Datos geneticos sobre la ocupacion humana de las Americas

0

Nuestro articulo Ciencia en pequeñas dosis: ¿Desde cuándo estamos en América? estimulo una polemica sobre las fechas de las primeras poblaciones humanas en el continente americano. Ahora informamos sobre la evidencia genetica:

Desde hace décadas, circulan varias hipótesis sobre la población humana de nuestro continente. El modelo conocido como teoría Clovis postula que los asentamientos iniciales tuvieron lugar hace alrededor de 13.000 años con la cultura Clovis en América del Norte; otro modelo, que es el que actualmente reúne mayor evidencia, propone que el ingreso a América fue 18.500 años atrás, pero la llegada a América del Sur se dio muchos miles de años después; y una tercera vertiente, que cuenta con varios sitios arqueológicos que la refrendan, ubica la llegada de los primeros humanos a Sudamérica hace más de 18 mil años. Gracias a un estudio genético realizado por un equipo de investigación del Instituto Multidisciplinario de Biología Celular (Imbice, Conicet-UNLP-Cicpba), esta última tendencia acaba de cobrar mayor fuerza. El estudio, basado en la tesis doctoral de Paula Paz Sepúlveda, construye un árbol filogenético (es decir, un diagrama de relaciones de parentesco) tomando como base las secuencias completas del cromosoma Y –material genético que define ex­clusivamente al género masculino– de 13 individuos de los que, por estudios anteriores, se sabía que portaban marcas bien típicas de linajes nativos americanos. Esa secuenciación se contrastó con cerca de 100 muestras de bases de datos de secuencias provenientes de distintas partes del mundo y pertenecientes al Haplogrupo Q, una serie de alelos presentes en una región determinada del cromosoma Y que representa a linajes ancestrales del continente. El aporte principal del trabajo es que logra ubicar temporalmente el ingreso de las primeras poblaciones humanas a Sudamérica antes de los 18 mil años y, además, arroja información sobre cómo fueron las conexiones que se dieron entre los primeros grupos de habitantes: “Surgen interacciones interesantes de ver, como por ejemplo linajes característicos del Nordeste de nuestro país que están relacionados con muestras de los Andes peruanos y de la región Andina de Bolivia con más de 12 mil años de antigüedad”, dice Paz Sepúlveda. “Esto permite cuidar una historia de interacción entre nuestros ancestros, presentando nuevos datos que, en algunos casos, todavía no están en los libros de Historia”.

Según Greenpeace: en 5 años, la presión pesquera se duplicó, más allá del límite de la ZEE argentina

0
Mientras transcurre la segunda semana de la ronda de negociaciones por la creación de un Tratado Global de los Océanos en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, la organización ambientalista Greenpeace difundió datos sobre la evolución de la presión pesquera sobre las especies durante los últimos cinco años en el Agujero Azul, una zona de aguas internacionales pero donde Argentina tiene jurisdicción exclusiva sobre el fondo marino, por la extensión de la plataforma continental que le fue concedida por las Naciones Unidas en 2016. De acuerdo a la organización, el esfuerzo pesquero en la zona, tanto de barcos que realizan pesca de arrastre como de los poteros que capturan calamar, se multiplicó 2 veces y media en los últimos 5 años. Dichos datos demuestran que la demora en obtener un tratado sólido que proteja las aguas internacionales, da vía libre a los pesqueros de potencias internacionales para que depreden. “Esto no solo se debe a un aumento en la cantidad de barcos, sino también a que estos operan a contra temporada y con artes de pesca con mayor impacto como las redes de arrastre de fondo. El total de horas de faena pesquera en los últimos cinco años es de 1.828.673 horas. Esas casi dos millones de horas de pesca se traducirían en unos 272 barcos operando 24 horas al día los 365 días del año”, sostuvo Luisina Vueso, coordinadora de la campaña de océanos de Greenpeace. El relevamiento se realizó mediante el uso de la plataforma Global Fishing Watch, que recoge vía satélite los reportes de posición de los buques en altamar, analiza dicha información y brinda una estimación del esfuerzo pesquero de cada unidad ubicándolo en tiempo y espacio.
Mientras transcurre la segunda semana de la ronda de negociaciones por la creación de un Tratado Global de los Océanos en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, la organización ambientalista Greenpeace difundió datos sobre la evolución de la presión pesquera sobre las especies durante los últimos cinco años en el Agujero Azul
La organización ambientalista tomó una muestra anual de la actividad pesquera por parte de la flota internacional en el Mar Argentino más allá de la zona económica exclusiva argentina, que se consideró desde septiembre a septiembre en cada año. Esto se debe a que la primera ronda de negociaciones del tratado culminó en septiembre de 2018, y cuatro años y medio la separan de la que posiblemente sea la última y que está ocurriendo ahora. Los datos obtenidos:
  • Desde el 1 de septiembre de 2018 a 1 de septiembre de 2019, se calculan 268.435 horas de esfuerzo pesquero aparente.
  • De 2019 a 2020, 319.168 horas.
  • Para el período que se extiende hasta septiembre de 2021, 456.792 horas.
  • Hacia 2022, 672.942 horas de esfuerzo pesquero aparente.Una muestra menor, que sólo incluye los primeros cinco meses de este período, desde el 1 de septiembre de 2022 al 1 febrero de este año, ya evidencia 111.336 horas de esfuerzo pesquero.
Mientras, una delegación de Greenpeace Internacional que se encuentra en la reunión por la creación de un Tratado Global de los Océanos, en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, ha denunciado que las negociaciones van lentas. Desde la organización, demandan a los gobiernos, sobre todo al Norte Global, los Estados miembros de la Unión Europea y China, mayor ambición y flexibilidad para la creación y posterior aplicación del Tratado. Más datos aquí.
Mientras transcurre la segunda semana de la ronda de negociaciones por la creación de un Tratado Global de los Océanos en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, la organización ambientalista Greenpeace difundió datos sobre la evolución de la presión pesquera sobre las especies durante los últimos cinco años en el Agujero Azul

Otra vez: Llega una nueva ola de calor

0

Gran parte del centro y el Litoral del país registraron ayer un pico de temperaturas con máximas de entre 33 y 38 grados, que se mantendrán “muy elevadas” durante toda la semana y podrían dar lugar a la novena ola de calor del verano, mientras que diez provincias y la ciudad de Buenos Aires están bajo alerta amarilla por calor extremo que “puede ser peligroso” para la salud, informó el Servicio Meteorológico Nacional (SMN).

Desde el lunes, la franja central del país y la región del Litoral experimentan un ascenso de temperatura por el ingreso de una masa de aire cálido desde el norte.

Por esto, a partir de ayer comienza “un nuevo período con temperaturas muy elevadas que afectará, principalmente, al centro del país y al Litoral”, informó el SMN en su cuenta de Twitter.

