La CNEA al frente de tres proyectos de descarbonización energética

En un acto en el que participaron el ministro de Ciencia, la secretaria de Energía y el presidente de la Agencia I+D+i, se formalizó la financiación del FONARSEC para proyectos que avanzan en la descarbonización del sistema energético nacional. Entre las 13 propuestas presentadas, por 25 instituciones públicas y privadas, fueron adjudicados un total de 1.170 millones de pesos. No es mucha plata, pero la Argentina se juega cosas importantes en los resultados de estas investigaciones. Los tres proyectos integrados por investigadores de la Comisión Nacional de Energía Atómica apuntan a desarrollar tecnologías para agregar valor al litio y para usar hidrógeno obtenido de combustibles tradicionales. Están muy apuntados al aquí y al ahora. Son los que siguen:

Separación isotópica de litio para usos en tecnología nuclear de alto valor agregado

Instituciones intervinientes: Gerencia de Área Investigación y Aplicaciones No Nucleares (CNEA), INVAP SE y Nucleoeléctrica Argentina SA. Horacio Corti (GAyANN-CNEA) y Juan Agustín Blanco (GVT-CNEA) recibieron el certificado. El objetivo del proyecto es desarrollar técnicas físicas y electroquímicas de separación de los dos isótopos estables del litio, que sean ambientalmente benignas y que permitan agregar valor a las reservas que Argentina tiene en la región de la Puna, en una proporción de varios órdenes de magnitud mayor a la que tiene el carbonato de litio para fabricación de baterías.
La secretaria de Energía Flavia Royon entregó el certificado a Horacio Corti y Juan Agustín Blanco
La secretaria de Energía Flavia Royon entregó el certificado a Horacio Corti y Juan Agustín Blanco .
El litio es una familia muy extendida de isótopos, de los cuales únicamente 2 son de relevancia qúimica porque el resto son inestables y duran millonésimas de segundo. Los estables son el litio-7 y el litio-6, que en los yacimientos naturales de este metaloide hoy tan de moda vienen juntos en una proporción de 92% contra 7%. Para aplicaciones habituales como las baterías de iones de litio, o el endurecimiento de aceros o la neurofarmacología, la separación de ambos isótopos no tiene sentido alguno, de modo que se usa el cóctel que podríamos llamar «litio natural». Pero el hidróxido de litio-7 puro es útil para algo muy específico: tratamiento químico del agua del circuito primario de las centrales nucleoeléctricas refrigeradas y/o moderadas a agua, ya se trate de agua natural o de agua pesada. Disuelto en bajas cantidades, logra mantener el agua dentro de un pH de 7, casi neutro, para impedir la corrosión interna de caños, bombas y componentes del circuito primario. Pero como observa el Dr. Alberto Maroto, químico de centrales nucleares, esto se podría hacer también con hidróxido de sodio, la sencilla y vulgar soda caústica. Es baratísima en comparación, pero el átomo de sodio atrapa neutrones y eso le quitaría potencia a la reacción nuclear. Y a las centrales de uranio natural y agua pesada como las nuestras, o PHWRs, rara vez les sobran neutrones o reactividad. El litio 7, obviamente más caro por ser producto de una separación isotópica muy laboriosa, no tiene este problema. Todas las centrales de agua presurizada del mundo, sea liviana o pesada, se beneficiarían de un proceso separativo de litio-7 y litio-6 químicamente menos arduo que los actuales. Pero el hidróxido de litio 7 barato tiene mercado seguro en las Atuchas 1 y 2, así como en Embalse, y en todas las CANDÚ canadienses repartidas en 7 países y sus muchas adaptaciones indias IPHWR. Entre todas, suman el 11% del parque nucleoeléctrico mundial. De modo que hay en vista una sustitución de importaciones, y una posible exportación doble: o de hidróxido de litio 7, o de tecnología separativa. Las aplicaciones del litio-6 son más futuras: puede ser un precursor del tritio, que a su vez será materia prima de alta demanda en las centrales nucleares de fisión… cuando éstas sean una realidad comercial. Y eso técnicamente es muy peliagudo. Hace 70 años que las plantas de fusión están «apenas a 10 años de ser un éxito», definido porque logren producir más energía de la que gastan de un modo sostenido en el tiempo. De todos modos, cuando eso ocurra, y si ocurre, las centrales de fisión CANDÚ producen bastante tritio como efluente gaseoso, y probablemente sean una fuente de aprovisionamiento más directo y barato.

Desarrollo de generadores basados en pilas de combustible de óxido sólido alimentadas con hidrógeno producido a partir de combustibles tradicionales

Instituciones intervinientes: Gerencia de Área Aplicaciones de la Tecnología Nuclear (CNEA), Santa Fe Gas y Energías Renovables ENERFE SAPEM, y Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). La investigadora responsable Liliana Mogni (GAATN-CNEA) recibió el certificado. El proyecto apunta a desarrollar un prototipo de generador eléctrico tipo celda de combustible SOFC de 5 kW, que permita articular esta tecnología en el país, al menor costo posible e incorporando la mayor proporción de mano de obra y tecnología local.
Liliana Mogni (CNEA) junto al presidente de la Agencia I+D+i y representantes de las instituciones que integran el proyecto
Liliana Mogni (CNEA) junto al presidente de la Agencia I+D+i y representantes de las instituciones que integran el proyecto .
Se partirá de un prototipo importado para estudiar e identificar componentes que puedan reemplazarse o desarrollarse localmente, con el objetivo de construir en el país un segundo prototipo. Se apunta a la incorporación de 50 / 60% de tecnología nacional. Los mayores desafíos tecnológicos son desarrollar el reformador (que separa las moléculas de hidrógeno del resto químico del combustible base) y el «módulo de stacks» (el conjunto de membranas de teflón que oxidan el hidrógeno, para generar electricidad). La Dra. Mogni sigue abriendo picada en una vía química que inició el Dr. Miguel Laborde, del CONICET y la Facultad de Ingeniería de la UBA (FIUBA) en 2003: convertir un combustible convencional en hidrógeno, a demanda de una celda combustible (o «pila») que lo oxida en sus membranas para obtener energía eléctrica. En lugar de un frente de llama que produce calor, como la de un motor a explosión, en este tipo de oxidación más continua y profunda lo que se busca es producir una corriente de electrones. Suena fácil pero es difícil. Laborde y el CONICET en 2003 vendieron en U$ 300.000 su tecnología a Navantia, astillero militar español que estaba tratando de lograr una fuente de potencia silenciosa e independiente de la atmósfera (AIP, por Athmosphere Indepent Power). Esta unidad se emplearía en los nuevos submarinos de ataque S-80 españoles. Para no revelar su identidad, Navantia compró el «paquete tecnológico» argentino a través de la multinacional de ingeniería Abengoa, que jamás reveló su destino. La transferencia de tecnología criolla y la reinversión de las ganancias en mejorar de equipamiento y sueldos los laboratorios de la FIUBA, de modo que no se diluyeran en la contabilidad general de la Nación, fueron administrados por la Fundación Innova-T del CONICET.   La idea de Navantia era usar alcohol vegetal como combustible convencional de las plantas AIP, y no por ecologismo. Pasa que a diferencia del metanol, el etanol no es tóxico (algo importante a bordo de barcos herméticos como los subs). Tiene un punto de evaporación más alto y no necesita condiciones especiales de temperatura o presión para almacenarse en forma líquida. Los españoles aprendieron sobre la marcha que se necesita un «reforming» inicial que genere hidrógeno de una pureza muy alta, libre de casi toda contaminación de monóxido de carbono, porque éste desactiva rápidamente las membranas de las pilas combustibles. Obviamente, de esto no dijeron ni mu. El problema debe ser peliagudo, porque 18 años más tarde el primer S-80 español, el Isaac Peral, salió al mar con sus plantas de potencia diésel-eléctricas, pero todavía sin pilas AIP. Los 5 kW de la pila eléctrica a hidrógeno que trata de desarrollar la Dra. Mogni no dan para submarinos AIP, sino para herramientas o aplicaciones portátiles de iluminación, taller o cocina en sitios sin electricidad. Pero a no confundirse. Si las cosas salen bien a pequeña escala (y en investigación aplicada nunca hay garantía), el paso siguiente podría ser una pila de 60 u 80 kW, capaz de mover un automóvil chico, como dijo Laborde en 2004 en «La Nación». En ese caso, se estaría en el mejor de los mundos en términos automotrices: el auto sería eléctrico, pero a diferencia de los Tesla de Elon Musk (y de sus muchos imitadores), no tiene una pila pesada, cara y que tras 20 o 30 minutos de recarga te da a lo sumo te da 200 o 300 km. de autonomía. Todas estas cifras empeoran con las bajas temperaturas ambientes, además. En cambio un auto a alcohol vegetal uno lo recarga a la misma velocidad con la que llena hoy un tanque de nafta. In your face, Elon! Cualquiera de nuestras más de 5000 estaciones de servicio argentas es fácil de reconvertir a alcohol: sólo hay que agregar otro tanque subterráneo y otra manguera de expendio. La logística nacional del alcohol sería mejor que la de los combustibles líquidos actuales, aunque se haría con el mismo tipo de camiones. Sólo que las destilerías de petróleo se concentran casi todas en la región central del país. En cambio, se podría producir alcohol en cualquier lugar de nuestra geografía donde haya cultivos o talas de bosques implantados. La diferencia conceptual con los autos de Musk, en estos tiempos de desastre climático global causado por la acumulación de dióxido de carbono fósil en la atmósfera, es que el etanol es un combustible verde, sale de la fotosíntesis. No hace falta producirlo desde el maíz, como los EEUU: eso es priorizar a los autos sobre la gente. Pero es fácil obtenerlo por procesos enzimáticos y térmicos a partir de bagazos, rastrojos, aserrín y otros descartes vegetales, requechos que la Argentina produce a patadas. El «reforming» del etanol a hidrógeno y la oxidación de éste en una pila produce electricidad serían procesos continuos a bordo del auto, con el primero a demanda del segundo. Y los únicos efluentes serían vapor de agua y dióxido de carbono. Pero ojo, es carbono verde, del que ya estaba en circulación en la biosfera. El alcohol vegetal no añade carbono fósil a la atmósfera. En el fondo, es un asunto contable o de denominación de origen, según se lo quiera ver. Gran diferencia, entonces, con los autos «full electric»: son tan verdes como la red eléctrica en la que recargan baterías. En Suecia, son recontra-verdes, porque el 80% de la electricidad es hidroeléctrica, nuclear y eólica. Pero si la electricidad de red viene en un 70% u 80% de la quema de combustibles fósiles, como en EEUU o la Argentina (y en casi todo el planeta), esos autos son contaminantes. La virtud de los autos «full electric» por ahora es dejarte en una estación «Superchager», esperando una o dos horas que recarguen los que llegaron antes a la cola. Y una vez recargado el auto, contaminar igual… pero en otro lado, donde están las centrales térmicas que alimentan la red. No parece un modo de salvar al mundo, si ésa era la intención. Una pila como la de la Dra. Mogni sólo pide hidrógeno muy puro y membranas de teflón que resistan el «envenenamiento» con monóxido de carbono suficiente tiempo antes de recambiarlas. Ese molesto gas es difícil de erradicar de casi todo proceso de rectificación.  Benjamin Franklin lo hubiera calificado como más inevitable aún que la muerte y los impuestos. Si no, preguntarle a Navantia. La fuente primaria de ese hidrógeno de la pila de la Dra. Mogni puede ser cualquier otro combustible líquido fósil convencional, desde el gas natural al licuado, o a la nafta o al gasoil. Pero, a diferencia del etanol, el «reforming» de estos líquidos sí emite carbono fósil a la atmósfera. Por ende, no tienen demasiado sentido ecológico salvo éste: es termodinámicamente imposible que una pila o «fuel cell» sea mucho más eficiente que un motor de explosión, prácticamente el doble. Pero justamente por la destrucción de nuestro viejo sistema ferroviario y su reemplazo por camiones mucho menos eficientes que los trenes, hay que ver la cantidad de gasoil que hoy se gasta para en mover gasoil (y naftas) por nuestras rutas. Hay que irse a las ciudades chicas de la Patagonia con un autito diésel y estar esperando varios días, con el tanque medio vacío, la llegada del camión de gasoil para poder salir de ese lugar y llegar a la siguiente estación de servicio, distante tal vez 400 km. Es un modo práctico de entender nuestro problema. Una plantita electroquímica que me permita duplicar el kilometraje por litro de un naftero o un gasolero es de todos modos algo bastante ecológico comparado con los motores de hoy. Y si ese combustible fuera alcohol, que se fabrica casi en cualquier lado, olvidate del desabastecimiento de gasoil como el que reina en el Hemisferio Norte. En el último par de meses, ha destruído la logística de la distribución de alimentos a los supermercados. ¡Anaqueles arrasados en EEUU! Pensando en todo ello, mucha suerte a Mogni.

