Llamado a licitación en Neuquén para la explotación del Cerro Hamaca

La licitación es de carácter nacional e internacional. El pliego se publicará en el boletín oficial. El Gobierno de la Provincia del Neuquén, a través del ministerio de Energía y Recursos Naturales, llama a licitación pública, nacional e internacional para la explotación, desarrollo y exploración de hidrocarburos del área Cerro Hamaca. Se trata de un área en producción revertida por la empresa YPF, cuya producción característica es el petróleo y en menor medida el gas. El llamado responde a la necesidad de aumentar la actividad hidrocarburífera en la provincia, incrementando la producción a través de proyectos de nuevas inversiones en el corto plazo, para lo cual es fundamental la promoción de las áreas, de acuerdo a la naturaleza de la tecnología involucrada y el nivel de inversiones a realizar. El llamado establece una oferta de Bono de Acceso al Área, e inversiones mínimas. La resolución que aprueba el pliego será publicada en el boletín oficial y podrá ser consultado por los interesados, entrando al sitio web: boficial.neuquen.gov.ar/. Igualmente el pliego se podrá consultar de forma gratuita en www.licitaciones.neuquen.gov.ar o www.energianeuquen.gob.ar Cabe destacar que se podrá presentar cualquier persona física o jurídica que acredite de forma fehaciente los requisitos que se establecen el pliego.

El Banco Central anuncia el nuevo billete de $2000

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Si bien el Gobierno anunció que el nuevo billete de $2.000 estará en circulación recién en el segundo semestre del año, se supo que los protagonistas serán el Dr. Ramón Carrillo y la Dra. Cecilia Grierson, con el Instituto Malbrán en el anverso.
El nuevo diseño se elaboró en colaboración entre el Banco Central (BCRA) y Casa de la Moneda y conmemora el desarrollo de la ciencia y de la medicina en la Argentina», se anunció oficialmente.
Ahora sí, el Gobierno podrá empezar a imprimirlo y encargar su importación, en caso que resulte necesario, a sus proveedores del exterior porque ya está la aprobación del BCRA, requisito esencial para que eso sea posible. El diseño elegido es el siguiente: Se trata de un diseño muy similar al del billete falso de $5.000 que daba vueltas en las redes en el año 2020, otro momento en el que se sintió fuertemente la presión de los bancos y otro sectores económicos para que salieran papeles de mayor denominación a la calle. «Eso corrobora que el Gobierno viene trabajando desde hace tiempo en este modelo de billete o, por lo menos, ya hace años que tenía definido quiénes serían sus protagonistas«, apunta una fuente del mercado. Sin embargo, ese rumor nunca se había hecho realidad hasta ahora. Sin dudas, la figura del actual ministro de Economía, Sergio Massa, fue clave para que se pudiera avanzar en este sentido por su diálogo constante con las entidades financieras y otros actores económicos. De hecho, su viceministro, Gabriel Rubinstein, venía insistiendo hace tiempo, aún antes de su llegada al cargo en la necesidad de resolver la problemática para los bancos de la baja nominalidad del billete más grande en la Argentina. Cabe recordar que, hasta ahora, el papel de mayor denominación es el de $1.000, que por la evolución de la inflación, ha perdido mucho poder adquisitivo y eso trae complicaciones a los bancos, que se quejan de los costos de la logística, los problemas de desgaste de los cajeros y las quejas de los clientes. Aún no se sabe cuántos billetes de $2.000 saldrán a la calle en la primera «tirada», pero, por el momento, según datos del BCRA al 2 de febrero de este año, hay en circulación 489,2 millones de papeles de $10; 407,3 de $20; los de $50 son 191,4 millones, los de $100 suman 2,055,8 millones en total, los de $500 son 487,7 millones y los de $1.000, 1.346,7 millones. En total, hay 7.993 millones de billetes en la calle. Aunque el dato oficial es secreto bancario por el momento, por lo que no se puede saber exactamente cuántos habrá en la calle este año, la expectativa en el mercado es «que debería haber para julio entre 200 millones y 300 millones de papeles de $2.000 en una primera etapa y que, hacia fin de año, esa cifra aumente», según una fuente. Esto, teniendo en cuenta que se emiten algo así como 200 millones mensuales de billetes de alta denominación.

Satelites espías

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Even «Jolly» Rogers, ex comandante de las Fuerzas Aéreas estadounidenses, le preocupa una guerra espacial. «El conflicto existe en un continuo que comienza con la competencia y acaba desembocando en un conflicto a gran escala como el que se está viendo en Ucrania», afirma. Estados Unidos, añade, ya «compite activamente con Rusia y China por la libertad de acción y el dominio del espacio. Y está evolucionando muy rápidamente».

Así que el 26 de enero del año pasado, el ex mayor de las Fuerzas Aéreas de EE.UU. constituyó True Anomaly, Inc para «resolver los problemas de guerra orbital más desafiantes para las Fuerzas Espaciales de EE.UU.», según tuiteó posteriormente.

«Jolly Roger» es el nombre de la bandera pirata popularizada por Hollywood, una calavera con dos tibias cruzadas. El exgeneral Jolly Rogers no es exactamente un pirata sino un corsario, es decir un pirata corporativo con patente de guerra de un gobierno, en este caso el de los EEUU, y un área de operaciones será la LEO, Low Earth Orbit, la órbita baja de la Tierra, entre los 200 y 1000 km. de altura. Allí ocurre casi toda la acción espacial humana, tanto la económica como la militar. La privatización de la guerra no es un fenómeno exclusivamente estadounidense sino una tendencia de la economía moderna, que terceriza todo: las milicias privadas como el grupo Wagner, que hoy sirve al Kremlin, o Titan Corp., Kroll y Blackwater, contratistas habituales de la OTAN. Tercerizar la guerra es más barato para el estado contratante que tener una milicia regular de intervención como la Legión Extranjera de Francia, o el ubicuo US Marine Corps. La logística la paga -generalmente por izquierda- el país contratante, y el contratista le permite no hacerse cargo de las jubilaciones de los combatientes, o de sus heridas y enfermedades contraídas en acción. Pero sobre todo, permite evadir parte del descrédito nacional que ocasionan los daños a infraestructura y las frecuentes masacres de civiles en las guerras por recursos naturales o por mercados. Son esas decenas de países muy pobres que el general Charles De Gaulle llamaba genéricamente el «Tercer Mundo», sin exclusión del «Segundo Mundo» que son los países de desarrollo mediano, como Ucrania y buena parte de los socios orientales recientes de la OTAN. Nosotros mismos pintamos en esa categoría. Jolly Rogers sólo llevará la privatización de la guerra a alturas del mundo donde todavía no había llegado, pero donde los daños materiales a infligir al enemigo son militarmente muy redituables. Lo está demostrando Elon Musk, cuya empresa Space-X desarrolló el Falcon X y el Falcon Heavy, los cohetes de acceso a LEO más baratos del mundo. Lo hizo durante década y media con contratos de su gobierno, y por una plata con la que la NASA o el club de contratistas caros llamado ULA (United Launch Alliance) no habría logrado gran cosa. Significativamente, sin los satélites de Starlink, que Musk ya desplegó por miles desde sus Falcon, las Fuerzas Armadas Ucranianas no tendrían capacidades de observación o de comunicaciones. Rusia les reventó a misilazos demasiadas antenas de Internet, y les llenó el frente de grandes defensas antidron. Sin Musk, Vlad Zelensky estaría en el horno. Visto el trabajo de Musk, Rusia y China deben tener sus propios Jolly Rogers estudiando el negocio de interferir o destruir los satélites de países de la OTAN. Proyectos de guerra orbital los hay desde los ’50, pero la tecnología para volver la LEO un campo de batalla tiene algo más de una década. Musk piensa llevar Starlink a por lo menos 30.000 satélites de poca vida útil y fácil reposición. Sus detractores en Occidente son muchos: una constelación semejante disminuye la oscuridad nocturna en todo el globo, desorienta a los animales migratorios, amenaza la actividad de unos 4000 astrónomos basados en Tierra. Pero fundamentalmente, en caso de inevitables impactos entre satélites, generará cantidades inmanejables de basura espacial metálica que viaja a entre 9 y 30 km/segundo. Esto es condenar a la industria espacial pacífica a costos brutales de aseguramiento, y ya significa un riesgo de vida para las estadías y viajes espaciales tripulados. La International Space Sation (ISS) recibe dos o tres impactos por día de basura submilimétrica desde hace década y media y contando, por ahora sin daños irremediables o muertos a bordo.

Según un expediente presentado ante la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) de Estados Unidos, True Anomaly se está preparando para su primera misión orbital. En octubre, la empresa espera lanzar dos naves espaciales Jackal (Chacal) de «persecución orbital» a bordo de un cohete SpaceX a la órbita terrestre baja.

Los Jackals no llevarán armas, ojivas ni emisores láser, pero serán capaces de realizar operaciones de proximidad (RPO), es decir, maniobrar cerca de otros satélites y dirigir sobre ellos una batería de sensores. Esto podría revelar los sistemas de vigilancia y armamento de sus rivales, o ayudar a interceptar comunicaciones. Pero también interferirlas con emisiones electromagnéticas, asunto casi imposible de llevar a cabo desde gran distancia.

En su primera misión, denominada Demo-1, los Jackals se limitarán a espiarse uno al otro, utilizando propulsores, radares y cámaras multiespectrales para acercarse a unos cientos de metros. Si todo va bien en ese coreografiado tango orbital, Rogers prevé desplegar miles de naves espaciales autónomas al servicio del Pentágono, controladas por un equipo de operadores humanos y por  Inteligencia Artificial «para perseguir a los adversarios allá donde vuelen y proporcionar las herramientas para su liquidación», palabras de Rogers.

Esas herramientas empiezan por entender qué tecnologías están desplegando los adversarios de Estados Unidos en el espacio. «Pero va a ser necesaria una defensa activa», afirma Rogers, actual CEO de True Anomaly. «Si te tomás en serio el trabajo de defensa y protección del dominio, tenés que tener la capacidad de realizar las funciones conjuntas de maniobra y fuegos». Aunque «fuegos» parece referirse a armas de energía cinética, como cañones y misiles, en el contexto espacial la expresión por ahora describe acciones de interferencia, guerra electrónica y ciberataques.

Nada en el sitio web de True Anomaly sugiere que esté desarrollando sus propias armas ofensivas. ¿Acaso de esas cosas no se encarga DARPA, la agencia estadounidense de desarrollo de sistemas avanzados de inteligencia y guerra? Rogers aspira a ser un contratista del Pentágono como ya lo es Musk, o como lo es el Colorado Grobocopatel en el campo argentino: el tipo no inventó ni fabrica los fertilizantes, los pesticidas ni los laboreos, pero los compra y vende a precio mayorista. Y hecho el trabajo, se va y vos, el contratante, no tenés que despedir o enterrar a nadie.