La saga de la Argentina nuclear – XXXVIII

0
Cuando la actividad nuclear argentina está en riesgo, queremos repasar algunos momentos del largo esfuerzo que la construyó Los anteriores capítulos de la saga estan aqui La hora de los caños Un año antes del Rodrigazo, otro acontecimiento geográficamente muy lejano, en el norte de la India, destruyó sin miramientos el plan de los sabatianos de ir volviendo paso a paso a la Argentina en una potencia nuclear pacífica, autónoma y exportadora, como hoy lo es Corea del Sur. No era el programa de un loco. Su defecto fue ser demasiado cuerdo, intolerablemente cuerdo. Si se recuerda, a principios de los ’60, Corea del Sur, lejos del gigante industrial que es hoy, era todavía un país sobrepoblado, agrícola, paupérrimo, poco educado, militarmente ocupado por los EEUU, siempre en peligro de guerra y bajo la durísima bota del general Park Chung Hee, tan dictatorial como su contraparte dinástica del Norte. Corea del Sur en los ’60 no calificaba de república bananera porque no trataba siquiera de parecer una república, además de carecer enérgicamente de bananas. No había ni hay inmigrantes argentinos en Corea ni siquiera hoy, cuando ya ostenta un PBI/cápita de alrededor de U$ 35.000. Sin embargo, en los ’60 los surcoreanos eran tan pobres que en las dos décadas subsiguientes llegaron unos 50.000 de ellos a la Argentina, sin arrugar pese a nuestra inflación y a nuestra seguidilla de golpes militares. Nuestro infierno les pareció un paraíso. Una de las cosas que los atraía de nuestro país era la educación pública, laica y gratuita. Un eje del hiperdesarrollo industrial coreano fue la energía nuclear: hoy en ese país minúsculo hay 25 centrales de potencia, 3 en construcción (serían más si entre 2017 y 2022 no hubieran tenido un presidente antinuclear), y desde principios de siglo Corea del Sur se volvió sorpresivamente uno de los principales exportadores de tecnología atómica del mundo, sobrepasando por varias cabezas a los canadienses, los franceses y los autodenominados americanos. Hoy, con un contrato de U$ 20.000 millones con Arabia Saudita, los coreanos (ya no hace falta llamarlos «del Sur») pelean casi de igual a igual con Rusia y China como proveedores de centrales nucleares grandes, con modelos propios de 1400 y 1500 MWe. La cantidad y calidad de empleo calificado directo e indirecto que generó su programa nuclear les permitió resignar otros rubros en que fueron importantes (la construcción naval), y redireccionar sus muchos ingenieros y químicos al mundo aeroespacial, a la farmacología y la biotecnología. Si en 1974 alguno decía en Buenos Aires que Corea del Sur se iba a volver un exportador de centrales atómicas mucho antes que la muy nuclear Argentina, las carcajadas se habrían escuchado hasta en Seúl. El plan sabatiano para volver a la Argentina un país con una industria nuclear completa implicaba saltar con una garrocha canadiense: la central CANDU. Corea lo hizo un poco: en los ’90, los años de gran instalación de centrales, compró a AECL las de Wolsong 2, 3 y 4, de tubos de presión CANDU. La primera de esa lista ya superó los 30 años de funcionamiento continuo e hizo retubamiento, porque una CANDU tiene una disponibilidad y una seguridad ejemplares. No la querés cerrar o decomisionar ni a palos, aunque sea chica. Lo que no podés es exportarla, por contrato. Los coreanos con las CANDU tuvieron el mismo problema que habríamos tenido nosotros tras llegar a cubrir con ellas, o con derivaciones argentinas de ellas, un 20 o un 30% de la demanda eléctrica nacional. Tendríamos más de 17.000 megavatios nucleares instalados CANDU o similar, y tanta capacidad eléctrica de base que podríamos dedicar casi todo el gas natural criollo a exportación. Pero en el Gran Juego atómico, ¿cómo seguir, luego, si habría sido ilegal exportar CANDUs? Por otra parte, hace tiempo que los EEUU tratan de impedir que se vendan o compren CANDU en el mundo. Que la gente se ilumine con uranio natural les complica la diplomacia, puesto que dominan el mercado del enriquecido. Y Corea no está ni estuvo nunca muy en condiciones de negarse a los dictámenes de un país que tiene 25.000 soldados armados a guerra en su territorio. Lo que ofrecen los coreanos al exterior son centrales tipo PWR de 1400 MWe y diseño propio, a uranio enriquecido y por ello bajo la aquiescencia de los EEUU. PWRs de ese tamaño parece más de lo mismo que venden todos desde los ’90. Sólo que a diferencia de los europeos, los coreanos te construyen sus máquinas en 4 años y medio, no en 10 o 12 o 15. A diferencia de los europeos, lo hacen sin pasarse un centavo en los costos, en lugar de al triple de lo presupuestado y sin seguridad de terminación, como pasa con el European Pressurized Reactor (EPR). Y a diferencia de los rusos, los otros grandes contendientes en centrales de potencia, los coreanos no te tratan de encajar contratos BOO (Build, Own, Operate): comprás llave en mano, pero una vez entregada la planta, sos el dueño y la operás vos. De haberse seguido nuestros planes de centrales nucleares de los ’70, a esta altura del partido el desarrollo de las industrias metalúrgicas, metalmecánicas, electromecánicas y electrónicas en Argentina habría sido considerable. Si la construcción civil moviliza a otras industrias, la nuclear moviliza a todas ellas, y además te obliga a generar otras que no tenés, y en general suelen ser de alta tecnología. O te obliga a defender las que tenés. Con pedidos frecuentes de instrumentación, la electrónica argentina, que en los ’70 producía audio de excelencia como Audinac, o que dominaba el 30% del mercado regional de calculadoras de mano con Fate Cifra, ¿no habría resistido mejor esos cócteles letales de aranceles cero y dólar basura de los Martínez de Hoz o de los Cavallos? Qué lindo habría sido llegar a tener este problema: tenemos un país con un 30% de electricidad nuclear. ¿Y ahora qué cosa nuclear exportamos? Qué fácil habría sido, en un ecosistema educativo, industrial y nuclear robusto en tecnología y con buenos bolsillos, tan distinto del actual, construir un proyecto de exportación totalmente propio, como el CAREM. Como dijo Niels Bohr, «Es difícil hacer predicciones, especialmente acerca del futuro». Y como dijo mucho antes el general Helmuth von Moltke: “La primera víctima de la batalla es el plan”. Aquí lo que estoy examinando es por qué no existe el país que íbamos a ser. Son cosas que los historiadores tienen metodológicamente prohibidas, pero yo no soy historiador. No era que estuviéramos condenados al éxito, con tanto capital financiero propio y ajeno tratando de reducirnos al macilento rol de exportadores de naturaleza cruda que tenemos hoy. Pero con nuestras bases educativas, industriales y tecnológicas, y además bastante espacio vacío, recursos naturales y cantidad de inmigrantes a recibir, e industrias y ciudades a fundar, teníamos suficientes chances de ser otra cosa mejor. Los 50.000 coreanos que se vinieron para aquí, al menos, probablemente creían eso. Los 120.000 taiwaneses que arribaron a la Argentina, y para quedarse, lo mismo. Algo veían en la Argentina, además de la educación estatal, laica y gratuita. No creo que estuvieran locos. Según su pertenencia política, los historiadores ponen como origen de la decadencia argentina el año 1929, o 1930, o 1945, o 1975, o 1976. Con el crack de la bolsa de Nueva York, el golpe de Uriburu, el Rodrigazo y el Proceso, hay suficiente para quebrarle las patas al pingo más prometedor. Pero para mí el hecho olvidado, casi secreto, que nos mancó está en 1974, cuando algo nos cambió de pronto el escenario atómico internacional, sin comerla ni beberla. ¿Quién iba a pensar que el 18 de mayo de 1974 la India, con plutonio militar producido por el reactor Dhruva, un clon secreto y potenciado del reactor CIRUS vendido por EEUU, violando salvaguardias sin que nadie se avivara, iba a terminar detonando “Smiling Buddha”, su primera bomba atómica? El príncipe Gautama Buda se habría indignado de ese uso de su nombre: le cayó a la única arma nuclear que causó daños enormes en el Tercer Mundo y además, a distancia, pese a que no mató a nadie. A nosotros, tan en las antípodas, nos hizo pomada. Smiling Buddha detonó dentro de un pozo horizontal de 107 metros de largo y 114 de profundidad en una ladera rocosa de Pokhran, perteneciente a una serranía cercada por una base del Ejército en la provincia desértica de Rajastán, limítrofe con Pakistan, país con el que India había terminado una guerra (otra más) en 1971. Aquel asunto del Buda Sonriente fue tan secreto que sólo participaron 75 expertos, entre 1967 y 1974, y hasta el Ministro de Defensa se enteró de la explosión el 18 de mayo… por los diarios de Delhi. Indira Gandhi adujo las boludeces habituales de los mandamases militaristas en estos casos: aquella tecnología se había desarrollado sin fines bélicos. La idea no era en absoluto asustar a los pakistaníes, aunque ante quienes cortan el bacalao en Nueva Delhi, los susodichos pakistaníes probablemente fueran bastante dignos de bombardeo. La idea con esta bomba (cuándo no), según la señora Indira, era iniciar benéficas y maravillosas obras públicas, tales como la excavación de canales o de grandes reservorios subterráneos. ¿Para qué los reservorios? Bueno, para llenarlos de algo, ya se vería de qué. Indira Gandhi no era idiota en absoluto, sólo se hacía. Con esto de la bomba, la popularidad del Congress Party y de su persona se fueron por las nubes. Se cansó de ganar elecciones. Eso no impidió que 10 años más tarde dos de sus guardaespaldas sikhs le pegaran 33 tiros -ni uno menos- para vengar la represión del Ejército Indio en el Punjab en 1982 (30.000 detenidos, más de 100 muertos). Los sikhs tienen su propia religión, nada parecida al hinduismo, ansiaban nombrar sus propias autoridades policiales sin interferencias de Nueva Delhi y exigían la enseñanza del sikh en la escuela pública. El sikh debía enseñarse además del obvio idioma inglés, que pese a que Inglaterra se fue de la India en 1947 sigue siendo la única lengua posible de gobierno en todas las provincias y regiones de ese país tan multicultural, con 121 idiomas vivos, de los cuales 22 son oficiales. En suma, no es que los sikhs pidieran cosas tan raras. Curiosamente, consignas similares tiene el 60% de los kashmiris, que por ser mahometanos querrían otro trato con Delhi, o más probablemente ninguno. No todos los ciudadanos indios del Kashmir quieren ser hijos de la Gran Madre India, y a muchos les tira bastante ser pakistaníes y vivir entre musulmanes. Los sikhs, como se ve, eran mucho más proclives a volverse una autonomía sin ruptura alguna del fortísimo federalismo indio. Pero además, son todavía hoy un bastión cultural dentro del Ejército de la India, y en la breve historia independiente del país, desde 1947 los sikhs pusieron 7 ministros de defensa. El modo brutal de tratar a los sikhs en 1982 de Indira Gandhi me obliga a repensar si sólo se hacía. 