razones, decidieron silenciar el incidente durante décadas.

Me temo que en nuestro caso, eso no sucedió tanto por complicidad culposa con Su Graciosa Majestad, sino porque nuestros almirantes no se enteran da nada que suceda en el mar que supuestamente custodian. Desde Florida y Córdoba, eso sí.

Esto sucedió en esa noche en que centenares de argentinos y posiblemente decenas de ingleses salvaron el cuero porque Alláh, o quien haya sido que estuvo de guardia en aquel turno, así lo quiso. Me fue relatado personalmente por el mismo suboficial (RE) que una década antes había recibido el «chisme informal» (es un decir) de su par británico, entre tragos y canapés.

Este señor había servido en el ARA Hércules durante el conflicto Era un hombre ya canoso y muy discreto, de saco y corbata que seguramente fueron impecables en tiempos mejores pero estaban algo gastados. Me contó esta historia en la UTN de Bahía Blanca, tras la presentación de «Aquella guerrita olvidada», mi libro sobre Malvinas, en junio de 2022. Pidió reserva de su nombre.

La seguiré manteniendo a rajatabla.

La anécdota me sorprendió no poco. La investigación en la que baso mi novela tomó casi 12 años de trabajo maniático, y mis amigos y lectores saben exactamente a qué me refieron cuando digo «maniático». Se me puede escapar un chihuahua del zoológico, pero el elefante no, téngalo por seguro.

LO QUE PUEDEN UN PRESIDENTE TRAIDOR Y ALGUNOS GORRAS AL USO CON SUS LAPICERAS

Lo que no pudo hacer la primera ministra Maggie Thatcher con tres submarinos nucleares y un cuarto de propulsión convencional, lo hicieron el presidente Carlos Menem y tres gorras con sus lapiceras. 

El pobre 25 de Mayo, como probó de sobra en Malvinas, no estaba para navegar, y desde 1987 estaba espera de una decisión de remotorizarlo. Indolente, juntaba polvo en las atarazanas de Astilleros Río Santiago, a espera de una nueva planta de propulsión, y una puesta al día de sensores, computadoras, sistemas de telecomunicaciones, de su ascensor de aviones y de su armamento defensivo.

El resto de la historia la cuenta la Fundación Histarmar, con declaraciones del ingeniero jefe a cargo de la reparación y puesta a nuevo de aquel viejo portaaviones botado en 1944.

«En el año 1987, siendo Director del Astillero Río Santiago, estábamos en plena producción de las corbetas tipo MEKO-140 –ya habíamos entregado las tres primeras–, finalizando la ‘Parker’ y botando la última de la serie que era la ‘Gómez Roca’. Otra quinta corbeta estaba en alistamiento a flote.

«Existía una armonía entre el personal del Astillero y el de la Armada que permitía trabajar conjuntamente con todos los asesores técnicos europeos, representantes de los distintos equipos que se instalaban abordo. En esa época, dichos equipos eran muy modernos y de diseños de última generación.

«Estando a cargo del astillero, me preocupaba que, cuando se terminara la construcción de la serie MEKO-140 –de acuerdo al programa, en los próximos dos años–, nos quedáramos sin trabajos en la planta.

«En ese sentido, mantuvimos una reunión con los jefes de la Comisión Inspectora, integrada por parte de la Armada por el Capitán de Navío Etcheverry Serrat y por el Capitán de Navío Ingeniero Naval E. Armanino, ambos profesionales con experiencia en la construcción de buques militares. De acuerdo con mi preocupación, les sugerí que el astillero estaba en condiciones de diseñar un proyecto de corbeta similar a las MEKO pero totalmente argentinizada, dando comienzo –en base a la experiencia acumulada–, a una nueva serie de buques de ese tipo.

«Me respondieron que la Armada no tenía en sus planes continuar con la construcción de esos buques de superficie y que el proyecto más importante en ese momento era el reemplazo del ’25 de Mayo’ por un portaaviones denominado 30-30-30. Me explicaron que dicho portaaviones se llamaba así porque debía tener 30 nudos de velocidad máxima, capacidad para 30 aviones y 30.000 toneladas de desplazamiento. En ese año, el ’25 de Mayo’ estaba fuera de servicio amarrado en Puerto Belgrano.-

«Les dije que, desde mi punto de vista, la construcción de ese tipo de portaaviones era imposible que nuestro país la pudiera encarar financieramente.

«Les pregunté por qué el ’25 de Mayo’ estaba amarrado fuera de servicio cuando su gemelo el ‘Minas Gerais’ estaba totalmente activo en Brasil. Me explicaron que los problemas más importantes de nuestro portaaviones eran: la planta propulsora, la catapulta, el ascensor de aviones y las calderas. En la misma reunión les sugerí que el astillero podía estudiar la repotenciación del mismo reemplazando las turbinas de vapor por motores diesel, pensando también que los motores los construiríamos en el astillero. Por educación, no me dijeron que yo estaba loco, pero lo interpreté así por sus comentarios.

«En la siguiente reunión, donde participaron también otros oficiales de la Armada, todos mostraron su entusiasmo por el proyecto, comentando que la ventaja que teníamos era que las estructuras y el enchapado del casco estaban en muy buen estado, con espesores casi originales.

«El personal de Ingeniería del astillero –en esa epoca integrado por casi 200 profesionales de diversas especialidades y niveles–, comenzó a trabajar; ellos usaron como guía la transformación del famoso ‘Queen Elizabeth ll’ hecha en Alemania donde le reemplazaron las turbinas de vapor por una planta diesel eléctrica.

«También entramos en contacto con un importante estudio de Ingeniería Naval de Estados Unidos, especialistas en haber modernizado muchos portaaviones de la Armada de ese país; nos asistieron principalmente sobre el nuevo diseño de la planta de vapor (en este caso pasaba a ser auxiliar), la catapulta y el ascensor de aviones.

«La oficina de ingeniería trabajó mas de un año en el nuevo proyecto y el mismo tenía las siguientes caracteristicas principales:

• El desplazamiento estaba en casi 1.000 toneladas menos que el original.-

• La planta propulsora estaba integrada por 4 motores Sulzer mod V 16Z40/48 de 15.000 CV c/uno; la potencia total era de 60.000 CV (40.000 la original) la velocidad max. 28 nudos (23 nudos la original).-

• Contaba con dos lineas de eje nuevas con hélices de paso controlable. La planta de vapor era de calderas compactas de alta velocidad de generación de vapor y su principal función era alimentar a la catapulta.-

• La planta generadora de energía eléctrica se renovaba totalmente. El diseño completo de la planta propulsora, linea de ejes y helices se realizó con la asistencia de Sulzer de Wintertur, Suiza y una importante firma de cajas reductoras de Alemania.

• El costo estimado de esta transformación estaba en el orden de los 70 millones de dólares y se estimaba que el portaviones estaría en condiciones de operar con los aviones Super Ètendard y tendría un remanente de vida útil de 20 años.

En 1988, el portaaviones llegó a remolque al astillero; allí comenzamos a realizar tareas de desguace en las salas de calderas y turbinas. El contrato entre el astillero y la Armada aún no estaba firmado.

«Para firmar el contrato era necesario convencer a los altos mandos (Almirantes) de las bondades de nuestro proyecto, se llevaron a cabo diversas reuniones y finalmente se acordó una reunión cumbre donde por parte de la Armada estaban las autoridades más importantes y nosotros concurrimos asistidos por dos Ingenieros especialistas en propulsión de Sulzer y otros de Alemania. Los mismos explicaron con lujo de detalles las ventajas del proyecto, entre las que estaba el aumento de la autonomía y la mayor capacidad de transporte.

«En esa reunión la única pregunta que se realizó por parte de un alto jefe de la Armada fué porque la mayoría de los portaaviones del mundo usaban turbinas de vapor y no motores diesel. Se respondió que la mayoría eran de propulsión nuclear y de origen estadounidense, donde siempre por diversos motivos (altas potencias) prefirieron las turbinas de vapor.

«Al poco tiempo, la Armada nos informó que desistía del proyecto diesel por un proyecto de repotenciacion usando turbinas de gas de origen italiano, si mal no recuerdo ese proyecto estaba en el orden de los 350 millones de dólares. Obviamente no se hizo nada y en 1990, creo recordar, el portaviones salió a remolque para hacer su último viaje a su destino final: el desguace. Los que estuvieron contentos fueron los brasileños, dado que se les suministró gran cantidad de elementos para su portaaviones que duró en servicio unos cuantos años más.- (El ‘Minas Gerais’ estuvo en servicio hasta el año 2001)

Saludos, Ernesto Marta»

De haberse seguido el plan del ingeniero Marta, habríamos tenido portaaviones activo hasta 2015, con una fuerza de ataque antibuque de 15 aviones Super-Étendard, y bastante capacidad aérea antisubmarina por una bicoca. 

Menem prefirió que los aviones quedaran hangarados en tierra hasta su total inutilidad, y que la Armada sin portaaviones y -ésa fue la pérdida mayor- el país sin su principal astillero para grandes buques. Ya que estaba, Menem cerró e intentó vender a algunos testaferros de IRSA el astillero de submarinos de la Argentina, TANDANOR, donde quedaron sin terminar cuatro submarinos TR-1700, diésel eléctricos como el británico Onyx.

No entiendo por qué Menem se fue a la tumba sin una condecoración de Su Graciosa, una OBE, Order of the British Empire. ¿Se la dieron a los Beatles y no a semejante servidor del Imperio? 

Conozco a tres altos gorras navales que merecerían al menos la Orden de la Jarretera, si es por eso. 

Era inevitable que en las décadas siguientes, y con la complacencia de nuestra infalible cancillería, el Reino Unido reclamara el dominio efectivo de 2,6 millones de km2 del Mar Argentino.

Los tiene. Y nadie dice que se vayan a detener ahí.

Daniel E. Arias

Brasil explora y desarrolla Sistemas Navales No Tripulados

0

La Marina de Brasil realizó del 10 al 14 de noviembre pasado en la Base Naval de Aratu (Salvador, Bahía) el ejercicio ARAMUSS 2025, un hito pionero para integrar tecnologías no tripuladas en operaciones marítimas, con énfasis en inteligencia artificial, robótica y guerra de minas.