Desarrollo tecnológico para la producción nacional de electrolito para baterías de litio “ElectroLitAr”

Instituciones intervinientes: Gerencia Complejo Tecnológico Pilcaniyeu (CNEA), YPF Tecnología SA, CLORAR Ingeniería SA y el Centro de Química Inorgánica CEQUINOR-CONICET. Daniel Brasnarof y Ana Bohé, quienes participan de este proyecto por la CNEA, asistieron a la ceremonia de manera remota desde el Centro Tecnológico Pilcaniyeu. La propuesta es desarrollar la producción nacional de electrolito para baterías de ion-litio a partir de la síntesis de la sal hexafluorofosfato de litio (LiPF6) y la formulación de la preparación de soluciones específicas para tal fin.
El decano de la FIUBA, Alejandro Martínez, entregó el certificado a representantes del proyecto EletrolitAR
El decano de la FIUBA, Alejandro Martínez, entregó el certificado a representantes del proyecto EletrolitAR .
El proyecto incluye la síntesis de LiPF6 a escala laboratorio (1-10 gramos) y el posterior desarrollo en una escala de 500-1000 gramos, finalizando con el diseño conceptual de una planta de producción de aproximadamente 2 toneladas anuales.» El desarrollo de Brasnarof y Bohé apunta a un nicho exclusivo de mercado dentro del mucho mayor de las pilas recargables a iones de litio de uso masivo. Me refiero a baterías de muy alto desempeño, con mayor «densidad eléctrica», rapidez de recarga y mayor precio. Fabricar su electrolito es un modo tecnológicamente inteligente de salir del modelo actual de negocios de la minería de litio. Este modelo es una condena autoperpetuada a vender naturaleza cruda barata para importar manufacturas caras. El precio del carbonato de litio muy puro hoy llega a los U$ 28.000 la tonelada, pero es apenas una fracción del precio de la tonelada de baterías recargables convencionales que uno encuentra en los supermercados. Y ésas las importamos. Este modelo de negocios, que parece continuar nuestra tradición del siglo XIX de exportar cueros e importar zapatos, tendrá sin embargo una vida probablemente más corta. Durará hasta que aparezcan pilas mejores o más baratas que las de ion de litio -decenas de países están buscando alternativas electroquímicas- y entonces reine de pronto la desocupación en nuestros salares del NOA. Cuyas provincias clave deberán lidiar entonces, y ya sin regalías entrantes, con los evidentes pasivos ambientales y sociales. La mejor de las suertes para Brasnarof y Bohé.

Daniel E. Arias

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El acto de entrega fue encabezado por el ministro de Ciencia, Daniel Filmus y la secretaria de Energía Flavia Royon, y se desarrolló de manera presencial y virtual desde la FIUBA. También participaron el presidente de la Agencia I+D+i Fernando Peirano, la directora nacional del FONARSEC Laura Toledo, la directora Nacional de Proyectos Estratégicos de MinCyT Érica Carrizo y el decano de esa casa de altos estudios Alejandro Martínez. El gerente general de la CNEA Daniel Bianchi acompañó a los investigadores de manera presencial, mientras que la presidenta Adriana Serquis, como así también otras autoridades y representantes de los proyectos seleccionados, participaron de manera remota. Lo de la presencia remota es algo a lo que hay que acostumbrarse ya no por comodidad o por el virus SARS CoV2, sino por el costo de los combustibles líquidos. Afecta directamente el costo de los pasajes aéreos.

“La industria de los videojuegos en Argentina está creciendo muchísimo”

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Luciano Musella, de 28 años, es uno de los fundadores de Whiteboard Games,  la empresa que firmó el primer convenio en Latinoamérica con la alemana Gameforge, líder en la industria de los videojuegos.

En diálogo con APU Stream, el programa de la Agencia Paco Urondo (sale los sábados de 11 a 13 hs por el canal de Youtube de Gelatina), Musella repasó el lanzamiento de su primer videojuego — I see red— y las reuniones que tuvo con “Wado” de Pedro, ministro del Interior de la Nación, y con el embajador de Alemania. Agencia Paco Urondo: Contános un poco lo que hacen en Whiteboard Games.  Luciano Musella: Nos dedicamos a realizar juegos tradicionales para computadora. Nuestro primer juego fue “I see red”, que es de acción y venganza. Como si fuera de antaño, es de esos en los que cuando morís tenés que empezar de nuevo. Las partidas son cortas y, en cada caso, todo cambia para que no sea aburrido. APU: ¿Qué acuerdo firmaron con la alemana Gameforge y qué importancia tiene? L.M: Es un acuerdo de publicación, que lo lleva a tiendas y jugadores, como si fuera una editorial. Fue la primera alianza entre una compañía de videojuegos argentina y una de Alemania. De eso resultaron dos reuniones en Casa Rosada, con Wado de Pedro y el embajador Ulrich Sante, para conocer nuestra historia pero también para ver cómo mejorar la situación. El plan es afianzar y hacer más fluidas las relaciones entre ambos países en materia de tecnología para favorecer ese tipo de acuerdos. APU: ¿Cuál es el potencial de nuestro país en la industria de videojuegos? L.M: Estamos en un alce muy importante, creciendo muchísimo. Hace un par de años era casi inexistente. Ahora hay un montón de casos de empresas exitosas y lugares donde uno puede estudiar. El Programa Potenciar es el primer paso donde el gobierno se mete a apoyarnos, no sólo mediática sino económicamente. Es fantástico porque va a ayudar que un montón de otros juegos puedan producirse y salgan a la venta. APU: ¿Cómo viene siendo la recepción del juego? L.M: En general fue positiva. A mucha gente le gustó la estética, que es en blanco, negro y rojo, de ahí el nombre, y nos puso muy contentos. También es importante lo negativo para que uno pueda crecer como diseñador. Hay planes de actualizaciones en lo inmediato para seguir mejorando en base a los comentarios. Por otro lado, en un futuro más lejano, analizar lo que los jugadores realmente quieren en materia de contenido para dárselo, algo que lleva más tiempo. En el pico máximo de producción, porque siempre fue cambiante, éramos 18 personas trabajando en el juego y fueron tres años de trabajo. APU: ¿Cómo se tomaron el tema de la piratería? L.M: Fue extraño. Un amigo me avisó que estaban pirateando el juego en una página y me pasó el link. Había gente comentando que les gustaba y yo puse que, cuando era más chico, también lo hacía, que no iba a juzgar y les dejé una clave para que lo puedan tener gratuitamente. Eso explotó, porque era un director regalando el juego. En lugar de piratearlo, la gente empezó a comprarlo, tuvo el efecto contrario, hasta el dueño de la página estuvo dispuesto a ayudar. APU: ¿Cuándo arrancó tu vínculo con los videojuegos? L.M: En mi vida estuvieron siempre. A los tres años me compraron un Sega Genesis y después seguí. Luego descubrí que no sólo podía jugar sino también estudiar, en una carrera que se llama diseño y programación de videojuegos en la Facultad Da Vinci, en Balvanera. En la escuela no era particularmente un buen estudiante, por lo que me sorprendí a mí mismo durante la carrera, me entusiasmé mucho. Una vez finalizada, conseguí una salida laboral, fundando mi empresa a partir de un inversor de tecnología en Mar del Plata, la aceleradora Neutrón.

Biden y Xi, reunidos por primera vez como Presidentes de las dos Grandes Potencias

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No prevemos que de esta reunión surjan cambios dramáticos. Si no se parecen en nada más, tanto Xi como Biden son veteranos expertos en el manejo del poder, y saben que los «cambios dramáticos» a menudo terminan mal. Pero son, actualmente, los dos hombres más poderosos del mundo en términos materiales, y vale la pena repasar los temas que tienen sobre la mesa. Reproducimos el análisis, razonablemente desapasionado, de la CNN. Hasta hoy, la agencia oficial china Xinhua no ha hablado sobre este tema. Bali, Indonesia (CNN) — Cuando Joe Biden y Xi Jinping se conocieron por primera vez hace más de 10 años, Estados Unidos y China habían tenido acercamientos durante tres décadas a pesar de sus diferencias. “La trayectoria de la relación no es más que positiva, y es abrumadoramente de interés mutuo para nuestros dos países”, dijo Biden en 2011 cuando, en el rol de vicepresidente, visitó Beijing para construir una relación personal con el entonces líder en espera de China. Sentado junto a Xi en un hotel de Beijing, Biden habló en una sala de líderes empresariales chinos y estadounidenses sobre su “gran optimismo sobre los próximos 30 años” para las relaciones bilaterales y elogió a Xi por ser “directo”. “Solo los amigos y los iguales pueden servirse unos a otros siendo directos y honestos con ellos”, dijo. Este lunes, los dos líderes se reunirán para otro intercambio honesto en Bali, Indonesia, al margen de la cumbre del Grupo de los 20. Pero es poco probable que el estado de ánimo en la habitación sea tan agradable como el entorno circundante.
La positividad y el optimismo de hace una década han sido reemplazados por la desconfianza y la hostilidad mutuas. Cuando Biden regresó a la Casa Blanca como presidente, se encontró con una relación entre Estados Unidos y China en su peor forma en décadas, con tensiones en el comercio, la tecnología, la geopolítica y la ideología.