6 explosiones nucleares más tarde, incluyendo la de una bastante moderna bomba H “de tres etapas” tipo Teller-Ulam en 1998, las maravillas de ingeniería de suelos prometidas por doña Indira siguen sin hacerse en la India. A falta de canales y reservorios, la India ya tiene entre 110 y 120 armas nucleares, así como los misiles Agni (5500 km. de alcance) necesarios para borrar del mapa las ciudades pakistaníes que haga falta, hasta que los vecinos entren en razón o se mueran. Pakistán, país aún más pobre que la India, le siguió emperradamente el tranco militar a Nueva Delhi, y tiene 130 cabezas, así como misiles Shaheen III de 2750 km. de alcance para que los indios entiendan de una vez por todas de quién es el Kashmir. Siempre hay escaramuzas de artillería, atentados y algo así como una guerra de baja intensidad en esa frontera del Himalaya, bastante promovida por Pakistán. Con la perversa ambigüedad de todos los asuntos humanos, es evidente que si allí no se escaló a una guerra convencional a escala completa, (como la que desangró a Irán e Irak en tiempos del Ayatollah y de Saddam), es por causas geográficas. Los propios Himalayas son, como teatro de operaciones, un enemigo más brutal y letal que el enemigo, al menos para las tropas terrestres de ambos países. Pero sin dudas, uno de los forzantes de la peligrosa y frágil paz entre Pakistán y la India es que hay demasiado caños nucleares en ambos lados de frontera. De modo que la carrera armamentista nuclear local generó una suerte de hipótesis MAD (Mutual Assured Destruction, aniquilación mutua asegurada), la primera de la historia entre países estructuralmente pobres. Pero pobres de solemnidad, pobres de toda pobreza, y sobrepoblados muy por encima de su «capacidad de porte» en el sentido ecológico, es decir de su límite máximo geofísico para generar alimentos y agua potable. Sobre este escenario MAD pesa, por suerte en contra, la severa interdicción de todas las superpotencias ajenas a que se arme una guerra prolongada entre Pakistán y la India. Son las mismas superpotencias que fogonearon aquella otra guerra de 8 años entre Irán e Irak (1980-1988), con la que se hicieron ricos vendiendo armas y traficando influencia. Son el Reino Unidos, Francia y los EEUU. Esas benevolentes autoridades del Consejo de Seguridad, en los años ’80 no tuvieron problemas en fumarse y fogonear un conflicto que dejó “grosso modo” 1 millón de muertos, 2 de discapacitados y 4 de desplazados como el de Irak e Irán. Pudieron hacerlo porque era una guerra con armas convencionales, y los muertos, unos desharrapados ajenos. La OTAN y la UE le vendieron misiles, tanques y aviones a lo pavote a Saddam Hussein, que en aquella década les parecía un dictador buenísimo, genial, progresista, lo más. Pero dichos líderes morales de la humanidad desde mediados de los ’80 no quieren saber nada de una escalada bélica de India y Pakistán. Harán lo que sea porque no suceda, porque quizás les va la vida en ello. Desde el 28 de mayo de 1998, cuando Pakistán estrenó su primer arma nuclear y la India, su primera termonuclear, se hizo patente que si Pakistán llegaba a perder una guerra convencional de gran escala contra la India, antes de arriar bandera, dispararía sus misiles. Y eso, piensan las superpotencias, puede arrastrarlas a un sufrir ellas mismas las consecuencias de un conflicto nuclear. “Thanks, no dice”, como dicen los fulleros cuando no los dejan usar sus dados cargados. Desde mediados de los ’80, las superpotencias están científicamente mejor informadas acerca del funcionamiento de la atmósfera que en los años ’70. Saben que aunque no se dejen chupar por ese maelström, una guerra nuclear regional entre India y Pakistán las hace puré, aunque estén lejos y por una vez, no anden metidos en nada raro para promoverla. Sobran modelos atmosféricos que coinciden en que si cada contendiente de los mencionados usara apenas el 50% de sus arsenales atómicos sobre las ciudades del antagonista, la estratósfera planetaria –incluída la del Hemisferio Sur, oh, compatriotas argentos- se volvería tan enteramente opaca con el hollín de las ciudades quemadas que habría varios años de “invierno nuclear”, con oscuridad casi permanente a nivel del suelo, amén de sequías graves y fríos subcongelantes en las latitudes medias. Sí, en la Pampa Húmeda también. Esto significa la interrupción de la fotosíntesis en todas los ecosistemas agropecuarios importantes del planeta. Dicho en cortito: que nos cagaríamos de hambre un tiempo, tías y tíos. Y también de sed. Y de ceguera, de paso. Porque la capa estratosférica de ozono quedaría muy dañada por la liberación de moléculas que funcionan como radicales libres. Contradicción de contradicciones, viviríamos en una oscuridad brillantemente iluminada de luz ultravioleta A, B y C, de longitud de onda demasiado corta como para ser visible por nuestros ojos, pero de energía lo suficientemente alta como para llenarlos de cataratas de viejo a edades juveniles. No sería el fin de la Humanidad en absoluto. Sí sería la caída de casi todos los estados-nación actuales, un quiebre de la historia tecnológica y organizativa de la especie, y un “ajuste demográfico” de algunos miles de millones de humanos. En tan impredecible reformateo de la historia, no habría siquiera garantías de que se salven todos los ricos y poderosos en los países ídem e ídem. Estos, por ende, no tolerarán el riesgo. De modo que, con esa atroz ambigüedad que caracteriza a la historia, las bombas que acumularon los energúmenos religiosos en ambas vertientes del Himalaya, tras haber generado hasta los ’90 la frontera que el presidente Bill Clinton llamó «la más peligrosa del planeta», hoy son tantas que parecen tener al menos un lado bueno para ellos: los salvan de toda guerra convencional ampliada más allá de alguna que otra escaramuza. Que siempre las hay, en el Himalaya, pero por ahora no progresan. Mueren enanas. El lado peor de esta mala vecindad lo soporta a distancia el resto de los humanos que no necesitan más “escenarios MAD” entre países pobres: ya hay suficientes con los halcones de la OTAN y los irresponsables del Consejo de Seguridad. Pero dados el costo y duración de la carrera armamentista nuclear entre pobres que desató la señora Gandhi, ¿a cuántos millones de ciudadanos propios y además de pakistaníes ya mató de hambre en la infancia? ¿A cuántos sumió desde niños en la indigencia estructural? Querida Indira, Ud. que llevó semejante apellido, el del Mahatma, sin haberlo merecido un minuto, siquiera por parentesco, perdóneme que invoque su alma para sacarme las dudas. ¿Cuántos chicos de su mismo país y religión condenó a la miseria? Mire, doña Indira, según un informe de 2015 de la FAO, la agencia de alimentación y agricultura de la ONU, la India terminó 2015 con 194,6 millones de subalimentados, una cuarta parte del total mundial de hambreados. Esto la vuelve la nación con la mayor población mundial en riesgo alimentario: el 15.2% de los ciudadanos de un país con 1,2 mil millones de habitantes. El 58% de los chicos de 2 años en la India mide debajo del peso, talla y desarrollo cerebral esperables, 1 de cada 4 chicos está desnutrido y cada día mueren 3000 de hambre. Si lo que lleva gastado su país en armamento nuclear lo hubiera invertido en centrales nucleares, hoy la India tendría centenares de plantas nucleoeléctricas y quemaría menos carbón. La atmósfera de Nueva Delhi sería casi respirable, quién le dice. No sucedería lo que sucede hoy, que de las 10 ciudades con mayor contaminación aérea del mundo, 7 son indias. No es poco decir: en su país -datos de Statista- en 2019 murieron al menos 1,66 millones de sus compatriotas por año debido a la calidad del aire urbano. Eso sí, qué misiles que tiene su país, gracias a Ud. Vuelvo al caso argentino, a cómo Ud., doña Indira Gandhi, desató la paranoia de los EEUU contra los programas nucleares independientes, como el nuestro. Con las consecuencias de que hoy no queda casi ninguno en todo el mundo. No fueran a seguir la misma deriva militarista que el suyo. Ud. puso en marcha una máquina global de causas y consecuencias que nos llevaron, una vez recuperada nuestra democracia, a dejar de lado el eje más interesante y prometedor del desarrollo industrial argentino: el nuclear. Y debido a ello, a pasar décadas enteras de subdesarrollo, exilio y destrucción de nuestra industria pesada y/o avanzada. Y no nos valió de nada que el programa nuclear criollo fuera incuestionablemente pacífico. Y eso porque la OTAN no quiere en absoluto que tengamos un desarrollo nuclear exitoso y exportador en energía, industria y medicina. No quiere, punto. ¿Y sabe por qué no quiere? Porque un país con semejante cultura atómica genera, sin decir siquiera una palabra, un mensaje diplomático genial. Es éste: «No tenemos la bomba no porque no podamos, sino porque no queremos. Ergo, no nos jodan. Eso Ud. podría haberlo pensado en 1974. No era difícil ni caro imitarnos. Los males que le habría evitado al mundo, empezando por su propio país. Tal vez me equivoco, y ese mensaje sólo funciona bien si uno tiene 25,45  millones de habitantes, como la Argentina aquel año, y no 610 millones como la India. Pero no hay modo de probarlo nada de eso. Ese mensaje es -diplomáticamente hablando- pura ganancia y cero costos. Fue el de la Argentina desde 1950 hasta 1995, cuando el gobierno de Carlos Menem la hizo firmar el TNP. Puesto el gancho en ese papel, nuestro mensaje cambia. Se vuelve: «No tenemos la bomba porque los EEUU no nos dejan». Con el mensaje anterior, el de «podemos pero no queremos, no nos hagan querer», no te obligás a vos ni a tus vecinos de mapa (Brasil, Chile) a desperdiciar fortunas en una carrera armamentista peligrosa, cara y al cuete. Pero inspirás un sano respeto «urbi et orbi». Todo el mundo prefiere que sigas pacífico. Con el otro mensaje, el de sumisión rastrera que nos dejó Menem, te llevan puesto. Como viene sucediendo. Un país sudaca que tenga incluso la mitad del desarrollo nuclear independiente de Corea del Sur -y nosotros podríamos haber llegado mucho más lejos que Corea- es demasiado educado e industrial, entre otras cosas. No lo prepeás, no lo endeudás al pedo, no le hacés firmar tratados basura, no le sacás 1,65 millones de km2 de aguas territoriales sin que siquiera gruña, peor aún, sin que siquiera se entere. Habrá que preguntarle a otra sombra esquiva, un militar que militó secretamente para impedir la Guerra de Malvinas, que hizo mucha fuerza para que no tuviéramos la bomba, pero al mismo tiempo lideró -muy a su manera- nuestro mayor período de crecimiento nuclear. Es una sombra más interesante y compleja, al menos para nosotros, que la de Indira Gandhi. Es la del vicealmirante Carlos Castro Madero. Ya la interpelaremos, cuando llegue la ocasión.