Sin embargo, en una serie de mensajes del verano pasado, Rogers tuiteó: «Inutilizar tácticamente naves espaciales enemigas puede ser la diferencia entre la destrucción de todo un Grupo de Portaaviones o su supervivencia… Y hay muchas formas de destruir naves espaciales que no arruinan el medio ambiente. Al fin y al cabo, (los satélites) no son más que computadoras en órbita». Vamos, los ecologistas…

La OPR en sí no es nada nuevo. En un informe del pasado septiembre, la Secure World Foundation, una fundación privada que promueve soluciones cooperativas en el espacio, detallaba docenas de operaciones militares de OPR en órbitas geoestacionarias (GEO) y bajas desde la Guerra Fría. En la mayoría de ellas, naves espaciales estadounidenses, rusas o chinas se acercan a los satélites de la otra parte, presumiblemente para ver qué aspecto tienen o para pispear sus comunicaciones.

Hacer esto con un satélite geoestacionario enemigo no es fácil: orbitan sobre puntos fijos del ecuador terrestre a alturas de 35.786 km., promedio. Hay que subir mucho, y hacer maniobras de posicionamiento y «amarre» muy perfectas. La Argentina, tras navegar desde órbita de transferencia hasta GEO a sus satélites ARSAT 1 y 2, sabe lo difícil de este asunto. Ahora, lo de navegar a menos de los 70 km. fijados como límite de seguridad de otro satélite GEO sin llevárselo puesto, eso es mucho peor.

Los GEO suelen dedicarse a telecomunicaciones y en menor medida, dada su gran altura de vuelo, a observación militar o meteorológica a escala hemisférica. Para espiar, interferir o destruir un GEO hay que poder operar a esa altura. A pesar de que viaja a la velocidad de la luz, cada instrucción suministrada tarda más de un segundo o segundo y medio en subir hasta el satélite atacante, y cada «feedback» visual, otro tanto en recibirse en Tierra. Imaginate pilotar un avión con esas demoras visuales y de comandos, y eso en el espacio aéreo abarrotado de un aeropuerto gigante, y no estrellarte contra tus otros colegas en vuelo. Lo dicho: este baile no es para cualquiera.

También están surgiendo usos pacíficos de la OPR, como satélites LEO que pueden reparar o traccionar, como grúas, a satélites averiados para sacarlos de órbita, o limpiar la basura espacial peligrosa, que es toda, de cualquier tamaño y en cualquier altura orbital.

La Fundación Mundo Seguro ayuda a dirigir una organización llamada Confers que está estableciendo normas técnicas voluntarias para la OPR comercial. True Anomaly es uno de los 60 miembros de Confers. «Si algún día queremos hacer cosas como limpiar la basura espacial, tenemos que desarrollar estas tecnologías», afirma Brian Weeden, director de planificación de la fundación.

Es genial: una empresa destinada a generar basura espacial como ni siquiera la puede lograr Elon Musk poniendo sus autitos en órbita, o abarrotando la misma con decenas de miles de sus satélites Starlink, como autitos chocadores, ganará plata también por limpiarla. Esa Fundación es una sucesora perfecta de La Hermandad de la Costa, el reducto pirata en la Isla Tortuga. ¿Quién compra el ron?

Sin embargo, True Anomaly es la primera startup de OPR centrada explícitamente en el mercado militar, afirma el hombre con sobrenombre de bandera pirata. El último trabajo de Rogers para el gobierno fue dirigir equipos dentro del Mando Espacial de EE.UU. que planificaban cómo y cuándo desplegar sistemas espaciales militares defensivos y ofensivos.

Él y sus cofundadores, Dan Brunski, Tom Nichols y Kyle Zakrzewski, también ex oficiales de las Fuerzas Aéreas y Espaciales, «conocían el problema mejor que nadie, lidiaban con las limitaciones de la tecnología en el día a día y se sentían frustrados por esas limitaciones», afirma Rogers. En lugar de esperar a que un gran contratista industrial de defensa se pusiera manos a la obra, decidieron resolver el problema ellos mismos. El despliegue de armas espaciales por parte de los rivales de Estados Unidos, dice, «está mucho más cerca de lo que la mayoría de la gente piensa».

No sé la mayoría de la gente, pero AgendAR piensa que este negocio empezó hace un par de décadas, al menos. Sólo que no se sabe. En ello se parece a las operaciones militares de fondos marinos: espiar, interferir o arrancar cables de fibra óptica suboceánicos, civiles y militares, e incluso reventar activos de infraestructura como los dos enormes gasoductos Nordstream, que llevaban gas ruso a Alemania por el fondo del Mar Báltico. Sólo que las operaciones de combate de fondo no parecen estar privatizadas… aún. Es más caro darle un submarino de titanio capaz de bajar a kilómetros de profundidad a un privado, que dejar que lo opere la misma Armada que lo mandó a construir, y que lo conoce mejor.

Según los registros de la US Security Exchange Commission, True Anomaly ya ha recaudado más de 23 millones de dólares de inversores. Esto incluye una inversión en diciembre de Narya, una empresa de capital riesgo cofundada por el senador estadounidense JD Vance, un republicano de Ohio de tendencia MAGA (Make America Great Again, el lema de Donald Trump). Rogers dice que True Anomaly no tiene afiliación política. Y es cierto. Trump tampoco: privatizó un partido preexistente, que es otra cosa.

La empresa acaba de alquilar una fábrica de 35.000 metros cuadrados en los suburbios de Denver (Colorado). Además de fabricar los satélites Jackal, los ingenieros de True Anomaly están diseñando un sistema de control basado en la nube para integrar agentes autónomos y operadores humanos, utilizando motores de juegos comerciales como Unity.

De ese modo, van a crear aplicaciones interactivas en tiempo real y desarrollando software de física de alta fidelidad para ayudar a los Jackals a maniobrar en el espacio. Dicho con respeto, yo no le pondría un mango a un empresario que confunde la órbita baja real con un videogame. Salvo que cambie de rubro y venda videogames.

True Anomaly ya ha solicitado una marca que cubre, entre otras cosas, hardware y software para «sistemas orbitales de imágenes espacio-espacio, proximidad de encuentros y adquisición de objetivos». Bien de su país, don Rogers: primero lo patenta, y luego si puede lo desarrolla.

«La diferencia de True Anomaly es que parece presentar su satélite más como un sistema de persecución que como un sistema de obtención de imágenes o de inteligencia», afirma Kaitlyn Johnson, subdirectora del Proyecto de Seguridad Aeroespacial del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales. «Esto me preocupa porque podría causar una escalada involuntaria. Especialmente con los antecedentes del fundador en las Fuerzas Aéreas, nuestros adversarios podrían interpretarlo como una empresa dirigida por militares que empezaba a buscar esta capacidad.»

Astutísima, la Kaitlyn. A esta chica no se le puede mentir.

El primer reto de la empresa podría ser mantener intactos sus propias computadoras en órbita, como llama Rogers a los satélites, con cierto reduccionismo nerd. «La OPR cooperativa ya es difícil», afirma Johnson. «Podés verlo en las simulaciones de Astroscale y Northrop con sus satélites de servicio, que llevaban años en desarrollar una maniobra sencilla entre satélites».

Una misión OPR cooperativa de la NASA en 2005 llamada DART fracasó cuando la nave espacial funcionó mal, se estrelló contra su satélite objetivo y fue destruida. En realidad, parece haberse tratado de un ejercicio de intercepción por impacto disfrazado de error de navegación. Todavía hay basura en órbita de ese choque, y no quieras ver la mala prensa que se ligó la NASA en todo el planeta. Dicho sea de paso, es curioso que una nave de intenciones inocentes se haya llamado DART (en castellano, dardo o flecha).

Las misiones de persecución de satélites adversarios pueden ser mucho más arriesgadas aún, afirma Johnson: «No tienes los mismos datos procedentes del otro satélite. Tal vez no dispongas de los diagramas y diagnósticos de cómo es el satélite para saber con qué te vas a encontrar».

Cualquier colisión en órbita puede generar muchos miles de trozos de basura espacial, cada uno de los cuales podría dañar otros satélites, creando aún más desechos. A los investigadores les preocupa que la escalada de basura orbital acabe desencadenando una cascada catastrófica conocida como el Síndrome de Kessler. Es algo que ya existe desde hace más de una década, y va empeorando: el futuro llegó hace rato, como dicen los Redondos. Pero Jolly Rogers, con toda candidez, afirma que la prevención de colisiones es una posibilidad. «Estamos comprometidos a actuar de forma responsable y sostenible en el ámbito espacial».

Sí, ponele.

Rogers no es ajeno al riesgo. Antes de crear True Anomaly, fundó y dirigió un fondo de cobertura de criptomonedas llamado Phobos Capital («phobos» en griego significa miedo). Ahora sí que me siento seguro. Y antes de eso, constituyó una empresa llamada 3720 to 1, Inc, una referencia a las probabilidades de que Han Solo navegara con éxito por un campo de asteroides en El Imperio Contraataca. Ése era el cálculo probabilístico de aquel robot dorado de aquella película, C-3PO, antropomórfico y de fines ceremoniales, y hablaba siempre excusándose y con un acento «very British». Y pensar que yo antes le tenía miedo a Musk…

Tras el lanzamiento del cohete de SpaceX en octubre, quedará mucho más claro si la empresa de satélites de Rogers tiene más probabilidades de éxito o si se trata sólo de otra obra de ciencia ficción.

Como país espacial que es la Argentina, con satélites carísimos en vuelo como los SAOCOM-1A y 1B de la CONAE en órbita polar baja, concordamos en que Jolly Roger no es ajeno al riesgo. Ese cretino debería estar preso y es más bien un riesgo para ajenos. Artículo original de Wired, mechado con algunas intervenciones corrosivas de Daniel E. Arias  

Nueva entrevista a Tulio Calderón, Gerente de Proyectos Nucleares en INVAP

El gerente de la división nuclear de INVAP dialogó sobre los proyectos nucleares y el mercado de radioisótopos médicos. La compañía rionegrina esta finalizando la construcción del reactor RA-10 en Ezeiza. El estatus de los proyectos de INVAP en Países Bajos y otros mercados. La visión de la compañía sobre los reactores modulares pequeños. El portal especializado Econojournal menciona un posible acuerdo con este tema con Westinghouse.