Algunos detalles del ejercicio:

Participantes y escala: Reunió a más de 2.000 personas, incluyendo autoridades militares, investigadores, estudiantes, empresas tecnológicas nacionales e internacionales (como Embraer, Senai Cimatec, Speedbird y Atech), y representantes de la academia.
También contó con la presencia de la Marina Portuguesa para fomentar la interoperabilidad y cooperación atlántica.

Actividades principales:Conferencias y exposiciones: Del 11 al 13 de noviembre, se realizaron talleres, palestras y mesas redondas sobre desafíos en sistemas autónomos, con exposiciones estáticas de vehículos no tripulados (USV, UUV, UAV).

Demostraciones prácticas: En la Bahía de Todos los Santos se probaron operaciones conjuntas entre sistemas tripulados y no tripulados. Incluyeron simulaciones de guerra de minas, vigilancia marítima, hidrografía y contramedidas asimétricas. 

Vehículos destacados: Mero (USV), Suppressor (Emgepron), LAUV Triton (Ocean Scan), VSNT (CASNav), FlatFish (Senai Cimatec) y NAURU (XMobots). Estos operaron de forma autónoma o desde centros de comando en tierra y buques.

Enfoque técnico: Se evaluó la interoperabilidad, el uso de IA para detección de objetos subacuáticos y la integración con doctrinas de la OTAN en guerra de minas.

Contexto y objetivos: Como primer experimento operativo de Sistemas No Tripulados Marítimos (MUS), ARAMUSS buscó no solo demostrar tecnologías, sino también promover alianzas y desarrollar una doctrina nacional.

El vicealmirante Gustavo Calero Garriga Pires lo describió como un «nuevo espacio de integración entre la Marina, la industria y la academia». El comandante Rodrigo Bouças, coordinador del evento, destacó su éxito en validar operaciones reales.

Conexión con otros ejercicios:ARAMUSS precedió al MINEX-25 (17-19 de noviembre), un ejercicio de guerra de minas que usó las mismas tecnologías para simular escenarios como ataques asimétricos con VSNT y exploración con LAUV.

El evento reafirma el compromiso de Brasil con la innovación en defensa marítima, posicionando a Bahía como un polo estratégico.

Redacción de AgendAR

INVAP presentó su sistema antidrones SADEM en ExpoDefensa 2025

0

Como venimos señalando desde hace años en AgendAR, los drones son, por eficaces y sobre todo por baratos, EL arma decisiva en los arsenales de las guerras que no representen un desafío existencial para Grandes Potencias. Es decir, todas las guerras que no incluyyan un riesgo de cataclismo nuclear.

La dirigencia política actual y -aparentemente- los organismos militares no parecen ser consciente de esto. Por suerte, Argentina cuenta con quienes desarrollan herramientas para la guerra moderna. Podemos no ser por completo irrelevantes, en el exigente sistema global que se está desarrollando en el siglo XXI.

A. B. F.

ooooo

Latinoamérica enfrenta desafíos crecientes en vigilancia aérea, control de fronteras, lucha contra el tráfico ilícito, gestión de emergencias y protección de infraestructuras estratégicas. En este contexto, la demanda por soluciones tecnológicas confiables y adaptadas a las realidades de la región es cada vez mayor.

En Expodefensa 2025, INVAP presenta un portafolio integrado de sistemas espaciales y de defensa diseñados específicamente para responder a estos retos regionales, combinando ingeniería de alta complejidad con experiencia operativa en entornos diversos — selva, montaña, costa y áreas urbanas.

“Diseñadas, fabricadas e integradas en la región, nuestras soluciones combinan rendimiento, robustez y transferencia tecnológica, ofreciendo capacidades estratégicas escalables a las necesidades de gobiernos y fuerzas de seguridad latinoamericanas”, expresaron a través de sus redes.

Se trata de una solución antidrones SADEM que fue presentada a nivel internacional como una respuesta integral a la creciente amenaza de las aeronaves no tripuladas comerciales y de fabricación casera. Basado en el análisis en tiempo real de emisiones de radiofrecuencia, interferencias y sensores opcionales de radar y electroópticos, el sistema está diseñado para detectar drones hostiles antes del despegue, rastrearlos en vuelo e interrumpir sus enlaces o señales de navegación cerca de bases militares, fronteras e infraestructuras críticas.

La capacidad de distinguir rápidamente un dron convencional de una plataforma hostil se convierte en un requisito operativo, y SADEM se ajusta a esta lógica al proporcionar herramientas capaces de identificar emisiones de radio incluso antes del despegue del dron. Esta detección temprana permite alertar a una estructura de defensa poco antes de una posible acción, lo que mejora la capacidad de respuesta de las unidades responsables de la protección del sitio.

La cobertura que ofrece SADEM se adapta a las necesidades gracias a su arquitectura modular. El alcance de detección depende de la configuración elegida y puede superar la distancia entre el operador y el dron, aunque las características del terreno y la aeronave influyen en el alcance real. El sistema puede desplegarse en terrenos variados, ya sea en zonas urbanas, zonas montañosas o amplios espacios abiertos. Su arquitectura permite una rápida instalación para misiones que requieren alta movilidad o, por el contrario, la integración en una red fija encargada de la monitorización de sitios sensibles. Las opciones tácticas, móviles o fijas proporcionan protección continua para bases militares, fronteras o eventos de alta visibilidad.

Las diferentes configuraciones de SADEM se basan en un núcleo tecnológico común que incluye análisis de señales en tiempo real, algoritmos avanzados de procesamiento, interferometría correlativa e inteligencia artificial. Las versiones de gama alta integran transmisores de nitruro de galio, receptores de InGaP o GaAs y un completo paquete de software que garantiza la monitorización, el registro y la operación continuos del sistema. 

Según la versión, el sistema puede utilizar antenas omnidireccionales o direccionales, capacidades de interferencia de alcance variable y una potencia de interferencia de entre 5 y 450 vatios, según las bandas utilizadas.

Las versiones más avanzadas incluyen sensores electroópticos e infrarrojos que proporcionan identificación visual complementaria. En la configuración equipada con un radar de banda X, SADEM puede detectar y clasificar drones que no emiten señal de radio. Las cámaras proporcionan observación de largo alcance con un alcance visible de hasta 8 km para drones y 12 km para un objetivo humano de tipo OTAN, mientras que la detección térmica puede alcanzar los 26 km para un dron y los 38 km para una persona. Estos sensores están conectados a cabezales rápidos de giro e inclinación, seguimiento automático y funciones de reconocimiento basadas en inteligencia artificial. El sistema funciona en modo manual o automático, responde en menos de cinco segundos y puede utilizarse local o remotamente dentro de una red segura.

Las capacidades de interferencia cubren las bandas utilizadas por drones comerciales, como las frecuencias de 2,4 GHz y 5,8 GHz, así como las señales de navegación GNSS, como GPS, Galileo, BeiDou y GLONASS. También se ofrecen opciones de suplantación de GNSS, junto con funciones de lista blanca y negra para gestionar selectivamente las frecuencias autorizadas o prohibidas. El usuario puede actualizar la base de datos integrada para seguir la evolución de los modelos disponibles en el mercado.

INVAP se posiciona como una empresa de alta tecnología que desarrolla proyectos a medida para clientes nacionales e internacionales. El creciente uso de sistemas antidrones y el creciente número de escenarios en los que se requieren estas herramientas demuestran la expansión de esta categoría de equipos. La presentación del sistema SADEM en Expodefensa 2025 ilustra esta tendencia e indica que las soluciones de detección y neutralización siguen ganando terreno, impulsadas por la necesidad de proteger infraestructuras críticas en un contexto donde las amenazas de los drones ligeros se diversifican constantemente.

Preguntas sobre una política exterior argentina en los tiempos de Trump

0

Introducción

«Los fuertes hacen lo que tienen el poder de hacer y los débiles aceptan lo que tienen que aceptar.» Tucídides (ca. 411 a.C./2000, Libros V-VIII)

El 20 de noviembre de 2025 Donald Trump compartió en Truth Social el mensaje de un seguidor que exigía ahorcar a legisladores demócratas y aseguraba que «George Washington los haría». Añadió de su puño y letra: «¡Es un comportamiento sedicioso por parte de traidores! ¡Enciérrenlos!».

Con esa sola secuencia ya tenemos el espíritu del tiempo: la superpotencia hegemónica del último siglo se desliza hacia una retórica que combina la violencia fundacional de la república con la estética del linchamiento. El mundo observa, atónito, cómo el país que durante siete décadas garantizó (o impuso) un cierto orden liberal internacional ahora exhibe, sin pudor, la posibilidad de su propia descomposición interna y, con ella, la de todo el sistema que sostuvo.

Este artículo intenta leer ese instante histórico sin pretender agotarlo. Partimos de dos postulados simples:

  1. nada en los seres humanos es “natural”; nuestra única naturaleza es la sociedad que construimos conflictivamente a lo largo de la historia (Bourdieu, Marx);
  2. la realidad social es tan compleja que solo podemos abordarla mediante drásticas simplificaciones (Morín, Moscovici).

Aceptada esa limitación, adoptamos deliberadamente el «anarquismo metodológico» de Feyerabend: no hay un único método legítimo y cada capa de la realidad exige herramientas distintas. Nuestra explicación será, pues, multicausal y multicapa, como una cebolla: al retirar una capa aparece otra de igual complejidad.

Las tres capas que alcanzamos a vislumbrar (sabiendo que no son las únicas ni necesariamente las más importantes) son:

  1. Las crisis recurrentes del capitalismo y el descubrimiento de sus límites estructurales actuales.
  2. El caos del interregno pos-unipolar: lo viejo (el mundo westfaliano y la globalización neoliberal) muere; lo nuevo (¿multipolaridad ordenada?, ¿caos?, ¿nuevo imperialismo?) no termina de nacer.
  3. Las contradicciones internas de Estados Unidos, que se expresan en el retorno del nacionalismo agresivo y en la figura de Donald Trump como síntoma y acelerador.

El resultado global es un mundo caleidoscópico y peligrosísimo, atravesado por violencias físicas y simbólicas que desbordan los aparatos de comprensión racional que Occidente tomó durante dos siglos y medio como “la” naturaleza humana. Este texto no pretende cortar el nudo gordiano, solo intenta describirlo, develar una imagen borrosa del mismo, aun sospechando que no existirá algún nuevo Alejandro que lo parta definitivamente.