Daniel E. Arias

Avanza en la Provincia del Chubut un plan para salvar a los huemules

0
  • La estación de rehabilitación y recría, de cuya reciente fundación participa un investigador del CONICET, vio nacer al primer cérvido en noviembre pasado.
  • Hace más de siete décadas que en Argentina no nacía en cautiverio un animal de esta especie en peligro de extinción.
En noviembre pasado nació el primer huemul (Hippocamelus bisulcus) de la recientemente creada “Estación de Rehabilitación y Recría Shoonem” que funciona bajo la supervisión de la Fundación Shoonem en la Provincia del Chubut. “Es macho y sigue creciendo bien, saludable y lleno de energía”, señala Werner Flueck, investigador del CONICET en el Parque Nacional “Nahuel Huapi”, que depende de la Administración de Parques Nacionales, y uno de los fundadores de la estación creada para tratar de rescatar de su extinción a los cérvidos más australes del mundo.
Hace más de siete décadas que un huemul no nacía en cautiverio en Argentina
En 1936 se llevó un grupo de estos cérvidos al Jardín Zoológico de la ciudad de Buenos Aires y tuvieron crías, y en la década de 1930 se estableció una Estación Zoológica dentro Parques Nacionales, en Neuquén, donde hubo nacimientos de huemules, pero el proyecto se abandonó en 1945. “La cría que nació en nuestra estación se nombró Shehuen, que en idioma Tehuelche significa ‘fuente de luz’, en alusión a la esperanza de que su nacimiento contribuya a la recuperación de la especie”, afirma Flueck. La finalidad de la Estación de rehabilitación y recría, explica Flueck, es generar grupos de huemules para reintroducirlos en ambientes de alta calidad nutricional que históricamente fueron ocupados por el huemul. “Eso permitirá que aumenten su población y se expandan a zonas vecinas. Será ideal que en el futuro se puedan reconectar subpoblaciones que hoy en día están separadas y aisladas, y puedan reproducirse. Una recuperación de este tipo conlleva la necesidad de convivencia con los humanos, particularmente porque el huemul tiene poco o nada de miedo de las personas, lo que ha causado su exterminación local por sobrecacería”, explica el investigador del CONICET. En Argentina solo quedan entre trescientos y quinientos huemules, fragmentados en unos sesenta grupos a lo largo de 1800 km de los Andes, con uno de los grupos poblacionales más destacados en el Parque Protegido Shoonem, en la cuenca hídrica del Río Senguer, donde se desarrollan tareas de investigación con el apoyo de la Dirección de Flora y Fauna de la Provincia del Chubut. Recluidos ahora, en las zonas altas de las montañas andinas como resultado de la sobrecacería, en el pasado circulaban por zonas abiertas (praderas) y hasta se han encontrado evidencias de su presencia en la costa atlántica. A partir de una donación de la Fundación Erlenmeyer, de Suiza, Flueck y sus colegas de la Fundación Shoonem lograron terminar la construcción de la estación de recría y rehabilitación a mediados de 2022 y se encuentran en la búsqueda de fondos adicionales para cumplir con toda la logística que el proyecto requiere. Con la coparticipación de la Fundación Temaiken se lograron hacer capturas en agosto de 2022 para trasladar los primeros huemules – en total cinco – a la Estación Shoonem y arrancar con el proyecto. Como investigador del CONICET, Flueck ha liderado y participado en casi 70 artículos científicos, y escrito capítulos y libros sobre diferentes aspectos de la vida de los huemules: salud, anatomía, comportamiento, nutrición, ecología, su distribución actual e histórica, recría y conservación. “Entre otras cosas, nuestros estudios comprobaron que al estar recluidos los huemules en zonas altas de los Andes se alimentan de forraje demasiado pobre en determinados minerales. Por esta razón desarrollan osteopatologías y pierden los dientes sin los cuales no pueden alimentarse bien”, explica el científico. En realidad, afirma Flueck, la “Estación de Rehabilitación y Recría Shoonem” se basa en un sistema de semicautiverio, es decir, que ahí los huemules habitan un área cuya extensión y vegetación permite que puedan desplazarse a considerables distancias y acceder a cantidades apropiadas de agua y comida. “Si es necesario, se puede proveer alimentación suplementaria. Cada día se monitorean las señales de sus radio-collares, y a veces nos acercamos para evaluar su salud y comportamiento”, explica el investigador. El nacimiento de “Shehuen” Shehuen nació el 5 de noviembre. A medida que crecía, la cría empezó a caminar, correr y saltar. “Es una cría de buen desarrollo, su peso al nacer debe haber sido entre cinco y seis kilogramos (kg)”, afirma Flueck. Y agrega: “A más de tres meses de edad sigue siendo amamantada, lo que indica que su madre goza de buena salud, pero ahora pasa la mayor parte del tiempo alimentándose, ramoneando o bien pastando”. Los huemules adultos suelen pesar entre 70 y 90 kg y alcanzar un metro de altura. “Como herbívoro nativo principal de ciertos ambientes, el huemul tiene un rol importante en estos ecosistemas y esa es otra razón para prevenir su extinción”, subraya el investigador del CONICET. Asimismo, Flueck puntualiza que los objetivos de la estación son la rehabilitación de huemules en mal estado de salud; fomentar la recría para crear planteles de huemules que permitan su futura introducción a sitios donde ya está extinguido; y facilitar el estudio científico de temas que no han sido del todo analizados. “Será esencial que ciertas zonas pobladas históricamente por el huemul tengan un nivel de protección adecuada para permitir la recuperación de huemules y educar a la población para el cuidado de esa especie”, afirma Flueck. Y continúa: “Pueden ser parques nacionales y también campos privados que reciban incentivos para apoyar a una futura convivencia con los huemules. Las zonas más fértiles, como los valles o pampas, generalmente son poblados o usados por poblaciones humanas. Poder habitar en esas regiones permitirá a los huemules vivir de manera más saludable y por más tiempo, lo que se traduciría en un aumento de las tasas de su reproducción y crecimiento poblacional”. Por Bruno Geller

Entre Rios: La escuela que enseña a construir barcos

La provincia de Entre Ríos tiene una identidad fluvial única representada por 5.950 cursos de agua interiores (permanentes e intermitentes), que conforman una riqueza hídrica de 41.790 kilómetros lineales de agua, y dos tramos de casi 1.000 kilómetros de los ríos Paraná y Uruguay.

