Otra vez: Llega una nueva ola de calor

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Gran parte del centro y el Litoral del país registraron ayer un pico de temperaturas con máximas de entre 33 y 38 grados, que se mantendrán “muy elevadas” durante toda la semana y podrían dar lugar a la novena ola de calor del verano, mientras que diez provincias y la ciudad de Buenos Aires están bajo alerta amarilla por calor extremo que “puede ser peligroso” para la salud, informó el Servicio Meteorológico Nacional (SMN).

Desde el lunes, la franja central del país y la región del Litoral experimentan un ascenso de temperatura por el ingreso de una masa de aire cálido desde el norte.

Por esto, a partir de ayer comienza “un nuevo período con temperaturas muy elevadas que afectará, principalmente, al centro del país y al Litoral”, informó el SMN en su cuenta de Twitter.

La saga de la Argentina nuclear – XXXVIII

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Cuando la actividad nuclear argentina está en riesgo, queremos repasar algunos momentos del largo esfuerzo que la construyó Los anteriores capítulos de la saga estan aqui La hora de los caños Un año antes del Rodrigazo, otro acontecimiento geográficamente muy lejano, en el norte de la India, destruyó sin miramientos el plan de los sabatianos de ir volviendo paso a paso a la Argentina en una potencia nuclear pacífica, autónoma y exportadora, como hoy lo es Corea del Sur. No era el programa de un loco. Su defecto fue ser demasiado cuerdo, intolerablemente cuerdo. Si se recuerda, a principios de los ’60, Corea del Sur, lejos del gigante industrial que es hoy, era todavía un país sobrepoblado, agrícola, paupérrimo, poco educado, militarmente ocupado por los EEUU, siempre en peligro de guerra y bajo la durísima bota del general Park Chung Hee, tan dictatorial como su contraparte dinástica del Norte. Corea del Sur en los ’60 no calificaba de república bananera porque no trataba siquiera de parecer una república, además de carecer enérgicamente de bananas. No había ni hay inmigrantes argentinos en Corea ni siquiera hoy, cuando ya ostenta un PBI/cápita de alrededor de U$ 35.000. Sin embargo, en los ’60 los surcoreanos eran tan pobres que en las dos décadas subsiguientes llegaron unos 50.000 de ellos a la Argentina, sin arrugar pese a nuestra inflación y a nuestra seguidilla de golpes militares. Nuestro infierno les pareció un paraíso. Una de las cosas que los atraía de nuestro país era la educación pública, laica y gratuita. Un eje del hiperdesarrollo industrial coreano fue la energía nuclear: hoy en ese país minúsculo hay 25 centrales de potencia, 3 en construcción (serían más si entre 2017 y 2022 no hubieran tenido un presidente antinuclear), y desde principios de siglo Corea del Sur se volvió sorpresivamente uno de los principales exportadores de tecnología atómica del mundo, sobrepasando por varias cabezas a los canadienses, los franceses y los autodenominados americanos. Hoy, con un contrato de U$ 20.000 millones con Arabia Saudita, los coreanos (ya no hace falta llamarlos «del Sur») pelean casi de igual a igual con Rusia y China como proveedores de centrales nucleares grandes, con modelos propios de 1400 y 1500 MWe. La cantidad y calidad de empleo calificado directo e indirecto que generó su programa nuclear les permitió resignar otros rubros en que fueron importantes (la construcción naval), y redireccionar sus muchos ingenieros y químicos al mundo aeroespacial, a la farmacología y la biotecnología. Si en 1974 alguno decía en Buenos Aires que Corea del Sur se iba a volver un exportador de centrales atómicas mucho antes que la muy nuclear Argentina, las carcajadas se habrían escuchado hasta en Seúl. El plan sabatiano para volver a la Argentina un país con una industria nuclear completa implicaba saltar con una garrocha canadiense: la central CANDU. Corea lo hizo un poco: en los ’90, los años de gran instalación de centrales, compró a AECL las de Wolsong 2, 3 y 4, de tubos de presión CANDU. La primera de esa lista ya superó los 30 años de funcionamiento continuo e hizo retubamiento, porque una CANDU tiene una disponibilidad y una seguridad ejemplares. No la querés cerrar o decomisionar ni a palos, aunque sea chica. Lo que no podés es exportarla, por contrato. Los coreanos con las CANDU tuvieron el mismo problema que habríamos tenido nosotros tras llegar a cubrir con ellas, o con derivaciones argentinas de ellas, un 20 o un 30% de la demanda eléctrica nacional. Tendríamos más de 17.000 megavatios nucleares instalados CANDU o similar, y tanta capacidad eléctrica de base que podríamos dedicar casi todo el gas natural criollo a exportación. Pero en el Gran Juego atómico, ¿cómo seguir, luego, si habría sido ilegal exportar CANDUs? Por otra parte, hace tiempo que los EEUU tratan de impedir que se vendan o compren CANDU en el mundo. Que la gente se ilumine con uranio natural les complica la diplomacia, puesto que dominan el mercado del enriquecido. Y Corea no está ni estuvo nunca muy en condiciones de negarse a los dictámenes de un país que tiene 25.000 soldados armados a guerra en su territorio. Lo que ofrecen los coreanos al exterior son centrales tipo PWR de 1400 MWe y diseño propio, a uranio enriquecido y por ello bajo la aquiescencia de los EEUU. PWRs de ese tamaño parece más de lo mismo que venden todos desde los ’90. Sólo que a diferencia de los europeos, los coreanos te construyen sus máquinas en 4 años y medio, no en 10 o 12 o 15. A diferencia de los europeos, lo hacen sin pasarse un centavo en los costos, en lugar de al triple de lo presupuestado y sin seguridad de terminación, como pasa con el European Pressurized Reactor (EPR). Y a diferencia de los rusos, los otros grandes contendientes en centrales de potencia, los coreanos no te tratan de encajar contratos BOO (Build, Own, Operate): comprás llave en mano, pero una vez entregada la planta, sos el dueño y la operás vos. De haberse seguido nuestros planes de centrales nucleares de los ’70, a esta altura del partido el desarrollo de las industrias metalúrgicas, metalmecánicas, electromecánicas y electrónicas en Argentina habría sido considerable. Si la construcción civil moviliza a otras industrias, la nuclear moviliza a todas ellas, y además te obliga a generar otras que no tenés, y en general suelen ser de alta tecnología. O te obliga a defender las que tenés. Con pedidos frecuentes de instrumentación, la electrónica argentina, que en los ’70 producía audio de excelencia como Audinac, o que dominaba el 30% del mercado regional de calculadoras de mano con Fate Cifra, ¿no habría resistido mejor esos cócteles letales de aranceles cero y dólar basura de los Martínez de Hoz o de los Cavallos? Qué lindo habría sido llegar a tener este problema: tenemos un país con un 30% de electricidad nuclear. ¿Y ahora qué cosa nuclear exportamos? Qué fácil habría sido, en un ecosistema educativo, industrial y nuclear robusto en tecnología y con buenos bolsillos, tan distinto del actual, construir un proyecto de exportación totalmente propio, como el CAREM. Como dijo Niels Bohr, «Es difícil hacer predicciones, especialmente acerca del futuro». Y como dijo mucho antes el general Helmuth von Moltke: “La primera víctima de la batalla es el plan”. Aquí lo que estoy examinando es por qué no existe el país que íbamos a ser. Son cosas que los historiadores tienen metodológicamente prohibidas, pero yo no soy historiador. No era que estuviéramos condenados al éxito, con tanto capital financiero propio y ajeno tratando de reducirnos al macilento rol de exportadores de naturaleza cruda que tenemos hoy. Pero con nuestras bases educativas, industriales y tecnológicas, y además bastante espacio vacío, recursos naturales y cantidad de inmigrantes a recibir, e industrias y ciudades a fundar, teníamos suficientes chances de ser otra cosa mejor. Los 50.000 coreanos que se vinieron para aquí, al menos, probablemente creían eso. Los 120.000 taiwaneses que arribaron a la Argentina, y para quedarse, lo mismo. Algo veían en la Argentina, además de la educación estatal, laica y gratuita. No creo que estuvieran locos. Según su pertenencia política, los historiadores ponen como origen de la decadencia argentina el año 1929, o 1930, o 1945, o 1975, o 1976. Con el crack de la bolsa de Nueva York, el golpe de Uriburu, el Rodrigazo y el Proceso, hay suficiente para quebrarle las patas al pingo más prometedor. Pero para mí el hecho olvidado, casi secreto, que nos mancó está en 1974, cuando algo nos cambió de pronto el escenario atómico internacional, sin comerla ni beberla. ¿Quién iba a pensar que el 18 de mayo de 1974 la India, con plutonio militar producido por el reactor Dhruva, un clon secreto y potenciado del reactor CIRUS vendido por EEUU, violando salvaguardias sin que nadie se avivara, iba a terminar detonando “Smiling Buddha”, su primera bomba atómica? El príncipe Gautama Buda se habría indignado de ese uso de su nombre: le cayó a la única arma nuclear que causó daños enormes en el Tercer Mundo y además, a distancia, pese a que no mató a nadie. A nosotros, tan en las antípodas, nos hizo pomada. Smiling Buddha detonó dentro de un pozo horizontal de 107 metros de largo y 114 de profundidad en una ladera rocosa de Pokhran, perteneciente a una serranía cercada por una base del Ejército en la provincia desértica de Rajastán, limítrofe con Pakistan, país con el que India había terminado una guerra (otra más) en 1971. Aquel asunto del Buda Sonriente fue tan secreto que sólo participaron 75 expertos, entre 1967 y 1974, y hasta el Ministro de Defensa se enteró de la explosión el 18 de mayo… por los diarios de Delhi. Indira Gandhi adujo las boludeces habituales de los mandamases militaristas en estos casos: aquella tecnología se había desarrollado sin fines bélicos. La idea no era en absoluto asustar a los pakistaníes, aunque ante quienes cortan el bacalao en Nueva Delhi, los susodichos pakistaníes probablemente fueran bastante dignos de bombardeo. La idea con esta bomba (cuándo no), según la señora Indira, era iniciar benéficas y maravillosas obras públicas, tales como la excavación de canales o de grandes reservorios subterráneos. ¿Para qué los reservorios? Bueno, para llenarlos de algo, ya se vería de qué. Indira Gandhi no era idiota en absoluto, sólo se hacía. Con esto de la bomba, la popularidad del Congress Party y de su persona se fueron por las nubes. Se cansó de ganar elecciones. Eso no impidió que 10 años más tarde dos de sus guardaespaldas sikhs le pegaran 33 tiros -ni uno menos- para vengar la represión del Ejército Indio en el Punjab en 1982 (30.000 detenidos, más de 100 muertos). Los sikhs tienen su propia religión, nada parecida al hinduismo, ansiaban nombrar sus propias autoridades policiales sin interferencias de Nueva Delhi y exigían la enseñanza del sikh en la escuela pública. El sikh debía enseñarse además del obvio idioma inglés, que pese a que Inglaterra se fue de la India en 1947 sigue siendo la única lengua posible de gobierno en todas las provincias y regiones de ese país tan multicultural, con 121 idiomas vivos, de los cuales 22 son oficiales. En suma, no es que los sikhs pidieran cosas tan raras. Curiosamente, consignas similares tiene el 60% de los kashmiris, que por ser mahometanos querrían otro trato con Delhi, o más probablemente ninguno. No todos los ciudadanos indios del Kashmir quieren ser hijos de la Gran Madre India, y a muchos les tira bastante ser pakistaníes y vivir entre musulmanes. Los sikhs, como se ve, eran mucho más proclives a volverse una autonomía sin ruptura alguna del fortísimo federalismo indio. Pero además, son todavía hoy un bastión cultural dentro del Ejército de la India, y en la breve historia independiente del país, desde 1947 los sikhs pusieron 7 ministros de defensa. El modo brutal de tratar a los sikhs en 1982 de Indira Gandhi me obliga a repensar si sólo se hacía. 6 explosiones nucleares más tarde, incluyendo la de una bastante moderna bomba H “de tres etapas” tipo Teller-Ulam en 1998, las maravillas de ingeniería de suelos prometidas por doña Indira siguen sin hacerse en la India. A falta de canales y reservorios, la India ya tiene entre 110 y 120 armas nucleares, así como los misiles Agni (5500 km. de alcance) necesarios para borrar del mapa las ciudades pakistaníes que haga falta, hasta que los vecinos entren en razón o se mueran. Pakistán, país aún más pobre que la India, le siguió emperradamente el tranco militar a Nueva Delhi, y tiene 130 cabezas, así como misiles Shaheen III de 2750 km. de alcance para que los indios entiendan de una vez por todas de quién es el Kashmir. Siempre hay escaramuzas de artillería, atentados y algo así como una guerra de baja intensidad en esa frontera del Himalaya, bastante promovida por Pakistán. Con la perversa ambigüedad de todos los asuntos humanos, es evidente que si allí no se escaló a una guerra convencional a escala completa, (como la que desangró a Irán e Irak en tiempos del Ayatollah y de Saddam), es por causas geográficas. Los propios Himalayas son, como teatro de operaciones, un enemigo más brutal y letal que el enemigo, al menos para las tropas terrestres de ambos países. Pero sin dudas, uno de los forzantes de la peligrosa y frágil paz entre Pakistán y la India es que hay demasiado caños nucleares en ambos lados de frontera. De modo que la carrera armamentista nuclear local generó una suerte de hipótesis MAD (Mutual Assured Destruction, aniquilación mutua asegurada), la primera de la historia entre países estructuralmente pobres. Pero pobres de solemnidad, pobres de toda pobreza, y sobrepoblados muy por encima de su «capacidad de porte» en el sentido ecológico, es decir de su límite máximo geofísico para generar alimentos y agua potable. Sobre este escenario MAD pesa, por suerte en contra, la severa interdicción de todas las superpotencias ajenas a que se arme una guerra prolongada entre Pakistán y la India. Son las mismas superpotencias que fogonearon aquella otra guerra de 8 años entre Irán e Irak (1980-1988), con la que se hicieron ricos vendiendo armas y traficando influencia. Son el Reino Unidos, Francia y los EEUU. Esas benevolentes autoridades del Consejo de Seguridad, en los años ’80 no tuvieron problemas en fumarse y fogonear un conflicto que dejó “grosso modo” 1 millón de muertos, 2 de discapacitados y 4 de desplazados como el de Irak e Irán. Pudieron hacerlo porque era una guerra con armas convencionales, y los muertos, unos desharrapados ajenos. La OTAN y la UE le vendieron misiles, tanques y aviones a lo pavote a Saddam Hussein, que en aquella década les parecía un dictador buenísimo, genial, progresista, lo más. Pero dichos líderes morales de la humanidad desde mediados de los ’80 no quieren saber nada de una escalada bélica de India y Pakistán. Harán lo que sea porque no suceda, porque quizás les va la vida en ello. Desde el 28 de mayo de 1998, cuando Pakistán estrenó su primer arma nuclear y la India, su primera termonuclear, se hizo patente que si Pakistán llegaba a perder una guerra convencional de gran escala contra la India, antes de arriar bandera, dispararía sus misiles. Y eso, piensan las superpotencias, puede arrastrarlas a un sufrir ellas mismas las consecuencias de un conflicto nuclear. “Thanks, no dice”, como dicen los fulleros cuando no los dejan usar sus dados cargados. Desde mediados de los ’80, las superpotencias están científicamente mejor informadas acerca del funcionamiento de la atmósfera que en los años ’70. Saben que aunque no se dejen chupar por ese maelström, una guerra nuclear regional entre India y Pakistán las hace puré, aunque estén lejos y por una vez, no anden metidos en nada raro para promoverla. Sobran modelos atmosféricos que coinciden en que si cada contendiente de los mencionados usara apenas el 50% de sus arsenales atómicos sobre las ciudades del antagonista, la estratósfera planetaria –incluída la del Hemisferio Sur, oh, compatriotas argentos- se volvería tan enteramente opaca con el hollín de las ciudades quemadas que habría varios años de “invierno nuclear”, con oscuridad casi permanente a nivel del suelo, amén de sequías graves y fríos subcongelantes en las latitudes medias. Sí, en la Pampa Húmeda también. Esto significa la interrupción de la fotosíntesis en todas los ecosistemas agropecuarios importantes del planeta. Dicho en cortito: que nos cagaríamos de hambre un tiempo, tías y tíos. Y también de sed. Y de ceguera, de paso. Porque la capa estratosférica de ozono quedaría muy dañada por la liberación de moléculas que funcionan como radicales libres. Contradicción de contradicciones, viviríamos en una oscuridad brillantemente iluminada de luz ultravioleta A, B y C, de longitud de onda demasiado corta como para ser visible por nuestros ojos, pero de energía lo suficientemente alta como para llenarlos de cataratas de viejo a edades juveniles. No sería el fin de la Humanidad en absoluto. Sí sería la caída de casi todos los estados-nación actuales, un quiebre de la historia tecnológica y organizativa de la especie, y un “ajuste demográfico” de algunos miles de millones de humanos. En tan impredecible reformateo de la historia, no habría siquiera garantías de que se salven todos los ricos y poderosos en los países ídem e ídem. Estos, por ende, no tolerarán el riesgo. De modo que, con esa atroz ambigüedad que caracteriza a la historia, las bombas que acumularon los energúmenos religiosos en ambas vertientes del Himalaya, tras haber generado hasta los ’90 la frontera que el presidente Bill Clinton llamó «la más peligrosa del planeta», hoy son tantas que parecen tener al menos un lado bueno para ellos: los salvan de toda guerra convencional ampliada más allá de alguna que otra escaramuza. Que siempre las hay, en el Himalaya, pero por ahora no progresan. Mueren enanas. El lado peor de esta mala vecindad lo soporta a distancia el resto de los humanos que no necesitan más “escenarios MAD” entre países pobres: ya hay suficientes con los halcones de la OTAN y los irresponsables del Consejo de Seguridad. Pero dados el costo y duración de la carrera armamentista nuclear entre pobres que desató la señora Gandhi, ¿a cuántos millones de ciudadanos propios y además de pakistaníes ya mató de hambre en la infancia? ¿A cuántos sumió desde niños en la indigencia estructural? Querida Indira, Ud. que llevó semejante apellido, el del Mahatma, sin haberlo merecido un minuto, siquiera por parentesco, perdóneme que invoque su alma para sacarme las dudas. ¿Cuántos chicos de su mismo país y religión condenó a la miseria? Mire, doña Indira, según un informe de 2015 de la FAO, la agencia de alimentación y agricultura de la ONU, la India terminó 2015 con 194,6 millones de subalimentados, una cuarta parte del total mundial de hambreados. Esto la vuelve la nación con la mayor población mundial en riesgo alimentario: el 15.2% de los ciudadanos de un país con 1,2 mil millones de habitantes. El 58% de los chicos de 2 años en la India mide debajo del peso, talla y desarrollo cerebral esperables, 1 de cada 4 chicos está desnutrido y cada día mueren 3000 de hambre. Si lo que lleva gastado su país en armamento nuclear lo hubiera invertido en centrales nucleares, hoy la India tendría centenares de plantas nucleoeléctricas y quemaría menos carbón. La atmósfera de Nueva Delhi sería casi respirable, quién le dice. No sucedería lo que sucede hoy, que de las 10 ciudades con mayor contaminación aérea del mundo, 7 son indias. No es poco decir: en su país -datos de Statista- en 2019 murieron al menos 1,66 millones de sus compatriotas por año debido a la calidad del aire urbano. Eso sí, qué misiles que tiene su país, gracias a Ud. Vuelvo al caso argentino, a cómo Ud., doña Indira Gandhi, desató la paranoia de los EEUU contra los programas nucleares independientes, como el nuestro. Con las consecuencias de que hoy no queda casi ninguno en todo el mundo. No fueran a seguir la misma deriva militarista que el suyo. Ud. puso en marcha una máquina global de causas y consecuencias que nos llevaron, una vez recuperada nuestra democracia, a dejar de lado el eje más interesante y prometedor del desarrollo industrial argentino: el nuclear. Y debido a ello, a pasar décadas enteras de subdesarrollo, exilio y destrucción de nuestra industria pesada y/o avanzada. Y no nos valió de nada que el programa nuclear criollo fuera incuestionablemente pacífico. Y eso porque la OTAN no quiere en absoluto que tengamos un desarrollo nuclear exitoso y exportador en energía, industria y medicina. No quiere, punto. ¿Y sabe por qué no quiere? Porque un país con semejante cultura atómica genera, sin decir siquiera una palabra, un mensaje diplomático genial. Es éste: «No tenemos la bomba no porque no podamos, sino porque no queremos. Ergo, no nos jodan. Eso Ud. podría haberlo pensado en 1974. No era difícil ni caro imitarnos. Los males que le habría evitado al mundo, empezando por su propio país. Tal vez me equivoco, y ese mensaje sólo funciona bien si uno tiene 25,45  millones de habitantes, como la Argentina aquel año, y no 610 millones como la India. Pero no hay modo de probarlo nada de eso. Ese mensaje es -diplomáticamente hablando- pura ganancia y cero costos. Fue el de la Argentina desde 1950 hasta 1995, cuando el gobierno de Carlos Menem la hizo firmar el TNP. Puesto el gancho en ese papel, nuestro mensaje cambia. Se vuelve: «No tenemos la bomba porque los EEUU no nos dejan». Con el mensaje anterior, el de «podemos pero no queremos, no nos hagan querer», no te obligás a vos ni a tus vecinos de mapa (Brasil, Chile) a desperdiciar fortunas en una carrera armamentista peligrosa, cara y al cuete. Pero inspirás un sano respeto «urbi et orbi». Todo el mundo prefiere que sigas pacífico. Con el otro mensaje, el de sumisión rastrera que nos dejó Menem, te llevan puesto. Como viene sucediendo. Un país sudaca que tenga incluso la mitad del desarrollo nuclear independiente de Corea del Sur -y nosotros podríamos haber llegado mucho más lejos que Corea- es demasiado educado e industrial, entre otras cosas. No lo prepeás, no lo endeudás al pedo, no le hacés firmar tratados basura, no le sacás 1,65 millones de km2 de aguas territoriales sin que siquiera gruña, peor aún, sin que siquiera se entere. Habrá que preguntarle a otra sombra esquiva, un militar que militó secretamente para impedir la Guerra de Malvinas, que hizo mucha fuerza para que no tuviéramos la bomba, pero al mismo tiempo lideró -muy a su manera- nuestro mayor período de crecimiento nuclear. Es una sombra más interesante y compleja, al menos para nosotros, que la de Indira Gandhi. Es la del vicealmirante Carlos Castro Madero. Ya la interpelaremos, cuando llegue la ocasión.