Capa 1 – Las crisis recurrentes del capitalismo y el descubrimiento de sus límites estructurales actuales

El capitalismo no está muriendo por falta de crecimiento ni por la caída tendencial de la tasa de ganancia en su versión clásica. Está muriendo por su triunfo descomunal: produce demasiado, demasiado barato y con demasiado poca gente.

Desde 2007-2009 el sistema entró en una crisis estructural distinta a todas las anteriores. Lehman Brothers fue el estallido visible; la desregulación financiera de los 90 (culminada con la derogación efectiva de Glass-Steagall en 1999) fue la mecha; pero la pólvora es más antigua y más profunda.

Gracias al conocimiento científico convertido en fuerza productiva directa (automatización, robótica, inteligencia artificial), el capitalismo actual genera riqueza a una velocidad que ya no necesita a la mayoría de los seres humanos ni como productores ni como consumidores solventes. Marx lo anticipó en los Grundrisse: cuando la fuente de valor deja de ser el tiempo de trabajo vivo y pasa a ser la ciencia objetivada en máquinas, el trabajador se convierte en simple “vigilante y regulador” … y luego ni siquiera eso.

Rifkin y Mason lo actualizan: estamos entrando en un mundo donde grandes segmentos de la población son estructuralmente sobrantes. El desempleo ya no es cíclico ni sirve como ejército de reserva. Es permanente y creciente. La IA generativa destruye ahora empleos administrativos y de servicios con la misma brutalidad con que la mecanización destruyó los oficios manuales hace dos siglos. El resultado es una crisis de demanda histórica: la productividad se dispara, pero la capacidad de consumo agregado se estanca o retrocede.

La secuencia se repite desde 2008:

  1. Excedente masivo de capital sin colocación productiva rentable.
  2. Crédito barato → burbujas sucesivas (inmobiliaria, tecnológica, cripto, IA).
  3. Estallido → rescate público con deuda soberana → nueva burbuja para evitar la deflación.
  4. Mientras tanto, cada ciclo deja más población fuera del mercado laboral para siempre.

En 2025 se suma un detonante de corto plazo que acelera el incendio: el fin del carry-trade japonés. Tres décadas de tasas cero o negativas financiaron al mundo. Al normalizar su política monetaria, Japón retira liquidez global de golpe: caen los mercados, suben los rendimientos de la deuda, el dólar se fortalece peligrosamente y se prepara una recesión global de proporciones aún impredecibles.

Esta no es una crisis más dentro del capitalismo. Es la evidencia de que el capitalismo como modo de producción históricamente determinado está mutando hacia algo cualitativamente distinto. El trabajo humano deja de ser el eje de la creación y distribución de la riqueza; el conocimiento objetivado en máquinas (y pronto en inteligencias no humanas) toma ese lugar.

Lo que venga después puede ser, en teoría, maravilloso: abundancia material casi ilimitada, jornadas laborales mínimas o nulas, niveles de vida nunca vistos para la inmensa mayoría. También puede ser (y mi pesimismo antropológico me inclina a temerlo) algo moralmente horroroso según los parámetros que hoy consideramos humanos: una sociedad escindida entre una minoría que controla las máquinas y el conocimiento y una mayoría sobrante, mantenida con raciones básicas o directamente excluida, vigilada, encerrada o, en el peor caso, eliminada por innecesaria.

La historia no tiene guion escrito, pero sí tiene antecedentes claros: cada vez que un modo de producción volvió superflua a una parte significativa de la población, esa población fue tratada como desecho o como amenaza. El capitalismo tardío, con su capacidad inédita de producir sin casi trabajo humano, está a punto de repetir esa lógica a escala planetaria y con herramientas de control y destrucción que harían palidecer a cualquier tiranía del pasado.

Esa es la capa de base. Sin entender esta mutación en curso no se comprende por qué el mundo de 2025-2030 se parece cada vez más al de 1914-1939… pero con armas nucleares, cambio climático y una inteligencia artificial que ya no necesita a la mayoría de nosotros.

Capa 2: El caos del interregno pos-unipolar: lo viejo (el mundo westfaliano y la globalización neoliberal) muere; lo nuevo (¿multipolaridad ordenada?, ¿caos?, ¿nuevo imperialismo?) no termina de nacer.

Lo viejo muere, lo nuevo no termina de nacer

«La crisis consiste precisamente en que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en este interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados.» Gramsci, Cuadernos de la cárcel

En las relaciones internacionales estamos viviendo exactamente ese interregno.

Lo viejo tiene dos caras que se derrumban al mismo tiempo:

  1. El sistema westfaliano de Estados-nación soberanos (nacido en 1648) ya no controla ni sus fronteras, ni sus monedas, ni sus políticas económicas, ni sus narrativas culturales.
  2. La globalización neoliberal que iba a ser su sucesora (la “nueva Polis” que describía Samir Amín, dominada por el capital financiero transnacional y sus cinco monopolios: tecnología, finanzas, recursos, medios y armas de destrucción masiva) recibió heridas mortales entre 2001 (11-S) y 2008 (Lehman). Desde entonces agoniza sin que nadie haya logrado enterrarla del todo.

El resultado es un vacío de poder global que nadie llena.

Fukuyama anunció en 1989 el “fin de la historia” y la victoria eterna de la democracia liberal. Treinta y seis años después [actualizado a 2025], la historia ha vuelto con venganza: hipernacionalismos, guerras comerciales, guerras a secas, desdolarización acelerada, bloques regionales armados, carreras armamentistas en el Indo-Pacífico y en Europa del Este, y una potencia hegemónica (EE.UU.) que alterna entre el repliegue aislacionista y el golpe de Estado preventivo según quién esté en la Casa Blanca.

Lo nuevo que debería reemplazar al viejo no termina de nacer. Las candidatas son tres, todas problemáticas:

a) Una multipolaridad ordenada (el sueño BRICS ampliado, G-20, etc.) que requiere instituciones comunes y una mínima confianza recíproca. No existe ni lo uno ni lo otro: China y la India se miran con desconfianza, Rusia está en guerra abierta con Occidente, Brasil y Sudáfrica oscilan.

b) Un nuevo imperialismo (chino, estadounidense restaurado o híbrido) que imponga un orden por la fuerza. China no tiene todavía la capacidad militar global ni la voluntad ideológica de hacerlo; EE.UU. ya no tiene el consenso interno ni los recursos económicos para repetirlo.

c) El caos puro: fragmentación en bloques hostiles, proliferación nuclear, guerras por recursos escasos (agua, tierras raras, rutas marítimas), migraciones masivas y colapso de cadenas de suministro. Este es el escenario que, por descarte, gana probabilidad cada día.

En este vacío, los Estados recuperan agresividad porque ya no tienen nada que perder ni nada que los discipline desde arriba. Las normas del derecho internacional se convierten en papel mojado cuando la superpotencia misma las rompe sin costo (Irak 2003, Libia 2011, AUKUS 2021, Gaza 2023-2025). Los actores subestatales (megacorporaciones, fondos buitre, narcoestados, milicias) ganan autonomía. Y los ciudadanos, desprotegidos por Estados debilitados y por una globalización que ya no reparte beneficios, se refugian en identidades tribales, religiosas o nacionalistas.

Este interregno no es una “transición ordenada”. Es un período de entropía creciente en el que las reglas que funcionaron durante setenta y cinco años (1945-2020) se disuelven sin que aparezcan nuevas reglas universalmente aceptadas. Y mientras no aparezcan, vuelve a regir la ley más vieja del mundo: la que citaba Tucídides en la introducción.

Para los Estados del Sur Global —mi propio país incluido— el costo de equivocarse en este tablero es literalmente existencial. Una decisión mal calculada (elegir el bloque perdedor, firmar un tratado de libre comercio que te convierta en patio trasero de alguien, endeudarte en dólares cuando el dólar es arma de guerra, abrirle la puerta a una base militar extranjera, o simplemente quedarse quieto y esperar que pase la tormenta) puede significar, en el mejor de los casos, décadas de estancamiento y dependencia reforzada; en el peor, desmembramiento territorial, hambruna organizada, migración masiva de la propia población o directamente la desaparición como sujeto político soberano.

En este nuevo juego no hay árbitro, no hay red de seguridad y no hay segunda oportunidad. Los fuertes volverán a hacer lo que puedan; los débiles —nosotros— sufriremos lo que debamos si no acertamos con una estrategia que, por primera vez en dos siglos, no esté escrita en Washington, Bruselas o Pekín, sino en nuestras propias capitales.

La tercera capa —la descomposición interna de Estados Unidos y su traducción en política exterior trumpista— no es un fenómeno separado. Es la consecuencia lógica de las dos capas anteriores: un imperio que ya no puede sostener ni el orden global ni la cohesión interna reacciona con furia primitiva.

Capa 3. Las múltiples capas de la cebolla norteamericana.

Subcapa 1: Los peligros de la estrategia demócrata

El imperio que se mira el ombligo

El núcleo de la fractura estadounidense es la lucha por el control de Eurasia, el tablero decisivo según la geopolítica clásica. Desde Mahan hasta Mackinder y Brzezinski, la doctrina es la misma: quien domine el Heartland euroasiático y sus bordes costeros dominará el planeta. Para la élite de Washington, China no es un socio comercial algo díscolo, sino el único contendiente capaz de disputarle ese premio definitivo.

Esta obsesión no nació en los 90. Es la herencia directa del Gran Juego que, entre 1830 y 1907, enfrentó al Imperio Británico y a la Rusia zarista por el control de Asia Central: rutas comerciales, pasos de montaña, acceso al Indo y al Pacífico. El tablero es el mismo; solo cambió el color de las banderas.

Pero antes de que la élite pudiera siquiera plantearse la estrategia para contener a China, la globalización que había prometido prosperidad infinita se volvió en contra de su propio pueblo.

El shock fue múltiple y simultáneo:

· China emergió como fábrica del mundo y, en menos de dos décadas, pasó de receptor de inversiones a acreedor neto de Estados Unidos.

· Las guerras interminables en Medio Oriente (2001-2021) costaron 8 billones de dólares y devolvieron a casa ataúdes y veteranos rotos.

· Las sucesivas derrotas catastróficas —de Irak a Afganistán— destruyeron la fe en la invencibilidad estadounidense y en la capacidad de exportar democracia con bombas.