En ese escenario toma relevancia un nuevo inicio de clases de la escuela secundaria técnica 100 «Puerto Nuevo» de Paraná, capital provincial, debido a que es la única en Sudamérica que ofrece el título de Técnico en Construcciones Navales. Bianca, de 16 años, llegó luego de cursar primer año en una escuela convencional. Si bien no le costó el cambio, dijo que se encontró con «otro mundo», y «todo muy lindo, con muchos talleres que te dan herramientas como para salir a hacer cosas». Los primeros tres años son iguales a todas las técnicas, con conocimientos de soldadura, electricidad, carpintería y herrería, entre otros; y a partir del cuarto año se desarrollan sobre embarcaciones. Quienes se reciben son muy demandados ya que pueden manejar tecnologías avanzadas, intermedias o elementales de astilleros, empresas del sector y también de forma independiente con su propio astillero o arreglando embarcaciones. Puestos en diseño y producción naval, ejecución y mantenimiento de obras, infraestructura edilicia, y trabajos para obtener productos, sistemas y servicios en lo naval y en general, dada la relación con la mayoría de las otras áreas industriales, son algunas de las salidas laborales.

Los atributos del constructor

Otra de las funciones que cumple el constructor naval es el diseño total de cómo se construye una embarcación, algo que se da en la misma escuela. Por eso la eligió Santiago, de 15 años, que va a comenzar a cursar el tercer año pero ya tuvo talleres de construcción naval, electricidad y lo que es «arquitectura, paneles, cables y motores de las embarcaciones que está muy bueno». En los años siguientes también tienen actividades navales, donde los más grandes que él hacen talleres para «aprender a hacer planos de embarcaciones», algo que lo «atrae mucho». Su amigo Laurentino, también de 14 años, se vio asombrado por las tareas de electricidad, carpintería, metalmecánica, informática, y espera el próximo año empezar a trabajar en embarcaciones en sí. «Te sirve conocer todo esto, si necesitas arreglar algo en tu casa podes hacerlo vos, con todo lo que te enseñan en los talleres», comentó a Télam y deseó para el 2023 «pasar todos de año» porque es «un lindo grupo de amigos».

Una ubicación privilegiada

La escuela comenzó con sus clases en 1990, pero funcionaba en los talleres del ex Ministerio de Obras Públicas de la Nación en Paraná, edificio que se fue deteriorando y que permanecía en conflicto con los barrios cercanos. Por eso, hace unos 20 años iniciaron reclamos para tener un nuevo lugar, siempre en el borde costero; en 2011 lograron la transferencia de Nación del actual predio, gracias a las gestiones de la por entonces intendenta, Blanca Osuna, y en 2018 comenzaron las obras. Mario Ballesteros es docente desde hace más de 10 años y actualmente es el jefe de talleres de la escuela. Conocía el viejo edificio que «querían todos» pero «este es mucho mejor, tiene todo nuevo y muy bien equipados en herramientas». Eso permite darle a los chicos «conocimientos impresionantes» porque aprenden «desde lo básico hasta lo más complejo» y en todos los años, con quienes recién ingresan aprendiendo a soldar y los que están por egresar construyendo barcos, algo que «no es poca cosa».   El edificio de 4.380 metros cuadrados cubiertos está diseñado para brindar clases del nivel secundario-técnico, y también cursos y tecnicaturas como la de electricidad para personas de entre 15 y 18 años, sin importar si terminaron o no el secundario. Cuenta con una sala de diseño naval, y zonas de electricidad, metalmecánica, carpintería de ribera y un canal de experiencias hidrodinámicas, entre otras salas y servicios, que demandó una inversión de más de $214 millones. Allí los adolescentes que cursan 4to. año comienzan a trabajar sobre náutica, en 5to. y 6to. ya arman embarcaciones como matrices, botes, piraguas y kayaks, y en el último año continúan cálculos, análisis y planos.

¿A dónde van los trabajos realizados?

Lo que se ha construido en esos talleres generalmente es donado, como «muchas embarcaciones para las escuelas de Ibicuy, o para cuando suceden inundaciones» y hasta crearon sillas especiales para personas con problemas motrices. Las sillas «tenían flotadores y estaban diseñadas para que las personas que las necesiten usar puedan ingresar al río, al agua, y disfruten de eso», señaló Ballesteros. Aún así, el docente remarcó que esperan que Prefectura les permita avanzar en el desarrollo de veleros y embarcaciones pensadas ya que «se pueden construir en estos talleres, hay todo» lo necesario, y «ese fue uno de los pedidos» que se le hicieron al presidente Alberto Fernández durante la visita que realizó tiempo atrás. En ese sentido, también recordó que hace falta un equipamiento alemán que es costoso pero que permitirá poner a pruebas las maquetas y las embarcaciones simulando condiciones como olas, vientos, situaciones en el río e incluso marcar la resistencia de pilotes de puentes.

Hidrógeno verde: crece la expectativa por la ley que le daría marco al combustible del futuro

El proyecto de ley de promoción del hidrógeno de bajas emisiones de carbono que elaboró el Gobierno ya está listo para ser presentado en el Congreso, luego de las puntadas finales que le dio el Ministerio de Economía. Sin embargo, la agenda parlamentaria signada por el año electoral podría complicar su tratamiento y seguir retrasando una de las mayores inversiones anunciadas durante la gestión de Fernández. Se trata del proyecto de la empresa Fortescue, que en 2021 anunció una inversión por US$8400 millones para construir una planta de producción de hidrógeno verde en la localidad de Sierra Grande, provincia de Río Negro, y que, desde entonces, está trabada por la falta de marco regulatorio. “Mientras tanto, estamos realizando todos los estudios con consideraciones sociales, ambientales y de ingeniería para la toma de la decisión final de inversión”, aseguraron en Fortescue. Ello abarca los estudios de impacto ambiental y el análisis de los vientos durante las cuatro estaciones del año, para lo cual instalaron ocho mástiles de medición, que arrojarán sus primeros resultados en septiembre próximo. Para entonces, necesitan contar con una ley. Si bien hay varios proyectos en marcha para desarrollar la industria en el país, el de la firma australiana es el más ambicioso. Su concreción resulta clave no solo para diversificar la matriz energética y, así, cumplir con las metas de descarbonización asumidas en la Cumbre del Clima (COP) y el Acuerdo de París sino, en lo inmediato, para paliar la escasez de dólares y mitigar su consecuente impacto en la macroeconomía. Además, la iniciativa generaría unos 15.000 puestos de trabajo directos y hasta 50.000 indirectos, de acuerdo con estimaciones del gobierno rionegrino. Según el texto, que consta de 50 artículos, el objetivo es incentivar el desarrollo de toda la cadena de valor del hidrógeno de bajas emisiones, en sus etapas de producción, transformación, logística y transporte, así como la industria de bienes de capital asociada, con el fin de fomentar el establecimiento de polos productivos y la generación del empleo. Asimismo, procura fomentar el desarrollo científico y tecnológico local. El proyecto de ley contempla también otros dos tipos de hidrógeno: el azul (logrado mediante procesos que involucran la utilización o transformación de combustibles fósiles para reducir su liberación a la atmósfera) y el rosa (producido a partir de energía generada en su totalidad por fuentes de origen nuclear). El combustible del futuro El hidrógeno verde es considerado “el combustible del futuro” por el bajo impacto ambiental que tiene su proceso de producción, ya que para fabricarlo no se libera dióxido de carbono, sino vapor de agua. Esta fuente de energía es generada mediante el proceso de electrólisis –es decir, aquel que separa los elementos de un compuesto, como el hidrógeno y el oxígeno, por medio de la electricidad– a partir de energías renovables como la eólica y la solar. En estos dos tipos, la Argentina tiene un gran potencial debido a los vientos de la Patagonia y el sol de la región del Noroeste. Tanto en el mundo de los inversores como en el de la política fueron conscientes desde el primer momento de que la mayor expectativa giraría en torno a los incentivos que habría para el desarrollo de la industria incipiente en el mundo. Por ello, el proyecto de ley que baraja el Ejecutivo establece una serie de beneficios fiscales diferenciales de acuerdo con el tipo de hidrógeno, como ser la amortización acelerada del impuesto a las ganancias, la acreditación y/o devolución anticipada del IVA, distintas exenciones por importación de bienes y condiciones favorables respecto de los derechos de exportación. Además, garantiza la estabilidad fiscal por 30 años –en respuesta al reclamo de la industria por “reglas de juego claras”– y el acceso al Mercado Libre de Cambios para la cancelación de deudas financieras, así como la disponibilidad del 50% de las divisas provenientes de las exportaciones. Otro de los puntos novedosos es que la iniciativa exige “requisitos de integración de contenido nacional”, como condición para mantener los beneficios fiscales a lo largo del tiempo. El objetivo es que, a medida que los proyectos se desarrollen, cumplan con la transferencia de su tecnología al país e incorporen bienes e insumos locales, al tiempo que promuevan la investigación y el desarrollo argentino. Asimismo, el proyecto establece la creación de un Fondo de Afectación Específica, destinado a financiar a proyectos de fabricantes de equipamiento de la cadena de valor del hidrógeno de bajas emisiones, y de la Agencia Nacional de Hidrógeno (Anhidro), organismo descentralizado responsable de asesorar en materia técnica y regulatoria a la Autoridad de Aplicación, que será la Secretaría de Energía.

