Japón y los Estados Unidos acuerdan impulsar el desarrollo de nuevos reactores nucleares

El ministro de Industria japonés Nishimura Yasutoshi y la secretaria de Energía estadounidense Jennifer Granholm acordaron fortalecer la cooperación bilateral en el campo de la energía nuclear para el desarrollo de reactores de última generación, entre otras cuestiones.

Ambas partes coincidieron en la importancia de trabajar juntos para utilizar la energía nuclear como medio para avanzar en la descarbonización ahora que la seguridad del suministro energético en todo el mundo se encuentra en una situación frágil debido a la invasión rusa de Ucrania. En concreto, Japón y los Estados Unidos cooperarán para desarrollar y construir reactores de agua ligera de última generación y reactores modulares pequeños. Asimismo, tratarán de exportar reactores avanzados a Asia y otras regiones para fortalecer las cadenas de suministro en la industria nuclear. El mes pasado, la administración del primer ministro Kishida Fumio decidió cambiar la política del país de reducir la dependencia de la energía nuclear adoptada como respuesta a la triple fusión ocurrida en marzo de 2011 en la central nuclear de Fukushima Dai-ichi, de TEPCO, afectada por un tsunami. Japón planea ahora reanudar la construcción y el reemplazo de reactores nucleares, una actividad suspendida desde entonces.

 

