Más de 2000 distintas especies de insectos sirven de alimento en muchos países del mundo. En los últimos años, la FAO y la Unión Europea promovieron la inclusión de insectos en las dietas por sus beneficios nutricionales, socioeconómicos y ambientales.
En la Argentina, diferentes universidades, el INTA y el INTI investigan la producción de grillos para consumo humano y señalan que representa una oportunidad para la industria alimentaria. Los productos comestibles a base de insectos ya se aprobaron para alimentar ganado y hacen fila como fuente de proteínas para humanos en forma de pan, barras de cereal y pastas.
“El consumo de insectos y sus derivados se denomina entomofagia y se practica en todo el mundo desde hace décadas (en algunos lugares, desde hace mucho más).
En los últimos años, la investigación en el tema avanzó significativamente. En el 2013, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), señaló que el consumo de insectos puede contribuir a la seguridad alimentaria y al ambiente”, explicó Julieta Di Meglio, egresada del Máster Internacional en Tecnología de Alimentos —MITA, de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) y de la Universidad de Parma, Italia—. En su tesis abordó el caso del grillo Gryllus assimilis.
“Tanto el consumo como la producción de grillo tienen características atractivas. Poseen un contenido de proteína cercano al 60% —los cereales tienen alrededor de un 15%— y también aminoácidos esenciales, vitaminas, minerales y ácidos grasos. Son muy versátiles. Se pueden procesar e incorporar como polvo en distintos productos como barras de cereal, panificados y fideos, para mejorar sus propiedades nutricionales”, resaltó.
Por el lado de su cría y reproducción, se pueden alimentar de diversos sustratos y prácticamente transforman todo lo que consumen en biomasa. “Crecen muy rápido, ocupan poco espacio, consumen poca agua y alimento, y emiten muy escasos gases de efecto invernadero”, destacó Gabriela Gallardo, directora del trabajo de Di Meglio e investigadora en el Instituto de Tecnología de Alimentos del INTA, quien participó en la elaboración del Informe ‘Producción de insectos para el consumo humano’ de la Red de Seguridad Alimentaria del CONICET.
Al día de hoy, ni el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria —SENASA—, ni el Código Alimentario Argentino —la legislación que regula a nivel nacional la comercialización de todos los alimentos, las bebidas y los aditivos alimentarios— contemplan la cría, la faena, la comercialización o el consumo humano de insectos. Gallardo afirmó que el informe fue un paso importante para avanzar en su legislación. “Mientras tanto, en el INTA y el INTI estamos desarrollando en forma conjunta prototipos de alimentos con polvo de grillo. Ya hicimos panificados, barras de cereales y logramos elaborar pastas que cuentan con más de un 20% de proteínas”. En los fideos que encontramos en el supermercado, ese valor es del 7%.
La ley para el salto de calidad
Di Meglio contó que en Europa y Estados Unidos, una vez que los insectos se autorizaron como alimentos, su producción a nivel industrial se multiplicó, en especial la de grillos. “Hay galpones robóticos con producción automatizada. El consumo también aumentó. En países como Bélgica y Holanda se comen hamburguesas a base de grillos”.
En este sentido, añadió que en la Argentina hay un gran interés para producir polvo de grillo, ya sea desde el INTA, el INTI y universidades, como de inversores y empresas. Julieta aclaró que el objetivo no es reemplazar el consumo de proteínas tradicionales, como la de la carne vacuna, aviar o porcina, sino tener más alternativas.
Para cerrar, Julieta contó que la incorporación de un capítulo de entomofagia en el Código Alimentario avanza despacio. “La última presentación se hizo en diciembre de 2019. Entre las últimas novedades en el tema, el SENASA habilitó un marco normativo para que los pequeños productores de insectos puedan aumentar la escala de sus producciones en miras de elaborar alimento para animales”.