Satélites geoestacionarios, radares militares y servicios de alta especialización tecnológica. Estos son solo algunos de los negocios en los que destaca INVAP, la principal empresa de proyectos de alta tecnología del país. Pero el corazón de la compañía estatal rionegrina continúa siendo el diseño y la construcción de reactores nucleares de investigación: es el origen de las capacidades tecnológicas que le permitieron dar el salto a nuevos negocios, como el satelital. INVAP lleva cuatro décadas exportando este tipo de unidades al mundo y esta atravesando uno de sus momentos de mayor actividad, con proyectos nucleares en Argentina, Países Bajos y otros mercados. Entre los líderes de este desafío se encuentra Tulio Calderón, gerente de la división nuclear de INVAPEconoJournal dialogó con el directivo sobre el estatus de los distintos proyectos nucleares de la compañía, el mercado de radioisótopos médicos y sus oportunidades, y la visión de la empresa sobre tendencias en el mercado nuclear. -INVAP lleva décadas trabajando en el diseño y construcción de reactores de investigación en Argentina y el mundo. ¿Qué funciones cumplen este tipo de reactores? Nuestros reactores son reactores multipropósito de potencia media para hacer investigación, producir radioisotopos para medicina, realizar ensayos de materiales, entrenar personal y realizar algunas aplicaciones médicas directas. Ejemplo de eso, el RA-10 en Argentina tendrá las capacidades para poder hacer muchos experimentos y estudios con neutrones sobre materiales. Algunos para aplicaciones industriales directas y otros para investigación. A la vez, en la periferia del núcleo reactor hay posiciones para irradiar ciertos materiales que al trasmutarse por la interacción con el flujo neutrónico generan radioisótopos para aplicaciones diversas, típicamente médicas, para diagnóstico o tratamiento, además de industriales.
Tulio Calderón, gerente de la división nuclear de INVAP.
-La producción y venta de radioisótopos médicos es un core business en este tipo de unidades. ¿Cuáles son las características de este producto en lo que refiere a sus aplicaciones y a su comercialización? Los radioisótopos médicos tienen finalidades de diagnóstico y/o tratamiento. Un isótopo radiactivo tiene la capacidad de decaer, emitiendo normalmente rayos gamma o unas partículas beta. El más usado en el mundo por lejos es el tecnecio, que genera la capacidad de realizar imágenes para diagnósticos de cáncer. Con el isótopo que se genera a partir del reactor se pone y marca una molécula que es química. Esta molécula se dirige a ciertos órganos, transportando al radioisótopo a dónde uno quiere estudiar los tumores. Desde esa posición, al emitir radiación permite que con sensores externos se estudie cómo se distribuye la actividad. Luego hay otros isótopos que permiten hacer no solamente diagnósticos por imagen sino tratamiento. Se alojan cerca del tumor y lo irradian, liberan energía destruyéndolo. -¿Qué oportunidades existen hoy en el mercado internacional de radioisótopos médicos? El mercado esta maduro. Hay una demanda más o menos estable. El más usado es el tecnecio 99, que es molibdeno 99. El tema es que la flota mundial de reactores que lo producen es vieja, de los años 60. En Argentina tenemos el RA-3, en Australia esta el más nuevo, el OPAL, que lo hicimos en los 2000. Países Bajos hoy lo produce con un reactor viejo, que será reemplazado por el PALLAS. Sudáfrica también quiere una nueva unidad para reemplazar el reactor SAFARI-1. Canadá salió de este mercado y Estados Unidos no fabrica esto y es el 50% de la demanda mundial. Esencialmente hay bastante trabajo en una generación nueva de reactores que reemplacen los viejos. El caso más reciente es que con la salida del Reino Unido de la Unión Europea, Gales esta estudiando instalar un reactor, con el que eventualmente podría exportar al Reino Unido. Estamos participando en un análisis de factibilidad allí. El 40% del tecnecio se produce en Europa, básicamente, y el 60% restante esta distribuido entre Sudáfrica, Australia y otros países. El RA-10 es argentino y también puede entrar en este mercado. También hay un isótopo nuevo, el lutecio 177, que es el que tiene grandes expectativas comerciales. Para eso es que se esta diseñando el reactor PALLAS así como el RA-10. -La compañía tiene distintos proyectos de este tipo en construcción. Uno es el reactor RA-10, en construcción en Ezeiza. ¿Por qué Argentina necesita un nuevo reactor de investigación? La razón es la misma que en todo el mundo: obsolescencia del reactor anterior. El RA-3 ya esta cumpliendo más de 50 años. Estos reactores normalmente se diseñan para una operación de 40 años. Pero como son máquinas que tienen un diseño relativamente simple comparada con la complejidad de un reactor de potencia, se generan actividades de media vida, de extensión de uso y disponibilidad de los componentes principales, actualizaciones de electrónica y se les extiende la vida útil, a veces unos 20 años más. Algunos llegan a los 80. Esa es la principal razón para reemplazar el RA-3 con el RA-10. Pero al reemplazarlo no solamente se reemplaza la funcionalidad original sino que se amplia a los nuevos requerimientos. El RA-10 agrega muchísimas funcionalidades respecto al RA-3. En particular muchísima capacidad de investigación en haces neutrónicos, capacidad de hacer análisis de materiales, la capacidad de irradiar silicio para agregarle valor y producir muchísima más cantidad de radioisótopos. Por ejemplo, se podrán realizar muchos de los ensayos que son fundamentales para el diseño de nuevos combustibles nucleares para centrales de potencia. Esto es algo que esta en alta demanda en el mundo. -¿Cómo esta avanzando la construcción del reactor? Muy bien. La obra civil esta prácticamente terminada. Los montajes electromecanicos están muy avanzados, con bombas piping. Este es el año de montar los sistemas, como para que el próximo ya entrar en el comisionamiento del sistema. Primero en frío, sin cargar el combustible. Y luego en caliente, que es la puesta del combustible, puesta en crítico y uso del reactor. Por lo que el RA 10 estaría operativo en el 2024. -Otro proyecto importante es el reactor PALLAS. ¿Qué impulsa a Países Bajos a querer este reactor? Países Bajos junto a Bélgica produce actualmente el 40% de los radioisótopos del mundo, particularmente del molibdeno. Países Bajos apunta a mantener ese posicionamiento. Además tienen una excelente cadena logística. Estos isótopos normalmente tienen una vida media de una semana. A las cinco semanas no queda nada. Tener un isótopo que hay que distribuir a todo el mundo eficientemente necesita de una cadena de distribución aérea, más el transporte y distribución en superficie. La cadena logística es el segmento más complejo porque hay pocas empresas que tengan una capacidad global de distribución. Holanda ya la tiene y lo que esta haciendo es cambiando el reactor que los produce, el High Flux Reactor, por uno nuevo, el PALLAS. Con este nuevo reactor además se esta configurando como posible proveedor de lutecio 177. -¿Cuál es el rol de INVAP en este proyecto? Somos básicamente el diseñador de la planta y el responsable de toda la construcción e integración. Tenemos una relación muy buena con la Fundación PALLAS, que será la dueña de la planta y operadora junto con RNG, que es el actual operador del HFR. Vamos a incorporar contratistas para la obra civil y trabajamos en un pliego para la licitación de quien hará propiamente la obra civil del reactor.
Comenzó la construcción del PALLAS en Países Bajos. Imagen: Fundación PALLAS.
-¿Cuál es el estatus del proyecto Pallas? -La construcción ya comenzó. El sitio de construcción fue entregado a Pallas y las rutas al sitio están hechas. Ya se definió el constructor de lo que sería el foso sobre el que se construirán los cimientos del reactor, que se ubica a cientos de metros del reactor viejo. Por lo que el período de construcción ya comenzó. En cuanto al financiamiento será otorgado por el gobierno holandés. Antes de la pandemia hubo una expectativa de inyectar financiamiento privado en un 70% del proyecto, pero eso no prosperó. Así que el proyecto será con financiamiento estatal, como suele pasar con estos reactores en el mundo. -INVAP también tiene proyectos en Brasil, Sudáfrica y Arabia Saudita. ¿En qué consisten? Hace varios años Argentina y Brasil tuvieron la posibilidad de hacer un reactor como el que se había hecho en Australia, para que sea el reactor de radioisótopos y ciencia a partir de neutrones de referencia en la región. Se acordó construir uno en Buenos Aires y otro cerca de San Pablo. En ese momento se diseñó el RA-10 en Argentina y junto con una empresa brasilera de nombre Amazul, Invap diseñó el Reactor Multipropósito Brasileño. Se terminó la ingeniería de detalle hace unos años y Brasil esta empezando a prepararse para la construcción. Esperamos que este año se estructure el presupuesto. Por lo que se sumaría en la región un reactor con una configuración de diseño parecida a lo que es el OPAL, el RA-10 y el PALLAS. Sudáfrica también esta reemplazando el reactor SAFARI-1. El año pasado abrió un nuevo proceso licitatorio, al cual presentamos una oferta muy similar a los reactores mencionados anteriormente. Somos dos o tres los oferentes, con Francia y Corea del Sur. Por otro lado, lo que estamos haciendo en Arabia Saudita es construir una facilidad para entrenar gente para operar y mantener centrales de potencia. Arabia Saudita decidió hace unos años explorar la energía nuclear para generación eléctrica. Para esto necesita la capacidad nuclear, como instituciones, instalaciones y personal capacitado. La facilidad que estamos construyendo tiene una potencia de esencialmente 100 watts, es de muy baja potencia, como las que existen en universidades argentinas. Estamos terminando la obra civil, los componentes mecánicos. Esperamos terminarla el año que viene. -Con el proyecto Pallas, podría decirse que los reactores de INVAP habrán alcanzado los cinco continentes. ¿Cómo se explica este caso de éxito internacional en el rubro tecnológico que es INVAP? No es casualidad esto, es estructural. Argentina tiene más de 70 años de un plan nuclear con muchas dosis de continuidad. Esto genera una posición tecnológica fuerte. Pero normalmente después de cuatro o cinco años el mercado interno ya lo saturaste. El RA-10 es el décimo reactor diseñado para Argentina. Pero desde 1977 con la primera exportación a Perú que estamos exportando reactores. Por lo que el segundo horizonte de cualquier área tecnológica es exportar en la región o a países con los que existe cierta cercanía política. Eso luego también se agota, por lo que el tercer horizonte es global. En casi todas estas tecnologías de alta complejidad y de mercado global tenes que ser global a los diez años, sino te volves doméstico. Muchas empresas que diseñaron este tipo de reactores especializados nacieron en los programas militares de los países, como Rolls Royce, que hace los reactores de los submarinos ingleses. El nicho de reactores medianos es un nicho que Argentina ocupa hace muchísimos años. Pero la industria con el tiempo se tiende a consolidar y no es un mercado grande, entonces las empresas que pueden realizar trabajos ahí se vuelcan en su lugar a centrales de potencia, que es lo que pasó cuando Canadá, Alemania y Estados Unidos salieron de este nicho. Se dedican a las centrales de potencia, porque son más grandes y un negocio más grande. Por lo que INVAP esta en un nicho especialísimo, de reactores de entre 500 y 1000 millones de dólares, con plantas asociadas, mientras que las centrales de potencia cuestan miles de millones. Argentina ocupó este nicho hace mucho tiempo y entre las empresas de occidente quedamos nosotros y los franceses. En Oriente quedan empresas en Corea del Sur y Rusia. -¿Cómo viven este desafío de trabajar en tantos proyectos nucleares simultáneamente en varios continentes? Ser una empresa global es un desafío estimulante para INVAP. Al vender y trabajar en países con culturas tan distintas es muy estimulante para nuestra gente. Pero el desafío de ser internacional es que jugás en primera A. Tenes ciertas ventajas como capacidad, compromiso, tecnología y experiencia. Pero tenes otras desventajas como un menor acceso financiero y a los recursos humanos. En casi todas las áreas tecnológicas entró muchísimo el tema de laburar remoto. Entonces muchísimo del diseño se hace de forma remota. Todo lo que es software hoy es global. Lo mismo que hacemos nosotros lo podemos hacer en India o acá. Así que cambió la estructura de relación con la mano de obra. Ya las generaciones nuevas son, in extremis, los nómades digitales. De todas formas, Argentina tiene un nivel de crecimiento infernal en gente vendiendo servicios para afuera. Es un área con un crecimiento enorme. La consecuencia es que los costos de mano de obra especializada se dolarizaron, se pusieron a nivel internacional. Se busca gente en todo el mundo y nuestra gente es muy competitiva. Hoy tenemos que nutrirnos de gente de todos lados, así que es un ambiente bastante más interesante para trabajar. Tenes clientes por todos lados pero también competencia y demanda por todos lados. Ya no podes suponer que tu desafío es interno y tu frontera define las reglas. Hoy incorporas reglas mundiales.
Construcción del reactor RA-10 en Ezeiza, Buenos Aires. Octubre 2022. Imagen: prensa CNEA.
-Muchos gobiernos y empresas están apuntando al desarrollo de reactores de baja y mediana potencia, como es el caso del CAREM argentino, e incluso se habla de microrreactores. ¿Cómo están viendo en la compañías estas tendencias en generación nucleoeléctrica? Los reactores modulares pequeños (SMR) constituyen un campo muy atractivo desde el punto de vista tecnológico, ambiental y económico. Aspiran a dar suministro de energía cercano a las ciudades, en ubicaciones chicas, y fabricados en economía de escala, no por tamaño sino por cantidad, además de ser intrínsecamente seguros. Aparte del tema de seguridad, la atracción mayor de los SMR es que tienen inversión gradual. El modulo de reactor nuclear grande de entre seis y diez mil millones de dólares tarda ocho o diez años en empezar a producir. Es invertir un gran dinero para recién comenzar a recuperarlo en diez años. Con cualquier tasa de retorno es un negocio muy difícil de justificar. Mientras que con un reactor modular podes comenzar a producir en tres o cuatro años. El negocio es más chico pero lo vas incrementando modularmente. Por lo que tienen dos ventajas, una financiera y otra de mejor resiliencia a eventos extremos. Otra área que mueve este negocio es la posibilidad de incorporar tecnologías avanzadas. Acá se divide el escenario. Hay reactores que derivan de reactores de submarinos. Rolls Royce esta en esa línea, Francia también. Argentina con el CAREM también. Son reactores de potencia chicos que se adaptan a generación de electricidad. Luego hay dos o tres conceptos completamente diferentes, algunos basados en combustibles muy avanzados. Por ejemplo, con esferitas de muy alta tolerancia a las temperaturas, llamados combustibles tolerantes a accidentes. Hay dos operando en China y X-Energy esta apostando a uno en EE.UU. Esos reactores tienen un combustible avanzado que los hace mucho más apto para ser utilizado en reactores chicos. También hay otra línea que esta haciendo reactores con núcleos líquidos, son sales fundidas, donde el uranio esta disuelto en la sal. Su gran atractivo es que pueden realizar un ciclo de torio. La tecnología nuclear tiene la potencialidad de producir más combustible del que consume, lo que se conoce como reactores reproductores. Los reactores actuales pueden ser reproductores pero utilizando plutonio como combustible. Pero como el plutonio puede utilizarse para fabricar armas nucleares se consideró que no era una opción adecuada para la seguridad mundial. En EE.UU. se discontinuó esta línea en los 70. Así que existe una línea de trabajo que busca construir reactores de torio, que son complicados, porque utilizan sales fundidas que deben ser reprocesadas constantemente. Sintetizando, todos estos conceptos son lo que se conocen como reactores de cuarta generación, son intrínsecamente seguros, basados en diseños convencionales con agua refrigerante, diseños que utilizan combustibles tolerantes a accidentes o diseños que utilizan sales fundidas. Argentina esta trabajando en la primera línea, que es el CAREM, mientras que hay empresas en China, Estados Unidos y Europa que trabajan en reactores de sales fundidas. En los reactores tolerantes a accidentes lo interesante es que como son chicos, como los microrreactores, el combustible en vez de tener cinco por ciento de enriquecimiento tiene 20%, que se considera no proliferante. Argentina tiene muy bien conocidas ciertas partes del proceso tecnológico de hacer combustible al 20%, así que estamos trabajando con Westinghouse de EE.UU. para ver si podemos hacer ciertas partes del proceso para tener este uranio al 20%, conocido como HALEU. Con este tipo de uranio, que tiene cuatro o cinco veces más de densidad de energía, se pueden hacer reactores más pequeños. Los estadounidenses crearon en diciembre un consorcio para hacer una base tecnológica para hacer unos nuevos ciclos de combustible en base a HALEU, reactores compactos de siguiente generación. -INVAP se focaliza en proyectos o bienes de capital de alta tecnología que suelen tener como clientes a actores estatales. ¿La compañía podría volcarse al diseño y producción de productos para el mercado en general? Nosotros somos business-to-government. No somos bussiness-to-bussiness, no somos bussiness-to-consumers. En Argentina no es negocio hacer productos para empresas, sí se pueden hacer servicios. Para realizar productos para empresas se necesita un mercado y tamaño global. Lo que sí hacemos nosotros, que es comparable a lo que realizan corporaciones como Boeing o Northrop Grupmman pero a una escala menor, es vender grandes proyectos de infraestructura de series cortas pero de muy alto valor agregado. Los gobiernos compran eso. Ahí podes facturar unos 200 millones de dólares por año, que es lo que necesitamos nosotros para mantener nuestra base de personal, que es altamente calificado. Ocasionalmente van a salir productos derivados al mercado más bien de corporaciones. De consumidores casi seguro que no.