Xi Jinping y Joe Biden se encuentran en Beijing en 2011. (Crédito: Xinhua/Redux)

La próxima reunión, el primer encuentro en persona entre Biden y Xi desde que el presidente de Estados Unidos asumió el cargo, llega en un momento crucial para ambos líderes. Al haber consolidado aún más su poder en el Congreso del Partido Comunista del mes pasado, Xi se dirige a la reunión como el líder chino más fuerte desde Mao Zedong. Mientras tanto, Biden llegó a Asia luego de un desempeño mejor al esperado de su partido en las elecciones intermedias de EE. UU., y se prevé que los demócratas mantengan el Senado en una gran victoria. Cuando se le preguntó este domingo si los resultados le permitieron enfrentar el cara a cara de este lunes con una mano más fuerte, Biden expresó confianza. “Sé que estoy llegando más fuerte”, dijo a los periodistas. Hay mucho en juego en su tan esperado encuentro. En un mundo que se tambalea por la invasión de Rusia a Ucrania, la pandemia de covid-19 y la devastación del cambio climático, las dos grandes potencias deben trabajar juntas más que nunca para infundir estabilidad, en lugar de generar tensiones más profundas a lo largo de las fisuras geopolíticas. Pero las expectativas para la reunión son bajas. Encerrados en una rivalidad entre grandes potencias cada vez más intensa, EE.UU. y China no están de acuerdo en casi todos los temas importantes, desde Taiwán, la guerra en Ucrania, Corea del Norte, la transferencia de tecnología hasta la configuración del orden mundial. Quizás el único terreno común real que comparten las dos partes antes de la reunión son sus esperanzas limitadas de lo que podría salir de ella. Un alto funcionario de la Casa Blanca dijo este jueves que Biden quiere usar las conversaciones para “construir un piso” para la relación, en otras palabras, para evitar que caiga libremente en un conflicto abierto. El objetivo principal de la reunión no es llegar a acuerdos (los dos líderes no publicarán ninguna declaración conjunta después), sino obtener una mejor comprensión de las prioridades de cada uno y reducir los conceptos erróneos, según el funcionario estadounidense. El asesor de seguridad nacional de EE.UU., Jake Sullivan, reforzó el mensaje este sábado a los periodistas2 a bordo del Air Force One, y señaló que es poco probable que la reunión resulte en avances importantes o cambios dramáticos en la relación. Las esperanzas de un reinicio con Washington son igualmente bajas en Beijing. Shi Yinhong, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Renmin, dijo que sería una “expectativa enorme” creer que la reunión puede conducir a una mejora duradera y significativa en las relaciones bilaterales. “Dado que China y Estados Unidos se encuentran en un estado de rivalidad y confrontación casi total, no hay muchas posibilidades de anticipar que los principales problemas puedan aclararse realmente”, dijo Shi.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha hablado con el líder de China, Xi Jinping, cinco veces por teléfono o videollamada desde que asumió el cargo en enero de 2020. (Crédito: Mandel Ngan/AFP/Getty Images)

En el centro de su divergencia está cómo las dos naciones ven los motivos de cada uno, y cuán perjudiciales son estos objetivos para sus propios intereses. “Los chinos creen que el objetivo de Estados Unidos es mantener a China bajo control para que podamos contenerla. Y Estados Unidos cree que el objetivo de China es hacer que el mundo sea más seguro para los estados autoritarios, expulsar a Estados Unidos de Asia y debilitar su sistema de alianzas”, señaló Scott Kennedy, asesor principal en economía y negocios chinos en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés) en Washington. Cada lado culpa al otro por completo por el estado de la relación y cada uno cree que les está yendo mejor que al otro en la situación, indicó Kennedy, quien recientemente regresó de una visita de una semana a China, una rara oportunidad en los últimos años debido a restricciones fronterizas cero-covid de China. “Los chinos creen que están ganando, los estadounidenses creen que están ganando y, por lo tanto, están dispuestos a asumir estos costos. Y piensan que es muy poco probable que la otra parte haga cambios significativos”, afirmó Kennedy. “Todas esas cosas reducen la probabilidad de ajustes significativos”. Pero los expertos dicen que el hecho mismo de que los dos líderes estén teniendo una conversación cara a cara es en sí mismo es un desarrollo positivo. Mantener el diálogo abierto es crucial para reducir los riesgos de malentendidos y errores de cálculo, especialmente cuando las sospechas son profundas y las tensiones son altas. La comunicación directa es aún más importante dado que Xi acaba de asegurar un tercer mandato que rompe las normas con un control del poder más estricto que nunca, y la posibilidad de gobernar de por vida. “No hay nadie más en su sistema que realmente pueda comunicarse con autoridad aparte de Xi Jinping”, dijo el asesor de seguridad nacional Sullivan.

«Líneas rojas»

Este miércoles, Biden dijo en una conferencia de prensa que quiere “exponer cuáles son nuestras líneas rojas” cuando se siente con Xi, pero los expertos dicen que eso podría no ser tan sencillo como parece. “Me encantaría ser una mosca en la pared para ver esa conversación porque no creo que Estados Unidos o China hayan sido muy precisos sobre cuáles son sus líneas rojas. Y tampoco creo que ninguno de los dos haya sido muy claro sobre las recompensas positivas que la otra parte obtendría si se mantuviera dentro de esas líneas rojas”, dijo Kennedy, de CSIS. Para Beijing, ninguna línea roja es más clara o más crucial que su reclamo sobre Taiwán, una democracia autónoma que el Partido Comunista Chino nunca ha controlado. Xi considera que la “reunificación” con la isla es un tema clave sin resolver en el camino de China hacia el “gran rejuvenecimiento”, una visión radical que prometió lograr para 2049. Y quizás ningún presidente estadounidense haya enojado más a Beijing por Taiwán en las últimas décadas que Biden, quien ha dicho, en cuatro ocasiones distintas, que Estados Unidos defenderá la isla en caso de una invasión china. Cada vez, sus asistentes se apresuraron a retractarse de sus comentarios y negaron cualquier cambio en la política de «Una China» de Estados Unidos. Bajo la política de “Una China”, Washington reconoce la posición de Beijing de que Taiwán es parte de China, pero nunca ha aceptado su reclamo de soberanía sobre la isla. Estados Unidos proporciona armas defensivas a Taiwán, pero se ha mantenido deliberadamente vago sobre si intervendría militarmente si China ataca la isla, una política conocida como “ambigüedad estratégica”.

La presidenta de la Cámara de Representantes de EE.UU., Nancy Pelosi, con la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, durante su visita a Taipei este agosto. (Crédito: Handout/Getty Images)

China ha acusado repetidamente a Estados Unidos de “jugar con fuego” y de vaciar la política de “una sola China”. La ira de Beijing llegó a un punto de ebullición en agosto, cuando la presidenta de la Cámara de Representantes de EE.UU., Nancy Pelosi, hizo caso omiso de sus severas advertencias y aterrizó en Taipei para una visita de alto perfil. China respondió lanzando ejercicios militares a gran escala alrededor de Taiwán que formaron un bloqueo efectivo; también detuvo el diálogo con Estados Unidos en una serie de áreas, desde militar, cambio climático y delincuencia transfronteriza hasta tráfico de drogas. Ahora que los dos líderes están sentados en la misma sala, como resultado de semanas de intensas discusiones entre las dos partes, se espera que Taiwán encabece su agenda. Pero en una señal de lo polémico del tema, ya se han intercambiado críticas. Biden ha dicho que no haría «concesiones fundamentales» a Xi, y Sullivan ha anunciado planes para informar a Taiwán sobre las conversaciones con el objetivo de que Taipei se sienta «seguro y cómodo» con el apoyo de Estados Unidos. Ese plan provocó la condena inmediata de Beijing. “Es de naturaleza atroz. China se opone firmemente a ello”, dijo este viernes el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Zhao Lijian, poco después de que el ministerio confirmara que Xi se reuniría con Biden en el G20.

La fuerza de cohetes del Ejército Popular de Liberación de China realiza pruebas de misiles en las aguas frente a la costa este de Taiwán el 4 de agosto. (Crédito: Eastern Theatre Command/Handout/Reuters)

“El problema con China es que no les gusta reunirse e intercambiar puntos de vista, simplemente repiten los puntos de conversación. Xi Jinping no es muy creativo en la forma en que interactúa con sus homólogos”, afirmó Jean-Pierre Cabestan, profesor de ciencias políticas en la Universidad Bautista de Hong Kong. Otros temas clave en la agenda incluyen la guerra de Rusia en Ucrania, otro punto importante de tensión, así como áreas en las que Estados Unidos espera cooperar con China, como las continuas provocaciones de Corea del Norte y el cambio climático. Shi, el experto en chino de la Universidad Renmin, ve poco espacio para avances en estos temas. “Sobre el tema de Ucrania, China ya ha dejado clara su posición muchas veces. No cambiará simplemente por las conversaciones con el presidente de Estados Unidos. Sobre Corea del Norte, desde marzo del año pasado, China ya dejó de tratar la desnuclearización de Corea del Norte como un elemento fundamental de su política peninsular de Corea”, dijo. Tampoco es más optimista su evaluación de la cooperación climática. “China y EE.UU. pueden encontrar muchos intereses comunes en esto, pero cuando se trata de cómo lidiar específicamente con el cambio climático, siempre conduce al antagonismo en las políticas y la rivalidad por la ideología y la influencia global”, explicó Shi. Los expertos en Estados Unidos y China dicen que algunos avances en una mayor comunicación y acceso entre los dos países ya se considerarán un resultado positivo, como la restauración de las conversaciones militares y climáticas suspendidas. “Esperemos que la reunión pueda usarse para algo más que ventilar quejas mutuas”, dijo Patricia Kim, experta en China de la Institución Brookings. “Por ejemplo, una declaración conjunta de Biden y Xi de que se oponen a la amenaza o el uso de armas nucleares en Ucrania y en la península de Corea, así como un guiño para reiniciar los intercambios a nivel de trabajo en áreas de interés común como el cambio climático y la lucha contra los estupefacientes sería prometedor”.

Relación personal

Durante la década de su relación, Biden y Xi han pasado decenas de horas juntos en Estados Unidos y China. Durante el viaje de Biden para conocerse a China en 2011, los dos líderes compartieron una maratón de reuniones y comidas en Beijing y la ciudad suroccidental de Chengdu. También hicieron un viaje a lo profundo de las verdes montañas de la provincia de Sichuan para visitar una escuela secundaria rural reconstruida después de un terremoto mortal. Al año siguiente, Xi realizó una visita recíproca a Estados Unidos por invitación de Biden, quien invitó a su homólogo chino a cenar en su residencia después de una serie de reuniones en la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Pentágono. Biden también voló a Los Ángeles para encontrarse con Xi en la última etapa de su viaje. Sus encuentros en persona continuaron después de que Xi asumiera el poder en 2012. La última vez que se vieron cara a cara fue en 2015, durante la primera visita de estado de Xi a Estados Unidos como líder máximo de China. A medida que las relaciones entre sus países se desplomaron, la dinámica que alguna vez fue amistosa entre los dos líderes también cambió.

Xi Jinping y Joe Biden, acompañados de sus traductores, en Chengdu, China, en 2011. (Crédito: Peter Parks/AFP/Getty Images)

Xi es un intransigente ideológico que cree en el regreso de China al centro del escenario mundial y es escéptico, algunos dirían hostil, hacia Estados Unidos. Biden, mientras tanto, se ha cansado cada vez más del giro autoritario de China bajo Xi, y ha enmarcado la rivalidad entre los dos países como una batalla entre la autocracia y la democracia. El verano pasado, Biden rechazó públicamente ser descrito como un “viejo amigo” de Xi. «Vamos a dejar algo claro. Nos conocemos bien; no somos viejos amigos. Es puro negocio”, dijo en ese momento. Dada la creciente división, la brecha de dos años desde su última reunión en persona es un tiempo extremadamente largo, señaló Kennedy. “Una conversación al margen de una cumbre multilateral sigue siendo insuficiente para discutir a fondo todos los temas clave que enfrentan los países. Y, con suerte, las dos partes facilitarán una mayor discusión sobre estos temas por parte de muchas partes de los dos.