Daniel E. Arias

Avanza en la Provincia del Chubut un plan para salvar a los huemules

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  • La estación de rehabilitación y recría, de cuya reciente fundación participa un investigador del CONICET, vio nacer al primer cérvido en noviembre pasado.
  • Hace más de siete décadas que en Argentina no nacía en cautiverio un animal de esta especie en peligro de extinción.
En noviembre pasado nació el primer huemul (Hippocamelus bisulcus) de la recientemente creada “Estación de Rehabilitación y Recría Shoonem” que funciona bajo la supervisión de la Fundación Shoonem en la Provincia del Chubut. “Es macho y sigue creciendo bien, saludable y lleno de energía”, señala Werner Flueck, investigador del CONICET en el Parque Nacional “Nahuel Huapi”, que depende de la Administración de Parques Nacionales, y uno de los fundadores de la estación creada para tratar de rescatar de su extinción a los cérvidos más australes del mundo.
Hace más de siete décadas que un huemul no nacía en cautiverio en Argentina
En 1936 se llevó un grupo de estos cérvidos al Jardín Zoológico de la ciudad de Buenos Aires y tuvieron crías, y en la década de 1930 se estableció una Estación Zoológica dentro Parques Nacionales, en Neuquén, donde hubo nacimientos de huemules, pero el proyecto se abandonó en 1945. “La cría que nació en nuestra estación se nombró Shehuen, que en idioma Tehuelche significa ‘fuente de luz’, en alusión a la esperanza de que su nacimiento contribuya a la recuperación de la especie”, afirma Flueck. La finalidad de la Estación de rehabilitación y recría, explica Flueck, es generar grupos de huemules para reintroducirlos en ambientes de alta calidad nutricional que históricamente fueron ocupados por el huemul. “Eso permitirá que aumenten su población y se expandan a zonas vecinas. Será ideal que en el futuro se puedan reconectar subpoblaciones que hoy en día están separadas y aisladas, y puedan reproducirse. Una recuperación de este tipo conlleva la necesidad de convivencia con los humanos, particularmente porque el huemul tiene poco o nada de miedo de las personas, lo que ha causado su exterminación local por sobrecacería”, explica el investigador del CONICET. En Argentina solo quedan entre trescientos y quinientos huemules, fragmentados en unos sesenta grupos a lo largo de 1800 km de los Andes, con uno de los grupos poblacionales más destacados en el Parque Protegido Shoonem, en la cuenca hídrica del Río Senguer, donde se desarrollan tareas de investigación con el apoyo de la Dirección de Flora y Fauna de la Provincia del Chubut. Recluidos ahora, en las zonas altas de las montañas andinas como resultado de la sobrecacería, en el pasado circulaban por zonas abiertas (praderas) y hasta se han encontrado evidencias de su presencia en la costa atlántica. A partir de una donación de la Fundación Erlenmeyer, de Suiza, Flueck y sus colegas de la Fundación Shoonem lograron terminar la construcción de la estación de recría y rehabilitación a mediados de 2022 y se encuentran en la búsqueda de fondos adicionales para cumplir con toda la logística que el proyecto requiere. Con la coparticipación de la Fundación Temaiken se lograron hacer capturas en agosto de 2022 para trasladar los primeros huemules – en total cinco – a la Estación Shoonem y arrancar con el proyecto. Como investigador del CONICET, Flueck ha liderado y participado en casi 70 artículos científicos, y escrito capítulos y libros sobre diferentes aspectos de la vida de los huemules: salud, anatomía, comportamiento, nutrición, ecología, su distribución actual e histórica, recría y conservación. “Entre otras cosas, nuestros estudios comprobaron que al estar recluidos los huemules en zonas altas de los Andes se alimentan de forraje demasiado pobre en determinados minerales. Por esta razón desarrollan osteopatologías y pierden los dientes sin los cuales no pueden alimentarse bien”, explica el científico. En realidad, afirma Flueck, la “Estación de Rehabilitación y Recría Shoonem” se basa en un sistema de semicautiverio, es decir, que ahí los huemules habitan un área cuya extensión y vegetación permite que puedan desplazarse a considerables distancias y acceder a cantidades apropiadas de agua y comida. “Si es necesario, se puede proveer alimentación suplementaria. Cada día se monitorean las señales de sus radio-collares, y a veces nos acercamos para evaluar su salud y comportamiento”, explica el investigador. El nacimiento de “Shehuen” Shehuen nació el 5 de noviembre. A medida que crecía, la cría empezó a caminar, correr y saltar. “Es una cría de buen desarrollo, su peso al nacer debe haber sido entre cinco y seis kilogramos (kg)”, afirma Flueck. Y agrega: “A más de tres meses de edad sigue siendo amamantada, lo que indica que su madre goza de buena salud, pero ahora pasa la mayor parte del tiempo alimentándose, ramoneando o bien pastando”. Los huemules adultos suelen pesar entre 70 y 90 kg y alcanzar un metro de altura. “Como herbívoro nativo principal de ciertos ambientes, el huemul tiene un rol importante en estos ecosistemas y esa es otra razón para prevenir su extinción”, subraya el investigador del CONICET. Asimismo, Flueck puntualiza que los objetivos de la estación son la rehabilitación de huemules en mal estado de salud; fomentar la recría para crear planteles de huemules que permitan su futura introducción a sitios donde ya está extinguido; y facilitar el estudio científico de temas que no han sido del todo analizados. “Será esencial que ciertas zonas pobladas históricamente por el huemul tengan un nivel de protección adecuada para permitir la recuperación de huemules y educar a la población para el cuidado de esa especie”, afirma Flueck. Y continúa: “Pueden ser parques nacionales y también campos privados que reciban incentivos para apoyar a una futura convivencia con los huemules. Las zonas más fértiles, como los valles o pampas, generalmente son poblados o usados por poblaciones humanas. Poder habitar en esas regiones permitirá a los huemules vivir de manera más saludable y por más tiempo, lo que se traduciría en un aumento de las tasas de su reproducción y crecimiento poblacional”. Por Bruno Geller

Entre Rios: La escuela que enseña a construir barcos

La provincia de Entre Ríos tiene una identidad fluvial única representada por 5.950 cursos de agua interiores (permanentes e intermitentes), que conforman una riqueza hídrica de 41.790 kilómetros lineales de agua, y dos tramos de casi 1.000 kilómetros de los ríos Paraná y Uruguay.

En ese escenario toma relevancia un nuevo inicio de clases de la escuela secundaria técnica 100 «Puerto Nuevo» de Paraná, capital provincial, debido a que es la única en Sudamérica que ofrece el título de Técnico en Construcciones Navales. Bianca, de 16 años, llegó luego de cursar primer año en una escuela convencional. Si bien no le costó el cambio, dijo que se encontró con «otro mundo», y «todo muy lindo, con muchos talleres que te dan herramientas como para salir a hacer cosas». Los primeros tres años son iguales a todas las técnicas, con conocimientos de soldadura, electricidad, carpintería y herrería, entre otros; y a partir del cuarto año se desarrollan sobre embarcaciones. Quienes se reciben son muy demandados ya que pueden manejar tecnologías avanzadas, intermedias o elementales de astilleros, empresas del sector y también de forma independiente con su propio astillero o arreglando embarcaciones. Puestos en diseño y producción naval, ejecución y mantenimiento de obras, infraestructura edilicia, y trabajos para obtener productos, sistemas y servicios en lo naval y en general, dada la relación con la mayoría de las otras áreas industriales, son algunas de las salidas laborales.

Los atributos del constructor

Otra de las funciones que cumple el constructor naval es el diseño total de cómo se construye una embarcación, algo que se da en la misma escuela. Por eso la eligió Santiago, de 15 años, que va a comenzar a cursar el tercer año pero ya tuvo talleres de construcción naval, electricidad y lo que es «arquitectura, paneles, cables y motores de las embarcaciones que está muy bueno». En los años siguientes también tienen actividades navales, donde los más grandes que él hacen talleres para «aprender a hacer planos de embarcaciones», algo que lo «atrae mucho». Su amigo Laurentino, también de 14 años, se vio asombrado por las tareas de electricidad, carpintería, metalmecánica, informática, y espera el próximo año empezar a trabajar en embarcaciones en sí. «Te sirve conocer todo esto, si necesitas arreglar algo en tu casa podes hacerlo vos, con todo lo que te enseñan en los talleres», comentó a Télam y deseó para el 2023 «pasar todos de año» porque es «un lindo grupo de amigos».

Una ubicación privilegiada

La escuela comenzó con sus clases en 1990, pero funcionaba en los talleres del ex Ministerio de Obras Públicas de la Nación en Paraná, edificio que se fue deteriorando y que permanecía en conflicto con los barrios cercanos. Por eso, hace unos 20 años iniciaron reclamos para tener un nuevo lugar, siempre en el borde costero; en 2011 lograron la transferencia de Nación del actual predio, gracias a las gestiones de la por entonces intendenta, Blanca Osuna, y en 2018 comenzaron las obras. Mario Ballesteros es docente desde hace más de 10 años y actualmente es el jefe de talleres de la escuela. Conocía el viejo edificio que «querían todos» pero «este es mucho mejor, tiene todo nuevo y muy bien equipados en herramientas». Eso permite darle a los chicos «conocimientos impresionantes» porque aprenden «desde lo básico hasta lo más complejo» y en todos los años, con quienes recién ingresan aprendiendo a soldar y los que están por egresar construyendo barcos, algo que «no es poca cosa».   El edificio de 4.380 metros cuadrados cubiertos está diseñado para brindar clases del nivel secundario-técnico, y también cursos y tecnicaturas como la de electricidad para personas de entre 15 y 18 años, sin importar si terminaron o no el secundario. Cuenta con una sala de diseño naval, y zonas de electricidad, metalmecánica, carpintería de ribera y un canal de experiencias hidrodinámicas, entre otras salas y servicios, que demandó una inversión de más de $214 millones. Allí los adolescentes que cursan 4to. año comienzan a trabajar sobre náutica, en 5to. y 6to. ya arman embarcaciones como matrices, botes, piraguas y kayaks, y en el último año continúan cálculos, análisis y planos.

¿A dónde van los trabajos realizados?

Lo que se ha construido en esos talleres generalmente es donado, como «muchas embarcaciones para las escuelas de Ibicuy, o para cuando suceden inundaciones» y hasta crearon sillas especiales para personas con problemas motrices. Las sillas «tenían flotadores y estaban diseñadas para que las personas que las necesiten usar puedan ingresar al río, al agua, y disfruten de eso», señaló Ballesteros. Aún así, el docente remarcó que esperan que Prefectura les permita avanzar en el desarrollo de veleros y embarcaciones pensadas ya que «se pueden construir en estos talleres, hay todo» lo necesario, y «ese fue uno de los pedidos» que se le hicieron al presidente Alberto Fernández durante la visita que realizó tiempo atrás. En ese sentido, también recordó que hace falta un equipamiento alemán que es costoso pero que permitirá poner a pruebas las maquetas y las embarcaciones simulando condiciones como olas, vientos, situaciones en el río e incluso marcar la resistencia de pilotes de puentes.

Hidrógeno verde: crece la expectativa por la ley que le daría marco al combustible del futuro

El proyecto de ley de promoción del hidrógeno de bajas emisiones de carbono que elaboró el Gobierno ya está listo para ser presentado en el Congreso, luego de las puntadas finales que le dio el Ministerio de Economía. Sin embargo, la agenda parlamentaria signada por el año electoral podría complicar su tratamiento y seguir retrasando una de las mayores inversiones anunciadas durante la gestión de Fernández. Se trata del proyecto de la empresa Fortescue, que en 2021 anunció una inversión por US$8400 millones para construir una planta de producción de hidrógeno verde en la localidad de Sierra Grande, provincia de Río Negro, y que, desde entonces, está trabada por la falta de marco regulatorio. “Mientras tanto, estamos realizando todos los estudios con consideraciones sociales, ambientales y de ingeniería para la toma de la decisión final de inversión”, aseguraron en Fortescue. Ello abarca los estudios de impacto ambiental y el análisis de los vientos durante las cuatro estaciones del año, para lo cual instalaron ocho mástiles de medición, que arrojarán sus primeros resultados en septiembre próximo. Para entonces, necesitan contar con una ley. Si bien hay varios proyectos en marcha para desarrollar la industria en el país, el de la firma australiana es el más ambicioso. Su concreción resulta clave no solo para diversificar la matriz energética y, así, cumplir con las metas de descarbonización asumidas en la Cumbre del Clima (COP) y el Acuerdo de París sino, en lo inmediato, para paliar la escasez de dólares y mitigar su consecuente impacto en la macroeconomía. Además, la iniciativa generaría unos 15.000 puestos de trabajo directos y hasta 50.000 indirectos, de acuerdo con estimaciones del gobierno rionegrino. Según el texto, que consta de 50 artículos, el objetivo es incentivar el desarrollo de toda la cadena de valor del hidrógeno de bajas emisiones, en sus etapas de producción, transformación, logística y transporte, así como la industria de bienes de capital asociada, con el fin de fomentar el establecimiento de polos productivos y la generación del empleo. Asimismo, procura fomentar el desarrollo científico y tecnológico local. El proyecto de ley contempla también otros dos tipos de hidrógeno: el azul (logrado mediante procesos que involucran la utilización o transformación de combustibles fósiles para reducir su liberación a la atmósfera) y el rosa (producido a partir de energía generada en su totalidad por fuentes de origen nuclear). El combustible del futuro El hidrógeno verde es considerado “el combustible del futuro” por el bajo impacto ambiental que tiene su proceso de producción, ya que para fabricarlo no se libera dióxido de carbono, sino vapor de agua. Esta fuente de energía es generada mediante el proceso de electrólisis –es decir, aquel que separa los elementos de un compuesto, como el hidrógeno y el oxígeno, por medio de la electricidad– a partir de energías renovables como la eólica y la solar. En estos dos tipos, la Argentina tiene un gran potencial debido a los vientos de la Patagonia y el sol de la región del Noroeste. Tanto en el mundo de los inversores como en el de la política fueron conscientes desde el primer momento de que la mayor expectativa giraría en torno a los incentivos que habría para el desarrollo de la industria incipiente en el mundo. Por ello, el proyecto de ley que baraja el Ejecutivo establece una serie de beneficios fiscales diferenciales de acuerdo con el tipo de hidrógeno, como ser la amortización acelerada del impuesto a las ganancias, la acreditación y/o devolución anticipada del IVA, distintas exenciones por importación de bienes y condiciones favorables respecto de los derechos de exportación. Además, garantiza la estabilidad fiscal por 30 años –en respuesta al reclamo de la industria por “reglas de juego claras”– y el acceso al Mercado Libre de Cambios para la cancelación de deudas financieras, así como la disponibilidad del 50% de las divisas provenientes de las exportaciones. Otro de los puntos novedosos es que la iniciativa exige “requisitos de integración de contenido nacional”, como condición para mantener los beneficios fiscales a lo largo del tiempo. El objetivo es que, a medida que los proyectos se desarrollen, cumplan con la transferencia de su tecnología al país e incorporen bienes e insumos locales, al tiempo que promuevan la investigación y el desarrollo argentino. Asimismo, el proyecto establece la creación de un Fondo de Afectación Específica, destinado a financiar a proyectos de fabricantes de equipamiento de la cadena de valor del hidrógeno de bajas emisiones, y de la Agencia Nacional de Hidrógeno (Anhidro), organismo descentralizado responsable de asesorar en materia técnica y regulatoria a la Autoridad de Aplicación, que será la Secretaría de Energía.

Comentario de AgendAR:

En el portal hemos seguido con atencion este proyecto desde el mismo momento que fue anunciado, en Noviembre de 2021. Señalamos dificultades tecnicas, especialmente el almacenaje del hidrogeno que aparentemente habrian sido superadas. De todos modos hay dos puntos que es necesario remarcar: 1) Que todavia no existe un mercado para el «hidrogeno verde» o de otros colores. 2) Que apezar de eso se esta haciendo inversiones muy importantes en varios paises del mundo Australia, España, Chile, …. Ante eso sera necesario que el ejecutivo y el congreso evaluen cuidadosamente los incentivos que se brindaran a los inversores, sean Fortescue Future Industries u otros, que no se conviertan como ha sucedido en algunos casos en la industria electronica en el principal motivo de la inversion.

ABF

La saga de la Argentina nuclear – XXXVII

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Embalse en 1974, y no se olviden de ponerle muchas varillas de fierro al concreto. O pruebas al canto de por qué la obra civil nuclear es más dura que la de un búnker.
Cuando la actividad nuclear argentina está en riesgo, queremos repasar algunos momentos del largo esfuerzo que la construyó

Hasta 1994 la CNEA todavía era el decisor principal de la continuidad del Programa Nuclear, y la discusión más caliente entre sus integrantes era qué tipo de centrales debían ser las predominantes. Todavía a inicios de los ’80 la CNEA podía imaginarse con llegar al año 2000 con al menos 4 máquinas en línea, y dos más en construcción.

La decisión fundacional de los años ’60 (uranio natural + agua pesada) nunca estuvo muy en cuestión. Fuera del CAREM, un proyecto propio pero entonces sin presupuesto, no había propuestas nucleoeléctricas argentinas de uranio enriquecido.

Por ello, las internas SERIAS de la CNEA entre 1968 y 1994 se dirimían entre los partidarios de las centrales de diseño de KWU-SIEMENS, como las Atuchas I y II, con recipiente de presión, y los defensores del diseño CANDU de la AECL, con tubos de presión. Es el caso de la actual central cordobesa de Embalse. De uranio enriquecido no hablaba nadie.

Esa polémica dentro del limitado club del uranio natural no dependía únicamente de las ventajas y desventajas de cada una de las dos líneas tecnológicas posibles. Es más, tampoco dependía únicamente de decisiones de la CNEA, y de cuál facción estuviera más representada en su presidencia o apalancada en su directorio.

La decisión de si seguir con Atuchas o con CANDUs estaba también influenciada por lo que ofrecieran o negaran como condiciones de venta sus proveedores respectivos, las empresas SIEMENS y AECL.

Pero dado el carácter geopolítico que tienen las centrales nucleares, y máxime en Sudamérica donde casi no las hay, los decisores últimos eran estados-nación: Alemania Occidental y Canadá respectivamente, además de la Argentina, y de la fortaleza mayor o menor de cada uno de los tres frente a las presiones diplomáticas de los EEUU, opositor fundacional a la independencia -e incluso a la existencia- del Programa Nuclear Argentino.

El Poder Ejecutivo en Argentina, fuera civil o militar, hasta 1983, no era ajeno a tales cinchadas. Lo notable es que la decisión del Presidente de la Nación respetaba siempre la del presidente de la CNEA, aun desoyendo a su gabinete. Y cuando se trataba de decidir “ésta sí, ésta no”, el presidente de la CNEA se remitía al dictamen de un comité experto reunido “ad hoc”.

El nuclear es un tema estratégico y sin margen para improvisación. Se entendía que un grupo de expertos con 30 o 40 años de especialización en energía atómica podía tener mejores ideas en lo suyo que un general, o que un político argentino promedio con título de abogado, de médico, o con una carrera hecha en comité, unidad básica o jalonada por nombramientos aleatorios dentro de la función pública. En nuestro país, los administradores del estado siguen siendo abrumadoramente no profesionales en lo suyo.

Que la CNEA dependiera directamente del Poder Ejecutivo, y que el presidente de la nación se atuviera indirectamente a la opinión de los altos cuadros nucleares hoy parece sorprendente. Lo efectivamente sorprendente es que hoy ocurra lo contrario.

Esto a lo largo del siglo XX generó tironeos épicos y vaivenes a la hora de elegir, pero ninguna decisión cuestionable que hubiera que lamentar en materia de seguridad, aunque sí un poco en disponibilidad. Eso se ha visto y se ve en el caso de las Atuchas, ya que ambas a su modo son prototipos, y los prototipos dan trabajo hasta que se terminan de cepillar todos sus errores de diseño o construcción.

Contra lo que se cree por ahí, Atucha II -que está en su período de dolores de dentición- no es una simple versión a máxima escala de Atucha I. Tienen diferencias de diseño hasta en los elementos combustibles: efectivamente, no son intercambiables. Sin embargo, ambas plantas reconocen un ancestro común experimental, el reactor MFZR de Karlsruhe, el prototipo de ambos prototipos. Tenía 47 MWe y una tasa de disponibilidad bajísima (algo superior al 50%) mientras duró.