El resultado interno fue devastador.

La clase media industrial fue barrida. Las fábricas cerraron o se mudaron a Shenzhen y Dongguan. El Cinturón del Óxido —esa franja que va de Pensilvania a Illinois pasando por Ohio, Michigan y Wisconsin— se convirtió en el paisaje visible del abandono: plantas oxidadas, pueblos fantasmas, esperanza de vida en caída libre. El desempleo estructural se instaló y ya no se fue. Los hombres blancos sin título universitario —la columna vertebral histórica del país— vieron caer su expectativa de vida entre 2014 y 2017 por primera vez en tiempos de paz, gracias a lo que Case y Deaton bautizaron “muertes por desesperación”: sobredosis, suicidio, alcoholismo. El fentanilo, fabricado en laboratorios chinos y cruzado por carteles mexicanos, terminó de hacer el trabajo: alrededor de 82.000-110.000 muertos al año [ajustado por datos CDC 2025], una guerra civil lenta que ningún presidente declara.

Al mismo tiempo, la frontera sur se volvió porosa. Millones de migrantes —muchos de ellos población sobrante de sus propios países, expulsada por la misma lógica de automatización y concentración de riqueza que ya describimos— llegaron buscando los empleos que los estadounidenses ya no querían o ya no existían. El encuentro fue explosivo: comunidades blancas en declive que se sentían reemplazadas en su propio territorio por otros que, paradójicamente, también eran víctimas del mismo sistema. El resentimiento no era solo económico; era existencial. El “sueño americano” —trabajo duro = ascenso social— había muerto, y nadie ofrecía uno nuevo.

Esta combinación tóxica —desindustrialización, derrotas militares, epidemia de opioides, migración masiva— creó una sociedad partida en dos: una minoría cosmopolita, educada y conectada al mundo (costas, grandes ciudades) que seguía beneficiándose de la globalización, y una mayoría interior que se sentía traicionada, olvidada y humillada por sus propias élites.

Solo en ese caldo de cultivo pudo surgir la pregunta estratégica que hoy divide a Washington: ¿cómo contener a China cuando tu propio país se está desmoronando por dentro?

La respuesta dominante —la que hegemonizó la política exterior de Clinton, Bush hijo (segundo mandato), Obama y Biden— fue la siguiente: primero había que debilitar a Rusia, repetir en Eurasia el guion que tan bien funcionó en Yugoslavia (1991-1999): fragmentar una federación multiétnica, crear estados clientes en sus bordes y aislar geopolíticamente a Moscú para que no pueda servir de retaguardia continental a Pekín.

Esta estrategia se fundamenta en la lectura más agresiva de Mackinder y Brzezinski: si se rompe el Heartland ruso, China queda expuesta en sus flancos norte y oeste, convertida en una potencia marítima vulnerable, rodeada por aliados estadounidenses desde Japón hasta la India. La expansión de la OTAN al Este (1999: Polonia, Hungría, República Checa; 2004: países bálticos, Rumania, Bulgaria; 2008: promesa formal de membresía a Ucrania y Georgia en la cumbre de Bucarest) no fue un proceso inocente de “ampliación democrática”. Fue la construcción deliberada de un cordón sanitario que acercara la frontera de la alianza atlántica a 150 km de San Petersburgo y a 400 km de Moscú, exactamente el mismo movimiento que Londres intentó (y fracasó) contra la Rusia zarista en el siglo XIX.

Think tanks cercanos al Partido Demócrata elaboraron la hoja de ruta. El Center for a New American Security (CNAS) y el Atlantic Council publicaron, entre 2016 y 2022, informes y mapas que mostraban escenarios de “descentralización” o “federalización forzada” de la Federación Rusa: un Cáucaso independiente, un Lejano Oriente autónomo, una Siberia rica en recursos, pero desconectada de Moscú. El Carnegie Endowment for International Peace (2022) llegó a incluir mapas explícitos de una Rusia fragmentada en cinco o seis entidades para “impedir la formación de una coalición eurasiática antioccidental”. El objetivo táctico nunca se ocultó del todo: debilitar a Rusia primero para enfrentar a China después con el flanco europeo asegurado.

Dos voces realistas de peso advirtieron que esa estrategia era suicida. Henry Kissinger, en múltiples artículos y entrevistas entre 2014 y 2023, repitió que tratar a Rusia como una potencia regional derrotada la empujaría inevitablemente a los brazos de China, creando exactamente la coalición que Brzezinski consideraba “el escenario más peligroso”. John Mearsheimer, en su célebre artículo de 2014 y en decenas de conferencias posteriores, fue más contundente: “Occidente está provocando a Rusia hacia una guerra que no puede ganar militarmente, pero que sí puede hacer perder a Ucrania y fracturar a Europa; el resultado será una Eurasia más unida contra nosotros, no más dividida”.

La historia les dio la razón más rápido de lo que imaginaban. La invasión rusa de Ucrania en 2022 no fue el comienzo de la confrontación, sino su consecuencia previsible. Y la respuesta occidental —sanciones masivas, rearme europeo, envío de armas— solo aceleró la alianza Moscú-Pekín que se pretendía evitar.

Lo que comenzó como una disputa estratégica entre élites se ha convertido en una fractura política y social dentro de Estados Unidos mismo. La próxima subcapa de esta cebolla mostrará cómo esa grieta atraviesa clases, regiones y generaciones, y cómo la reacción nacionalista —encarnada hoy en el retorno de Trump— es la respuesta interna a un proyecto imperial que ya no puede pagar sus cuentas ni convencer a su propia población.

Subcapa 2: Las contradicciones e imposibilidades de Trump

Este caldo de cultivo explica el fenómeno Trump: un movimiento que canaliza el resentimiento visceral de la población sobrante —ese Homero Simpson desempleado, o el obrero del Cinturón del Óxido que ya no sueña con ascenso social, sino que vive la pesadilla de un «sueño americano» convertido en deuda perpetua, fentanilo y fronteras porosas—. Su sujeto electoral no es un bloque homogéneo de élites o ideólogos puros, sino una masa desarraigada que ve en Trump no un salvador coherente, sino un ariete contra el sistema que los devoró. Detrás de este emergente político, sin embargo, se esconde un ramillete de posicionamientos ideológicos internos en guerra permanente, un Frankenstein político que explica las imposibilidades estructurales del segundo mandato: un gobierno que promete «drenar el pantano» pero termina ahogándose en sus propias contradicciones.

El trumpismo arrastra, en primer lugar, a los republicanos tradicionales: pragmáticos aislacionistas que comparten con los demócratas la visión de China como amenaza estructural, pero que prefieren una contención quirúrgica —aranceles selectivos, alianzas ad hoc— sin los excesos de la guerra fría recargada. Son los herederos de Eisenhower o Nixon: un Estado eficiente para el comercio y la defensa, no para aventuras morales o intervenciones humanitarias disfrazadas de imperialismo.

Luego vienen los neoconservadores clásicos, los halcones de la era Bush que creen en un Estado fuerte y expansivo como motor de la grandeza americana. Para ellos, el keynesianismo no es un pecado, sino una virtud si se motoriza con guerra permanente: un leviatán que gasta billones en complejos militares-industriales para generar empleo en los estados rojos, proyectar poder global y «exportar democracia» a bombazos. Ven en la OTAN un baluarte sagrado, en China un enemigo que exige no solo tarifas, sino portaaviones en el Estrecho de Taiwán y apoyo incondicional a Israel o Ucrania. El retiro caótico de Afganistán fue, para ellos, una traición; DOGE, un capricho que socavaba la «gran estrategia» imperial.

En el extremo opuesto, y en profunda contradicción con los neocons, pululan las nuevas derechas libertarias y tecnológicas —un enjambre de Silicon Valley que venera a Ayn Rand como profeta del egoísmo racional y encuentra en pensadores «nuevos» como Peter Thiel (el inversor que financió a Trump mientras soñaba con ciudades-estado flotantes y monedas privadas), Curtis Yarvin (el neorreaccionario que aboga por «reiniciar» la democracia con CEOs como reyes absolutos) y figuras paradigmáticas como Elon Musk (el transhumanista que prioriza Marte sobre Detroit) y Sam Altman (el CEO de OpenAI que acelera la IA para «salvar» el capitalismo, pero que ya condena a millones a la obsolescencia). Estos ven al Estado no como motor de poder, sino como un tumor burocrático que ahoga la innovación: odian los impuestos que financian guerras eternas, desprecian la OTAN como un club de parásitos europeos y sueñan con un «America First» que signifique criptomonedas libres, regulaciones cero y un gobierno reducido a un árbitro mínimo para que las élites tecnológicas reorganicen el mundo a su imagen.

Esta contradicción es letal y ya ha hecho eclosión en el segundo mandato de Trump. Los neoconservadores empujan por más gasto en defensa —$1.01 billones para el Pentágono en 2026, con énfasis en bases en el Indo-Pacífico y apoyo incondicional a aliados—, mientras los libertarios reclaman tijeretazos masivos al Estado: recortes a la ayuda exterior que han causado, según estimaciones independientes, cientos de miles de muertes en el Sur Global [recortes en la USAID habrían implicado la muerte de 300.000 niños], y una desregulación que deja a la población sobrante sin red de seguridad alguna. El choque estalló en la creación y colapso del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), el experimento libertario por excelencia: Musk, co-líderando con Vivek Ramaswamy, prometió ahorrar $2 billones cortando «fraude y burocracia» con una sierra mecánica simbólica, instalando ingenieros jóvenes (de 25-30 años) de Tesla y SpaceX en agencias federales y despidiendo a alrededor de 200.000 funcionarios en meses. Pero DOGE se convirtió en un caos: brechas de seguridad en datos sensibles (incluyendo información personal de millones de americanos), demandas por abuso de poder y un costo neto de $21.7 billones según el Office of Management and Budget, mientras los neocons lo veían como un sabotaje a la «gran estrategia» imperial.

