lunes, 4 agosto, 2025 - 8:20 am

Avanza un frente frio sobre el territorio Argentino

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Del calor agobiante en el arranque del sábado pasado, al frío matinal del sábado que se avecina. En una semana, el área metropolitana registrará una diferencia de al menos 13° de temperatura y recibirá el carnaval con más fresco. “Desde esta tarde, el avance de un frente frío provocará un marcado descenso de temperatura y tormentas en el centro y norte del país. Estas tormentas pueden ser intensas, con ráfagas y granizo en sectores de Cuyo, región pampeana, Litoral y Noroeste argentino”, informó hoy el Servicio Meteorológico Nacional (SMN).

El SMN había alertado sobre el cambio de tendencia: “En las próximas horas despedimos a la ola de calor. Se viene un marcado descenso de temperatura- que ya se observa en el extremo sur- para todo el país en la segunda mitad de esta semana”.

El organismo detallaba: “En el mapa vemos el desvío de temperatura media a una semana respecto de lo normal: en azul entonces indicamos las zonas que estarán más frías (entre 1 y 5 grados) o por debajo de la media”.

En lo que respecta al AMBA, para hoy jueves el organismo prevé una jornada con chaparrones durante toda la jornada y un descenso de la temperatura que llevará la mínima a 18 grados y la máxima a 26 grados.

En tanto, el viernes está pronosticado cielo mayormente nublado, vientos del sector sur y continuará bajando la temperatura con una mínima de 15 grados y una máxima de 22. Para el sábado y el domingo, la tendencia a la baja continúa y las mínimas podrían alcanzar los 10 grados, en algunos sectores del AMBA.

Fin de semana largo “invernal” en Mar del Plata

La ciudad de Mar del Plata espera para mañana y hasta el próximo domingo la llegada de un frente frío “importante que va a desplazar el verano 2023 por unos días”. El meteorólogo Pedro Mazza sostuvo hoy en declaraciones a radio Brisas que “el verano se va a interrumpir desde mañana jueves, ya que la zona del sudeste de la provincia de Buenos Aires estará sometida a un proceso de ciclogénesis con el nacimiento de un profundo centro de baja presión que se va a consolidar sobre el mar”.

Mazza precisó que “se van a estar generando entre 60 y 72 horas de vientos fuertes que pueden alcanzar la categoría de temporal”. “Habrá un marcado descenso de la temperatura, es decir, entre las 15 y las 16 horas, que es el horario de la máxima, a la misma hora que el domingo tuvimos casi 40 grados, vamos a tener un rango de 13 a 15 grados en Mar del Plata” consignó el meteorólogo.

Massa dijo “se viene mucho frío, es como si hubiesen insertado parte de agosto en pleno febrero. Se interrumpe el verano y lo reemplaza el invierno, de 48 a 60 horas. Es un invierno intenso que viene con todo: vientos con temporal y mar alterado”. Además, alertó a los dueños de los balnearios y agregó que “habrá lluvias que en una sumatoria pueden ser copiosas”.

El litio en Argentina: Promesas y realidades. El desafio del desarrollo minero

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En el último tiempo, parte del debate económico se centra en las posibilidades de Argentina con respecto a la producción de litio en medio de un contexto internacional muy favorable para la comercialización de ese mineral (y sus derivados). La transición energética y el camino hacia la electromovilidad, dinamizado por las principales potencias mundiales, se presentan como pilares ineludibles para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero con el objetivo de limitar el aumento de la temperatura global a menos de 2° centígrados. Argentina conforma junto a Chile y Bolivia el llamado “triángulo del litio”, que reúne el 60% de ese recurso a nivel mundial. Sin embargo, vale señalar que los especialistas aclaran que recurso no es lo mismo que reservas y mucho menos producción. Para considerar reservas, los minerales deben ser comercialmente viables y técnicamente extraíbles. Dicho de otro modo, de nada sirve contabilizar recursos si no se puede acceder a ellos (reservas) o incluirlos en un proceso de producción. En ese sentido, Chile es el país con más reservas (comprobadas), del orden de las 9,2 millones de toneladas, seguido por Australia (5,7 millones de toneladas) y luego Argentina, con 2,2 millones de toneladas. Al respecto, se puede observar la situación de Bolivia, que cuenta con 21 millones de toneladas de sales de litio de mayor pureza relativa que las de Chile y Argentina (en el salar de Uyuni) pero por el momento su capacidad de explotarlo es bajísima. En lo que hace a la producción de carbonato de litio equivalente (LCE por sus siglas en inglés), Argentina se encuentra en el 4 lugar con aproximadamente 33.000 toneladas LCE anuales. Quien lidera el ranking es Australia con 290.000 toneladas LCE; en segundo lugar, se encuentra Chile con 138.000 toneladas LCE y cierra el podio China con 74.000 toneladas LCE.

Qué hacer

AGENCIA PACO URONDO dialogó en off con especialistas en la temática, entre ellos, funcionarios de la gestión nacional y de algunas provincias con minería. Todos remarcan lo mismo: más allá del enorme potencial, hoy la actividad está lejos de tener peso en la economía nacional. Actualmente existen solo dos proyectos en producción con inversión en ampliación (Fénix en Catamarca y Olaroz en Jujuy), seis en construcción y otros treinta en etapas previas avanzados. Todos estos proyectos están ubicados en regiones de bajo desarrollo económico, por lo cual resultan estratégicos para la planificación del desarrollo nacional federal. Hay más números para dimensionar la situación: en 2022, las exportaciones de LCE totalizaron (datos preliminares) USD 680 millones, es decir menos del 1% de las exportaciones totales del país. De hecho, si totalizamos las exportaciones de minerales metalíferos y litio, las mismas ascendieron a USD 3.900 millones, representando el 4% del total exportado. La minería metalífera como complejo exportador en general y el litio (LCE) como producto en particular, resultan significativamente inferiores en términos económicos a otros complejos exportadores nacionales, como por ejemplo los sectores oleaginoso (31% del total exportado) y cerealero (22% del total exportado). El país tiene un desafío en esa materia: Chile exporta más de 50 mil millones de dólares en minería, casi 8 mil millones en litio. Es decir, la Argentina cuenta con un alto potencial pero todavía le falta mucho camino para desarrollar un sector minero metalífero y litífero pujantes. Por eso, es importante que el peronismo empiece a preguntarse con claridad cuáles son las mejores alternativas para encarar el desarrollo del litio. En la misma línea, es destacable que las provincias de Catamarca, Salta y Jujuy (donde conviven diferentes colores políticos), donde se encuentra el recurso en el país, propongan la creación de una “mesa del litio” y sienten a esa mesa a funcionarios nacionales y a representantes de YPF, quienes trabajan en una prueba piloto para construir baterías de litio. Se analiza negociar con las empresas mineras para que destinen parte de sus ventas al país, para disponer del recurso para industrializarlo. “También planteamos nuestra preocupación por el exorbitante incremento del valor internacional de la tonelada de litio y que no se refleja en la renta que reciben las provincias litíferas”, agregaron.
«Según un estudio del CEP-XXI, en base a la Encuesta de Nacional de Grandes Empresas, el 77% de las ventas realizadas por las grandes compañías mineras metalíferas que operan en el país se queda en Argentina, en gastos como pago a proveedores nacionales, masa salarial e impuestos»

Sobre mitos y realidades

La actividad minera – en general – cuenta con muy mala prensa entre los sectores progresista, la izquierda y buena parte del peronismo urbano. Incluso en el interior tiene mucha resistencia, lo que hace que en varias provincias existan prohibiciones. Ese rechazo se basa en parte en varios mitos sobre los cuales vale detenerse. Por ejemplo, suele repetirse que el Estado “no participa del negocio minero” que así queda en manos de empresas extranjeras. “Las empresas provinciales participan de una u otra forma en todas las jurisdicciones donde la actividad se lleva a cabo. IPEEM participa de Veladero, Fomicruz de Vanguardia, etc. / CAMYEN firmó acuerdo con YPF para el desarrollo de un proyecto en Fiambalá; JEMSE participa con el 8,5% de los proyectos en actividad en su provincia y tiene preferencia de compra del 5% del volumen producido. Ergo, los mecanismos están”, destacan las fuentes consultadas. Después, aclaran lo siguiente. Es cierto que la ley de promoción de inversiones mineras, de los años 90, le dio estabilidad fiscal por 30 años a las empresas que inviertan. Pero eso no significa que el sector no tenga impuestos. Por ejemplo, paga el 35% del impuesto a las ganancias, entre otros tributos nacionales, provinciales y municipales. Al respecto, según un estudio del CEP-XXI, en base a la Encuesta de Nacional de Grandes Empresas, el 77% de las ventas realizadas por las grandes compañías mineras metalíferas que operan en el país se queda en Argentina, en gastos como pago a proveedores nacionales, masa salarial e impuestos. En ese sentido, los especialistas consultados aseguran que la comparación con Chile en relación al cobro de regalías no es apropiada. Porque Chile posee una organización unitaria, al contrario de Argentina que cuenta con un esquema federal con tributos en diferentes niveles juridisccionales. En efecto, en la comparación de la presión tributaria entre ambos países y otros de la región, nuestro país se encuentra entre los que muestran niveles más elevados.