La saga de la Argentina nuclear – XIX

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Cuando la actividad nuclear argentina está en riesgo, queremos repasar algunos momentos del largo esfuerzo que la construyó Los anteriores capitulos de la saga estan aqui Esta historia -vamos por el capítulo 19- se inició en el marco de un esfuerzo un poco quijotesco: que un argentino tuviera la Dirección General del OIEA, Organismo Internacional de Energía Atómica.  Fue quijotesco porque Rafael Grossi ya había perdido una posibilidad en la votación anterior: Mauricio Macri y su canciller Susana Malcorra retiraron su nominación. Pero Rafael es persistente. Compruebo que la saga tiene un público minoritario pero fiel: suma a los interesados en temas científicos, a los que descubren con algún asombro las cosas que logró el Estado argentino en otros tiempos, y a quienes como Daniel Arias, y yo pensamos que la industria nuclear no es un mero enchufe eléctrico, sino una fuente de investigación propia, desarrollo original, industria de punta, empleo calificado y exportaciones de tecnología estratégica.

A. B. F.

El átomo en tiempo de Illia… y de Onganía Aquel año 1965, en estas pampas entonces trigueras y vacunas, el PBI crecía bonitamente y en consecuencia el presidente radical Arturo Illia había decidido que se erigiera una planta nuclear de alrededor de 550 MW. Para no despilfarrar dinero y potencia en largas líneas de alta tensión, la planta estaría en el centro mismo del área de mayor aumento de consumo proyectado. Eso daba Lima “o por ahí”, a 160 km. de Buenos Aires sobre la ruta 9 a Rosario. Se compraron campos de los Atucha linderos con la barranca del Paraná de las Palmas. Y el nombre de esa familia de grandes propietarios rurales terminó definiendo el de dos centrales atómicas, y tal vez de alguna más, en el futuro. Aquella potencia eléctrica, 550 MW, entonces daba para cubrir completamente la demanda de la Capital Federal, el área del Litoral hasta Rosario y buena parte del conurbano norte porteño. Ante la inminente compra, los bandos de Jorge Sábato, con sus 12 apóstoles, y los seguidores de Jorge Cosentino ya se habían escindido y rompían lanzas. Era una agarrada de «combustibleros» versus reactoristas, un duelo por dirigir el Programa Nuclear más enconado que el de Capuletos y Montescos por ser amos de Verona. El grito de guerra de los combustibleros Sabatianos era: “¡La central la hacemos nosotros!”, y el de los segundos: “¡Transferencia de tecnología!”. Sobre esto, más información en siguientes capítulos. No pretendo siquiera tratar de ser objetivo, lector. Soy sabatiano. Lo cierto es que, divididos los ángeles en el cielo nuclear, peleaban como demonios por decidir de qué modo se construiría esa central. Pero primero tuvieron que cerrar filas espalda contra espalda, porque tenían enemigos locales. La batalla empezó por una victoria pírrica de la Secretaría de Energía (y en buena medida también la plana mayor de la empresa eléctrica metropolitana SEGBA). Hablo de gente de pensamiento petrolero: querían centrales térmicas que pudieran entender y manejar, no nucleares fuera de su dominio intelectual y administrativo. El bando térmico-petrolero tenía manija, y logró bajar en casi 200 megavatios el “share” de potencia instalada destinado a la comparativamente pequeña CNEA. Pero ésta dio más lucha de pasillos de la esperable, y el club del fuel-oil salió ganando por puntos y se fue gruñendo con un ojo a la funerala. No se lo esperaban. Zanjada la discusión con los Oil & Gas boy por Illia, a la muchachada atómica le quedaban 350 MW. Hoy parece poco, pero en 1965 era mucho, si pensamos en el contexto de una red eléctrica nacional de apenas 4000 MW como la de aquel entonces (hoy, en 2023, es casi 10 veces mayor). Atucha I sería durante décadas la máquina puntual más potente de todo aquel sistema. Illia, y como él todos los partidos, cenáculos, corporaciones y concentraciones de poder civil y militar en la Argentina, habían defendido el derecho de la CNEA a dar electricidad. Entendían casi como artículo de fe que tener megavatios nucleares iba a darle a la Argentina progreso tecnológico y prestigio regional. En la región, la movida argentina aceleró la toma de decisiones en Brasil y México, donde había una base de recursos humanos e industriales comparable. Pero como se verá después, cada país siguió opciones diferentes, en contextos políticos muy distintos y a veces con resultados muy extraños. Respecto de la entrada de los nucleares argentinos al campo eléctrico, las venganzas posteriores de la Secretaría de Energía serían taimadas y casi letales, pero ésa es otra historia. Significativamente, los intentos más serios para detener el Programa Nuclear empezaron en 1983, y 11 años después, en 1994, lograron derribar a la CNEA de su dependencia directa del Poder Ejecutivo Nacional y subsumirla en secretarías o niveles aún inferiores de diversos ministerios, entre ellos Educación, el difunto ministerio de Planeamiento. Durante el gobierno macrista, rodó aún más abajo y fue una subsecretaría del nuevo Ministerio de Energía, dirigido por el ing. Juan C. Aranguren. En suma, que a la CNEA la dirigió la Shell. Mirando pa’ atrás, uno ve que tipos tan distintos como Perón, Illia, Lanusse, el innombrable Videla e incluso Alfonsín, en un punto, consideraron el átomo como lo que es: un asunto estratégico, y mal que bien, todos usaron esa palanca diplomática que daba. Pero desde Menem en más la dirigencia subsiguiente lo vio como una pesada herencia, un cinturón de castidad que impide las relaciones carnales plenas con los EEUU. Los menos idiotas a veces lo redescubren como un generador portátil para paliar apagones, como cuando Menem te desinfla el gigantesco yacimiento de Loma de la Lata con 60 años de gas, sólo que malvendiéndolo y exportándolo a precio vil. O cuando, como acaba de suceder, tres años sucesivos de sequías dejan caminables los fondos del Paraná y del Uruguay, y sin agua las turbinas hidroeléctricas de Yacyretá y de Salto Grande. Pero nadie se enamora de su generador portátil. En estos mares de Dios la clase política sigue creyendo que la nave es el gas natural, y el átomo a lo sumo un salvavidas. Es al revés, pero no entiende de climatología, como casi tampoco ninguna otra ciencia dura. Nadie cree que el negocio nuclear exceda el de electricidad barata (U$ 48 el megavatio hora) y disponible 24×7. Raras veces se entiende que el «core business» del átomo para la Argentina es la tecnología, que por ser tan dual, es estratégica siempre. Obviamente, desde tan abajo del tótem federal como una Secretaría, es imposible cambiar el destino productivo de este país. Y es que la tecnología nuclear está llena de ramificaciones y opciones “perplejas”, habría dicho quizás Borges, y no tienen respuesta sin un considerable poder político. ¿Se hace tal o cual central? ¿De qué módulo? ¿En qué provincia? ¿Con qué combustible? ¿Se exporta ésta u otra planta a tal o cual país? ¿Se manda a pasear a quienes objetan esa exportación? Son todos asuntos de estado o entre estados-nación, no de compañías y de CEOs. Con su caída en el tótem estatal a un rango de autoridad inferior al de un municipio y manijeado, de yapa, por lacayos de una petrolera multinacional, el viejo “Planeta CNEA” pasó de ser Júpiter a volverse un asteroide invisible e inviable. En un mundo muy distinto, el 25 de junio de 1966, después de que el general Juan Carlos Onganía derribara al presidente Illia, aclaró en los meses sucesivos, mediante sus broncos carraspeos de prensa, que pensaba quedarse indefinidamente de primer mandatario. Un poco como su modelo, el Caudillo de España por voluntad de Dios, generalísimo Francisco Franco. Las presidencias de Sudamérica se habían ido llenando de cuarteleros bigotudos de similar calaña, fogoneados por el miedo del Departamento de Estado de que los sudacas nos hiciéramos todos comunistas y ateos. Y barbudos. Y cubanos. El onganiato recibió ofertas en carretilla para la central de Lima, pese a que la alarmada CNEA, dispuesta a no perder el control de su área, había perpetrado un pliego de licitación draconiano. Nada de financiación del Banco Mundial, del FMI ni de niño muerto: el que ofertara, tenía que poner su propia tarasca “upfront” y, construida la planta, ir cobrando a un interés bastante bajo el dinero que saldría de la venta de electricidad. Puesto que una central nuclear tiene una inversión inicial enorme, y luego costos operativos relativamente bajos de combustible y mantenimiento, los repagos serían firmes pero lentos: la propuesta de la CNEA estaba casi dibujada para espantar oferentes. No se espantaron. Otra cosa interesante de los pliegos: debía haber una intensa participación de la industria argentina, para lo cual el SATI, Servicio de Asistencia Técnica a la Industria de la CNEA (una idea de Jorge Sabato), haría un relevamiento de quién calificaba, quién no, y con qué componente se anotaba cada quisque. Si alguien imponía compra llave en mano, esta cláusula le saboteaba (o quizás le sabateaba) el juego. Para sorpresa general, aún con tan tóxica fumigación de restricciones, dentro del área económica que los EEUU llamaban «el mundo libre» no se bajó casi nadie. Hubo 17 oferentes, a cuál más ansioso. Y por buenas razones: teníamos el desarrollo nuclear independiente más poderoso del mundo, detrás del de la India. ¿Quién se perdería la posibilidad de subirse a semejante tren… aunque más no fuera para abrirse paso hasta la locomotora e imponer sus propios maquinistas? Primero fue el descarte de opciones tecnológicas de las centrales inglesas y francesas de aquel entonces, de uranio natural moderado con grafito y refrigeradas a helio, como la escocesa de Calder Hall, o la francesa Chinon III. En ello hubo consideraciones técnicas y