El retiro de Musk en mayo de 2025 fue el clavo final. Tras una pelea pública con Trump —Musk arremetió en X contra recortes a subsidios para vehículos eléctricos que beneficiaban a Tesla, y criticó el «One Big Beautiful Bill» como un despilfarro que aumentaba el déficit y socavaba DOGE; Trump lo llamó «ingrato» en un mitin—, el magnate abandonó Washington, dejando el DOGE huérfano y disuelto en noviembre, ocho meses antes de su mandato original hasta julio de 2026. Según el director de la Office of Personnel Management, Scott Kupor, DOGE «ya no existe» como entidad centralizada; sus funciones se dispersaron en otras agencias, sus empleados huyeron o fueron reubicados, y lo que quedó no fue eficiencia, sino un limbo: demandas judiciales por violaciones de privacidad, denunciantes manifestando accesos ilegales a datos sensibles y una lección brutal sobre la incompatibilidad entre el keynesianismo bélico de los neocons y el anarcocapitalismo de los tech-libertarios.

Trump, pragmático como siempre, navega entre ambos: nombra a halcones como Marco Rubio en Exteriores para contentar a los intervencionistas, pero deja que Thiel y Yarvin susurren al oído sobre «reinicios» tecnológicos que ignoran las guerras ajenas. Esta subcapa política contradictoria explica por qué la política exterior trumpista es errática: un día amenaza con aranceles del 60% a China y alianzas con Putin; al siguiente, envía portaaviones al Estrecho de Taiwán y veta la desintegración de la OTAN. El imperio ya no dicta reglas coherentes porque su alma está partida: los unos quieren un Estado guerrero que proyecte poder; los otros, un Estado mínimo que libere al «homo economicus» de las cadenas fiscales. Y en medio, la población sobrante —ese Simpson enfurecido— aplaude el espectáculo, sin saber que ambos bandos lo ven como colateral prescindible en su lucha por el futuro.

Conclusión (o la ausencia deliberada de ella)

No hay conclusión posible, porque en este interregno nada concluye: el capitalismo sigue mutando sin saber hacia qué monstruo o maravilla, el orden mundial se deshace sin que nadie logre armar uno nuevo, y el imperio que durante setenta y cinco años escribió las reglas del juego ahora ni siquiera puede ponerse de acuerdo consigo mismo sobre si quiere seguir jugando o quemar la mesa. Los fuertes volverán a hacer lo que puedan; los débiles —nosotros— sufriremos lo que debamos si no encontramos, rápido y por nuestra cuenta, una estrategia que no dependa de Washington, Bruselas ni Pekín. Y mientras tanto, en este mundo sin árbitro ni red de seguridad, solo queda una pregunta que resuena como un eco infantil y trágico a la vez:

¿Y ahora quién podrá defendernos?

Lic. Hugo Villanueva

Profesor de Relaciones Internacionales, Universidad Champagnat (Mendoza), Universidad Nacional de Cuyo

Mandioca misionera: La soberanía del bioplástico, sin resinas importadas

0

No es un dato menor. Mientras la agenda pública se distrae con debates superficiales, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), nuestro buque insignia en ciencia y tecnología, avanza silenciosamente en la construcción de una soberanía material. En esta oportunidad, de la mano de la empresa misionera Plastimi SRL, se está desarrollando una tecnología que podría cambiar la matriz de importación de bioplásticos en nuestro país, utilizando un recurso tan nuestro como el almidón de mandioca.

Digamos todo: hoy Argentina depende de la importación de resinas biodegradables. Sí, se compran de Europa, generalmente a base de almidón de maíz, para satisfacer una demanda creciente. Esta dependencia no solo implica una salida de divisas significativa, sino que también nos ata a cadenas de suministro externas y tecnologías que no son propias. La iniciativa conjunta entre el CONICET y Plastimi SRL viene a desafiar este esquema, proponiendo un camino hacia la autoabastecimiento con materia prima nacional y tecnología desarrollada en casa.

El corazón del proyecto reside en la capacidad de nuestros investigadores para innovar. Mientras los bioplásticos comerciales a nivel global se basan en almidones de papa o maíz, este equipo argentino está apostando por el almidón de mandioca. Y esto, hay que subrayarlo, no es un detalle menor. La mandioca es un cultivo de profunda arraigo en Misiones, con un impacto social y económico directo en pequeños y medianos productores de la región. «Buscamos generar un desarrollo regional que le dé valor agregado a la materia prima de nuestra propia provincia», señaló con acierto ‘Cuenca’, uno de los participantes clave en este esfuerzo. Esa frase encierra la esencia de lo que debería ser nuestra política de desarrollo productivo: agregar valor, generar empleo y asegurar independencia.

El camino no es nuevo en su concepción. En 2021, el Programa de Investigación Científica y Tecnológica Aplicada (PICTA) ya sentaba las bases para este tipo de sinergias. Lo que vemos hoy es la materialización de esa visión. La conjunción de la capacidad científica del CONICET para desentrañar los secretos de la materia y el know-how industrial de Plastimi SRL —una empresa con trayectoria en la fabricación de envases y con un historial de colaboración con grupos científicos locales— es la fórmula que necesitamos potenciar. No se trata solo de hacer bolsas biodegradables que contaminen menos, que ya es un objetivo loable. Se trata, fundamentalmente, de dejar de importar y de poner a trabajar a nuestra ciencia y a nuestra industria en beneficio propio, generando tecnología transferible y adaptada a nuestras condiciones.

Los beneficios son múltiples y estratégicos. Por un lado, una reducción sustancial de los costos de producción al reemplazar insumos importados por materia prima local. Por el otro, una disminución palpable del impacto ambiental, lo que nos posiciona mejor en un contexto global donde la sostenibilidad es una divisa cada vez más valiosa. Pero, por sobre todo, es un paso firme en la dirección de la soberanía tecnológica e industrial, un objetivo que ‘Agenda R Web’ siempre ha puesto en el centro del debate nacional. Este desarrollo nos obliga a mirar la capacidad instalada que tenemos, en CONICET y en nuestras PyMEs, para resolver problemas complejos y generar riqueza en casa.

Impacto para la Argentina

Este desarrollo entre CONICET y Plastimi SRL es un faro que ilumina el camino correcto para Argentina. Primero, en materia de sustitución de importaciones: cada tonelada de resina bioplástica que se produzca con almidón de mandioca en Misiones es una tonelada menos que se importa de Europa, con el consecuente ahorro de divisas. Esto es crucial para nuestra economía, que siempre pugna por equilibrar su balanza comercial. Segundo, y no menos importante, es la generación de valor agregado en origen. La mandioca, un producto primario, se transforma en un material de alta tecnología. Esto no solo beneficia a los productores de Misiones con una demanda sostenida y con mejores precios, sino que también impulsa toda una cadena de valor regional, desde el campo hasta la fábrica.

Para INVAP, para ARSAT, y para cada PyME innovadora en el país, este proyecto debería ser un modelo a seguir. Demuestra que la vinculación público-privada es el motor más eficaz para la innovación productiva. Nuestro CONICET, lejos de ser un mero centro de conocimiento abstracto, se reafirma como un activo estratégico fundamental para la soberanía tecnológica. En un país con tantas urgencias, invertir en ciencia aplicada que resuelve problemas concretos y genera riqueza genuina, es la inversión más inteligente que podemos hacer. Es la demostración práctica de que el Estado, con sus capacidades de investigación, puede ser el gran articulador de un modelo de desarrollo que nos saque de la dependencia y nos impulse hacia la autonomía productiva.

Redacción de AgendAR

El acuerdo EE.UU.-Argentina: qué pasará con los medicamentos y la industria farmacéutica local

0

El acuerdo que se está negociando entre Argentina y Estados Unidos reabrió un debate que atraviesa economía, salud y desarrollo: el de la propiedad intelectual (PI) en la industria farmacéutica. El tema puede parecer técnico, pero sus efectos son concretos: definen cuánto tiempo dura el monopolio del que desarrolla un medicamento y si hay lugar para la competencia una vez vencida la patente.

En Argentina, un país con un entramado farmacéutico robusto –uno de los sectores más dinámicos de la industria nacional, salarios superiores al promedio manufacturero, fuerte orientación a investigación y desarrollo, y un perfil productivo que combina empleo calificado y capacidades científicas difíciles de replicar–, los cambios en materia de patentes pueden redefinir la estructura competitiva y el acceso a tratamientos esenciales. El sector explica 4% del Valor Agregado Bruto industrial y 3,4% del empleo industrial, indicadores que muestran un peso relativo mayor al de muchas otras ramas manufactureras.

Qué plantea el acuerdo

Entre sus capítulos, el acuerdo incluye cambios en materia de propiedad intelectual, que básicamente es el sistema que define quién puede producir un medicamento y por cuánto tiempo. Estados Unidos busca extender y reforzar esas protecciones, especialmente en el caso de las patentes secundarias, porque eso les garantiza a sus empresas más años de exclusividad y menos competencia temprana en otros países.

En la industria farmacéutica existen dos grandes tipos de patentes:

●       Patentes primarias: protegen el principio activo original. Es decir, es el desarrollo de un medicamento nuevo.

●       Patentes secundarias: protegen nuevas formulaciones, dosis, formas de liberación o nuevos usos. A veces introducen cambios importantes, pero en muchas otras ocasiones los cambios pueden ser menores, como un nuevo sabor o un nuevo tamaño en un mismo producto. 

Las patentes secundarias son el terreno más controvertido. A veces representan mejoras reales, pero otras constituyen una estrategia conocida como evergreening: cuando un laboratorio utiliza variantes menores para extender artificialmente la exclusividad de un medicamento cuya patente principal está por vencer. En la práctica, esto demora la competencia y mantiene precios altos por más tiempo.

La advertencia no es teórica. Un estudio reciente de FIEL estimó que, si Argentina hubiera aceptado las solicitudes de patentes secundarias presentadas desde 2012, el país habría enfrentado un incremento del 139% en el gasto en medicamentos entre 2021 y 2023, equivalente a un costo adicional anual de 2.214 millones de dólares.

Argentina cuenta, desde 2012, con una guía específica que restringe la patentabilidad de variantes menores y limita la posibilidad de otorgar patentes secundarias sin justificación sólida. Esa regulación –amparada por las flexibilidades del acuerdo internacional ADPIC– fue decisiva para que la industria local pudiera competir, producir, abastecer el mercado y sostener precios más accesibles en un sector altamente concentrado.

Qué está en juego

Ceder esa excepción sería un retroceso. Reduciría el margen regulatorio que permitió construir un entramado productivo propio y consolidar capacidades que hoy sustentan empleo calificado, desarrollo científico y producción local.

Si el país adoptara un estándar más estricto en patentes secundarias:

●      Se retrasaría la entrada de genéricos y biosimilares, claves para bajar precios.