«El futuro ya no es lo que era». Una mirada desde 2008

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Joan Cwaik, autor y divulgador, especialista en tecnologías emergentes escribió esta columna. Nos parece que aporta una mirada distinta sobre nuestro presente. «La crisis de las hipotecas subprime de 2008 coincidió con un momento de profundos cambios tecnológicos que por momentos olvidamos. Intentemos situarnos por un rato en esa lejana y oscura época. Había unos extraños aparatos para reproducir música que se llamaban MP3, también existía un incómodo sistema de entretenimiento on demand que te obligaba a salir de tu casa, alquilar una película y pagarla. Y por supuesto volver a pagar cuando te olvidabas de devolverla a las 24 o 48 horas… ¿Cómo te llevabas la película a tu casa? Claro, qué iluso, me olvidé de aclararlo: las películas, como muchas otras cosas, venían en DVDs. Los teléfonos, por su parte, eran bastante rudimentarios. En ese momento estaba en auge el BlackBerry, pero, si querías hablar un poco más, ya tenías que recurrir en la computadora a un sistema arcaico conocido como MSN Messenger, cuya consecuencia es que mucha gente de mi generación hoy continúa teniendo casillas de correo de hotmail.com. Pero el punto es que, en 2008, cuando la crisis comenzó a generar una visión más negativa del futuro, estaban empezando a existir, o a volverse masivas, muchas de las tecnologías que hoy utilizamos todos los días. El 31 de octubre de 2008, solo unas horas después de la caída de Lehman Brothers que provocaría una crisis casi sin parangón, Satoshi Nakamoto –el seudónimo utilizado por la persona o las personas detrás de la tecnología bitcoin– publicó el primer whitepaper de Bitcoin, proponiendo un sistema que permitiría superar la necesidad de intermediarios como los bancos y las instituciones financieras para facilitar y auditar las transacciones. Buen timing. Pero no solo cripto. WhatsApp, Twitter o Facebook. En muchos de los casos, estas tecnologías permitieron amplificar los mensajes de las protestas, y sirvieron como base para el surgimiento de nuevos tipos de líderes y activistas, pero también se volvieron blanco de críticas y en algunos casos fueron identificadas como una de las causas de los conflictos. Para el ensayista indio Pankaj Mishra, la historia occidental nos demuestra que la modernidad siempre estuvo asociada al desorden y los conflictos. Desde la Primera Revolución Industrial, el mundo asistió a un espiral de turbulencias, revoluciones y guerras a gran escala: La Revolución Francesa, las revoluciones de 1848, la Primera y Segunda Guerra Mundial, o el nazismo, entre otros. Pero para Mishra, que estas dos situaciones –la Primera Revolución Industrial y la explosión de conflictos civiles, bélicos e internacionales– se dieran al mismo tiempo no es por mera casualidad. Más bien existe un cierto efecto de causalidad entre una y otra. El autor indio se refiere al presente como un momento de salvaje violencia que “los futuros historiadores bien podrían ver como el comienzo de la tercera –la más larga y extraña– de todas las guerras del mundo: una guerra civil global”. Muy fuerte. Como podemos ver, canciones, literatura, columnas de opinión, ensayos y frases hechas como que todo tiempo pasado fue mejor fueron creando en los últimos años un sentido común negativo sobre el presente. Efectivamente vivimos en un tiempo extraño, en el cual podemos hacer una vacuna para una pandemia en menos de un año, pero más de trescientos millones de personas alrededor del mundo sufren de depresión. ¿Realmente estamos ante el peor momento de la humanidad? No soy historiador, ni tampoco pretendo hacer historiografía, pero me animaría a afirmar que debe haber habido tiempos peores. O que, en realidad, no estamos tan mal como creemos.»

Massa lanzó Precios Justos. «1.788 productos que van a tener el mismo precio hasta febrero»

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El ministro de Economía encabezó el lanzamiento del programa que apunta a disminuir la inflación, con un acuerdo que promete mantener casi 1.800 productos distintos con el mismo precio hasta febrero. Massa invitó a otras empresas a que participen del acuerdo.

«Es mentira que es magia bajar la inflación», resaltó el titular del Palacio de Hacienda y afirmó que la resolución del problema vendrá de la mano de «política fiscal ordenada, acumulación de reserva y trabajo coordinado». Según Massa, el programa Precios Justos le permitirá al Estado «recorrer un sendero a la baja en lo que más impacta en la vida de los argentinos que es la inflación». El ministro señaló que este nuevo acuerdo voluntario de precios que se extenderá hasta el 28 de febrero próximo, «resuelve uno de los problemas que tenemos en materia inflacionaria, no la inflación» ya que la misma –afirmó- «se resuelve con política fiscal ordenada, con acumulación de reservas y trabajo coordinado con las cadenas de insumo difundido». En el acto de lanzamiento, desarrollado en el porteño Centro Cultural Kirchner (CCK), el ministro instó a las empresas de consumo masivo que no firmaron el acuerdo a que lo hagan para «no perder el mercado», ya que consideró que los consumidores se volcarán a los productos del mismo. Según detalló el secretario de Comercio, Matías Tombolini, 102 empresas han manifestado su adhesión hasta el momento y anticipó que serán 114 al cierre de hoy y 125 para la semana que viene. «Hay 1.788 productos que forman parte de la canasta de Precios Justos que van a tener el mismo precio hasta febrero», precisó el funcionario refiriéndose al grupo de productos que se mantendrá sin modificaciones en sus valores. Por su parte, las empresas que ingresen al programa sólo podrán aumentar hasta un 4% mensual al resto de sus productos, abarcando así a otros 30.000, según señaló Massa.

Controles

La resolución dispone un esquema de control mediante el cual cada empresa deberá informar de forma mensual entre los días 1 y 10, el volumen total provisto a los supermercados de cada uno de los productos con precios fijos a la Subsecretaría de Políticas para el Mercado Interno.

Por su parte, en caso de que las empresas no puedan proveer el producto por causas ajenas a las mismas, deberán informarlo a las 72 horas de tomar conocimiento de dichas causa y comercializar, en su lugar, algún producto sustituto y equivalente. En cuanto a los supermercados, también deberán informar bajo el mismo esquema los volúmenes solicitados al proveedor y los efectivamente recibidos.

Al igual que en otros programas gubernamentales, los productos que formen parte del programa estarán señalizados en las góndolas, folletería y plataformas digitales con el nombre “Precios Justos”, al igual que en las puertas de ingreso de los locales adheridos.

Las empresas caerán en una infracción en el caso de no ofertar los productos, no identificar con la señalética a, al menos, el 80% de los mismos; o en el caso que establezcan alguna restricción al número de venta por consumidor o grupo familiar. También caerán en un incumplimiento si no responden “en tiempo y forma a los requerimientos de información”.

Multas a comercios

La Secretaría de Comercio anunció además que firmará convenios con las intendencias para fiscalizar los precios en los supermercados y transferirá a las autoridades locales “el 25% de lo recaudado por multas realizadas en cada distrito”.

Alfredo Sainz apuntó en La Nación que se espera que este paso en particular no pierda su esencia y se convierta en una fuente más de recaudación municipal, como sucedió en su momento con las tasas que cobran algunas intendencias, las multas de tránsito en el interior del país o las grúas de CABA.

La app Precios Justos, que sirve para ubicar los productos y controlar, se puede descargar aquí.

¿Inseguridad en las Atuchas? Respuesta a Runza y Rivas en «Clarín»

LO QUE MATA ES LA “EMANACIÓN RADIOACTIVO”

Un máster en Defensa, Ricardo Runza, y un politólogo licenciado, Eduardo Rivas, publicaron el 5 de este mes en la página editorial de Clarín que en el AMBA hay peligro de accidente nuclear. La causa: prácticas de seguridad en deterioro de Nucleoeléctrica Argentina SA (NA-SA) en el predio de las Atuchas 1 y 2. «Vamos a brillar, mi amor», como dicen los Redondos. Sostienen ambos editorialistas: “Sólo en este año ha habido tres señales que indican que la seguridad en este complejo se ha degradado. Un incendio de un barraca, un muerto electrocutado y recientemente ´un problema detectado en la turbina, localizada en un edificio ajeno al reactor´ de Atucha II, según el Presidente de Nucleoeléctrica Argentina (NA-SA), José Luis Antúnez.” Según Runza y Rivas, estas cosas se ignoran por secretismo militar de NA-SA, firma donde (sic) nadie saca los pies del plato para no perder privilegios: “En el 2022, NA-SA tiene 3009 empleados, con sueldos de las autoridades superiores de $ 866.000, con 150 empleados que cobran entre esa cifra y $ 680.000, con un bono extra (que se cobra en enero) atado a la generación anual de energía y los 16 sueldos por año que contempla el convenio colectivo de trabajo del Sindicato de Luz y Fuerza”, escriben. Sobre esto de los sueldos, volveré. Sumando peras de aquí y naranjas lejanas, los autores nos recuerdan el peligro de desastre nuclear de la central ucraniana de Zaporiya, envuelta hoy en una guerra, y aprovechan para rendir homenaje, con peculiar gramática, no a su país pero sí al menos a un argentino: “Mientras esto sucede en el mundo, en este pobre gueto que se ha convertido la Argentina, todo resulta lejano. La cuestión nuclear gira sobre otro eje. Solo por la acción del embajador Rafael Grossi quien es el Presidente de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), el país cuenta con un rol significativo en el escenario internacional, pero éste no es producto de un Estado sino por un individuo, que ocupa un cargo relevante para todas las potencias del mundo, por sus propios méritos personales. No por una decisión de la elite política argentina, hoy entretenida en sus propias ambiciones”. Aquí paro la pelota. La agencia vienesa en los países hispanoparlantes se llama OIEA, no AIEA. Pero además Runza y Rivas llaman a Grossi “presidente” del OIEA (no hay ninguno, es el secretario general) y a su propio país, “este pobre gueto”. No creo que estos autores sean especialmente antisemitas. Pero con 107 muertos en atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA,  para insultar simultáneamente en una sola frase brutal a la colectividad judía y a su propio país hay que tener el cuero muy grueso, y en el caso de un politólogo, no muchas luces en su “business” específico. Planeta Clarín, por su parte, ya no pide respeto comunitario o credenciales técnicas, ni le teme a nadie o a nada. Ni siquiera a la gramática y la ortografía. De otro modo algún corrector –Clarín echó a casi todos, además de a la mitad de sus periodistas- habría impedido que se publicara, en tinta sobre papel, que en Zaporiya “el riesgo de emanación radiactivo (sic) emerge con fuerza”. O que Nucleoeléctrica se escriba Nuecleoeléctrtica (sic). El viejo GDA (Gran Diario Argentino) se menemizó. En contenido y forma. Aclaro que desde la entrada en línea de Atucha 1 en 1974, el complejo no generó accidentes nucleares ni radiológicos, aunque desde el ’86 no pasa año sin que algunos ecologistas libres de toda noción de ingeniería y operación de centrales no le prometan al AMBA un Chernobyl (o dos). Ojo, jamás llamaría ecologistas a R&R, Runza y Rivas. Tampoco técnicos. Aquel RBMK 1000 soviético que fue Chernobyl-4 es bien distinto de nuestras Atucha 1 y 2. Costó alrededor de U$ 200 por kilovatio instalado. Atucha 1 en cambio costó U$ 1.800, y la mitad fue a sistemas de seguridad, cifras en dólares de 1986. Y no sumo las decenas de mejoras de disponibilidad y seguridad que le hicieron la CNEA y después NA-SA a esa máquina a lo largo de décadas. Atucha 1 se eligió por licitación en 1968, tiempos del general (y presidente) Juan C. Onganía, anticomunista rabioso. En aquel concurso el RBMK no habría podido participar «por denominación de origen». Pero de haber podido el CALIN (Comité de Licenciamiento de la CNEA, precursor de la actual ARN) habría bochado la oferta por venir destripada simultáneamente de tres sistemas pasivos de seguridad: * el recipiente de presión, * el edificio acorazado de contención, * y el uso de grafito como opción de moderador, en lugar de agua, o agua pesada, para el caso de las Atuchas. El grafito, una vez incendiado, no se apaga (ver Windscale y Chernobyl). El agua, en cambio, no se incendia. Hablando de incendios, el de un galpón de materiales de construcción y telas, cuantimás alejado del edificio del reactor, no es un accidente nuclear ni radiológico. Una electrocución fatal en un playón de conexiones es algo muchísimo peor, sin duda, pero tampoco un asunto nuclear o radiológico. Esta última desgracia es horriblemente frecuente en la industria de distribución eléctrica, pero –gran diferencia- en un predio nuclear un accidente fatal, incluso por resbalón y caída, tiene prensa asegurada. Y justamente como la mujer del César no sólo debe ser honesta sino parecerlo, NA-SA comunicó ambos accidentes sobre el pucho en cada ocasión, y aclaró que no son nucleares ni radiológicos. Eso debería ser evidente para un experto en Defensa. Vea, magister, no hay “emanación radioactivo”. Pero una turbina que vibra y te obliga a poner la central Atucha II en “parada fría” tampoco es un accidente. Estimados, no es siquiera un incidente operativo. Se detiene la turbina para que no se dañe porque cuesta una ponchada de plata, mientras viene gente del proveedor (Siemens) para revisarla. La turbina no es un componente de seguridad, está lejos de la “isla nuclear” o SSS, o Steam Supply System, aislada del resto de la central por múltiples barreras físicas y por distancia. Es parecida a las muchas turbinas de vapor del centenar largo de centrales de gas natural que hay en nuestro país, que a veces hay que parar por vibraciones. Todo esto también fue comunicado al toque. Por ello, cuando R&R dicen que “NA-SA es una empresa con los defectos de las empresas estatales argentinas pero sobre la cual no se le ha posado la lupa con el rigor como se trata el caso de Aerolíneas Argentinas. Aquí el secreto prima. Parece vivir en tiempos de dictadura. Nada sale de ella”, están hablando huevadas. Lo hacen también cuando relatan, con una sintaxis asaz chueca incluso para el GDA, cómo Rafael Grossi llegó a la cumbre del OIEA, “pero éste (¿este qué?) no es producto de un Estado sino por un individuo, que ocupa un cargo relevante para todas las potencias del mundo, por sus propios méritos personales. No por una decisión de la elite política argentina”. Si Grossi los leyó (¡y si los entendió!), debe estar furioso: ese currículum lo pinta como un paracaidista. Miren, Rafael Grossi no nació de un repollo sino de un estado. Lo conozco desde que era un veinteañero brillante que empezaba su carrera en la DIGAN (Dirección de Asuntos Nucleares y Desarme de la Cancillería). Esa oficina la fundó en democracia el embajador Adolfo “Chinchín” Saracho para que el Palacio San Martín ayudara a la CNEA y a INVAP a vender tecnología nuclear argentina al mundo, pero pisando –en lo posible- pocos juanetes. No es fácil, aún si uno baila bien. La CNEA había hecho su primera exportación grande a Perú en 1978, los reactores de investigación y producción de radioisótopos RP-0 y RP-10, para furia de EEUU, que en represalia nos cortó el suministro de uranio altamente enriquecido. Eso iba a dejar parado incluso el reactor RA-3 de Ezeiza, que abastece de radioisótopos de uso oncológico y cardíaco a todo el Cono Sur. No les invadas su autodenominado «patio trasero” a los autodenominados americanos.

