Llega un helicóptero canadiense de gran porte para la lucha contra incendios forestales
Mala noticia para la ecológía del planeta: el consumo mundial de carbón alcanzaría un nuevo récord en 2022
El consumo mundial de carbón alcanzaría el nivel más alto de la historia este año a pesar de los ambiciosos objetivos globales planteados para alejar a las naciones de la quema de ese combustible fósil en particular.
En la América del Norte, «el invierno se acercó.» Y millones lo están sufriendo
El frío extremo se apodera de EE. UU. mientras el «jet stream» (la corriente en chorro) se dobla bajo el cambio climático.
(Corriente en chorro, jet stream en inglés, es un flujo de aire relativamente fuerte e intenso que se produce en las atmósferas de algunos planetas, incluyendo la Tierra. Es el equivalente de las corrientes marinas). Los pronósticos previos a la Navidad prevén una caída rápida de las temperaturas -que ya está sucediendo desde ayer- y una posible «bomba ciclónica» porque la corriente en chorro es más irregular de lo habitual. Una inmersión extrema por la corriente en chorro a través de América del Norte está impulsando la cuña de aire frío hacia el corazón de los EE. UU. y empujando las temperaturas por debajo del punto de congelación hasta las costas del Golfo de México. Es el tipo de evento que podría volverse más común a medida que se acelera el cambio climático. Los signos de un cambio repentino en la corriente en chorro se pueden ver en las temperaturas del jueves y sus pronósticos. La temperatura mínima en Montana llegó a menos -45.6 C, según el Centro de Predicción del Tiempo de EE. UU. Se esperaba que el máximo de temperatura en Chicago, 0,6 de grado, cayera a -17° durante la noche. El Central Park de Nueva York pasará de 12° hoy viernes por la tarde a -10° en cuestión de horas, mientras que en Dallas se pronostica que el máximo de 7° del jueves caerá a -12°. Miles de vuelos ya han sido cancelados en una de las épocas de viajes más concurridas del año.

Comentario de AgendAR:
No hay mucho que agregar a esta información de Bloomberg, tan parroquialmente concentrada en los EE.UU. Pero los fenómenos climáticos no saben de fronteras. Es necesario que Argentina se prepare ante un hecho contraintuitivo: el calentamiento global en curso alimentará fenómenos extremos, tanto de frío como de calor. La popular película catastrófica «El día después de mañana» puede verse como un documental 🙂 Si ubicamos esta noticia en la sección Internacional, es por un factor muy práctico: este fenómeno hará que el gobierno y la sociedad estadounidense se preocupen aún más por el cambio climático. Lo que va a tener consecuencias en el comercio internacional. El gobierno y los productores argentinos deberán tomarlo en cuenta.Abel B. Fernández
El último Jumbo. La saga de los aviones gigantes – Conclusión
La primera parte de esta nota está aquí.
Presentado el Jumbo Jet en la feria de aeronáutica de París en 1969, aquel año La Reina del Aire estableció, junto con el descenso en la Luna de Armstrong y Aldrin, varias décadas en las que el planeta se resignó admirativamente a la superioridad tecnológica estadounidense en casi todo, países socialistas incluídos. Qué modo de malgastar esa fama, los yanquis…
Nadie habría entonces imaginado que tan pronto como en los ’80 Japón destruiría a los USA en electrónica y diseño automovilístico dentro del mercado yanqui. Nadie habría previsto que esas industrias e incluso la emergente informática se escaparían sin regreso de EEUU rumbo a la China post-maoísta para entregarse allí a un “dumping” laboral y ambiental como no los vió ni Charles Dickens. Y todo eso con las bendiciones de Washington y Beijing.
Ningún país contribuyó tanto como EEUU a la grandeza de su único rival de hoy, que ya no es ni la ceñuda URSS ni la loca Rusia subsiguiente, sino China, aquel lento país de campesinos. Como dijo un tal Vladimir Ylich Ulianov, la angurria de los capitalistas les hace venderte la soga con que los vas a ahorcar. Y la soga fue tecnológica, y su primogenitura el Esaú autodenominado Uncle Sam la canjeó por un estúpido plato de lentejas de trabajo semiesclavo y contaminación gratis en China.
Boeing, Airbus y Embraer tienen fábricas de aviones de pasajeros en China, y no son pocas ni chicas ni recientes, ni se limitan a componentes: producen aviones completos. Sería esperable que China se hubiera vuelto un fabricante emergente, el equivalente de Embraer o de Bombardier.
Pero no es para todos la bota de potro, como dicen en Chacharramendi: la corporación china COMAC ya tiene un bimotor de fuselaje estrecho capaz de competirle al Boeing 737 MAX y el Airbus A 320 Neo y se propone construir 2000 de esos. Sin embargo, es un avión pesado (todo aluminio, cero plásticos compuestos) y le falta alcance: no tiene muchas chances de venderse fuera del mercado interno chino, aunque éste sea gigantesco. Así las cosas, la aviación de pasajeros todavía seguirá un tiempo en plan de club de rubios, con la notable excepción de la brasuca Embraer en jets de cabotaje.
En 1973 el precio del petróleo se disparó, y con él el del kerosene JP-1 que usan las turbinas aeronáuticas, y con todo ello también el precio de los asientos. Boeing respondió a la crisis con Jumbos de fuselaje alargado a 76,60 metros para empaquetar cada vez más pasajeros en clase turista, y remotorizando Jumbos con turbofanes cada vez más bocones y eficientes.
Los Jumbos y la desrregulación aérea del presidente Ronald Reagan hicieron explotar el mercado aeronáutico. Éste se masificó y adoptó el penoso –para los pasajeros- esquema “hub and spoke” (eje y radio, en referencia a las ruedas de bicicleta), del que va saliendo en este siglo.
Con este modelo, cada país tiene un número limitado de aeropuertos grandes, de supertransbordo, a los que se llega desde lejos en aviones de fuselaje ancho, y desde los cuales la gente se reparte hacia otros “hubs” o a sus destinos finales en aviones más flacos, chiquitos y de menor alcance. Esta fue la norma del Hemisferio Norte, donde está el 90% de la Humanidad y no hay tanta superficie oceánica.
Cada vez más bocones, los 4 turbofanes del Jumbo. Pero para competir en eficiencia con los rivales de hoy, deberían ser sólo 2, y tan grandes que en pista irían arando el suelo.
El “hub and spoke” cambió la aviación: las líneas podían servir a más aeropuertos con menos aviones, aunque enormes, y estos volaban con las clases turistas atestadas hasta la obscenidad. La distancia horizontal entre respaldos fue disminuyendo del 1,08 metros a los 70 cm. habituales en las low-cost de hoy, mientras el ancho del asiento bajaba de medio metro a 42,5 cm., lo suficiente para que sobre la línea de pasillos, la gente XL viaje con medio culo en el aire.