ENRIQUE DE LA CALLE

Doy mi opinión, que no es en absoluto la de AgendAR, sino la de uno de sus integrantes: La ley de minería de 1993, una creación típica de Domingo Cavallo, tiene una virtud innegable: está bien traducida del inglés. En eso no difiere de casi todas las leyes mineras sudamericanas noventistas. En lo demás, va a contramano de cualquier desarrollo nacional y/o provincial. En números del CEP-XXI el 77% de las ventas de las ventas queda en el país. Sí, claro, tomando las declaraciones juradas. No hay un monitoreo estatal de lo que sale ni en el nivel provincial ni en el nacional. El estado argentino no sólo se hizo a un lado: además de modesto, apocado y no intrusivo, es buen creyente. Y los gobernadores se contentan con las chirolas que se les caen a las mineras, para pagar los sueldos públicos locales. Y no les piden fábricas en serio, tan culturalmente disruptivas, tan llenas de patrones que te exigen audiencia y de obreros que te arman asambleas y se politizan. No piden fábricas como tampoco los patos piden la munición. La verdad es que al gobierno nacional (éste, el anterior, el anterior al anterior, probablemente también el próximo) no le interesa saber cuánto litio estamos exportando. No tiene la más peregrina idea. Es un tremendo negocio estatal el no saber. Por lo mismo, en 1930 el fisco argentino ignoraba cuánta carne embarcaban los frigoríficos ingleses, y tampoco sabía cuánto tanino y remesas exportaba La Forestal, y hoy anda a ciegas respecto de los embarques reales de harinas, aceites y porotos de soja en los puertos privados del Gran Rosario. Lo que es patente es que el grado máximo de valor agregado con que sale el litio de nuestro país es como carbonato de litio, con un grado de pureza de un 80% como tope. De proyectos de manufacturas de mayor valor (ánodos, cátodos, pilas enteras) tenemos cartón lleno, pero hasta ahora son todos académicos, no industriales, y en tamaño a lo sumo llegan a plantitas de demostración tecnológica. Están todos los que deben estar: físicos, químicos e ingenieros industriales de lo mejor que hay en Y-TEC (YPF + CONICET) y en universidades nacionales prestigiosas como las de La Plata. Hasta la CNEA tiene sus proyectos tecnológicos de litio, y son de rompe y raja. Pero en el cuadro actual de estado distraído y al cuete cumplen una función simbólica. Permiten hacerle creer a la gilada con estudios que el modelo local no será siempre un escuálido Far West, en la que cada minera hace lo que se le da la gana. Permiten creer que la actividad puramente extractiva de hoy de algún modo mágico terminará generando marcas ¡¡argentinas de baterías!!, y empleo calificado. Al final, Cenicienta se casa con el príncipe. La ley Cavallo hace que las mineras tributen en las provincias el 3% de lo que consta en sus declaraciones juradas de embarques de LCE. Chile fue reformateado brutalmente en los años 70 por los economistas más turros de la Escuela de Chicago para ser un lugar, más que un país. Sin embargo, allí las multis del litio deben tributar hasta el 40%, hay sólo dos corporaciones mineras autorizadas a extraer este metal (Soquimich SQM y Albemarle), y el estado no les quita el ojo de encima. Esto se ha mantenido tal cual incluso durante el gobierno del sumamente conservador Sebastián Piñera, ya que hay mucha plata en juego y el estado chileno siempre tiene gastos enormes en Defensa. Tanto así que las Fuerzas Armadas en su conjunto viven –y nada pobremente– de sus regalías intocables sobre las exportaciones de cobre, y eso desde tiempos inaugurales de Pinochet. No obstante lo cual ahora, con los chilenos de a pie reclamando por salud y educación públicas y por la renacionalización del abastecimiento de agua a las ciudades y al campo, el gobierno de Gabriel Boric necesita más plata. Estudia transformar a Codelco, la minera estatal del cobre, en una firma que se ocupe del litio, o que presente un modelo para construir esa firma. Porque al litio en Chile se lo considera un metal estratégico, no un commodity más. Y tienen razón los transandinos, sin litio olvidate de los autos eléctricos, y andá archivando la idea de transformar la electricidad intermitente, como la eólica y la solar, en electricidad despachable 24×7, «de base». De añadir valor local, en Chile no se habla demasiado: la vocación industrialista transandina todavía no ha nacido, ni nacerá sin muchos años acumulados de educación estatal gratuita y de calidad. Pero como modelo de rentas, el de ellos con la minería funciona, y el nuestro no, el de aquí es pura «maldición del recurso». Y se nota en los números comparativos, asumiendo que los nuestros no merecen crédito. Creo que tenemos un problemita de contabilidad. ¿Cómo pensar que Fénix en Catamarca y Olaroz en Jujuy estén ampliando planta, que haya seis salares más en explotación avanzada, otros treinta en operación inicial, que el litio ya constituya el 29% de las exportaciones mineras argentinas, y sin embargo todavía no pinte un mango en Catamarca, Jujuy, Salta o La Rioja? Sin duda este «business» está generando PBI y prosperidad. Pero no en estas provincias. Tampoco en este país. También tenemos un problemita de credibilidad, y es peor: si los capitales mineros extranjeros prefieren Chile a la Argentina, pese a que allí deben pagar como duques, es porque los transandinos tienen más recurso, son previsibles y no están surfeando una hiperinflación. Respuesta casi correcta, pero obvia y parcial. En contraste con Chile, el «laissez faire» argentino en minería es tan desaforado y abusivo, y se practica desde hace tanto, que nadie cree que la situación aquí pueda durar sin explotar. Por ende, los capitales metalíferos en nuestro país andan más asustados. Máxime con este metal, el más liviano de la tabla de Mendeleiev, que de U$ 6.000 la tonelada de carbonato de litio equivalente saltó a U$ 80.000, y eso desde 2020 a fecha hoy. Y contando. Eso no deja de tener peligros. ¿Y si el peronismo se vuelve peronista? Para más datos, el gobernador Ricardo Quintela, de La Rioja, acaba de promulgar la ley 10.608 votada por la Legislatura, que denuncia todas las concesiones firmadas y devuelve la propiedad de los salares al gobierno provincial. La Rioja no es el gran jugador local en litio, y esto puede ser un perfecto saludo a la bandera… o no. Quintela insta a las provincias con litio y a la Nación a negociar mejores condiciones y a exigir industrialización local. OK, es año electoral y el peronismo no tiene candidatos vendibles ni para vice. Lo de La Rioja puede ser sólo ruido, pero es ruido molesto. Los gobernadores con más litio -los de Jujuy y Salta- por ahora responden con un silencio estrepitoso, y los medios grandes y el gobierno nacional eligen no darse por enterados. Pero tras treinta años de viva la joda, sin otro contratiempo que el plebiscito popular de 2003 que impidió la apertura de la mina de oro de Meridian Gold en proximidades de Esquel, Chubut, y de las movilizaciones de 2021 en las ciudades de Madryn, Trelew y Rawson contra el inicio de una minería de plata en la meseta, el modelo minero argentino por fin se empieza a fracturar. Y ya no por la base, sino por la cúpula. Es otra historia. No se cuestiona la minería como entelequia ecológica. Se cuestiona que no deje un mango. Es un tanto patético tener que leer que no podemos cobrarle más regalías a las mineras, como los chilenos, porque ellos son unitarios y nosotros federales. Se dice también del oro, de la plata, del cobre, del petróleo, del gas, de la soja, del trigo, y próximamente también del uranio y las tierras raras, ahora que Río Negro le regala 625.000 hectáreas a la minera australiana Fortescue por 75 años «para fabricar hidrógeno verde». Somos federales, y los federales regalamos todo. Respecto de los daños ambientales de este tipo de minería, el verdaderamente importante es la depresión de napas freáticas. Hasta que llegaron las empresas, las napas permitían una agricultura y una ganadería mínimas, debajo del nivel de subsistencia de una población rural sumamente dispersa en algunos de los ecosistemas más áridos del planeta. La recarga de los acuíferos por lluvia es mínima o no existe. Los salares existen porque las exiguas napas freáticas de la Puna fluyen, en general bajo tierra, y a veces también a través de intempestivos arroyos intermitentes tras una lluvia, hacia los lugares bajos. En su camino freático, estas lerdas y pocas aguas van lavando de sales las rocas porosas de origen generalmente volcánico, hasta formar lagunas muy salobres en los valles, rutilantes cuerpos de agua. Allí sólo logran vivir algas unicelulares rojas de rodopsina, que como pigmento provee de fotosíntesis y se banca mejor que la clorofila la brutal luz ultravioleta solar. Pululan coepépodos minúsculos que se comen esas algas casi invisibles, y bandadas espectaculares de flamencos rosados que filtran esos bichitos con el pico, atraídos también por la falta de predadores que se banquen la química y el arco térmico terribles de los salares. El plumaje escarlata de los flamencos viene de la rodopsina dietaria. La de los salares es una cadena alimenticia cortita y simple. Y espectacular. Es un show, y un show muy lento. El sol y el viento, implacables, van desecando estas lagunas por evaporación, pero éstas se recargan por abajo debido a las napas. Esos salares inmensos, de un blanco que quema los ojos, la piel, las mucosas y los pulmones, a veces cubiertos de una película de agua, son un punto de equilibro dinámico entre recarga y evaporación. Según cada salar -no hay dos iguales- estos depósitos tienen distintas proporciones litio, sodio, magnesio o potasio combinado con algún anión. Esto supone dos tareas: una, de concentración y la otra de depuración, porque salvo el litio, para esta minería todos los demás metales y metaloides de las sales son contaminantes. La concentración pasa por bombear salmueras desde la parte inferior y líquida de los salares, y encerrarlas en grandes piletas impermeabilizadas en la superficie, hasta que el sol y el viento evaporen la fase líquida. Luego, si la minera quiere, puede lograr concentrados de litio descartando otras sales mediante reacciones químicas y llegar a sales exportables, sulfuros o carbonatos enriquecidos en litio y empobrecidos en el resto de los metales. ¡Y luego, a irse afuera del país, a volverse baterías y según su complejidad, a valer 100 veces, 1000 veces más! En los salares la evaporación es naturalmente lenta, pero el bombeo de aguas desde lo profundo hasta las piletas la vuelve mucho más rápida que la recarga natural. Obviamente, las napas que alimentan los salares desde las cumbres circundantes se deprimen. Y gente que vivía en las montañas vecinas y con muy poca agua, se queda totalmente sin ella. Los vecinos se movilizan, cortan rutas, se ligan palos y gases, ningún medio les da pelota. Por alguna causa hay cada vez menos flamencos en las lagunas, y al ecologista criollo tipo eso le interesa más que la situación de la gente. Ojo, lo de los flamencos es una macana para la industria turística, que hoy existe y es más real y más local y permanente. Algunas monedas caen en los caseríos. ¿Trabajo? Sí, claro, la minería del litio en estas condiciones da mucho trabajo, aunque la mayor parte lo hacen el sol y el viento, sin cobrar. Pero es imposible que las mineras no paguen algunos sueldos en hacer revestir de plástico las piletas de evaporación, o conectar las bombas que las rellenan de salmueras, o palear hasta los camiones el residuo que deja su evaporación. Los salarios no son grandiosos y el trabajo es durísimo e insalubre, pero precario. No es gran compensación, a cambio de haberte dejado seco el pozo que abastecía tu rancho, tu quintita y tus animales. Los tratamientos químicos para llegar a sales concentradas de litio implican una emisión de metales y metaloides de desecho. Desde Bajos de la Alumbrera en adelante, un «leading case» cabal, la minería que ha favorecido la ley Cavallo no se ha caracterizado por una gestión siquiera presentable de estas colas de proceso. En lo central, permite que la empresa multinacional se vaya cuando agotó el recurso y deje a sus espaldas un problema enorme de aguas y suelos sin gestionar. Y obviamente, cuando la empresa se pira, no queda en su estela ningún recurso ejecutable por el estado, porque la minera operó décadas casi sin bienes propios, tercerizando todo, y bajo nombres de fantasía. Si hay diferendos con la casa matriz, deben resolverse en la justicia… de Canadá, Australia, Suiza, China, EEUU y sigue la lista de vivos. Aquí, los bobos. Entiendo que el mundo necesita litio. Es el argumento más infantil y estúpido imaginable. Soy argentino, no defiendo el mundo. Defiendo la Argentina, si puedo y cuando puedo. Viene muy difícil en estos días: las ideas que uno ve circulando son como la ley Cavallo, traducciones del inglés. Pero malas. Como otras obras del Domingo, ésta es una ley de miércoles. Leer una defensa del modelo que generó firmada por una agencia que lleva el nombre de Paco Urondo me da dolor de barriga. Si a Paco Urondo no lo hubieran asesinado en 1976, también le dolería la barriga. Así que estamos jodidos porque somos demasiado federales, mirá vos… Hay que derogar la ley Cavallo de minería y discutir otra que suponga impuestos mayores, progresivos, que penalicen la exportación de naturaleza cruda, que alimenten las arcas tanto de las provincias como del tesoro nacional, y que le sirvan a TODO el país. Hasta la ley chilena es mejor que la nuestra, y es mucho decir. En cuanto a Bolivia, parece tener algunas ideas novedosas al respecto. No están apurados por exportar o dejar exportar carbonato. Empezaron por crear YLB, Yacimientos de Litio Bolivianos, y en 2022, planificar la producción de baterías con Y-TEC, Argentina. Daniel E. Arias      

La saga de la Argentina nuclear – XXXI

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Cuando la actividad nuclear argentina está en riesgo, queremos repasar algunos momentos del largo esfuerzo que la construyó Los anteriores capítulos de la saga estan aqui