políticas. Las técnicas son simples: el grafito le baja la velocidad a los neutrones, lo que paradójicamente los vuelve más capaces de lograr fisiones de uranio 235. En ese uso antiintuitivo del lenguaje común que es propio de los físicos nucleares, ese proceso que aumenta la paupérrima reactividad del uranio natural se llama «moderación». El grafito es un moderador excelente, pero a temperatura de reactor, si llega a ponerse en contacto con oxígeno, arde. Y no quieras ver cómo. El primer accidente nuclear serio de la historia europea fue el de Windscale, sobre la costa escocesa, en 1957, sin víctimas. Cuando el Dr. Carlos Aráoz le preguntó a uno de los jefes de planta cómo se extingue un incendio de grafito, la respuesta fue: «No se apaga. Arde hasta que se consume todo el grafito». De modo que como moderador aquí en Argentina se optó por agua liviana o por agua pesada, barata una, muy cara la otra, pero ambas resueltamente incombustibles. Las consideraciones políticas son más serias: las máquinas de tipo Calder Hall o Chinon son un híbrido: fabricaban electricidad para la red, pero también plutonio para programas de bombas implosivas de plutonio, con el que el Reino Unido y Francia querían ponerse rápidamente a la altura de los EEUU y de la URSS en capacidades bélicas. El plutonio «grado militar» es su isótopo 239, pero los demás isótopos más pesados (240, 241, 242, etc) son desastrosos para fabricar armas. O emiten radiación gamma que vuelve al material casi imposible de manejar en términos metalúrgicos, o son tan hiper-reactivos que dispersan prematuramente en forma de nube de plasma la masa sólida y supercrítica destinada a explotar. Lo que logran estas mezclas isotópicas de plutonio no es un «bang» sino un «fizzle», un reacción de pésimo rendimiento termomecánico. El óxido de plutonio 239 casi puro en 1965 todavía se podía conseguir por licitación pública internacional desde EEUU, Francia e Inglaterra e incluso la URSS, aunque en cantidades subcríticas (un kg. con toda la furia), bajo vigilancia tipo «dos de oros» del OIEA y a un precio de U$ 10 el gramo. En 2022, eso equivaldría a U$ 95,37. Y no se lo vendés a nadie, ni de a gramos, está recontra prohibido. Con criterios de hoy un reactor plutonígeno de la industria militar debe evitar la formación de isótopos hiper-pesados. Eso cuesta retirar el combustible del reactor en forma prematura, es decir sacrificar meses o años de quemado. Es el modo de lograr el máximo posible de isótopo 239. Pero además, luego hay que depurarlo todo lo que se pueda de la contaminación con isótopos 240 y más pesados. Es complicado. Y carísimo. Calder Hall y Chinon fueron un punto de divorcio tecnológico: separaron a las centrales de potencia, que producen electricidad para la red, de las «production facilities», es decir de los reactores plutonígenos militares. En su ansia de juntar la Biblia con el calefón, estas primitivas plantas inglesas y francesas mixtas eran malas para una y otra cosa. Una verdadera central de potencia manda el quemado: se trata de sacar todo el rendimiento eléctrico posible de la fisión del uranio. Además, tiene más del 50% de su costo invertido en seguridad operativa, y está controlada por civiles. En una «production facility», como me dijo en 1986 el ing. Abel González, reactorista argentino y hoy la mayor referencia mundial en radioprotección, mandan gorras sobre pergaminos, la seguridad es «no preguntes» y (sic) «el personal se irradia hasta las pelotas». Descartar la confusa tecnología de Calder Hall o de Chinon fue un modo de decirle a la región que la Argentina no iba a por armas nucleares. Brasil y Chile, encantados. El asunto después fue elegir qué tipo de combustible, y por ende qué tipo de moderador. Con la nuclearización de la electricidad rampante en EEUU, Europa y la URSS, las cosas aquí en Argentina no salieron exactamente como Washington tenía “in mente”, y justamente por cuestiones de combustible. A diferencia de México y Brasil, aquí elegimos el uranio natural en buena medida para desmalezar el terreno de propuestas yanquis, todas a enriquecido. Y abjuramos de las compras “llave en mano” para apropiarnos –hasta donde pudimos, y pudimos bastante- de la tecnología alemana y canadiense. Esos tenían fierros «pinturita», y las ofertas más generosas en transferencia de tecnología. En el mundo de los ’60 los países nucleares occidentales no estaban ni remotamente tan disciplinados a la política del State Department como los de hoy. Y en ese mundo multipolar, la Argentina tenía un perfil nuclear muy autónomo. No pretendíamos ser heráldicos y rugientes leones, tigres, pumas, jaguares o águilas, pero tampoco burros de la noria de nadie. Más bien, éramos como las cebras: si las dejás en paz, hacen la suya. Pero si te gustan tus dientes no trates de domarlas. En términos de combustibles, nuestra «cebritud» o «cebridad» significó uranio natural, con esa escasa proporción de 0,71% de isótopo 235 con que sale de la mina. Aún purificado a estado de óxido, sin residuos geológicos, y luego cocinado bajo presión para transformarse en las pastillitas negras de cerámica que rellenan los manojos combustibles, su tenor de 235 no varía desde la geología hasta la central. Mas he aquí que el uranio natural es un combustible flojo en neutrones libres, no hay modo de iniciar con él una reacción en cadena si no lo moderás para que te sobren neutrones «termalizados», de baja energía. Y para ello se necesita grafito (material que aquí no tenía fanáticos) o agua pesada. Ésta es cara y era importada, pero podés aprender a fabricarla por un lento y engorroso enriquecimiento del agua natural, y se hizo. ¿Por qué el uranio enriquecido aquí no tenía «groupies»? Porque no teníamos la tecnología de fabricación, y es aún más peliaguda que la del agua pesada. Pocos oferentes internacionales de uranio enriquecido «grado central» (alrededor del 3% en aquel entonces), y eran EEUU, la UE y la URSS. Con que como país tomaras alguna decisión de política externa que no le gustara a ese trío, como ser competir comercialmente con ellos, te cortaban el abastecimiento. Y entonces la Reina del Plata se quedaba en apagón eléctrico. No son teorías, como se verá. El uranio natural como opción nucleoeléctrica estuvo bien. Cuando la CNEA tuvo el atrevimiento de venderle dos reactores de investigación a falta de uno al IPEN, Instituto Peruano de Energía Nuclear, en 1981 EEUU le inició un boicot de uranio enriquecido al 90%. Para ello rompió contratos celebrados en los ’50, prácticamente a perpetuidad. Eso puso en apagón todos los reactores de investigación y de fabricación de radioisótopos médicos de la región, incluidos nuestro RA-3 de Ezeiza y el RP-10 de Perú. Estaban diseñados para funcionar con uranio al 90%. Ups. Afortunadamente, en 1981 la URSS necesitaba de trigo argentino casi con desesperación, nosotros podíamos rediseñar esas plantas para funcionar con enriquecido al 19,7%, el llamado HALEU (High Assay Low Enrichment Uranium), y los soviéticos podían suministrarlo bajo salvaguardias según las leyes internacionales. Mientras duró ese mal trago, más de un enfermo cardíaco u oncológico estuvo en trance de quedarse sin los diagnósticos y tratamientos más avanzados del momento. Pero todo ese tiempo Atucha I funcionó aceptablemente, como venía haciéndolo desde 1974. Con uranio natural argentino, por si no se entendió.  Hicimos macanas pero también tomamos algunas buenas decisiones. Y nos fue como nos fue: bastante peor de lo que esperábamos en los muy optimistas años ’60, pero no tan mal. Medio siglo más tarde tenemos muy poca electricidad nuclear, aunque es la más barata y confiable del Sistema Argentino de Interconexión, una cantidad desmedida de recursos humanos en relación a la potencia nucleoeléctrica instalada, el mayor desarrollo de medicina nuclear de las Américas, con 14 centros activos en 13 provincias, y desde 2000 y por ahora, dominamos el mercado mundial de pequeños reactores. No estamos bien, pero ¿mal? Nada mal, habida cuenta de tanto cipayo y/o zapallo, de tanto endeudador serial y de tanto «pasaron cosas». En el mundo nuclear, hemos pasado de bicho raro a rarísimo, con un cerebro muy capaz pero poca musculatura. Anomalía para cuya remediación esa nube tóxica de economistas al uso que se prostituye en los medios recomienda no la gimnasia, sino la lobotomía. Lo dicho, es una posición vulnerable: mucho prestigio pero poco poder económico y político. En materia de uranio enriquecido, estamos construyendo la planta piloto del CAREM, nuestra primera central de potencia “Nac & Pop”, con 32 MW instalados, en el predio de las Atuchas I y II. Si el CAREM sale bueno, acaso en un modelo industrial más potente, alguna vez lo exportaremos. Quizás fabricado en serie y por decenas, quién te dice. Y tal vez eso cambie de un modo interesante todo el futuro industrial argentino, vuelva «de mayor densidad nacional» nuestro perfil exportador, como decía el economista Aldo Ferrer, uno de los pocos de su profesión que siempre recordamos con cariño. Y entonces las asociaciones de la industria las dirijan empresas de tecnología, en lugar de fabricantes de galletitas. Ponele. País con un destino nuclear rebelde y rigoreado, el nuestro, pero si comparamos con la región, menos dependiente, más interesante y con un futuro enigmático y más promesas. Lo dicho: el negocio nuclear es vender tecnología, no megavatios hora. Dicho eso, qué bien que le vendría a la Argentina ese 17% de electricidad nuclear que llegó a tener cuando se puso crítica Atucha I, en lugar del 5 o 6% actual. Eso, mientras rezamos que no aflojen las incipientes lluvias en el Alto Paraná, el Uruguay y el Limay. Y que no nos maten los emires con el precio del gas licuado importado. Lindo país supimos hacer, sujeto al clima y a lejanos reyes.