●      Se elevarían los costos del sistema de salud (obras sociales, prepagas, PAMI, Estado).

●      Se achicaría el margen competitivo de los laboratorios que producen en el país.

●      Se limitaría el espacio para políticas industriales, incluyendo la producción de biosimilares, vacunas y medicamentos de alto costo, y el uso de herramientas como el Compre Nacional y la orientación del gasto público en ciencia y tecnología hacia desarrollos locales.

Todas estas líneas son centrales en la agenda de desarrollo productivo del país.

Si bien se mencionan posibles beneficios –como mayor previsibilidad o nuevas oportunidades de cooperación tecnológica–, sus impactos son difusos, y no está claro que una ampliación de patentes secundarias genere más innovación en Argentina. La evidencia internacional no muestra que flexibilizar estos criterios impulse capacidades propias en economías de desarrollo medio.

La experiencia reciente –desde la pandemia hasta la producción local de medicamentos biotecnológicos– muestra que Argentina tiene capacidades que vale la pena preservar y ampliar. En ese contexto, ceder en patentes secundarias no sólo afectaría precios y acceso, sino que implicaría retroceder en el esquema que permitió construir una industria competitiva y científicamente sofisticada.

Más allá de las leyes, lo que realmente está en juego es el grado de autonomía que conserva el país para interpretar los criterios de patentabilidad. El acuerdo sobre los ADPIC no define qué debe entenderse por novedad, altura inventiva o aplicación industrial: deja ese margen a cada Estado. La Argentina utilizó ese espacio en 2012 para establecer, mediante una resolución conjunta hoy judicializada, un estándar riguroso que evita conceder patentes por modificaciones triviales que no constituyen innovación genuina. Ese criterio permitió limitar el evergreening, fomentar la competencia y resguardar un equilibrio entre salud pública, acceso y desarrollo productivo. Cualquier compromiso internacional que restrinja ese margen interpretativo –aunque no modifique la Ley de Patentes– implicaría, en los hechos, retroceder en soberanía regulatoria y abrir la puerta a una mayor concentración y a precios más altos.

La clave será que los compromisos internacionales no limiten la posibilidad de seguir combinando política sanitaria, política industrial y soberanía tecnológica. En un sector tan sensible y estratégico como el de los medicamentos, ese equilibrio define los precios, el acceso y el futuro del desarrollo productivo argentino.

Martín Alfie

Argentina concreta su 1ra. exportación de trigo a China: 107.000 toneladas

0

Argentina ha completado la primera serie de exportaciones de trigo hacia la República Popular China. Este envío histórico, un total de 107.000 toneladas del cereal, partirá en diciembre de 2025. La operación marca la culminación de ocho años de negociaciones y abre un nuevo mercado para el trigo argentino.

Los primeros embarques se distribuirán en tres despachos. El gigante chino de agronegocios COFCO operará un envío de 65.000 toneladas desde el puerto de Timbúes, en el Gran Rosario. Desde Bahía Blanca, Cargill despachará 20.000 toneladas a bordo del buque Obsession, y 22.000 toneladas en el Anastasia K. Otra fuente menciona a Bunge como operadora del embarque de 20.000 toneladas. El Obsession zarpará el 12 de diciembre, y el Anastasia K lo hará el 23 de diciembre de 2025.

Este comercio se concretó tras un proceso que incluyó la aprobación de las autoridades sanitarias chinas en octubre de 2023, y la habilitación formal para exportar en enero de 2024. El Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) lideró las negociaciones. Las compañías argentinas ahora figuran en el Sistema Online de Registro Cuarentenario de Establecimientos de la Administración General de Aduanas de China (GACC).

China impone requisitos fitosanitarios estrictos para el trigo, incluyendo límites precisos para agroquímicos de poscosecha. Además, no acepta la presencia de transgénicos en el cereal. El país asiático, el tercer importador mundial de trigo en 2022 con 10 millones de toneladas valoradas en US$3.800 millones, busca asegurar su abastecimiento. Sus principales proveedores fueron Australia (5,7 millones de toneladas) y Canadá (1,8 millones de toneladas) en 2022. Para el ciclo 2025/2026, China proyecta importar al menos 6,0 millones de toneladas de cereal, priorizando la importación de grano para su procesamiento interno.

Argentina proyecta exportar 17,5 millones de toneladas de trigo en 2025, con una cosecha estimada de 17,6 millones de toneladas para la campaña 2024/2025. Esta sería la cuarta mejor cosecha de los últimos 15 años. En contraste, las exportaciones de trigo en 2023 alcanzaron aproximadamente 3 millones de toneladas, generando US$1.050 millones, un valor afectado por la sequía. En 2022, las exportaciones fueron de 14 millones de toneladas, valoradas en US$4.315 millones.

El contexto global muestra una sobreoferta de trigo, impulsada por buenas producciones en la Unión Europea y Rusia. Esto provocó una caída del precio internacional a US$160 por tonelada en noviembre de 2025, el nivel más bajo desde 2019. El valor FOB (Free On Board) del trigo argentino se mantiene en US$180 por tonelada. Esta diferencia implica una pérdida potencial de US$20 por tonelada para los exportadores argentinos. Si se aplica a 8 millones de toneladas, la pérdida ascendería a US$160 millones. La cosecha global de trigo para la campaña 2025/2026 se proyecta en 825 millones de toneladas. La competitividad del trigo argentino en el mercado mundial se atribuye a problemas climáticos en la competencia y una calidad razonable en Argentina, lo que abre posibilidades en mercados como el norte de África y el sudeste asiático.

Redacción de AgendAR

Grupo México Transportes se interesa en la privatización de Belgrano Cargas

0

El gobierno avanza en el proceso de privatización de sus líneas de trenes de carga estatales. Belgrano Cargas y Logística (BCyL), conocida como Trenes Argentinos Cargas, es el principal objetivo de esta iniciativa. Grupo México Transportes (GMXT), un actor ferroviario internacional, ha expresado interés en la operación.

El consorcio mexicano anticipa una inversión superior a los 3.000 millones de dólares si obtiene las concesiones del Belgrano Cargas y San Martín, o potencialmente las seis líneas de transporte de cargas de Argentina. GMXT, antes conocido como Ferromex, posee 27 años de experiencia en el sector. Opera el ferrocarril más grande de México y la mayor línea de Florida en Estados Unidos. Su socio es Union Pacific, el mayor ferrocarril de carga del mundo. GMXT gestiona más de 100 millones de toneladas de carga anualmente a nivel global.

A nivel nacional, al menos cinco cerealeras argentinas —Bunge, Louis Dreyfus Company, Cargill, ACA y Aceitera General Deheza (AGD)— preparan una propuesta conjunta. Empresas mineras también han mostrado interés. La Agencia de Transformación de Empresas Públicas, dependiente del Ministerio de Economía y liderada por Diego Chaer, gestiona el proceso.

La privatización de BCyL se aprobó por el Decreto 67/2025, enmarcado en la Ley Bases. El modelo contempla una desintegración vertical de la empresa. Las vías férreas y terrenos aledaños se concesionarán mediante licitaciones públicas nacionales e internacionales, manteniendo el Estado la propiedad de los activos. El material rodante, que incluye locomotoras y vagones, se venderá a través de remate público. Los talleres ferroviarios también se concesionarán.

Un fideicomiso utilizará los fondos de la venta del material rodante para financiar obras en las vías concesionadas. El período de concesión se extenderá por 50 años. El Gobierno inicialmente propone un modelo de «acceso abierto» para las vías, permitiendo el uso a diferentes operadores. GMXT, sin embargo, prefiere un control total sobre las vías.

La Oficina del Presidente anunció oficialmente la privatización a fines de octubre de 2024. El Gobierno planea lanzar la licitación entre fines de noviembre o principios de diciembre de 2025. La adjudicación de los contratos se espera para marzo de 2026. Belgrano Cargas SA opera las líneas Belgrano, San Martín y Urquiza desde 2013.

El Gobierno busca inversiones mínimas de 900 millones de dólares para las vías, trenes y talleres de las líneas Belgrano, San Martín y Urquiza. En 2023, Belgrano Cargas SA registró un déficit operativo de 65.057 millones de pesos. El transporte ferroviario de carga en Argentina movilizó 19 millones de toneladas en 2023. Belgrano Cargas SA, abarcando las líneas Belgrano, San Martín y Urquiza, controla el 37% del mercado ferroviario de cargas del país. La línea San Martín representa el 20%, la Belgrano el 14% y la Urquiza el 3%. La compañía cuenta con 4.377 empleados.

La infraestructura del Belgrano Cargas abarca 7.600 kilómetros de vías en 17 provincias argentinas. La línea Belgrano conecta los puertos del Gran Rosario con el norte argentino. La línea San Martín atraviesa Buenos Aires, La Pampa, Mendoza, San Luis y el sur de Córdoba. Mejoras previas, como las de 2018, permitieron la operación de trenes de 70 vagones y 4.000 toneladas. La renovación total del Belgrano Cargas implicó una inversión de 2.900 millones de dólares, incluyendo 107 locomotoras y 3.500 vagones nuevos. El Belgrano Cargas se considera estratégico por su potencial de rentabilidad, atravesando zonas de producción agrícola y minera.

Redacción de AgendAR

Guardianes de la cultura: Cómo se cuidan las obras y objetos patrimoniales

0

Un cuadro, un libro, una película o un juguete tienen, además de materialidad, una historia. Todos dicen algo de la época en la que fueron creados y conservan aspectos culturales de la sociedad en la que habitaron. Por eso, muchos de ellos son considerados como parte del patrimonio social y cultural, y por eso también se vuelve necesario preservarlos en buen estado, para que las generaciones futuras también puedan accede a ellos y a todo su valor.

Quienes se ocupan de esa tarea son los conservadores y restauradores, dos oficios que se ocupan de cosas distintas: los primeros cuidan el entorno en el que se encuentran las obras u objetos a conservar, como las temperaturas, la iluminación y posibles plagas que puedan afectarlas; mientras que los segundos intervienen las obras para limpiarlas o repararlas. Pero a todos se los suele conocer como “conservadores”.