Por una cabeza…

La eficiencia de quemado de las CANDU es tan mala como las de toda máquina de uranio natural: 7500 MW/día/tonelada de combustible. En su tiempo, las centrales de uranio enriquecido daban el doble y algunas casi el triple. Hoy rinden al séxtuple y se vislumbra llegar a diez veces más con enriquecimiento del 6%. Pero los CANDU no están acabados: queman la basura generada por reactores de enriquecido. Son un poco como aquella vieja cupé De Lorean de 1985 del profesor Emmet Brown en el film “Vuelta al Futuro”, rediseñada en el futuro y capaz no sólo de volar, sino también de viajar en el tiempo con la energía extraída de una lata vacía de Coca Cola. Estaba en el diseño original que las CANDU pudieran funcionar con combustibles tan pobres como el uranio natural o incluso el torio, cuatro veces más abundante en la corteza terrestre. Pero los chinos desde 2010 desarrollaron otras pastillas llamadas NUE a partir de combinar basura con basura: reciclaron uranio sin quemar de los combustibles gastados de PWRs y lo mezclaron con uranio empobrecido de las “colas” (o desechos) de las plantas de enriquecimiento. Si uno tiene 4 PWRs de al menos 1000 MW, y además enriquece y reprocesa, puede hacer andar una 5ta planta canadiense CANDU ACR con los desechos de las 4 anteriores. Son 1000 megavatios más “de propina”, con “fuelling” casi gratis. ¿Qué tal? Prendemos un 20% más de lamparitas con menos megaminería. Programa más gasolero que uno que mezcla 4 PWRs y un CANDU, no existe. Los CANDU mostraron durante décadas que queman “lo que les pongan”, entre ellas los MOX, u óxidos mixtos de uranio y plutonio. El ACR (Advanced Candu Reactor) 1000 logra incluso refrigerarse con agua liviana (sólo usa agua pesada como moderador), y como dieta, funciona con uranio de bajísimo enriquecimiento (1%, contra el 5% que suelen tener las PWRs de hoy). Como miembros del COG, los canadienses nos han invitado a probar ese combo de uranio ligerísimamente enriquecido y agua liviana en Embalse, que para ellos es una central vieja. La CNEA contestó que muchas gracias, pero que hagan la prueba ellos primero en una de sus propias centrales viejas. Eso si les queda alguna, dado que han incurrido en la idiotez de cerrar algunas por presión del ecologismo local. Los grandes fabricantes de NPPs (EEUU, Rusia, Francia, Japón) dudan de que la tecnología canadiense tenga futuro. Es más, sugieren que a mediano plazo tampoco lo tendrá la AECL (fue privatizada y la compró la firma canadiense Lavalin). Particularmente, creo que los críticos sangran por la herida: en su apuesta al gigantismo, y con su reticencia a transferir tecnología, nunca tuvieron nada decente para venderle al Tercer Mundo, a diferencia de Canadá. Pero en 1967, cuando la CNEA estaba “que me compro, que no me compro” una CANDU, nada de esto había sucedido o se podía adivinar. Canadá se obligó a dar un trato insólitamente igualitario y generoso a sus clientes. En buena parte lo hizo para remontar su imagen internacional de país semisalvaje, casi despoblado y exportador primario, con una oferta inmensa de petróleo, carbón, madera, papel, minerales, salmones, pintorescos policías montados y eventuales osos pardos. Que Canadá se volviera la “escuelita nuclear” de parte del Tercer Mundo, entre ella los dos países más poblados de la Tierra, la India y China, le causaba la irritación imaginable a los dueños de la pelota atómica hasta aquel momento. Es un club que atrasa, porque se formó en 1964: EEUU, la URSS (hoy Eusia), el RU, Francia y China, entonces recién llegada. En 1967 el nido Sabatiano recalcitrante en CNEA ya era “Canook friendly”. En los asados apostólicos de fin de semana, se discutía a gritos (costumbres de la casa, no le puedo explicar el hartazgo de las familias) qué componentes críticos podrían sustituirse por “made in Argentina” a la hora de futuras compras. ¿Los tubos de presión? Desde ya. Pasame el chimichurri. ¿Toda la calandria? Vamos, todavía. ¿Quedó más bondiola? ¿Todo eso, y además los elementos combustibles? De suyo, por ahí se empieza, somos sabatianos. ¡”Fuelling” criollo, ahijuna! ¿Generadores de vapor? Hmm… muy complicado. ¿Vos sabés lo que es soldar miles de cañitos de incoloy? Vamos, che, no ha de ser tan difícil. ¿No? Mirá: es nada más que una simple aleación de níquel-hierro-cromo y… ¡¡Córtenla, che, que salen los chinchulines!! Esta pintura atrasa. No sé cuántos ingenieros nucleares argentinos puede pagarse un asado, hoy, 16 de enero de 2023. Volviendo al reltao, cuando el romance con Canadá parecía a punto de entrar en fase tórrida… ¡Sorpresa! Los Cosentinistas sacaron un conejo (alemán) de la galera. La KWU, todavía no comprada por SIEMENS, insisto en esto, estaba construyendo las primeras PWR para el expansivo mercado alemán. Pero no habían inaugurado ninguna. Y de uranio natural, los teutones no entendían ni les importaba. Salvo aquella plantita piloto de 47 MW a uranio natural en Karlsruhe, que además andaba para el demonio, según se salía de servicio… Lo dicho, se vinieron de caraduras. Jacques Hymans, un académico yanqui, en su libro “The Psychology of Nuclear Proliferation”, cuenta la historia con bastante gracia: “Las preocupaciones de Quihillalt por los efectos de haberse mantenido fuera del Tratado de No Proliferación Nuclear reflejaban que hacia fines de los ’60 Argentina había desarrollado un programa nuclear vibrante, pero todavía frágil. En contraste con otros países que se contentaban con recibir plantas “llave en mano” desde el Norte, la Argentina, nacionalista como por deporte, tenía una preferencia marcada por el desarrollo autónomo en el área nuclear. Algunos dentro de la CNEA, notablemente el ingeniero Celso Papadopoulos, interpretaban esta idea como que todo debía hacerse “en casa”. Pero la fuente de luz y razón de la CNEA, Jorge Sabato, vástago de una familia de notables, director desde 1955 del Departamento de Metalurgia de la CNEA, entendía que una trama bien diseñada de asociaciones internacionales podía ser más conducente hacia la meta última de la autonomía tecnológica. En particular, Sabato convenció a sus colegas de que mejor que tratar de diseñar una central desde cero, la CNEA debía más bien importar una extranjera, pero –e insistía en esto- debía quemar uranio natural, potencialmente desarrollable en el país, en oposición al enriquecido que debería importarse. (Como es notorio por el caso de Australia, los reactores de uranio natural son vistos con frecuencia como un camino hacia las armas nucleares, pero los motivos de Sábato eran intachables: es más, entre los militares argentinos se lo consideraba una especie de hippie pacifista de izquierda). La opción de Sábato por el uranio natural se enraizó con rapidez… “…Y en efecto, cuando el presidente Arturo Illia decidió en 1964 la compra de un NPP –destinado a ser el primero de América Latina-, Quihillalt primero se acercó a Francia, cuyas centrales usaban uranio natural, tratando de liquidar cualquier proceso licitatorio competitivo que pudiera terminar en el triunfo de una planta de uranio enriquecido. Los franceses estaban dispuestos a venderle lo que quisieran a los argentinos, pero únicamente cobrando caro, de modo que el gambito de Quihillalt fracasó. Pero en la licitación que siguió, la firma alemana Siemens le ofreció a Argentina una central de uranio natural bajo términos financieros espectacularmente ventajosos, prácticamente “de regalo”. El sucesor de Illía por sus méritos de golpista, el general Juan Carlos Onganía, aceptó sin demoras la oferta alemana y así en 1968 empezó la construcción de la planta que se llamó Atucha I (pág. 146)”. Otro “scholar” yanqui con opiniones parecidas, Daniel Poneman, en su libro “El poder nuclear en el mundo en desarrollo”, cuenta esto:

“Las ofertas canadiense y alemana eran las más atractivas. La alemana… iba con un 100% de financiación, un 35% de participación local y el tiempo más corto de entrega de obra. Pero su mayor desventaja era la falta de experiencia comercial en diseño de planta, ya que la alemana se basaba únicamente en un prototipo de 50 MW en Karlsruhe. El diseño canadiense para uranio natural era superior en muchos aspectos… La propuesta del gigante alemán en electricidad, Siemens AG, ganó por su superioridad en financiación, tiempo de entrega y participación local. Pese a que el diseño canadiense era mejor, le pesaron en contra la conveniencia Argentina de comprarle a un socio comercial tradicional, la confiabilidad de Siemens (que tenía una sucursal local importante) y el apoyo pleno del gobierno alemán, asuntos críticos en un país cuyos proyectos naufragaban con frecuencia en las turbulencias económicas. La CNEA creía que en casos extremos, era más probable que los alemanes quisieran seguir la cosa hasta el final, y no así los canadienses”.

En eso último en la CNEA no se equivocaron. Pero tuvieron razón por las causas equivocadas. No se pierda la próxima entrega. ¡¡Llame ya!!

Daniel E. Arias

Altas temperaturas, sequías y bajantes de ríos y lagunas: “Falta agua en Argentina y en el mundo”

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Con olas de calor cada vez más extensas y graves, resulta clave para Esteban Jobbágy, ingeniero agrónomo e investigador repensar los mecanismos de gestión del agua en un planeta donde unas 2.200 millones de personas no tienen acceso a un recurso seguro y potable.

El cambio climático y el consiguiente incremento de los fenómenos meteorológicos extremos, como sequías, inundaciones y temporales, influye negativamente y lo hará todavía más en la cantidad y calidad del agua disponible para satisfacer las necesidades humanas básicas en todo el mundo. El último “Informe de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos en el Mundo”, publicado hace casi un año, destacó que el consumo de agua en el planeta crece a un ritmo anual del 1%, por lo que una deficiente gestión de los recursos hídricos podría exacerbar los efectos del calentamiento global.

A nivel mundial unas 2.200 millones de personas no tienen acceso a servicios de agua potable gestionados de forma segura y más de la mitad de la población (4.200 millones de personas) carecen de servicios de saneamiento gestionados de forma segura. Además, 297.000 niñas y niños menores de cinco años mueren cada año debido a enfermedades diarreicas causadas por las malas condiciones sanitarias o agua no potable.

Argentina, en tanto, enfrenta desde comienzos de año una de las peores sequías de su historia: casi el 55% de la superficie del territorio fue afectada por la falta de lluvias o sufrió condiciones de estrés hídrico, según un informe del Sistema de Información sobre Sequías para el Sur de Sudamérica (Sissa).

La ausencia de precipitaciones se da, además, en un contexto de olas de calor cada vez más extensas y sofocantes. Durante la primera semana de enero, por ejemplo, las temperaturas máximas rondaron entre los 32° y 40° en las patagónicas Rio Negro, Chubut, Neuquén y Santa Cruz. Este domingo Buenos Aires sufrió una jornada de calor histórica con un registro de 38,1°, la temperatura más alta para el mes de febrero desde 1961.

Este record se inscribe en toda un mes que ha venido terrible.  Sería bueno que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, generosa para dar consejos acerca de cómo evitar el «golpe de calor» pero no para preservar espacios verdes que enfrían la ciudad, diga a cuántos porteños mató esta ola, y las cifras de este mes, y las de enero.

Entre fines de 2022 y principios de este año la falta de lluvias provocó que se secara por completo la laguna del partido bonaerense de Navarro, con una superficie de 165 hectáreas. La sequía causó pronunciadas bajantes en las lagunas de Lobos, Chascomús y San Vicente. Un panorama similar se vivió en la laguna “El Bonete”, en el departamento Vera, en el norte santafesino.

Jobbágy, que integra el Grupo de Estudios Ambientales de la Universidad Nacional de San Luis, destacó que un registro de mayores temperaturas implica que los cultivos, con un mismo régimen pluvial, consuman más agua, lo que afecta a la producción, y destinen menos líquido para abastecer ríos y arroyos. Una situación así, indicó, puede ser crítica, por ejemplo, en cuencas serranas de importancia para la población, como los casos de Córdoba o San Luis. Pero también en las cuencas cordilleranas, cuyos aportes de agua dependen de nevadas y deshielo gradual de glaciares, el calentamiento puede traer muchos cambios que incluyen fluctuaciones mayores de caudal entre años y, en el largo plazo, reducciones del caudal total. “En cuencas como las de los ríos San Juan y Mendoza, esto ya es un hecho que obliga a pensar estratégicamente el riego y su futuro”, señaló.
 

-¿Qué actividades productivas son las que más afectan los recursos hídricos y cómo se podrían menguar sus efectos?