Rafael Grossi con cara de astucia y saber del asunto nuclear. Y sabe.

Saracho dejó la DIGAN en 1988 y, con una idea fija, rumbeó de embajador a Turquía, país al que entusiasmó en asociarse con INVAP para producir la central compacta CAREM «en vaquita». La idea era venderla de a decenas al menos a 20 países clientes de la considerable industria turca. Este tucumano, Chinchín, sí que bailaba. Imposible que no pisara algunos juanetes. El negocio del CAREM con Turquía podría habernos ganado  muchos miles de millones de dólares y un cambio enorme de perfil de país. Pero los difuntos Carlos Menem y Guido Di Tella cajonearon todo, a pedido de cierto organismo que no quiero llamar por su nombre, pero empieza con “State” y termina con “Department”. Es difícil que la Argentina nuclear logre dar pie con átomo sin que a estos muchachos les duelan los juanetes y griten “foul”: tienen los pies muy largos. Mientras Grossi, diplomático formado un año entero en temas atómicos por la CNEA e INVAP, como todos los “Saracho boys” de aquella DIGAN de los ‘80, iba abriéndose paso ascendente en la jerarquía del OIEA en Viena, INVAP fue haciéndolo en el mercado mundial de los reactores multipropósito. Las dos cosas ocurrieron juntas, y la primera habría sido muy difícil sin la segunda. Estos reactores de INVAP se diseñan a medida del cliente y en general incluyen instalaciones de investigación en materiales, para formación de recursos humanos y para producir radioisótopos, con más de algunos de estos ítems y menos de los otros, según cada comprador. Los reactores multipropósito cuestan algunos centenares de millones de dólares y son un nicho: el mercado atómico más fuerte y el que garantiza continuidad de pedidos es el de las centrales de potencia, máquinas que sólo producen electricidad. Y dentro de las máquinas de potencia, hoy parece prometedor el nicho de las SMR, las centrales chicas modulares por diseño, como el CAREM. Y como observan con acidez Runza y Rivas, esta centralita de potencia nuestra sigue muy incompleta. Pero nuestra trayectoria en reactores multipropósito ha sido bastante triunfal. Ganándoles en todas las licitaciones a EEUU, Francia, Canadá, la URSS, (luego Rusia), China y Corea, siempre por calidad de oferta y jamás por precio o financiación, INVAP, estimados Runza y Rivas, la firma criolla INVAP le vendió reactores a Argelia, Egipto, Australia, Holanda y Arabia Saudita, amén de plantas de radioisótopos a Cuba y la India. Mejor empresa del mundo en lo suyo, de lo cual Uds. parecen no tener idea. Y estatal además (¡como Aerolíneas!), cosa que quizás los desconcierta. El estado no les gusta. Al menos, el argentino. A todo esto Grossi tomó la dirección del Nuclear Suppliers Group (NSG) para que el OIEA, en las áreas grises de una tecnología que nació dual y de mal modo en 1945, tuviera una lista de componentes, materiales y servicios de venta permitida y otra de venta prohibida, todo actualizado a tiempo real. Esto implica negociaciones infinitas por artículos industriales muy poco nucleares, pero en general es bueno para el mundo y también para nuestro país. Olvidate de dirigir el NSG si no representás a un país con una oferta nuclear potente. Y resulta que entre 1978 y la actualidad, la Argentina se transformó en más que eso. Y dado el carácter dual de lo nuclear, un magister en Defensa seguro que eso lo sabe bien. Bueno, uno creería. La diplomacia nuclear nació antes que Grossi y que la DIGAN de Saracho, estimables R&R. Nació con la propia CNEA, en 1950. Por default curricular de la Cancillería, hasta que no apareció esta dirección, la CNEA debió encargarse de su propia diplomacia ante el OIEA, las Naciones Unidas y la multitud de organismos multilaterales relacionados con lo atómico. Y no podía no hacerlo, porque siempre fuimos un poco sorprendentes. En las sesiones científicas inaugurales del OIEA, en 1957, la delegación de la CNEA presentó de golpe 13 radioisótopos nuevos descubiertos aquí, el país del trigo, el gotán y los bifes de chorizo. Fue como entrar a la fiesta atómica en alpargatas, pero llevando del brazo a Marilyn Monroe. ¿Entienden qué burradas que escribieron? En el OIEA somos un país nuclear fundacionalmente exitoso, no un individuo superdotado para la diplomacia. Grossi llegó a Viena afianzándose en argentinos ya muy afincados en el organismo, sólidos como roca en lo técnico y diplomático: el capitán (RE) Roberto Ornstein en tratados de salvaguardias, el Dr. Dan Beninson y el ing. Abel González en radioprotección, todos gambeteadores, firuleteros y con pique, muy Maradonas y Messis en lo suyo. Como terminó por serlo, y por su talento personal, el propio Rafael. Pero hay mucho experto criollo en el funcionariado nuclear de las Naciones Unidas: allá por los ’80, los argentos eran el mayor grupo nacional dentro del equipo volante de inspectores de instalaciones atómicas del organismo. ¿Se enteran? Ya estrella en ascenso, Grossi pasó a dirigir las negociaciones del desarme nuclear de Irán, y tras años de trabajo agotador logró un acuerdo en 2015, el JCPOA... que el presidente Trump deshizo al toque de un codazo. Pero aquel prestigio a Grossi no se lo saca nadie, y con él ganó las elecciones para dirigir el OIEA a fines de 2019. ¿Ahora les cae la ficha, R&R? Nada de esto habría sucedido sin el estado argentino, o sin el apoyo de la élite política argentina. Al menos, de la no colaboracionista. Lectores: R&R eluden esas clasificaciones porque, según saben de tecnología, historia, diplomacia nuclear y redacción, no dan para élite. Al magister en Defensa lo define mejor su trabajo contra INVAP, cuando esta firma quedó en 2002 al frente de la radarización del espacio aéreo argentino. Los lobbistas de Raytheon, Thompson, Indra (y siguen las firmas) estaban furiosos con INVAP, pero se jodieron solitas. Al estrangularse unas a otras en juicios interminables por acusaciones de coima, sólo lograron hacer fracasar dos licitaciones consecutivas, la de Menem y la de De la Rúa. INVAP fue el modo en que el presidente Eduardo Duhalde salió del laberinto técnico y por necesidad: con el dólar alto, el país estaba colapsado de turistas en avión y había que radarizar a escape las rutas y terminales o comprarse incidentes y accidentes aéreos. La primer propuesta de radar 2D de aeropuerto de INVAP, el INKAN, cotizó a 1/3 de las ofertas anteriores de los oferentes de la OTAN, para iguales prestaciones. Pero, entrevistado en algunas monografías sobre radarización que debían presentar mis alumnos en los Talleres Federales de Periodismo Científico de 2007, Runza objetaba a INVAP como una empresa sin definición tecnológica, advenediza en el campo del control aeroespacial. Mi primer conocimiento de sus ideas, no de su persona, fue ése. Y al menos en 2002, Runza habría tenido razón. En 2007, ya no. Hoy INVAP (que también es estatal) tiene radarizadas las rutas aéreas y los aeropuertos del país, unificó con un diseño argentino el caos técnico anterior a 2014 de los radares de alerta de tormentas del Sistema Meteorológico Nacional, y viene desplegando sus unidades militares de alerta temprana, móviles y fijas, en fronteras, costas, camiones, vehículos todoterreno, naves y aeronaves. En materia militar le puso el radar 2D al rompehielos ARA Irízar, además ya tiene un prototipo de radar de apertura sintética volando en un Pucará Fénix de la Fuerza Aérea: ése es nuestro primer y minúsculo AWACS de bajo presupuesto. Habrá más. Y en 2021 y tras mucho penar en un mercado mundial muy caníbal, INVAP logró su primera exportación (dos radares 3D a Nigeria).

Un Pucará con un minúsculo “pod” de radar SAR de INVAP bajo el fuselaje. Parece una bomba sin aletas, pero adentro del carenado hay una pantalla de barrido lateral que puede sacar imágenes casi fotográficas de lo que hay en el aire, suelo y mar a distancias considerables, sin importar si que sea de noche, de día, o llueva o brille el sol.