Atucha II tuvo un desperfecto y tardará unos meses en volver al ruedo

La central nuclear Atucha II continuará fuera de servicio hasta agosto, pero ya se definió cómo se llevará a cabo su reparación, las herramientas para ello han sido diseñadas y se descuenta que no habrá que esperar hasta 2024 para que vuelva al ruedo. La sugerencia del fabricante, SIEMENS, fue destapar el recipiente de presión y desmontarlo pieza a pieza. enfoque que entre los memoriosos de Nucleoeléctrica Argentina SA (NA-SA) goza de una popularidad medible en números negativos. Por suerte, hay opciones más sensatas, y antecedentes de haber funcionado bien. Pero la que decide no es NA-SA sino la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN). La pieza que se rompió es una de cuatro, ubicadas en el fondo plano del recipiente de presión. Son separadores: en caso de derrumbarse el tanque del moderador, evitarían que éste quede apoyado en el fondo del recipiente. Esa caída cerraría la luz que separa ambas superficies e interrumpiría la circulación ascendente del agua pesada, cuya función en este caso es refrigerar los combustibles. Pero además de ser cuatro, estos separadores no soportan carga en condiciones normales. Por decirlo rápido y bien, están al cuete. Son esas redundancias de redundancias en la que abunda la ingeniería nuclear, y máxime si es alemana. Las Atuchas SON raras, únicas en el mundo por empezar, pero además lo suficientemente diferentes entre sí como para que no se pueda decir que con sus 750 MWe brutos, la considerable Atucha II «es un Atuchón», una copia grandota de la pequeña Atucha I, hoy de 364 MWe. Que ambas máquinas sean prototipos es porque por causas históricas ajenas a la ingeniería, ninguna de ellas logró ser una FOAK, una «First of a Kind», la iniciadora de un linaje de clones o casi clones mejorados, aunque esa fue la intención al diseñarlas y construirlas. Es en la construcción serial o «en flota» cuando un diseño muestra todas sus fortalezas y debilidades. La fabricación en serie sirve no sólo para bajar costos por escala, sino para podar y simplificar la ingeniería. Y por eso Atucha II tiene esos 4 separadores al cuete: los heredó del diseño de Atucha I, donde jamás causaron problemas. Y en ENACE, la extinta Empresa Nuclear de Arquitectura de Centrales, «joint venture» de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y SIEMENS, se dijeron que era más caro, en términos de ingeniería industrial, modificar planos que dejarlos como estaban. Y no por nada. Para suprimir los separadores, había que demostrarle a las autoridades regulatorias de la CNEA que no hacían falta. Lo cual, como primera reacción, les habría parado los pelos de punta. Eliminar de un plumazo cuatro piezas, aunque sean redundantes,  destinadas a la seguridad operativa de una máquina llena deliberadamente de redundancias en materia de seguridad, eso, estimados lectores, desafía los instintos primarios y las convicciones viscerales de cualquier regulador.  De modo que nunca hubo una línea argumental para sacarlos del diseño. ¿Cómo debería ser esa línea argumental, con el diario del lunes? Para caerse dentro del recipiente de presión, el tanque del moderador debería soltarse de las enormes estructuras superiores que lo mantienen levantado. Están a la altura de los caños que conectan el recipiente con los generadores de vapor. Estos anclajes son el verdadero soporte que garantiza espacio de circulación de agua bajo la base. «No hay terremoto que pueda romper esa sujeción -dice el Dr. Jorge Sidelnik, de NA-SA. «Un misilazo, tal vez, pero muy veloz y con mucha carga explosiva. La suficiente para romper el edificio de contención, que es una fortaleza de hormigón ultradenso, y su «liner» de acero, abrirse paso y explotar adentro. Además, tendría que pegar en el sitio justo». No hay otros escenarios en que uno se pueda imaginar que los separadores terminen soportando la carga del tanque. Con el diario del lunes, ENACE a fines de los ’70 tendría que haberle dicho a los dos grupos reguladores de la CNEA que fuera de ése escenario hipotético de un misilazo, la circulación en el fondo del recipiente estaba garantizada por diseño, y que los separadores se iban, chau. Hoy las cosas son muy distintas, la CNEA ya no diseña, construye ni opera centrales, eso lo hace NA-SA, y la regulación está a cargo de una entidad externa, la ARN. La historia, además, mostró que una cúpula como la de las Atuchas se banca no sólo un misil considerable (un AM-39 Exocet transónico, con 160 kg. de carga explosiva). Se banca dos, y sin siquiera dejarlos penetrar. Sucedió el 17 de Noviembre de 1987 durante la guerra entre Irak e Irán, cuando la aviación iraquí misileó a las 11:45 y luego a las 17:00 la central nuclear iraní de Bushehr, entonces inactiva y en construcción. Bushehr tenía esa robusta cúpula semiesférica típica de las centrales SIEMENS, y el ataque fue tan redituable como tirarle dos huevos a un acorazado. Los alemanes diseñan máquinas wagnerianas. Hay que bancárselas a pura chequera, pero dormís sin frazada. Pero además, en 1987 Bushehr no podría haber causado un accidente nuclear: estaba a décadas de ponerse crítica. Lo hizo recién en 2011, tras ser terminada no por SIEMENS, donde desde 1990 no entienden mucho de centrales nucleares, sino por la rusa ROSATOM. Cómo cambia el mundo… Volviendo al aquí y al ahora, las intervenciones «endoluminales», para operar internos de reactor a través de algún tubo de circulación propio del diseño de la central, son un invento argentino hijo de la más perra necesidad. Somos el equivalente nuclear de los desarrolladores del «globito» de la angioplastía, y porque no tuvimos más remedio que serlo. Pero eso se cuenta después. En el caso de Atucha II, el tubo para entrar y destapar la circulación de su canal de refrigeración AD13 es muy angosto (10,5 centímetros de diámetro). Hay que cortar ese disco separador (al cuete) que se corrió de lugar, impelido por la brutal corriente ascendente de las 600 toneladas de agua pesada que carga la central. Lo está obstruyendo casi totalmente. No es grave, porque hay 450 otros canales refrigerantes. Pero ésto es industria nuclear, y además argentina. La obsesión por la seguridad es indescriptible. En fin, que se podría dejar todo como está, pero hay que cortar ese disco separador en tres pedazos, y todos deben ser lo suficientemente chicos como para luego poder ser recogidos en una canasta diseñada ad-hoc y salir por ese caño. Y ésa es la parte más fácil. La difícil será añadirle cuatro puntos de sutura a los tres separadores que siguen intactos, para evitar que sigan el mal ejemplo del que se desprendió, y ni vibren ni se rompan. Lo cual podría no suceder nunca, pero si ocurre, habría que quitarlos, y eso obligaría a parar nuevamente la central mientras se los remueve. Y salir de operaciones vale un Perú de lucro perdido, casi un palo verde por día. De modo que mejor prevenir. Todo esto lo tiene que autorizar la ARN, la Agencia Regulatoria Nuclear, que por depender del Poder Ejecutivo Nacional tiene preeminencia sobre NA-SA en el tótem del estado argentino. Es una suegra, pero ahora externa y con mucho más mando. La ARN bien podría decidir que hay que hacer cirugía brava y destapar el recipiente, y en ese caso la reparación duraría años enteros, y joderse. Lo dicho, ARN hoy es el tribunal de alzada en seguridad. Lo que dice, se hace, pero lo frecuente es que diga qué NO se hace. A recordar, en 1988 la otra y primera Atucha, la I, tuvo una ruptura mucho más importante y extensa. Afectó estructuras internas dentro de su propio recipiente de presión: una lanza con un sensor en la punta se puso a vibrar, por la tremenda corriente circulante por los internos. Vibró más de la cuenta, porque rompió las paredes de aleación de incolloy del canal refrigerante que lo contenía. Eso desgarró y liberó pedazos de chapa, y además degolló un elemento combustible. Con ello, quedaron regadas centenares de pastillas de cerámica de dióxido de uranio (muy duras), sueltas en el brutal torrente de circulación de agua pesada. El agua pesada en ambas Atuchas tiene dos roles: en el circuito llamado «de moderación», le baja la velocidad a los neutrones expelidos por la fisión de los átomos de uranio 235. Salen disparados a una velocidad casi lumínica, pero tras muchas colisiones con las móléculas de agua pesada, bajan a velocidad meramente supersónica. Es con esa velocidad disminuida con la que los neutrones son absorbidos por otros átomos de U235 y los fisionan. El uranio natural, combustible poco picante, si lo hay, tiene apenas un 0,71% de átomos de U235, el resto es U238 no físil. Sin la moderación del agua pesada, no habría reacción en cadena, la central directamente no arrancaría. La otra función del agua pesada en estas centrales es la de enfriar el núcleo para que no se derrita, y llevarse al calor a otra parte (a los generadores de vapor del circuito secundario, para hacer girar la turbina). Es otra función que se cumple en otro circuito, porque para fungir de refrigerante o de moderador, el agua pesada debe estar a temperaturas y presiones bastante diferentes. No se pueden mezclar ambos caudales. Pero en el incidente de 1988 en Atucha I, al romperse el aislamiento físico entre refrigerante y moderador, se mezclaron ambos torrentes. Y como el refrigerante llega 296 grados Celsius, elevó la temperatura del moderador por encima de su punto óptimo (está en 140 grados Celsius). Y entonces la máquina fue quedándose sin neutrones disponibles para fisión, por ende sin potencia, y se detuvo sola. No podía hacer otra cosa. Ese ejemplo de seguridad pasiva a inherente está basado en la Física, no en sistemas activos potencialmente falibles. La Física no se rompe. Muy a contrapelo de las boludeces que se publicaron al respecto en aquel entonces, en ningún momento hubo la posibilidad de un Chernobyl criollo, slogan con el que Greenpeace reclutó tarjetas de crédito a rolete. Un determinante de seguridad es que Atucha I costó U$ 1800 por kilovatio instalado, y el RBMK de Chernobyl, reactor destripado si los hay, sólo U$ 200. Y la mitad del costo de Atucha I está en sistemas de seguridad. Los valores de dólar considerados en esta pequeña comparación son de 1988. Me los dio en su momento el Ing. Abel González, entonces presidente de ENACE, y hoy una de las mayores autoridades mundiales en radioprotección del OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica), del UNSCEAR (Comité Científico de las Nacional Unidas sobre Efectos de las Radiaciones Atómicas), y hoy miembro asesor de la ARN. En el pifostio de 1988, mucho peor que el de hoy en Atucha II, no hubo afectación de seguridad, pero sí de disponibilidad, y grave: o se reparaba la central o nos olvidábamos de que usarla hasta mandarla a decomisión. El CALIN (Comité de Licenciamiento) y la Gerencia de Seguridad Radiológica de la CNEA no autorizarían jamás la operación de Atucha I en condiciones que no fueran de limpieza extrema e integridad física total del circuito primario. Lo principal, tanto para esas dos agencias regulatorias y la propia CNEA, era proteger las bombas de refrigeración del circuito primario. Las pastillas de uranio son MUCHO más duras que los álabes de acero y los pueden hacer destruir, y después decime cómo refrigerás el núcleo. Trabajar con dos entes de contralor internos a la CNEA era, cuentan los antiguos que todavía andan por los pasillos nucleares, el equivalente de tener dos suegras y ambas en casa: lo que es críticas, eso no faltaba. Pero las cosas andaban joya. Siguieron meses de discusiones interminables con los nibelungos. La proveedora SIEMENS propuso un enfoque de U$ 200 millones (al dólar de hoy serían U$ 512 millones). Siempre wagnerianos, propusieron hacer las cosas a lo grande: destapar el recipiente