-Hay muchas y sus efectos son diferentes. La agricultura de bajo riego, que en Argentina es principalmente dominante en los oasis de cultivo intensivo cordilleranos (Mendoza, San Juan, Río Negro, entre otros) es una gran consumidora de agua que, en una proporción alta, va a la atmósfera como vapor y no se recicla localmente. El impacto aquí significa perder agua para otros usos humanos y para el funcionamiento de ecosistemas naturales, ya sean humedales o ríos, que dependen de ella.

. La agricultura de secano, la que no se riega -prosigue Jobbágy- es la que ocupa más superficie en Argentina. Es una actividad que opera en forma diferente sobre el agua porque, generalmente, reduce el consumo anual del agua que localmente aportan las lluvias en relación a la vegetación que (esa agricultura) reemplaza (porque los bosques y pastizales nativos consumen más agua con sus raíces profundas). En las llanuras eso está volviendo al territorio más propenso a inundaciones.

Sumemos a lo anterior los efectos sobre la calidad del agua que la agricultura genera por el escape de pesticidas y fertilizantes a las napas o cursos superficiales. En el país la contaminación con nutrientes no es tan grave como en otros países por nuestro relativo bajo uso de fertilizantes; en cambio, el uso altísimo de herbicidas está dejando su huella en muchos sistemas acuáticos, por ejemplo, de la Llanura Chacopampeana, incluyendo sus aguas, sedimentos y habitantes silvestres.

En la contaminación de aguas -añade Jobbágy- hacen su aporte, mucho más local o focalizado, las industrias y las producciones animales concentradas como feedlots y granjas avícolas y porcinas. También las ciudades con sus efluentes que, por lo general, no reciben un tratamiento satisfactorio en las plantas depuradoras que, si existen, están sobrepasadas en su capacidad.

Las opciones para reducir estos impactos existen, algunas son tecnologías “envasadas”, como los sistemas de riego ultra-eficientes o las piletas para efluentes animales que se usan en feedlots y tambos, con sistemas de tratamiento y control inteligente.

(Suponemos que por «envasadas» Jobbágy se refiere a «llave en mano», importadas sin diseño ni componentes nacionales, caso típico de los sistemas de riego por goteo israelíes. No ponemos la mano en el fuego por las plantas de tratamiento de aguas supuestamente desplegadas por los feedlots, ya que no hemos visto ninguna).

Otras soluciones -sigue contestando Jobbágy. requieren trabajo más “artesanal” no por ello de menos profundidad técnica. Por ejemplo el rediseño de paisajes agrícolas para bajar los impactos en la fuga de agroquímicos o (para impedir o mitigar) anegamientos e inundaciones. Aquí cada paisaje requiere un abordaje propio y son cruciales las articulaciones entre empresas agropecuarias, asociaciones de productores y gobiernos municipales y provinciales. En este terreno aún nos falta mucho camino por recorrer.

-¿Alcanza con tomar medidas locales frente a la crisis hídrica o es conveniente elaborar una estrategia regional? 

-La respuesta es sí a todo. El mejor escenario es uno en el que las iniciativas de “abajo hacia arriba” (rediseños de paisaje emprendidos espontáneamente por empresas) se encuentran con los de “arriba hacia abajo” (leyes nacionales enfocadas en la protección de bosques, humedales, etc). Este encuentro a veces trae choques, pero eso es justamente lo que necesitamos provocar y procesar para tener un tejido de gestión de la tierra y el agua más inteligente y justo. No hay medidas mágicas preconcebidas: las tenemos que crear y negociar.

Jobbagy también se desempeña en el área de sustentabilidad de la Fundación Bunge y Born, que en 2022 lanzó el “Mapa de Aguas Claras”, una iniciativa que tiene como objetivo potenciar proyectos que conecten a la ciencia con la resolución de problemas concretos en relación al agua en distintas localidades del país.

El desarrollo de la plataforma permitió revelar que el 17% de los argentinos vive en ciudades con una provisión de agua “muy comprometida” y otro 42% en urbes con provisión “algo comprometida”.

La cuenta da 67%, es decir 7 de cada 10 argentinos urbanos (más del 90% de la población nacioonal) tienen o van a tener problemas de calidad de agua.

Para Jobbagy se deben financiar proyectos nacionales que diagnostiquen, pero sobre todo ensayen nuevas reglas, y por el otro, iniciativas de raíz local que articulen municipios con privados y organismos de ciencia y técnica. “Cada localidad tendrá sus necesidades, valores y prioridades, hay que escucharlas y acompañarlas”, opinó.

-¿Considera que la bajante de ríos como el Paraná, la sequía en zonas agrícolas, la falta de lluvias y el desabastecimiento de agua potable son escenarios que se repetirán de aquí a los próximos años?

-Creo que nadie puede responder esto con certeza. Desde la ciencia que mira el calentamiento global la respuesta es “no necesariamente”; de hecho, los pronósticos sugieren que en el largo plazo habrá más y no menos lluvias en la región.

– Pero a eso tenemos que superponerle otras capas de información- añade Jobbagy. El consumo del recurso hídrico en economías y poblaciones crece y lo que ayer alcanzaba, hoy no. Inclusive, aun cuando en cantidad total sea el consumo sea el mismo, ese recurso puede deteriorarse en su calidad o en su timing.

En esto el crecimiento del sistema de embalses y represas en las cuencas hídricas es algo a mirar con atención. Vendrán nuevos años húmedos e, incluso, inundaciones; también habrá, otras sequías después. Lo que depende de nosotros es que nos encuentren mejor preparados, dice el experto.

La bajante del Paraná -concluye- enseñó a las ciudades ribereñas las vulnerabilidades de sus tomas de agua; al transporte, la dificultad de sacar grano por un río que no sostiene el calado máximo de los buques;. al campo, que el riego puede ser una opción salvadora en el corto plazo, pero que trae nuevos conflictos que hay que pilotar.

En fin, las próximas cartas las tiramos nosotros como sociedad. Tenemos unas cuantas muy buenas, pero aún no somos tan hábiles jugadores como podríamos ser.

Globant se suma a la competencia de la Inteligencia Artificial

Globant anunció una importante actualización de su plataforma Low Code impulsada por IA, GeneXus.
A través de la combinación de IA simbólica determinista con tecnología LLM (Large Language Model), GeneXus Next ahora podrá crear y mantener soluciones de software empresariales en tiempo récord.
Con la integración de LLM e IA, GeneXus está a la vanguardia de una revolución Low Code, donde las capas sensoriales (texto, video, audio, imágenes), el middleware de IA y las capas de rendimiento se unen para crear experiencias sin fricción guiadas por los usuarios.

* ¿Cómo funciona el asistente de IA, Genexus Next?

GeneXus entra en el proceso de creación de software con su asistente de IA proporcionando una capa común para facilitar la comprensión. GeneXus Next ahora permite el uso del lenguaje natural como entrada común para cada uno de los perfiles. En esencia, puede usar requisitos en lenguaje natural para crear flujos de trabajo comerciales complejos o para el modelado de datos, usar imágenes esbozadas para generar interfaces de usuario completamente interactivas o usar instrucciones de audio para evolucionar la funcionalidad del sistema. GeneXus Next estará disponible en las próximas semanas exclusivamente por invitación, debiéndose registrarse para entrar en la lista de espera. «Globant ha estado a la vanguardia de la industria de IA durante la última década», dijo Martin Migoya, cofundador y CEO de Globant. «Con GeneXus Next, continuamos revolucionando nuestra industria, haciendo más fácil para las empresas construir productos digitales y reinventar sus negocios para un crecimiento sostenido». «En el pasado, GeneXus ha utilizado la inteligencia simbólica para crear sistemas críticos para la misión con experiencias de usuario y calidad excepcionales. Ahora, la combinación de modelos simbólicos y grandes modelos de lenguaje (LLM) como GPT-3 acelerarán y simplificarán aún más el proceso de desarrollo, permitiendo a las empresas brindar valor a los usuarios finales, más rápido que nunca», agregó Nicolás Jodal, CEO de GeneXus, una empresa de Globant. El camino de Globant con la inteligencia artificial comenzó en 2015 con la presentación de su IA Studio. En 2018, Globant lanzó su AI Manifesto con un conjunto de principios fundamentales para abarcar una visión común. Hoy en día, Globant implementa la IA internamente en casi cada proceso operativo, desde la contratación hasta la asignación de proyectos.

Reservas y desendeudamiento. Un camino dificil pero posible para Argentina

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Francisco Eggers, economista -profesor de Finanzas de la Universidad de La Plata, ha aparecido otras veces en AgendAR. Reproducimos esta reciente nota en la que respalda una politica de recompra de deuda publica.

El pasado 18 de enero, el Ministro Massa anunció una operación de recompra de títulos públicos por parte del Gobierno Nacional, justificándola en los bajos precios de estos títulos, que constituiría una oportunidad para mejorar el perfil de la deuda pública. Pero, para gran parte de los análisis que reproducen los medios de comunicación, el único objetivo de la operación sería frenar el ascenso de los dólares financieros; para muchos, un desperdicio de reservas.  

Si el Gobierno se endeudara por mil millones de dólares a una tasa del 30% anual, por más necesitado de dólares que estuviera, sería un escándalo. Pero si plantea des-endeudarse a esa tasa, casi no recoge aplausos. ¿Por qué? Por un lado, hay quienes dicen que todo lo que hace el Gobierno está mal. Pero, además, está el temor legítimo de que en un futuro cercano haya una crisis por falta de reservas internacionales. La decisión de recompra se tomó luego de lograr el cumplimiento de la meta de acumulación de reservas a fin de año; pero ahora comenzó un año que se proyecta difícil en materia de escasez de divisas. Parece una jugada arriesgada la de recomprar deuda en ese contexto. 

En el comienzo de su gestión, Massa habló de la posibilidad de un “Repo” que reforzaría las reservas internacionales. Aparentemente, no se concretó. ¿Podría volverse más factible luego de la recompra de títulos?

En un “Repo” (Repurchase Agreement: Acuerdo de Recompra), la parte A (prestamista) le compra títulos públicos u otros valores financieros a la parte B (prestatario), a un precio por debajo del valor de mercado (por ejemplo, al 75% de ese valor), con el compromiso de que B los recomprará en una fecha preestablecida, a un precio superior. Es, esencialmente, un préstamo garantizado: la diferencia entre el precio inicial y el final representa los intereses del préstamo, y los valores financieros su garantía. Se supone que A (por ejemplo, un grupo de bancos internacionales con alta calificación crediticia), tiene un sólido prestigio, y que cumplirá su parte. B (por ejemplo, la República Argentina) no tiene esa calificación; pero, si no cumple, perderá los títulos (o lo que haya puesto en garantía). Puede convenirse que, mientras esté vigente el acuerdo, el precio de los títulos sea siempre mayor que el precio convenido; de disminuir por debajo de cierto umbral, el prestamista podría exigir más garantías o, en caso de no obtenerlas, dar por concluido el acuerdo (vendiendo los títulos en su poder); de modo que el riesgo de incumplimiento es muy bajo.

Los bancos internacionales suelen exigir que, si los valores son títulos de deuda pública argentina, estén regidos por las leyes de Nueva York y tengan abundante liquidez (como para poder ser vendidos en poco tiempo sin afectar demasiado su precio). Esas son características que tienen algunos de los títulos emitidos en la Reestructuración de Deuda Pública del año 2020, por ejemplo, el GD30, que tiene vencimientos de capital entre los años 2024 y 2030.

Hay entidades nacionales, como ANSES y el Banco Central, que tienen un stock importante de títulos públicos nacionales, pero regidos por ley argentina; es probable que no resulten aceptables para los bancos internacionales. Si el sector público nacional no los tiene, una forma de obtener los títulos necesarios para concretar un “Repo” es comprarlos en el mercado. 