Nada de esto le hace gracia a Su Graciosa Majestad, contra la cual en 1982 fuimos a guerra con cazas de ataque sin radar, y por ende imposibilitados de operar con muy mala meteorología o de noche. Allá en las islas se estaba bajo la guía de un único y vetusto Westinghouse AN/TPS-43 de vigilancia aérea en Puerto Argentino. Que por ser de origen OTAN, la Task Force a veces interfería, bloqueaba o engañaba sin sudar la camiseta. Y aún así les hundimos 6 barcos. Más de un mercachifle frustrado de chatarra militar gringa y otras viudas de la OTAN, con y sin gorra, se tragan con lágrimas esa piedrita: hoy tenemos algunos buenos radares propios. No todos los necesarios, por supuesto. Hay incluso un par realmente revolucionario: los de apertura sintética (SAR) en órbita en los dos satélites SAOCOM de la CONAE (Comisión Nacional de Actividades Espaciales). Y sumando el debe y el haber, en dos décadas nos volvimos un modesto oferente en el mercado mundial de radares. No se debe confiar mucho en la grandeza argentina, pero menos aún en la modestia. No sólo el chiquitaje de la mentada alianza militar atlántica tomó nota de nuestros radares, sino el águila en la cima de ese tótem. Y el magister Runza, claro está. Según destrata hoy a NA-SA, el enojo contra el átomo al parecer le dura. Y con buena razón: INVAP nació de la CNEA, y nuclear.

La presidenta de la CNEA, Adriana Serquis, con el blindaje térmico del CAREM en IMPSA, Mendoza, antes de la llegada del componente a obra, en Lima, provincia de Buenos Aires.

Entiendo que él y Rivas desprecien, casi de pasada, al CAREM como un proyecto eterno. Y tienen toda la razón, R&R, lo es. El CAREM se presentó por primera vez en 1984. Pero ya conté cómo nuestro presidente más genuflexo destruyó una “joint venture” INVAP-TAEK para venderlo “urbi et orbi”. Me falta relatar lo que hizo después nuestro presidente más mamerto. En 1998 la CNEA tuvo presupuesto y una ley para construir el CAREM (la 25160). Pero entre 2000 y 2002 el ingeniero Jorge Lapeña, presidente de la CNEA impuesto por Fernando de la Rúa, agotó esa partida pidiendo sucesivos estudios de factibilidad del reactor. Como los informes siempre eran elogiosos, pedía otros. En 2002 dejó su cargo tras haberse patinado entero el modesto fondo de construcción del CAREM fijado por la ley en consultorías sucesivas, eso sí, todas favorables. Misión cumplida. Los eximo de contarles otras penurias y zancadillas. La obra del CAREM se inició con la excavación de cimientos recién en 2011, pero en 2016 el presidente Mauricio Macri, esa síntesis semiparlante de Menem y De la Rúa, la paró a su propio modo: al toque de asumir puso a la CNEA a pan y agua al reducir a la mitad los fondos de 2015 y dejarlos clavados en pesos. Y en 2018 dejó directamente sin un mango la obra del CAREM. De suyo, esta centralita tiene tres dificultades técnicas considerables todavía a resolver en su prototipo de 32 megavatios: el diseño muy innovador y complejo de sus 12 generadores de vapor, el del recipiente de presión y el de las barras de control. Tanta novedad toda junta nos dará bastante trabajo. Pero si hasta ahora el CAREM es un proyecto eterno no es por falta de “cocina” técnica sino porque le sobran enemigos externos e internos, y de yapa, grandotes. R&R, siempre hay lugar en la cola (de los otros). Si la imitación es el mejor homenaje, el CAREM tiene ya cinco homenajes en EEUU, Corea y otros países rápidos de cascos que prácticamente lo fotocopiaron gratis. El peligroso en serio (para nosotros) es sin duda NuScale, un clon estadounidense interesantísimo del CAREM: viene con un embale institucional, financiero y comercial que da miedo. NuScale tiene todo: aprobaciones regulatorias, subsidios federales, financistas privados, laboratorios nacionales, “siting” inicial en el de Idaho, constructuras poderosas asociadas y una cancillería competente que le logró más de una decena de memorandos de entendimiento de posibles compradores internacionales. NuScale tiene hasta resuelta la venta futura de la electricidad del prototipo a UAMPS, la red de cooperativas de Utah, Arizona, California, Idaho, Nevada, New Mexico y Wyoming. Lo que no tienen es una obra. Físicamente, NuScale no existe. Nuestro CAREM, al menos, volvió a avanzar bastante desde agosto de 2021, su obra civil es un laberinto impenetrable de varillas de acero y murallas ciclópeas de concreto ultradenso. Se lo puede recorrer y tocar. La obra hierve de actividad. Y no es imposible que debido a tan excesiva materialidad, para los autodenominados americanos, los que quizás dan miedo (al menos, un poco) seamos nosotros. Conviene matarnos mientras somos chiquitos. En eso estuvieron siempre, pero somos bastante resistentes. Una larga serie de sabandijas y de brutos sacó a la CNEA de su dependencia fundacional de Presidencia de la Nación en 1994, y del centro gravitatorio del Programa Nuclear Argentino desde entonces. El papel más relevante hoy le cayó a NA-SA, por défault antes que por voluntad. Sucede que esa firma factura. No cuelga de un presupuesto que te sostiene como la soga al ahorcado, el problema de la CNEA desde 1982.

En 2021 el CAREM volvió a avanzar en obra civil: algunas paredes de recintos auxiliares pero muy reforzadas en varillas de acero, a espera de recibir hasta 6 tipos distintos de hormigonado, según densidad y fluidez. El edificio de contención es circular, parcialmente subterráneo y de una solidez apabullante.

Aunque a NA-SA le pagan sólo a U$ 46 el MW/h, eso le da caja y fondos de obra. La experiencia de obra se la dio la historia. Desde 2021 la empresa recuperó la dirigencia que terminó Atucha II, abandonada 27 años, contra viento, marea y pronósticos fúnebres de “expertos”. También logró retomar al menos 150 de los 200 ingenieros nucleares que entre 2014 y 2018 le dieron 30 años más de vida a la central nuclear cordobesa de Embalse, y que Macri echó a la calle a pocos días de reinagurada la máquina… no fueran a repetir la hazaña. Dije que volvería sobre el tema de los sueldos. Entiendo que a R&R y al GDA les parezca mal pagar salarios de entre U$ 3000 y 2300 (a dólar “blue”) a los ingenieros a cargo de algo más de 1000 megavatios nucleares cercanos al AMBA. Es que formar ingenieros atómicos insume 10 años de academia, mínimo, sin contar años de posgrados locales o en el exterior, y de experiencia de obra. Ingenieros nucleares, no nos sobran. No le sobran al mundo. En el Hemisferio Norte, por cargos equivalentes a los que Uds. denuncian, indignados, en la Unidad de Gestión de NA-SA, se paga el doble y el triple, según país. Y esos ingenieros nucleares fuera de Argentina saben que no los premiarán con un despido colectivo tras una obra exitosa, y precisamente debido a que fue exitosa. Si con la feroz demanda mundial de hoy los ingenieros atómicos de NA-SA se van en tropel a EEUU o a la UE, como hace añares sucede con los de CNEA, que ganan muy mal… ¿Uds. duermen sin frazada, estimados? ¿A 119 km. de las Atuchas? ¿No los intimida la perspectiva de un “emanación radioactivo” oriundo de “Nuecleoeléctrtica” que deje patas para arriba a “este pobre gueto”? Hoy la CNEA le dio la obra civil del CAREM a NA-SA, para que salga rápido. Y NA-SA a su vez administra otros dos asuntos: uno, es el de la cuarta central, la Hualong-1 de la China National Nuclear Corporation. Como es venta “llave en mano” y máquina de uranio enriquecido, me entusiasma poco. Pero al Sr. Anthony Blinken, hoy al frente del State Department, La Hualong-1 lo entusiasma mucho menos: ese fierro viene de China. Y a EEUU una planta nuclear de ese origen en Argentina, país donde la Gran Democracia del Norte no logra vender ningún fierro nuclear desde los ‘50, le resultaría una derrota icónica. Pero además la actual dirección de NA-SA se niega a ser una simple operadora boba de centrales alemanas, canadienses o chinas: con el regreso de José Luis Antúnez volvió al rol de diseñadora-constructora, y su objetivo más profundo es poner no una sino varias máquinas de uranio natural y tubos de presión (como Embalse) en nuestro país. De operadora boba a diseñadora hay esa diferencia conceptual, la que separa a choferes de constructores de autos. El fierro con el que sueña NA-SA se parecería mucho a Embalse, que es una CANDÚ 6 canadiense. Pero tendría muchas innovaciones y mejoras criollas, algunas de las cuales se incorporaron entre 2014 y 2018 a la segunda vida de Embalse. Otras implicarían rediseño desde fojas cero.

José Luis Antúnez, el hombre que terminó Atucha II, hoy a cargo de NA-SA. Su objetivo: construir muchas centrales como Embalse, pero argentinas. No le faltan opositores.

La tecnología CANDU de base la tenemos comprada desde 1974: Embalse la terminó la CNEA sin canadienses, porque se piraron del contrato, el combustible se hace aquí en CONUAR (que exporta componentes al programa nuclear de la India) y somos dueños de la PIAP en Neuquén, hoy la mayor planta de agua pesada del mundo. Se juntan medio siglo de aprendizaje tecnológico y de inversión en RRHH y planta para uranio natural. Para hacer clones Nac & Pop de Embalse, tenemos la mesa servida. Pero hay quienes quieren patear la mesa, justamente por bien servida. EEUU militó contra las CANDÚ desde tiempos de Henry Kissinger: no quiere un mercado de agua pesada, sustancia que consideran proliferante. Tampoco quiere países inmunes a extorsiones por apagón nuclear si no hacés lo que te mandan. ¿O acaso en 1978 EEUU no nos dejó sin uranio enriquecido -algo que no producimos- por el crimen de venderle dos reactores a Perú? Como a toda la generación del viejo Jorge Sabato, para centrales de potencia nos sigue gustando el uranio natural. No nos pueden dejar sin combustible: lo hacemos nosotros. Y con las CANDU, también el 85% de los componentes. Y también el agua pesada.   Por algo los autodenominados americanos ya lograron, por presión y/o rosca, muchos atrasos y cierres de la PIAP, y tras haber intimidado y patoteado desde 1974 a la clientela natural de la candiense AECL para que no le compren más (si lo sabremos), aquella firma estatal canadiense, creadora de 49 CANDU en 7 países, vendió su división de centrales de potencia a Lavalin, una firma de construcción, en 2011: años y años sin ventas. No creo que hayan descorchado champagne secretamente sólo los autodenominados americanos: también los rusos y los chinos. Quedan 4 países donde las CANDÚ son una opción viva porque en su geología no sobra el uranio, pero estas maravillosas plantas canadienses pueden quemar también torio, 4 veces más abundante en la corteza terrestre. Pueden incluso usar las veces que quieras cócteles de torio y uranio reciclado. Tres de esos países son China, Corea e India, y éste último es el más activo. La India tiene un diseño CANDÚ propio y 16 centrales operativas, 7 en construcción y 8 planificadas. El cuarto país con pretensiones CANDÚ vuelve a ser Argentina, desde agosto de 2021, y desde entonces NA-SA amarroca cada chirolita que gana para diseñar los componentes de su quinta central. Que si Tata Dios nos guiña un ojo, no será europea, yanqui o china. India a su CANDÚ la llama IPHWR (Indian Pressured Heavy Water Reactor). Antúnez al modelo argentino lo llama “Proyecto Nacional”. Más cortito. Ahora juguemos al TEG diplomático, lector. Si Ud. fuera el mentado Tony Blinken y tuviera que eliminar el CAREM como competidor del NuScale, y de paso y cañazo sepultar de una maldita vez –al menos en Occidente- la tecnología CANDÚ, ¿no basurearía a NA-SA inventando problemas de seguridad nuclear? ¿Y no echaría mano para ello de un diario propenso a operetas de prensa? ¿Y de “expertos” locales? Sí, concuerdo, debe haberlos mejores.