de presión, desmontar totalmente sus sistemas internos, e insumir dos años en cortar, remover, limpiar, sustituir, rearmar todo con componentes nuevos, montarlos, cerrar todo y volver la planta a funciones. En medio de los apagones a mansalva de 1988, causados por lo que la Secretaría de Energía dirigida por el Dr. Jorge Lapeña llamó «planificación energética», la propuesta alemana era políticamente insostenible. Máxime si uno añade las sublevaciones carapintadas y la hiperinflación al combo de la vida cotidiana en Argentina. Además, la Secretaría de Energía no dudó en señalar a Atucha I como causa de los apagones, que más bien se originaban en unas doscientas antediluvianas máquinas térmicas a fueloil que no habían tenido mantenimiento desde… ¿1982? Buenos muchachos. En realidad, en un ataque todavía preliminar de pan-ecologismo germánico, SIEMENS estaba por pirarse de un hasta entonces próspero negocio nuclear. Aunque la CNEA era un socio valioso y el trampolín para vender centrales en el Tercer Mundo, pensaban dejarla en la estacada. Pero además, querían irse con guita. Esto sólo se supo años más tarde. A los alemanes ya no los podíamos correr con las garantías: ese desperfecto múltiple sucedió cuando la centralita ya tenía 14 años en línea. Y como los nibelungos eran copropietarios con el 25% de las acciones de ENACE, pensábamos los podíamos apretar un poco (creíamos) justamente por socios. Pero nos apretaron ellos a nosotros, con un manejo de medios y de políticos que causó asombro. Los expertos nucleares argentinos no comían vidrio. Los Dres. Jorge Sidelnik, Juan Carlos Almagro y Roberto Perazzo, de la CNEA se opusieron al programa alemán: Atucha 1 era entonces la mayor unidad de potencia individual del llamado Sistema Interconectado Nacional, entonces muy pequeño e incipiente. La reparación tenía que ser rápida, no de dos años que, obviamente, por lo complejo e inusitado del trabajo, terminarían siendo 4 o 5. Además, trabajar a recipiente de presión abierto sólo podía hacerse con rotaciones rápidas y constantes de personal para disminuir las dosis individuales de radiación absorbida por la gente. Por último, lo que pidió SIEMENS en 1988 era más o menos el doble de lo que había costado en 1968 la central NUEVA. En 1984, el presupuesto de la CNEA había sido rebajado a la mitad del de 1983 en pesos, y mantenido ahí. Con esa situación y sin un mango, hubo que inventar algo que terminó siendo bastante revolucionario. Sidelnik, Almagro y Perazzo prefirieron trabajar a recipiente cerrado, operando con herramientas a telecomando que diseñaron INVAP y TECHINT para la ocasión. Estos fierros, dotados de cámaras de TV y luces resistentes a la radiación, debían bajar por un canal refrigerante de apenas 10,5 cm. de diámetro y trabajar a 12 metros de profundidad en un medio oscuro pero muy radioactivo, donde las lámparas de filamento duraban minutos, y la electrónica se quemaba. En términos dimensionales, era como hacerle una angioplastía a un elefante, pero a través de un caño del grosor de un platito de café, y desde un cuarto piso. La presidenta de la CNEA, Dra. Emma Pérez Ferreira, consideró los pros y las contras, les dio razón a los tres expertos, y le propuso ese abordaje al presidente de la Nación, Raúl Alfonsín. Éste le dio una luz verde más bien trémula, y sólo porque le tenía fe a Emma, abnegada militante radical de toda la vida, además de física nuclear y reactorista, y persona de una honestidad vidriosa. Para ubicarse: don Raúl tenía cierto derecho a trepidación. La catástrofe de Chernobyl había sucedido sólo dos años antes. Esa reparación fue llamada «imposible» por los alemanes y -vaya a saber por qué- por casi todos los grandes medios argentinos, cuya opinión es, se sabe, insorbornable. Pero se hizo igual, en sólo 18 meses (olvidate de 5 años), la mitad de los cuales se desperdició en tratar de negociar con los alemanes. Por último, costó U$ 17 millones, no U$ 200. Es decir, ahorró U$ 183 millones, que hoy serían U$ 480 millones. Al país, esa reparación insólita le valió reacciones muy distintas. Primero vino a vernos el sueco Hans Blix, presidente del OIEA, a juntar al personal directivo y advertirle solemnemente de que no debía ponerse en marcha el reactor porque… (y seguía una lista de objeciones que concordaba punto a punto con las de SIEMENS). Blix era un tipo cortante, de esos que te dice «Buenos días» como dándote una orden. Es fama que el Ing. Juan C. Duarte le contestó, muy tranquilo, que él debía representar a los alrededor de 130 estados-nación que adherían al OIEA, y no a una empresa alemana. Blix se puso blanco como una sábana, se atragantó la contestación y se rajó para su hotel, a tomarse el primer avión. No se lo extraña. Lo que siguió a la puesta en marcha fue una felicitación por los expertos en seguridad radiológica del OIEA, bastante asombrados por la creatividad y la eficacia del procedimiento. En los años posteriores la central fue recibiendo tantas mejoras y optimizaciones criollas, desde entonces, que anda MEJOR, con una disponibilidad del 89%. Cuando nueva, tenía hasta 20 salidas de servicio por año. Lo que habría logrado ENACE en la quinta o sexta Atucha 1, si lograba producirla «en flota», lo logró NA-SA en concurso con la CNEA pero con una sola central: ésta fue dejando de portarse como un prototipo. Es obvio que a Atucha 2 todavía le falta tomar esa clase de sopa. Todavía sigue siendo un prototipo, que comparte algunas «commonalities» con Atucha 1, pero es distinta al punto de usar elementos combustibles diferentes y no intercambiables. Lo dicho: no es «un Atuchón». Hoy esa primera Atucha funciona a potencia nominal (es decir, la máxima) unos 319 días/año, y las paradas son las planificadas para servicio. No obstante, en 1990, cuando se la puso de nuevo en línea, el diario que a la sazón dirigía otro insobornable, Jorge Lanata, sacó en tapa la foto de Atucha 1 con un título en letras de cuerpo enorme: «La arreglamos con un alambre». Hubo quienes le creyeron: cuando la centralita bonaerense volvió al ruedo, la histeria algo rentada de algunos medios argentinos era tan alta que el gabinete uruguayo, crédulo pero discreto, a fuerza de oriental, se reunió durante un tiempo en Tacuarembó, una capital departamental a -suponían- suficiente distancia geográfica de Atucha 1, aquel inminente Cheronbyl criollo. Lo increíble es que después la CNEA no vendiera su nueva capacidad adquirida de reparación endoluminal a los programas nucleares de otros países: unos genios inventando cosas, los de CNEA. Pero en materia comercial, son excelentes científicos. En suma, que NA-SA, que heredó las centrales nucleares de CNEA, todavía tiene gente de aquellos tiempos, como Sidelnik. Es más, alguien se acordó de que el enorme tacho usado como simulador de las herramientas de corte, soldadura, extracción y barrido todavía estaba en el predio, tirado en una barranca. Porque algún previsor había decidido conservarlo, en el caso -entonces muy improbable- de que Atucha II se terminara, y de que diera problemas parecidos. Ambas improbabilidades ocurrieron, qué tal. Y la dirección actual de la firma, a diferencia de la que cesó en funciones en 2021, considera que NA-SA debe ser no sólo una operadora, sino una diseñadora y constructora de centrales. Entre otras ventajas, eso genera recursos humanos y técnicos para gestionar extensiones de vida. Y cuando ocurren despelotes, resolver los muchos que no pintan en el manual de un prototipo. El fabricante de un prototipo, oh lector, es el que escribe el manual. Y el que lo reescribe. Ese tipo de conducción, en alguna ocasión mejor, tal vez nos permita construir centrales nucleares 100% argentinas y con componentes nacionales. Ese fue el sueño industrial de Jorge Sabato. Y va a tener que ser una CANDU, sin recipiente de presión, bastante divergente de las Atuchas, esas mutantes, pero más parecida a las máquinas de Canadá, la India, Corea, China, Pakistán y Rumania. Son decenas: componen el 11% del parque nucleoeléctrico mundial, y en los fríos números y a lo largo de décadas, vienen probando ser las de construcción más económica, y figuran siempre entre las de mayor disponibilidad y seguridad. El parque de centrales de este tipo de la India no para de crecer (ya tiene 22) y el de Rumania se prepara para duplicar su capacidad instalada. Misma seguridad, menos complejidad, un 50% menos de costo, y la posibilidad de que, construyendo en flota, TODOS los componentes sean «Industria Argentina». El Ing. José Luis Antúnez, el hombre que hizo la tarea (también llamada imposible) de terminar Atucha II, a esa por ahora hipotética CANDÚ argenta la llama «Proyecto Nacional». Y si pinta plata, dejará de ser hipotética: los componentes están en diseño. Finalmente, la capacidad de diseñar, testear y hacer es lo que diferencia a un fabricante de autos de un chofer. Los choferes no escriben el manual. Atucha II había dejado de operar en Octubre debido a un problema detectado enteramente distinto: se habían detectado vibraciones anómalas en la turbina de la central, que es de SIEMENS. Como siempre que se detiene por otras causas una máquina que le factura a CAMMESA alrededor de U$ 787.000 diarios de electricidad, se aprovecha para revisarla de cabo a rabo con todo tipo de medios técnicos. Aún así, las cosas se están poniendo complicadas. NA-SA tiene en sus planes el proyecto de extensión de vida de la central Atucha I que le daría 20 años más de operaciones, y ha tenido extensiones de vida previas. Las obras sí o sí deberían tener fecha de inicio en 2024, porque alrededor de Septiembre de ese año termina la licencia operativa actual otorgada por la ARN. Estas movidas hay que armarlas con mucha antelación. El Poder Ejecutivo Nacional debería haber dado hace ya dos años una autorización para armar un fideicomiso a financiar por el Fondo de Garantías de Sustentabilidad (FGS, plata del ANSES, es decir de los jubilados) y eventualmente de la Corporación Andina de Fomento (CAF) por U$ 450 millones. Con un crédito de ambas entidades, en 2014 se paró la central cordobesa de Embalse para una extensión de vida de 30 años, tarea que concluyó con éxito en 2018. Pero aquel fideicomiso se armó en 2009, y los contratos por los componentes más caros y con grandes tiempos de espera de fabricación se fueron firmando a partir de 2010. Cuando se paró Embalse para su extensión de vida, estaba todo comprado o en fabricación, y más de 100 empresas tenían sus contratos respectivos, o de obra. Quien quisiera detener el proceso y sacar a Embalse del ruedo –la única medida antinuclear que el gobierno de Mauricio Macri no se atrevió a tomar– se habría ligado unos cuantos juicios, y algunos de firmas poderosas como Pecom o IMPSA. Todo esto indicaría que la extensión de vida de Atucha I no está garantizada, si no hay contratos de provisión y obra firmados antes de las elecciones presidenciales. Eso, por un lado. Y es serio. Por otro, si la salida de servicio de Atucha II se prolongara hasta Septiembre 2024, NA-SA tendría grandes pérdidas y eso quizás la obligaría a archivar el proyecto más estratégico de su dirección actual: usar de una vez por todas la licencia comprada a la Atomic Energy Commission of Canada, Ltd. en 1974 para generar «clones» potenciados y mejorados de la mejor central nuclear del país, que es Embalse, una CANDU-6. En suma, mal momento este de Atucha II para romperse, por una vez que NA-SA volvió a tener una dirección industrialista y con picazón de independencia tecnológica. Pero a esta altura del partido, Argentina es el mayor experto mundial en reparaciones de este tipo de centrales, y ésta es comparativamente más sencilla que la vasta rotura de sistemas internos de Atucha I en 1988. NA-SA se tiene confianza en que para agosto de 2023 Atucha 2 vuelva al ruedo.  