“Todo lo que hacemos tiene que perdurar lo más posible en el tiempo. Es difícil en esta época del consumo y el descarte, pero hay que conservar el patrimonio porque es nuestro, es lo que nos dejaron y lo que les vamos a dejar a los que siguen”, dice Damasia Gallegos, directora del Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales (TAREA) de la Escuela de Arte y Patrimonio de la UNSAM, y explica que la figura del conservador dentro del museo es algo “relativamente nuevo”, sobre todo en América Latina.

“En Europa y en Estados Unidos también, aunque a fines del siglo XIX y principios del siglo XX ya se incorporan ciertas pautas, como la mínima intervención y reversibilidad en los materiales, que implican que hay que intervenir lo menos posible y usando materiales que hayan sido probados y puedan ser removidos”, explica Gallegos, que decidió dedicarse a esto luego de visitar un museo en Estados Unidos, en el cual había obras que habían sido “intervenidas”. “Cuando volví al país, comencé a averiguar, pero no existía la carrera en ese momento. Entonces, entré en el taller particular de Néstor Barrio, que luego fue director de TAREA, que ofrecía una suerte de curso de cinco años al que solo entrábamos cinco personas”. Gallegos también se capacitó en Roma (Italia) durante un año y participó en diversos talleres.

En la EAyP no solo se dicta la Licenciatura en Conservación y Restauración del Patrimonio Cultural; también se pueden cursar una especialización y dos maestrías vinculadas a estos temas. Además de la parte artística, estas propuestas educativas incluyen aspectos más técnicos, como ciencia de los materiales, química y biología, y también cuestiones vinculadas con las ciencias sociales, como la historia y la antropología.

“Tomamos muestras de las pinturas y las analizamos para saber de qué materiales están compuestos. Además, evaluamos los materiales y vemos cómo envejecen, y corroboramos que los materiales agregados en la restauración no perjudiquen la obra”, detalla Gallegos, y agrega que, además de estudiar distintas materialidades, las carreras ofrecen conceptos de base que sirven a la hora de trabajar sobre cualquier material. “Quienes cursan saben que tienen que estudiar el contexto y documentar, que es muy importante la historia del arte y que también es muy importante la ciencia, porque al conocer los materiales constitutivos, se puede trabajar en función de eso y tomar mejores decisiones”.

Hoy, muchxs graduadxs de estas carreras están trabajando como conservadorxs o restauradorexs en distintas instituciones de la ciudad y la provincia de Buenos Aires. Entre ellxs, Carlos Gómez, conservador en el Museo del Juguete de San Isidro; María Eugenia Da Re, conservadora en la Biblioteca Nacional; y Martina Soccimarro, conservadora en el Museo Lumiton, en Vicente López.

La vida es juego

A Carlos Gómez siempre le gustaron los juguetes, los colecciona desde que comenzó a sentirse grande como para jugar con ellos, pero nunca imaginó que se ganaría la vida cuidando que no se deterioraran con el paso del tiempo. De hecho, a la hora de elegir qué estudiar pensó en su otra pasión y comenzó a cursar el Profesorado en Artes, en Mercedes, su ciudad natal, hasta que lo llevaron a recorrer un museo y se encontró con dos restauradoras en acción. “Me pareció tan increíble verlas con sus delantales, explicándonos, limpiando la escultura, volviéndole a dar vida al objeto, que dije ‘Me parece que esto es lo mío’. En ese momento, ni siquiera imaginaba que los juguetes debían conservarse”.

Carlos terminó la Licenciatura en Conservación y Restauración del Patrimonio Cultural en 2021 y hoy es el único encargado de la conservación de la colección del Museo del Juguete de San Isidro, una institución municipal que se propone promover los derechos infantiles, con particular énfasis en el derecho al juego.

“Este museo es muy particular porque es un museo vivo: tiene los juguetes de la colección, que están en vitrinas, pero en cada sala también hay propuestas para jugar con juguetes que no son de la colección”, cuenta Gómez y detalla que allí él se ocupa del manejo del inventario, de recibir donaciones y de la restauración de los juguetes, las veces que sea posible y necesario. Para eso, tiene que estar continuamente investigando y analizando las distintas materialidades sobre las que le toca trabajar, entre las cuales hay, por ejemplo, madera, plástico, tela, cerámica, vidrio y plomo.

“Para mí, el juguete es un objeto cultural y patrimonial, tiene mucho diseño detrás. Por ejemplo, una muñeca, ¿qué tela va a tener?, ¿por qué?, ¿qué estampado?, ¿qué pelo?, ¿hasta dónde?, ¿qué color de ojos? Pasan muchas cosas en un juguete, y ni hablar en algo impreso como un juego de mesa”, reflexiona Gómez.

Por otro lado, lo que más valora de su formación en UNSAM es que no solo le dio conocimientos sobre los materiales y cómo tratarlos, también le permitió desarrollar un criterio profesional sólido: “a la hora de encarar un objeto para restaurarlo, nos dio el criterio para definir por qué restauraríamos tal o cual cosa”, afirma Gómez y agrega que esto es crucial ya que toda intervención es un cambio en el objeto y debe estar justificada.

Leer entre Exlíbris

María Eugenia Da Re siente que la profesión la eligió a ella. “Nunca tuve ese pensamiento de que en diez años quiero dedicarme a tal o cual cosa, yo estoy hoy”, afirma Da Re, que se guía por las cosas que la hacen sentir bien de manera cotidiana y cuando las encuentra se apasiona, quiere saber más y no duda en proyectar a largo plazo. Así fue creciendo su vocación y eso fue lo que le ocurrió cuando decidió estudiar la Licenciatura en Conservación y Restauración del Patrimonio Cultural en UNSAM.

En ese entonces, ya trabajaba como conservadora en la Biblioteca Nacional, pero para cumplir con los requisitos de ingreso estudió un año en otra universidad hasta que logró ingresar a la carrera, en 2017. “Empecé a trabajar como en este mundo en la legislatura, cuando se inundó en el 2012, como voluntaria”, aclara Da Re y comenta que como había estudiado en un colegio técnico en arte conocía técnicas de encuadernación y eso le permitió quedar trabajando en la legislatura, en la restauración de libros dañados, adonde se desempeño hasta 2014, que pasó a la Biblioteca Nacional.

“Así que hasta el año pasado, que entré al Tesoro, estuve un poco en restauración y un poco en conservación preventiva dentro de la biblioteca”, afirma Da Re y detalla que en esa institución, además de trabajar en papel también lo hace sobre otros materiales como cuero, tela e incluso madera y metales. “En el tesoro hay de todo, ahí está lo más antiguo e importante de la institución, que pueden ser fotos o mapas antiguos, muebles, cuadros, esculturas, libros con distintos materiales de encuadernación y otros objetos”, detalla la especialista y afirma que, por ejemplo, allí está el escritorio y una pluma del ex presidente Raúl Alfonsín y cuadros de Antonio Berni.

Además, agrega que hay libros antiguos que han sido digitalizados en microfilms, que siguen estando disponibles para la consulta y se suman a los materiales a conservar, y también los denominados exlibris, que son grabados pequeños que algunos coleccionistas ponían en las cubiertas o en las primeras páginas de sus libros como símbolo de propiedad. “A nivel material para restaurar, me especialicé más en papel, pero también lo hice en conservación preventiva, y eso lo trabajo en toda la colección”, dice.

“La UNSAM, el Taller TAREA, el laboratorio de Química, es como ir a estudiar algo al primer mundo, pero acá, en Argentina, y totalmente público”, subraya Da Re. Foto: Pablo Carrera Oser.

Da Re hizo su tesis de grado sobre conservación y hoy destaca que la universidad le brindó conocimientos científicos que le permitieron comprender mejor su actividad práctica y tomar mejores decisiones. “La universidad te cambia la manera de pensar y de hacerte preguntas, te muestra todo lo que debe ser, como debe ser hecho y qué cosas tener en cuenta si no tenés determinados instrumentos o para qué lo querrías tener o por qué son importante cuando se monta un taller de restauración”, afirma Da Re.

“La UNSAM, el Taller TAREA, el laboratorio de Química, es como ir a estudiar algo al primer mundo, pero acá, en Argentina, y totalmente público”, subraya Da Re y destaca la infraestructura con la que contaron durante la cursada. Por ejemplo, recuerda que pudieron hacer radiografías en una obra, analizar distintos tipos de fotografías con luz UV y con rayos infrarrojo, y también hacer análisis con microscopio. “¡Fue fascinante! Y es buenísimo porque se trabaja con un objeto puntual para entender el ejercicio pero después se ven muchos casos y podes aprender en profundidad, o una vez que ya viste cómo funciona la química o la biología del material, lo podes aplicar sin necesidad de volver a hacer el estudio”.

La magia del cine

Martina Soccimarro no era una gran aficionada al cine pero estudió Licenciatura en Conservación y Restauración del Patrimonio Cultural en UNSAM y, antes de recibirse, ya estaba trabajando en un lugar de película: en el Museo Lumiton, que se dedica a preservar y difundir la historia del cine argentino y de los Estudios Lumiton, que fue la primera productora de cine creada en Argentina, en 1931. Fue contratada en 2023 para poner en valor la colección de afiches de cine del museo y durante un año se dedicó a la restauración de 77 afiches de películas argentinas de los años 30 a los 60.

“Muchos tenían roturas o cinta adhesiva que le ponen los coleccionistas para venderlos o incluso guardarlos”, afirma Soccimarro y explica que si bien el adhesivo se pone del lado del reverso, con el tiempo se acidifica y se ve en el anverso. “Tuve que remover las cintas adhesivas, reparar roturas, hacer reintegraciones adonde había faltantes, con materiales de conservación como el papel Japón o adhesivos reversibles”, detalla.

“Me pareció muy hermoso poder como juntar ambos ambas pasiones -arte y ciencia-, al ver que se pueden unir dos mundos quizás muy distintos o que por ahí uno no pensaría que tienen una conexión tan específica y que se puede estudiar en una universidad”, recuerda Soccimarro. Foto: Pablo Carrera Oser.

Después de un año de trabajo, también comenzó a participar en la conservación de los materiales del museo, entre los cuales también hay una colección audiovisual previa al VHS, que si bien se fue digitalizando es necesario conservar el material original, que pueden ser acetatos de celulosa o poliéster, que requieren condiciones específicas de temperatura y humedad ya que son químicamente muy inestables.