Atucha I empezó con una disponibilidad del 71%, se rompió en su cumpleaños número 13, se reparó “ad integrum” y a fuerza de cepillarla y pistearla, hoy anda en el 89%. Atucha II sigue en su etapa juvenil de sacarle canas verdes a su dueño, NA-SA (Nucleoeléctrica Argentina SA), pero ya entrará en caja y durará 60 años o más en servicio. En su primera vida útil, Embalse andaba siempre arriba del 91%, y en 1998 llegó al 98,8% de disponibilidad, un récord mundial.

No es interesante, por obvio, que en la CNEA haya sido siempre más popular el diseño CANDÚ-6, cuya mayor ventaja es que viene curada de ñañas infantiles. Sí es interesante que en los hechos terminara siendo el menos comprado. Los ingenieros nucleares Eduardo Díaz, Miguel Báez y Miguel Ángel Joseph, tres veteranos de la construcción de Embalse, coinciden más o menos en la siguiente explicación de esa popularidad del CANDU:

En primer lugar, al no tener recipiente de presión, pieza forjada totalmente fuera del alcance de la industria metalúrgica nacional por su tamaño, la participación fabril argentina en una central CANDU puede llegar al 100%. En Embalse y por contrato iba a ser del 50%, y en los hechos fue de casi el 60% porque hubo que fabricar en el país y en pesos algunos componentes que se pensaba importar en dólares.

Eliminado el recipiente de presión, los componentes más caros son los generadores de vapor y la calandria. Se pudieron nacionalizar sin problemas durante el reciente programa de extensión de vida, o retubamiento, de Embalse, terminado en 2018. Nacionalizando componentes críticos, toda la central se vuelve MUCHO más barata por pagadera en pesos. Y estamos siempre hablando de un 50% menos de inversión inicial.

El diseño alemán es irrepetible e inalcanzable. Irrepetible porque SIEMENS-KWU se escaqueó del negocio nuclear en 1990, e inalcanzable por su virtuosismo. Pero en más de un caso parece totalmente innecesario alcanzarlo: las “islas nucleares” de ambas Atuchas están encerradas en estructuras de contención esféricas hechas de acero, rodeadas por un cilindro de hormigón de gran altura. Fuera de Alemania, Argentina y en el caso de una central en España, no hay nadie que haya siquiera diseñado una contención más perfecta ante aumentos explosivos de presión interna del edificio.

Three Mile Island 2, central de 802 MWe en Harrisburg, Pennsylvania, EEUU, fundió parcialmente su núcleo en 1979 y su contención soportó bien el evento: dio pruebas de resistencia mecánica y estanqueidad. Esa estructura tiene una forma de tambor rematado en una cúpula, y es mucho más barata que una esfera en términos de ingeniería y arquitectura. El cilindro rematado en cúpula es la forma típica de las contenciones de casi todas las centrales tipo PWR y PHWR del planeta.

¿Por qué los alemanes optaron por contenciones esféricas, tan sofisticadas y caras? Es que se las diseñó no sólo para resistir amenazas internas, sino externas. Si uno vivió en la República Federal Alemana entre los ’60 y el ’92 lo entiende enseguida: el país había sido destinado por la OTAN a volverse el más probable campo de batalla de tanques entre la URSS y el resto de la alianza atlántica. El tránsito de aviones y helicópteros de combate estadounidenses por el cielo alemán era constante. Las centrales debían construirse para aguantar el impacto de una aeronave, dice Díaz.

Otro asunto que le dio popularidad preferencial al CANDU: los canadienses y sus socios italianos favoritos para montajes (Italimpianti-Ansaldo) tenían fama de ser mucho más abiertos a la hora de transmitir “know how” de detalle que otros proveedores, creencia que aquí persiste pese a que las cosas en Embalse fueron MUY distintas. Como ya se dijo, elegimos a la chica más linda, pero en el peor momento de su vida: en 1974 AECL quedó bajo ataque del State Department de los EEUU. Debía ser robusta, además de linda. la chica en cuestión: la empresa recién sucumbió en 2011.

La AECL, la empresa generadora y dueña del diseño CANDÚ, no tuvo nunca, ni siquiera en sus años de gloria (los ’70) la cantidad de “managers” necesaria para atender sus exportaciones. De modo que en más de un caso los canadienses no tuvieron más remedio que confiar en los RRHH del comprador para las cuestiones de montaje, y el suministro de algunos componentes. El comprador, voluntaria o involuntariamente debió hacer un aprendizaje industrial en obra, y tal fue, y hasta el hartazgo, el caso de la CNEA con Embalse. No todo comprador valora esto: Argentina sí. Mucho.

El diseño CANDÚ prometía poder crecer y superar, pero por muy poco, su techo de potencia de los años ’70, que parecía clavado en los 600 MWe. Y efectivamente, todas las CANDÚ vendidas a Corea y China llegan arañando a los 700 MW. Ojo, CANDÚ Energy tiene un diseño (el Advanced CANDU Reactor, ACR) teóricamente capaz de llegar a los 1000 MWe.

Pero hoy eso no es un dato. CANDU Energy es una empresa residual, lo que quedó de AECL en 2011, tras su quiebra y compra -a precio vil- por Lavalin. Por ahora no hay indicios de que CANDU Energy pueda volver a tener la manija y la plata necesarias para construir un prototipo de su ACR-1000. China licenció el diseño de esa máquina en 2016, aunque no parece apurada en comprarse uno. Probablemente lo haga sólo cuando los canadienses estén muy desesperados y malvendan la tecnología.

Por el contrario, nunca hubo modo técnicamente viable de hacer una Atucha de uranio natural con esa potencia, 700 MWe, y mucho menos 1000 MWe. En ENACE, la empresa mixta de Siemens y la CNEA, se llegó a diseñar una central con dos recipientes de presión encerrados en una misma contención, llamada en solfa “el huevo con dos yemas”, pero habría sido difícil de construir, y ni hablemos de vender… Cosas que sucedían en un mundo nuclear dominado por el artículo de fe según el cual “bigger is cheaper”, y que no encuentra mucho correlato con la realidad actual, en el que lo que cuenta es mitigar como sea la alta inversión inicial.

En los ’60 y ’70, Alemania no podía ser proveedor de agua pesada de las Atuchas que nos vendió, porque tenía prohibida su fabricación por los EEUU, país con prerrogativas de vencedor militar y ocupante hasta bien después del derrumbe de la URSS. Los de KWU (y con ella el gobierno alemán) se comprometieron a conseguir como fuera el agua pesada para Atucha I, y cumplieron.

Por el contrario, los canadienses, que habían comprado en EEUU la tecnología para fabricar agua pesada, tenían una gran capacidad instalada de producción en su propio territorio, porque además de 18 CANDU propias, tenían que abastecer a las que vendieron en 7 países. Ergo, no era imposible que si les comprábamos una CANDU, por un poco más de plata nos transfirieran también el “know-how” del agua pesada. ¿Qué tal?

Ilusiones nuestras. EEUU no lo permitía. «Tecnología proliferadora, y máxime en manos argentinas», chirriaron. Con lo del agua pesada tuvimos, como en casi todo, que reinventar la rueda aquí, y en cuanto lo hicimos sonó el timbre y teníamos cola de vendedores de ruedas en la puerta.

Otra cosa que embellecía demasiado la imagen de los CANDU es que nunca nos habríamos imaginado que terminaríamos construyendo una de esas centrales tan macanudas en un contexto enteramente no colaborativo. Problemas de construcción y montaje con KWU-SIEMENS jamás los hubo. Lo que los alemanes prometían, lo cumplían. Estábamos mal acostumbrados.

Mucha gente supuso que tampoco habría bardo con AECL-ANSALDO, y supuso mal, según la gran cantidad de interferencias entre cañerías de distinto tipo que traían los planos originales. Ésas las tuvo que resolver “a la brava” y en obra la gente del ingeniero Jorge Cosentino y luego la de Eduardo Díaz y colaboradores. Fuimos parte involuntaria e impaga del aprendizaje de obra de ambas empresas.

Las fotocopiadoras, aquella novedad de algunas pocas oficinas muy «top» cuando se firmó el contrato CNEA-AECL, dejaron de trabajar libremente en Embalse el momento en que, presionada por los EEUU, la empresa canadiense empezó a sentarse sobre los planos de ingeniería de detalle de modo de limitar la transferencia de tecnología. Pero esto es Argentina, y Ansaldo, de puro italiana, es bastante argentina a su modo. Y además, tampoco Ansaldo tenía suficientes cuadros en nuestro país como para disciplinar a nadie.

De modo que por una u otra vía toda la documentación, según Díaz debido a la habilidad maquiavélica de Cosentino, se terminó consiguiendo. Los ingenieros Miguel Báez y Miguel Ángel Joseph dicen que Díaz era tan buen Maquiavelo como Cosentino. En suma, que les fotocopiamos toda la documentación que nos tenían que dar y no nos daban, en violación a los términos del contrato inicial. Por lo cual cuando le echamos mano se hicieron los idiotas y se lo tuvieron que bancar. ¿O nos iban a hacer juicio?

Como sea, la inmensa cantidad de fojas, el ADN mismo de una CANDU-6, hoy está en la central cordobesa, operativa desde 1984 y retubada desde 2018. Allí tanto plano y tanta planilla ocupan un espacio físico considerable y requieren de una atmósfera normalizada para la preservación del papel. Obviamente, esos documentos están también están digitalizados.

Resumiendo, que NA-SA, como diseñadora de centrales, heredó de la CNEA planos, planillas de cálculo y además, contratos como para alfombrar de clones del CANDÚ-6 el territorio nacional, legalmente y sin tener que pedir permiso ni ayuda a nadie. La tecnología la pagamos, y cara, y la conseguimos por izquierda cuando no nos la dieron por derecha.

Lo estúpido es que no la estemos usando. Es la tecnología que provee el 11% de la electricidad nuclear del mundo.

La India tiene 18 unidades copiadas ilegalmente de las CANDU canadienses por Nuclear Power Corp. of India Limited, NPCIL, 6 más en construcción y en 2017 encargó 10 más de 700 MWe cada una. Esa observación va para los mamertos que consideran que la vía del uranio natural no existe más.

Hay que convencer a la India de que no existe. Son como 1400 millones de habitantes, si hay que convencerlos de a uno, mejor que empiecen rápido, muchachos.

Al comprar «en flota» y fabricar los componentes en cantidad, el costo por kWe instalado para el estado está en U$ 2000, según NPCIL. Los indios pueden estar macaneando o no, pero si dicen la verdad, ése un precio de los años ’70, no de los 2020. Y la disponibilidad y seguridad son excelentes.

La gente de la CNEA no necesitaba adivinar el rarísimo futuro de la tecnología CANDU, porque lo creía asegurado, pero además estaba construyendo el de su propio país. El trabajo era una militancia de bajo perfil, un deber modestamente sagrado hacia la Argentina, patriotismo íntimo. La coincidencia más importante de Díaz, Báez y Joseph está en el sentido de pertenencia, el fanatismo que motivaba a la CNEA cuando acometió con Embalse. “El gordo Díaz dejó la vida en esa central”, oí muchas veces y de muy distintas fuentes en mis 36 años de periodismo científico y nuclear.

“Así de pelados tenía también los cables. Cuando estaba sacado y lo contradecías mucho, te tiraba con el teléfono. Literalmente. En los ’70 los teléfonos eran esos mazacotes de baquelita y fierro de ENTEL, pesaban lo suyo”.

“El que se dejó la vida en Embalse fue Cosentino”, recuerda Díaz, hablándome desde Córdoba, mientras se aburre haciendo antesala por una consulta médica. “Tres veces por semana Cosentino salía de Sede Central de la CNEA, en Núñez, y se iba manejando a 180 por hora por la Panamericana hasta Atucha I, para inspeccionar el avance de obra, que son 103 km», me explica, todavía asombrado.

«Desde ahí -prosigue Díaz- Cosentino salía por la ruta 9 hasta la obra de Embalse, que son 733 km. más. Allí tenía reuniones hasta deshoras, se iba a dormir un poco, y al día siguiente, de regreso de un tirón a Capital Federal a informar a Presidencia de la CNEA. Ese circuito lo hacía 2 o 3 veces por semana”.

“En realidad, el que tiraba el teléfono con más puntería si lo contradecías mucho era Cosentino, sobre todo si no había tenido tiempo de tocar la trompeta, su pasatiempo habitual”, rememoran otras fuentes.

Gente colorida, la de aquella época.

El propio Díaz certifica, desde Córdoba, la Docta, la puntería telefónica del maestro Cosentino. Y hablando de teléfonos, me pide disculpas y corta la comunicación, porque apareció su esposa y si lo oye hablando de temas de la CNEA, lo levanta por los pelos. Se los tiene prohibidos, esos recuerdos. Porque todavía Díaz se enoja, se emociona, y se le disparan las pulsaciones.

En cuanto a Cosentino, el mentor de Díaz, “era preferible ligarse un telefonazo suyo y no un concierto”, coinciden los nucleares, en general bastante melómanos.

“Cosentino y luego Díaz, cuando El Gordo tomó su lugar al frente de la obra de Embalse, se mandaban jornadas de 12 y 13 horas, llegaban antes que el resto y si caías a medianoche, todavía estaban trabajando- dicen Báez y Joseph, unánimes, casi 40 años después, reunidos conmigo en un bar cautamente pituco de Belgrano.

Se los ve saludables. Ambos están obviamente jubilados desde hace mucho. Leen bastante, viajan a veces a visitar hijos y nietos en el exterior, a Joseph le tira la ópera y aprovecha. Reciben no pocas consultas de gente aún en actividad. Tratan de evitarlo, pero algunas veces siguen hablando del futuro del Programa Nuclear Argentino como si aún dependiera de ellos. Entonces se amargan y putean no poco, aunque son educadísimos. Suelen verse en ese bar.

Joseph de pronto tiene un «flashback» y sonríe con malicia.

“Era la una de la madrugada y vos veías la luz prendida en la oficina del Gordo Díaz. En cambio los canadienses se iban a la mierda de la obra a las 17:00”.

Eso explica que la construcción no fracasara, y que la transferencia tecnológica ocurriera. Otras cosas, no las explica. En aquel momento, la orilla sur de ese lago era un perfecto desierto, y medio siglo más tarde no se ha poblado. No les pregunto a Báez y Joseph qué corno se les había perdido a ellos en la obra de Embalse a esa hora.

Ése es el ambiente nuclear argentino, que sigue vivo no sé cómo o por qué. No se medica.

Embalse se hizo así, a pura prepotencia de trabajo, como recomendaba el novelista Roberto Arlt. Se inauguró con 4 años de demora que no son imputables a CNEA. Cualquiera que haya estado en aquella obra sabe que fue mucho más argentina que canadiense o italiana.

Caso contrario, no existiría.

            

Embalse, la sala de control cuando tenía una instrumentación “setentosa”. Gran encanto vintage.

Daniel E. Arias

Tsingshan Mining desarrollara insumos para producir carbonato de litio en Jujuy y Salta

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El holding del acero y los metales chino Tsingshan Mining invertirá US$ 120 millones para elaborar cloruro de hidrógeno e hidróxido de sodio, insumos fundamentales para producir luego carbonato de litio. La estrategia de la compañía es desarrollar la cadena de valor del carbonato de litio entre Jujuy y Salta, donde desarrolla el proyecto Centenario Ratones junto a la francesa Eramet.

El gigante chino Tsingshan Mining Development, principal productor de acero inoxidable del mundo, firmó un memorándum de entendimiento con el gobierno de Jujuy para construir una planta de producción de cloruro de hidrógeno e hidróxido de sodio, que son insumos que luego utilizará para elaborar carbonato de litio en la provincia de Salta. La planta estará ubicada en el parque industrial de Perico (Jujuy) y -luego- desde allí la compañía asiática enviará los insumos al proyecto de litio Centenario Ratones que desarrolla en Salta. En total, la compañía invertirá US$ 120 millones para la construcción de la planta.
En año pasado, Tsingshan, que también es el principal productor de níquel del mundo, adquirió el 49,9% de la participación en Centenario Ratones, uno de los proyectos de litio más prometedores del país. Para esto, desembolsó US$ 365 millones a la francesa Eramet, que está a cargo de la operación del proyecto. Por el aumento de la fabricación de vehículos eléctricos en Asia, la compañía china definió acelerar la inversión y producción de litio en el país. El proyecto Centenario Ratones entrará en operación comercial en 2024 y, según los anuncios que realizó recientemente junto a la Cancillería argentina, las proyecciones de producción de carbonato de litio en ese desarrollo pasaron de 24.000 a 50.000 toneladas anuales. Desde 2020 se produjo un fuerte desembarco de empresas chinas en el sector minero de la Argentina con una inversión que en tres años ya supera los US$ 2.500 millones. En total, de las nueve compañías chinas que están invirtiendo en minería, seis lo hacen para producir carbonato de litio. Además de Tsingshan, estas compañías son Ganfeng, Zangge, Jiangxi, Tibet Summit Resources y Zijin.

Planta productora

Para producir cloruro de hidrógeno e hidróxido de sodio en Jujuy, Tsingshan invertirá un total de US$ 120 millones, distribuidos en US$ 80 millones en la primera etapa y US$ 40 millones en la segunda, según el acuerdo al que llegaron con el gobierno de esa provincia. Según el entendimiento que firmaron el presidente de Tsingshan Mining Development, John Li, y el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, la construcción de la planta “demandará 18 meses, empleando a más de mil personas durante el período de edificación, para luego ocupar unos doscientos trabajadores calificados en su etapa de funcionamiento”. Para garantizar su funcionamiento, la panta recibirá 10 MW de la distribuidora de energía eléctrica EJE y también obtendrá gas con “una potencia superior a la demanda que tendrá Tsingshan Mining”, explicaron desde la gobernación jujeña.

China y Jujuy

El gobernador Gerardo Morales resaltó “la importancia que una empresa de la envergadura Tsingshan Mining esté invirtiendo en la Argentina y pronta a producir carbonato de litio en Salta” y ponderó la “decisión de invertir en Jujuy”. Además, destacó “un gran escenario para la industria del litio en el norte argentino que generará un clúster en la región”. También subrayó como “fundamental la decisión de producir todos los insumos necesarios para la fabricación de carbonato de litio” y, en ese sentido, remarcó que “Tsingshan Mining está abriendo el camino con la producción de ácido clorhídrico y soda caustica”. Por su parte, el presidente de Tsingshan, John Li, expresó: “tenemos una gran satisfacción de iniciar un nuevo capítulo de los negocios de las nuevas energías de la empresa en la provincia de Jujuy” e indicó que “el objetivo es desarrollar la cadena de valor del litio en la región y generar más oportunidades de trabajo”. “Somos nuevos en la Argentina, pero llegamos para quedarnos”, añadió.

Concluye el ciclo de «La Niña», pero todavia provocara perturbaciones

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El prolongado episodio de “La Niña” y el paralelo enfriamiento del Atlántico Subtropical, que afectaron al área agrícola durante más de dos años, están completando su disipación, pero el proceso es lento y libera acumulaciones de energía que estuvieron largo tiempo secuestradas en la atmósfera, produciendo eventos extemporáneos, según describió Eduardo Sierra esta semana. En un documento donde proyecta las condiciones climáticas del 2023, señala que los eventos extraordinarios ocurridos durante este 2022, e inclusive las heladas recientes en febrero sobre el sur de Bs. As., son de naturaleza aleatoria y no representan un cambio de tendencia, gracias a lo cual el sistema climático prosigue su transición hacia un estado “Neutral”, con posibilidad que, hacia mediados del otoño próximo, se inicie un evento de “El Niño”, que de desarrollaría durante la campaña 2023/2024. “Como ya se señaló, el proceso de transición será lento, de manera que las perturbaciones negativas continuarán por cierto tiempo, haciendo necesarios una planificación prudente, un manejo riguroso y un uso racional de la tecnología disponible”; recomienda el especialista en su reporte para la Bolsa de cereales de Buenos Aires. Por otra parte, destaca que “el riesgo de heladas tempranas, es menor que en la temporada anterior, a la vez que el área afectada por estos fenómenos será también menos extensa”. Es así que, “mientras en 2022 las heladas agronómicas comenzaron en gran parte de la Región Pampeana Argentina a fines de Marzo, en la temporada 2023 su inicio se prevé entre Mayo y Junio (área en amarillo a verde en la Figura Inferior), cerca del rango normal de fechas”, expresaron.
Invierno 2023 El sistema climático se mantendrá en un “Neutral Cálido” o, posiblemente, entrará en un “El Niño”. Sin embargo, los efectos de este último no se notarán hasta el inicio de la primavera, por lo que, lo más probable, es que el invierno observe una evolución en el rango normal.