Si el Gobierno emplea 1.000 millones de dólares para comprar 2.857 millones de GD30 (paridad/precio promedio: 35%), podría negociar un “Repo” usando esos títulos como garantía. Suponiendo un “aforo” –diferencia entre el valor de mercado y el valor pactado– del 25%, obtendría 750 millones de dólares. De esta forma, el costo en términos de liquidez terminaría reducido a 250 millones de dólares, mientras que las obligaciones netas disminuirían en más de 2.000 millones (los 2.857 de los títulos, menos los 750 millones del “Repo”). Y si, en lugar de reforzar las reservas, el Gobierno empleara el producido de los “Repo” para realizar nuevas recompras, y suponiendo que el aforo (25%) y la paridad de los títulos (35%) se mantuvieran igual, con mil millones de dólares de liquidez podría rescatar deuda por 11 mil millones de dólares. 

Se trataría de recompras “apalancadas”. Se habla de “apalancamiento” cuando una inversión se financia, al menos parcialmente, con deuda; tiene sentido si la rentabilidad de la inversión es mayor que los intereses que se paguen por la deuda, lo que eleva la rentabilidad sobre el capital propio invertido. En este caso, la condición requiere que la tasa de interés de los “Repo” sea menor que la rentabilidad al vencimiento (tasa interna de retorno) de los títulos públicos rescatados, lo que debería cumplirse con comodidad.

Pero la paridad de los títulos no es fija. Ya había subido –en el caso de los GD30– desde menos de 21% a mediados de octubre; pero, estando en el orden del 35%, sigue siendo tan baja, que podría decirse que los inversores ven pocas probabilidades de que Argentina cumpla con el pago de los títulos; si lo hiciera, comprando al precio actual se obtendría una rentabilidad superior al 30% anual en dólares. Si se viera como un negocio seguro, nadie se perdería la oportunidad. Pero muchos inversores estarían creyendo que el próximo presidente (tal vez Del Caño, Grabois o Máximo Kirchner) decidirá no cumplir con el pago de los títulos públicos ni con el Acuerdo con el FMI, y esa decisión se mantendría por muchos años.

Vencimientos

Los vencimientos de los títulos públicos en moneda extranjera este año suman unos 2 mil millones de dólares (en enero se pagó la mitad); no tendría mucho sentido que el actual gobierno incumpla para no pagar esa cifra. En enero de 2024 la cuenta aumenta a 1.500 millones de dólares; no parece imposible de pagar. En julio de ese año sube a casi 2.800 millones, y en enero de 2025 a 3.700. Ese aumento se debe, principalmente, a los bonos con vencimientos entre 2024 y 2030, tanto con ley local (AL30) como con ley extranjera (GD30). Si el Gobierno recomprara una parte importante de estos bonos, el peso de esos vencimientos bajaría, con lo cual disminuiría el riesgo de que no se puedan pagar, y la paridad podría subir. Pero, además, el precio podría aumentar si crece la probabilidad (percibida) de que el próximo gobierno (del signo político que sea) emprenda genuinos esfuerzos por ordenar la macroeconomía y cumplir con las obligaciones internacionales.

El efecto del aumento de paridad podría reducir el costo en términos de liquidez. Si, por ejemplo, con mil millones de dólares se compraran GD30 por un valor nominal de 2.857 millones (paridad: 35%), y luego la paridad recuperara el nivel de 47% que tuvo en septiembre de 2020, el valor de mercado de los títulos recomprados pasaría a ser de 1.340 millones de dólares; que podrían emplearse para obtener, a través de un “Repo”, liquidez por alrededor de mil millones de dólares (siempre con la hipótesis del aforo del 25%). En la práctica, se cambiaría una deuda de mediano plazo de 2.857 millones de dólares por otra, de corto plazo –pero renovable, en condiciones normales– de 1.000 millones, sin sacrificar liquidez, más que transitoriamente. De poderse renovar sin problemas los “Repo”, se podrían terminar cancelando con los fondos ahorrados por no tener que afrontar los vencimientos de los títulos recomprados (y sobraría plata).

¿Cuáles serían los riesgos? Principalmente, tener que devolver antes de lo planeado los fondos, como pasó en agosto de 2019, ante la caída de las paridades de los títulos públicos. Previo a las PASO, muchos inversores estaban convencidos de que Donald Trump, de alguna manera, financiaría al gobierno de Macri para que no caiga en default; lo venía haciendo desde junio de 2018, con el mega-préstamo del FMI. La derrota de Macri en las PASO derrumbó esa expectativa y, con ella, el precio de los títulos públicos.

¿Podría ocurrir algo similar ahora? Sí, especialmente si quienes proponen repudiar la deuda externa ganan las elecciones. Pero no parece el escenario más probable. Y las paridades actuales son muy bajas; parecería que ya descuentan un default agresivo, a pesar de que los vencimientos no son imposibles de afrontar, si se tiene voluntad de hacerlo. Es cierto que hace 8 meses los precios eran menores; pero eso no parecía responder a una lógica de largo plazo, sino a un comportamiento de manada: los inversores vendían los títulos porque su precio bajaba, y su precio bajaba porque los vendían. Algo parecido, pero inverso, a las grandes alzas de precio del Bitcoin: sube porque tiene demanda, y tiene demanda porque sube (como los tulipanes en Holanda del siglo XVII).

Comenzaron los ensayos clínicos de fase 2/3 de la vacuna argentina contra el COVID-19

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El Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Daniel Filmus, mantuvo en la Universidad Nacional de San Martín, una reunión con el equipo que desarrolla la vacuna ARVAC Cecilia Grierson contra el COVID-19, liderado por la Dra. Juliana Cassataro, para conocer los avances de los ensayos fase 2/3. Del encuentro participó, también, el Presidente de la Agencia I+D+i, Fernando Peirano. Filmus destacó que el comienzo de los ensayos representa “el resultado de la enorme tarea realizada por nuestras científicas y científicos y del trabajo conjunto entre el Ministerio de Ciencia, el Ministerio de Salud, el CONICET, la UNSAM y el Laboratorio Cassará. Esta vacuna es un motivo de orgullo para la Argentina y significa un ejemplo virtuoso de articulación público-privada”. Por su parte, Cassataro expresó: “Estamos realmente muy felices de poder comenzar este ensayo. La ARVAC Cecilia Grierson es la primera vacuna argentina en alcanzar las fases 2 y 3 de evaluación. En esta etapa, 100 voluntarias y voluntarios de entre 18 y 60 años ya fueron inoculados y, próximamente, se abrirá la inscripción para avanzar con una segunda etapa en 10 centros de todo el país que contempla ensayos en 1.800 personas mayores de 18 años, en algunos casos, con comorbilidades”. La Agencia I+D+i otorgó un financiamiento de 1.100 millones de pesos para que la vacuna ARVAC Cecilia Grierson complete los estudios clínicos de las fases II y III y pueda solicitar la aprobación final de la ANMAT para ser aplicada como vacuna de refuerzo en territorio argentino. Pensada para dosis de refuerzo en personas ya inmunizadas, la vacuna ARVAC Cecilia Grierson se basa en la tecnología de proteínas recombinantes, muy segura y probada ya que es la base de las vacunas contra la Hepatitis B en recién nacidos desde hace más de 30 años, y desde hace 20, de la inmunización contra un virus cancerizante: el del papiloma humano, o VPH. Se trata de una plataforma libre de complicaciones clínicas y que puede adaptarse fácilmente ante el surgimiento de nuevas variantes a nivel regional o mundial. Además, esta vacuna podrá ser almacenada entre 2 y 8°C (temperatura de heladera), lo que permitirá que las dosis de la ARVAC Cecilia Grierson, a diferencia de las primeras vacunas contra el COVID-19, sean más económicas, fáciles de producir y de distribuir. AgendAR es partidario de esta vacuna desde 2020. Creemos que, una vez licenciada, servirá para no seguir importando inmunizaciones estadounidenses 4 veces más caras y complejas. Es más, creemos que «La Cecilia» se podrá exportar. 