Los tramos largos se volvieron una tortura minuciosa para lungos, patilargos y corpulentos, y también un riesgo de trombosis venosa profunda en las patas de los que tienen asuntos coagulatorios como las arritmias auriculares, frecuentes pero raramente diagnosticadas. Los trombos (son coágulos) pueden obstruir de pronto las venas de miembros inmovilizados durante muchas horas, los cuadros son súbitos, dolorosos y si no se atienden a tiempo te llevan a la amputación, o peor.
El problema está potenciado porque toda turbina gasta menos en la tropopausa, que es la división entre tropósfera y estratósfera. Normalmente esa interfase está a 12.000 metros sobre el nivel del mar. Allí se vuela con una presión de aire en cabina de 0,68 atmósferas, la normal a 3000 metros sobre el nivel del mar, como a medio camino entre La Quiaca y Tilcara, para decirlo en “jújeño”.
Como afuera del avión reinan condiciones casi de vacío industrial, los fuselajes subpresurizados viajan menos inflados por el diferencial de presiones, y sus componentes metálicos sufren menos “fatiga de materiales”, o propagación de microfisuras. Con su cóctel satánico de inmovilización e hipoxia, las aerolíneas buscan alargar sus márgenes de ganancia y la vida útil de los aviones. No así la de los pasajeros.

Tremenda manga de hijos del Gran Houdini… los pasajeros no se olvidan nada a bordo cuando escapan de un avión en llamas, aunque eso demore su salida y la de los otros, y los mate –si escapan- de neumonitis pulmonar si aspiran demasiado humo. Entre eso y los asientos amontonados, de esa regulación que manda salir en 90 segundos, olvídate, cariño.
Por otro lado, en caso de accidente en pista (y el 80% de los accidentes ocurren allí), las filas de asientos pegadas entre sí se llevan pésimo con aquel solemne requisito de la FAA que dice que un avión debe ser enteramente evacuable en 90 segundos.
Esa otrora prestigiosa agencia asegura haber hecho testeos de evacuación de diversos aviones con 775 voluntarios más bien voluminosos, y jura que el empaquetarlos como ganado no alargó jamás el tiempo de salida. Lo cual se da de palos con la lógica, la física, las asociaciones de defensa del consumidor y los gremios de azafatas/os.
Los 775 voluntarios de la FAA debían ser hijos y nietos del Gran Houdini. La historia brutal y dura demostró que un Jumbo accidentado en pista jamás pudo vaciarse en 90 segundos, incluso en los ’70, cuando las filas de asientos de clase turista estaban decentemente separadas, el yanqui varón adulto promedio pesaba 7 kg. menos que hoy, y la gente en la cabina a lo sumo llevaba un bolsito. Y eso se demostró con cadáveres.
La Boeing ganó plata a lo perro con el Jumbo y a la prolongación del milagro contribuyó mucho su 747-800 de 1988 para sólo 416 pasajeros, aunque capaz de volar 13.450 km. sin escalas, casi el doble que el modelo inicial.
Terminando el siglo XX, Boeing venía quebrando y/o absorbiendo a sus rivales, y en ese canibalismo adquirió los vicios de “management” de una de las empresas devoradas, McDonnel Douglas, cuya plana estaba atiborrada de financistas, abogados corporativos y marketineros.
Eso le cambió la cultura. Boeing incluso puso su nuevo “headquarters” en Saint Louis, a 3300 km. de la vieja y enorme fábrica de grandes aviones de Everett, demasiado llena de ingenieros aeronáuticos, técnicos, laburantes y otra gente demasiado real. Como ciertos endoparásitos neurológicos, McDonnell se comió el cerebro de una firma que había sido tecnológicamente revolucionaria.
Eso se agravó con una segunda forma de endoparasitismo: la FAA dejó en manos de la ahora todopoderosa Boeing departamentos enteros de licenciamiento de sistemas. La Boeing les pagaba los salarios. Fue como poner al perro a vigilar los chorizos del asado.
En los años ’40 y en un marco competitivo (hasta la Ford fabricaba aviones, entonces), las burocracias federales eran distantes, profesionales y estables, no nidos de ratas corporativas. La confianza en Boeing por parte de los viajeros frecuentes de EEUU era tal que circulaba aquel refrancito: “If it’s not Boeing, I’m not going” (Si no es un Boeing no me subo).
Hoy, en otro marco económico, político, regulatorio y tecnológico surgen solitas aberraciones con alas como el Boeing 737-800 MAX, del cual despotriqué de sobra aquí. Y sí, Bro, si hoy no te subís a un MAX, “you are not going”. No quedan muchos otros modelos de fuselaje ancho y media distancia, ni hay muchos otros fabricantes que hayan sobrevivido. Si no te gusta hacés dedo, pibe.
Cuando perpetró este ataúd con alas, el 737-800 MAX, Boeing llevaba décadas de monopolio mundial. Pero ya a caballo de otros aviones, porque las defensas para-arancelarias de la FAA habían sucumbido. El fundamento legal de la FAA para impedir el arribo del Airbus 300 tenía por fundamento estadístico la seguridad de las turbinas y su potencia.
En los ’60 y ’70 era mejor hacer largas distancias con cuatro motores, y no con tres y menos que menos, dos: las plantadas espontáneas de turbina eran menos infrecuentes que ahora. Llegar a la primera pista larga a mano con dos tercios o con la mitad de la potencia motriz no era imposible, pero –como admiten los pilotos- “volando con el traste lleno de preguntas”.
En 1980, literalmente aburrido de triunfar con el Jumbo pero anticipándose a la futura competencia europea, el director de ingeniería de Boeing, Dick Taylor, se atrevió a preguntarle a Lynn Helms, director de la FAA si no pensaba relajar un poco aquella regla. Helms le ladró: “Va a ser hacer frío en el infierno antes de que yo permita que vuelen bimotores en tramos largos sobre agua”. Las relaciones incestuosas entre Boeing y la FAA todavía eran cosa del futuro.
En 1985, sin variaciones demostrables de la temperatura del infierno, Ronald Reagan había sido reelecto como presidente y era el mismo que en su primer período le había impuesto horarios de mierda a los controladores aéreos, que de suyo viven con el mate fundido. Y cuando estos fueron a paro nacional, los echó a la calle y los hizo sustituir por personal de la Fuerza Aérea. El tipo era un desregulador.
Así las cosas, la FAA de Reagan dictaminó que se podía llegar a EEUU (el mayor mercado aeronáutico del planeta) con tres motores y también con dos, y desde distancias hasta la costa crecientemente mayores. La nueva regulación se llamó ETOPS, acrónimo de “Extended Twin-engine Operations” (vuelos extendidos con dos turbinas). Los pilotos, gremio turro si los hay, interpretó la sigla como “Engines Turn or Passangers Swim” (o los motores funcan, o los pasajeros nadan). Pero se la tuvieron que bancar.