Estudio en Argentina: las madres siguen llevando el peso a la hora de afrontar las tareas de la escolaridad

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Una investigación hecha por el Centro de Investigaciones Sociales de la UADE y la consultora de opinión pública Voices! revela que el peso de la carga relacionada con la educación familiar sigue cayendo, pese a los discursos sociales, sobre hombros femeninos. De 1100 encuestados surge que mantener la comunicación cotidiana con la escuela o preparar el uniforme siguen siendo una carga que asume la mujer. En este rubro es común que el hombre afirme que se encarga de más responsabilidades que lo que perciben las mujeres. A horas de empezar las clases, padres y madres afrontan los últimos detalles para que los chicos empiecen un nuevo año escolar. Pero ¿padres y madres? Más bien, y pese a los cambios en el discurso social, las tareas de “soporte” educativo familiar parecen seguir siendo tarea de las madres, tal como señala la flamante encuesta “Las familias y la educación”, elaborada por el Centro de Investigaciones Sociales de la UADE, junto con el equipo de la consultora de opinión pública Voices! Tras sistematizar las respuestas de casi 1100 entrevistas presenciales y online, de todos los niveles sociales, y de todo el país, la conclusión del estudio es simple: “Para la mayoría de las madres argentinas la vuelta al colegio implica ponerse la mochila sobre sus hombros. La de ellas no viene cargada de útiles sino de tareas relacionadas con la escolaridad, tareas asumidas casi en su totalidad por las mujeres”. “Entre las conclusiones más llamativas figura el dato de que mantener la comunicación con la escuela, en el 91% de los casos, es tarea “materna”, mientras que solo en el 39% es el padre. Algo similar pasa con el apronte del delantal o uniforme: el 89% de los casos son las madres y solo en el 25% el papá”, contó Mauricio Vázquez, docente de la UADEy coautor del informe elaborado por el Centro de Investigaciones Sociales. Responsabilidad en las rutinas escolares Por otra parte, el famoso “chat de mamis” parece tener su nombre bien puesto: en el 89% de las respuestas surge que es la mujer la que participa y solo en el 26% es el hombre. Sin embargo, según Vázquez, que es consultor y experto en temáticas educativas, el uso de esta herramienta ha crecido de manera significativa desde 2015, cuando otra encuesta mostró un uso mucho menor. “Esto es algo reciente y les abre a los padres una oportunidad de participación en el mundo escolar”. Esta misma diferencia se repite en temas como la preparación de la vianda, que en el 86% es tarea materna y solo en el 35%, paterna. Una de las pocas “actividades” donde las diferencias de género se acortan (pero no desaparecen) es la de llevar o traer a los hijos a la escuela y a otras a actividades extracurriculares. El trabajo indica que la asignación de responsabilidades está un poco más repartida. La madre es la indicada en un 73%, versus un 60% que refiere al padre como el encargado. Disonancia cognitiva Uno de los puntos fuertes de esta investigación es lo que los investigadores llaman “disonancia” en la percepción de las tareas realizadas. “Es interesante el análisis por género en el momento de reconocer quién se ocupa de las distintas rutinas escolares porque hay una disonancia significativa, principalmente donde los encuestados dicen que es el padre quien se ocupa de determinada tarea”, explicó Constanza Cilley, directora de Voices! Y agregó: “Los hombres mencionan que realizan más tareas ‘comunes’ de lo que piensan las mujeres. Por ejemplo, el 76% de los varones señala que el padre lleva a sus hijos a diversas actividades extracurriculares. Pero solo el 45% de las mujeres piensa de esa manera. Algo similar sucede con la ayuda escolar: el 64% de los hombres dice que el padre lo hace, mientras que entre las mujeres esta opinión baja al 32%”. Algo similar se repite en las reuniones: el 66% de los hombres dice que el padre concurre, cifra que disminuye a la mitad en la percepción femenina. “En todas las actividades hay diferencias sustanciales (algunas triplican los porcentajes). O sea que los hombres parecen estar sobreestimando la responsabilidad que asumen. En cambio, en lo que respecta a las tareas que hacen las mujeres, hay coincidencia en lo que sostiene cada género”, dijo Cilley. Según esta consultora, cuando se inició la pandemia parecía que –como efecto secundario– iba a darse la oportunidad para que el varón entendiera mejor el peso de las tareas hogareñas y educativas dentro de la estructura familiar. Y que esa circunstancia aceleraría los procesos de igualdad. “Pero todo indica que fue una ocasión perdida. O, incluso, un retroceso para las mujeres en todos los ámbitos, y también en las tareas relacionadas con la educación”.

Enrique Garabetyan

¿Disfrute o carga? Cuando la encuesta hecha por el Centro de Investigaciones Sociales de la UADE y Voices! indagó sobre el modo de encarar las responsabilidades que tienen los padres y las madres en relación con las actividades escolares de los chicos, resultó que 7 de cada 10 encuestados afirmaron que “disfrutan” al momento de poder ayudar en esas tareas. Mientras tanto, un 12% comentó que era algo que le resultaba indiferente, y el 8% reconoció que es una responsabilidad que podría ser catalogada como una “carga pesada”. Finalmente, el 6% de los participantes confesó que no se ocupa de esas tareas. En cuanto a las diferencias por género, tanto hombres como mujeres afirman, en un porcentaje similar, que disfrutan de encargarse de las actividades escolares de los hijos/hijas. Sin embargo, en el momento de calificar esa ayuda como una “carga pesada”, las mujeres parecen tener un mayor conocimiento de causa, ya que ellas son quienes más reconocen esa realidad como tal (11% vs 5%).

Evidencia genética: La ocupación humana de Sudamérica habría ocurrido hace más de 18 mil años

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Un grupo de investigación del CONICET secuenció completamente un conjunto de muestras pertenecientes a linajes nativos del continente y pudo determinar cuándo fueron las primeras poblaciones. Además, el estudio da cuenta del impacto que tuvo sobre aquellos grupos un periodo de cambio climático acontecido cerca de 12 mil años atrás

El poblamiento de América es el eje de un interesante e incesante debate desde hace décadas, y aún hoy las preguntas sobre cuándo y dónde se establecieron con certeza los primeros grupos humanos permanecen abiertas. Las hipótesis son varias: el modelo conocido como teoría Clovis postula que los asentamientos iniciales tuvieron lugar hace alrededor de 13 mil años con la cultura Clovis en América del Norte; otro modelo, que es el que actualmente reúne mayor evidencia, propone que el ingreso a América fue 18.500 años atrás, pero la llegada a América del Sur se dio muchos miles de años después; y una tercera vertiente, que cuenta con varios sitios arqueológicos que la refrendan, ubica la llegada de los primeros humanos a Sudamérica hace más de 18 mil años. Esta última tendencia acaba de cobrar mayor fuerza gracias a un estudio genético realizado por un equipo de investigación del Instituto Multidisciplinario de Biología Celular (IMBICE, CONICET-UNLP-CICPBA) y publicado en la prestigiosa revista científica Plos One. Basado en la tesis doctoral de Paula Paz Sepúlveda, primera autora de la publicación, el estudio construye un árbol filogenético, es decir un diagrama de relaciones de parentesco, tomando como base las secuencias completas del cromosoma Y –material genético que define exclusivamente al género masculino– de 13 individuos de los que, por estudios anteriores, se sabía que portaban marcas bien típicas de linajes nativos americanos. Esa secuenciación se contrastó con cerca de 100 muestras de bases de datos de secuencias provenientes de distintas partes del mundo y pertenecientes al Haplogrupo Q, una serie de alelos presentes en una región determinada del cromosoma Y que representa a linajes ancestrales del continente. “Las 13 muestras argentinas que utilizamos fueron recolectadas previamente por el doctor Claudio Bravi, investigador del CONICET en nuestro instituto, en personas con ancestros aborígenes que voluntariamente participaron de distintos proyectos sobre la historia de las poblaciones urbanas del interior del país”, comenta Graciela Bailliet, investigadora del CONICET en el IMBICE y una de las autoras del trabajo. “Las secuencias que presentaban eran de interés para nuestro estudio porque pertenecían a los sub-haplogrupos Q-M848 y Q-Z780, marcas genéticas bien específicas de linajes nativos americanos, el primero en alta frecuencia y el segundo en baja frecuencia en las poblaciones actuales. También, una de las muestras era particularmente interesante porque pertenecía al linaje Q-F4674 que no se identificaba como nativo, pero lo vimos presente y nos llamó la atención para estudiarlo más en profundidad”, añade Paz Sepúlveda. “Los estudios de filogenia, es decir la historia evolutiva de una especie, realizados a partir de la secuencia completa de material genético son relativamente nuevos”, cuenta Marina Muzzio, investigadora del CONICET en el IMBICE y también autora del trabajo. “Recién en la última década se volvieron más accesibles los costos de las plataformas de secuenciación y los grupos de investigación comenzaron a utilizarlas. En ese sentido, particularmente las secuencias de cromosoma Y nativas americanas son pocas, y nuestro árbol filogenético es lo más robusto que hay en cuanto a cantidad de información”, agrega. El aporte principal del trabajo es que, gracias a la nueva información que aportan las secuencias completas, logra ubicar temporalmente el ingreso de las primeras poblaciones humanas a Sudamérica antes de los 18 mil años y, además, arroja información sobre cómo fueron las conexiones que se dieron entre los primeros grupos de habitantes: “Surgen interacciones interesantes de ver, como por ejemplo linajes característicos del Nordeste de nuestro país que están relacionados con muestras de los Andes peruanos y de la región Andina de Bolivia con más de 12 mil años de antigüedad. Esto permite cuidar una historia de interacción entre nuestros ancestros, presentando nuevos datos que, en algunos casos, todavía no están en los libros de Historia”, destaca Paz Sepúlveda. Otro aporte interesante del estudio es la evidencia que arroja sobre el impacto que pudo haber tenido en las primeras poblaciones americanas el periodo de cambio climático abrupto conocido como Younger Dryas, o Dryas reciente, hace aproximadamente 12.800 años, que fue más estudiado en el hemisferio Norte pero que también cuenta con evidencias arqueológicas que sugieren que en el hemisferio Sur provocó la extinción y disminución de la megafauna a gran escala, y la disminución y reorganización de las poblaciones humanas”, comenta Paz Sepúlveda. En esa línea, el equipo analizó de qué manera la evidencia genética podía dar cuenta del impacto de ese cambio climático en las poblaciones humanas de la época, y observó la forma sorprendente en que “los tiempos de divergencia de prácticamente todos los sublinajes de Q-M848 caen dentro del período de tiempo del Younger Dryas, sugiriendo que este evento pudo haber actuado como fuerza impulsora de su expansión y diversificación. Por otro lado, podría haber causado una baja de los linajes Q-Z780 y Q-F4674, y estos podrían ser parte de linajes mucho más antiguos que estuvieron cerca de la extinción pero lograron sobrevivir y conservarse entre los linajes nativos americanos modernos, aunque en baja frecuencia”, subraya para finalizar.

Estudiantes Argentinos crearon un sistema satelital de alerta temprana de incendios

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Las imágenes de campos, bosques y pastizales prendiéndose fuego, animales huyendo, viviendas quemadas y personas llorando porque lo habían perdido todo conmovieron profundamente a Alexander, Joaquín, Franco y Ulises, que en 2019 cursaban el último año en la escuela técnica ORT de la ciudad de Buenos Aires. Y decidieron, para su trabajo práctico final, presentar un proyecto de “uso de imágenes satelitales para prevenir incendios”.

Por entonces, Alexander Bodner, Joaquín Chamo, Franco Rodriguez Viau y Ulises Lopez Pacholczak, fundadores de Satellites On Fire, no se imaginaban que iban a terminar creando una empresa y firmando acuerdos con la NASA para analizar imágenes de sus satélites; y con municipios, empresas agropecuarias y centrales de bomberos para prestar sus servicios. Lo cierto es que, terminado el colegio, en 2020 cada uno empezó una carrera universitaria, pero siguieron en contacto para mejorar el proyecto y llevarlo a la práctica. “Diseñamos un software que procesa imágenes de cuatro satélites de órbita baja que giran alrededor de la Tierra y pasan cuatro veces por día por el territorio de Argentina; y las complementamos con las de dos satélites geoestacionarios que acompañan la rotación terrestre y apuntan siempre al mismo lugar. De este modo tenemos información todo el tiempo”, explico en una entrevista a Télam-Confiar Franco Rodriguez Viau (19), actual estudiante de Ingeniería en Inteligencia Artificial y CEO de la compañía. “La tecnología satelital es muy nueva, siempre está avanzando. Alguien que no sabe tanto puede meterse, empezar a jugar y a probar, y terminar ayudando y salvando vidas”, dice Rodriguez Viau. Para analizar las imágenes -que son de acceso libre-, generaron acuerdos tanto con la NASA como con la agencia NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration). Y se concentraron en el diseño de una plataforma que, a partir de las imágenes satelitales, envíe alertas tempranas de incendios en el territorio argentino.
Telam SE
  “Brindamos dos productos: uno es gratuito, y permite a cualquier persona acceder a mapas de incendios en tiempo real, y el otro es una suscripción mensual al sistema de alertas personalizadas. Los usuarios pueden delimitar su territorio y reciben las alertas en sus dispositivos. Por ahora, el sistema solo avisa cuando hay focos activos. Estamos trabajando sobre mapas de calor que podrían predecir el incendio, pero es difícil calibrarlo para que no alerte de más”, señala.

Del trabajo práctico al emprendimiento

Un desafío adicional para este equipo de jóvenes emprendedores fue el de conformar una empresa desde cero, habiendo recién salido del secundario y sin experiencias laborales previas. “Participamos y ganamos en varios concursos de emprendedores (entre otros, el concurso Innovar del Ministerio de Ciencia, el desafío Impact Apps de la firma Open Space y el 100K Latam, un concurso que organizan el ITBA (Instituto Tecnológico de Buenos Aires)  y el MIT (Massachussets Institute of Technology) y siempre éramos los más jóvenes. Para lograr la confianza de clientes y socios, lo más importante fue la opinión y las referencias de nuestros usuarios”, afirma. “Hay historias conmovedoras, un productor agropecuario de Corrientes nos contó que estaba a 100 kilómetros de su campo cuando recibió el alerta de incendio y pudo llegar a apagarlo. Un bombero voluntario nos agradeció que el aviso les llegó varias horas antes de recibir la comunicación oficial del incendio, y así lograron intervenir antes de que el fuego causara enormes daños”, cuenta.
Foto Gentileza Satellites on Fire
  A partir de ganar uno de esos concursos, se sumó al equipo el emprendedor tecnológico e inversor Rubén Altman. Además, fueron invirtiendo los fondos obtenidos en cada premio, para mejorar la plataforma. Actualmente tienen 900 usuarios en Argentina, y su plan es expandirse en otros países de América del Sur.

Incendios intencionales con impacto ambiental

Según datos del Servicio Nacional de Manejo del Fuego (SNMF) que depende del ministerio de Ambiente, “el 95% de los incendios son producidos por intervenciones humanas”. Entre las principales causas están las quemas de pastizales y bosques para hacer ganadería y agricultura intensivas, o “despejar” terrenos para “desarrollos inmobiliarios”; otras causas importantes son las colillas de cigarrillo mal apagadas y las fogatas. Los factores climáticos como la sequía, las altas temperaturas, así como las heladas y los vientos fuertes contribuyen a la rápida propagación del fuego.
Foto Gentileza Satellites on Fire
  En 2022, más de 700 mil hectáreas sufrieron incendios en el país, el doble que en 2021, según el SNMF. Sin embargo, 2020 fue el peor año, con más de 1 millón de hectáreas incendiadas. Los efectos del fuego sobre la biodiversidad son catastróficos. Mueren animales, plantas, hongos y bacterias. Algunas especies logran huir, presionando a los nuevos ecosistemas. Los suelos se degradan y pierden nutrientes. El 5 de enero pasado, el Poder Ejecutivo prorrogó la emergencia ígnea en todo el país hasta 2024, debido a la creciente cantidad de incendios y la necesidad de contar con herramientas para su prevención, detección temprana y combate. Con poco dinero, algo de conocimiento y mucho compromiso, la empresa Satellites on Fire creada por cuatro jóvenes, aporta una solución concreta a un problema que, frente a la actual crisis climática y ambiental, será cada vez más relevante.