La saga de la Argentina nuclear – XXX

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Cuando la actividad nuclear argentina está en riesgo, queremos repasar algunos momentos del largo esfuerzo que la construyó Los anteriores capítulos de la saga estan aqui Elegimos un combustible de pobres Unidos circunstancialmente, ambos bandos de la CNEA, Sabatianos y Cosentinistas, mataron la propuesta de la General Electric sobre una base, que de paso eliminaba también a la Westinghouse: nada de uranio enriquecido aquí, dijeron. Onganía había armado un organismo llamado Consejo de Seguridad, bajo el mando de su abollador favorito de cabezas de peronchos y bolches, el general Osiris Villegas. En aquella rara colegiatura recaló un joven marino con una foja técnica impresionante, el capitán de fragata Roberto Ornstein, al que perdimos hace poco. Dejamos estos links (aquí y aquí) para los curiosos de la vida y hechos de un patriota de muy alto vuelo y muy bajo perfil. Al capitán Ornstein aquel Villegas mandó a investigar a fondo aquella cuestión, la del uranio. Fue el comienzo de dos cosas: de un diálogo “by double proxy” entre Onganía y el presidente de la CNEA, el entonces contraamirante Oscar Quihillalt, y además de una posterior carrera “de inmersión total” del citado Ornstein dentro la CNEA, donde luego ejerció tareas diplomáticas rarísimas y apasionantes. Quedó pegado, para su mal… Y como sucede con los antiguos nucleares que siguen físicamente enteros, el trabajo de asesoría experta de Ornstein en la CNEA, totalmente ad honorem y diario, continuó décadas después de su jubilación. Así siguió hasta que el cuerpo le dijo «hasta aquí llegamos», no mucho antes de cumplir 95 años. Los términos de la discusión sobre combustibles nucleares de aquel año 1967 fueron sencillos, como para que Villegas y Onganía entendieran (el arma de Caballería, gruñe el resto del Ejército, raramente produce intelectuales). Quihillalt le recordó a Onganía el costo político de ir por uranio enriquecido. El país tardaría mucho en poder desarrollar ese proceso por su cuenta, y con la escala industrial necesaria como para mantener el consumo de un programa nucleoeléctrico. Una planta de enriquecimiento era factible y en algún momento sería imprescindible, pero eso era una apuesta larga. Ahora (sigo hablando de 1967) había que resolver lo de la central. Respecto del uranio enriquecido, sin duda era más eficiente, su Excelencia. Pero si el gobierno de Onganía llegaba a tener algún encontronazo diplomático fuerte con, digamos, Gran Bretaña por asuntos malvineros, o con Brasil por temas de represas sobre el Paraná, o con Chile por temas de fronteras, y suponiendo que ante tal conflicto, no lo quisiera Dios, el Departamento de Estado se alineara contra la Argentina y decretara un boicot de uranio enriquecido… ¿No entraría en apagón toda la zona metropolitana y además el Litoral? Ups. Con un Sistema Interconectado Nacional tan escueto como el de aquella Argentina, de apenas 10.000 MWe instalados, no era imposible. Tales fueron los lineamientos (obviamente, no las palabras) de lo que Quihillalt le informó (vía Ornstein), a Onganía (vía Villegas). Los sistemas muy jerárquicos funcionan a sí. Quihillalt le recordó además a Onganía que el problema con el Departamento de Estado no era presunto: empezaría a sola firma de contrato. Porque los EEUU, bajo los términos del entonces novísimo Tratado de Tlatelolco, (Ornstein había discutido su texto «in situ») pedían salvaguardias “full scope” extensivas a todo laboratorio o fábrica nuclear argentinos preexistentes y futuros. Te doy a mi hija como esposa, pero te llevás también a su madre. Y que sean felices… Respecto de Tlatelolco, el consejo de Ornstein al gobierno había sido firmar y luego hacerse el gil y no ratificar ese tratado. Pero comprar una central estadounidense implicaba ratificar sí o sí y quedar pegado. Se abriría paso a décadas de intromisiones y conflictos diplomáticos innecesarios toda vez que la Argentina avanzara en algunos desarrollos duales pero irrenunciables: fabricar agua pesada, enriquecer uranio, o ambas cosas, y tal vez incluso reprocesar combustible “quemado”. Son asuntos que un país con un programa nuclear independiente debe ir encarando, Excelencia, le dijo Quihillalt a Onganía, al menos de a una por vez, para blindarse contra extorsiones externas. Y además para bajar los costos de la electricidad nuclear, porque el uranio (incluso natural) no crece en los árboles. La palabra “soberanía” todavía movía mucho el amperímetro: hasta los milicos más alineados con Washington –Onganía lo era en un grado que entonces pasaba por novedoso- defendían cierto grado de autonomía de sus “estados nación”, y hasta habían pergeñado el Plan Europa para no verse obligados a comprar chatarra descartada por el Pentágono. La doctrina noventista de «relaciones carnales» no era siquiera imaginable en aquellos locos años ’60, tan nacionalistas y llenos de países obstinados en ser países y no lugares. Por otra parte, insistía Quihihillalt, en esas tecnologías duales Brasil estaba metido secretamente hasta las verijas, y no tan secretamente para el caso. ¿Cómo renunciar unilateralmente a ellas? Comprar centrales de uranio enriquecido era comprar el adiós a todos esos desarrollos y al «liderazgo regional» (un viejo asunto fundacional e inexplicable entre nuestros países, y un poco futbolero). Lo de Brasil definió. ¿Liderazgo regional? Onganía terminó por carraspear que el uranio natural era la doctrina nacional en materia de centrales, punto. Con ello, goodbye General Electric y Westinghouse, opciones recomendadas por el entonces ministro de Economía, Adalbert Krieger Vasena. Alguien se acababa de romper los dientes contra un intemperante estado dentro del estado argentino. Quiso sacarle un bife de lomo, pero aquella vaca sagrada, la CNEA, estaba cruda y dura. Claramente, esos trucos sólo podía ejercerlos una agencia dependiente de forma directa del Poder Ejecutivo y con su propia usina de pensamiento (vamos, Sábato). Si se compara aquella situación natural que supo tener la CNEA con la post-menemista… A no desesperar, ya revertiremos aquellas pavadas. Es evidente que los muchos que se rompieron los dientes tratando de morderla, decidieron: “Si no podés matar una vaca sagrada, enterrala”. A lo cual procedieron durante décadas, y no terminan. Pero me estoy adelantando demasiado. “Jorjón”, sus 12 apóstoles y Canadá En 1967, descartado el uranio enriquecido, se cayeron 14 de las 17 ofertas recibidas por la Argentina. Fuera de Francia, que se autoexcluyó tras pedirnos un ojo de la cara, sólo se salvaba al parecer el único país alguna experiencia real de centrales PHWR, un rediseño de las PWR para funcionar con uranio natural y agua pesada: Canadá. Los otros dos países con algo que decir en uranio natural eran Alemania, con casi cero kilometraje en la materia (un reactorcito de 47 MWe, el MFZR en Karlsruhe), y “la douce France”. Alemania Occidental en aquel año todavía era un inmigrante reciente en el mundo nuclear. Aún no tenía en línea ni siquiera una PWR común, de enriquecido y agua liviana.  La verdad es que la empresa KWU, entonces independiente de Siemens, se vino aquí en plan caradura, y porque tenía bocha de simpatizantes dentro de CNEA, empezando por Jorge Cosentino. Constructor del RA-3 de Ezeiza, Cosentino fue un ingeniero nuclear y organizador de la gran siete, algo admitido por todos sus muchos rivales. A Quihillalt le gustaba no poco la tecnología francesa de uranio natural, extrañas plantas llamadas UNGG (Uranium Naturel Graphite Gaz), refrigeradas a helio y moderadas con grafito, algo parecidas a las viejas Magnox inglesas, que siempre fueron un desastre en materia de seguridad y no hablemos de disponibilidad. Tras haberse peleado a tiros con medio mundo árabe (y perdido, ver Egipto, ver Argelia), los franceses habían decidido: “No tenemos petróleo pero sí ingenio”, lo cual es estrictamente verdad. De modo que estaban tratando de nuclearizar su red eléctrica a “velocidad warp” (y lo lograron como ningún otro país). Por lo demás, en estos pagos criollos y con el Plan Europa como bandera, eran épocas de comprar fierros franceses: la Fuerza Aérea, por ejemplo, se había equipado con los excelentes cazas Mirage III a partir de 1965. Francia siempre fue un berretín cultural y tecnológico en la Argentina, algo así como «el país a imitar» (hasta los ’90 al menos). De modo que los «enfants de la Patrie» los invitamos, y licitaron. Pero inesperadamente Madame La République –presionada por los EEUU- retiró su oferta nuclear a la Argentina. Nous nous tirons d’affaire, desolés, nos amis les gauchos. Au revoir! Oh, la la! Ornstein, que a su visión nuclear añadía la naval, creía que los EEUU, ante lo que veían como una intromisión francesa excesiva en Argentina, «their own backyard» según su famoso Destino Manifiesto, amenazaron a Francia con algo que los asustó en serio. Si seguían ofrenciendo centrales a la Argentina, no le cederían la tecnología de Westinghouse para construir los motores nucleares de los futuros submarinos misilísticos franceses de la FOST (Force Oceánique Stratégique). Para Ornstein fue un «blessing in disguise», un golpe de suerte nada evidente en su momento, que Francia se fuera «avec du bon vent»: tras construir 9 unidades UNGG, el Commisariat de l’Énergie Atomique (CEA) y la empresa Electricité de France (EDF) abandonaron totalmente aquella ingeniería. Y lo hicieron porque era un desastre de seguridad, entre otras cosas, certifica nuestra referencia mundial en seguridad nuclear y radioprotección, el ing. Abel González. Tras descartarla, Francia pagó las patentes, hizo su propia versión del PWR de Westinghouse con una potencia de 900 MW y les salió joya. Difícilmente les podía salir mal, ya que estaban haciendo reactores PWR para sus portaaviones y submarinos, je. Ese diseño luego lo estandarizaron, lo produjeron en serie, y con él fabricaron hasta el 81% de la electricidad francesa, y hasta fines de siglo se volvieron el más poderoso oferente de centrales del mundo. Pero la oferta que nos habían hecho de sus UNGG en 1967 era muy cara, y de haberles comprado una, esa máquina nos habría dejado en una vía tecnológicamente muerta. Además de clavarte con una central insegura y de baja disponibilidad, andá a conseguir componentes y repuestos, después… Curiosamente, por la fuerza ciega de las cosas, eso mismo a la larga nos terminaría pasando con los alemanes, aparentemente tan ordenados, lógicos y previsibles. Nos largarían duros con máquinas de una tecnología que no tiene nadie más en el planeta, y ellos se harían recontra-ecologistas, terminarían vendiendo la KWU y clausurando prematuramente todas las centrales nucleares de su país, salvo tres. En revancha, se transformarían en los principales quemadores de carbón de la UE, siempre de puro ecologistas. Pero todo aquello estaba muy en el futuro, con comienzo oficial en 1990. En 1967 ese porvenir eco-santurrón, tiznado e idiota no se podía prever. La definición de un módulo de más o menos 350 MW había matado en el huevo algo que, según el Dr. Carlos Aráoz, uno de “los Doce Apóstoles de Sabato”, habría sido la primera opción del Jorjón en un mundo ideal y libre de presiones externas: una centralita piloto minúscula, de 25 o 50 MW, de tubos de presión parecida a las canadienses, pero con diseño 100% nacional y componentes locales, salvo el agua pesada. Empezar despacio, desde abajo, con industria propia y sin ataduras externas. Y desde ahí, ir escalando. Aceptando que el mundo nunca es ideal, Sabato se disciplinaba a la decisión de Illia y aceptaba comprar un fierro importado, pero entendía el negocio nuclear de otro modo: vender tecnología, no electricidad. Le importaba mucho más la formación paulatina de recursos humanos y de una industria nuclear privada nacional construida de a poco que el tener muchos megavatios nucleares de un saque, o “primerear” a Brasil con en la inauguración de una planta nucleoeléctrica. El Jorjón, muerto joven y en 1983, sigue siendo un tipo tan avanzado que todavía no se lo entiende del todo. Incluso dentro de la CNEA. Nadie es profeta en su tierra. Pensamiento apostólico jorge-alberto-sabato Jorge Alberto Sábato «Jorjón» Lo que pensaban el citado “Jorjón” Sábato y sus apóstoles era que el diseño CANDU permite obviar un componente carísimo, difícil de resolver para las metalúrgicas argentinas incluso a fecha de hoy: el recipiente de presión. Próximamente, medio siglo tras aquellas luchas de pasillo de 1967, tal vez IMPSA (Pescarmona) termine de forjar y maquinar el primer recipiente de presión “made in Argentina”. Es uno relativamente pequeño para la centralita compacta criolla CAREM. ¿Cómo funciona la tecnología canadiense? Sin recipiente de presión. En los 50, cuando nacieron los primeros CANDU, Canadá todavía no podía fabricar ese componente con sus metalúrgicas propias. ¿Qué hicieron en cambio? Los dibujos lo muestran con claridad. Se fueron literalmente a los caños. reactor tubos La Atomic Energy Commission of Canadá, Limited (AECL) no quería comprarle centrales nucleares ni componentes críticos a sus vecinos del Sur, porque estos suelen olvidarse con alguna frecuencia de que Canadá no es su estado número 51. De modo que AECL simplemente eliminó del diseño ese cacerolón bestial de aleación nuclear de acero (salpimentado con níquel, molibdeno, manganeso, silicio y cromo) y lo sustituyó por centenares de caños de 10 cm. de diámetro de materiales similares pero no idénticos, y capaces de resistir una presión interna y una paliza de neutrones que te las cuento. Obviamente, el combo de caños y calandria es más sencillo y barato que una olla a presión gigante. El esquema de arriba muestra sólo dos tubos, pero una central como Embalse, Córdoba, tiene 380. Los tubos de presión, en las centrales nucleares tipo CANDU, son los canales donde se insertan, uno tras otro, 12 manojos de combustible, cortitos y compactos. Los canales que los alojan tienen unos 6 metros de longitud, un diámetro de 112 mm y un espesor que ronda los 4,2 mm., de aleación de acero al circonio-niobio, fabricados primero por laminación y luego por extrusión. Metalúrgica no para cualquiera, pero manejable en casi cualquier país de desarrollo industrial mediano. Los 380 tubos contienen 12 elementos combustibles modulares cada uno. Los elementos son chiquitos en serio: 45,5 cm. de largo. Constan de mazos de túbulos de zircaloy (aleación de circonio con un 2% de niobio) llenos de pastillas cerámicas de dióxido de uranio natural. El conjunto de 380 tubos está envuelto por la calandria, muy parecida a las calderas de las viejas locomotoras de vapor. La calandria contiene moderador (agua pesada) a temperatura y presión relativamente bajas, por lo cual la pieza no tiene el grosor ni el peso entre heroico y wagneriano de un verdadero recipiente de presión alemán. Y eso abarata tanto todo… Los que sí resisten presiones y temperaturas de órdago son los propios tubos: el agua pesada que los refrigera entra a 270º, sale 300º , y se la mantiene presurizada a 112 atmósferas todo el tiempo, para que no hierva. El agua pesada usada como moderador no se mezcla con la refrigerante, aunque se trate de la misma sustancia. La que modera forma aproximadamente 1/3 del inventario total de este insumo crítico en una CANDU. Justamente, lo que encarece una CANDU-6 es el costo de las 470 toneladas agua pesada que usa en ambas funciones, como refrigerante y como moderador. Pero a la hora de las sumas y restas, el costo total de la central terminada baja un 50% a igualdad de potencia, si se lo compara con el diseño nibelungo. Y el ahorro básico se hace eliminando el recipiente de presión. Cosa que para el ing. Cosentino, famoso en el Valhalla nuclear por su ira, era otra herejía canadiense más, y van… Fuera de estas diferencias en el “Steam Generation System” (SSS), el resto de la planta es muy parecido al de una PWR cualquiera, incluso en el edificio de contención de gran volumen, hecho de concreto reforzado, que envuelve todo el primario y parte del secundario. Un CANDU 600, como el de Embalse, en Córdoba, tiene un primario con 4 “loops” y 4 generadores de vapor. El nombre “moderador” logra engañar al lego con todo éxito, en el 100% de los casos. Los nucleares son buenos físicos y mejores ingenieros, pero no habría que darles la potestad de ponerle nombres a las cosas, porque siempre optan por lo contra-intuitivo. El moderador en realidad estimula la reactividad nuclear, “la fogonea”, diría un periodista político. Y es que al bajarle la velocidad promedio a los neutrones (“moderarlos”), incrementa su capacidad de ser capturados por los núcleos de uranio 235, y fisionarlos. Con un combustible más bien anémico en producción de neutrones libres, como el uranio natural, el agua liviana es bastante inútil para moderar. Si Ud. esta noche hiciera la travesura de sustituir las 470 toneladas de agua pesada de Embalse por agua común, no habría modo de hacer arrancar la central y Ud. terminaría preso. Para lograr fisiones en cadena se necesita agua pesada, cuyos átomos de deuterio tienen el aditamento de ese neutrón del que carece el hidrógeno común. Ese neutrón de más hace magia. Tras un promedio de 29 o 30 impactos sucesivos contra átomos de deuterio, el neutrón demasiado veloz perdió la mitad de su energía y está “a punto de caramelo” para ser capturado por otro átomo de uranio 235, en lugar de rebotar tontamente contra el mismo. Al tragarse un neutrón lento, el U235, ya de suyo inestable, enloquece y se rompe (es decir fisiona) “al toque”, lo cual libera en promedio otros 3 neutrones rápidos, todos ellos a moderar. Y así se arma la reacción en cadena, y así la nave va… El control de la reacción se logra del mismo modo que en una PWR, con barras de cadmio que se calan para “frenar” la reactividad del núcleo, o se retiran “para picarla”. El agua pesada es 80 veces más moderadora que la liviana. En otros diseños de otros reactores a uranio natural el moderador puede ser grafito ultrapuro, difícil de fabricar pero mucho más barato que el agua pesada. Sin embargo, es incendiable en caso de desastre (ver Chernobyl, en la URSS, ver Windscale en el Reino Unido). No tenga uno de esos para iluminar su casa. La ARN (Autoridad Regulatoria Nuclear) va a estar en contra. Fumigado el peligro yanqui en la licitación argentina, con 17 contendientes, Jorjón y sus apóstoles empezaron a sondear a Canadá por la compra de uno o dos CANDU 200. Era una tecnología con kilometraje comercial incipiente, lo que podía suponer “problemas de dentición” todavía ocultos. Dos CANDU 200 estaban en línea en Douglas Point, Kincardine, Ontario desde 1965. Y efectivamente, según la información de 1967, andaban aceptablemente aunque con problemas “de plomería” (pérdidas de agua pesada, son muchos kilómetros de caños). Luego en la India, otras dos unidades similares (RAPP1 y RAPP2) tuvieron problemas de materiales: los tubos se alargaron y “pandearon”, y al exceder la distancia óptima para intercambiar neutrones, las centrales empezaron a perder potencia. Hubo que retubarlas. Los canadienses, con su imagen comercial en juego, se hicieron cargo. Y a la larga a ellos les sucedió lo mismo con sus dos centralitas en Douglas Point. Y a la larga sucedió lo mismo con todas las centrales CANDU del mundo, las 49 unidades en los 7 países que las compraron, y también sucedió y sucederá lo propio en las 17 centrales IHWPR de IPCIL de la India: todas ellas, a los más o menos 30 años operativos, que son unos 32 años de calendario, deben hacer un «retubamiento» que, sumados a actualizaciones y mejoras, les da 30 años más de extensión de vida. Eso en plata sale más o menos el 30% del precio de una CANDU nueva. Es negocio. Pero si la CNEA optó por la tecnología alemana, con recipiente de presión, fue porque KWU-SIEMENS tenía unas ganas tremendas de vender en la Argentina y literalmente nos cedieron (ignoro qué verbo es más apropiado) Atucha I, a un costo de U$ 100 millones aproximadamente. Resultó que no éramos insensibles a los regalos. ¿Por qué tanta generosidad teutónica? Después de la India, que había preferido CANDU, éramos la segunda chica más linda de la fiesta aspiracional, la de los países con programas nucleares independientes. Si nosotros les dábamos el «sí», pensaron en la KWU con no poca lógica, después en otros países del Hemisferio Sur no los paraba nadie. La decisión por “el fierro” de KWU nos salvó de pagar este costo entonces escondido en el futuro de todas las CANDU, el retubamiento. Dicho con el diario del lunes, tuvimos buena suerte. Cuando Canadá nos volvió a tocar timbre para la licitación de nuestra segunda central, en 1974, ya estábamos inaugurando Atucha I y les dimos el «sí», sin dar muchas vueltas. El diseño canadiense era más sencillo, sensato, lógico, y por todo lo anterior, más barato y reproducible a escala industrial por las metalúrgicas nacionales. Si el desarrollo metalúrgico de la Argentina volvía posible ir llegando a una CANDU 100% nacional con la 2da o 3ra que construyéramos, Canadá no haría nada por impedirlo, nos dijo AECL. Se alegraría un montón. Era lo mismo que querían todos sus demás clientes, que aquel año ya eran unos cuantos. Pero además, AECL tenía otro «plus» para nosotros: en aquella época dorada, anterior al 18 de mayo de 1974, el país de la hoja de arce todavía le hacía un corte de manga frontal a la doctrina estadounidense de no vender salvo bajo salvaguardias “full-scope”. Los canadienses se pasaban dicha idea “por el arco del triunfo” (influencia de la colonización francesa en Quebec, sin duda). Y los EEUU se lo tenían que bancar. Canadá, por ende, vendía sus centrales sin mencionar siquiera el TNP (Tratado de No Proliferación), descripto crudamente en 1968 por el embajador radical José María Ruda ante OIEA como “el desarme de los desarmados”. Con fierros “sexy”, precios bajos, buena foja de seguridad operativa, un éxito de mercado notable y una política de ventas libre de tratados apestosos, los vendedores de la AECL (Atomic Energy Commission of Canada Limited) eran recibidos como realeza en China, la India, Argentina, Pakistán, Corea y Rumania y –por supuesto- la India, países con proyectos independientes. A los Canucks les faltaba probar un asado argentino. Probablemente, vinieron para ello. Si tales compradores insistían en fabricar sus propios combustibles, la AECL daba todas las especificaciones técnicas y planillas de cálculo. Lo mismo para los tubos de presión, los generadores de vapor, y a la larga, todos los componentes críticos. Es más, los canadienses organizaron a todos sus clientes en el COG o Candu Owners Group, para que los propietarios intercambiaran libremente objeciones, chismes, quejas y consejos operativos. A la AECL esto le significaba aprovechar a fondo la experiencia de sus compradores para mejorar lo que les tratarían de vender a continuación. Demasiado bueno para ser verdad, pero ni un pelo de bobos, los Canucks. Como resultado de la viveza comercial y la calidad tecnológica canadiense, hay 49 CANDUS activas en Canadá, Argentina, Rumania, Pakistán, la India, China y Corea del Sur. Y a eso, añadirle 13 “Canduchas”, o CANDU truchas que la India construyó por su cuenta después de 1974, cuando Canadá rompió relaciones comerciales con ese país asiático, y las 10 más que esa república, hoy el país más poblado de la Tierra, está añadiendo al inventario. Pero falta explicar por qué Canadá en 1974 cortó relaciones con semejante monstruo de cliente, la India. Lo obligaron los EEUU. Y es que la primera ministra de la India, Indira Gandhi, sorprendió al resto del planeta con «Smiling Buddha», raro nombre para una bomba atómica, el 18 de Mayo de aquel año. Justo ella, la Gandhi, con ese apellido casi inherentemente pacifista. Y Ud. no va a creer hasta qué punto eso torció nuestro destino como país, y cómo nos jodió el asado con los canadienses. Va mañana. candus