ETOPS habilitó a operar hacia y desde EEUU a una plétora de competidores del Jumbo con trimotores e incluso bimotores de fuselaje ancho y dos pasillos: los Lockheed Tristar, los Airbus 310 y el todavía novedoso 767 de Boeing, en competencia con su mamá, la Reina Jorobada. Ya lo dijo Shakeaspeare en King Henry: “Uneasy rests the head that wears the crown” (La cabeza que lleva la corona no duerme tranquila).
Y aún así, acosado incluso por sus sucesores de igual marca, a fines de siglo el Jumbo seguía inexpugnable en nichos extrañísimos para grandes aviones, como el de cabotaje en Japón, China y el Sudeste Asiático.
En Haneda, Tokio, en 1995 y a punto de salir para Hiroshima, recuerdo haber visto, con bastante incredulidad, hasta 10 Jumbos en el aire en planeo final hacia la cabecera de aterrizaje. Debía haber más, pero invisibles por la distancia y la humedad aérea primaveral. Iban enfilados uno tras otro, como vagones de tren, separados entre sí por la distancia mínima para que la estela de turbulencia del avión al frente no hiciera flipar al de atrás y lo dejara con las ruedas para arriba. Ese cuadro no lo había visto en ningún otro lado. Puro espíritu banzai y nervios de acero, esos pilotos japoneses, pero también un avión que logra, andá a saber cómo, tener comandos efectivos a bajas velocidades. Otra hazaña técnica de Joe Sutter, y van…
Mi avión (y los que vi en el aire) volaban atiborrados. Faltaba gente parada y aquello era el subte de Tokio. Ya sin ninguna protección regulatoria yanqui, la reina de los cielos se atrincheraba en nichos de “cabotaje extremo” en el Sudeste Asiático para no abdicar. Y Boeing, aún revolcándose en dólares, no se atrevía a discontinuar su paquidermo-ícono aunque le obturaba mercados a sus bimotores nuevos, y sencillamente porque seguía siendo un avión de la gran siete.
¿No le pasó lo mismo a Ford en el mercado argentino con su Falcon? En EEUU apareció en 1960 y desapareció en 1970 sin dejar ni recuerdos. Aquí Ford se tuvo que bancar al Falcon en línea de producción hasta 1991, aunque era autocompetencia de todos los sedanes posteriores de la casa, como el Taunus y el Sierra, notoriamente menos robustos. Las reinas no abdican fácil.
Boeing logró llegar a 2007 con un único rival: el consorcio pan-europeo Airbus. A partir de las regulaciones ETOPS, ambos fabricantes se volvieron un dupolio que se repartía el mundo con cierta armonía, al estilo de Nu y Eve, las mellicitas del Nueve. Pero la buena leche se rompió los europeos atacaron al Jumbo con su A380, el mayor jet de pasajeros construido jamás.
Este gigantón de hasta 660 asientos y dos pisos corridos completos, desde el cockpit hasta el cono de cola, se volvió la opción favorita de Emirates y Qatar, las aerolíneas nacionales de las petromonarquías dueñas de “super-hubs” de transbordo, que redistribuyen pasajeros entre Norteamérica, África y Eurasia.
El brutal A380 de dos pisos corridos desde cabina a empenaje, y la cantidad de azafatas que solían poblarlo hasta que Emirates cajoneó los 118 que se compró al cuete: el mercado abandonó el modelo “hub & spoke” por el “point to point”. Rey del Aire, pero brevemente. Grandote y al cuete.
Luciendo más chequera que cabeza, algo casi obligatorio en esa parte del planeta donde cada sheik, emir o rey debe mostrar cada día que la tiene más larga que el vecino (la chequera), Emirates revoleó su flota de Jumbos y se compró los A380 en número de 118 de un saque, y sus relacionistas públicos lo bautizaron «Superjumbo» y “Rey del Aire”, creo que sin oposición de Airbus. No faltó quien lo llamara «Titanic del Aire» hasta que le dijeron que era una mala idea.
Es difícil entender el tamaño de un A380, pero un dato que puede ayudar es que para Hach, la gran peregrinación a la Meca que resulta obligatoria al menos una vez en la vida para los musulmanes y ocurre en Julio, el fuselaje puede reconfigurarse para cargar hasta 860 pasajeros.
Hoy Emirates no sabe muy bien qué hacer con sus Reyes del Aire. Airbus sí sabe: lo mató, discontinuó la fabricación. Y es que el mundo aeronáutico postpandémico va dejando atrás el modelo “hub and spoke”, y se mueve mejor con bimotores angostos pero intercontinentales, como el Airbus A 350 y el Boeing 777. Sólo se tienen algunos anchos para los enlaces entre sitios de supertransbordo, o los picos de demanda. Como en el ajedrez, cuentan más las reinas que los reyes. Y eso porque las reinas se mueven por todos lados.
En 2020 y parte de 2021 los aeropuertos de todos los tamaños estaban despoblados por la pandemia. Los aviones de aerolíneas que lograban volar se ganaban la diaria moviendo carga, y no sólo en bodega: desmontar asientos es fácil. Pero ya actuaba otra corrosiva intercurrencia tecnológica: los pasajes comprados por Internet no sólo habían exterminado las agencias de viajes remanentes, sino que venían desperdigando a los pasajeros según nuevas divisorias de clase.
Por un lado iban quedando los ejecutivos, con sus viajes pre-planificados (y por ende, más baratos), en general en “business” dentro de horarios más o menos compatibles con la jornada laboral en el sitio de llegada. Pero por otra parte estaba la mesnada turística, que se banca tratos de barco de trata por la imposibilidad de planificar sus viajes a calendario completo. Con usuarios tan disímiles, los aviones demasiado grandes empiezan a salir con asientos vacíos.
Las aerolíneas contraatacan con flotas menos rígidas: bimotores flacos de un solo pasillo pero de un alcance impensable en los ´80. Los turbofanes son tan bocones que van arañando el piso, y el aluminio fue masivamente sustituido por fibra de carbono y titanio como materiales preponderantes. Ergo, las células pesan decenas de toneladas menos para igual cantidad de asientos, y al ahorrar hasta un 20% de combustible respecto de los modelos de fin de siglo, permiten volar entre aeropuertos chicos que antes eran únicamente sitios de cabotaje.
A las aerolíneas eso les permite menos frecuencias y salir siempre con asientos llenos. A los pasajeros, por su parte, les evita la pesadilla de los grandes “hubs”, los intraducibles y caóticos aeropuertos de supertrasbordo, mejores lugares del mundo para perderse una salida porque tu vuelo de llegada se retrasó, o la señalética era una bosta y la distancia entre terminales, enorme. Excelentes sitios para que tu equipaje termine en Kuala Lumpur, además, aunque vos volvías a Lanús.
El espinazo de una flota flexible hoy pasa por aviones flacos, de un solo pasillo y con sólo dos motores, aunque te llevan tan lejos como los de un un viejo Jumbo 400.