La saga de la Argentina nuclear – XXXVI

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Cuando la actividad nuclear argentina está en riesgo, queremos repasar algunos momentos del largo esfuerzo que la construyó Los anteriores capítulos de la saga estan aqui
  1. La hora de los tubos
Antes de hablar de Embalse, la segunda central nuclear de la CNEA, hay que redondear el balance de la primera, Atucha I. Y después… se va a sorprender un poco. Creo. La decisión de hacer una central nuclear la tomó el presidente Arturo Illia en 1965. En la licitación se presentaron 17 oferentes, ya con nuevo presidente (golpista), el general Juan C. Onganía. No sin muchas pulseadas internas, el nuevo gobierno adoptó la posición sabatiana de descartar las propuestas de uranio enriquecido, para poner el país a salvo de extorsiones diplomáticas por boicots sobre los combustibles. Eso dejó en pie sólo tres ofertas de uranio natural, entre ellas la francesa, pero Madame La République se retiró de la licitación (por suerte, lo que ofrecían era malo y caro). Lo que estrechó las opciones a las propuestas canadiense y alemana occidental. Atucha I se compró a la firma alemana KWU en 1967 con 320 MWe de potencia. Pero con las mejoras y modificaciones que le fue haciendo la CNEA a partir de 1977, hoy tiene 357 MWe, una disponibilidad que pasó del 75% al casi 90% y un mejor quemado del combustible: pasó de 5.500 Mw/día/tonelada a 11.000 Mw/día tonelada. Para desplazar la oferta canadiense de una CANDU, el gobierno alemán literalmente regaló Atucha I: U$ 105 millones. Aceptó además decenas de «combustibleros» y reactoristas de la CNEA en las instalaciones de KWU en Karlsruhe, Hanau y Erlanguen, haciéndose cargo de todos sus gastos de estadía e incluso del traslado, alojamiento y escolaridad de familias argentinas enteras, para garantizar el éxito técnico e institucional de la operación. Estas cosas en el mundo nuclear se hacen a veces, pero por plata: no fue el caso. KWU, además, consideró pagado dentro del precio de la central la cesión de la tecnología para construir y fabricar los manojos y pastillas de combustible. ¿Esto da una medida del interés del gobierno de la República Federal Alemana por asociarse al Programa Nuclear Argentino? Pero además de regalos, hubo unas concesiones que te la cuento: La negociación con KWU (todavía no estaba pegada a SIEMENS) permitió que la industria argentina se llevara el 90% de la obra civil, el 50% del montaje y el 13% de los suministros electromecánicos, lo que daría un 40% de la operación en valor, plata que no salió de la Argentina. En suma, que esto no fue «ni ahí» una compra llave en mano: fue «abrir el paquete tecnológico» de una oferta que de movida era generosa, como gruñía Jorge Sabato en sus emperradas pulseadas de amigos con el Ing. Celso Papadopoulos, creador del Departamento de Radioisótopos, y líder del sector «azul y blanco». Los de colores patrios querían nada más y nada menos que una primera central de potencia 100% nacional, aunque fuera muy chica. Resumen: en la CNEA de los ’60 nadie hubiera aceptado una central «llave en mano» ni gratis. ¿Ud. no extraña ese país? El Coliseo donde se sacaban los galones y se enfrentaban de a pie y en igualdad jerárquica los «azul y blancos» y los sabatianos fue, sin duda, la Asociación de Profesionales de la CNEA, o APCNEA, que sumaba al 85% de los ingenieros, físicos, químicos, biólogos, médicos e investigadores nucleares. Con Atucha I empezando su obra, la Empresa Provincial de Energía de Córdoba (EPEC) se tentó con otra central, y le pidió a la CNEA el estudio de prefectibilidad, presentado en 1968. En 1971, dado que la propuesta era de carácter federal, le dio el «visto bueno» el general y presidente Marcelo Levingston, nebuloso milico de una especie hoy quizás desaparecida (nacionalista-industrialista). En 1972, la CNEA del contraalmirante Quihillalt anunció, confianzuda, que la máquina cordobesa tendría 600 MWe y un 50% en valor de diseño y componentes argentinos. Si uno mira esa potencia, es medio difícil no imaginarse que se hablaba no muy elípticamente de una CANDU-6, la central más exportada de AECL, la Atomic Energy Commission of Canada, Ltd. No había otras propuestas de ese módulo en el mercado mundial. Salvo que las firmas occidentales dominantes corrieran a la mesa de diseño a hacer un «cut job» de sus máquinas de 900 y de 1000 Mwe, en cumplimiento de aquella inmortal máxima tecnológica calabresa: «El que quiera pescado, que se moje el culo». Valía la pena porque prometía ser mucho pescado. Como añadió la CNEA en ocasión de anunciar Embalse, habría otras tres centrales similares en Bahía Blanca, en Mendoza y en el predio de Atucha I en Lima, provincia de Buenos Aires. Lo que a los 320 MWe de Atucha sumaría 2400 MWe nucleares. Cada una de las nuevas plantas tendría una mayor participación de industria nacional hasta llegar al 100%. Pero la licitación era un paso inevitable, lo que suponía nuevamente la concurrencia de la mesnada atlántica del uranio enriquecido: General Electric, Westinghouse, EDF, y unas operetas de medios que te la cuento. De modo que abriendo el paraguas antes de que sonaran los truenos, y en materia del tipo de combustible que debía llevar Embalse, APCNEA hizo algo increíble: nacionalizó la discusión. Esta se venía llevando normalmente y a puertas cerradas en la Subcomisión de Objetivos creada para estudiar la cuestión: la formaban Alberto Bonfiglioli, Emma Pérez Ferreira, Renato Radicella y Julio Rossi. El grupo decidió ampliarse a 25 personas y luego a 80, las cuales generaron un documento de 32 páginas que puso en estado de debate a todo el personal, incluso el técnico. Lo impresionante es que ese comité ampliado reconocía de entrada que la discusión entre uranio natural o enriquecido no era tan tecnológica como básicamente política, y que en ella la CNEA se jugaba buena parte del futuro de la industria metalúrgica, electromecánica y electrónica argentina, así como una buena cuota de la independencia económica efectiva del país. Uno lee ese documento 51 años después y se le eriza el cabello (bueno, el que va quedando). Qué claridad. Cómo se extraña aquella audacia. El 16 de agosto de 1972 la APCNEA fotocopió todo (eso era tecnología casi nueva) y giró copias al presidente (el general Agustín Lanusse), los comandantes en jefe de la Aviación y la Armada, los ministros de Defensa, Industria y Minería, los candidatos a presidente de las partidos políticos que se aprestaban para las elecciones de fin de año, las autoridades de SEGBA, YCF, YPF y los jefes de redacción de todos los diarios y revistas importantes de todo el ispa. En los que publicó una solicitada no muy sutil. Se tituló: «URANIO NATURAL, única alternativa para las centrales nucleares argentinas». Nadie lee solicitadas. Son un plomo. Nadie las leía, incluso en aquel año, cuando todavía los argentinos leían hasta en el ascensor. Pero esa caló hondo, y es que el argentino medio estaba bastante orgulloso de pertenecer a un país tan nuclear. Cinco años antes, sin ayuda de nadie, la CNEA había terminado de construir y puesto crítico el primer reactor nuclear de fabricación de radioisótopos médicos de la región, el RA-3 en Ezeiza, y desde entonces nuestro país tenía medicina nuclear, y hasta exportaba radiofármacos a la región. En el Hemisferio Sur, sólo Australia tenía un reactor para radiofármacos en Sydney, y era una planta inglesa bastante inferior a la de Ezeiza. En máquinas de potencia, Atucha I estaba ya casi terminada, mientras que Brasil (nuestro archirrival futbolero) recién entraba en obra, y con una máquina Westinghouse libre de todo componente local, Angra I. Imposible que no inauguráramos antes que los primos. Todo eso salía seguido en los medios y causaba no poca alegría. El átomo argentino era patriótico. En fin, que ESTA solicitada se leyó. La discusión ganó la calle y entró, crepitante, a decenas de programas de radio y de TV, a los que APCNEA mandaba a sus pocos entendidos capaces de no aterrarse de micrófonos y cámaras, o peor aún, ponerse doctorales y aburridos. Pero para conquistar los medios, en Argentina de entonces, el reducto a rendir era el papel impreso. En una semana y monedas en la prensa gráfica de las grandes ciudades argentinas salieron 44 artículos a favor del uranio natural, 7 en contra y 25 «no sabe, no contesta». «La Nación» se mandó una página completa (formato sábana) con esos títulos relamidos y largos cual puteada de tartamudo que engalanaron siempre a ese templo del periodismo: «Los sistemas de energía nuclear Westinghouse están satisfaciendo las necesidades energéticas de todo el mundo». Joder, don Mitre no sólo quería uranio enriquecido, sino «de marca». Hubo chantadas más graves: con medio país medio al tanto de que convenía seguir la línea del uranio natural, cierta repartición (nadie señalará jamás con un dedo trémulo a la Secretaría de Energía, conste) presentó un informe a la Junta de Comandantes con la siguiente recomendación: sustituir el proyecto nuclear cordobés de Embalse por dos centrales hidroeléctricas, y dos térmicas, una a fuel oil y la otra a carbón, ya se vería de adónde sacaba Córdoba los ríos y el país el carbón. En defensa de la recomendación, estaba bien traducida del inglés. Pero la APCNEA interceptó la movida en tiempo real y corrió a escobazos a los sabandijas en casi todos los medios, como «enemigos de la independencia tecnológica». Independencia tecnológica… Mirá bo’. Se inauguraban unas obras públicas despampanantes: las centrales hidroeléctricas de El Chocón y Cerros Colorados, obra de la empresa estatal Hidronor, empezaba la construcción de otra central «hidro» sobre el río Futaleufú por parte de la igualmente estatatal Agua y Energía, y ya se diseñaba un asombroso puente sobre el Paraná, el Zárate-Brazo Largo, por la empresa entonces argentina Techint IngenieríaIndependencia era una palabra políticamente fuerte en un país con plena ocupación, que se sabía educado, potente, industrial y conflictuado, y quería ir a por más. Para ponerse en situación: el 22 de ese mismo mes la Armada en Trelew fusiló en sus celdas a 19 prisioneros políticos que se habían entregado. Eso sucedió una semana tras un intento de fuga, el día 15, parcialmente exitoso: había permitido que 25 presos pudieron escaparse en un avión a Chile. Las policías bravas de Lanusse estaban debiendo algunas muertes de manifestantes en puebladas. Pero en medio de la reapertura de locales partidarios, caída de la censura de prensa y reconquista de derechos políticos posteriores al Cordobazo, la ejecución de los rendidos en Trelew se sintió como un regreso a tiempos de «La Libertadora» y un acto de asombrosa, cobarde y estúpida crueldad: hubo centenares de movilizaciones en decenas de ciudades siesteras insospechables de todo activismo, y una represión policial de aquellas. Pero entre gases lacrimógenos y palos siguió, imparable, el runrún de fondo de un país discutiendo, un poco asombrado de estar hablando de semejantes cosas extrañas, si uranio natural o enriquecido. APCNEA había actuado en el momento justo. En su libro «Nuclear Power in the Developing World», de 1982, el historiador yanqui Daniel Poneman se asombraba, 10 años más tarde, de la diferencia entre los procesos de compra de Atucha I, tomada a puertas cerradas y tras discusiones duras pero entre expertos, y el de Embalse, donde se debatía hasta en aulas, clubes y bares. El 14 de marzo de 1973, el nuevo gobierno civil (Héctor Cámpora-Vicente Solano Lima) optó por el uranio natural, como era natural. Y a otra cosa. Sólo que en este caso se eligió como proveedor de Embalse a AECL. No había queja alguna contra KWU: la firma alemana había dado exactamente todo lo que se había pactado en materia de asistencia y transferencia de tecnología. El pequeño retraso de obra (un  año) estaba más ligado a las estrecheces del tesoro argentino, que venía de un 1972 con un 70% de inflación. Pero con los canadienses la perspectiva era comprar una máquina ya probada, una relativamente libre de los problemas de dentición de un prototipo casi asegurados en un prototipo. Eso sí, no nos regalaban un vintén, los canucks: contrato llave en mano rabioso, y en plata estadounidense, U$ 560 millones. Casi una fotocopia de Gentilly II, obra reciente de Hydro-Quebec vendida por AECL a esa provincia canadiense, Embalse sería una planta cuyos componentes principales (miles de caños de distintas super-aleaciones)  estarían muy al alcance técnico de la industria argentina en su casi totalidad. Bastaría que la CNEA ayudara con su baquía sabatiana en metalurgia y ciencia de materiales a la misma empresa mixta formada para construir los manojos de combustibles de Atucha I, CONUAR, en la que la CNEA tenía un tercio de las acciones y la propiedad de la tecnología. Atucha I estaba terminándose casi a reloj, sin muchos contratiempos. Era obvio que construir Embalse sería coser y cantar. Sí, ponele. “Auf Wiedersehen, ihr lieben Deutschen”, canturreaban felices en la Dirección de Centrales Nucleares (DCN). Los jóvenes ingenieros de la JP llegados allí no podían estar más de acuerdo con los viejos sabatianos de aquella trinchera. La ingeniería se había ideologizado. Faltaba la consigna: “Tubos de presión/para la liberación”. La APCNEA, un poco asombrada de su poder, se preguntaba seriamente si la CNEA debía rehacer su pirámide de mandos y funcionar como una democracia delegativa. El contralmirante Pedro Iraolagoitía, de regreso en la presidencia de la CNEA en reemplazo de Oscar Quihillat, navegaba a través del aborrascado personal hamacándose como portaaviones por mar gruesa, y hablaba de «coordinadoras como vehículo natural para centralizar los trabajos de reestructuración de la Casa». ¡Un marino! La intervención bastante disruptiva de “la muchachada” de ingenieros treintañeros de la DCN impuso cambios sobre la marcha en plena obra, fundamentalmente en los recorridos del “piping” o del cableado. Ojo, estas adaptaciones de último momento para evitar interferencias (que dos caños se atraviesen entre sí, por ejemplo) son típicas de toda obra compleja. Pero había evidentemente una voluntad de “argentinizar” Embalse. Lo que terminó retrasando 4 años la terminación y puesta en marcha de la central fueron muchas otras cosas. AECL era, aún en su gloria setentista de exportaciones, y muy para su mal, estaba sobreextendida. Era una firma emergente, incomparablemente menos enraizada, menos ramificada, menos internacional y poderosa que SIEMENS. AECL no tenía suficiente gente suficientemente veterana para mandar a la Argentina, no conocía a Argatom y Nuclar las dos UTEs proveedoras de montaje y de obra de estos lares, no tenía experiencia en gestionar contratos con la ley nacional, no lograba un suministro de empresas canadienses o de terceros países que fabricaran y despacharan a tiempo las centenares de miles de partes que componen una central. «Están cagando más alto que el culo», como comentan a veces los discípulos de Jevons, Walras y Menger, aquellos economistas neoclásicos. Pero además los Canucks le tenían cierto julepe a la CNEA, por la tradición independientista de la casa. Sabían que cuando la CNEA firmaba «llave en mano», terminaba colando a cantidad de empresas argentinas en la fiesta, y que a la hora de enviar delegaciones de argentinos a familiarizarse con las instalaciones fabriles del proveedor, mandaba gente de gran aceptabilidad social, que se hacía amiga de la gente local y era como esponja para chupar secretos tecnológicos. Pero más terror le tenían aún los Canucks al State Department de los EEUU, que venía sangrando por la herida de constatar que jamás pondrían una Westinghouse o una General Electric en Argentina. AECL en obra era como un novio que se tropieza con sus propios pantalones caídos mientras trata de bailar el vals nupcial con una chica linda pero exigente, y al mismo tiempo tiene que esquivar los mordiscos vengativos de un portentoso chimpancé subido a su espalda. Sí, medio compleja la imagen, pero significa que el cusifai baila horrible. El bando pro-alemán de la CNEA, estaba bastante indignado con el desorden en la obra y con el «backlog» creciente de centenares de atrasos y disconformidades. En Atucha I, en comparación, todo había salido casi como coreografiado. AECL era bastante consciente de sus insuficiencias en montaje. Para algo se había traído una empresa italiana (Italimpianti) especializada en turbinas de centrales térmicas y con bastante kilometraje en obra eléctrica Argentina. Pero los ítalos podían hacer su métier a lo sumo en el BOP, «Balance of Plant», la parte convencional y no nuclear de una central atómica: lo que va de las salidas de los generadores de vapor al turbogrupo, y de éste a la playa de maniobras eléctricas. Y en su oficio los italimpiantados no dejaban de incurrir en algunas metidas de pata épicas, como cuando forzaron la instalación de centenares de kilómetros de cables italianos marca TECA porque eran italianos, en lugar del Pirelli local, fabricado por la filial argentina de una multinacional italiana, y sin embargo al parecer no les parecía suficientemente italiano. Pero el que se trajeron era un desastre: bajo la protección aislante general de plástico negro, los conductores de vaina amarilla terminaban misteriosamente envainados de blanco, los de vaina roja en amarillo… Daba para una mala conexión y  un accidente eléctrico grave. Hubo que tirarlo todo y poner Pirelli, no más. Pero antes había que convencer a los itálicos, en particular al ingeniero Praga, de que sus cables TECA eran muy malos. El episodio lo cuenta con mucha gracia el ing. Eduardo Díaz, en aquel momento jefe de obra. «Aquí apareció el maquiavelo Cosentino y me dijo” Mirá gordo, los tanos le tienen pánico a la competencia alemana. Pedile a Praga una reunión para mañana, en la obra. Asegurate que esté Flammia y alguno de tus colaboradores. Yo iré con Eppenstein (Jefe de Operaciones de CNAI), lo llamaremos a Praga con las muestras de cables despanzurradas y le haremos creer que yo (Cosentino), hice venir un experto de Siemens desde Alemania para tener opinión sobre el problema”. Al otro día llegaron Cosentino y Eppenstein. Este último lucía en su pecho una tarjeta identificatoria que decía “Eppenstein- Siemens AG”. Nos sentamos en una mesa de reuniones con los cables de muestra, abiertos, con las “pruebas del delito”. Cosentino le pregunta a Eppenstein: “¿vos sabes alemán?”. A lo que respondió Eppenstein, ¡No! Cosentino le dijo, “ahora vendrá Praga de IT, te enseñaré una sola palabra en alemán, que deberás pronunciar cuando yo te haga una pregunta: la palabra es Scheisse (una mierda). Poné cara de experto indignado y no digas más que Scheisse”. Llegó Praga, siempre amable y educado y procedió a escuchar la explicación que le volvimos a dar sobre el problema de los cables. Cosentino acotó: “Como verás, Praga, yo tomé la decisión de tener una consulta técnica con los alemanes y me mandaron un experto, el ingeniero Eppenstein a quien le explicamos el problema y vio estas muestras”: “Was denken Sie über diese Probleme?” (¿Qué opina Ud. de estos problemas?). Eppenstein respondía indignado: “Scheisse!”. Praga, que sabía un poco de alemán, comenzó a ponerse nervioso y decirle a Cosentino: “Nosotros también tenemos autoridad en la obra y Ud. debió habernos avisado de esta visita, que es de la competencia». La reunión duró mucho más y Praga, ya a la defensiva frente a las evidencias y en presencia de un “experto alemán”, acordó que Flammia viajara a Italia a la fábrica de TECAS y presentara el problema con la participación de representantes de IT. Resultado: Se puso un “stop work” (detención de obra) a las tareas de cableado, hasta que CNEA obtuviera las medidas correctivas por parte de IT. Días después, IT decidió tomar las acciones contractuales frente a TECAS, extraer la totalidad de los cables tendidos y reemplazarlos por nuevos, esta vez provistos por Pirelli Argentina, construidos como ‘Dios manda’. Supimos luego, extraoficialmente que TECAS se había declarado en quiebra. ¿Habrá sido por esto?». Aquí termina la narración del ingeniero Díaz, que tiene decenas de anécdotas parecidas y las escribe con mucha sal. Nos dejó en marcha la mejor central nuclear argentina, pero ¿y si le pidiéramos además un libro? Los cables TECA descartados se donaron a las municipalidades vecinas, por si los podían usar en algún tendido eléctrico local. Jamás los intendentes de Villa del Dique y de Villa Rumipal habían visto tanto cobre junto para revender. Aquí nos tardó un rato en caer la ficha de que AECL era Gardel construyendo centrales CANDU en su tierra sólo porque en ella tenía dos tremendas empresas provinciales de montaje, y éstas se ocupaban de todo lo práctico, pesado, sudoroso o sucio. El rol de AECL en su propio país era de arquitecto nuclear, pero arquitecto de pipa y moñito, de los que no caminan la obra ni tienen que lidiar con proveedores, técnicos u obreros. Para eso AECL tenía a sus dos firmas montajistas, constructoras a la sazón de los casi 200 gigavatios hidroeléctricos del muy lluvioso y fluvial sector atlántico canadiense. Una era angloparlante, Ontario-Hydro, y la otra francoparlante y «québecoise», Hydro-Quebec. Con la tradición separatista del Québec y lo archipodrido que está de la misma el resto del Canadá angloparlante, estas dos firmas no se hablaban mucho entre sí. Esto, a la larga (ver próximo capítulo) salvó el proyecto de Embalse, cuando AECL y la CNEA empezaban a tener enfrentamientos cada vez más graves porque, muy contra lo que decían los contratos firmados, los canadienses nos estaban falluteando en las transferencias de tecnología. Y ni te cuento con las entregas. Lo de la tecnología, en plena obra, era fatal para las firmas proveedoras argentinas de componentes. ¿Qué especificaciones les podía dar la CNEA para su fabricación, si los canadienses no entregaban los planos ni las planillas de cálculo, y con cada reclamo argentino volvían, volvían a volver a la carga con la exigencia que firmáramos el Tratado de No Proliferación (TNP), que además sabían de antemano que no firmaríamos? AECL parecía dividida en un Dr. Jeckyll y un Mr. Hyde, según los días, o habitada intermitentemente por el demonio, estilo Linda Blair, y no teníamos exorcista a mano. La interferencia de los EEUU era evidente. Menos evidente fue la astucia con que los máximos ejecutores de Embalse, los ingenieros nucleares Jorge Cosentino y Eduardo Díaz, terminaron resolviendo parte de este asunto. Cada vez que la CNEA recibía un «NO» contundente de Ontario-Hydro, don Eduardo Díaz conseguía esa misma información técnica en Hydro-Quebec, que se había hecho relativamente amiga e incluso había aceptado mandar, mientras durara la obra, un contingente reducido de ingenieros a Córdoba para mediar con la intemperante AECL, gastos pagos por CNEA. El encargado de «ablandar» al Ing. Guy Monty, «Commissaire» de Hydro-Québec, había sido el mentado Eduardo Díaz, y tuvo que presentar ante la plana de la firma québecoise toda la experiencia de la CNEA en montaje, operación y programas de calidad. Díaz narra que hizo de solista en maderas, bronces y cuerdas, pero lo logró. A la semana de su regreso desde Quebec, el télex (¡qué viejazo!) imprimió la aceptación de los canadienses francófonos. La otra manganeta para salvar la obra fue la constitución de CNEA-Montajes. Era una empresa formalmente distinta de la CNEA, fundada únicamente para que operara de manera ágil en obra con el variopinto elenco de australianos, neozelandeses, galeses, escoceses, ingleses e incluso algunos canadienses que se había traído AECL a Córdoba, ninguno de ellos con gran kilometraje en construcción CANDU, ni muy ejercitado en diplomacia o castellano. CNEA-Montajes y el agujero del mate no son inventos argentinos, como el colectivo y el dulce de leche, que tampoco lo son. CM sí fue una reinvención útil para apuros de este tipo de la figura de MCS (Main Construction Subcontractor) o SPC (Subcontratista Principal de Construcción). Los popes de AECL podían haberse vuelto chantapufis, pero no idiotas, y se daban cuenta de que aquí habían quedado como jamón del sandwich entre el dueño de la obra, la CNEA, y su ejecutor, CM, que tenían distintos modales pero eran la misma cosa. Pero en la empresa canadiense entendían también que sin CM la obra no avanzaría jamás, y si no lo hacía, lo único que iba a cobrar AECL era un juicio internacional por incumplimiento de contrato, y un descrédito en su mercado natural: los países de desarrollo mediano con programas nucleares independientes. Si la Argentina había servido de vidriera valiosa a KWU-SIEMENS para mostrar sus fierros y su confiabilidad como proveedores, también podía servir de «showroom» para que la hasta entonces prestigiosa AECL, ahora habitada por el espíritu tóxico de Henry Kissinger,  hiciera un papelón terminal. Algo hay de formidable y duradero en la tecnología CANDU para que AECL lograra sobrevivir en estas condiciones hasta 2011, cuando finalmente cerró para ser vendida al grupo Lavalin (una constructora canadiense más experta en shoppings que en centrales atómicas) por 11 millones de dolcas, equivalentes a U$ 8,5 millones. Lavalin compró por chirolas una firma que construyó 49 centrales nucleares excelentes en 7 países, tal vez las mejores del mundo por disponibilidad. Pero me estoy adelantando demasiado a los hechos. Sí los telefonazos del State Department asustaban a los contadores canadienses de AECL, la hiperinflación que se desató tras el 4 de junio de 1975, con el “Rodrigazo” (una devaluación del 160% del peso en 24 horas) los paralizaba. Con el casi el 1000% de inflación en el año posterior al Rodrigazo, ¿con qué les íbamos a pagar la obra terminada? Pero los roles estaban también invertidos: en 1980 el «dolca», que no es una marca argentina de café instantáneo sino el dólar canadiense, llegó a tener una inflación del 22%. Un empresario argentino se mata de la risa ante una cifra tan amigable, y sigue trabajando para el estado y cobrando. Pero las centenares de empresas de suministros de AECL carecían del largo entrenamiento criollo ante tales eventos. Por eso vivían incumpliendo pedidos. Embalse, que debió construirse en 6 años, tardó 10 debido a las frecuentes detenciones de obra. Y los “canuks” querían renegociar todas las condiciones del contrato, o irse al diablo. O ambas cosas. Es frecuente que los socios estratégicos de la CNEA quieran tomárselas cuando la Argentina se queda sin un mango. Pero el problema real venía desde afuera. Presionada como nunca por los EEUU, la AECL había pasado de dulce novia a amarga suegra: si iban a completar ésta e incluso hacer futuras centrales con nosotros, quería ampliar las salvaguardias a “full scope”, es decir, darles alcance nacional y no exclusivo a la/s obra/s vendida/s. Repetían ese mantra, a sabiendas de que era una causa perdida y que aquí nadie iba a firmar el TNP. Eso había estado claro desde el principio. Algo había estropeado irremediablemente la relación entre la CNEA y la AECL, y no era únicamente el desconcertado caos de la obra en Embalse, que mal que mal, avanzaba y crecía. Tampoco era la economía desquiciada del post-Rodrigazo, aunque con eso último habría alcanzado. Era otra cosa peor: “el efecto Indira”. En 1974 los indios detonaron su primera bomba atómica, y sí que se pudrió todo. tubos-de-presion Este tacho gigante que llega a la Central Nuclear Embalse es la calandria, donde 380 tubos de presión que contienen 4560 elementos combustibles con 84 toneladas de dióxido de uranio natural se bañan en agua pesada. Pese a las apariencias, es una pieza más liviana y barata que un recipiente de presión. Casi cualquier metalúrgica grande argentina de los ’70 podía copiarla.