“Como mi tesis de grado fue sobre conservación preventiva con monitoreo ambiental mediante sensores, todo lo que apliqué en otro museo para hacer la tesis -se refiere al Museo Sívori-, lo empecé a aplicar acá, empecé a hacer un monitoreo del área de guarda e intentar buscar soluciones para conservar a largo plazo estos materiales”, afirma Soccimarro y agrega que para eso trabaja en conjunto con un colega especializado en material fílmico, que realiza análisis organolépticos para detectar el estado de degradación de los materiales.

A la hora de elegir la carrera, Soccimarro no sabía bien qué hacer, siempre se había interesado en el arte pero también en las ciencias naturales, hasta que en 2017 conoció a un restaurador que le comentó lo que hacía y la impulsó a seguir la carrera. “Me pareció muy hermoso, poder como juntar ambos ambas pasiones, al ver que se pueden unir dos mundos quizás muy distintos o que por ahí uno no pensaría que tienen una conexión tan específica y que se puede estudiar en una universidad”, recuerda Soccimarro y destaca que en UNSAM le brindó “un montón de posibilidades”, no solo por la cursada sino también porque pudo participar en distintos proyectos de trabajo e investigación que acercaban los profesores y le permitieron tomar conciencia, “muy desde el inicio”, del valor del patrimonio y de su conservación.

“Todos los proyectos en los que fui participando en la carrera por tener que cubrir horas de práctica, que todas esas horas prácticas son muy importantes porque te sacan un poco de la teoría para empezar a tener una mirada más profesional, fue muy enriquecedor; y en todo momento, las y los profesores fueron muy abiertos y generosos”, subraya Soccimarro, que continúa ligada a la universidad y participa en distintos proyectos del Centro de Estudios sobre Patrimonios y Ambiente (CEPyA) de la UNSAM, que integra especialistas de la EAyP y del del Instituto de Investigación e Ingeniería Ambiental (3IA).

Vanina Lombardi

Finanzas, agro y minería. Ganadores y perdedores en la gestión de Milei

0

Como decía hace dos semanas, hay algo que me preocupa en la macroeconomía argentina. Paradójicamente, no es la inflación ni el tipo de cambio ni las reservas internacionales. Es el empleo. En realidad, todo eso sí me preocupa, pero más me inquieta el futuro del mundo del trabajo, porque están creciendo sectores que no generan mucho laburo y están cayendo los que sí.

En todos los gobiernos hay un par de datos a seguir que son el quid de la cuestión. Y no es que el empleo no sea siempre importante, sino que no siempre es el principal problema. En la administración de Alberto Fernández, por ejemplo, la variable a monitorear era la brecha cambiaria entre el dólar oficial y los paralelos. Hoy, claramente, seguir ese dato no tiene tanto goyete. ¿Por qué pienso, en cambio, que el empleo es clave? Dame unos minutos y te explico.

Corre mucha agua bajo el puente

El mercado de trabajo es como una bañera en la que constantemente entra y sale agua. Los trabajadores se mueven desde el empleo al desempleo y viceversa, pero también entran y salen cuando dejan de buscar trabajo (o trabajar) o cuando comienzan a hacerlo. Algo así como lo que se ve en el siguiente esquema:

Los trabajadores pasan de un estado al otro. Es lo que indican las flechas del esquema anterior: así como alguien puede estar ocupado y al minuto siguiente puede pasar a la inactividad, también hay desocupados que, de un momento, pueden conseguir trabajo.

Las tasas de actividad, desocupación y empleo que regularmente mide el INDEC, dependen no solamente de cuánta gente hay buscando trabajo, sino de cuántos puestos hay. Cada sector de la economía real requiere de una cantidad específica de trabajadores. Por eso es importante saber cómo evoluciona cada uno.

Agua que no has de beber…

En todos los gobiernos, salvo casos muy particulares, hay sectores que ganan y sectores que pierden. La política económica de Milei no es la excepción. Si comparamos la producción, entre agosto de 2023 y agosto de 2025 (para evitar cambios asociados a la estacionalidad), se ve claramente quiénes ganaron y quiénes perdieron, al menos hasta ahora.

El siguiente gráfico muestra la variación absoluta del estimador mensual de actividad económica (EMAE), un proxy que construye el INDEC para anticipar a lo que será el dato del PIB (saqué algunos que dan más o menos empatados para que se vea mejor). Los que más crecieron son Intermediación financiera, Pesca, Minas y canteras, Hoteles y restaurantes y Agricultura, ganadería, caza y silvicultura. Los que más cayeron son Construcción, Industria manufacturera y Comercio mayorista, minorista y reparaciones.

Variación en la actividad económica (agosto de 2025 vs. agosto de 2023), en tasas de crecimiento, rubros con mayores y menores cambios (fuente: elaboración propia con base en datos del EMAE/INDEC).

Con excepción de Hoteles y Restaurantes (que están muy ligados al turismo), los que se expandieron no son sectores que crean mucho empleo. Los que contrajeron, por desgracia, sí. Para que no te quedes con las ganas, y porque obviamente es el tema de esta edición, armé otro gráfico con la variación de los puestos de trabajo de asalariados formales en el mismo período.

Aunque las categorías no coinciden exactamente con las del gráfico anterior, sucede más o menos lo que te contaba: los que ganaron casi no crearon laburo, excepto el agro, mientras que los que perdieron (con la excepción del comercio) son los que destruyeron el empleo. En total, la cuenta da más de 178 mil puestos asalariados formales abajo.

Variación en el empleo asalariado registrado (agosto de 2025 vs. agosto de 2023), en valores absolutos (fuente: elaboración propia con base en datos del SIPA/Ministerio de Capital Humano).

Todavía no sabemos qué pasó en el resto del 2025. Hay una primera mitad no tan mala para el empleo y una segunda probablemente más complicada por el escenario electoral. De todas formas, me incluyo entre los que se comieron la curva, porque el INDEC revisó los datos (es normal que lo haga) y resulta que en el tercer trimestre no hubo recesión. En cualquier caso, los ganadores y perdedores del modelo de Milei siguen siendo los mismos. De hecho, en la revisión del EMAE, la intermediación financiera fue uno de los responsables de que no hubiera recesión.

Lo que vimos hasta ahora fue el resultado del ajuste a finales de 2023 y principios de 2024, que produjo una recesión de la cual la economía comenzó a salir hacia fines de 2024 y principios de 2025. El número absoluto de cuánto empleo se crea, sin embargo, no te va a decir qué pasó con la tasa de desempleo, porque hay que ver también qué hacen los trabajadores. ¿Entran muchos al mercado de trabajo? ¿Y si están desocupados, se desaniman y dejan de buscar un empleo?

Dejala correr

Esta dinámica que vengo describiendo pegó de lleno en los sectores que viven de un sueldo y, si bien se revolean algunos números que muestran que el empleo en total crece (con un muy fuerte ajuste en el empleo público), hace rato que venimos leyendo que lo que más crece es el empleo informal (reflejado en el aumento del número de trabajadores registrados en el régimen del monotributo).

Cuando caen los sectores que crean laburo, la ligan, sin comerla ni beberla, los que viven directa o indirectamente del trabajo. Y se benefician, obviamente, los que no viven exclusivamente del trabajo, o aquellos que, por ejemplo, tienen que contratar trabajadores para una changa o, como venimos argumentando, piden productos por una aplicación para que se los lleve alguien arriba de una moto. Todos los que pueden adquirir estos servicios, se ven beneficiados de poder contratarlos a menor costo; obviamente, si perdés el trabajo esta ventaja la perdés, pero todos los que lo conservan o los que tienen otros ingresos no.

La diferencia más notable entre la actualidad y otras épocas de nuestro país en las que buscar trabajo era jodido (básicamente, en los noventa), es que hoy hay un nuevo mecanismo para juntar algún mango: la economía de plataformas. En su momento, para algunos proliferaron los negocios –las canchas de pádel, los videoclubs, los parripollos–, tal vez aprovechando una indemnización por un despido en una empresa pública. Para otros, en la actividad más parecida a hacerse chofer de app, la salida fue manejar un taxi o un remís.

Muchas de estas actividades, por sus características, encajan de modo casi perfecto en lo que en la teoría del desarrollo económico se suele denominar “sector informal”; hace un tiempito, te los describí a trazo grueso cuando te conté qué onda la reforma laboral que se podría venir.

El sector informal carece de ingresos fijos para cada trabajador. Es como si existiera una torta gigante que se reparten entre todos; cuantos más trabajadores haya en la informalidad, más chico será el pedazo que se lleve cada uno.

Cuando llueve, se inunda

El problema, finalmente, es que si no se logra crear suficiente empleo formal, los trabajadores que queden desocupados van a moverse al informal y el pedazo de torta que le toque a cada uno se va a achicar. ¿Se entiende, entonces, por qué pienso que el empleo es la variable que yo miraría –si a punta de pistola me obligan a elegir una y solo una– para analizar la gestión Milei? Porque si se destruye el laburo formal –con una política macroeconómica que combina ajuste fiscal, apretón monetario y atajar el dólar como sea, mezclada con una apertura comercial y reforma laboral–, podría ser mucha más la gente que se desplace desde el sector formal al informal.

En lugar de un aumento brutal del desempleo, como en los noventa, tal vez asistamos a una crisis de ingresos que afecte primero al empleo informal (como ya ha venido ocurriendo) y veremos luego qué pasa con el resto. No descarto que eventualmente golpee a los sectores formales, porque en la medida en la que exista destrucción de empleo, los ingresos de quienes queden trabajando allí podrían sufrir recortes o no crecer o crecer muy lentamente. Por supuesto, también habrá un grupo de personas a las que tomarse un Uber les saldrá mucho más barato.

Todo esto puede ocurrir aunque haya mil reformas estructurales, la economía argentina tire años sin una crisis cambiaria (algo que, ojo, es un montón comparado con el lugar del que venimos) e incluso con una economía en donde haya sectores muy pujantes, como Vaca Muerta.

En lo personal, no comparto el optimismo acérrimo que muestran algunos colegas que ven la solución al problema del empleo en las reformas promercado y en la estabilización de la macroeconomía. Sí comparto, obviamente, que la estabilización es indispensable y me parece bien discutir a fondo las reglas del juego. Aunque no sea fan de todas las reformas que se proponen, hay mucho por hacer en materia laboral-previsional, comercial y tributaria.

Emiliano Libman