Es imposible remotorizar el ultimísimo Jumbo que se fabricó, el 747-8, con sólo dos de estos turbofanes tan modernos y bocones. De fábrica, el último Jumbo vino con las 4 consabidas General Electric (GE) 2B67B, de 30,12 toneladas de empuje cada una. Pero si quisieras rediseñarlo para volar con sólo 2 turbinas, éstas deberían rendir 61,2 toneladas por unidad. Y todavía no existen.
Último intento británico por seguir fabricando aviones de pasajeros: el ya discontinuado Bae 146, cuatrimotor de cabotaje y con ala alta. En estos tiempos pijoteros, una suma de rarezas.
Lo más polenta hoy por hoy son las GE-90, de 52,5 toneladas de empuje. Pero si se las calzás a un Jumbo, los despegues se volverían largos y peligrosos, y está el problema de adónde corno ponerlas en la célula. En lugar de 2,66 metros de boca, las GE-90 miden 3,30. Colocadas bajo las alas de un 747-8 irían literalmente arando surcos en la pista.
Se podría alargar el tren de aterrizaje para subsanar el asunto, pero esto obligaría a cambios drásticos de ingeniería en el fuselaje y alas. Otra opción sería ponerle alas altas al 747, como las del viejo, pequeño y hermoso Bae 144, el último gran esfuerzo de Inglaterra de no desaparecer como diseñadora de aviones de pasajeros. Quizás el resultado se parecería un poco al carguero militar Lockheed Galaxy.
Pero es al cuete rediseñar dinosaurios. Es tiempo de mamíferos.
La última tecnología que terminó decidiendo el retiro de la Reina Jorobada se llama Zoom. Los ejecutivos con chapa prepandémica de “frequent flyers” viven más y mejor en la Internet que en aviones. La presencialidad laboral extrema también empieza a ser cosa de dinosaurios corporativos.
También gracias a la Internet, los pasajeros ocasionales pueden peinar finito la oferta y comprar con antelación ofertones de vuelos directos punto a punto, sin transbordos. No sin que a tres o dos semanas de tu partida la aerolínea cuente asientos vacíos, suprima tu vuelo y te avise por Wattsapp que viajás después, pero siempre en plan sardina. Y andá a patalear.
Cualquiera que entienda de medicina aeronáutica evita volar al cuete. La pandemia se volvió endemia, lo que significa que el SARS CoV2 sigue jodiendo, pero lo acompañan en franca e insólita “tridemia” el virus sincicial y los mutantes gripales. El distanciamiento social de 2020/21 los había dejado sin suficientes víctimas y hoy vuelven a cobrarse capital e intereses.
Hoy el Ministerio de Salud en Argentina está seriamente julepeado que los hinchas que viajaron a Qatar no se vengan desde Medio Oriente con otras endemias regionales respiratorias virales que aquí hemos logrado expulsar, como el sarampión, u otras que nunca tuvimos, como el MERS (muy letal). Ver aquí.
Sucede que la renovación de aire dentro de las cabinas es, medida en masa, aproximadamente del 10% por hora. Inyectar aire puro desde afuera del fuselaje es una buena idea pero tiene dos problemas: la presión estática en la tropopausa es de vacío técnico, y la temperatura de 40 o 50º bajo cero.
Eso explica que cada hora se filtre y recircule el 90% del aire de cabina, con un uso mínimo de aire externo, y al que no le guste, puede volar en apnea. Si algún alienígena invasor diseñara un aparato de diseminar porquerías pulmonares, inventaría un jet intercontinental. Por algo el virus SARS CoV2 emergido en Wuhan a fines de 2019, tres meses más tarde estaba en todo el planeta, salvo la Antártida: viajó y viaja en avión.

La incipiente amenaza china: el COMAC B-001 en el aeropuerto de Pudong, en Shangai, 2017. El PCCH dice que van a fabricar 2000 en 20 años, pero eso excede no sólo el mercado local y el mundial de cabotaje, sino la capacidad de compra de componentes extranjeros del país.
La Reina Jorobada de los Cielos, que tanto nos cambió la vida, ahora irá desapareciendo del todo. Se va la Reina, y aunque el presunto Rey viene siendo un relativo fracaso, el mundo aéreo seguirá bimonárquico un tiempo gracias a la Unión Europea. Eso si la china COMAC, la rusa UAC y la japonesa Mitsubishi no se mandan alguna revolución conceptual.
No hay peligro de que suceda rápido: aunque la gente cree exactamente lo contrario, ninguna tecnología es tan conservadora como la aeronáutica. ¿Por qué los aviones de pasajeros de hoy son morfológicamente tan parecidos al Boeing 707 de 1957? Cambian los materiales, cambia la instrumentación, cambia el software, pero la célula, muy poco. Las aerolíneas odian toda novedad que no les haga ganar más guita, y los pilotos odian la novedad en general, porque los obliga a vivir arrancando curvas de aprendizaje sin que por ello les paguen un mango más.
Por ahora, a los enemigos de la bimonarquía yanqui y europea no les da el cuero para ninguna disrupción cuantitativa como lo fue el Jumbo, ni cualitativa como trató de serlo el Concorde. Por ende, larga vida a los grandes bimotores como el Boeing 777 y 787, o al Airbus 350. No vinieron a cambiar la Historia, pero los veremos hasta el hastío en lo que resta de la nuestra.
Daniel E. Arias
La ciencia dependiente
Una investigación que rastreó los temas abordados en más de 16.000 publicaciones en revistas científicas antes de la pandemia, indica que la agenda de investigaciones biomédicas y de salud del CONICET refleja prioridades globales determinadas por el mercado, y también los determinantes económicos asociados al lugar que ocupa la Argentina en la división internacional del trabajo.
Si algo quedó al descubierto tras el surgimiento de la pandemia fue el estrecho vínculo entre las investigaciones biomédicas y el mercado, a nivel global. Al respecto, una publicación científica publicada el año pasado en la revista PlosOne, daba datos cuantitativos sobre la interrelación entre las principales empresas farmacéuticas y las universidades más prestigiosas del mundo. Ahora, el mismo grupo de investigación analizó la agenda de investigación en Ciencias Biológicas y de la Salud del CONICET, para detectar en qué medida los temas de investigación responden a a las necesidades locales y las realidades que atraviesan los países en desarrollo. “La agenda de investigación del CONICET responde a la denominada Teoría de la Dependencia Académica, porque la agenda global es la que marca cuáles son las prioridades para la agenda de investigación que impulsa este organismo nacional”, afirma la investigadora Mercedes Carrillo, que participó en ambos trabajos junto a colegas de diversas disciplinas de la Argentina, Canadá e Inglaterra, y recuerda que en el primero descubrieron que la agenda está enfocada en el estudio de enfermedades que son redituables a la hora de desarrollar intervenciones terapéuticas, que estaban hegemonizadas por una perspectiva de la biotecnología y la biología molecular, y que los principales actores eran las grandes instituciones académicas de los países centrales, pero entre mezcladas con las empresas farmacéuticas, que no aparecían como financiadoras sino como productoras de conocimiento. De manera similar, a nivel local, el análisis mostró que los temas investigados fueron similares, con una fuente impronta en el estudio de cuestiones vinculadas al cáncer o enfermedades cardiovasculares y metabólicas, haciendo uso de las mismas herramientas de la biología molecular y celular. “El paper logra mostrar de una manera contundente cómo la agenda de investigación en salud y biomedicina del CONICET está alineada con la agenda global, respondiendo a prioridades que no necesariamente están alineadas con las de la Argentina. , sabemos, por la publicación anterior, que esas prioridades globales están cada vez más influenciadas por las grandes empresas farmacéuticas”, coincide la economista Cecilia Rikap, que es coautora de este trabajo.