Daniel E. Arias

Los países con mayores reservas de litio

El suelo argentino guarda el recurso natural más codiciado del planeta: el litio, un mineral con muchas propiedades físicas y químicas que se utiliza, en mayor medida, como espesante para grasas lubricantes y que podría reemplazar al petróleo. Con el mundo sumido en una crisis energética, el cambio climático y la condición de recursos no renovables, se comienza a cuestionar al reinado del petróleo mientras surge la necesidad de encontrar otras fuentes de energía. Entre los aspirantes a reemplazarlo, el litio comenzó su camino al trono y se asoma como una oportunidad de ingresos viable para toda la región. Litio, un mineral codiciado El litio es un mineral clave para fabricar baterías de celulares, tablets, computadoras y autos eléctricos. De 2021 a 2022, su precio internacional por tonelada saltó de 10 mil dólares a 60 mil dólares, y las ventas crecieron un 465%. Esto se explica porque se trata de un elemento fundamental para la transición hacia energías limpias, además de la alta demanda de baterías. Por eso, las potencias mundiales miran al «triángulo del litio», ubicado en territorio limítrofe entre Bolivia, Chile y Argentina, donde se encuentra cerca del 80% de las reservas mundiales. Litio en Argentina En Argentina, el litio se extrae con minería en salares de Catamarca y Jujuy, mientras que en Salta hay proyectos de exploración. Argentina es el cuarto mayor proveedor mundial de litio, pero la recaudación estatal por su exportación apenas llega al 15% del total minero. Las empresas extranjeras obtienen el litio y exportan a Asia y Estados Unidos unas 37 mil toneladas anuales, y se estima que la cifra aumentará a 800 mil en cinco años. Sin embargo, si tomamos todas las exportaciones que hace el país, las ganancias del litio representan solo el 0,4%. Pablo Rutigliano, presidente de la Cámara Latinoamericana del Litio, explicó el panorama nacional: “Hoy por hoy, el litio se exporta en Argentina por debajo de 10 mil dólares y en el exterior se comercializa en 75 mil dólares.Todo esa brecha queda afuera del país”.

YPF analiza el impacto ambiental de un puerto petrolero en Río Negro

Los especialistas desembarcaron en la zona para analizar la flora, fauna y el suelo. Los trabajos se extenderán por tres semanas. En qué consiste el proyecto que apunta al mercado exportador. La construcción de un mega puerto petrolero para la exportación de parte de la producción de Vaca Muerta desde Río Negro dio un paso más esta semana cuando un grupo de especialistas contratados por YPF arribó a la zona para iniciar el estudio de impacto ambiental previo que requiere el proyecto. Los especialistas comenzaron esta semana a analizar la flora, fauna y también las características del suelo no solo del área de Punta Colorada, en donde se proyecta montar el puerto exportador, sino de una región mucho más amplia ya que corresponde al corredor marítimo donde se desarrollará el proyecto. En detalle, la zona que se estudiará abarca además de Punta Colorada y Playas Doradas, en donde se focalizarán los estudios, a una vasta área que va desde San Antonio Oeste y llega hasta Puerto Madryn. Para esto se analizarán tanto las particularidades de la flora y fauna terrestre, como marítima, y es por eso que el equipo contratado por YPF está formado por profesionales de reconocida trayectoria en áreas como la Sociología, Antropología, Oceanografía, incluyendo además especialistas ambientales, en biología, ingenieros pesqueros y personal de logística, entre otros. Según se supo, se trata del personal de una consultora con experiencia internacional en este tipo de estudios, y en la fase de mayor actividad se estima que serán unas 30 personas las que estarán trabajando en el campo, en forma simultánea. A los efectos de abarcar tanto la obra de la terminal de exportación como así también de las monoboyas que se espera montar a varios kilómetros de la costa, los especialistas tomarán muestras fisicoquímicas y biológicas en el ámbito terrestre, costero y marítimo. Estos relevamientos abarcarán el estudio de la comunidad bentónica y plantónica, calidad de agua marina y de los sedimentos del fondo marino. Y en paralelo se realizarán relevamientos de flora y fauna terrestre, censos de mamíferos y aves terrestres, costeras y marítimas. Junto a este trabajo de la flora y fauna, se realizará además un relevamiento social en la zona con el objetivo de determinar las principales actividades sociales y económicas vigentes, trabajando en este caso a través de la metodología de entrevistas a los referentes de cada sector. Los estudios de impacto ambiental fueron solicitados por el gobierno de Río Negro y son un requisito que se impone siempre en este tipo de proyectos. Pero además, desde la petrolera de mayoría estatal el objetivo es elevar la calidad de los relevamiento a realizar al nivel de estándares internacionales, para garantizar la sostenibilidad ambiental y social del proyecto y la correcta caracterización de la zona donde se instalará.

La apuesta de YPF es clara y se enmarca en una necesidad que se ve en el corto plazo como otro cuello de botella: es que la producción de petróleo de Vaca Muerta puede crecer tan rápidamente que el puerto de exportación (Puerto Rosales) al cual llegan hoy los oleoductos no alcanzará. Es por esto que el plan de YPF, valuado en una inversión de 2.000 millones de dólares, comienza con un nuevo oleoducto bautizado Vaca Muerta Sur que partirá desde el corazón de los desarrollos, en Loma Campana y tendrá en Allen su primera escala. De allí, la línea correrá en paralelo a los ductos de Oldelval hasta la zona aproximada de Chichinales, desde donde cambiará el rumbo y en lugar de continuar hasta la costa bonaerense lo hará hacia el sur (de allí su nombre) con destino al Golfo San Matías. En la zona de Punta Colorada se espera montar el mayor puerto exportador de petróleo del país y uno de los más grandes de Sudamérica. Para esto se contará con 250 hectáreas para montar además un sistema de almacenamiento que llegue a los 7 millones de barriles, y supere a la capacidad que hoy tiene Oiltanking Ebytem, en la zona de Bahía Blanca. El puerto se completará con dos monoboyas de carga que estarán ubicadas a unos 6,7 kilómetros de la costa y que permitirán que, gracias al gran calado natural del mar, puedan ingresar allí buques de mayor capacidad que los que actualmente llegan a Puerto Rosales. Desde YPF esperan que las obras estén completadas en menos de tres años, para fines de 2025, y que permitan tener un nivel de exportaciones de 2,4 millones de barriles por semana. La obra no solo implicará la creación de 100 nuevos puestos permanentes de trabajo en la zona costera de Río Negro, sino cerca de 1000 puestos durante su construcción. Y es una clara necesidad para poder vender la producción de Vaca Muerta llevó a que desde hace meses se exceda por muchos miles de barriles al día el nivel de autoconsumo del país. Claro está que existe oposición a este proyecto y la muestra más clara es el pedido de inconstitucionalidad del cambio en la ley de Hidrocarburos que se aprobó por la legislatura rionegrina el año pasado y que impulsan en conjunto grupos ambientalistas que buscan retrotraer los permisos dados.

Experimentan en gran escala la semana laboral de 4 días

Charlotte Lockhart, empresaria de Nueva Zelanda, fundó la organización que hizo el programa piloto del Reino Unido para reducir la semana laboral a cuatro días, el mayor del mundo hasta ahora.

A finales de 2017, Charlotte Lockhart, una empresaria de Nueva Zelanda, empezó a hablar con su marido de cómo mejorar la productividad después de leer un informe sobre lo baja que era en el Reino Unido. La empresaria tenía su propia compañía de gestión de herencias y pensaron en cómo la vida diaria de las personas afecta a su trabajo. Se preguntaron qué pasaría si le dieran un día libre a sus empleados para resolver las tareas administrativas o familiares habituales. Así hicieron un experimento con su compañía y pidieron a académicos que evaluaran los cambios. Fue un éxito y otras empresas y gobiernos empezaron a llamarles. Con la ayuda de una economista y profesora de Sociología del Boston College, Juliet Schor, desarrollaron un programa de opciones y seguimiento, y lanzaron una organización sin ánimo de lucro aparte dedicada a hacer programas piloto de la semana laboral de cuatro días, 4 Day Week Global. Acaban de terminar el mayor experimento hasta la fecha, en Reino Unido, con unos 3.000 trabajadores y 61 empresas. El resultado es halagüeño: con un día menos de trabajo –o menos horas distribuidas durante varios días– y el mismo sueldo, los empleados están más satisfechos, cumplen con el trabajo y las empresas ganan lo mismo o más, ahorran costos y retienen talento. Después de seis meses de experimento, todas las compañías menos tres van a seguir con el nuevo horario. Ahora 4 Day Week Global está haciendo un programa piloto en Europa y otro específico en Portugal. La empresaria cuenta que está recibiendo solicitudes en particular de España, Italia y Alemania. Su proyecto se financia con lo que cobra por gestionar la prueba y Lockhart dice que está a punto de no costarle dinero. -¿Qué tipo de negocios o sectores son más aptos para la semana de cuatro días? -Puedes hacerlo fácilmente en oficinas. Es fácil pensar en cómo organizar reuniones y ser más eficiente. Pero, curiosamente, tenemos muchas organizaciones que se dedican a la industria manufacturera, la hostelería o la atención de la salud que están teniendo éxito con esto, porque en esos sectores la eficiencia proviene de la parte de producción, a menudo de cosas sencillas: por ejemplo, si queremos ahorrar tiempo, tenemos que reducir la distancia a pie en una planta. La otra cosa que sucede en esas situaciones es que a menudo ese tipo de sectores ya gestionan turnos. Por eso la idea de cambiar la forma en que se usa el tiempo no es un concepto tan extraño para las personas que ya están trabajando por turnos. Curiosamente, hemos descubierto que las personas asalariadas que están acostumbradas a ir a la oficina son las que a veces luchan contra el cambio de horarios porque están acostumbradas a una semana laboral muy estándar y desarrollan hábitos alrededor de ella. A pesar del beneficio de reducir el tiempo de trabajo, tener un día libre completo, entrar más tarde o salir más temprano supone un poco de esfuerzo porque es cambiar hábitos personales. -¿No es más difícil para la sanidad u otros servicios esenciales como el transporte donde estamos viendo falta de personal? -Lo interesante de la conversación es preguntarse por qué falta personal en este momento. Tenemos la misma población y la misma economía. Nada ha cambiado realmente. La cuestión es dónde elige trabajar la gente. Las personas eligen no trabajar en el cuidado de la salud porque no se sienten valoradas allí y eso hace que se quemen. Uno de los mayores gastos para el sistema de salud es capacitar a sanitarios y que luego se vayan porque ya no pueden más. Si podemos alentar a nuestros sanitarios a que se queden porque no los quemamos, eso es un ahorro. Uno de los mayores costes en el cuidado de la salud es cuando los sanitarios se ponen enfermos y hay que cubrir sus bajas. Si reduces ese coste es un ahorro enorme y consigues una fuerza laboral más estable. La otra cosa que se debe considerar con la atención médica en particular es la calidad de la atención que estás recibiendo si las personas que te atienden están agotadas en comparación con la calidad de la atención que recibirás si están descansadas y por lo tanto con una salud mejor. Si están mejor, también estará mejor el paciente. Y eso tiene un beneficio económico para todo el país porque hay menos enfermos. Hay una diferencia si alguien te diagnosticó rápido y bien o si no te tuvieron mucho tiempo en el hospital esperando a que alguien te diera el alta, ocupando una cama y aumentando el riesgo de contagiarte de otra cosa si eres mayor… Hay que replantearse cómo gestionamos a nuestra gente y nuestra atención hospitalaria en gran medida en función de la cantidad de tiempo que le dedicamos. Uno de los mayores gastos para el sistema de salud es capacitar a sanitarios y que luego se vayan porque ya no pueden más. Si podemos alentar a nuestros sanitarios a que se queden porque no los quemamos, eso es un ahorro -¿Puede haber más desigualdad porque algunos sectores ofrecerán más flexibilidad laboral y menos horas de trabajo a la semana y otros no? -Es una muy buena pregunta. Por supuesto, la desigualdad existe ahora y existía antes de la pandemia. La mano de obra simplemente no es igual. Puede haber un aumento de la desigualdad en el corto plazo, pero la ganancia a largo plazo de poder reducir el tiempo de trabajo valdría la pena. Cuando hablo con grupos de mujeres y les pregunto “¿cuántas habéis negociado una semana de cuatro días al volver al trabajo?”, muchas levantan la mano. “¿Vuestro sueldo se redujo al 80%?”. Levantan la mano. “¿Pero habéis hecho el 100% del trabajo?”. Y una vez más la levantan. Yo les digo que si eres una mujer profesional tienes que negociar y reivindicar tu valor porque si tú no lo haces la persona que limpia tu oficina por la noche no tendrá las mismas oportunidades. Y las empresas quieren hacer esto. Esta es una iniciativa que, en términos generales, está siendo impulsada por las empresas en primera instancia. En última instancia, el Gobierno se sumará, la sociedad se sumará y presionaremos por una nueva norma. Incluso en la semana laboral de cinco días, las desigualdades para las personas que limpian las oficinas por la noche existen. A menudo tienen dos o tres trabajos. ¿Y si lo planteamos para que también tengan más tiempo libre? Puede que esas personas sigan trabajando más, pero ¿cómo ponemos el punto de referencia para que la gente sepa que el beneficio puede ser igual para todos? -¿Los gobiernos deberían involucrarse en la regulación de una semana laboral más corta? -En este momento, los gobiernos pueden apoyar los programas piloto. Por ejemplo, lo que estamos haciendo con Portugal es que el Gobierno está aplicando un programa piloto para analizar la idea de la semana laboral reducida y a través de eso evaluar cuáles son los aspectos legislativos que deben tener en cuenta. ¿Necesitan legislar para una semana de horas reducidas o pueden ayudar a las empresas a reducir el tiempo de trabajo de otras maneras? Me refiero a la legislación sobre los días festivos, las horas extras y la jornada laboral. En la mayoría de los países donde no se apoya a las empresas a reducir el tiempo de trabajo hay un marco laboral que se puede ajustar. El primer paso sería evaluar la legislación que ya tienen e intentar hacer mejoras para que si una empresa reduce el horario no sea penalizada. En Portugal el Gobierno está aplicando un programa piloto para analizar la idea de la semana laboral reducida y a través de eso evaluar cuáles son los aspectos legislativos que deben tener en cuenta -¿Ha encontrado diferencias entre países en términos de aceptación o la forma en que eligen hacer sus pilotos? -No mucho. Nuestros pilotos son relativamente flexibles para que las personas elijan cómo quieren hacerlo. Pero todos tienden a seguir un marco estándar porque el marco funciona. Las diferencias se reducen al idioma y hábitos culturales. Ahora tenemos un piloto en Sudáfrica, que tiene una economía muy diferente y donde los problemas giran en torno al desempleo juvenil, el bienestar y el lugar de trabajo. En el Reino Unido, la conversación es sobre el bienestar en el lugar de trabajo, pero también sobre la mejora de la productividad.
La empresaria Charlotte Lockhart.
La empresaria Charlotte Lockhart.
-¿Cuál es la fórmula ideal para reducir la semana laboral? ¿Un día libre extra para todos, tipo el viernes? Los viernes libres los pueden hacer las empresas que pueden cerrar sus puertas durante todo un día. Y hay una cierta energía de equipo que proviene de que todos estamos libres los viernes. Sin embargo, no todo el mundo quiere un viernes libre. Por ejemplo, padres y madres que trabajan prefieren poder entrar más tarde en la mañana y salir más temprano en la tarde: trabajar cinco días, pero poder cuidar a los niños. El beneficio financiero para una familia de poder llegar tarde y salir temprano es grande debido a los gastos de la guardería. Ese es dinero que vuelve a las familias, lo que les permite estar mejor financieramente. También reduce el estrés, ya que los hogares no se dedican solo a trabajar para pagar el coste del cuidado de los niños. Para que una empresa determine cómo reducirá el tiempo de trabajo, debe tener en cuenta tres cosas: ¿Cuáles son los imperativos para el negocio? ¿Cuáles son las necesidades del cliente? ¿Qué quiere tu gente? Permitir que los trabajadores elijan el tiempo libre que mejor se adapte a ellos significa que trabajarán muy duro para mantenerlo. Si te dan cuatro viernes libres y un viernes libre no tiene sentido para ti, entonces no necesariamente estarás tan concentrado en tu productividad. Pero si puedes llevar a tus hijos a la escuela y luego ir a trabajar, si es lo que necesitas, entonces estarás más motivado. Y parte de los beneficios para las empresas es atraer y retener a un buen personal. Encontrar formas de adaptarse a las necesidades personales de los trabajadores es clave. -¿Cuáles son los principales desafíos incluso para las empresas que ya están dispuestas? -Los desafíos se reducen a cambiar la mentalidad sobre cómo valorar el tiempo. Y a que los líderes empresariales escuchen y luego preparen a su gente y le den autoridad para hacer cambios. La razón de un programa piloto es experimentar con diferentes formas en las que podría funcionar y no preocuparse ni tener miedo de fallar. Tienes que probar cosas diferentes y ver qué funciona. Y eso tiende a resaltar la calidad de los gerentes. A veces gestionan porque han estado en la empresa más tiempo o son un poco mayores, pero no necesariamente tienen habilidades de gestión porque nadie les ha enseñado. Las empresas deben ser conscientes y tener un buen proceso para mejorar las habilidades de su gente y empoderarla para hacer un buen trabajo también de gestión. A veces descubren las brechas que tienen en términos de medición de la productividad, de bienestar de los empleados o de sistemas que no están funcionando bien. -¿Qué dijeron las pocas empresas que decidieron no continuar con la semana de cuatro días tras su piloto? -Es un grupo minoritario, pero hay tres razones. La principal es que en realidad no era el momento adecuado, tal vez porque ganaron o perdieron un cliente grande. Otra razón es que hay un cambio de liderazgo y quien llega no apoya la idea. Y la tercera es que los jefes no son suficientemente flexibles sobre cómo va a ser y dicen sin escuchar al personal que los viernes sean libres o solo se puedan mandar correos electrónicos o hacer reuniones en un momento concreto. La diferencia es preguntar a los trabajadores y que se sientan seguros de que no van a perder sus trabajos porque se les ha pedido que sean más productivos para poder pasar más tiempo en casa. Si te digo “voy a llamar a unos consultores y vamos a hacer que esta empresa sea más productiva”, lo que oyes es que no confío en ti o que quiero que hagas más con menos y puede haber despidos. Y eso no hace que te sientas seguro, así que no participas en el proceso desde la fortaleza, sino desde el miedo. Si la gente se siente segura, está más comprometida. -¿Ha notado un cambio por la pandemia? -Sí. Antes de la pandemia, teníamos muchas conversaciones sobre el futuro del trabajo. Pero lo que cambió en la pandemia fue que los jefes se vieron obligados a ver que en realidad podían trabajar de otra manera. Abrió sus mentes a la posibilidad de trabajar de manera diferente. Y, por supuesto, somos mucho más conscientes de nuestra salud mental, el bienestar y el disfrute del trabajo. Es algo que los jefes deberían tener en cuenta. Muchas personas perdieron la vida, perdieron la salud y perdieron el sustento en la pandemia. Esto es una lección para cambiar la forma en que enmarcamos el trabajo y enmarcamos nuestra sociedad. Si no tenemos un verdadero cambio social y mejoramos nuestra sociedad, entonces solo será una triste pérdida. Lo que cambió en la pandemia fue que los jefes se vieron obligados a ver que en realidad podían trabajar de otra manera -¿Todo esto es un privilegio de los países ricos? -Estamos interesados en ver cómo funciona en Sudáfrica. Y el equipo sudafricano también lo hará en Botswana. Queremos que sea un poco más diverso, no solo en el rico Occidente. Pero cuando se implantó la semana laboral de cinco días procedía principalmente de Estados Unidos y Europa. Estas cosas son impulsadas por Occidente y son normalizadas por Occidente.

Guerra de los chips: Historia y límites de la nueva arma economica de Estados Unidos

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El 7 de octubre, un funcionario estadounidense publicó 139 páginas de normativa en un sitio web llamado Registro Federal. En toda Asia Oriental, de Taipei a Nanjing, los ejecutivos de semiconductores entraron en pánico. El gobierno estadounidense reclamaba jurisdicción sobre cada línea de código o pieza de máquina que hubiera pasado por Estados Unidos, y sobre las actividades de cada ciudadano estadounidense, en cualquier lugar del planeta. Las empresas que utilizaban código, equipos o personal estadounidense para fabricar chips informáticos avanzados destinados a China tenían que dejar de hacerlo, so pena de infringir la ley.

Fue una salva de la nueva arma económica favorita de Estados Unidos, la Foreign Direct Product Rule (FDPR). Mientras que algunas sanciones utilizan como arma la ubicuidad del dólar para infligir daño impidiendo que los objetivos lo utilicen, la FDPR intenta utilizar como arma la ubicuidad de la tecnología estadounidense. Permite al gobierno reclamar jurisdicción sobre casi todas las fábricas de chips del mundo, porque casi todas contienen herramientas estadounidenses difíciles de sustituir. TSMC, un fabricante de chips taiwanés, dejó de vender chips avanzados a clientes chinos inmediatamente.