Daniel E. Arias

 

La saga de la Argentina nuclear – VI

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Cuando la actividad nuclear argentina está en riesgo, queremos repasar algunos momentos del largo esfuerzo que la construyó El quinto capítulo de esta saga está aquí.

El embajador que hacía “bungee jumping”

La obra maestra de la DIGAN y de Saracho, en 1987: la visita del presidente Sarney a la Planta de Enriquecimiento de Pilcaniyeu en Río Negro, el “tour de forcé” con que Alfonsin detuvo una posible carrera armamentista nuclear sudamericana. Si el lector tropezó alguna vez con la sigla DIGAN (Dirección de Asuntos Nucleares y Desarme), seguro fue en 1987, cuando esta dependencia de la Cancillería armó esa movida maestra que fue la invitación del presidente brasileño José Sarney a venirse “con comitiva científica” a mirar la planta tecnológica más secreta de la Argentina, la de enriquecimiento de uranio en Pilcaniyeu. Sí, la misma a la cual trataron de meterse por las malas o por izquierda los embajadores estadounidenses Harry Schlaudemann, Frank Ortiz y el agente de la CIA Bill Tinley. Sarney respondió con generosidad: invitó a Alfonsín –y comitiva- a visitar las ultracentrifugadoras de enriquecimiento de Aramar, Iperó. De paso y cañazo, liquidó el proyecto del Programa Nuclear Paralelo de Brasil, que tenía agendado a espaldas de Sarney el testeo subterráneo de una primer bomba atómica implosiva en un túnel de la Serra de Cachimbo, en el estado norteño de Pará. El Consejo de Seguridad, representante colectivo de lo que Perón habría llamado “Partido Militar Brasileño” en el Gabinete, pensaba que Sarney debía enterarse por los diarios. La reacción que eso habría causado en la Argentina, máxime tras haber perdido ésta la Guerra de Malvinas, es difícil de imaginar. O demasiado fácil. Sarney hizo rodar algunas cabezas. alfonsin-sarney El hecho es que de aquel intercambio de visitas terminó surgiendo la ABBAC, la Agencia Argentino-Brasileña de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (de la que se había hablado en el blog de Abel largo tiempo atrás, aquí). Originalmente, estaba destinada a que cada país investigara la trastienda atómica del otro, terceros afuera. Era un pacto bilateral originalísimo y sin antecedentes. Y cabalgaba sobre el acuerdo explícito de ambas partas de no firmar el Tratado de No Proliferación y otras sevicias diplomáticas gringas. La DIGAN, que aventó “sine die” el escenario de una carrera de arsenales atómicos argentino-brasileña como la de la India y Pakistán, cambió la historia regional. Fue el escalón diplomático desde el que se lanzó el Mercosur real, con sus luces y sombras. La DIGAN fue también la fragua donde se formó Rafael Grossi, compañero de promoción del citado Max Cernadas. Nadie sabe cómo lograban recibirse en el ISEN, aquellos muchachos. Cuando ya les había echado el ojo, Saracho (que iba por lo más brillante, como las pirañas) los hacía secuestrar de sus clases para llevárselos a trabajar en misiones locales de cierta dificultad, representando a la Argentina con grado… de estudiantes. 30 años más tarde, “el tucumano infernal” sigue recordando a Grossi como el tipo más inteligente que jamás pisó la DIGAN. Pese a su rol histórico, esa dirección nunca tuvo demasiado perfil mediático antes o después. En 1990 Saracho dejó su conducción y como embajador, estuvo a punto de asociar a Turquía para fabricar y vender el reactor CAREM en todo el mundo. Esa operación nos habría transformado tempranamente en un exportador de centrales nucleares compactas, que recién “se ponen de moda” ahora. No tuvo chances: el presidente Menem y su presidente de la CNEA, Manuel Mondino, se encargaron de aniquilar la iniciativa y espantar a los turcos. Cuando estos, con acuerdo de todos sus partidos, ya habían separado U$S 180 millones para construir un prototipo. Pero en 1987 todavía no eran previsibles la llegada de tiempos en que el canciller Guido Di Tella pudriera la DIGAN, y su nuevo director Rogelio Pfirter firmara unilateralmente el TNP sin avisarle siquiera a Brasil. Asunto que Brasil todavía no nos perdona a fecha de hoy. A Saracho, el sátrapa a cargo de “los diganistas” de las primeras cosechas, es imposible presentarlo. Le caí simpático por mis artículos nucleares en Clarín y luego por aventurero, sólo que él lo era en serio. A los 18 años, juntando a sus amigos, había organizado por su cuenta un club de paracaidistas en Concepción, Tucumán. Entre los 19 y 20 se había recorrido el país en solitario con una mochila, dos “borcegos” y sin plata cuando eso no lo hacía nadie. A los 23 en alguna andanza rara lo atropelló un camión. Con la cara hecha pedazos y un ojo salido de la órbita, tranquilizaba a sus amigos: “¿Por qué llorás, hermanito, si ya vino la ambulancia y estoy bien?”. Lo arreglaron con pegalotodo, para ocultar los costurones se dejó una imponente barba (blanca ya cuando lo conocí), y a sus 50 llevaba hechos tres cruces peligrosos del Amazonas en canoa y a pie, y otro del Sahara en jeeps. Las mujeres de toda edad y nivel social se derretían por él, pero era un solterón más militante que el Obelisco y un maestro ocultando romances. Podía estar tan a gusto con un shamán shuar del Amazonas como con un taxista turco, y tan a sus anchas con sus amigotes tucumanos o haciendo declaraciones por el desarme nuclear mundial con la actriz sueca Birgit Nilssen. A poco de conocerlo me invitó a hacer “bungee jumping” en una quebrada del Aconquija (decliné). Estuve con él en Turquía, enviado por Clarín para documentar el entusiasmo de la dirigencia política, industrial, mediática y militar de aquel país con el CAREM. Al año de llegado a ese país, hablaba un turco aparentemente muy bueno y había vendido más de un centenar de vagones fabricados en Materfer, Córdoba, a los ferrocarriles locales, que necesitaban material rodante muy liviano, como los nuestros, por el mismo problema de descalce de vías. Era el primer embajador argentino de una larga lista en aprender turco, o en molestarse siquiera en vivir en Turquía. También le había ubicado al Ejército Turco un número de aquellos obuses de 105 mm. que fabricaba FM, “Malvinas proven”, «Probados en Malvinas». En ratos libres, estaba haciendo entrenamiento primario en la Fuerza Aérea Turca con un instructor apodado “Superman” por ser piloto acrobático, buzo táctico y maestro de artes marciales. Saracho salía no sólo en la sección “Política” del Hurriyet, el equivalente local de Clarín, sino en tapa de las revistas cholulas de Ánkara (las nuestras parecen tratados de física cuántica, en comparación), por su romance –fugaz, el tipo vive de paso- con la presentadora del noticiero más visto de la TV turca. Radical irigoyenista, si queda alguno, el hombre tenía una historia rara. “El Proceso”, ante su tajante negativa a firmar el apoyo de cada miembro de la Cancillería a la masacre de civiles en curso, lo sepultó en el consulado de New Orleans, considerado “de mierda”, un sitio donde te cubre el polvo. Saracho transformó aquella tumba de toda carrera en una usina cultural multiétnica que hervía de artistas, conferencias, conciertos y exposiciones: otra nave de los locos, y no habrá sido la primera, ni sería la última. La actividad cultural del consulado era tan intensa que la Cámara de Comercio de la ciudad, a la partida de “Chin-chín” y en su homenaje, creó un “Adolfo Saracho’s Day” en el calendario local de fiestas, que en New Orleans no tiene días libres. Volvió de allí habiendo aprendido a improvisar jazz en piano. Lo vi hacer lo mismo sistemáticamente con todos sus destinos. Si no los inventaba, como hizo con la DIGAN, agarraba los considerados “tumbas”, fueran embajadas o direcciones, y los ponía en valor. Cuando él se iba, la banal muchachada Revlon se peleaba por ocuparlos porque allí corrían plata o prestigio o ambas cosas. Cuando por fin se fueron los milicos en 1983, llegó Lucio García del Solar al destierro de New Orleans en inspección de consulados, volvió con la información de aquel loco al recién nombrado Dante Caputo, ambos se rascaron la cabeza y le preguntaron por teléfono a Saracho: “Bueno, ¿qué querés?”. Saracho les contestó: “Armar una dirección de asuntos nucleares. La Argentina ya es un exportador. Hay que darle toda la ayuda, pero también un marco de referencia en la democracia. La CNEA no puede ni debe escribir por su cuenta la diplomacia atómica del país. Hablen con Jorgito Sábato, él les da los detalles”.