Vanina Lombardi
Las consecuencias económicas de ser el país sede del Mundial, y el país que se queda con la Copa
(Aclaramos que esta nota de Esteban Lafuente fue escrita más de 3 semanas antes de la Final. Todo bien con el análisis económico, pero la emoción colectiva… no es medible).
Cada cuatro años, el Mundial de Fútbol paraliza a decenas de países alrededor del planeta. Se trata, posiblemente, del acontecimiento deportivo más relevante y convocante de la actualidad, que, a fuerza de goles, horas de televisión y millones de dólares construyó una maquinaria de negocios infinitos que excede el plano de los deportes.
Y, mientras los fanáticos de cinco continentes seguirán con atención el recorrido de la pelota y el resultado de sus equipos, los efectos de la Copa del Mundo de la FIFA también llaman la atención de investigadores y académicos, que buscan determinar el impacto económico del torneo y los potenciales beneficios que obtiene el campeón.
Según estudios recientes, ganar un Mundial genera efectos positivos concretos, más allá de la gloria deportiva y del cheque que recibe el equipo ganador, que en el caso de Qatar 2022 será de 42 millones de dólares.
Eso es, al menos, lo que concluye una reciente investigación del economista Marco Mello, de la Universidad de Surrey, que en su paper titulado A kick for de GDP: the effect of winning de FIFA World Cup (Un puntapié para el PBI: el efecto de ganar la Copa del Mundo) concluye que el país ganador de un Mundial experimenta un incremento de su producto bruto interno (PBI) de 0,25 puntos porcentuales en los dos trimestres posteriores a que su equipo se consagre campeón.
Utilizando herramientas de la econometría, el autor del trabajo coteja la evolución del nivel de actividad de los países de acuerdo con datos de la OCDE desde 1961 a la actualidad, y advierte una tendencia común en seis países que lograron levantar el trofeo dorado desde 1962 hasta hoy (Brasil, Alemania, Italia, Francia, Inglaterra y España).
“El PBI muestra un acelerado crecimiento en los primeros dos trimestres después de ganar una Copa del Mundo de la FIFA”, concluye el analista, aunque advierte que salir campeón tiene “solamente un efecto positivo de corto plazo sobre el crecimiento”.
Al desarmar los factores que, según la investigación, sostienen esta aceleración en el crecimiento de la economía, el autor advierte que ese impacto se debe a “un incremento en las exportaciones”, que tienen, en promedio, un desempeño 6,2% superior a la tendencia previa en el primer trimestre posterior a que el país obtiene el campeonato, mientras que la dinámica de la inversión no tiene “efectos estadísticos significativos”. Pero, al mismo tiempo, esa mejora en el flujo de divisas y el saldo de la balanza comercial, aunque acotado en el tiempo, tiene un efecto concreto que impulsa el nivel de actividad en la economía.
Entre los casos más significativos, el autor incluye a Brasil en 2002, y asocia al triunfo del equipo de Ronaldo y Rivaldo en el Mundial de Corea y Japón con un mejor desempeño en el comercio internacional de la economía de nuestro país vecino.
“Ese efecto, posiblemente, resulte del mayor interés internacional que disfruta un país después de ganar la más renombrada de todas las competiciones de fútbol del mundo”, advierte el paper, que plantea que un argumento similar es esgrimido por los organizadores de los Juegos Olímpicos (también se disputan cada cuatro años) para intentar convencer a países de recibir a esta cita deportiva.
¿Y el país organizador?
El autor encuentra un impacto positivo en el país campeón, pero sostiene que no existe un efecto económico considerable en los organizadores del torneo. Y son múltiples los reportes y papers académicos que dan cuenta de este punto.
En el caso de los Estados Unidos en 1994, que no realizó gran inversión en estadios y utilizó instalaciones existentes, los autores Baade y Matheson concluyeron que las ciudades en las que se jugaron partidos registraron pérdidas de 9300 millones de dólares de aquel entonces, cuando se había esperado un efecto positivo neto de 4000 millones de dólares, en la previa del campeonato mundial.
El gasto que realizan los países organizadores para el desarrollo de un Mundial y para la construcción o puesta a punto de las instalaciones (estadios, infraestructura) es un punto que envuelve de polémica a cada torneo. El de este año, en Qatar, será el más costoso de la historia, con desembolsos estimados en más de 229.000 millones de dólares por parte del gobierno de ese país asiático, que debió construir siete nuevos estadios, muchos de los cuales quedarán sin uso luego de la Copa del Mundo.
Son nuevos casos, esos últimos, de una lista que recuerda al Soccer City, de Johannesburgo, o a los brasileños de Manaos (Arena da Amazonia) o Brasilia (Mané Garrincha), que luego de 2014 quedó en estado de semi abandono y hasta fue utilizado como plaza de estacionamiento de colectivos.
Algunas investigaciones académicas destacan el efecto de recibir el Mundial en el sector del turismo (que tiene incidencia en actividades de servicios, hoteles, transporte), y esa es la apuesta de Qatar, un país sobre el que existen severos cuestionamientos por cuestiones referidas al respeto por los derechos humanos. Hubo, en tal sentido, investigaciones y denuncias por las condiciones adversas de trabajo para los obreros inmigrantes. Y es un país donde, por ejemplo, la homosexualidad es considerada ilegal.
Efectos cercanos
Más allá de los efectos macro de ganar la final de un Mundial –que en esta edición no fue a mediados de año, sino que se desarrollará en diciembre, justo días antes de la Navidad–, la realización de un torneo tiene efectos micro y cotidianos que se repiten cada cuatro años, y que están asociados fundamentalmente a cambios de hábitos de consumo, motivados por los encuentros para ver los partidos, en familia, entre amigos o en la oficina.
“El Mundial genera un montón de eventos vinculados a los servicios. Nos juntamos a ver el partido, compramos una picada, traen cerveza y demás. Se genera un movimiento especial que no ocurriría si no fuera por el Mundial”, describe el economista Andrés Borenstein, de la firma Econviews.