Daniel E. Arias

La CONAE ofrece gratuitamente informacion satelital sobre lluvias

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La Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) publicó en su Portal de Información Geoespacial (Geoportal) una serie de nuevos productos sobre precipitaciones basados en información satelital. Con acceso libre y gratuito, constituyen un insumo de interés para la comunidad de ciencia y tecnología así como para usuarios finales. Los productos, desarrollados por la Gerencia de Vinculación Tecnológica de la CONAE, incluyen datos acumulados de precipitación en periodos diarios y mensuales, anomalías mensuales y series históricas.

El crecimiento del comercio electrónico en la Argentina

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El comercio electrónico mostró un crecimiento sostenido en los últimos años que se vio potenciado por la pandemia y que en 2022 retomó valores de crecimiento “normales” debido al aumento de la inflación en el mundo, las menores restricciones sanitarias y los escenarios de posible recesión global.
Sin embargo, según datos de eMarketer, Argentina fue el mercado latinoamericano de mayor crecimiento en el año, con un aumento del 25,3% en 2022 y se posicionó quinto a nivel global, solo por detrás de Singapur (36%), Indonesia (34%), Filipinas (25,9%) e India (25,3%). Los otros dos países latinoamericanos que pertenecen al top 10 son México en el noveno puesto con un crecimiento del 18% en 2022, seguido por Brasil en el décimo con un alza del 17,2%.

Ventajas competitivas de Argentina

Consultado por los factores que alimentan estas proyecciones, Radavero señala que «Argentina es tierra fértil” y enumera las siguientes razones para estas expectativas:
  • La buena penetración de internet y de smartphones.
  • El buen nivel de bancarización y el acceso a tarjetas.
  • El desarrollo logístico.
Sobre la bancarización, hace una mención especial para las compañías tecnológicas abocadas a la inclusión financiera como las fintech “que trabajan para cerrar la brecha de acceso a la bancarización con aplicativos para pagar y cobrar de manera digital. Nosotros desarrollamos Pagonube para tener una propuesta integrada con la tienda y de menor costo para los comerciantes». Sin embargo aún queda un camino para recorrer en la digitalización de los pagos ya que «creció el uso de billeteras digitales y representa más que lo pagado con débito, aunque todavía sigue dominando la tarjeta de crédito y sigue con una tendencia sostenida el pago en efectivo o a través de transferencias». Las tarjetas de crédito representaron el 63,2% de los consumos, mientras que el 21,5% fue a través de pagos personalizados, el 6% a través de dinero en cuentas y el 5,8% con tarjetas de débito. Otro cambio que notaron desde Tiendanube a lo largo de 2022 fue el crecimiento exponencial de las ventas a través de los celulares. Entre las causas posibles se impone una: el uso de redes sociales. «El 76% de las ventas fueron de celular, más de la mitad viene de redes sociales. Son un driver grande de ventas y para las marcas son canales para conectar con audiencias», explica Radavero. Si bien Instagram se posiciona como el gran ganador, ya que explica el 88% de las ventas a través de redes sociales, Tik Tok gana terreno como un canal para volcar publicidad, aunque muestra otras características: «Ahí se es más proclive a comprar productos recomendados por influencers». Desde la empresa resaltan algunas características del consumidor argentino, como la avidez por el uso de la tecnología, la adopción temprana de la misma y el hábito por las compras a través de las aplicaciones.

Nuevos sectores en ecommerce

Radavero resalta en particular el efecto que tuvo la pandemia en sectores que tradicionalmente no se volcaban al comercio electrónico y decidieron abrir ese canal durante las restricciones sanitarias. “Esto expuso el comercio electrónico a gente que tardaba más tiempo en meterse y a marcas que eran más reacias y en la pandemia encontraron que era un canal alternativo viable y rentable”, señaló. Entre los sectores que destaca que se acercaron al canal online están las pescaderías, los corralones, ferreterías, además de artículos para el hogar e indumentaria. En gran parte un factor que alimenta su permanencia en el canal digital es el alcance: “Descubrieron que pueden ampliar sus audiencias. Lo que pensaban que era un local a la calle, puede ahora traspasar esas fronteras. Por ejemplo algunas tiendas en la calle Avellaneda (en el barrio porteño de Flores), marcas que históricamente eran de gente que tenía local e iba a comprar. Hoy esas tiendas crearon marcas en Tiendanube y venden a todo el país. Eso también generó un cambio en el negocio presencial. Además ganan el margen con el acceso a la venta minorista”.

Consejos para emprendedores

No todos empiezan un emprendimiento con los recursos suficientes para lanzar campañas elaboradas o hacer acuerdos con influencers. Pero para Radavero esto no es necesariamente un impedimento y recomienda tres acciones que pueden tomarse.
  • Humanizar la marca: construir una marca cercana con la audiencia puede ser un gran recurso para empresas chicas y emprendedores.
  • Segmentar: dedicarle tiempo a definir la audiencia, para quién es el producto.
  • Publicidad en redes sociales: una vez realizada la segmentación de la audiencia, invertir en redes sociales cobra sentido. “Invertir entre el 10 o 15% de la facturación, que es lo habitual, si no hiciste los primeros dos pasos, estás tirando plata. Las redes permiten ser bien específico para segmentar audiencia y una inversión pequeña genera retornos en poco tiempo».