Daniel E. Arias

Dos proyectos de desarrollo científico entran a las extraordinarias del Congreso

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Entre los proyectos enviados al Congreso, hay 2 que cuentan con media sanción x unanimidad de una Cámara y son imprescindibles para el desarrollo nacional.
  • El plan de CyT 2030
  • La promoción de la innovación tecnológica.
El ministro Daniel Filmus afirmó: «esperamos q la oposición apoye a los científicos y al país».  

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¿Qué es el Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (PNCTI)?

El PNCTI es el instrumento que define, organiza y comunica el conjunto de políticas, estrategias e instrumentos para todos los actores y agentes públicos y privados que integran el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (SNCTI). Para acceder al texto completo del plan, clickear aqui

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El Proyecto de Ley de Innovación Tecnológica que se envia al Congreso consiste en una serie de sustituciones a la Ley de Promoción y Fomento de la Innovación Tecnológica.  La comisión de Presupuesto y Hacienda junto a la de Ciencia y Tecnología, otorgó dictamen favorable al proyecto de ley que incorpora modificaciones a la Ley N°23.877 – o Ley de Promoción y Fomento de la Innovación Tecnológica -, orientadas a potenciar los créditos fiscales que la norma destina a pequeñas y medianas empresas vinculadas a la investigación, el desarrollo y la innovación científico-tecnológica.

La saga de la Argentina nuclear – V

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Cuando la actividad nuclear argentina está en riesgo, queremos repasar algunos momentos del largo esfuerzo que la construyó El cuarto capítulo de esta saga está aquí.

La prehistoria de la diplomacia nuclear Argentina

Cómo fabricar un Rafael Grossi: Cernadas, Saracho, la DIGAN El Programa Nuclear Argentino nació de un error de Perón, pero además y fundamentalmente, de cómo Perón corrigió su error.  Sobre eso volveré después. Son asuntos de hace 70 años, lo que me obliga a recurrir a fuentes históricas. Me da grima reconocer que todos –salvo Roberto Mariscotti- son más jóvenes que yo. Grossi hereda toda esa historia vieja del Programa Nuclear, pero sale de otra más reciente. A Max Cernadas, hoy embajador en Hungría, tengo sí o sí que presentarlo en acción. Es compañero de promoción y colega de Rafael Grossi. Corre 1984 y Max, de entonces 24, tiene un rostro aniñado, un bigotito estilo “Sargeant Pepper’s” y es un ínfimo “note taker” de la Dirección de Asuntos Nucleares y Diplomáticos de la Cancillería (DIGAN).  cernadas

Con uniforme ceremonial de ministro de la Cancillería, el hoy embajador Maximiliano Cernadas, el que paró al hombre de Reagan.

Max está pasando la ordalía de dos años de física, ingeniería y política nuclear estudiados en la empresa INVAP, según convenio establecido entre el embajador Adolfo “Chin-chín” Saracho y el doctor Conrado “El Petiso” Varotto, titulares respectivos. Cernadas, contrariando su formación de abogado y diplomático, está con la nariz hundida en un perplejo libro de radioquímica cuando lo llaman de urgencia a la guardia de la entrada. Los gendarmes están en pánico: acaban de llegar sin invitación o preanuncio el embajador estadounidense de Ronald Reagan, Frank Ortiz, y comitiva. Que exigen paso franco para entrar a la Planta de Enriquecimiento de Uranio de Pilcaniyeu o “Pilca”, distante 80 kilómetros, la más reservada del país. Así de pesados, nomás. Max, aterrado, pide instrucciones a su jefe en Buenos Aires. El tucumano Saracho le dice: “Arréglese, amigo. Pero a éste tipo me lo para en la puerta. No puede entrar ni siquiera al CAB (Centro Atómico Bariloche, un sitio muy visitable) sin invitación previa. Éste no es su patio trasero ni una república bananera. Y Ud. se lo va a meter en el marote a Ortiz”. El Tex-Mex Frank Ortiz, republicano de derecha, está muy sacado ante la inesperada demora. Lo secunda un discreto hato de mamuts de 1,90 metros de los del Secret Service, tipo “Men in Black”, y a su diestra campea canchero su “science advisor”, Bill Tillney, un cowboy con cerebro de físico y físico de Marine, y de yapa agente de la CIA. Durante las primeras tres horas, Cernadas dejó a entrar al “team” yanqui hasta la cafetería del Centro Atómico, pegada a la puerta. Ahí los sentó, ordenó que un par de gendarmes con FAL se hicieran visibles afuera, y se las arregló solo él y con su alma “para entretenerlos”, mientras Ortiz se ponía muy matón y chirriaba de furia. Él era el embajador de los EEUU y negarle entrada a una instalación nuclear era admitir que ésta era “proliferante”. ¿Cernadas se imaginaba, tan joven, las consecuencias negativas para su carrera? ¿O acaso se creía que adentro de la Cancillería Argentina él, Ortiz, no tenía aliados en contra de aquella ridícula aventura nuclear de la Argentina, el enriquecimiento de uranio? Max sabía exactamente a quiénes se refería Ortiz, se imaginaba qué pasaría si llegaba a tenerlos de jefes (desgraciadamente, eso sucedió), sonreía sin convicción, sudaba frío y se imaginaba sin forzar mucho la imaginación un futuro ignominioso para su carrera. Pero seguía explicándole al Ortiz con toda cortesía que no le iba a franquear paso a Pilca ni ebrio ni dormido, y que gestionara un permiso formal a través del Departamento de Estado con el Canciller Caputo. Pero (carraspeo cortés, aquí), le advertía a Ortiz que, dado el consenso del presidente Alfonsín y de Caputo en la materia, no era imposible que recibiera una respuesta negativa. Aunque tal vez eso tuviera consecuencias negativas –indeseables, por supuesto- para la carrera de Ortiz. A esa altura de la pulseada ya se había corrido la bola por todo el Centro Atómico Bariloche y empezaron a caer por el café, relamiéndose de contentos, los profesores y estudiantes del Instituto Balseiro. Venían a clavarle banderillas a “los gringos”. “Les damos acceso a Pilca, pero a condición de que se reexamine la deuda externa argentina”, tiró uno. “Y a que se desmonte la base que la OTAN está construyendo en Mount Pleasant, en las Malvinas”, añadió otro. “Y además –remató algún ingenioso- queremos derechos de inspección a las plantas de enriquecimiento de uranio estadounidenses. Sospechamos seriamente (cara de consternación) que las usan para hacer armas de destrucción masiva”. Y así siguieron un rato. Horas más tarde, en su retirada con la sangre en el ojo, Ortiz masculló una estela de “chingatumares” y “fucks” que llegaba hasta el aeropuerto y el avión, y quedó flotando semanas en el arrachado viento patagónico. Poco después, Bill Tilney regresó solo, alquiló una camioneta y trató de llegar desapercibido a Pilca por su cuenta, a través de esos 60 kilómetros de ripio poceado, donde alguna vez rompió punta de eje un camión Unimog tratando de llevar suministros a la instalación nuclear. Pero a Tinley lo frenó un tronco de lenga brutamente atravesado de parte a parte del camino vacío. Raro, en una zona estepárida y sin bosque. En fin, aquella tarde Max Cernadas y su libro posterior, “Una épica de la paz” (Eudeba, 2016), se ganaron el derecho de ser una de mis mayores fuentes. La “aneda” me sirve para presentar a la DIGAN: ésta era y a veces vuelve a ser un grupo de élite dentro de la Cancillería, diplomáticos casi sin emplumar elegidos incluso antes de haber egresado del Instituto del Servicio Externo de la Nación (ISEN). Ahí nomás les caían dos años de especialización en asuntos nucleares dictados por INVAP en todos los centros atómicos de la CNEA, aunque no por ello cobraran un centavo más o ganaran puntaje en la carrera. Jóvenes, fanáticos, patriotas, irreverentes, trabajólicos, los “diganistas” vivían ansiosos por irse a vender fierros nucleares criollos a destinos considerados “de mierda” por sus colegas finolis de “la línea Revlon” (Londres, París, Nueva York) de la Cancillería. A los que soportaban con cortesía, pero sin entusiasmo, y viceversa. Secuestrados por Saracho a tiempo completo desde pichones, no sabían de tiempo libre o de sus esposas, si las tenían. Pero el infernal tucumano de todos modos les sacó cualquier remanente de energía y horarios cuando organizó “el Grupo de los Seis”, junto con Suecia, la India, Tanzania, México y Grecia, países juramentados para romperle… los relatos pseudo-pacifistas a los EEUU y a la URSS. Sí, la India ahí, con su programa bélico, era un integrante discutible, pero aportaba número. Obviamente, la DIGAN cambió para mal en épocas de Di Tella y muchos –entre ellos Saracho y Grossi- se subieron a los botes salvavidas. Pero en 1984, impetuosa y nuevecita, aquella era la auténtica nave de los locos. Caputo y su “vice”, “Jorgito” (primo de Jorjón) Sábato la defendían. Como periodista científico reciente, yo solía pasar un par de horas semanales en aquel lugar. El café era abominable, pero el sitio era una mezcla de conspiración y mentidero donde se aprendían cosas.