Además de rubros directos, como la venta de la camiseta de la selección, también se ven afectados otras áreas como los televisores: el Mundial genera una ocasión para renovar la tecnología y se cambia la estacionalidad de las ventas, con más operaciones que las habituales en los meses previos al torneo de fútbol.
Al mismo tiempo, se modifican horarios y dinámicas en el trabajo. “Es cierto también que hay que licenciar personal, sobre todo en las empresas más chicas, que paran todo para ver los partidos. Hay gente que trabaja menos por el Mundial, pero muchas de estas empresas que paran, si están trabajando a full, después recuperan”, concluye el economista.
Fusion nuclear: ¿qué lugar ocupará en nuestro futuro? Hablan expertos de la CNEA
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Tras el anuncio del Gobierno estadounidense sobre los avances en fusión nuclear, tres investigadores que trabajan en distintas áreas de la Comisión Nacional de Energía Atómica, CNEA, exponen sobre el tema.
El último Jumbo. La saga de los aviones gigantes
Para los anglogringos aviones y barcos son “shes” (ellas), sustantivos femeninos, ergo los muy majestuosos y/o exitosos se vuelven “reinas”. El Boeing 747 Jumbo Jet fue “la reina del aire” desde 1968 hasta el pasado 6 de diciembre de 2022. Ese día el último ejemplar fabricado hizo “roll-off” desde su descomunal planta fabril de Everett, Washington, EEUU. La pregunta del millón es si habrá otra reinas, y en realidad, si sigue la monarquía.
Fue un reinado de 54 años y 1574 aviones en 9 variantes básicas y sus subvariantes, además de adaptaciones especiales militares, científicas y de gobierno (como el Air Force 1 de la presidencia de los EEUU). Y fue un reino seguro: en medio siglo largo de uso masivo se perdieron 61 aviones en accidentes al costo de 3722 vidas.
Puede parecer mucho, pero no hay fabricante aeronáutico que le haga sombra a estas cifras de seguridad, incluida la Boeing de hoy. Y la seguridad aerocomercial, medida contra la de todos los demás medios de transporte terrestres y/o acuáticos, es imbatiblemente mayor. Lo dicen los actuarios de las aseguradoras.
Sin embargo hace rato que la reina del aire está en quiebra. La última aerolínea de pasajeros que se llevó uno lo hizo en 2017 y el entregado el 6 de diciembre trabajará para uno de esos correos puerta a puerta. Todo este siglo, reconfigurados como cargueros, los Jumbo sirivieron en FedEx, UPS, Qatar, Cathay y otras de ese palo como “rappiteros del aire”. Les faltó llevar pizzas a comisarías.
En esa proletaria posvida colaboró no poco esa joroba delantera, originada en un segundo piso tendido desde el cockpit de pilotaje hasta la vertical de las raíces de ala. En las aerolíneas esa cubierta extra, accesible por una escalera interior en caracol, se dedicaba a lujo y farra: asientos de primera, a veces camarotes, restaurantes y boliches “duty free”.
Pero la noble joroba de La Reina tuvo un origen plebeyo e incluso ingenuo: en los ’60 Boeing creía (todos creíamos) que la generación siguiente de aviones de pasajeros sería supersónica, como el comercialmente fallido Concorde anglofrancés. Boeing estaba testeando prototipos de un avión equivalente, el SST, y la URSS, inimitable en imitaciones, clonó su propio Concorde, el Tupolev 144, que la prensa canalla bautizó “el Concordsky”.
A Boeing la disuadieron de vender su SST decenas de ONGs, condados, municipios, estados y provincias de EEUU y Europa Occidental. Todos declararon, por la salud de sus ventanas y de sus habitantes, que no se bancarían el doble estampido causado por el sobrevuelo de un avión a 2180 km/h, el doble de la velocidad del sonido, aunque pasara a 18 km. de altura.
Como consecuencia, sólo quedaron 14 Concorde desplegados sobre rutas marinas entre diversas capitales sobre el Atlántico y el Índico, que se fueron recortando al vuelo diario entre Nueva York y Londres entre 1976 y 2003. La British Airways y Air France perdieron plata a borbotones durante 27 años por la voracidad de los turbojets de sus dos ínfimas flotas supersónicas.
Y no por no fajar a los 98 pasajeros, ojo. Ambas líneas vendían el “ida y vuelta” Londres-Nueva York a U$ 12.460 en dólares equivalentes de 2020. Pero eso sucedió cuando –Jumbo mediante- cualquier ratón cruzaba el charco en líneas “low cost” por menos de U$ 100 la ida, subiéndose al primer Jumbo disponible sin reserva previa y garpando al embarcar, como en un bondi. Si los supersónicos eran el futuro, el Jumbo se lo comió y todavía no resucita.

Acceso al piso superior de un Jumbo 8, como quien dice, la escalera al cielo en el cielo.
Equivocado pero no idiota, el jefe de diseño del Jumbo, Joe Sutter, supuso que el reino de los supersónicos estaba próximo y que su paquidermo subsónico terminaría reciclado como carguero pesado: tuvo razón por motivos equivocados. Como dijo el general prusiano Helmuth von Moltke: “La primera víctima de la batalla es el plan”. Pero le ganó una guerra a Francia.
Ese morro de dos pisos del Jumbo nació para admitir un enorme portalón de carga lateral de bultos con una cirugía mínima, y seguir en el aire toda una posvida. Si Ud., oh lector, quisiera reventar a FedEx, UPS e incluso Amazon con una flota baratísima, hay decenas de Jumbos estibados en los desiertos norteamericanos de Mojave y Sonora desde hace 20 años. Salen volando recauchutados “joya nunca taxi” por chirolas: menos de U$ 80 millones la unidad.
El Jumbo, reina jorobada pero dadivosa, volvió el cielo accesible a los laburantes fabriles del frío Norte de Europa, asalariados bien pagos y con convenios abundantes en minivacaciones. Lejos de llamar a una agencia para planificar su escapada y empilcharse fetén para viajar, en los ’80 los tipos se mandaban con la patrona y los pibes al aeropuerto más cercano a esperar que pintaran asientos sin vender en el primer Jumbo charteado, no importa si a Ibiza, Grecia, Turquía, Hawaii o Indonesia. Embarcaban con sus bolsitos, vestidos como inundados, y a bordo sufrían destrato y comida equivalentes.
El Jumbo “destilingó” el mundo aeronáutico, lo volvió equivalente al de los bondis, y tanto lo logró que, primero, perdió su lugar en él y segundo, forzó al consorcio aeronáutico militar de la UE, EADS, a bautizarse Airbus y salir a cazar pasajeros en aquel Big Bang aeronáutico que provocó. Airbus debutó en 1972 con el intercontinental A300 de fuselaje ancho, que tenía –y en su momento fue una herejía ingenieril- sólo dos turbinas.