La FDPR se ha convertido en una de las armas más importantes del arsenal estadounidense para la competencia tecnológica con China. Un grupo de presión republicano llama a la Oficina de Industria y Seguridad, la agencia que lo administra, «la punta de la lanza». Jóvenes expertos en política estudian una materia que hace tres años habría provocado bostezos: la legislación sobre el cumplimiento de las normas de exportación.

Esta forma radical de control extraterritorial de las exportaciones no es nueva. El concepto se redactó en 1959. Pero solo en la última década ha pasado de ser una curiosidad normativa a un arma económica de primera línea. A principios de la década de 2010, Kevin Wolf, entonces en el Departamento de Comercio, redactó las dos primeras normas de control de exportaciones que utilizaban la idea. Restringían la exportación a China de productos fabricados con tecnología estadounidense desde cualquier parte del mundo si iban a utilizarse con fines militares o para construir satélites.

Mientras tanto, Estados Unidos también estaba construyendo un caso contra Huawei, un floreciente fabricante chino de equipos de telecomunicaciones del que sospechaba desde hacía tiempo que violaba el embargo y que era un conducto para el espionaje del Gobierno chino. El malestar con las proezas tecnológicas chinas se acentuó con la llegada a la Casa Blanca de los halcones chinos de la administración Trump a principios de 2017.

Solo en mayo de 2019, tras el fracaso de las conversaciones comerciales con China, la administración Trump recurrió a los controles de exportación para atacar a Huawei. Colocó a la firma en una lista de empresas a las que es ilegal exportar tecnología desde Estados Unidos, conocida como la Lista de Entidades -hasta entonces utilizada principalmente para empresas fantasma y frentes terroristas-. Huawei se consideraba ahora una amenaza para la seguridad nacional.

Las compras de tecnología estadounidense por parte de Huawei fueron lo suficientemente importantes como para que a las empresas les mereciera la pena estudiar los detalles. Descubrieron que seguía siendo legal suministrar tecnología estadounidense a Huawei si se enviaba desde fuera de Estados Unidos. Muchas empresas tecnológicas simplemente siguieron suministrando a Huawei a través de instalaciones en el extranjero, siguiendo la letra de la ley.

Esto no solo enfureció a la administración Trump, sino que también molestó a las empresas que fabricaban productos en Estados Unidos. La inclusión de Huawei en la Lista de Entidades les discriminaba. Los fabricantes de chips estadounidenses empezaron a presionar para que se introdujeran cambios. Si se podía impedir que las empresas utilizaran tecnología estadounidense para suministrar a Huawei desde cualquier parte del mundo, las operaciones con sede en Estados Unidos dejarían de estar en desventaja. En agosto de 2020, con las elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina, los funcionarios habían resuelto los problemas. Estados Unidos publicó una fdpr que aislaba a Huawei de tecnología estadounidense y, de hecho, de las cadenas mundiales de suministro de semiconductores.

Las grandes empresas de chips de todo el mundo dejaron de suministrar a Huawei. Los ingresos de la empresa cayeron un 29% en 2021. Sus populares smartphones desaparecieron por completo del mercado. Estados Unidos había encontrado una nueva forma de doblegar a los adversarios que percibía como una amenaza para la seguridad nacional. Pronto tendría la oportunidad de poner a prueba esa herramienta. A finales de 2021, mientras Rusia concentraba fuerzas cerca de la frontera ucraniana, la Casa Blanca pidió a las agencias gubernamentales ideas sobre cómo responder en caso de un ataque nuclear.

invasión. El Departamento de Comercio sugirió una ampliación de la fdpr: Estados Unidos podría hacer al ejército ruso lo que había hecho a Huawei. En febrero de 2022, dos nuevas fdpr aislaron al complejo militar-industrial ruso de todos los elementos estadounidenses de las cadenas mundiales de suministro tecnológico, como parte de un enorme paquete de sanciones puestas en marcha por Estados Unidos y sus aliados.

Estados Unidos afirma que la producción rusa de misiles balísticos hipersónicos se ha reducido drásticamente por falta de semiconductores, y que Rusia ha tenido que recurrir a Irán y Corea del Norte para obtener suministros y equipos.

«Las sanciones y el control de las exportaciones están teniendo consecuencias significativas y duraderas en la base industrial de defensa de Rusia», declaró el Departamento de Estado en octubre.

Envalentonada por el éxito, la Casa Blanca dirigió sus poderes extraterritoriales hacia la industria china de semiconductores. En Washington, se había desarrollado un fuerte acuerdo bipartidista sobre la amenaza que representaba China. El asesor de seguridad nacional, Jake Sullivan, esbozó la nueva estrategia en un discurso pronunciado en Washington en septiembre de 2022. Especialmente en tecnologías fundamentales como los semiconductores, Estados Unidos tenía que «mantener una ventaja lo más amplia posible».

Las fdprs del 7 de octubre fueron un intento de hacer precisamente eso. Las nuevas normas están perjudicando a las empresas chinas de inteligencia artificial y a sus fabricantes de chips. El daño aumentará si los aliados imponen sus propios controles a la exportación, sustituyendo la extraterritorialidad aplicada a través de las cadenas de suministro por restricciones más estrictas a nivel nacional que sean más fáciles de aplicar. Japón y los Países Bajos, que albergan a dos de los fabricantes de equipos de fabricación de chips más importantes, llegaron a un acuerdo con Estados Unidos a finales de enero. Si ambos crean sus propios controles estrictos, China será firmemente vetados los semiconductores avanzados. En Washington bullen las conversaciones sobre su próximo «objetivo»: ¿qué introducir en la máquina de la fdpr? Una idea es apuntar a la industria china de la biomanufactura, que fabrica medicamentos y sus componentes. Otra es ir a por la fabricación de baterías avanzadas, en particular las de los vehículos eléctricos.

Al intentar aislar a China de los semiconductores avanzados, Estados Unidos está incentivando a China a centrarse en formas más maduras de fabricación de chips, donde los puntos de estrangulamiento son más débiles y China ya tiene una gran cuota de mercado. Este tipo de chips son necesarios en gran número en los coches eléctricos y las armas. Si la inteligencia artificial resulta ser menos importante de lo que el Gobierno estadounidense cree, incentivar a las empresas chinas para que asuman un mayor control sobre los chips básicos puede acabar pareciendo un error. El desarrollo tecnológico es difícil de predecir. Las cadenas de suministro y los procesos de fabricación que sustentan la producción de semiconductores son algunas de las cosas más complejas que ha creado el ser humano. Estados Unidos debe esperar que su aparente éxito reciente en su manipulación no resulte ilusorio.

La saga de la Argentina nuclear – XXXV

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Cuando la actividad nuclear argentina está en riesgo, queremos repasar algunos momentos del largo esfuerzo que la construyó Los anteriores capítulos de la saga estan aqui Los tiempos del COCO  ciencia-nueva ¿Qué leía Jorge Sábato cuando no estaba conspirando? Ciencia Nueva, naturalmente. No era el único. La CNEA de 1973 era más rebelde aún que su propio país, y una parte de las bases de los sindicatos ya no quería socios ni tutelas en materia tecnológica. Técnicos y trabajadores no especializados hacían asambleas y discursos impugnando y proponiendo líneas a seguir para “un desarrollo para la Liberación”. Las bases nucleares habían desmigajado la verticalidad histórica de la línea de mando de la CNEA. Eso es curioso en un organismo deliberativo por nacimiento, casi una conspiración institucionalizada con la misión de refundar la Argentina. El lado masónico y sarmientino de la Armada, muerto hace ya mucho, convivió bien con ese ordenado pero crítico ambiente de logia de los inicios, la etapa nuclear que el historiador (y físico atómico) Mario Mariscotti llama «académica». Pero ojo, que la Armada siempre fue un arma más aristocrática que el Ejército. Eso hacía de la CNEA una conspiración de “aristócratas del conocimiento”. Su politización explícita, durante su etapa académica, se había limitado al tercio jerárquicamente superior de la casa: los profesionales universitarios. Era una democracia muy ateniense y clásica: no para todos. Mientras duró ese período, los técnicos, los administrativos y los laburantes manuales menos especializados compartían con escasas divergencias la visión y valores de los popes, entre los cuales había una cuota de peronchos. A la larga, no importaba que fueran peronchos, radicales, socialistas, bolches o nada: si eras CNEA, eras familia. De modo que los gremios dejaban dirigir a los profesionales y limitaban su acción de protesta a lo sindical: salarios, vacaciones, escalafón, etc.; sus derechos. Ahí gruñían y eventualmente, mordían. Pero nada más. De las grandes decisiones tecnológicas se ocupaban los profesionales, y sólo votaban los pocos que integraban el Directorio. Ahora, en cambio, de política nuclear hablaban las propias bases, los trabajadores de todo rango de calificación. Y lo hacían atronadoramente. Ya no se limitaban a discutir salarios o vacaciones. La Juventud Peronista y varios partidos de izquierda habían creado el COCO, o Consejo Coordinador, cuya dirección surgía por voto y cuyo programa lo organizaban “mesas de debate”, desde abajo hacia arriba: era un organismo de poder paralelo, el soviet atómico, pero en versión Nac & Pop. Nunca llegó a haber dualidad de poder dentro de la Argentina de 1973/4/5. Pero sí la hubo dentro de la CNEA. Y como la casa se ocupa de la más dual de las tecnologías del siglo XX, el estado deliberativo de toda la CNEA era intolerable no sólo para el establishment militar sino para algunas embajadas. Sí, adivinó bien, especialmente ÉSA. En la CNEA convergían, discutían y votaban el ámbito científico y tecnológico argentino, que estaba más politizado que nunca, y el sindical, que se mostraba movilizado como jamás en su historia, aunque atomizado en la vehemencia del choque browniano de sus muchas fracciones. Era un momento extraño e increíble de ver, incoherente pero de enorme creatividad. La efervescencia no se limitaba a la CNEA. Hay símbolos de época. Había surgido una revista de referencia para este repensar la investigación, “Ciencia Nueva”. La editaban biólogos moleculares como Daniel Goldstein, amén de matemáticos, hidrólogos, geólogos y físicos simpatizantes del Clan Sadosky, (a) “Manolo” ¡Y se vendía en los kioskos! Bueno, en algunos kioskos. Para quienes no lo hayan conocido, Manolo Sadosky fue el instalador de “Clementina”, la primer super-computadora del país en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, usada ampliamente por YPF, OSN, SEGBA, Vialidad Nacional, EFEA, Hidronor y casi todas las empresas de infraestructura del estado. Sadosky fue a la matemática y a UBA lo que Sábato a la ciencia de materiales y a la CNEA: ambos le dieron vuelo a sus disciplinas bajándolas a tierra, enraizándolas en el país real y material.Ciencia Nueva” agotaba sin despeinarse tiradas mensuales de 5000 ejemplares, eso en un país con la mitad de población que el actual. Mientras, el matemático Oscar Varsavsky vendía miles de ejemplares de su libroCiencia, política y cientificismo”, editado por Boris Spivakow en el Centro Editorial de América Latina. En ese opúsculo, Varsavsky impugnaba el modelo de investigación liberal, academicista e internacionalista seguido por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) desde su creación por el premio Nobel Bernardo Houssay. Lo pintaba como buenísimo para ganar más Nóbeles como el de Houssay, y era exactamente lo que acaba de suceder con don Luis Leloir. Pero, objetaba Varsavsky, esa fábrica de laureados internacionales que era el CONICET resultaba fundacionalmente inepto para generar conocimiento aplicado, social y nacionalmente útil. Varsavsky no decía estupideces. Era ley que los grandes descubrimientos argentinos básicos en biología (el de la regulación de la insulina, por Houssay, y el de la regulación de los azúcares de Leloir) se terminaban de volver patentes y fármacos… en el Primer Mundo. Cosas similares sucedían en todo el ámbito de las ciencias duras. Lo que se quería en 1973/4/5, por el contrario, y más agudamente en la CNEA que en otros lugares del sistema de investigación y desarrollo, era “ciencia y tecnología para la liberación”. También se decían bastantes huevadas, entre los de la liberación. En 1973 se argumentaba que Atucha I había sido una compra “llave en mano” que nos humillaba como país tecnológico. Todavía se dice, por ahí. Bueno, eso era falso y lo sigue siendo. Como se explicó abundantemente, además de la obra civil (cemento, caños, fierros no nucleares), quedó en empresas argentinas del SATI, aquel extraño Servicio de Asistencia Técnica a la Industria armado por Sabato, algo así como un 12 % en valor de componentes electromecánicos bastante complicados. Eso arrojaba una participación argentina total del 40 % sobre el precio total de Atucha I, según cálculos del historiador de la CNEA en su etapa industrial, Diego Hurtado. Un 40% en valor no está nada mal para un debutante nucleoeléctrico como la CNEA… si dejamos de lado que KWU también lo era. El COCO impugnaba a Quihillalt como “un cientificista”, acusación no absurda sino francamente pelotuda. Juzgado por sus hechos y como hombre que más años estuvo al frente de la CNEA, Quihillalt le permitió o le impuso –y realmente, da lo mismo- una orientación distinta, mucho más transformadora, que la que tenían científicos y tecno-industriales de otras dependencias tecnológicas del estado como YPF, Fabricaciones Militares o el Área de Materiales Córdoba de la Fuerza Aérea. Lo cual es lógico esas empresas y fábricas tenían décadas sufriendo el fuego de desgaste y la franca intromisión de multinacionales y embajadas, ninguna de ellas tolerante de que Argentina lograra alcanzar un desarrollo industrial competitivo en petróleo, armamento o aviones. Y en un país donde la destrucción de recursos humanos por «quema de brujas» (o caza de zurdos) es frecuente, ni YPF, ni Fabricaciones Militares ni el Área de Materiales habían contado con 3 décadas seguidas de paraguas político para sus pensadores. Estaban a la intemperia. En cambio, el paraguas puesto por la Armada sobre la CNEA lograba proteger la institución…  hasta de la misma Armada. Tampoco tenían esa capacidad de reinventar el país, la verdadera marca de la CNEA cuando se la mide contra los entes científicos creados por “La Libertadora”, el feroz golpe de estado que tiró abajo a Perón en 1955. Esos entes fueron el mismísimo CONICET, el INTA y el INTI, que datan de 1958. Tampoco las universidades nacionales tallaban a la altura de la CNEA como caja de herramientas. Eran todas valiosas, pero ninguna estaba imbuída de la misión desaforada y sabatiana de refundar la industria y el país. Por défault de todo lo demás, la CNEA era la única pieza del sistema que generaba ciencia básica, la volvía aplicada, la hacía tecnología original, la transfería a la industria que se dignara a tomarla y en lugar de conformarse con reinar en el mercado interno, TRATABA DE EXPORTAR su “know how”, sin limitarse siquiera a su región en el planeta. Y LO LOGRABA. La CNEA terminó exportando su tecnología nuclear, primero por su cuenta y luego a través de INVAP, que en 1972 acababa de iniciar actividades preliminares, incubada en la CNEA bajo la batuta de un joven físico ítalo-argentino recién doctorado en Stanford, un tal Conrado Varotto. INVAP en aquel año tenía otro nombre: Programa de Investigación Aplicada (PIA), y no era una empresa sino una oficina poco mentada de la CNEA. INVAP, nombre que tomó como empresa, es justamente un apócope posterior de “Investigación Aplicada”, aunque el 99,5 % de los periodistas argentinos, suponen que la sílaba “IN” del comienzo significa “Instituto”. Y por eso lo llaman “el” INVAP, con ese artículo masculino singular tan singularmente al cuete. Los de INVAP ya están hartos de aclarar que son una firma que vive de sus ganancias, no un plácido instituto colgado del presupuesto nacional. Pero tan, tan hartos que hasta ellos mismos, con un «ma sí…» cansado, escriben a veces «el INVAP». Nuestro modo quihillaltiano de exportar tecnología argentina era un tiro largo, como sólo lo intentan los países muy desarrollados. Consistía -y consiste- en importar posibles futuros popes nucleares de países comercialmente interesantes, y formarlos aquí, gratarola. La educación de grado, posgrado y de doctorado en asuntos científicos y tecnológicos suele ser paga incluso en países con una tradición europeísta de escuela pública, como el nuestro, y entre otras cosas porque es carísima. ¿Pero suministrarla sin costo a extranjeros? Efectivamente, durante toda la administración Quihillalt vinieron constantes misiones de entrenamiento de personal nuclear latinoamericano a doctorarse en las carreras atómicas argentinas. Hoy son física, ingeniería, ciencia de materiales y medicina nuclear dictadas en los centros atómicos Bariloche, Ezeiza y Constituyentes, con universidades nacionales «grossas» (la de Cuyo, la de San Martín) como otorgadoras del título. Y los visitantes siguen concurriendo, aunque son menos porque la CNEA no tiene plata. Para un profesional sudamericano que aquí se pueda acceder a un título en el área de diseño y operación de reactores, en medicina nuclear o en radioquímica, y además contando con una beca de la CNEA que resuelve -con modestia espartana- la estadía y alimentación, es un sueño loco. Bueno, Quihillalt inició esa idea. Y eso no cesó. Siguen arribando físicos e ingenieros chilenos, uruguayos, peruanos, bolivianos e incluso centroamericanos becados por la CNEA. El tiro largo de la CNEA es que una minoría de esta minoría terminará quizás dirigiendo programas atómicos cuando regrese a sus países. Y a la hora de equipara de fierros nucleares a su país en alguna licitación internacional, no habrá que convencerlo demasiado de que los argentinos son buenos. Esta estrategia funcionó bien en el caso de Perú, que nos compró dos reactores a falta de uno, y estuvo a punto de hacerlo en otros países. Como toda estrategia, puede fallar. Lo hizo en 2016 en Bolivia, donde cuando ya estábamos ganando la venta de un reactor multipropósito… y los rusos aparecieron de la nada y nos soplaron el cliente. Sin embargo, no pudieron hacer lo propio con los tres Centros de Medicina Nuclear de La Paz, El Alto y Santa Cruz de la Sierra. Tal vez Bolivia nos compre otras cosas, o se nos asocie en algún desarrollo, a la larga. Como sucedió hasta 1983 por défault de la Cancillería, la CNEA está acostumbrada a hacer su propia diplomacia nuclear, y su mejor herramienta es la educación. El nuestro es un modo piola de usar ese capital común sudaca tan desaprovechado: el idioma castellano, la tercera lengua más hablada del mundo. Impulsados por Quihillat y luego por Iraolagoitía, los nucleares criollos iban más allá de “la Patria Grande”. Incluso llegaron a Irán. Desde 1973 hasta la caída del Shah Reza Pahlevi, siete expertos de la CNEA empleados formalmente por la AEOI (Atomic Energy Organization of Iran) trabajaron en la construcción del  reactor del Teheran Nuclear Research Center (TNRC), donde se formó la base de recursos humanos del programa atómico iraní actual. La muchachada nuclear del Shah quería mucho a los argentinos encabezados por el Dr. Domingo Quilici, porque les explicaban todo el “know why” infuso en el “know how” del reactor del TNRC. Son las bases intelectuales del “hágalo Ud. mismo” que los proveedores estadounidenses, europeos o soviéticos no daban ni dan, y que odian que otros suministren, como si fuera conocimiento enciclopédico y accesible. Como competidores comerciales, los autodenominados «americanos» nos detestan por avivar giles. Y como dueños oficiales que son de la leyenda de la antiproliferación de armamentos atómicos, a los países del Consejo de Seguridad les enredamos los piolines diplomáticos. Ésa es una marca de las exportaciones nucleares argentinas, algo en lo que ganamos puntos extra en las licitaciones: no pijoteamos sabiduría. Si los demás oferentes lo hacen, es a su riesgo. Ellos pueden ofrecer créditos blandos, nosotros ofrecemos conocimiento duro. Me puedo imaginar la irritación de Henry Kissinger y luego la de Cyrus Vance, por mencionar sólo a dos de los Secretarios de Estado que nos pusieron palos en las ruedas. Era claro -en el caso de Irán- que en algún momento los persas serían clientes de la Argentina en algún asunto más “grosso”, como plantas de la cadena de fabricación de combustibles para centrales, o incluso una central nuclear argentina ¿quién te dice? ¿O acaso a fines de aquella década, en 1988 los turcos no se enamoraron perdidamente de la centralita compacta argentina CAREM? En el caso de Quilici y el reactor de Teherán en aquel 1973 tan vibrante de creatividad y osadía argentinas, los yanquis no exultaban de felicidad. ¿Qué hacíamos allí en Irán, sin invitación de los dueños de casa, es decir de ellos? No duró mucho aquel amor imposible, porque cuando sobrevino el gobierno del Ayatollah Khomeini, no había plata en el mundo que convenciera a esos siete argentinos, que vivían muy a su aire en el Teherán del Shah, de que sus esposas e hijas ahora debían vivir tocadas con hiyyab, o terminar presas y probablemente molidas a palos si caminaban por las calles sin sus maridos o hermanos como escolta. Todo bien, el Shah había sido un tirano brutal puesto por los EEUU. Pero Khomeini también, y éste además venía con regreso de la vida civil de toda una nación a la Edad Media, incluidos los invitados científicos. Nuestros compatriotas se piraron de regreso a Argentina donde los esperaba, amenazante, El Proceso. Del fuego a la sartén. Y no lo pensaron dos veces. No obstante, promediando los ’80, EEUU hicieron una gran campaña en el Organismo Internacional de Energía Atómica para que los reactores de investigación de todo el mundo fueran rediseñados para quemar uranio enriquecido al 19,7% (sin uso explosivo posible) en lugar de enriquecido al 90% (grado bomba). El OIEA (es decir EEUU, en el fondo) pagaba los gastos. Irán agarró viaje, y exigió que el trabajo se otorgara a INVAP, porque era argentina. Nos seguían teniendo confianza. En 1988, por lo mismo, la AEOI le compró a INVAP una planta para purificar mineral de uranio a grado de dióxido. Pero en 1990 el canciller argentino Guido Di Tella, al toque de asumir en el gabinete de Carlos Menem, detuvo el embarque de esos componentes (básicamente cañerías) en el puerto de Campana. Los iraníes tardaron años en darse cuenta de que no íbamos a cumplir mientras siguiera Menem en el gobierno argentino, y finalmente nos iniciaron juicio. INVAP logró acordar una conciliación extrajudicial por U$ 15 millones. En esa zona del planeta ya no nos tienen más confianza. Máxime después de haber jodido y maltratado también a Turquía en 1992, país que desde 1988 venía tratando de asociarse con Argentina para la construcción y venta del CAREM, negocio redondo que se deshizo por exigencia de esa misma tríada (Di Tella, Menem, Embajada). Los caños y sistemas de bombeo detenidos por Di Tella en Campana eran tecnología pacífica y se vendía bajo salvaguardias y acuerdo del OIEA. El objetivo real de la tríada en parar esa exportación no fue impedir la evolución del programa nuclear iraní a su grado actual de conflictividad. Lo hizo sin ayuda, y eso es todo mérito de los EEUU. El objetivo era fundir a INVAP, y casi lo logran. En resumen, con Quihillalt en 1973 ¿daba para quejarse tanto? Si esos son los gorilas, traigan más: no hay suficientes. Y si Menem y Di Tella eran peronchos… mejor no sigo. En aquel junio de 1973 se tuvo que ir Quihillalt, a fuerza de asambleazos y toma de Centros Atómicos por el personal. Regresado a regañadientes “el Primer Vasco”, es decir Iraolagoitía (ver capítulo XIV), a quien por suerte no le faltaban leyenda o autoridad peronchas, la CNEA volvió a tener el mínimo de orden como para retomar sus grandes proyectos, propios de los comienzos de su segunda etapa, “la industrial”. Atucha I estaba ya casi terminada, había que ocuparse de la siguiente central. Y el resultado fue una sorpresa para los alemanes. O no.