Daniel E. Arias

Los inventos por los que el argentino Axel Córdoba está entre los mejores 50 estudiantes del mundo

  • Es cocreador de un granulado que permite ahorrar hasta el 50 % del agua de riego, un producto que ya se está comercializando, y cursa Geología en la Universidad Nacional del Comahue, Río Negro.

  • También es autor de una iniciativa para crear laboratorios de bajo presupuesto en escuelas rurales, entre otros proyectos de impacto social y ambiental.

Minutos antes de enterarse de que había quedado elegido entre los 50 finalistas del Global Student Prize 2022, que reconoce al “mejor estudiante del mundo”, Axel Córdoba estaba estudiando para el examen final de la asignatura Geología Ambiental. Leía un PDF en su computadora y decidió tomarse unos minutos para chequear el correo electrónico. “Vi un mail que en el asunto decía: ‘Top 50′. Lo abrí y lo tuve que leer tres veces para verificar que ahí estaba mi nombre. ¡Enterarme fue una locura! ¡Increíble!”, exclama el joven de 25 años que cursa la carrera de Geología en la Universidad Nacional del Comahue y que creó junto a otro estudiante, Denis Álvarez, un polvo granular que permite ahorrar agua de riego. Una solución a las frecuentes sequías y crisis hídricas, agudizadas por el cambio climático.

El invento ya se comercializa con el nombre de Hydroplus y se trata de un granulado capaz de convertir el agua en un sólido e incorporar nutrientes esenciales para el crecimiento de las plantas. El producto funciona así: se hidrata con el agua de riego, que almacena y libera lentamente, conforme la planta la necesita, lo que hace posible reducir en un 50 % la frecuencia del riego. Y este es solo uno de los proyectos que desarrolla Axel.

“En ese mismo correo decía que (en la preselección) éramos 7 mil estudiantes de 150 países, fue una grata sorpresa saber que habíamos quedado allí representando al país”, agrega. Axel no es el único seleccionado de la Argentina, ya que integra la lista junto a Nicolás Monzón quien cursa dos carreras ―Ingeniería en Informática en la UADE y Matemática en la UBA―, es socio de una consultora en informática y planea desarrollar una start-up. Ambos compiten por 100 mil dólares que entrega la Fundacion Varkey en alianza con Chegg.org, las organizadoras del premio.

Para postularse, el joven estudiante de Geología tuvo que completar un extenso formulario en el que no solo figuraban sus antecedentes académicos, sino una verdadera hoja de ruta de su vida. “Fue un proceso largo, porque yo soy multifacético, hago de todo. Reuní documentos, certificaciones y resumí mi vida en un formulario. Allí evalúan toda la trayectoria del estudiante desde los comienzos en la primaria hasta el Nivel Superior. No solo el rendimiento académico sino también cómo uno está cambiando la vida de otras personas a partir de sus proyectos. Y que esos proyectos tengan un impacto social o ambiental. Yo fui presidente del centro de estudiantes, participé en ferias de ciencias y en parlamentos juveniles en los que se competía a nivel provincial, nacional e internacional”, describe.

Las postulaciones para el Global Student Prize son individuales y se hicieron a principios de año. “Yo ya me había olvidado de la postulación. Cuando me enteré de que había sido seleccionado, le conté a mi hermano. Mis viejos estaban de viaje en Tucumán, de donde somos oriundos”, dice el estudiante. “La noticia era secreta hasta que se hiciera el anuncio oficial. Si les llegaba a contar a mis viejos lo iban a publicar en todos lados”, dice, entre risas, Axel. “Cuando regresaron de Tucumán les conté y todo fue alegría”.

Ciencia e impacto social

En su postulación, Axel sumó dos proyectos que concretó en años anteriores. Uno, llamado Paradas Inteligentes, donde fue voluntario y coordinador de Río Negro. El otro, Ciencia Cristalina, tiene el objetivo de acercar el conocimiento científico a escuelas rurales o a zonas periféricas.

Paradas Inteligentes parte de una idea sencilla: colocar afiches con códigos QR en distintos puntos del país y en lugares estratégicos: carteleras de bibliotecas, paradas de colectivos y escuelas. Los códigos QR redirigen al usuario a un libro en formato PDF de acceso libre y totalmente gratuito. El proyecto fue realizado por la Red Mundial de Jóvenes Políticos Argentina en el marco de la Campaña Nacional de Fomento a la Lectura. Todo comenzó en el 2020 con una lluvia de ideas, hasta que encontraron una propuesta que vinculara tecnología con literatura “para llamar la atención de los potenciales lectores y brindar un acceso rápido al libro de preferencia”.

Para que los jóvenes sean ciudadanos innovadores y con el objetivo de despertar interés por la ciencia en los estudiantes, Axel desarrolló Ciencia Cristalina. La iniciativa rodó por diferentes escuelas rurales. Los alumnos solo debían llevar algunos elementos en desuso como frascos vacíos. Axel buscaba demostrar que es posible crear laboratorios de bajo presupuesto.

Una vez reunidos los elementos, se empezaba a experimentar. Los alumnos aprendieron cómo se cristalizaban distintos elementos que encontraba en su vida cotidiana, como el azúcar. “La idea era fomentar una educación integral en ciencias”, cuenta.

Esa necesidad de expandir sus proyectos hacia regiones periféricas tiene su origen en su propia experiencia. Axel finalizó su secundaria en una escuela rural tucumana “a unos cuantos kilómetros de la ciudad”. Según el joven finalista, la falta de instrumental no debe ser una limitación para ser creativo. “La innovación es un componente esencial de lo que constituye ser un estudiante y, cada vez más, se espera que los jóvenes de hoy creen las nuevas plataformas y tengan las ideas del mañana. La creatividad puede adoptar una inmensa variedad de formas, y se tiene que fomentar”, sostiene.

Axel nació en Tucumán y actualmente vive con su familia en Río Negro, donde estudia Geología en la Universidad Nacional del Comahue. (Imagen: gentileza Axel Córdoba)

—¿Qué es la creatividad para vos?

—Sin creatividad no hay posibilidad de innovación. Es un binomio inseparable, son procesos interdependientes. Son el resultado de mirar la vida con ojos de niño, de imaginar, repensar, integrar; de la resiliencia y de adaptarse a los cambios. Es buscar nuevas puertas, no dejar morir al niño interno ni la intención de modelar el propio mundo.

Los orígenes

Axel Córdoba nació en Graneros, Tucumán, una localidad de 2.300 habitantes donde se celebran el Festival de Doma y Folclore Graneros Canta al País ―este año, se realizó el 24 de julio― y el Festival de la Cumbia, Cuarteto y Guaracha. “Yo me fui de mi pueblo a los 17, vine a estudiar al sur junto a mi familia”. Su padre Carlos se había mudado a la Patagonia a “probar suerte” un año antes, ya que en el poblado de Tucumán no conseguía trabajo como docente. Alejandra, su mamá, es profesora de Sociología y maestra jardinera, pero en Tucumán trabajaba como policía.

“Allá tengo mis primos, tíos, toda mi familia. Recuerdo que siempre íbamos al río a pasar el día para paliar el calor insoportable. Graneros es una ciudad llena de verde, tiene una iglesia de 200 años en donde solíamos subir al campanario”, dice Axel, en relación a la Iglesia Inmaculada Concepción que fue instituida como parroquia en 1824.

Actualmente Axel vive en General Fernández Oro, provincia de Río Negro, una localidad pequeña ubicada en el corazón del Alto Valle. “Una ciudad que conserva sus aires de pueblo y con mucho potencial de desarrollo”, dice. Y, por si fuera poco, Axel es el creador de la bandera que representa a esa localidad rionegrina desde el año pasado: una franja naranja y otra verde, a la izquierda un triángulo blanco con el sol en el medio. El estandarte diseñado por Axel surgió de un concurso convocado por el municipio para conmemorar los 90 años de la localidad.