Eran tiempos de industria muy regulada por los gobiernos en materia de ingeniería, operaciones y tarifas. La FAA (Federal Aviation Authority de los EEUU) defendía el mercado yanqui contra la operación de trimotores y bimotores en larga distancia alegando motivos de seguridad: con 4 turbofanes bajo las alas, si se te planta uno sobre el Atlántico y llegás a la costa 3. Con 2 quizás también, pero estadísticamente sería rarísimo que tengas dos plantadas de turbina en el mismo vuelo.
En cambio con el bimotor A300 de Airbus, perdiste un turbofan sobre el mar y quedás a mitad de potencia, volando atravesado como caballo de granadero, lo que aumenta la resistencia aerodinámica, y que Dios te ayude a llegar a alguna costa, brother.
Pongámosolo en números modernos: si se te clavó una turbina con un Jumbo 400 de los de 1988, la relación potencia/peso se cae de 1 a 4,7, con un trimotor más moderno como el McDonnell Douglas MD-11, de 1 a 5,5, y con un nuevo bimotor Boeing 767-300 ER, de 1 a 6,6. A menor número de motores, incluso si son nuevecitos, mayor degradación de condiciones de vuelo cuando se te pianta uno. Si el lector se siente traicionado… tiene razón.
Si nos ponemos en la mentalidad regulatoria de los ’70 y en las turbinas de los ’60, menos confiables que las actuales, las consecuencias se lee en estos términos. Estimados señores Airbus, Ltd: ni en pedo están autorizados a aterrizar o despegar desde EEUU con su A300. Métanselo donde les quepa, y viva el Jumbo. Colaciónese.
Como los EEUU eran el mayor mercado de pasajes del planeta, y dado que las líneas aéreas grandes para estandarizar repuestos, mantenimientos y entrenamiento prefieren tener tropilla de un solo pelaje, el A300 se vendió mal y endeudó no poco a su fabricante.
Con Francia y Alemania como socios principales de Airbus, Air France recién en 1974 se dignó a comprar los A300, y Lufthansa en 1982: pobre bestia, no la querían ni en su casa. Con ayuda regulatoria local, La Reina Jorobada se morfaba todo, incluida la única competencia armada para salirle al paso.
El fuselaje del Jumbo era diseño hereje, a contramano de la aerodinámica académica: ¿cómo puede volar bien un objeto con tanto CX, o sección frontal, actuando como freno? Respuesta: porque existen los contadores, y cuando los juntás con ingenieros locos pero no boludos y añadís suficiente whisky, te arman un plan de negocios que te cagás.
Aquel fuselaje cavernoso del Jumbo permitía dos pasillos en lugar de uno, lo que generaba un frente de 10 asientos en cada fila, formando una especie de minicine de la cadena Hoyts, pero con alas y sin pochoclo. Los Jumbos empezaron cargando con 366 pasajeros, casi el doble que los Boeing 707, Douglas DC-8, Vickers VC-10 y cuatrimotores por el estilo de otros fabricantes, lo que les dio a las primeras líneas con chequera para comprárselo la capacidad de hacer pomada a sus competidoras.

Fuselaje cavernoso con diez asientos por fila, como un cine de Hoyts pero con alas y sin pochoclo.
Cómo habrá cambiado el mundo que el último Jumbo 8 lleva, señoras y señores, 660 pasajeros. Y aún así ninguna aerolínea lo quiere, por cuatrimotor. Gasta 2,5 litros de querosene más por kg. de carga útil que un bimotor 787 Dreamliner de igual marca. Y el combustible constituye el 60% del costo de la hora de vuelo.
Para levantar el peso de despegue del primer Jumbo (arriba de 330 toneladas cargado de gente, valijas y querosene JP-1), esa tremenda célula (conjunto de fuselaje y alas) tenía la novedad de 4 turbofanes “de alta derivación lateral”.
En cristiano derecho, eso significa que la mayor parte del empuje de esos motores sale de un enorme caudal de aire frío circulado por ventiladores alrededor del núcleo caliente de la turbina. Y esa masa de aire frío entubado empuja mucho más que de los gases de escape calientes de la combustión. Eso sí, los turbofanes son bocones, carecen de esa flacura aerodinámica y estrepitosa de los turbojets. Pero son más silenciosos y gastan MUCHA menos guita.

Tremenda bocota: hablamos del turbofan del primer Jumbo, no de la azafata Wiveca Ankarcrona, que se ligó un regalito corporativo. Y con los años vendrían cada vez mayores (las turbinas).
La joroba de proa y esos cuatro motores con facha de barricas de totín bajo las alas hacían del Jumbo una figura rara en los aeropuertos setentosos. Y el tamaño… Al primer Jumbo le quedó “Salvador” por sobrenombre: los periodistas especializados entraban al hangar y decían: “Dios mío”. Bueno, aquí se habría llamado “Puta madre”.
Los giles adictos a la aeronáutica siempre hemos creído en el Evangelio según Marcel Dassault, el diseñador del Mirage, quien alguna vez dicen que dijo: “Un avión lindo vuela bien”. El Jumbo lo contradijo: abundaba en cosas feas, como la joroba y los turbofanes, que lo frenaban aerodinámicamente pero ganaban plata, y por eso mandó a jubilación anticipada (es decir a entregar paquetitos, o a cocinarse bajo el sol de los desiertos norteamericanos) a todos sus predecesores.
El gran secreto de ingeniería del Jumbo fueron sus alas. Tenían una flecha MUY pronunciada: un ángulo de 37,5º respecto del fuselaje, lo que combinado con el feroz empuje de los turbofanes, le daban unos insuperables 900 km/h en su altura crucero, de entre 12 y 15 kilómetros.
Y para cargar con su corpachón de mamut en despegue y aterrizaje, el tren estaba formado por cuatro patas principales, dos bajo el fuselaje y dos bajo las alas, y cada una de esas patas tenía un “bogie” de 4 ruedas 4, en total 16, de 110 kg. de peso cada una, sin contar el tren de proa. Todo eso era muy asombroso.
Los aviones muy veloces y pesados aterrizan a la velocidad de un estrellamiento controlado. Esto es aceptable en un caza supersónico: los pilotos de combate no siempre se jubilan. Pero un jet comercial que llegó a cargar 660 pasajeros en su versión más tardía y brutal debe poder pasar de vuelo rápido a lento sin caerse del aire. A recordar: el 80% de los accidentes aéreos ocurren en despegue o aterrizaje, cuando el avión vuela despacio para salirse de la corteza terrestre y subirse a la atmósfera, o la inversa.
Nadie iba a ampliar los aeropuertos del mundo para darle más de 1500 metros de pista a la Reina Jorobada. De modo que para bajar la velocidad “de pérdida” (en la que el ala pierde sustentación) a unos modestos 275 km/h y usar pistas habituales, el ala del Jumbo esconde otra ala.
En cualquier avión los flaps, al desplegarse en el borde de fuga del ala acentúan su superficie y convexidad y por ende su sustentación a bajas velocidades. En el Jumbo los flaps suman cuatro, pero de tres elementos cada uno, escalonados telescópicamente de a tres. El piloto decide cuántos se despliegan.