Daniel E. Arias

Guerra en Ucrania: el uso de Starlink para el control de drones crea problemas

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Aunque SpaceX siga enviando señal de sus satélites Starlink a las antenas receptoras que desplegó en Ucrania, y mientras le siga entrando dinero, no está de acuerdo con que sus equipos de Internet por satélite se utilicen directamente en la guerra, como el pilotaje de drones militares.

Bueno, eso dijo la empresa.

En su intervención en la Conferencia sobre Transporte Espacial Comercial de la Administración Federal de Aviación, celebrada en Washington DC, Gwynne Shotwell, Director de Operaciones de SpaceX, afirmó que Starlink nunca fue concebido para ser utilizado como arma, pero que «los ucranianos lo han aprovechado de forma no intencionada y que no formaba parte de ningún acuerdo.»

Pícaros ucranianos, ¿cómo se les ocurre?

Según Reuters, Shotwell se refería se refería al supuesto uso de Starlink por parte del ejército ucraniano para controlar drones a distancia. Aunque no especificó qué había hecho SpaceX precisamente para impedir que Ucrania utilizara Starlink de un modo que no aprobaba, Shotwell sí dijo que había cosas que SpaceX podía hacer para limitar el uso con el que no estaba de acuerdo. Shotwell no respondió a ninguna pregunta de detalle sobre cuáles son aquellas cosas.

Tiembla Ucrania.

En plan de «no aclare que oscurece», la Directora de Operaciones de SpaceX dijo que su organización estaba de acuerdo con que Ucrania utilizara Starlink para comunicaciones militares, pero que ponía el límite en lo que consideraba un uso más ofensivo. En cuanto a si SpaceX preveía ese uso del servicio Starlink, Shotwell dijo: «No pensamos en ello… pero nos enteramos bastante rápido».

Ah, menos mal.

Tanto las fuerzas ucranianas como las rusas han utilizado ampliamente drones en este conflicto de casi un año de duración. Pero Rusia se las tiene que arreglar con sus propios satélites de telecomunicaciones, inferiores en cantidad a los de Starlink si consideramos los de órbita baja, y de señal menos potente y más interferible, si consideramos los geoestacionarios.

Estos últimos son excelentes para «broadcasting», transmisión unilateral de un emisor a millones de receptores. Caso de cajón: la televisión. Pero resultan inútiles para videojuegos y para guiado o pilotaje de drones o misiles en tiempo real, y eso por su considerable «latencia».

Es el término técnico de las demoras de hasta 1,5 segundos que toma una señal en subir desde un dron hasta un satélite geoestacionario, y los 1,5 segundos adicionales en que el satélite transmite los comandos de navegación pertinentes. Imagínese manejar a 140 km/h con la Panamericana atiborrada. Pero inexplicablemente, el parabrisas atrasa 1,5 segundos en informarle que el camión de adelante acaba de clavar los frenos, y su pisar desesperado del freno tarda 1,5 segundos más en transmitirse a las ruedas…

OK, ya entendió.