Un fan del laboratorio

“Desde chico siempre fui muy curioso, y me gustaba hacer experimentos en mi casa. Era un fanático de la física y la química, siempre apasionado por la ciencia. Después comencé a participar en ferias de ciencias. Por el mismo motivo, participé también en becas de investigación o de capacitación como, por ejemplo, la del Instituto Balseiro, Pan American Energy, Consejo Interuniversitario Nacional, y fueron instancias que me acercaron de a poco al mundo en el que cual hoy me desenvuelvo”, cuenta el joven que comenzó montando laboratorios en el patio de su casa en Graneros, mezclando perfumes con aceites, jugando a ser un científico, analizando las reacciones químicas.

Según Axel, cada una de esas experiencias lo enriquecieron y guiaron. Actualmente está desarrollando proyectos de impacto social, ambiental y, sobre todo, educativos. Hydroplus es uno de ellos. El joven apunta a la consolidación del producto en los municipios de la región patagónica y sueña con su expansión global.

“La educación es una herramienta que transforma personas y sociedades. Sabemos que no hay progreso real sin educación. Y que en una sociedad globalizada que se enfrenta a desafíos cada vez mayores, la determinación y la perseverancia son cualidades sustanciales para los líderes del futuro que se están formando en esas aulas”, concluye el joven mientras espera el resultado final de la premiación. Aunque él ya ganó hace rato.

INDEC: Inflación de Diciembre fue de 5,1%; en 2022, llego a 94,8%

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El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) dio a conocer que el dato de inflación de diciembre subió al 5,1% desde los 4,9% que había marcado en noviembre. El IPC para todo 2022 culminó en 94,8%, el mayor nivel en 32 años. Así, se trató de la cifra anual más alta desde 1991 ya que para alcanzar un mayor valor hay que remontarse a 1990 cuando la suba de precios fue del 1.343,9%. En el ´91 alcanzó el 84%, periodo en el que comenzó a regir la convertibilidad. De los últimos años la más alta había sido en el 2021 con el 50,9%.

Partos, cirugías estéticas y operaciones complejas: el turismo médico en Argentina crece al 25% anual

 
La llegada al país de un creciente número de mujeres rusas que vuelan para tener a sus bebés en instituciones médicas locales, atendidas por profesionales argentinos, es apenas la manifestación más reciente del fenómeno que ya lleva tres lustros de crecimiento y expansión: el llamado turismo médico que está convirtiendo a la Argentina en un “hub” cada vez más importante, tanto entre naciones limítrofes como en otras más lejanas. Y, más recientemente –debido a las condiciones geopolíticas del país y factores como la guerra ruso-ucraniana– se extendió. De hecho, las clínicas locales ya registran pacientes no solo de Rusia, sino también de Medio Oriente y hasta de algunos países europeos o del sur de Estados Unidos. Todo esto inscripto en una clara tendencia global en la que el rubro “turismo médico” crece a un ritmo del 25% por año. La manifestación más reciente de este fenómeno se reflejó en un informe publicado por el diario The Guardian, que relevó –citando datos de la embajada rusa– que desde que comenzó la guerra se mudaron a la Argentina unos 2.500 rusos: “muchas eran mujeres embarazadas eligiendo este país para que nazcan sus hijos”. Y un funcionario consular hipotetizó que, para 2023, podrían superar las 10 mil, sobre todo por el denominado “turismo de nacimientos”. Sin embargo, el reciente hecho de las parturientas eligiendo la tranquilidad local y los beneficios de un pasaporte argentino, no parece enmarcado en el turismo médico. “Cada vez más personas vienen a atenderse en instituciones de salud de Argentina por diversas razones, explicó Pablo Paltrinieri, vicepresidente de la Cámara Argentina de Turismo Médico (CATM).

La medicina argentina junto con Brasil es de las mejores en América Latina

Paltrinieri, quien también es director comercial del Hospital Privado Universitario en Córdoba, explicó que “sin embargo, el caso de las embarazadas rusas no es común en Argentina y seguramente estuvo impulsado por una situación geopolítica excepcional porque pocos países garantizan acceso irrestricto a los ciudadanos rusos, con pocos trámites”. Algo parecido consideró el doctor Enrique Pérez Gras. Para este Consultor de pacientes internacionales del Hospital Austral, “el tema de estos partos es puntual. Rusia está demasiado lejos para que esto se vuelva una práctica común en los próximos años”.
Según Paltrinieri hay otras explicaciones sobre el auge de este turismo. La primera es la posibilidad de recibir atención médica de excelencia que ofrece desde cirugías estéticas simples hasta prácticas de alta complejidad, en instituciones y profesionales cuya calidad ha sido certificada internacionalmente. Además, la medicina argentina, posiblemente junto con la de Brasil, está considerada entre las top de América Latina.
 
En segundo lugar, debido a la devaluación, estas prácticas tienen costos muy competitivos. “Hoy en Argentina casi cualquier prestación médica se puede conseguir a un costo de hasta un 30% menor –en dólares– que en otros países de la región. Y al 50% de lo que cuesta en EE.UU.”, ejemplificó el experto. Además, hay una oferta amplia de prestadores que permite opciones. Finalmente, se agrega el hecho de que somos un destino turístico de calidad”. Estas ventajas explican que el turismo médico en Argentina esté en alza. “Según los datos que registrábamos hasta la pandemia era un rubro con un crecimiento de entre el 25 y el 30%”, dijo Paltrinieri. Y enfatizó que –hasta 2019– ya se calculaba que estaban arribando del exterior entre 15 y 20 mil personas por año específicamente por temas médicos. Y en los últimos meses del 2022, “aún sin estadísticas consolidadas, la demanda en cantidad de pacientes ya supera lo que ocurría antes de la pandemia”, agregó el directivo.
 

Bien implementado, el turismo médico puede convertirse en un futuro en generador de divisas

 
Hay también un factor tecnológico que ayuda a aceitar estas prácticas médicas: la telemedicina. Según la CATM, “muchos pacientes pueden hacer controles posteriores en forma remota con el equipo que los trató y la colaboración de algún profesional local, que –además– muchas veces se formó o emigró desde Argentina”.

Prácticas

¿Cuáles son las prácticas más demandadas por los pacientes que llegan a atenderse? Entre el 55 y el 60% buscan medicina curativa, (operaciones y tratamientos específicos, radiología, etc); un 30% son las prácticas relacionadas con las cirugías estéticas y finalmente un 10% relacionado al turismo de bienestar, control de peso, etc. De todos modos, si bien hay muchas prácticas disponibles, Argentina está bien posicionada para ofrecer en forma competitiva medicina de mediana y alta complejidad, incluyendo trasplantes, oncología e intervenciones cardíacas. Según los datos de la CATM, el segmento del turismo médico –si se articula correctamente entre el Estado que regula y los prestadores privados– puede convertirse en el futuro inmediato en un generador de divisas y en una fuente de empleo de calidad. Paltrinieri explicó que “hoy estamos recibiendo, por este rubro, apenas el 2% de lo que acoge México o Tailandia”. Y Pérez Gras sumó que “creemos que podemos crecer recibiendo más pacientes de Uruguay, Bolivia, Perú y Ecuador. También desde varios países de América Central y el Caribe”. Y ambos concluyeron resaltando el potencial económico que este sector promete para la Argentina.

Una receta para mejorar los ingresos

Para entender a fondo la entidad que tiene el costado económico asociado a este rubro, hay que recordar que estas personas suelen permanecer en el país entre dos y seis semanas e instalarse con, al menos, un acompañante porque se calcula que tres de cada cuatro de estos turistas concreta su viaje con un acompañante, según datos de la Cámara. “En total, estos  pacientes pueden generar un movimiento económico de alrededor de US$ 25 mil, en promedio”, resumió Paltrinieri. Los turistas gastan entre cinco y nueve veces más que uno tradicional. De acuerdo a datos recopilados por la organización Patients Beyond Borders, el mercado global del sector ya genera una facturación que ronda entre los US$ 74 mil y US$ 92 mil millones. Paltrinieri también detalló que Argentina ofrece prácticas con costos variados: una operación ocular puede ir de US$ 500 a US$ 5 mil; un parto ronda los US$ 3 mil y un trasplante de médula puede alcanzar US$ 70 mil. ¿Cómo se paga? En el 60% de los casos el dinero sale del bolsillo del paciente. El otro 40% se financia con seguros médicos internacionales.