Comentario de AgendAR:

En el portal hemos seguido con atencion este proyecto desde el mismo momento que fue anunciado, en Noviembre de 2021. Señalamos dificultades tecnicas, especialmente el almacenaje del hidrogeno que aparentemente habrian sido superadas. De todos modos hay dos puntos que es necesario remarcar: 1) Que todavia no existe un mercado para el «hidrogeno verde» o de otros colores. 2) Que apezar de eso se esta haciendo inversiones muy importantes en varios paises del mundo Australia, España, Chile, …. Ante eso sera necesario que el ejecutivo y el congreso evaluen cuidadosamente los incentivos que se brindaran a los inversores, sean Fortescue Future Industries u otros, que no se conviertan como ha sucedido en algunos casos en la industria electronica en el principal motivo de la inversion.

ABF

La saga de la Argentina nuclear – XXXVII

0
Embalse en 1974, y no se olviden de ponerle muchas varillas de fierro al concreto. O pruebas al canto de por qué la obra civil nuclear es más dura que la de un búnker.
Cuando la actividad nuclear argentina está en riesgo, queremos repasar algunos momentos del largo esfuerzo que la construyó

Hasta 1994 la CNEA todavía era el decisor principal de la continuidad del Programa Nuclear, y la discusión más caliente entre sus integrantes era qué tipo de centrales debían ser las predominantes. Todavía a inicios de los ’80 la CNEA podía imaginarse con llegar al año 2000 con al menos 4 máquinas en línea, y dos más en construcción.

La decisión fundacional de los años ’60 (uranio natural + agua pesada) nunca estuvo muy en cuestión. Fuera del CAREM, un proyecto propio pero entonces sin presupuesto, no había propuestas nucleoeléctricas argentinas de uranio enriquecido.

Por ello, las internas SERIAS de la CNEA entre 1968 y 1994 se dirimían entre los partidarios de las centrales de diseño de KWU-SIEMENS, como las Atuchas I y II, con recipiente de presión, y los defensores del diseño CANDU de la AECL, con tubos de presión. Es el caso de la actual central cordobesa de Embalse. De uranio enriquecido no hablaba nadie.

Esa polémica dentro del limitado club del uranio natural no dependía únicamente de las ventajas y desventajas de cada una de las dos líneas tecnológicas posibles. Es más, tampoco dependía únicamente de decisiones de la CNEA, y de cuál facción estuviera más representada en su presidencia o apalancada en su directorio.

La decisión de si seguir con Atuchas o con CANDUs estaba también influenciada por lo que ofrecieran o negaran como condiciones de venta sus proveedores respectivos, las empresas SIEMENS y AECL.

Pero dado el carácter geopolítico que tienen las centrales nucleares, y máxime en Sudamérica donde casi no las hay, los decisores últimos eran estados-nación: Alemania Occidental y Canadá respectivamente, además de la Argentina, y de la fortaleza mayor o menor de cada uno de los tres frente a las presiones diplomáticas de los EEUU, opositor fundacional a la independencia -e incluso a la existencia- del Programa Nuclear Argentino.

El Poder Ejecutivo en Argentina, fuera civil o militar, hasta 1983, no era ajeno a tales cinchadas. Lo notable es que la decisión del Presidente de la Nación respetaba siempre la del presidente de la CNEA, aun desoyendo a su gabinete. Y cuando se trataba de decidir “ésta sí, ésta no”, el presidente de la CNEA se remitía al dictamen de un comité experto reunido “ad hoc”.

El nuclear es un tema estratégico y sin margen para improvisación. Se entendía que un grupo de expertos con 30 o 40 años de especialización en energía atómica podía tener mejores ideas en lo suyo que un general, o que un político argentino promedio con título de abogado, de médico, o con una carrera hecha en comité, unidad básica o jalonada por nombramientos aleatorios dentro de la función pública. En nuestro país, los administradores del estado siguen siendo abrumadoramente no profesionales en lo suyo.

Que la CNEA dependiera directamente del Poder Ejecutivo, y que el presidente de la nación se atuviera indirectamente a la opinión de los altos cuadros nucleares hoy parece sorprendente. Lo efectivamente sorprendente es que hoy ocurra lo contrario.

Esto a lo largo del siglo XX generó tironeos épicos y vaivenes a la hora de elegir, pero ninguna decisión cuestionable que hubiera que lamentar en materia de seguridad, aunque sí un poco en disponibilidad. Eso se ha visto y se ve en el caso de las Atuchas, ya que ambas a su modo son prototipos, y los prototipos dan trabajo hasta que se terminan de cepillar todos sus errores de diseño o construcción.

Contra lo que se cree por ahí, Atucha II -que está en su período de dolores de dentición- no es una simple versión a máxima escala de Atucha I. Tienen diferencias de diseño hasta en los elementos combustibles: efectivamente, no son intercambiables. Sin embargo, ambas plantas reconocen un ancestro común experimental, el reactor MFZR de Karlsruhe, el prototipo de ambos prototipos. Tenía 47 MWe y una tasa de disponibilidad bajísima (algo superior al 50%) mientras duró.

Atucha I empezó con una disponibilidad del 71%, se rompió en su cumpleaños número 13, se reparó “ad integrum” y a fuerza de cepillarla y pistearla, hoy anda en el 89%. Atucha II sigue en su etapa juvenil de sacarle canas verdes a su dueño, NA-SA (Nucleoeléctrica Argentina SA), pero ya entrará en caja y durará 60 años o más en servicio. En su primera vida útil, Embalse andaba siempre arriba del 91%, y en 1998 llegó al 98,8% de disponibilidad, un récord mundial.

No es interesante, por obvio, que en la CNEA haya sido siempre más popular el diseño CANDÚ-6, cuya mayor ventaja es que viene curada de ñañas infantiles. Sí es interesante que en los hechos terminara siendo el menos comprado. Los ingenieros nucleares Eduardo Díaz, Miguel Báez y Miguel Ángel Joseph, tres veteranos de la construcción de Embalse, coinciden más o menos en la siguiente explicación de esa popularidad del CANDU:

En primer lugar, al no tener recipiente de presión, pieza forjada totalmente fuera del alcance de la industria metalúrgica nacional por su tamaño, la participación fabril argentina en una central CANDU puede llegar al 100%. En Embalse y por contrato iba a ser del 50%, y en los hechos fue de casi el 60% porque hubo que fabricar en el país y en pesos algunos componentes que se pensaba importar en dólares.

Eliminado el recipiente de presión, los componentes más caros son los generadores de vapor y la calandria. Se pudieron nacionalizar sin problemas durante el reciente programa de extensión de vida, o retubamiento, de Embalse, terminado en 2018. Nacionalizando componentes críticos, toda la central se vuelve MUCHO más barata por pagadera en pesos. Y estamos siempre hablando de un 50% menos de inversión inicial.

El diseño alemán es irrepetible e inalcanzable. Irrepetible porque SIEMENS-KWU se escaqueó del negocio nuclear en 1990, e inalcanzable por su virtuosismo. Pero en más de un caso parece totalmente innecesario alcanzarlo: las “islas nucleares” de ambas Atuchas están encerradas en estructuras de contención esféricas hechas de acero, rodeadas por un cilindro de hormigón de gran altura. Fuera de Alemania, Argentina y en el caso de una central en España, no hay nadie que haya siquiera diseñado una contención más perfecta ante aumentos explosivos de presión interna del edificio.

Three Mile Island 2, central de 802 MWe en Harrisburg, Pennsylvania, EEUU, fundió parcialmente su núcleo en 1979 y su contención soportó bien el evento: dio pruebas de resistencia mecánica y estanqueidad. Esa estructura tiene una forma de tambor rematado en una cúpula, y es mucho más barata que una esfera en términos de ingeniería y arquitectura. El cilindro rematado en cúpula es la forma típica de las contenciones de casi todas las centrales tipo PWR y PHWR del planeta.

¿Por qué los alemanes optaron por contenciones esféricas, tan sofisticadas y caras? Es que se las diseñó no sólo para resistir amenazas internas, sino externas. Si uno vivió en la República Federal Alemana entre los ’60 y el ’92 lo entiende enseguida: el país había sido destinado por la OTAN a volverse el más probable campo de batalla de tanques entre la URSS y el resto de la alianza atlántica. El tránsito de aviones y helicópteros de combate estadounidenses por el cielo alemán era constante. Las centrales debían construirse para aguantar el impacto de una aeronave, dice Díaz.