Los satélites de Starlink -constelación que seguirá creciendo hasta tener 30.000 aparatos en órbita baja- giran a unos 300 km. de altura sobre la Tierra. Es muy distinto que estar fijos a 35.786 km. de altura sobre algún punto invariable del ecuador terrestre, el negocio de los geoestacionarios. La órbita baja hoy es como la calle Florida a las 6 de la tarde, sólo que se va más rápido. En cada segundo hay centenares de Starlinks pasando como centellas invisibles sobre el cielo ucraniano.Y de noche, como chirrían astrónomos e intendentes que quisieran cielos oscuros, no son nada invisibles. Las antenas receptoras terrestres desplegadas por Musk son miles, pequeñas y pueden estar en edificios o montadas sobre vehículos. Sustituyen con esas ventajas inherentes al enjambre a las grandes y solitarias torres de telefonía celular. Ésas el Ejército Ucraniano las usó desde principios de la guerra, hasta que fueron sistemáticamente derribadas por drones o artillería de los rusos. Pero las comunicaciones vía Starlink son mucho más capilares y casi no tienen latencia, de modo que son excelentes para guiar drones y misiles. Muy mal pensados, los rusos también creen que algunos de estos Starlink tienen cámaras ópticas y de infrarrojo, y que suministran a los mandos ucranianos un mapa en tiempo real del estado de cosas en el frente del Donbass y de Kherson. Paranoia rusa, se sabe. Don Elon en 2018 confesó haber sido parte del golpe que derribó al presidente boliviano Evo Morales para apropiarse del litio nacional, que sus autos Tesla consumen a lo pavote. En la ocasión dijo que haría lo propio con quien fuera, y desafió a sus críticos: «Deal with it!» (Acostúmbrense a ello). ¿Cómo pensar mal de alguien tan honesto?

En respuesta a la información aparecida en los medios de comunicación sobre los comentarios de Shotwell, Anton Gerashchenko, asesor del Ministro del Interior de Ucrania y ex viceministro del mismo cargo, expresó su gratitud por la presencia de Starlink en Ucrania y dijo que creía que probablemente había salvado cientos de miles de vidas.

Probablemente Gerashchenko debería sumar su nombre a la lista de salvados, y también la existencia de su cargo y la del ministerio en el que revista, y que dirige la Guardia Territorial, un equivalente de nuestra Gendarmería. Suponemos que los satélites Starlink fueron un enlace muy bueno para recibir información sobre los centros neurálgicos de la retaguardia rusa (depósitos de municiones, salas de estado mayor) y dirigir allí la puntería de sus cohetes estadounidenses HIMARS, de 80 km. de alcance. La desorganización causada por esos misiles explica en parte la facilidad con que la Guardia Territorial ucraniana reconquistó en pocos días la zona de Járkov, en el NO del Donbass. Las defensas rusas literalmente se hundieron. Gratitud es poco decir.

Sin embargo, Gerashchenko discrepó de la caracterización de Shotwell del uso de Starlink por parte del ejército ucraniano como «ofensivo», afirmando en un tuit que «Ucrania no ofende, nosotros liberamos, protegemos a los nuestros». Por alguna causa, los caciques rusos creen lo mismo.

Alguien debería explicarles…

«No hay neutralidad en la lucha entre el bien y el mal», añadió Gerashchenko.

Ah, bueno, eso aclara todo.

Otra disputa entre SpaceX y Ucrania

No es la primera vez que SpaceX, o su propietario Elon Musk levanta ampollas por el suministro de servicios en Ucrania. Pero las quejas anteriores tenían una motivación financiera más directa.

El año pasado se supo que SpaceX no estaba contenta con tener que suministrar a Ucrania el servicio Starlink a cambio de nada más que buena voluntad. Los terminales fueron donados y comprados a la empresa, la que se quejaba. Pero ese alboroto duró poco: Musk se agarró la cabeza y dijo que SpaceX «seguiría financiando gratis al gobierno de Ucrania». Bueno, hace tiempo que tiene más plata que Ucrania: la fortuna personal admitida de Musk anda hoy en los U$ 184.900 millones.

En AgendAR suponemos de todos modos que la factura de telecomunicaciones militares de Ucrania con SpaceX  la debe estar levantando el Pentágono, como suele pasar con esta firma desde su fundación. Es parte de la vocación antiestatista de los EEUU derivar en empresas de este tipo los gastos militares del estado, empezando por la Internet, que nació en los ’70 como un proyecto de la DARPA (Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa). El Silicon Valley no nació de un repollo. Decenas de milagros tecnológicos estadounidenses parecidos remiten al llamado «misterio de la araña renga»: nadie sabe cómo hicieron la mosca. Pero el éxito desmesurado de Musk es un caso límite.

Desde entonces, Rusia ha expresado su descontento con la presencia de Starlink en Ucrania, afirmando que los sistemas espaciales comerciales, como los satélites Starlink de SpaceX, corrían el riesgo de convertirse en objetivos militares legítimos si sus servicios se utilizaban en zonas de guerra, como Ucrania.

«Al parecer, los Estados [occidentales] no se dan cuenta de que tales acciones constituyen de hecho una participación indirecta en conflictos militares», declaró entonces un representante ruso ante el Reino Unido.

Uno creería que sí se dan cuenta, y les importa un pepino.

Eso no ha impedido que los terminales Starlink sigan llegando a Ucrania: hasta noviembre se habían desplegado unos 25.000, y eso antes de que el país invadido llegara a un acuerdo con los países de la Eurozona para pagar 10.000 más que se entregarán a principios de 2023.

35.000 terminales, uso bonificado por Washington y un vaso de agua no se le niegan a nadie. Insistimos: los rusos son paranoicos.

Es posible que SpaceX simplemente intente ir a lo seguro haciendo una declaración pública de que sus satélites no se están utilizando de forma ofensiva, así que por favor no los derriben, pero no pudimos verificar esta hipótesis porque la empresa tampoco respondió a esas preguntas.

Hombre, qué sorpresa, que el dueño de Twitter, tan renuente a la parquedad, en este caso no diga «esta boca es mía»…

En realidad, para Rusia los miles de Starlink por ahora son tan intratables como las termitas en una casa de madera muy invadida. Los Starlink resultan bastante invulnerables por lo mismo: hay demasiados, trabajan en red y como Musk los fabrica y dispara en grandes series, tienen bajo costo de reposición. Rusia no puede acompañar a cada Starlink de un satélite ruso que le genere interferencia electromagnética desde cercanías, lo que sería un enfoque más o menos «friendly» pero carísimo. Pero si Rusia decide empezar a discapacitarlos con interferencias informáticas a distancia o armas antisatélite de energía cinética, podría crear un problema de colisiones entre millones de cosas que viajan entre 9 y 21 km/segundo. Eso aseguraría una gran provisión de chatarra espacial diseminada por toda la órbita baja, problema que se multiplicaría exponencialmente por las colisiones secundarias, terciarias y así sigue la cosa entre esquirlas, el llamado «Síndrome de Kessler». Romperle los satélites a Musk sólo haría que los satélites rusos tuvieran una vida operativa cortísima, por malos encuentros inevitables con basura espacial. Además, malquistaría a Rusia con el resto de los países, porque el costo de aseguramiento de la industria espacial demostrablemente civil se iría al demonio. Nada de esto es un pronóstico, sino más bien una descripción: el síndrome de Kessler ya empezó, pero despacito, y matemáticamente no puede sino crecer. Por ahora, no hay recetas para mitigarlo. ¿Cuánto dinero perdería la Argentina, que se acaba de posicionar muy bien en el mercado mundial de imágenes terrestres en radar de banda L, si sus satélites SAOCOM fueran ametrallados por esquirlas de Starlinks impactados por misiles rusos? Buenos ajedrecistas por tradición, los rusos tendrán que ver cómo se sale de este jaque en que los puso Musk al precio de inutilizar, como zona industrial pública, toda la órbita baja, él solito y sus 30.000 satélites, aunque nadie les haga nada. El misterioso satélite ruso Kosmos 2499 se desintegró a principios de este año, dejando restos que seguirán en órbita terrestre durante años. El satélite se había lanzado en 2014, lo que dado que en órbita baja un satélite tiene una vida útil promedio de 5 años, indicaría que estaba inactivo desde 2019, pero por alguna causa no fue «desorbitado» con sus últimas reservas de propelentes. Eso es lo que mandan a hacer las reglas de convivencia entre países espaciales: eliminá tu basura orbital. Hacelo hacia arriba sacándola del plano de la eclíptica, o -más barato- hacia abajo, y que se incinere en la atmósfera, si no se trata de un aparato demasiado macizo y gigantesco. Si los rusos dejaron el Kosmos 2499 en órbita para mostrar su capacidad antisatélite en 2023, buena puntería, Ivanes, pero mala jugada. Es que impopularidad aparte, la solución cinética a Rusia le saldría una plata que no tiene. ¿Cuántos lanzamientos exige pegarle un cascotazo misilístico a cada Starlink? Musk los viene poniendo en órbita de a decenas por lanzamiento, y sale al espacio un Space-X cargado a tope cada 11 días, promedio. Pero mientras los rusos ven crecer la invasión de Starlinks en órbita baja, se deben estar diciendo también que como con las termitas, si vas demasiado a fondo con el tratamiento, podés destruir la casa.

Si el mundo es una casa, con Starlink y gracias a Elon Musk, el complejo militar industrial de los EEUU se acaba de apropiar de la azotea. Piensan usarla.

Cuando ucranianos y rusos fumen la pipa de la paz, los Starlink seguirán ahí adonde están. Pero el mundo no parece estar regresando hacia la monopolaridad de los ’90: China y Rusia probablemente estén pergeñando algunas soluciones poco ortodoxas y no necesariamente tranquilas para desalojar a Musk, «el Gran Okupa Orbital«.

Por favor, ojo con nuestros SAOCOM, muchachos.

Como sucede con los mercenarios en general, los estados que los contratan tratan de evadir la mala imagen cuando estos soldados de fortuna incurren en masacre de civiles, tráfico de mujeres y de niños y otras inconductas habituales pero poco meneadas.

Si tal es el caso con Musk, el establishment militar estadounidense se ha comprado un testaferro perfecto, un hombre a quien todos aman odiar. Y lo odian con naturalidad por sus aires de emperador romano con síndrome de Asperger, tan bueno para las relaciones públicas como un lanzallamas para hacer el asado.

Musk acaba de despedir a otro ingeniero de Twitter, y van… El pobre bobo trató de explicarle al gigamillonario que el número de visitas de sus tuits estaba a la baja porque su popularidad -la de Musk- se cae a pique. Y eso en el sitio de microblogging que él mismo Musk se compró, para la gloria de Musk, por 44.000 millones de dólares.

Nadie lo quiere especialmente a don Elon. Pero el problema no es Musk, sino quien le da de comer.  

Taiwan desembarca en Argentina con nuevas inversiones en materia de explotación de litio

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A través de una serie de acuerdos que serán concretados esta semana entre el gobierno taiwanés y empresarios privados, traccionados por la Cámara Latinoamericana del Litio, la Región avanzará en el impulso a la cadena de valor del recurso minero. El Presidente de la Cámara Latinoamericana del Litio arribó a la Ciudad de Taipéi, para reunirse con la Presidenta de la República de Taiwán, Tsai Ing-wen, quien se mostró interesada en abrir los horizontes en Latinoamérica en inversiones relacionadas con el Litio. Riutigliano viajó acompañado por una comitiva del Consulado de Taiwán en Argentina, con quienes además celebrarán acuerdos y contratos con empresas locales, con el objetivo de lograr entre otras cosas, que Argentina fabrique baterías de Litio y las exporte al resto del mundo. “En Taiwán coinciden con el concepto de que el litio es un mineral muy valioso, ya que es de vital importancia que tiene en las baterías de teléfonos celulares, notebooks y los autos eléctricos”, dijo el dirigente argentino. Agregó que “los procesos de tipificación del litio permitirán concatenar la valorización desde el origen hasta su finalización representada por la fabricación de vehículos eléctricos”. Explicó que paralelamente al viaje de negocios, la entidad está manteniendo un trabajo conjunto el Congreso tanto con el oficialismo como con la oposición, para declarar por ley al litio como bien estratégico y que el país lo considere un commodity. De esta manera adelantó que se podría desde la Argentina, determinar los precios limpios hasta la finalización del proceso productivo, del cual permitirá segregar los componentes que alimentan al virus de la inflación por malas decisiones.