Enrique Garabetyan

La saga de la Argentina nuclear – IV

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Cuando la actividad nuclear argentina está en riesgo, queremos repasar algunos momentos del largo esfuerzo que la construyó El tercer capítulo de esta saga está aquí. Y conste que este texto fue escrito en 2016. Pero lamentablemente mantiene vigencia en tanto Argentina no tiene clara sus prioridades y sus posibilidades en el escenario internacional.

IV. El país que se autoapuñala por la espalda

onu ( 01 de Octubre 2016) Hay otra discusión de fondo respecto de nuestro perfil como país nuclear. ¿Aumentamos nuestra masa muscular y trepamos de categoría? ¿Nos volvemos un welter? ¿Es imposible? ¿Para un país que vino derrotando casi sistemáticamente en reactores a EEUU, Rusia, Francia, Canadá, China y Corea? ¿O en nombre del colonialismo mental de nuestra dirigencia, nos cortamos una pierna y bajamos a peso mosca? Más allá de la primogenitura por un plato de lentejas que nos ofrece Fukushima-san, hay otro obstáculo en la candidatura de Grossi: la canciller Susana Malcorra quiere ser la próxima Directora General de la ONU, lo que en sí no es malo. Si lo es que haya proscripto la candidatura de Grossi en OIEA: por alguna causa, la funcionaria cree que Argentina no podría tener dos cargos directivos en Naciones Unidas. El mundo la desmiente: Brasil dirige la FAO y la OMC simultáneamente, sin haber dejado jamás de tratar de meterse a codazos en el Consejo de Seguridad, el poder real de la ONU. Malcorra ya salió poco airosa de dos “straw pullings”, y sigue en carrera ya casi sin chances. Del tercero, celebrado el 26-09, salió con 7 votos favorables, 7 adversos y una abstención. Eso la pone en 4to lugar tras el portugués Antonio Gutierres, con 12, 2 y 1 respectivamente. Pero con tal de esquivar el letal veto británico -que terminaría con sus expectativas- la canciller está lanzando comunicados con el vicecanciller británico, Alan Duncan, donde otorga al RU términos inútilmente complacientes ante la pesca y la exploración petrolera ilegales de los “kelpers”. Y todo a cambio de nada para la Argentina, casi al estilo de Guido Di Tella, fuera de los ositos de peluche. Esto hoy le causa espasmos gástricos a los aliados radicales del macrismo. Por lo demás, hay una dosis de “wishful thinking” en creer que el RU dejará acceder al Secretariado General de la ONU a alguien que tiene al menos un pasaporte argentino. “Roma traditoribus non praemiat”. Peor aún: ese sillón no vale semejantes agachadas. Es un sitial decorativo, en el que se sigue un libreto escrito (a codazos y peleándose por el lápiz) por las potencias que ensayaron sus bombas de hidrógeno antes de 1968: EEUU, Rusia, China, el RU y Francia, autodenominadas “Consejo de Seguridad”. Eso marca una diferencia enorme con la dirección general del OIEA, un organismo más tecnológico donde la Argentina, por su historial exportador, tiene tela real para cortar. Como prueba conceptual de lo irrelevante que resulta el cargo de Secretario General para el país de origen del secretario, cuando Kofi-Annan encabezó la ONU no parece haber podido hacer mucho por su Ghana nativa, como tampoco Bouthros Gali por Egipto o Javier Pérez de Cuéllar por Perú. Ban Ki-Moon no es ninguna excepción: cuando asumió en 2007, Corea del Sur ya tenía casi tres décadas como potencia industrial. Ban Ki-Moon no cambió la historia, y menos la de su patria. Hay que admitir que para un estado sin desarrollo nuclear propio, la dirección del OIEA es también irrelevante. El egipcio Mohammed ElBaradei se ganó un Nóbel de la Paz en 2005 desde ese puesto, pero lo único que hizo avanzar el status de la industria nuclear de su país fue el poderoso reactor ETRR de Inshas, cerca del Cairo. Comprado en 1996 a la firma barilochense INVAP, para más datos. Sin embargo, otra cosa que demostró ElBaradei es que el OIEA también puede ser irrelevante –o hacer historia, según se elija ver- incluso cuando la dirige un hombre honesto como él. En 2003 y tras cuidadosas inspecciones de Irak, el egipcio se atravesó en la proa de los EEUU y eximió a Saddam Hussein de toda sospecha de haber resucitado su programa de armas. El presidente George W. Bush se encogió de hombros e invadió Iraq de todos modos: ¿acaso necesitaba motivos? Él tenía los Marines y Hussein, mucho petróleo. Los EEUU perdieron aproximadamente 5000 hombres, Irak vió morir un número indeterminado entre 150.000 y 1 millón de sus habitantes, contempló la destrucción de sus bibliotecas, universidades, clases profesionales y medias, el país arrojó a los caminos o a los mares a 4 millones de emigrantes desesperados, desapareció como estado y hoy es cuna de organizaciones terroristas subnacionales, como el ISIS. Y respecto de las armas nucleares de Hussein, ElBaradei tenía razón: no existían. Ahora tampoco existe Irak. ElBaradei es una prueba conceptual de que, en lo personal, “garpa más” dirigir el OIEA como lo hizo siempre Yukyo Amano: dejando hacer todo y haciendo nada. Falta saber qué puede hacer un argentino honesto por la Argentina, país nuclear, desde la dirección general de ese enmarañado reñidero vienés. Tal vez no sea mucho, tal vez sea  muchísimo, tal vez sólo bastante. No lo sabemos porque nunca sucedió. Los centenares de empresas criollas de tecnología, de universidades, de agencias científicas y de personalidades que este semestre firmaron solicitadas para que Macri proponga a Grossi de una vez por todas hablan de muchas expectativas. Es lógico. Tras la odisea que fue la terminación de Atucha II, en nuestro país hay unos 130 proveedores nucleares nuevos, categoría PyME o mayor. Y el “study case” favorito de todos, INVAP, empresa nuclear, espacial y pública, desde 2006 a hoy pasó de facturar U$ 30 a U$ 200 millones/año. Pero si se exportara el CAREM, habría negocios para los gigantes locales con divisiones o empresas nucleares: Pérez Companc, IMPSA y Techint. Por favor, alguien “inter pares” que despierte a Macri. O a su padre. Grossi a cargo de OIEA es un gran sigo de interrogación. Como dijo Niels Bohr, es difícil hacer predicciones, especialmente sobre el futuro. Pero podemos tratar de imaginarlo mirando la historia nuclear argentina, tan atípica. Son muy pocos los países que pueden producir un diplomático tan extraño como el mentado Rafael Grossi.

Daniel E. Arias

Finalmente, el Servicio Meteorológico Nacional presentó su app para los teléfonos móviles

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El Servicio Meteorológico Nacional (SMN) lanzó la “APP del tiempo”, la aplicación oficial del organismo que brinda la información sobre el estado del tiempo, el pronóstico y el sistema de alerta temprana para todo el territorio nacional.

Para descargar la app en android, clickear aqui

“La mayor parte de nuestras decisiones diarias las tomamos en función del tiempo meteorológico, y esta App llegó para marcar la diferencia, proveyendo información oficial, de calidad, precisa y actualizada. Era una demanda que teníamos por parte de la sociedad y estamos muy felices de presentarla hoy”, dijo Celeste Saulo, directora del SMN.
La aplicación está disponible gratuitamente para IOS y Android.
Una de las características diferenciales de la APP oficial es que informa sobre el Sistema de Alerta Temprana y notifica al usuario cuando se ha emitido algún tipo de alerta para su ciudad. Además, la APP brinda la posibilidad de ver automáticamente la información del lugar donde se encuentre el dispositivo o guardar varias ciudades como favoritas para acceder rápidamente a los datos; informa los datos del tiempo de la red oficial de estaciones meteorológicas del SMN, el pronóstico extendido a 7 días, alertas, advertencias y avisos a muy corto plazo. Esta es la primera versión de la aplicación, que en sus próximas actualizaciones incorporará más funcionalidades, como widget, imágenes satelitales y de radar, y modelos meteorológicos. La APP del tiempo está disponible Google Play, para las versiones de Android 10 en adelante, y en el App Store para IOS.