Otro asunto que le dio popularidad preferencial al CANDU: los canadienses y sus socios italianos favoritos para montajes (Italimpianti-Ansaldo) tenían fama de ser mucho más abiertos a la hora de transmitir “know how” de detalle que otros proveedores, creencia que aquí persiste pese a que las cosas en Embalse fueron MUY distintas. Como ya se dijo, elegimos a la chica más linda, pero en el peor momento de su vida: en 1974 AECL quedó bajo ataque del State Department de los EEUU. Debía ser robusta, además de linda. la chica en cuestión: la empresa recién sucumbió en 2011.

La AECL, la empresa generadora y dueña del diseño CANDÚ, no tuvo nunca, ni siquiera en sus años de gloria (los ’70) la cantidad de “managers” necesaria para atender sus exportaciones. De modo que en más de un caso los canadienses no tuvieron más remedio que confiar en los RRHH del comprador para las cuestiones de montaje, y el suministro de algunos componentes. El comprador, voluntaria o involuntariamente debió hacer un aprendizaje industrial en obra, y tal fue, y hasta el hartazgo, el caso de la CNEA con Embalse. No todo comprador valora esto: Argentina sí. Mucho.

El diseño CANDÚ prometía poder crecer y superar, pero por muy poco, su techo de potencia de los años ’70, que parecía clavado en los 600 MWe. Y efectivamente, todas las CANDÚ vendidas a Corea y China llegan arañando a los 700 MW. Ojo, CANDÚ Energy tiene un diseño (el Advanced CANDU Reactor, ACR) teóricamente capaz de llegar a los 1000 MWe.

Pero hoy eso no es un dato. CANDU Energy es una empresa residual, lo que quedó de AECL en 2011, tras su quiebra y compra -a precio vil- por Lavalin. Por ahora no hay indicios de que CANDU Energy pueda volver a tener la manija y la plata necesarias para construir un prototipo de su ACR-1000. China licenció el diseño de esa máquina en 2016, aunque no parece apurada en comprarse uno. Probablemente lo haga sólo cuando los canadienses estén muy desesperados y malvendan la tecnología.

Por el contrario, nunca hubo modo técnicamente viable de hacer una Atucha de uranio natural con esa potencia, 700 MWe, y mucho menos 1000 MWe. En ENACE, la empresa mixta de Siemens y la CNEA, se llegó a diseñar una central con dos recipientes de presión encerrados en una misma contención, llamada en solfa “el huevo con dos yemas”, pero habría sido difícil de construir, y ni hablemos de vender… Cosas que sucedían en un mundo nuclear dominado por el artículo de fe según el cual “bigger is cheaper”, y que no encuentra mucho correlato con la realidad actual, en el que lo que cuenta es mitigar como sea la alta inversión inicial.

En los ’60 y ’70, Alemania no podía ser proveedor de agua pesada de las Atuchas que nos vendió, porque tenía prohibida su fabricación por los EEUU, país con prerrogativas de vencedor militar y ocupante hasta bien después del derrumbe de la URSS. Los de KWU (y con ella el gobierno alemán) se comprometieron a conseguir como fuera el agua pesada para Atucha I, y cumplieron.

Por el contrario, los canadienses, que habían comprado en EEUU la tecnología para fabricar agua pesada, tenían una gran capacidad instalada de producción en su propio territorio, porque además de 18 CANDU propias, tenían que abastecer a las que vendieron en 7 países. Ergo, no era imposible que si les comprábamos una CANDU, por un poco más de plata nos transfirieran también el “know-how” del agua pesada. ¿Qué tal?

Ilusiones nuestras. EEUU no lo permitía. «Tecnología proliferadora, y máxime en manos argentinas», chirriaron. Con lo del agua pesada tuvimos, como en casi todo, que reinventar la rueda aquí, y en cuanto lo hicimos sonó el timbre y teníamos cola de vendedores de ruedas en la puerta.

Otra cosa que embellecía demasiado la imagen de los CANDU es que nunca nos habríamos imaginado que terminaríamos construyendo una de esas centrales tan macanudas en un contexto enteramente no colaborativo. Problemas de construcción y montaje con KWU-SIEMENS jamás los hubo. Lo que los alemanes prometían, lo cumplían. Estábamos mal acostumbrados.

Mucha gente supuso que tampoco habría bardo con AECL-ANSALDO, y supuso mal, según la gran cantidad de interferencias entre cañerías de distinto tipo que traían los planos originales. Ésas las tuvo que resolver “a la brava” y en obra la gente del ingeniero Jorge Cosentino y luego la de Eduardo Díaz y colaboradores. Fuimos parte involuntaria e impaga del aprendizaje de obra de ambas empresas.

Las fotocopiadoras, aquella novedad de algunas pocas oficinas muy «top» cuando se firmó el contrato CNEA-AECL, dejaron de trabajar libremente en Embalse el momento en que, presionada por los EEUU, la empresa canadiense empezó a sentarse sobre los planos de ingeniería de detalle de modo de limitar la transferencia de tecnología. Pero esto es Argentina, y Ansaldo, de puro italiana, es bastante argentina a su modo. Y además, tampoco Ansaldo tenía suficientes cuadros en nuestro país como para disciplinar a nadie.

De modo que por una u otra vía toda la documentación, según Díaz debido a la habilidad maquiavélica de Cosentino, se terminó consiguiendo. Los ingenieros Miguel Báez y Miguel Ángel Joseph dicen que Díaz era tan buen Maquiavelo como Cosentino. En suma, que les fotocopiamos toda la documentación que nos tenían que dar y no nos daban, en violación a los términos del contrato inicial. Por lo cual cuando le echamos mano se hicieron los idiotas y se lo tuvieron que bancar. ¿O nos iban a hacer juicio?

Como sea, la inmensa cantidad de fojas, el ADN mismo de una CANDU-6, hoy está en la central cordobesa, operativa desde 1984 y retubada desde 2018. Allí tanto plano y tanta planilla ocupan un espacio físico considerable y requieren de una atmósfera normalizada para la preservación del papel. Obviamente, esos documentos están también están digitalizados.

Resumiendo, que NA-SA, como diseñadora de centrales, heredó de la CNEA planos, planillas de cálculo y además, contratos como para alfombrar de clones del CANDÚ-6 el territorio nacional, legalmente y sin tener que pedir permiso ni ayuda a nadie. La tecnología la pagamos, y cara, y la conseguimos por izquierda cuando no nos la dieron por derecha.

Lo estúpido es que no la estemos usando. Es la tecnología que provee el 11% de la electricidad nuclear del mundo.

La India tiene 18 unidades copiadas ilegalmente de las CANDU canadienses por Nuclear Power Corp. of India Limited, NPCIL, 6 más en construcción y en 2017 encargó 10 más de 700 MWe cada una. Esa observación va para los mamertos que consideran que la vía del uranio natural no existe más.

Hay que convencer a la India de que no existe. Son como 1400 millones de habitantes, si hay que convencerlos de a uno, mejor que empiecen rápido, muchachos.

Al comprar «en flota» y fabricar los componentes en cantidad, el costo por kWe instalado para el estado está en U$ 2000, según NPCIL. Los indios pueden estar macaneando o no, pero si dicen la verdad, ése un precio de los años ’70, no de los 2020. Y la disponibilidad y seguridad son excelentes.

La gente de la CNEA no necesitaba adivinar el rarísimo futuro de la tecnología CANDU, porque lo creía asegurado, pero además estaba construyendo el de su propio país. El trabajo era una militancia de bajo perfil, un deber modestamente sagrado hacia la Argentina, patriotismo íntimo. La coincidencia más importante de Díaz, Báez y Joseph está en el sentido de pertenencia, el fanatismo que motivaba a la CNEA cuando acometió con Embalse. “El gordo Díaz dejó la vida en esa central”, oí muchas veces y de muy distintas fuentes en mis 36 años de periodismo científico y nuclear.

“Así de pelados tenía también los cables. Cuando estaba sacado y lo contradecías mucho, te tiraba con el teléfono. Literalmente. En los ’70 los teléfonos eran esos mazacotes de baquelita y fierro de ENTEL, pesaban lo suyo”.

“El que se dejó la vida en Embalse fue Cosentino”, recuerda Díaz, hablándome desde Córdoba, mientras se aburre haciendo antesala por una consulta médica. “Tres veces por semana Cosentino salía de Sede Central de la CNEA, en Núñez, y se iba manejando a 180 por hora por la Panamericana hasta Atucha I, para inspeccionar el avance de obra, que son 103 km», me explica, todavía asombrado.

«Desde ahí -prosigue Díaz- Cosentino salía por la ruta 9 hasta la obra de Embalse, que son 733 km. más. Allí tenía reuniones hasta deshoras, se iba a dormir un poco, y al día siguiente, de regreso de un tirón a Capital Federal a informar a Presidencia de la CNEA. Ese circuito lo hacía 2 o 3 veces por semana”.