Tendencias

Otro de los cambios que detectaron en el último tiempo es una mayor demanda de empresas b, es decir, las compañías que buscan medir su impacto social y ambiental y asumen compromisos en ese sentido. “Vemos más productos relacionados con el cuidado personal, alimentación saludable. Y la contracara es de donde vienen todos estos productos: alimentos que sean o no orgánicos, productos biodegradables. Los consumidores se están fijando en eso, cada vez más las empresas b le muestran a sus audiencias con menos impacto, un sourcing responsable de materias primas, y el consumidor lo valora, tiende a una compra más responsable”. “Hay varias marcas que tenemos que trabajan la inclusión desde el producto, talles grandes, diseños sin género asociado, rompiendo los moldes de ropa femenina o masculina. Ahí si vemos más emprendedoras trabajando en eso. Además estas marcas le permiten a gente que se quedaba fuera del mercado tradicional encontrar propuestas responsables”, agrega.

Desafíos 2023

Desde Tiendanube destacan que proyectan el 20% de crecimiento anual y aseguran que “es una buena estimativa”. “Estamos enfocados en seguir llegando a nuevos emprendedores y nuevas marcas”. Agregan una nueva unidad que están desarrollando: “Queremos llegar a las pymes, orientarnos también a empresas de más complejidad o medianas que venden online pero quieren un salto cuantitativo”. Por último, otro de los objetivos para el próximo año es enfocarse en el desarrollo de una solución de pagos virtuales

Wintershall Dea: «la Argentina puede abastecer con gas a Europa»

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Mario Mehren, el CEO de Wintershall Dea, afirmó en su visita al país que la Argentina puede desempeñar un papel importante en el abastecimiento energético de Europa. Es la compañía independiente de gas y petróleo más grande de ese continente y una de las productoras de gas más importantes de la Argentina. El Proyecto Fénix, el actual desarrollo offshore insignia de Wintershall Dea en Tierra del Fuego, proporcionará importantes volúmenes de gas por más de 15 años.

El CEO de la compañía Wintershall Dea, Mario Mehren, formó parte de la delegación de empresarios alemanes que acompañó al Canciller de ese país, Olaf Scholz, en su viaje a la Argentina este fin de semana. En su visita al país, Mehren afirmó que la Argentina tiene el potencial para desempeñar un papel importante en el mercado energético sudamericano y, al mismo tiempo, contribuir al abastecimiento de Alemania y Europa. Wintershall Dea es la compañía independiente más importante en producción de gas natural y petróleo de Europa y hace pocos días acaba de anunciar su salida definitiva de sus operaciones en Rusia. Está en el país desde hace 45 años y hoy es uno de los productores de gas más importantes de la Argentina con proyectos en Tierra del Fuego y Neuquén.
“Actualmente, la Argentina se encuentra en proceso de ejecución de proyectos de infraestructura a gran escala, como la ampliación de la red nacional de gasoductos, para aprovechar su potencial. El objetivo principal es conseguir la independencia de las importaciones de energía como primer paso y, luego, establecer al país como proveedor de energía en el mercado mundial, más allá de las exportaciones regionales existentes”, afirmó Mehren. “Si se logra esto, la Argentina también tendría potencial para suministrar energía a Europa a largo plazoNosotros en Wintershall Dea apoyamos al país en este camino con nuestra. Nuestra atención se centra en la producción responsable de gas natural en las regiones de Tierra del Fuego y Neuquén, en la que ya estamos realizando una importante contribución al suministro energético de Argentina”. También, Mehren señaló en su visita que “la Argentina es uno de los países más importantes de nuestra cartera global. Especialmente en el sector energético, ofrece un enorme potencial, entre otras cosas, por los recursos de gas existentes”.

Proyecto Fénix

En la actualidad, Wintershall Dea planea realizar nuevas inversiones para expandir la producción de gas frente a la costa de Tierra del Fuego, donde tiene una participación del 37,5% en CMA-1 (Cuenca Marina Austral 1), la concesión de producción de gas más austral, desde donde se cubre actualmente alrededor del 15% de la demanda de la Argentina. En el marco de CMA-1, Wintershall Dea desarrolla junto con el operador Total Energies y su socio Pan American Energy (PAE) el Proyecto Fénix, el cual es de gran importancia para el país y comenzará a producir gas a partir de inicios de 2025. La inversión total del consorcio en este desarrollo offshore será de alrededor de US$ 700 millones y tendrá una producción de 10 millones de metros cúbicos de gas al día (MMm3/d). Se prevé que Fénix suministrará importantes volúmenes de gas natural durante más de 15 años. Además, Wintershall Dea pasó a formar parte del consorcio nacional del hidrógeno “H2ar”, la iniciativa intersectorial de la industria para promover la economía del hidrógeno en la Argentina. Con esta incorporación, la compañía alemana refuerza su compromiso como actor clave en las políticas de descarbonización y la transición energética del país.