Daniel E. Arias

Revisitamos «El estado, el capitalismo y la innovación. El pensamiento de Mariana Mazzucato»

Su reciente visita a Argentina y a Chile nos hizo revisar nuestros archivos. Esta nota la publicamos el 31 de diciembre de 2019. Ahora, casi 3 años y una pandemia después, encontramos que sus conceptos son aún más actuales:

Mariana Mazzucato es una economista nacida en Roma que​ es profesora de Economía de Innovación y Valor Público y directora del Instituto para Innovación y Propósito Público en University College London y el RM Phillips Chair en Economía de Innovación en la Universidad de Sussex. Es decir, tiene todas las credenciales académicas que otorgan respetabilidad.

A pesar de eso, sostiene teorías chocantes al pensamiento económico «correcto». Dice que el Estado es un actor necesario en la innovación capitalista. Y que el papel de los bancos en la creación de valor está sobreestimado. Esta crítica de uno de sus libros, publicada este mes, permite una visión de su pensamiento menos superficial que las habituales notas periodísticas. Recomendamos leerla con tiempo, no para aceptar sus ideas a libro cerrado. Para debatirlas.

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«Hay un tipo de trabajo que aumenta el valor del objeto al que se incorpora, y hay otro tipo que no tiene este efecto. En tanto produce valor, el primero puede ser llamado trabajo productivo: y el segundo, trabajo improductivo» (Adam Smith, La riqueza de las naciones, 1776)

«Los bárbaros barones del oro; ellos no encontraron el oro, no extrajeron el oro, no molieron el oro, sino que por medios de alguna rara alquimia todo el oro les pertenecía» (Bill Haywood, fundador del primer sindicato industrial de Estados Unidos, 1929)

«Entre 1975 y 2017 el producto interno bruto (PIB) real de Estados Unidos se triplicó: pasó de 5,49 a 17,29 billones de dólares. Durante ese periodo la productividad creció alrededor del 60%; sin embargo, desde 1979 los sueldos por hora reales de la gran mayoría de los trabajadores estadounidenses se han estancado o reducido. En otras palabras, durante cerca de cuatro décadas una pequeña élite se ha apoderado de casi todas las ganancias de una economía en expansión». ¿Es porque son miembros de la sociedad particularmente productivos?»

Así arranca Mariana Mazzucato, catedrática de Economía de la Innovación y Valor Público en el University College de Londres (UCL), el prefacio de su última obra: El valor de las cosas.

Autora de un sugerente y esclarecedor libro sobre el papel del Estado y las instituciones públicas en la creación de valor y el desarrollo económico en las economías occidentales, El Estado emprendedor, Mazzucato pone su atención, en su nuevo trabajo, en la distorsión que ha supuesto la imposición de una narrativa acerca de la creación de valor, así como en los criterios seguidos para su cuantificación e inclusión en las cuentas nacionales como parámetros representativos de los niveles de renta y bienestar de nuestras sociedades.

Mazzucato considera que se necesita una narrativa alternativa acerca de quién creó la riqueza, en primer lugar, y quién la extrajo, generalmente en su beneficio, posteriormente, Un proceso: la captura o extracción de rentas que bien podría describirse así: los tomadores se imponen a los hacedores y el capitalismo «depredador» al capitalismo «productivo», gracias a lo cual el 1% ha accedido al poder por encima del 99% restante.

En su tentativa de encontrar las bases en las que sustentar una teoría del «valor» que desvele correctamente los mecanismos de su creación y los agentes económicos, sociales e institucionales implicados, así como sus beneficiarios últimos, realiza una incursión histórica, desde los economistas preclásicos hasta la denominada revolución marginalista de la segunda mitad del siglo XIX. Una visión panorámica en la que sintetiza las aportaciones más relevantes a la teoría del valor que ocupa cerca de la mitad del libro, sin novedades interpretativas relevantes, que encuentra su justificación en la necesidad de establecer un anclaje en la teoría del valor-trabajo formulada por los principales economistas del clasicismo económico (Smith, Ricardo y Marx), prevalente hasta la revolución marginalista (Walras, Jevons y Menger) y la sistematización posterior de Pareto y Marshall, que contribuyeron a imponer en el pensamiento económico triunfante una teoría expresiva del valor de carácter subjetivo y desvinculado del coste del factor trabajo, por la que la utilidad marginal y la escasez determinan los precios y el tamaño del mercado. El precio sería, en última instancia, la medida del valor.

Así, lo que el modelo ganaba en versatilidad lo perdía en la falta de capacidad para medir lo que Smith llamaba «la riqueza de las naciones»: la producción total de una economía en términos de valor.

Mazzucato se ve en la necesidad de explicitar qué entiende por los conceptos de creación y extracción de valor. Por «creación de valor» se refiere al modo en el que las diferentes clases de recursos (humanos, físicos e intangibles) interactúan con el fin de producir nuevos bienes y servicios. Por el contrario, «extracción de valor» supondría que las actividades se centrarían únicamente en mover recursos y productos ya existentes y en ganar de manera desproporcionada con su comercio posterior.

Su objetivo de crear una economía más justa en la que la prosperidad se comparta de una manera más amplia y que, por lo tanto, sea más sostenible lo vincula no solamente a una política progresista de gravar la riqueza, sino a lograr una nueva narrativa, una nueva interpretación y un amplio debate acerca de la creación de riqueza. Y, para ello, echa mano del pensamiento clásico, que partía de una distinción clara entre el «trabajo productivo» y el «improductivo» y una visión ricardiana de la teoría del valor-trabajo que rescata, al tiempo que la reinterpreta con Marx y que considera más adecuada que la teoría neoclásica o marginalista para profundizar en la cuestión del «valor» en la economía globalizada actual.

La innovación en el sector financiero y la industria farmacéutica

Para Mazzucato, el extraordinario crecimiento del sector financiero, con ser preocupante, no lo es tanto como el intenso proceso de financiarización del conjunto de la economía.

El término «banca en la sombra» acuñado en 2007, describe un conjunto de instituciones bancarias o parabancarias que realizan actividades similares a las de la banca y que generan una amplísima red de diferentes intermediarios financieros, no sometidos a una regulación tan estricta como los bancos y que, surgidos de la nada, se expanden allí donde los bancos han sido condenados a contraerse. Como se caracterizan, en general, por ser «finanzas impacientes» que buscan retornos elevados a corto plazo, su comportamiento puede afectar a la capacidad productiva de la economía y a su potencial para la innovación.

Un fenómeno de nuestro tiempo, pero no inusual. Ya Winston Churchill, en 1925, siendo ministro de Hacienda y al observar la manera en que estaban cambiando las finanzas, afirmó que «prefería ver las finanzas menos orgullosas y a la industria más satisfecha».

«La intermediación financiera -el coste de los servicios financieros- constituye una forma de extracción de valor cuya escala reside en la relación entre lo que cobran las finanzas y el riesgo que realmente asumen» (pág. 215).

Así, la denominada gestión de cobros se ha convertido en una de las carácterísticas que definen el capitalismo moderno, y su reforma, no imposible, a través del establecimiento de una tasa a las transacciones financieras -aún no implantado- podría facilitar la reasignación hacia las inversiones a largo plazo en vez de los sustanciosos, aunque no creadores de valor, intercambios rápidos de un milisegundo.

El concepto de innovación es central en el análisis de Mazzucato.

Existe un acuerdo general sobre el papel de los cambios tecnológicos y organizativos como fuente principal de crecimiento y de creación de riqueza a largo plazo. Pero, para la autora, la innovación exige para su proceso de creación la presencia de tres carácterísticas: su carácter acumulativo, la incertidumbre que la preside y su carácter colectivo.

Es acumulativa, y en muchos casos el resultado de una inversión preexistente y en gran medida, fruto de inversiones a largo plazo que se realizaron a través de los años.

Es incierta. Con un alto grado de fracaso, y en general puede requerir mucho tiempo desde la concepción de la idea hasta su realización y comercialización. Con frecuencia pueden pasar décadas,

Y es colectiva. Como la autora desarrolló en su aclamado El Estado emprendedor, las ayudas públicas de Estados Unidos se encuentran detrás de innovaciones como el i-Phone, Siri, el GPS o la pantalla táctil, y supusieron ingentes cantidades de dinero gastado por el Departamento de Defensa de EE. UU., su armada, la CIA o la DARPA (Agencia de Proyectos de Inversión Avanzada de Defensa).

En el sector farmaceútico, la investigación muestra que el origen en los avances de dos terceras partes de los medicamentos más innovadores (nuevas identidades moleculares con calificación prioritaria) se remonta a la financiación de los Institutos Nacionales de Salud de EE. UU.

Una de las formas de extraer valor o «extracción de valor patentada» se realiza a través de la instrumentalización de patentes, herramientas asociadas como los copyrights y las marcas registradas, que han pasado de ser mecanismos para estimular la innovación a medios utilizados para su bloqueo. Lo exponía así The Economist (08-10-2015): «Se supone que las patentes propagan el conocimiento al obligar a sus propietarios a exponer su innovación para que todo el mundo la vea (?). En lugar de eso, el sistema ha creado una ecología parasitaria de trols y detentadores de patentes defensivas que bloquean la innovación, o la entorpecen a menos que puedan hacerse con una parte del botín».

Un fenómeno de extracción de valor que es posible que no encuentre un ámbito más representativo que en el del precio de los medicamentos.

Un caso reciente ilustra cómo las patentes conducen al monopolio.

En 2014 el gigante farmaceútico GILEAD sacó al mercado un nuevo tratamiento para el virus de la hepatitis C llamado Sovaldi, que supuso un avance notable respecto a las terapias existentes contra esta enfermedad que afecta a 3 millones de personas en EE. UU. y a 15 millones en Europa. En el mismo año, GILEAD lanzó una versión mejorada de Sovaldi conocida como Harvoni. Un tratamiento de 3 meses cuesta 84.000 dólares (mil dólares por pastilla) en el caso de Sovaldi y 94.000 dólares en el de Harvoni.

¿Cómo justifica la industria el cobro de estos precios que son centenares de veces más altos que los costes de producción?

Una línea de defensa tradicional de la industria consistió en justificar los precios por el enorme gasto en la investigación previa hasta la comercialización del producto, pero la realidad es muy distinta: los gastos en investigación básica en la industria farmaceútica son, en general, muy bajos en comparación con los beneficios que genera. También es muy bajo el gasto en marketing, y con frecuencia menos de lo que dedican a subir a corto plazo el precio de las acciones, las opciones sobre acciones y el pago a los ejecutivos.

Además, la financiación que da paso a la innovación farmaceútica definida en términos generales como nuevas entidades moleculares procede, fundamentalmente, de laboratorios financiados con dinero público.

La industria farmaceútica concentra cada vez más el gasto en I+D en la fase de desarrollo menos arriesgada y en los «medicamentos equiparables» que solo presentan ligeras variaciones de los productos existentes.

En el caso de Sovaldi y Harvoni se calcula que los inversores privados no gastaron más (y quizás menos) de 300 millones de dólares en I+D durante una década. En los primeros seis meses de 2015 los dos medicamentos generaron alrededor de 9.400 millones de dólares en ventas (y 45.000 millones de dólares en los tres primeros años desde su lanzamiento entre 2014 y 2016).