Daniel E. Arias

Economía presenta un proyecto de ley para promover el «Hidrógeno Verde»

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El Ministerio de economía propuso crear la Agencia Nacional del Hidrógeno y un fondo destinado a financiar a la cadena de valor. Tendrá una vigencia de 30 años, demandará una integración mínima de contenido nacional de hasta el 50 por ciento de los proyectos.

Economía definió los beneficios e incentivos del proyecto de ley para la creación del Régimen de Promoción del Hidrógeno que enviará al Congreso. Con el objetivo de  incentivar el desarrollo de toda la cadena de valor del hidrógeno de bajas emisiones, creará la Agencia Nacional del Hidrógeno (Anhidro) y un fondo destinado a financiar a la cadena de valor. Tendrá una vigencia de treinta años y demandará una integración mínima de contenido nacional de hasta el cincuenta por ciento de los proyectos. Así se desprende del borrador del proyecto de ley de cincuenta artículos que se estima entrará al Congreso Nacional luego de la apertura de sesiones ordinarias del primero de marzo. La norma busca incentivar el desarrollo del hidrógeno en sus etapas de producción, transformación, logística y transporte, así como la industria de bienes de capital asociada a esta cadena con el fin de fomentar el establecimiento de polos productivos y la generación del empleo. El proyecto también pretende fomentar el desarrollo científico y tecnológico y el escalado de tecnologías y sus componentes críticos.
Por el nivel de inversión que significan los proyectos de este tipo, el régimen contará con una vigencia de treinta años a partir de su sanción y buscará propiciar los eslabones de la cadena desde la investigación hasta la comercialización nacional e internacional, e incluso avanzando en su cadena de valor. Por este motivo el proyecto define las nuevas inversiones en bienes de capital e infraestructura elegibles. Abarcan a los parques de generación de energía renovables para el abastecimiento de plantas de electrólisis para la producción de hidrógeno verde; las plantas de reformado de gas natural, exclusivamente destinadas para la producción de hidrógeno azul; y las plantas de energía nuclear destinadas principalmente a la producción de hidrógeno rosa. También contempla las plantas electrolizadoras, la infraestructura de captura y almacenamiento de gases de efecto invernadero; las plantas de producción de vectores de hidrógeno, las obras de infraestructura destinadas a la obtención, procesamiento, almacenaje y despacho del hidrógeno de bajas emisiones y sus vectores, y las de almacenamiento de energía y transmisión. Para cada una de las iniciativas la futura ley prevé incentivos fiscales siempre y cuando tengan una integración mínima de contenido nacional, de 35 por ciento al quinto año hasta 50 por ciento el trigésimo año para las plantas de producción de hidrógeno verde. La Agencia del Hidrógeno tendrá entre sus funciones elaborar un Plan de Desarrollo para la cadena de valor incluyendo objetivos de fabricación de bienes de capital, formación de recursos humanos, seguridad y cumplimientos de estándares ambientales internacionales, además de aprobar la Certificación de Origen y auditar los proyectos de inversión. Además de la creación del Registro de Proyectos para la producción de hidrógeno y de Registro de Proveedores de su cadena de valor, se prevé un Fondo de Afectación Específica destinado a financiar a proyectos de fabricantes de Equipamiento con aportes de los beneficiarios o las beneficiarias del Régimen con 0,5 por ciento del total de inversión, el recupero de capital e intereses de las financiaciones otorgadas y el financiamiento de otros organismos. En el capítulo de incentivos fiscales de las inversiones, la norma prevé la amortización en el Impuesto a las Ganancias y acreditación o devolución anticipada del Impuesto al Valor Agregado (IVA), además de la extensión a diez años del plazo para computar los quebrantos y la deducción de la carga financiera del pasivo financiero. También se proponen exenciones de los derechos de importación para consumo de bienes de capital, repuestos, partes, componentes e insumos que estén destinados a las diversas etapas de los procesos que involucren la producción de hidrógeno verde, rosa o azul, por un plazo de 10 años; y beneficios similares para los proveedores de la cadena de valor. Si lo solicitan dentro de los primeros diez años de sanción, los titulares no podrán ver incrementada la carga tributaria total determinada al momento de la presentación de la iniciativa. Los titulares gozarán de un monto de libre aplicación de hasta el 50 por ciento de las divisas obtenidas en las exportaciones vinculadas con el proyecto, para poder ser destinadas al pago de capital e intereses de pasivos comerciales y financieros con el exterior. En el capítulo aduanero se precisa que los derechos de exportación aplicables no pueden exceder alícuotas porcentuales máximas fijadas en 0 por ciento desde la entrada en vigor de la Ley hasta el año décimo cuando se trate de hidrógeno verde o rosa y sus vectores asociados y 1,5 por ciento en el caso de hidrógeno azul, con incrementos progresivos por plazos.

Tercer caso en el mundo de curación del VIH después de un trasplante de células madre

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Un estudio científico confirma que no hay rastros de partículas virales en el ‘paciente de Düsseldorf’, un hombre que, tras recibir un trasplante de células madre para tratar una leucemia, interrumpió de forma supervisada el tratamiento antirretroviral contra el VIH y, cuatro años después, se mantiene sin virus en el organismo, según publica Nature Medicine. En el trabajo ha participado el Instituto de Investigación del Sida IrsiCaixa. El tercer caso de curación de la infección por el VIH en el mundo ha sido presentado por el consorcio IciStem, coordinado por IrsiCaixa. Se trata de un hombre al que se le retiró el tratamiento antirretroviral contra el VIH de forma supervisada tras someterse a un trasplante de células madre para tratar una leucemia mieloide. Cuatro años después, el virus no ha reaparecido. Según el artículo, publicado en la revista Nature Medicine, se ha podido constatar la ausencia de partículas virales y de respuesta inmunitaria contra el virus en el cuerpo del paciente, a pesar de no recibir tratamiento durante cuatro años, evidencias que permiten al equipo científico considerar que el caso del paciente de Düsseldorf es un caso nuevo de curación. Al paciente se le retiró el tratamiento antirretroviral contra el VIH de forma supervisada tras someterse a un trasplante de células madre para tratar una leucemia «Junto a un excelente equipo de profesionales de todo el mundo llevamos nueve años estudiando estos casos excepcionales en los que, gracias a una estrategia terapéutica, el virus queda totalmente eliminado del cuerpo», explica Javier Martínez-Picado, investigador ICREA en IrsiCaixa y coautor del artículo. «Queremos entender detalladamente cada paso del proceso de curación para poder diseñar estrategias que sean replicables a toda la población», añade. Una historia de superación En 2008, un equipo médico de Düsseldorf (Alemania) diagnosticó la infección por el VIH a una persona que, más adelante, sería conocida como ‘el paciente de Düsseldorf’, por su singularidad. Tras el diagnóstico, el paciente inició el tratamiento antirretroviral, que le permitió controlar la infección y reducir la cantidad de virus hasta niveles indetectables en la sangre. Cuatro años más tarde, en el 2012, sufrió una leucemia, es decir, un cáncer en las células del sistema inmunitario, por lo que tuvieron que realizarle un trasplante de células madre. En estos casos tan singulares se busca a una persona donante de células madre que tenga la mutación CCR5Δ32. Esta alteración genética hace que no se produzca una de las puertas de entrada del VIH en las células y, por tanto, dificulta la infección. «Que coincidan todos estos factores es muy complicado: solo un 1 % de la población tiene esta mutación y, además, es necesario que sea un donante compatible a nivel sanguíneo para evitar el rechazo del trasplante», señala María Salgado, investigadora IGTP en IrsiCaixa y coautora del estudio. Cuando dejó de tomar el tratamiento antirretroviral, le hicimos un seguimiento durante 44 meses y no detectamos ningún rastro de virus en el cuerpo del paciente En el caso del paciente de Düsseldorf, una mujer permitió que todas las piezas encajaran. Más de cinco años después del trasplante, y habiendo pasado por dos recaídas de la leucemia y varias complicaciones, el paciente se estabilizó. A partir de ahí, el equipo investigador consensuó retirarle el tratamiento antirretroviral contra el VIH. A día de hoy, el paciente de Düsseldorf tiene 53 años y está en buen estado de salud. «Cuando dejó de tomar el tratamiento, le hicimos un seguimiento durante 44 meses y no detectamos ningún rastro de virus en la sangre ni en los tejidos del paciente”, destaca Salgado. «Tampoco hemos visto ninguna respuesta inmunitaria característica de un rebrote viral. Sus defensas no están activadas contra el VIH porque no tienen que defenderse contra el virus», detalla. Todos estos datos permiten al equipo científico afirmar que la persona se ha curado de la infección por el VIH. El mapa de la curación del VIH La confirmación de la curación de los pacientes de Berlín y Londres preceden a la del de Düsseldorf. Aunque son los tres únicos casos en los que se puede hablar de curación, ya se ha presentado en conferencias científicas la remisión del VIH de otros dos pacientes, el de Nueva York, y el del Hospital City of Hope situado en Duarte, en EEUU. Hoy, el paciente de Düsseldorf tiene 53 años y está en buen estado de salud «Ninguno de ellos tiene unas características inmunitarias especiales que les permitan controlar la infección por el VIH de forma espontánea, sino que el virus se ha eliminado del cuerpo como resultado de una intervención médica. Esto diferencia estos casos de erradicación de los de curación funcional en controladores de élite o post-tratamiento conseguidos hasta ahora, en los que el propio cuerpo de las personas tenía factores especiales que les permitían controlar el virus», especifica Salgado. El paciente de Düsseldorf es, pues, una tercera prueba de concepto que demuestra que existe la posibilidad de curar el VIH y enciende, de nuevo, la esperanza del mundo científico que se dedica a luchar contra este virus. Sin embargo, esta estrategia es muy agresiva y no es escalable al resto de la población. El trasplante de células madre únicamente se aplica a personas que sufren una enfermedad hematológica y no tienen alternativa terapéutica. En el caso de las personas con VIH, sí existe una alternativa, y es el tratamiento antirretroviral.

Advierten falta de estudios profundos sobre las radiaciones de baja potencia provocadas por celulares y otras fuentes de uso común

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Nuestro compatriota el Doctor Abel Gonzáles es académico, miembro pleno de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, y de las academias Argentina de Ciencias Ambientales, Argentina del Mar e Internacional de Energía Nuclear. Actualmente se desempeña como: asesor superior de la Autoridad Reguladora Nuclear Argentina; miembro de la delegación argentina ante la Conferencia General del OIEA y la Junta de Gobernadores del OIEA; representante en el Comité Científico de las Naciones Unidas sobre los Efectos de las Radiaciones Atómicas (Unscear); miembro de la Comisión de Normas de Seguridad del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), entre otros cargos. Aqui advierte sobre los posibles peligros del mar de radiaciones de baja potencia en que estamos inmersos desde hace muchas décadas. «Existe un sofisticado sistema nacional de regulación de las radiaciones ionizantes, tales como los rayos X, los rayos gama y las partículas nucleares, diseñado para proteger a las personas y al medio ambiente de los efectos dañinos de estas emisiones. El sistema está basado en un complejo y extenso régimen internacional. Sin embargo, no existe un sistema similar para regular las radiaciones no ionizantes, tales como las utilizadas por los teléfonos celulares. Las autoridades sanitarias nacionales deberían tomar nota de esta situación. Como es sabido, denominamos radiación a la energía transportada en el espacio por medio de un curioso fenómeno de onda/partícula que aún hoy sorprende a los científicos. La radiación suele clasificarse arbitrariamente en dos grandes grupos: la radiación ionizante que agrupa a toda aquella radiación con suficiente energía unitaria como para ionizar los átomos que atraviesa, por ejemplo, los rayos X, los rayos gamma y las partículas atómicas. En otro caso, es la radiación no ionizante que agrupa a toda la radiación con energía menor a la necesaria para ionizar, e incluye las ondas de radio, las microondas y las redes telefónicas entre otras.
Radiaciones ionizantes y no ionizantes.
Radiaciones ionizantes y no ionizantes.
Desde el descubrimiento de los rayos X, la radiación ionizante fue muy utilizada para el diagnóstico médico, y se pudo verificar que su uso podía conllevar efectos dañinos en la salud. Con el correr de los años otras radiaciones ionizantes se sumaron y su empleo se expandió a la radioterapia, y a un sinnúmero de aplicaciones industriales y energéticas. Pero tempranamente se fue estableciendo un consenso internacional para la protección del público, de los trabajadores involucrados y de los pacientes, contra los efectos dañinos que pudieren ocasionar el empleo de radiaciones ionizantes. Es así que hoy en día existe en el mundo un severo régimen internacional de protección contra las radiaciones ionizantes que respetan todos los países del mundo. Este régimen incluye: · Un consenso científico sobre los efectos de las radiaciones ionizantes, el que es elaborado por un comité internacional de expertos (el Comité Científico de las Naciones Unidas para el Estudio de los Efectos de las Radiaciones Atómicas, Unscear), que reporta directamente a los más de 190 países que constituyen la Asamblea General de las Naciones Unidas; · Un acuerdo vinculado al modelo de protección utilizado, elaborado por una organización científica internacional sin fines de lucro, la Comisión Internacional de Protección Radiológica o ICRP; y, · Normas internacionales de protección copatrocinadas por todas las organizaciones relevantes del sistema de las Naciones Unidas, tales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), y el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Todas las naciones tienen autoridades regulatorias nacionales que controlan el cumplimiento de la normativa internacional (en la Argentina es la Autoridad Regulatoria Nuclear, ARN). Mientras estos desarrollos regulatorios ocurrían con la radiación ionizante, las radiaciones no-ionizantes comenzaron a utilizarse masivamente, primero con el devenir de la radiofonía y en los últimos años han tenido una verdadera explosión de uso con la telefonía celular. En cualquier punto de las ciudades argentinas existen niveles importantes de radiación no ionizante, basta prender un celular y ver todas las señales que recibe. También se ha multiplicado su uso en ciertas aplicaciones médicas, por ejemplo, los diagnósticos y tratamientos con equipos de resonancia magnética. No es sorprendente entonces que se haya desarrollado una creciente preocupación por los posibles efectos dañinos a la salud derivados de la exposición masiva y continua a las radiaciones no ionizantes. Existen evidencias que estas radiaciones ocasionan efectos biológicos en detrimento de la salud. Si embargo, el control regulatorio de las radiaciones no ionizantes es casi inexistente a nivel de los países y totalmente quimérico a nivel internacional. No existe un Unscear de las radiaciones no ionizantes y por lo tanto poco se sabe de sus efectos. Tampoco existe ninguna norma internacional e intergubernamental de protección contra las radiaciones no ionizantes. Estas carencias son un serio desafío sanitario para ciudades populosas y de alta conectividad, como muchas ciudades argentinas y un llamado de atención para las autoridades competentes.»

Doctor Abel Gonzáles

Comentario de AgendAR:

A los pergaminos que cita Abel González sobre sí mismo, AgendAR añade que fue el primer experto internacional autorizado por la URSS para acceder a Chernobyl a pocos días de comunicado el accidente de esa central al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), en 1996. González es también consultor del Comité Científico Internacional de la ONU para el Estudio de los Efectos de las Radiaciones Atómicas (UNSCEAR). Hoy está haciendo el seguimiento epidemiológico de la población de la Prefectura de Fukushima después de la catástrofe de 4 de las 6 centrales nucleares de esa localidad debidas al tsunami de 2011. Creo que este artículo ha sido escrito por deber científico. González está diciendo que hay un área de vacancia que debería estar ya estudiada a fondo mediante estudios masivos, caros y potentes como sólo los pueden encarar los organismos multilaterales. Que hasta ahora, se hacen enérgicamente los distraídos. González no está hablando del espectro de microondas en que opera la telefonía celular. Está hablando de TODO el arco electromagnético, que es enorme, y en el cual cada banda de frecuencias necesita de estudios «in vitro», sobre animales y también clínicos y epidemiológicos, y con distintas potencias de emisión y circunstancias de absorción. Lo único que tenemos hasta hoy es una suma incoherente de pequeños estudios focalizados, por ejemplo, los de los teléfonos celulares y los tumores cerebrales, que son inconcluyentes. No es lo mismo un «paper» de una universidad, por muy prestigiosa que sea, que un estudio epidemilógicamente bien referenciado del UNSCEAR sobre millones de casos. Al igual que sucede en el mundo farmacológico, los efectos adversos que no aparecieron en la fase III de los tests regulatorios aparecen recién en la fase de fármacovigilancia, cuando el nuevo medicamento es probado por millones de personas, lo que se llama «real world» (mundo real) en el ambiente de la regulación. El problema por ahora es que los organismos multilaterales con incumbencia en radiación ionizante se niegan a morder esa papa caliente que supone estudiar las no ionizantes. Porque son un arco inmenso, y sus fuentes tecnológicas también lo son. Como decía Carl Sagan, «afirmaciones gigantescas suponen pruebas gigantescas». Exculpar o inculpar de trastornos metabólicos a -pongamos por caso- las ondas de baja frecuencia que emiten los transmisores de alto voltaje es, en ambos casos, una afirmación gigantesca. No se puede suscribir seriamente sin pruebas gigantescas. Y sólo las pueden encarar, nos gusten o no, las agencias científicas incumbentes de las Naciones Unidas. PARA ESTO ESTÁN. Conocí a González cuando, como ingeniero nuclear que es, dirigía la construcción de Atucha II, en 1986. Obviamente no es un hippie ni un New Age antitecnológico. Pero quiere que se determinen y midan sistemática y exhaustivamente los efectos biológicos de las muchas formas de las radiaciones no ionizantes. Y que se reglamenten las barreras tecnológicas de protección para las emisiones que prueben ser peligrosas, sólo y cuando prueben serlo, y en esa medida. Vivimos en una suerte de niebla electromagnética artificial originada por múltiples y muy diversas fuentes, sin que se hayan estudiado jamás las posibles consecuencias epidemiológicas. Los grandes organismos científicos internacionales, en los que González ha pasado casi toda su vida, nunca hicieron este tipo de estudios para evitar encontronazos con demasiadas industrias: la de la transmisión de electricidad, la de telecomunicaciones, la de la computación, la emergente domótica y, por supuesto, el entretenimiento, y sigue la lista. Ni la gran industria química ha gozado de semejante libertad en materia regulatoria. No hace falta recordar que eso ha ocasionado crisis epidemiológicas mucho peores que cualquier gran accidente nuclear, más extensas y pervasivas pero poco conocidas justamente por no ser nada espectaculares. ¿O Ud. se acuerda del escándalo de los residuos de la fabricación de teflón en West Virginia, EEUU, y de la cantidad de muertos y discapacitados por cáncer entre la población rural? Nadie lo recuerda. Un caso entre centenares, nomás. Que el UNSCEAR y el OIEA se pongan las pilas. Que se investigue muy a fondo y muy sistemáticamente, y sin preconceptos. Durante las décadas que haga falta. Eso se pide.

Daniel E. Arias