La saga de la Argentina nuclear – XVIII

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Cuando la actividad nuclear argentina está en riesgo, queremos repasar algunos momentos del largo esfuerzo que la construyó Los anteriores capitulos de la saga estan aqui Este capítulo habla de la «carrera nuclear» entre Argentina y Brasil. La carrera que no fué. A no equivocarse: había pica, razonablemente amistosa. Cuando Canadá le «cerró la canilla» de un día para otro a Brasil en radioisótopos médicos, sus proveedores en plan B fuimos nosotros. En tecnología nuclear entre Brasil y Argentina hubo competencia durante décadas, y en alguna medida sigue, pero es casi futbolera, de prestigio tecnológico. De bombas, nada. Les llevamos una cabeza de ventaja, no mucho más, y añado un cauteloso «todavía», por algunas decisiones acertadas que la CNEA tomó en los ´50 y ´60, es decir, en el siglo pasado, MUY pasado. Es lo que se cuenta en esta saga. Se cuenta también que los brasileños tuvieron una mala suerte increíble, en parte por algunas decisiones no tan buenas. Pero si no les fue bien no fue por falta de talento tecnológico o de músculo industrial. Cuando en determinados círculos se habla de «carrera nuclear», se entiende una competencia por llegar a «La Bomba», así con mayúsculas. ¿Pudo existir? De nuestro lado, eso se empezó a evitar en los mismos ’60. Y se hizo del modo en que se cuenta a continuación. Porque no se nos da la gana Adolfo “Chin-chín” Saracho, quien fue embajador y mi amigo, en 1984 le pidió a Dante Caputo y “Jorgito” Sábato la creación de la DIGAN “para ayudar las exportaciones de tecnología nuclear argentina», en sus palabras. Pero sobre todo, para darles un marco político. Aceptado, todo desarrollo nuclear nuevo en Argentina ofendería a los EEUU. Y ni hablemos de exportaciones nucleares. Ofenderlos era inevitable. El asunto era elegir cuidadosamente los clientes y evitar la siempre cambiante «lista negra» de los EEUU. Saracho trataba de superar un hecho indiscutible. Es éste: la CNEA tenía una superioridad absoluta de conocimiento sobre su tema, al menos medida contra el común de la clase política argentina, formada mayormente por abogados, algún médico, frecuentes generales de una cultura más bien cuartelera, nada de científicos y casi cero tecnólogos. Tan rodeada de inexpertos, la CNEA se veía obligada a inventar su propia diplomacia internacional, liderada por personajes como el capitán (RE) Roberto Ornstein (ver aquí y aquí) y el experto en radioprotección Dr. Dan Beninson. Y eso a la CNEA no le salía mal. Bailaba su propia música, tratando de no pisarle los pies a nadie. Ningún presidente argentino, ya lo fuera por votos o por botas, se negaba a ponerse al teléfono cuando la CNEA solicitaba una audiencia. Pero bueno, en una república se entiende que el poder sobre la diplomacia está más distribuido sobre el arco político. Entre 1950 y 1983, el paraguas político de dos fuerzas armadas (la Armada y en menor medida el Ejército) se tendió un breve instante infinito sobre la cabeza de los “nerds” nucleares argentinos, sin que importaran mucho sus ideas sino más bien sus capacidades. Esa protección les dio cargos no sólo relativamente bien pagos y casi intocables, sino proyectos que llegaban a término. Y así siguió la cosa por tres décadas, con una ringla de éxitos técnicos que en su momento asombraron a los argentinos. Y a los no argentinos, bastante. Por mencionar tres hitos, recuerdo la primera reacción nuclear en Sudamérica, la del reactor RA-1 del Centro Atómico Constituyentes en 1958. O el arranque operativo del RA-3 del Centro Atómico Ezeiza, que en 1967 inició la medicina nuclear en diagnósticos y terapias cardio y oncológicas con radioisótopos, en Argentina y además en el Cono Sur. O la puesta en marcha de Atucha 1 en 1974, que marcó el inicio regional de la electricidad nuclear. Todo esto despertó la envidia del resto del siempre maltratado aparato científico argentino, signado por la pobreza y la persecución ideológica. «Tenemos una burguesía chanta», como dijo Jorge Sabato, y eso a veces hace de la Argentina un lugar estúpido. A un Manolo Sadosky, fundador de la informática de alto desempeño en la Argentina, la Federal de Onganía le podía romper la cabeza en La Noche de los Bastones Largos, y todo bien. Nuestros infernales servicios de inteligencia pudieron también serrucharle el piso en el Instituto Malbrán a César Milstein, futuro premio Nobel por inventor de los anticuerpos monoclonales, y forzarlo al exilio y a trabajar el resto de su vida en Inglaterra. ¿Cuántos miles de millones de dólares por año se facturan hoy de anticuerpos monoclonales? Bueno, nuestra industria farmacológica se los perdió, y le importa un carajo. Un lugar estúpido, sí. Pero los nucleares fueron intocables: un estado dentro del estado. No podía durar. Un único presidente de aquellos años, siguiendo instrucciones que le bajaba su inesperado Ministro de Economía, don Julio Alsogaray, le pegó una primera patada, medio de ensayo, a la vaca sagrada nuclear. Ese fue el presidente Arturo Frondizi, paradójicamente un admirador de la casa. Fue también el extraño desarrollista (¿?) que en 1961, siempre siguiendo instrucciones de Alsogaray, trató de cerrar 17.000 km. de tendidos ferroviarios aquel mismo año. Y como reacción gremial, provocó el primer paro ferroviario nacional por tiempo indeterminado. Vos siempre confiá en don Álvaro para desmantelar un gobierno. O un país. Tipos de esos, fabricamos miles. En 1961 el obediente Frondizi le rebanó el presupuesto a la CNEA por la mitad, de un año a otro. La institución sobrevivió porque todavía era lo suficientemente académica y poco industrial. No tenía ninguna gran obra de infraestructura empezada. Se sabe, las obras paradas generan gastos parasitarios llamados “improductivos”, por lo cual lo realmente barato, si incurren en atrasos, es romper el chanchito y completarlas «de una». El paraguas ideológico de la CNEA era caro, sin duda, pero de bastante calidad. Y es que como dice en su libro Max Gregorio-Cernadas y cuentan el físico Mario Mariscotti y otros próceres más antiguos, como el radioquímico Renato Radicella o el «combustiblero» Carlos Aráoz, hasta en épocas de gastos quizás demasiado optimistas, en la CNEA de Atucha I, ya más de rumbos industriales, la plata se iba toda en obra nuclear, obra, mucha obra, pero mucha. Y las cuentas eran claras. Los próceres todavía vivos recuerdan aquellos años que van del ’50 al ’83 como “los del fuego sagrado”. Ese vocabulario pretencioso se evitaba ante propios y mucho más ante ajenos, y venía de un orgullo sobrio por el trabajo y por la institución: no había en él una pizca de decentismo tribunero o de patrioterismo berreta. Estimados: la máxima picardía tolerada en la CNEA hasta 1983 era “viaticar”, es decir prolongar unos días algún viaje a los tantos centros de actividad nuclear del interior para cobrar más estadías de hotel y pagos de restaurante, y eso sólo cuando los sueldos bajaban demasiado. En una Argentina como la de hoy, aquellos viaticadores, hoy todos jubilados o idos, ¿no inspiran ternura? En cuanto qué se gastaba y en qué, eso seguía surgiendo de una negociación entre partes. Los objetivos, presupuestos, tecnologías y diplomacia reales del Programa Nuclear Argentino fueron, hasta 1983, la resultante de un polígono de fuerzas: de un lado marinos verticalistas pero con especialidades científicas o técnicas que les daban plasticidad neuronal y cintura para negociar con sus propias cúpulas. Del otro lado estaba aquella chusma brava, trabajólica y levantisca de Jorge Sabato, que no respetaba a ningún milico por milico sino por doctor o magister en alguna disciplina nuclear, una vecindad de iguales que vivía en estado deliberativo porque se levantaba cada mañana a reinventar la Argentina, y que se manejaba con una democracia horizontal de esas que mi lamentado amigo Saracho llamaba “californiana”. No la habitaban angelitos contemplativos o bondadosos. No quieras ver la de golpes de furca y codazos en el hígado que se repartían en aquella California tan argenta. Pero el embajador no macaneaba. Y las luces, prendidas a deshoras. Porque como solía decir el fundador de Planeta CNEA, Pedro Iraolagoitía, «los muchachos están trabajando». Y aquí viene la frase impresionante, impublicable y verídica del Dr. Jaime Pahissa Campá, un radioquímico a quien todavía hoy le encanta proferir astracanadas. El pacto fundacional de límites de la CNEA, el «hasta aquí llegamos, pero más lejos, no», se hizo expreso en tiempos de Quihillalt, en los sesenta. Pongo fecha borrosa sólo porque Max Gregorio-Cernadas, fuente segunda de esta historia en particular, se cuida bien de dar un año preciso para la misma. Pero ocurrió, y la anécdota es cierta y certificada por el propio Pahissa. Un día aquel contralmirante-matemático, Oscar Quihillalt, hombre que reinó en la CNEA mientras por sobre el sillón de Rivadavia pasaban –y caían- ocho efímeros presidentes de la Nación, llamó a los máximos dirigentes de la CNEA y les preguntó, a la luz del dominio tecnológico ya logrado, cómo seguía “El Programa”: ¿con bomba, o sin? Eso como quien pregunta si una cierta pilcha va mejor con corbata o con moñito. Ojo, era una pregunta real, una duda que atormentó a aquel marino científico, y no sólo a él. Después, el iría con la respuesta al presidente de la nación, y el primer mandatario decidiría qué hacer. O qué no hacer. El buen o mal criterio presidencial excedía a la CNEA, y las reglas del juego eran ésas. Sólo aconsejamos, pero sabemos que nos escuchan. Porque saben que sabemos. Lo relevante era que la CNEA era en el fondo un poder más institucional y durable que el del Poder Ejecutivo, del cual dependía y al cual acataba. Y eso sucedía porque la presidencia de la  CNEA no tenía una puerta giratoria activada a cuartelazos, o por parentesco y lapicera. La jerarquía nuclear «top» era una burocracia resbaladiza, pero casi estable. Uno se hacía gerente de tal o cual área por décadas de méritos científicos y técnicos. Suelen ser durables. Y eso a la institución le daba algunas ideas claras. En fin, alguien -el Jefe- había planteado en esa mesa chica «la pregunta del millón». Hubo un silencio y carraspeos en la sala todavía llamada «de Situación», término muy naval para un recinto desangelado como pocos. Quihillat añadió sin énfasis que en lo personal el Programa Nuclear le gustaba más “sin”, pero estaba dispuesto a escuchar opiniones contrarias. Los directivos de la casa no tuvieron que pensar mucho: votaron “sin”. Y no por olfas del Jefe. Esto lo habían barruntado, discutido, macerado y desmenuzado entre sí centenares de veces, durante años, en decenas de asados en sus casas, ante familias entre atónitas y ya francamente aburridas. La Gran Pregunta también aparecía en centenares de borrascosas peleas de café en el restaurantito del tercer piso de la Sede Central de la Avda. Libertador, o en las cantinas de los Centros Atómicos de Bariloche, Ezeiza y Constituyentes. Desde el principio mismo, desde los tiempos sumamente académicos de la DNEA, aquella había sido tema de insomnio para muchos. La cuestión es que en aquella mesa de 1965 (o por ahí) no hubo ni siquiera un voto a favor de «la bomba». Ni uno. Eso es lo que más tarde Quihillalt le dijo al presidente de la Nación, presumiblemente el Dr. Arturo Illia. Y lo que le transmitió también a sus superiores en la Armada, sin desacuerdos. Lo dicho antes: a la Marina no le interesaban las bombas. Lo que sí quería era formar un «pool» argentino de recursos humanos e industriales calificados para, en algún momento que a la larga nunca llegó, poder ir adelante con un reactor PWR compacto argentino para sus submarinos. La anécdota de aquel cónclave la narró el citado Pahissa Campá, quien fue presidente un tiempo de la Asociación Argentina de Tecnología Nuclear (AATN). La narró en 2011, es decir 46 años respecto de la fecha conjetural de aquel cónclave en la Sala de Situación de la CNEA. Lo dicho, a Pahissa le gustan las astracanadas. Sigue siendo el más urticante miembro de aquella ya aristocracia nuclear que se va olvidando. El veterano radioquímico contó esto ante un público mucho más joven que él, y que incluía a diplomáticos y técnicos brasileños. Vos siempre contá con Jaime para un buen show. “Así establecimos sin presión de nadie la no proliferación, pero porque nos dio la gana”, subrayó Pahissa, con su sonrisa habitualmente algo diabólica. Me imagino la complicidad nerviosa de los oyentes brasileños: al “Programa Nuclear Paralelo” de sus propias FFAA, dirigido eternamente por el físico Rex Nazaré Alves, flaco, chiquito e hiperactivo como un grillo, sí se les había dado la gana, pero los EEUU siempre le bolearon el caballo. Todos los sabían en aquel auditorio memorioso y privilegiado en información de 2011. Los militares brasileños no se mandaron una prueba nuclear subterránea porque, recuperada la democracia, el presidente José Sarney los paró a tiempo, como quien se tira delante de una locomotora y logra frenarla. Y Sarney se jugó como loco en aquella ocasión porque Raúl Alfonsín, en el gesto más dramático y honesto de su presidencia, lo había invitado a Sarney a visitar la planta de enriquecimiento de uranio hasta entonces inaccesible. Me refiero a Pilcaniyeu. “Pilca”, minúscula y en medio de la nada, y a la que jamás habían podido acceder por derecha ni por izquierda los embajadores estadounidenses Harry Schlaudemann, Frank Ortiz y unos cuántos agentes de la CIA. Esa visita de Sarney, comienzo del comienzo del Mercosur, fue también idea de Saracho. Sin duda, que Saracho creara la DIGAN fue una iniciativa republicana. Pero una cosa fue la cancillería de Dante Caputo, con sus luces y sombras, y otra -horrorosa, banal y genuflexa- la de Guido di Tella. El Ministro de Relaciones Carnales, aquel salame siniestro, dándole órdenes de hacer «sapukku» a la institución que pudo volvernos un país más industrial, más rico… y menos estúpido. Mi colega en Clarín, la periodista política y científica Eleonora Gosman, resumió la nueva realidad en el título de un editorial de 1991: «El apagón nuclear». Que la llamada «Línea Revlon» del Palacio San Martín se cargara a la CNEA me recuerda aquel raro piropo con el que Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura 1982, saludaba inevitablemente a otros escritores jóvenes en ascenso. Cuando alguien se los presentaba en algún ágape de esos a los que se acude con esposa, soltaba el Gabo: «Y tú, ¿qué has hecho de bueno en la vida para merecer semejante mujer?». Buena pregunta para nuestra Cancillería.

Daniel E. Arias

Alemania y Argentina acordaron medidas para impulsar emprendimientos locales

Durante la visita a Argentina del jefe de Gobierno alemán, el canciller Olaf Scholz, el Ministerio de Economía suscribió este sábado una Carta de Intención Conjunta con el Ministerio Federal de Economía y Protección del Clima Alemán que apunta, entre otras acciones, a facilitar la apertura de una oficina de la German Accelerator, principal aceleradora de emprendimientos y startups alemana, para que los emprendimientos argentinos escalen en el mercado europeo y de ese país en particular. Así confirmó el Palacio de Hacienda en un comunicado, en el que brindó detalles sobre el acuerdo que había anunciado el presidente Alberto Fernández tras reunirse con Scholz en la tarde del sábado. Ese mismo día, en otro encuentro encabezado por el secretario de Programación Económica y segundo de Sergio Massa, Gabriel Rubinstein, las autoridades acordaron la apertura de la sucursal de la German Accelerator en la región metropolitana de Buenos Aires. “De esta manera, el ecosistema emprendedor argentino podrá contar con las capacidades y programas de aceleración de una institución del más alto nivel internacional, y desarrollar mejores vínculos con el mercado de startups alemán y europeo”, destacaron desde el Ministerio. La presencia de la German Accelerator en el país, remarcaron, “permitirá colocar a la Argentina como hub regional de la principal aceleradora alemana”. En este sentido, incorporaron “una institución dinamizadora para fortalecer el ecosistema emprendedor local, y para potenciar las oportunidades de internacionalización de emprendimientos y startups argentinas”. Para ello, agregaron, llevarán a cabo “mediante procesos de incubación acelerado, programas altamente personalizados, tutorías brindadas por expertos dedicados, así como el acceso a redes de socios comerciales e inversores, ayudando así a las empresas emergentes de todas las etapas y en diversas industrias en su camino hacia el éxito internacional”. “El Gobierno alemán ha manifestado la disponibilidad de financiamiento para la llegada a nuestro país”, cerraron.