Una realidad incontestable que obligó a modificar la línea de defensa de la industria y a utilizar un argumento alternativo: los precios son proporcionales al «valor intrínseco de los medicamentos». El «valor» se sitúa como el referente fundamental del precio.

John LaMattina, antiguo vicepresidente de Pffeizer fue más explícito que nadie. En 2014, en un artículo publicado en la revista Forbes con el titular «Los políticos no deberían cuestionar el coste de los medicamentos, sino su valor», mantuvo que el precio debería vincularse con el valor que el medicamento aporta en términos de salvar vidas, mitigar el dolor y reducir los costes sanitarios generales, y, al hablar del medicamento Soliris, de la farmaceútica Alexion, utilizado para tratar una forma poco común de anemia y trastornos renales, con un precio de 440.000 dólares/año por paciente, argumentó que el precio no tenía ninguna relación con los costes de I+D necesarios para sacar el medicamento al mercado.

Un análisis básico y ortodoxo de la elasticidad de demanda ( es decir, la sensibilidad de los consumidores a los cambios de precios, dependiendo de la carácterística de los bienes), en el caso de algo que se necesita para sobrevivir, combinado con una situación de monopolio de los productores protegidos por patentes, es decir, una combinación de demanda rígida y monopolio da como resultado unos precios exorbitantes en los medicamentos especializados.

El capitalismo de plataforma

Se suele describir con este nombre la nueva forma en la que se producen, comparten y se entregan bienes y servicios; una forma más horizontal en la que los consumidores interactúan entre sí sin o con una mínima intervención de las instituciones tradicionales.

En este marco funciona la denominada economía colaborativa, reduciendo las fricciones entre los dos lados del mercado, conectando eficientemente a compradores y vendedores y a clientes potenciales con anunciantes.

La búsqueda de economías de escala (basadas en el tamaño de la red) y de economías de alcance (basadas en el abanico de servicios distintos) propicia que «el tamaño y crecimiento de las empresas más representativas no parece tener límite. Los efectos de red que se extienden por los mercados online añaden una carácterística importante: cuando una empresa establece su liderazgo en un mercado, su dominio aumenta y se perpetua automáticamente»( pág. 300).

Seis empresas (Facebook, Google, AOL, Yahoo, Twitter y Amazon) constituyen alrededor de un 53% del mercado publicitario digital (solo Google y Facebook representan el 39%).

Esta posición dominante implica que los gigantes digitales pueden imponer sus condiciones a los usuarios y a las empresas que son sus clientes, que no tienen opciones de cambio si no se sienten satisfechos, pues como dice Evgeny Morozov » no hay una segunda Amazon al que puedan irse».

Un problema a futuro, porque el auge de la «economía colaborativa» probablemente extenderá el intercambio de mercado a nuevas áreas, en las que las dinámicas de dominación mercantil parecen preparadas para perpetuarse a si mismas.

De una mirada ingenua sobre Google se podría inferir que proporciona servicios gratuitos a sus usuarios. La realidad es que son los usuarios quienes aportan a Google los inputs necesarios para su proceso de producción: nuestros datos personales son la materia prima con la que se configura el big data.

Google obtiene el grueso de sus beneficios de la venta a otras empresas de sus espacios publicitarios y de los datos de los usuarios: «Si algo es gratis online, tú no eres el consumidor, eres el producto».

Los modelos de negocio de Facebook y de Google se basan en la mercantilización de los datos personales, transformando por medio de la alquimia de un mercado bilateral, nuestras amistades, intereses, creencias y preferencias en propuestas vendibles. La llamada economía colaborativa se basa en la misma idea.

Parece comprensible, como sostiene Morozov, entonces, que, «en lugar de pagar nosotros a Amazon una tarifa por utilizar sus capacidades en inteligencia artificial -construida con nuestros datos-, debería exigírsele a Amazon que nos pague a nosotros».

Mazzucato ha descrito en su último libro un mundo inquietante, en el que el relato en torno a la creación de valor pertenece a las grandes y poderosas empresas , auténticos monopolios sin regulación en el mundo digital que a través del dominio ideológico establecen que el precio determina el valor y que los mercados representan el único mecanismo para estipular el precio.

La expresividad y contundencia de los ejemplos que representan esta denuncia deberían, sin embargo, completarse en dos direcciones: una, a través de un análisis empírico de un mayor número de empresas y sectores, y otra tratando de extender lo que fundamentalmente constituye un análisis del Estado y del sector público en EE. UU., con agencias e instituciones con un reconocido planteamiento estratégico, a otros territorios y ámbitos geográficos con un menor nivel de desarrollo y prácticas consuetudinarias muy diferentes respecto a la acción pública, sin olvidar la presencia perniciosa de la incompetencia o la corrupción que con excesiva frecuencia les acompaña.

Mazzucato ha realizado un trabajo sugerente que nos obliga a revisar en profundidad el análisis y nuestra propia consideración, a veces errónea por simplista, del papel de los gigantes digitales y del uso del big data en la configuración de nuestra sociedad y que nos desvela la importancia y la necesidad -en línea con Piketty- de contribuir al debate ideológico en busca de una sociedad más justa e igualitaria.

140 millones de hectáreas en Argentina afectadas por sequía. 7 millones en forma muy severa

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El registro acumulado de lluvias en la Zona Núcleo entre 2020 y 2022 es más bajo que el registrado entre 2007 y 2009, una de las sequías más intensas.

La Mesa Nacional de Monitoreo de Sequías identificó en su última reunión 140 millones de hectáreas en sequía en Argentina, de las cuales más de 7 millones se encuentran en categoría de afectación severa. En esta última categoría, fueron identificadas las tres provincias donde la situación es más grave, de acuerdo al informe de la Mesa Nacional de Monitoreo: Buenos Aires (44 partidos), Santa Fe (4) y Entre Ríos (5). Respecto de las precipitaciones, en septiembre, octubre y lo que va de noviembre “se acentuó la falta de lluvias en el centro-este del país agravando los impactos de la sequía, especialmente en la zona núcleo”. Asimismo, el análisis destacó que “el déficit acumulado de precipitación en la zona núcleo entre 2020 y 2022 es más bajo que el registrado entre 2007 y 2009, una de las más intensas sequías que haya afectado a la región”. Además, de acuerdo al informe, los índices de humedad del suelo muestran condiciones de sequía extrema en el norte de Buenos Aires y sur de Santa Fe. A su vez, desde la Mesa Nacional explicaron que “la condición actual de los cultivos, tanto extensivos como intensivos, en el norte de Buenos Aires se encuentra afectada, de manera tal que se esperan rendimientos muy por debajo del promedio histórico, e incluso pérdidas totales y reducción del área sembrada”. En esa línea, adelantaron que resulta probable “que el trigo que se sembró en el área con sequía severa actual tenga rindes muy bajos o no se coseche y que el maíz llegue al inicio de su periodo crítico a sequía con reservas escasas o deficitarias”. “Se reporta también afectación en la actividad ganadera; es esperable que en muchos casos no se pueda sembrar y esta superficie pase eventualmente a soja o maíz tardío”, concluyeron.

Tandanor botó el nuevo buque hidrográfico ARA Petrel

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El ministro de Defensa, Jorge Taiana, acompañado por su par de Salud, Carla Vizzotti, y el presidente del astillero Tandanor, Miguel Tudino, presidió el acto de botadura del nuevo buque Hidrográfica ARA “Petrel”, diseñada y construida íntegramente en esta empresa estatal, que así celebró 143° aniversario de creación. El 10 de noviembre de 1879 el presidente Nicolás Avellaneda puso en funcionamiento los Talleres Navales de Marina para el mantenimiento de los buques de la Armada Nacional Argentina. Con distintos nombres y en general la misma finalidad, siguieron en su lugar en la Costanera Norte de la ciudad de Buenos Aires, pese al intento, sucedido en 1994, de expropiar las instalaciones para construir un barrio caro con vista al río. Desde 2006, junto con el vecino astillero de submarinos Alte. Storni, ambos gigantescos talleres forman el complejo CINAR. Varias empresas nacionales, como REDIMEC, llevaron a cabo a la instalación de los equipos del buque. La empresa de Tandil, cuyo mercado habitual es el aeronáutico, en este caso llevó a cabo la instalación de las respectivas consolas del puente de mando de buque hidrográfico, como de los montajes de diferentes antenas y sensores. La foto permite ver un puente muy moderno, un «full glass», prácticamente sin instrumentación analógica.
Consola en el ARA Petrel

Investigan retrasar la sintomatología y transcurso del Alzheimer hereditario

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Una red internacional de especialistas que estudian esta enfermedad llevará adelante ensayos en la provincia de Chaco, en una comunidad donde se registran casos frecuentes.

La enfermedad de Alzheimer hereditaria, que causa pérdida de la memoria y demencia en personas entre los 30 y 50 años, puede «retrasar su sintomatología y transcurso» a partir de un tratamiento de prevención que será implementado en Argentina en los próximos meses, convirtiéndose en «el primer país en empezar este tratamiento en América Central y del Sur». La variante de Alzheimer denominada autosómica dominante (ADAD), es un subtipo poco frecuente que suele producir pérdida de memoria y demencia entre los 30 y los 50 años de edad y afecta a menos del 1% de la población total de personas con Alzheimer, indicó la Dominantly Inherited Alzheimer Network (DIAN) red internacional de investigación sobre esta enfermedad. Sin embargo, a partir de este subtipo se descubrió que la enfermedad produce cambios en el cerebro que ocurren años antes de la detección actual de sus síntomas clínicos, motivo por el cual los investigadores de la DIAN desarrollaron un tratamiento que actúa antes de las primeras manifestaciones de la enfermedad. El doctor en medicina Randall Bateman, director de DIAN, afirmó que esta enfermedad compromete partes del cerebro relacionadas con «la memoria, la resolución de problemas, también afecta las habilidades parcialmente que en los últimos años se van alterando de manera continua pero progresiva». En 2019, se identificó en Argentina a varias personas con ADAD en una comunidad de la provincia de Chaco, las cuales fueron invitadas a participar en una investigación sobre esta enfermedad, cuyos resultados se cree que «pueden extrapolarse a la variante esporádica más común de Alzheimer», indicó Fleni, organización que se encuentra trabajando junto a DIAN. Ricardo Allegri, jefe de Neurología Cognitiva de Fleni, explicó que «cuando una persona tiene este tipo de Alzheimer, el 50% de la descendencia tiene probabilidades de tenerlo también», y agregó que en el caso de Chaco «para la cantidad de personas que tienen la enfermedad, la incidencia es alta». Por este motivo, la investigación en comunidades estratégicas como en Chaco «permiten estudiar la enfermedad antes de que aparezcan los síntomas, posibilita estudiar lo presintomático, es un modelo que te permite llegar mucho antes», sostuvo Allegri. Y añadió que esto posibilita «actuar con los ensayos farmacológicos antes de que aparezca la sintomatología». De este modo, Argentina que se convertirá en «el primer país en empezar en América Central y del Sur este modelo de prevención», señaló Randall Bateman, quien agregó que tiene expectativa en que «esto puede retrasar la enfermedad y el transcurso». Asimismo, la prueba que se realizará en Chaco para evaluar el tratamiento se compone de «dos drogas que actúan sobre las dos vías neuropatológicas que tiene la enfermedad. Este es el primer ensayo que va a actuar sobre las dos cosas», señaló Bateman. Y agregó que «las personas con esta mutación genética y la sintomatología a los 30 años, a partir del tratamiento pueden empezar a tenerla a los 40, a los 50 o incluso más tarde». Por último, el experto señaló que «cualquier familia del país puede contactarse para el tratamiento con Fleni, ya que no tiene costos en los estudios ni en los tratamientos de este tipo de enfermedad».