“En realidad, el que tiraba el teléfono con más puntería si lo contradecías mucho era Cosentino, sobre todo si no había tenido tiempo de tocar la trompeta, su pasatiempo habitual”, rememoran otras fuentes.

Gente colorida, la de aquella época.

El propio Díaz certifica, desde Córdoba, la Docta, la puntería telefónica del maestro Cosentino. Y hablando de teléfonos, me pide disculpas y corta la comunicación, porque apareció su esposa y si lo oye hablando de temas de la CNEA, lo levanta por los pelos. Se los tiene prohibidos, esos recuerdos. Porque todavía Díaz se enoja, se emociona, y se le disparan las pulsaciones.

En cuanto a Cosentino, el mentor de Díaz, “era preferible ligarse un telefonazo suyo y no un concierto”, coinciden los nucleares, en general bastante melómanos.

“Cosentino y luego Díaz, cuando El Gordo tomó su lugar al frente de la obra de Embalse, se mandaban jornadas de 12 y 13 horas, llegaban antes que el resto y si caías a medianoche, todavía estaban trabajando- dicen Báez y Joseph, unánimes, casi 40 años después, reunidos conmigo en un bar cautamente pituco de Belgrano.

Se los ve saludables. Ambos están obviamente jubilados desde hace mucho. Leen bastante, viajan a veces a visitar hijos y nietos en el exterior, a Joseph le tira la ópera y aprovecha. Reciben no pocas consultas de gente aún en actividad. Tratan de evitarlo, pero algunas veces siguen hablando del futuro del Programa Nuclear Argentino como si aún dependiera de ellos. Entonces se amargan y putean no poco, aunque son educadísimos. Suelen verse en ese bar.

Joseph de pronto tiene un «flashback» y sonríe con malicia.

“Era la una de la madrugada y vos veías la luz prendida en la oficina del Gordo Díaz. En cambio los canadienses se iban a la mierda de la obra a las 17:00”.

Eso explica que la construcción no fracasara, y que la transferencia tecnológica ocurriera. Otras cosas, no las explica. En aquel momento, la orilla sur de ese lago era un perfecto desierto, y medio siglo más tarde no se ha poblado. No les pregunto a Báez y Joseph qué corno se les había perdido a ellos en la obra de Embalse a esa hora.

Ése es el ambiente nuclear argentino, que sigue vivo no sé cómo o por qué. No se medica.

Embalse se hizo así, a pura prepotencia de trabajo, como recomendaba el novelista Roberto Arlt. Se inauguró con 4 años de demora que no son imputables a CNEA. Cualquiera que haya estado en aquella obra sabe que fue mucho más argentina que canadiense o italiana.

Caso contrario, no existiría.

            

Embalse, la sala de control cuando tenía una instrumentación “setentosa”. Gran encanto vintage.

Daniel E. Arias

Tsingshan Mining desarrollara insumos para producir carbonato de litio en Jujuy y Salta

0

El holding del acero y los metales chino Tsingshan Mining invertirá US$ 120 millones para elaborar cloruro de hidrógeno e hidróxido de sodio, insumos fundamentales para producir luego carbonato de litio. La estrategia de la compañía es desarrollar la cadena de valor del carbonato de litio entre Jujuy y Salta, donde desarrolla el proyecto Centenario Ratones junto a la francesa Eramet.

El gigante chino Tsingshan Mining Development, principal productor de acero inoxidable del mundo, firmó un memorándum de entendimiento con el gobierno de Jujuy para construir una planta de producción de cloruro de hidrógeno e hidróxido de sodio, que son insumos que luego utilizará para elaborar carbonato de litio en la provincia de Salta. La planta estará ubicada en el parque industrial de Perico (Jujuy) y -luego- desde allí la compañía asiática enviará los insumos al proyecto de litio Centenario Ratones que desarrolla en Salta. En total, la compañía invertirá US$ 120 millones para la construcción de la planta.
En año pasado, Tsingshan, que también es el principal productor de níquel del mundo, adquirió el 49,9% de la participación en Centenario Ratones, uno de los proyectos de litio más prometedores del país. Para esto, desembolsó US$ 365 millones a la francesa Eramet, que está a cargo de la operación del proyecto. Por el aumento de la fabricación de vehículos eléctricos en Asia, la compañía china definió acelerar la inversión y producción de litio en el país. El proyecto Centenario Ratones entrará en operación comercial en 2024 y, según los anuncios que realizó recientemente junto a la Cancillería argentina, las proyecciones de producción de carbonato de litio en ese desarrollo pasaron de 24.000 a 50.000 toneladas anuales. Desde 2020 se produjo un fuerte desembarco de empresas chinas en el sector minero de la Argentina con una inversión que en tres años ya supera los US$ 2.500 millones. En total, de las nueve compañías chinas que están invirtiendo en minería, seis lo hacen para producir carbonato de litio. Además de Tsingshan, estas compañías son Ganfeng, Zangge, Jiangxi, Tibet Summit Resources y Zijin.

Planta productora

Para producir cloruro de hidrógeno e hidróxido de sodio en Jujuy, Tsingshan invertirá un total de US$ 120 millones, distribuidos en US$ 80 millones en la primera etapa y US$ 40 millones en la segunda, según el acuerdo al que llegaron con el gobierno de esa provincia. Según el entendimiento que firmaron el presidente de Tsingshan Mining Development, John Li, y el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, la construcción de la planta “demandará 18 meses, empleando a más de mil personas durante el período de edificación, para luego ocupar unos doscientos trabajadores calificados en su etapa de funcionamiento”. Para garantizar su funcionamiento, la panta recibirá 10 MW de la distribuidora de energía eléctrica EJE y también obtendrá gas con “una potencia superior a la demanda que tendrá Tsingshan Mining”, explicaron desde la gobernación jujeña.

China y Jujuy

El gobernador Gerardo Morales resaltó “la importancia que una empresa de la envergadura Tsingshan Mining esté invirtiendo en la Argentina y pronta a producir carbonato de litio en Salta” y ponderó la “decisión de invertir en Jujuy”. Además, destacó “un gran escenario para la industria del litio en el norte argentino que generará un clúster en la región”. También subrayó como “fundamental la decisión de producir todos los insumos necesarios para la fabricación de carbonato de litio” y, en ese sentido, remarcó que “Tsingshan Mining está abriendo el camino con la producción de ácido clorhídrico y soda caustica”. Por su parte, el presidente de Tsingshan, John Li, expresó: “tenemos una gran satisfacción de iniciar un nuevo capítulo de los negocios de las nuevas energías de la empresa en la provincia de Jujuy” e indicó que “el objetivo es desarrollar la cadena de valor del litio en la región y generar más oportunidades de trabajo”. “Somos nuevos en la Argentina, pero llegamos para quedarnos”, añadió.

Concluye el ciclo de «La Niña», pero todavia provocara perturbaciones

0
El prolongado episodio de “La Niña” y el paralelo enfriamiento del Atlántico Subtropical, que afectaron al área agrícola durante más de dos años, están completando su disipación, pero el proceso es lento y libera acumulaciones de energía que estuvieron largo tiempo secuestradas en la atmósfera, produciendo eventos extemporáneos, según describió Eduardo Sierra esta semana. En un documento donde proyecta las condiciones climáticas del 2023, señala que los eventos extraordinarios ocurridos durante este 2022, e inclusive las heladas recientes en febrero sobre el sur de Bs. As., son de naturaleza aleatoria y no representan un cambio de tendencia, gracias a lo cual el sistema climático prosigue su transición hacia un estado “Neutral”, con posibilidad que, hacia mediados del otoño próximo, se inicie un evento de “El Niño”, que de desarrollaría durante la campaña 2023/2024. “Como ya se señaló, el proceso de transición será lento, de manera que las perturbaciones negativas continuarán por cierto tiempo, haciendo necesarios una planificación prudente, un manejo riguroso y un uso racional de la tecnología disponible”; recomienda el especialista en su reporte para la Bolsa de cereales de Buenos Aires. Por otra parte, destaca que “el riesgo de heladas tempranas, es menor que en la temporada anterior, a la vez que el área afectada por estos fenómenos será también menos extensa”. Es así que, “mientras en 2022 las heladas agronómicas comenzaron en gran parte de la Región Pampeana Argentina a fines de Marzo, en la temporada 2023 su inicio se prevé entre Mayo y Junio (área en amarillo a verde en la Figura Inferior), cerca del rango normal de fechas”, expresaron.
Invierno 2023 El sistema climático se mantendrá en un “Neutral Cálido” o, posiblemente, entrará en un “El Niño”. Sin embargo, los efectos de este último no se notarán hasta el inicio de la primavera, por lo que, lo más probable, es que el invierno observe una evolución en el rango normal.