Cuando uno los ve brotando del borde de fuga, uno tras otro, para un aterrizaje con avión muy cargado, comprueba que la superficie total alar total aumentó un 50% sobre los 554 m2 iniciales. Señoras y señores, una enorme ala rápida A se ha transformado mágicamente en una aún más enorme pero lenta y acampanada ala B, que estaba escondida dentro de la A. Chupate esa mandarina.

¿Cómo hizo Joe Sutter para hacer caber esos tanques de combustible desaforados en alas que tienen 4 flaps de 3 elementos? Lo sabe Magoya, como todo.
Como se las arreglaron los diseñadores para hacer caber semejante origami metálico en alas que además están repletas de combustible desde las raíces hasta los winglets? Es verlo y sacarse el cinturón de seguridad para pararse y aplaudir a Joe Sutter, algo que las azafatas y comisarios de a bordo siempre se toman para el carajo.
Ignorantes, que no saben siquiera quién fue Sutter aunque le deben el laburo, señor Juez. Pero era un genio y le cambió la vida al mundo. Yo habría viajado poco y muy de viejo sin Sutter. Y Ud., si milita en esta vida como honrado ratón tribunalicio, señor Juez, también. OK, OK, juro que no quise llamarlo “honrado”, marcho preso, no me peguen más.

Joe Sutter, papá del Jumbo, longevo y lungo,n el ’68 cuando no los junaba naides. Para despedirlo, porque partió a los 95 pirulos y sin avión en 2016, va su foto. Ojo, que hay segunda parte.
(Concluirá mañana)
Daniel E. Arias
Neuquén y la CNEA acordaron un plan para reactivar la Planta Industrial de Agua Pesada
La presidenta de la Comisión Nacional de Energía Atómica, Adriana Serquis, y el gobernador de la provincia de Neuquén, Omar Gutiérrez, reafirmaron el compromiso de puesta en marcha de la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP) al mismo tiempo que acordaron un plan para reactivar el funcionamiento de la misma, ubicada en la localidad de Arroyito.
La planta, la más grande del mundo, produce un insumo clave para las centrales nucleares argentinas, que también se utiliza a nivel internacional en la industrias electrónica y de insumos médicos, situación que convierte al agua pesada en un producto de exportación. “Con el gobernador Omar Gutiérrez acordamos empezar a trabajar en conjunto en la reactivación de la PIAP. En dicha planta, que tiene dos líneas de producción, se aplicaría una de ellas a la producción de 80 tn por año de agua pesada, mientras que la segunda línea se orientaría a la producción de urea, proyecto en el cual se trabaja en la elaboración de un plan de negocios y participa también Y-TEC”, dijo Serquis. El presupuesto 2023 del Poder Ejecutivo de Neuquén incluye una partida de 1.000 millones de pesos destinada a la PIAP, lo que muestra con total claridad la “decisión política del gobierno provincial de avanzar en la puesta en marcha del complejo industrial de Arroyito, uno de los más importantes del país”, dijo el gobernador Gutiérrez. Gutiérrez recalcó que, “trabajando juntos y a la par con el gobierno nacional, vamos a poder actualizar la PIAP, poniéndola al servicio del país y de la provincia, manteniendo las fuentes de trabajo y generando ingresos que se volcarán al sistema productivo”. La instalación es propiedad de CNEA y está operada por la Empresa Neuquina de Servicios de Ingeniería (ENSI), una sociedad conformada entre la CNEA y la Provincia de Neuquén, que tiene la mayoría accionaria. Fue inaugurada en 1993 y su capacidad de producción era de 200 toneladas de agua pesada por año, porque se la pensó a fines de los ’70 para abastecer un programa de ocho centrales medianas de uranio natural. Por eso hoy es la mayor del mundo. El agua pesada es uno de los insumos principales en las centrales nucleares que utilizan como combustible el uranio natural. En la actualidad el principal objetivo para la puesta en marcha de la PIAP es la producción de las 485 tn que se necesitan para garantizar la provisión de las tres centrales en operación –Atucha I, Atucha II y Embalse- hasta el fin de su vida útil. Transcurridos los casi siete años que demandará el primer objetivo estimamos que Nucleoeléctrica Argentina SA tendrá la posibilidad de contar con el agua pesada que se necesite si comienza con la construcción de la segunda central tipo CANDU prevista en su plan estratégico, lo que disparará la producción de 500 tn más. Por otra parte, en la actualidad se trabaja en un plan de negocios orientado a la provisión de clientes extranjeros que, tal como se ha dicho con anterioridad, utilizan el agua pesada como insumo para electrónica y usos médicos. La importancia de la reactivación de esta planta radica en preservar la gran inversión que realizó el estado nacional entre 190 y 1993, al mismo tiempo que se mantienen fuentes de trabajo y crean nuevas, se garantiza la provisión de nuestras centrales nucleares y se generan divisas por exportación.En Agronomía de la UBA ensayan una herramienta biológica para combatir el dengue
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El verano llega acompañado de mosquitos y de las enfermedades que transmiten, como el dengue, el zika y el chikungunya.
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Un proyecto que lleva adelante un equipo de la Facultad de Agronomía de la UBA recurre al cultivo y sembrado de peces nativos que se alimentan de las larvas de mosquitos y contribuyen a disminuir la población de estos insectos.
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La iniciativa ofrece asesoría y peces en forma gratuita a las instituciones que tengan estanques y piletas de agua estancada.
Control biológico
La idea del control biológico no es nueva y está bien documentada en publicaciones científicas. Pero el equipo de la Fauba le dio un par de vueltas de tuerca. Tras analizar diversas alternativas, los expertos en acuicultura escogieron dos especies de peces locales para que hagan de “controlador” biológico: Jenynsia lineata y Cnesterodon decemmaculatus, más comúnmente llamadas “Madrecitas”.
Hacia las escuelas
El proyecto aporta un costado social extra: “formamos un núcleo asociativo y capacitamos en este tema a los alumnos de una escuela secundaria especializada en Ciencias Naturales que está en Villa Soldati. Así, en el futuro cercano, son esos estudiantes los que llevarán adelante la cría de ejemplares, recibirán los pedidos y programarán las entregas de peces para poder a llevar a cabo los sembrados en forma sistemática y abasteciendo a escuelas, clubes, asociaciones, empresas, que tengan este tipo de reservorios, fuentes o tanques donde los mosquitos puedan dejar larvas”, destacó el profesional de la Fauba. Además, el proyecto contempla también algunos aspectos inéditos: por ejemplo, hacer controles y visitas posteriores al sembrado original de peces para chequear la efectividad de su tarea de control, verificando que no haya larvas en agua estancada. Y también revisando las condiciones de bienestar de estos animales, un tema ético que toma cada vez más relevancia.
Enrique Garabetyan